En diferentes lugares y momentos, algunos filósofos han propuesto que Dios creó el mundo y luego lo dejó en paz. Y que desde entonces éste ha funcionando independientemente de Él. Por ejemplo, hay elementos de este pensamiento en los escritos de los antiguos filósofos griegos. Pero se hizo más popular en los siglos XVII y XVIII a través de la filosofía conocida como "Deísmo". El deísmo describió a Dios como un relojero divino y la creación como un reloj. Enseñó que Dios creó y le dio cuerda al reloj, lo puso en la estantería y lo dejó correr. Y no lo ha tocado desde entonces.
Pero las Escrituras pintan un cuadro muy diferente. Para el Dios verdadero, la creación no es un reloj: "Es un reino, poblado por ciudadanos". Y Dios mantiene y gobierna activamente su reino, y mantiene relaciones con su pueblo. La persona de la Trinidad que más directamente se involucra con el mundo de estas maneras es el Espíritu Santo.
Esta es la segunda lección de nuestra serie, Creemos en el Espíritu Santo, y la hemos titulado "En el Mundo". En esta lección, nos enfocaremos en la actividad del Espíritu Santo en la creación como un todo.
Investigaremos cuatro aspectos de la obra del Espíritu Santo en el mundo. Primero, explicaremos su obra de creación cuando el universo comenzó. En segundo lugar, veremos su obra continua de providencia, por la cual Él sostiene y gobierna la creación. Tercero, consideraremos la revelación que Él provee a través de la creación. Y cuarto, mencionaremos la gracia común que Él expresa a la humanidad en general. Veamos primero la obra de la creación del Espíritu.
Pregunta número 15 del Catecismo Mayor de Westminster, publicado en 1647, pregunta:
¿Cuál es la obra de la creación?
Escuchemos la respuesta del catecismo:
La obra de creación es aquella por la cual Dios en el principio, por el poder de su palabra, hizo de la nada el mundo y todas las cosas que hay en éste, haciéndolas por sí mismo, en el espacio de seis días y todas muy buenas.
En esta respuesta, el catecismo identifica la obra creadora de Dios, principalmente con la creación inicial del universo. Pero las referencias bíblicas comúnmente asociadas con esta respuesta reconocen que la creación también incluye hacer nuevas cosas de manera continua, como los seres humanos individuales.
En una lección anterior, dijimos que el Credo de los Apóstoles atribuye la obra de la creación al Padre. Y es absolutamente cierto que el Padre fue el iniciador de la creación. Pero las Escrituras también dejan en claro que el Hijo y el Espíritu Santo estaban involucrados en esta obra. Por ejemplo, 1 Corintios capítulo 8 versículo 6, dice que la creación viene del Padre y por el Hijo. Y los teólogos han acordado generalmente que el Espíritu Santo es la persona de la Trinidad que llevó a cabo la obra, según el plan del Padre y por medio del Hijo.
A lo largo de la historia, los teólogos han apelado a Génesis capítulo 1, para mostrar la obra creadora inicial del Espíritu Santo. Este capítulo describe cómo Dios hizo el universo y todos sus habitantes "por la palabra de su poder". Escuche cómo empieza el relato en Génesis capítulo 1 versículos 1 y 2:
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas (Génesis 1:1-2).
Como vimos en una lección anterior, el Antiguo Testamento no identifica al Espíritu Santo como una persona distinta dentro de la Divinidad. Sin embargo, sí indica que Dios creó el mundo por su Espíritu. Y a la luz de la revelación del Nuevo Testamento sobre el Espíritu de Dios, es legítimo ver estos actos de creación como obras del Espíritu Santo.
Génesis capítulo 1, dice que, durante la creación, el Espíritu Santo "se movía sobre las aguas." La palabra hebrea rachaph traducida como "moverse sobre," es usada solamente otra vez en el pentateuco. En Deuteronomio capítulo 32 versículo 11, Moisés usó la metáfora de un águila cargando a sus crías para describir la relación de Dios con Israel. Este pasaje usa la palabra rachaph para transmitir la idea de un pájaro poderoso que cuida y alimenta a sus hijos. Por lo tanto, cuando leemos que el Espíritu de Dios flotó sobre las aguas de la creación, la implicación es que el Espíritu fue el padre que moldeó y alimentó la creación de acuerdo con la palabra de Dios.
John Owen, el escritor y teólogo puritano que vivió de 1616 a 1683, habló del poder creativo del Espíritu Santo en su obra, Discurso sobre el Espíritu Santo. En el Libro 1, capítulo 4, describió la obra del Espíritu Santo en Génesis capítulo 1 de esta manera:
Sin Él, todo era un mar muerto, una profunda confusión, con la oscuridad por todos lados, no se podía producir nada… pero al moverse el Espíritu de Dios: "El Principio" de todo, de cada clase, forma y tipos de cosas, los cuales… constituyeron en su anfitrión y ornamento, le fueron comunicados.
Aunque el lenguaje aquí es algo arcaico, el punto de Owen era que antes de que el Espíritu Santo formara la creación, esta consistía sólo en aguas caóticas y sin vida. Pero cuando el Espíritu se movió, creó orden y vida.
Como vimos en Génesis capítulo 1 versículos 1 y 2, antes de la obra del Espíritu Santo, la creación estaba "desordenada y vacía". La imagen es de oscuridad y caos. No había luz, ni sentido de orden o forma, ni plantas, ni criaturas. Pero como leemos en Génesis capítulo 1 versículos 3 al 31, el Espíritu de Dios cambió todo eso. Durante los primeros tres días, trató con la falta de forma de la creación. En el primer día, Él creó la luz, tal como los dominios del día y de la noche. En el segundo día, Él creó una expansión que dividió las aguas. Comúnmente nos referimos a esta expansión como atmósfera o el cielo que separa las nubes llenas de agua del mundo de abajo. Al tercer día, recogió las aguas de tal manera que creó tierra seca, y también las plantas que crecen en la tierra. Durante estos primeros tres días, Él formó los límites de la creación, ordenando el día y la noche, el cielo y las aguas, y la tierra seca con su vegetación.
Durante los tres días siguientes días—del cuarto al sexto día de la semana de la creación—el Espíritu de Dios se dirigió al vacío de la creación. Y lo hizo llenando los diversos dominios que había creado anteriormente. El cuarto día, Él creó el sol, la luna y las estrellas para llenar los dominios del día y de la noche, que Él había creado en el primer día. El quinto día, creó criaturas marinas y pájaros, llenando los dominios del mar y el cielo que había creado en el segundo día. Y en el sexto día, creó animales terrestres y seres humanos para llenar el dominio de la tierra seca que Él había creado en el tercer día.
Además de Génesis capítulo 1, varias otras Escrituras también atribuyen la obra creativa de Dios a su Espíritu. Por ejemplo, Isaías capítulo 40 versículos 12 y 13 ofrece esta descripción del papel del Espíritu en la formación de la creación:
¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? (Isaías 40:12-13)
La respuesta implícita, por supuesto, es "nadie". Sólo el Espíritu de Dios ha hecho estas cosas. El Salmo capítulo 104 versículos 24 al 30 habla de la obra del Espíritu al llenar la creación de esta manera:
¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios. He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes… Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra (Salmo 104:24-30).
Este pasaje menciona la creación de cosas como las aguas, las plantas y las criaturas. Y atribuye esta obra al Espíritu.
Durante la semana de la creación, el Espíritu Santo fue muy activo. Él jugó un papel activo. Génesis 1: 2 dice que el Espíritu Santo se movía o flotaba sobre la superficie de las aguas … Y como he pensado en eso, he pensado en lo similar que es a lo que hace el Espíritu Santo sobre el corazón de una persona a quien está regenerando. Creo que el "mover" se refiere de alguna manera al Espíritu Santo impartiendo vida. Sabes… hay mucho acerca de Génesis 1, que no entiendo, pero aparentemente había allí algún universo material sobre el cual el Espíritu Santo se movía, y eso era un preludio, un requisito previo para que Dios creara todo lo que estaba allí. Así, el Espíritu Santo se movió sobre la faz de las aguas; Él, el Hijo de Dios, el Padre, todas las personas de la Trinidad estaban activos durante la creación. [Rev. Mike Osborne]
Habiendo examinado la actividad del Espíritu Santo en el mundo durante la semana de la creación, volvamos nuestra atención a sus obras de providencia a lo largo del resto de la historia.
Las tradiciones teológicas a veces comprenden los detalles de la providencia de diferentes maneras. Pero, en general, los evangélicos lo entienden como:
La obra de Dios de gobernar y sostener toda la creación, incluyendo las criaturas, las acciones y las cosas.
Básicamente, la providencia abarca todo lo que el Espíritu Santo hace en el mundo a lo largo de la historia. Sin embargo, en aras de la simplicidad, limitaremos nuestra discusión a su funcionamiento general. Y trataremos muchos de sus componentes como temas separados en esta lección y en las lecciones siguientes
En su mayoría, los pasajes de las Escrituras que hablan de la providencia no distinguen entre las personas de la Trinidad. Y debemos admitir fácilmente que toda la Trinidad está involucrada en la obra providencial de Dios. Pero en estos pasajes, todavía hay suficientes referencias al Espíritu para que hagamos hincapié en su papel.
Explicaremos la obra de providencia del Espíritu Santo en dos partes. En primer lugar, nos centraremos en su obra en el ámbito de la naturaleza. Y en segundo lugar, mencionaremos su obra específicamente en la humanidad. Veamos primero la naturaleza.
Cuando examinamos la naturaleza desde una perspectiva científica, parece que podría ser autosuficiente. El clima, la geografía y la biología, parecen ser sistemas relativamente mecánicos con reglas consistentes y naturales. Lo mismo puede decirse de otras ciencias naturales como la astronomía, la química, la física, la geología, etc. Pero las Escrituras enseñan que para que entendamos la naturaleza correctamente, debemos saber que Dios la creó y que Él gobierna y sostiene todos sus sistemas.
Como el salmista escribió en el Salmo 135 versículos 6 y 7:
Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Hace subir las nubes de los extremos de la tierra; hace los relámpagos para la lluvia; saca de sus depósitos los vientos (Salmo 135:6-7).
La demostración más dramática del poder providencial de Dios en la naturaleza, fue sin duda el diluvio en los días de Noé. Génesis capítulos 6 al 9 indican que Dios inundó el mundo entero en respuesta a la maldad de la humanidad. Y Génesis capítulo 6 versículo 3, señala el papel del Espíritu en llevar a cabo este juicio. El poder de Dios en la naturaleza, también es expuesto por las plagas de Egipto en Éxodo capítulos 7 al 12. Lo vemos en la separación del Mar Rojo en Éxodo capítulo 14. Y el poder más asombroso del Espíritu sobre la naturaleza es probablemente durante la batalla de los israelitas con los amorreos cuando el sol se detuvo en el cielo "hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos", como leemos en Josué capítulo 10 versículo 13.
Dios mismo explicó su control providencial ordinario sobre la naturaleza en Job, capítulos 38 a 41. Mencionó su poder sobre la tierra, el mar, el día y la noche, el clima y sobre una multitud de animales. Y mientras que el libro de Job no distingue entre las personas de la Trinidad, Job 34, versículos 14 y 15, apunta al Espíritu de Dios como el que lleva a cabo su voluntad divina en el mundo.
Las Escrituras también enseñan que el Espíritu Santo gobierna el mundo de tal manera que Él regularmente renueva sus características y gobierna las poblaciones de sus criaturas. Por ejemplo, como nos dice el Salmo 135, hace lluvia, nubes, viento y otros elementos. Y en lugares como el Salmo 65 vemos que cambia la geografía de la tierra creando ríos, valles, montañas y desiertos. Y en muchos otros lugares, trae nueva vida en forma de plantas, animales y personas. Cada cosa nueva que aparece en la creación es obra del Espíritu.
Recordarán que el Salmo 104 enfatiza las obras de la creación del Espíritu Santo. El mismo salmo habla también de la providencia. Habla de cómo Dios hace que los manantiales viertan agua en los barrancos. Elogia la forma en que proporciona alimentos para los animales. Admira la vida que da a las plantas, a los árboles, y las casas que Él provee para las aves y otros animales. Nos asegura que controla el sol y la luna, la noche y el día, y las estaciones anuales. Todos ellos parecen ser sistemas naturales. Pero Dios los controla a todos. Escuchemos el Salmo 104 versículos 24 al 30:
… oh Jehová! La tierra está llena de tus beneficios… Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo… Abres tu mano, se sacian de bien… les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra (Salmo 104:24-30).
El salmista sabía que, literalmente Dios no preparaba comida para cada criatura, y que luego las alimenta con la mano. Comprendió que los animales comen de acuerdo con ciclos y jerarquías a las que a veces nos referimos como "cadenas alimenticias". Desde una perspectiva terrenal, este proceso parece ser un sistema natural, autor regulador. Pero las Escrituras miran más allá de este entendimiento superficial para ver que Dios gobierna estos comportamientos. Vemos ideas similares en Isaías capítulo 34 versículos 15 y 16.
El salmista también dijo que Dios administra la creación de una manera que perpetúa la vida, pero también la limita. En particular, ninguna criatura muere sin la participación de Dios. Él sostiene su aliento, o espíritu, dentro de ellos para mantenerlos vivos. Elimina ese aliento o espíritu cuando es hora de que mueran. Y el salmista atribuyó este tipo de interacción con la creación al Espíritu de Dios.
Jesús apeló a una idea similar en su Sermón del Monte cuando animó a su audiencia a dejar de preocuparse por las necesidades de la vida. Escuche las palabras de Jesús en Mateo capítulo 6 versículos 26 a 33:
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta… Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos… Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:26-33).
El punto de Jesús era que, si la gente perseguía el reino y la justicia de Dios, Dios trabajaría a través de su providencia para satisfacer sus necesidades diarias.
Al hablar de la providencia de Dios, hablamos del cuidado de Dios por su creación y sus criaturas. Dios no solamente creó el mundo y se alejó para hacer algo más. No, Dios continúa sosteniendo al mundo. Dios provee lo que necesitamos: comida, agua, aire, todo lo que damos por sentado. [Rev. Dr. Justyn Terry]
Debemos hacer una pausa para señalar que Jesús atribuyó las obras de providencia de Dios al Padre. Él hizo esto para enfatizar la autoridad del Padre sobre su reino. Pero los teólogos comúnmente reconocen, que mientras el Padre decreta la obra providencial, el Espíritu Santo es quien lleva a cabo estos decretos. Vemos esto en lugares como Mateo capítulo 10 versículo 20 y Lucas capítulo 11 versículo 13. Y encontramos ideas relacionadas en lugares como Juan capítulo 15 versículo 26; Hechos capítulo 2 versículo 33; y 1 Pedro capítulo 1 versículo 2.
Habiendo hablado de la providencia en la naturaleza, consideremos cómo el Espíritu Santo obra en la humanidad.
En la medida en que la humanidad es parte del mundo natural, las mismas cosas que hemos dicho acerca de la naturaleza también se aplican a nosotros. Dios administra y gobierna nuestro ambiente, como vemos en el Salmo 135 versículos 6 y 7. Él controla nuestras fuentes de alimento, e incluso el éxito de nuestra reproducción, como leemos en Deuteronomio capítulo 7 versículo 13. Su Espíritu es la fuente de nuestras propias vidas, como leemos en Job, capítulo 33, versículo 4. Y no lo hace sólo sosteniendo los sistemas naturales del mundo. Como veremos, Él también gobierna a la humanidad al influenciar directamente nuestras circunstancias, nuestros cuerpos, e incluso nuestras mentes.
Como el Espíritu Santo gobierna providencialmente al mundo, influye en los seres humanos de maneras diferentes. Esto a veces hace que los cristianos se sientan incómodos, o resentidos. Nos preocupa que pueda estar violando nuestra voluntad, o empujándonos a pensar y hacer cosas pecaminosas. A veces incluso lo acusamos de maldad cuando nos permite sufrir. Por lo tanto, lo primero que debemos tener en cuenta es que el Espíritu Santo nunca hace nada pecaminoso. Él nunca nos maltrata o abusa de nosotros. Y la segunda cosa que debemos recordar es que Él siempre está trabajando para el beneficio final de los creyentes. La vida podría ser dolorosa ahora. Pero todo el sufrimiento que soportaremos eventualmente resultará en bendiciones eternas. Diferentes tradiciones teológicas han reconciliado estas ideas de diferentes maneras. Pero todos los creyentes de la Biblia deben afirmar que la obra de providencia del Espíritu Santo es siempre tan buena y tan pura como el Espíritu mismo.
Escuchemos cómo Pablo resumió el alcance de la providencia en Hechos capítulo 17 versículos 24 al 26:
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay… Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas… y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación (Hechos 17:24-26).
Pablo parece haber tenido en mente el Espíritu Santo, ya que habló de Dios como quien nos da vida y aliento. E indicó que la obra providencial del Espíritu incluye darnos todas las cosas que tenemos, y gobernar los tiempos y los límites de los lugares en que vivimos.
El Espíritu Santo no sólo mantiene el mundo para que podamos vivir en él. En realidad, gobierna las circunstancias específicas de nuestras vidas y, de cierta forma, las decisiones que tomamos. Desde luego que todos reconocemos este aspecto de la obra del Espíritu Santo cada vez que afirmamos las curaciones y las resurrecciones milagrosas encontradas en las Escrituras. Y adoptamos la providencia del Espíritu en nuestras propias vidas cuando oramos, creyendo que Dios es capaz y está dispuesto a cambiar nuestras circunstancias, nuestra salud, nuestra esperanza de vida e incluso nuestras mentes y espíritus.
Las Escrituras registran algunos ejemplos algo extremos del Espíritu Santo gobernando las vidas de los seres humanos. Por ejemplo, en Deuteronomio capítulo 2 versículos 30 y 31, Moisés enseñó que Dios hizo a Sehón rey de Hesbón obstinado en espíritu y obstinado de corazón. Y Él hizo esto para que los israelitas derrotaran Sehón y su ejército, y su país caería bajo control israelita.
Y en Éxodo capítulo 10 versículos 20 y 27, y capítulo 11 versículo 10, Dios endureció el corazón de Faraón, rey de Egipto, de modo que se negó a liberar a los israelitas de la esclavitud. Como resultado, Faraón y su pueblo fueron sometidos a las plagas de las tinieblas y a la muerte del primogénito.
El Salmo 135 versículos 6 al 12 registra el control providencial del Espíritu de Sehón, Faraón y otros reyes de esta manera:
Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra… El es quien hizo morir a los primogénitos de Egipto… Destruyó a muchas naciones, y mató a reyes poderosos; a Sehón rey amorreo, a Og rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. Y dio la tierra de ellos en heredad, en heredad a Israel su pueblo (Salmo 135:6-12).
La observación de que lo que Dios quiere lo hace se hace muchas veces en las Escrituras, a menudo como una afirmación de que Dios activamente mantiene y dirige la historia humana.
Como otro ejemplo, en Daniel capítulo 4, Dios castigó a Nabucodonosor, rey de Babilonia, quitando tanto su autoridad real como su cordura. Nabucodonosor vivió entre los animales salvajes y comió pasto hasta que pasó el tiempo señalado. Entonces, Dios restauró su cordura y su trono. Y en su nueva humildad, Nabucodonosor reflexionó sobre el poder providencial de Dios. Escuchemos lo que dijo Nabucodonosor en Daniel capítulo 4 versículo 35:
Y Él [Dios] hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35)
Como en Salmo 135, Nabucodonosor observó que lo que Dios quiere lo hace. Él gobierna las decisiones y acciones humanas para lograr sus propósitos. O como leemos en el Salmo 33 versículos 10 y 11:
Jehová hace nulo el consejo de las naciones… El consejo de Jehová permanecerá para siempre (Salmo 33:10-11).
Cuando pensamos en la obra del Espíritu Santo en la providencia general; en gobiernos, reyes, príncipes o naciones alrededor del mundo, tenemos que recordar que Romanos capítulo 13 dice que los gobiernos han sido ordenados para castigar el mal en el mundo y para promover el bien… Lo que debemos recordar de la obra del Espíritu Santo entre los gobiernos, reyes y naciones es lo que la Biblia dice acerca del Mesías, el rey que Dios establecerá para gobernar sobre la nueva creación… Isaías capítulo 11 versículo 2, habla de Él como aquel en quien reposa el Espíritu del Señor. Él tiene el Espíritu de sabiduría, de entendimiento, de consejo, de poder, de conocimiento y temor del Señor. Y porque el gran Mesías tiene el Espíritu de Dios, sobre Él de esa manera, no sólo refrena el mal, sino que promueve el bien perfectamente. Promueve la justicia a través de toda la nueva creación. Al pensar en la obra del Espíritu cuando se trata de la política y los líderes políticos, podemos pensar en que se restringe el mal, especialmente en los políticos incrédulos, pero de hecho, también en los políticos creyentes, a fin de que, estos puedan llegar a ser los que castigan el mal y promueven el bien. Sin embargo, la expresión principal de esto es el Espíritu Santo derramado sobre el Mesías para que establezca la justicia en el mundo de un extremo a otro en la tierra. [Dr. Richard L. Pratt, Jr.]
El gobierno providencial de Dios de la humanidad se extiende más allá de reyes y naciones, se extiende a cada ser humano y a cada aspecto de nuestras vidas. Y así como Dios influye en nuestras circunstancias, Él también gobierna nuestros corazones y nuestras mentes. Ya hemos visto cómo esto sucede con los líderes nacionales. Y lo mismo sucede con cada individuo. Escuchemos lo que dice el Salmo 33 en los versículos 13 al 15:
Desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres… El formó el corazón de todos ellos; atento está a todas sus obras. (Salmo 33:13-15).
En su providencia, el Espíritu formó el corazón de toda la humanidad. Él moldea nuestros afectos, creencias, compromisos y deseos—todo lo que contribuye a lo que somos y lo que hacemos.
Cuando se trata de la humanidad en general, la obra providencial del Espíritu Santo a veces es la aterradora aplicación del juicio divino. Una vez más, podemos pensar en la inundación global en el día de Noé, o las plagas de Egipto. Y muchas de sus otras obras, son igualmente devastadoras para los incrédulos. Deuteronomio capítulo 29 versículo 4, Isaías capítulo 6 versículos 9 y 10, Juan capítulo 12 versículos 37 a 41 y Romanos capítulo 11 versículo 8, todos hablan de Dios negándose a renovar los corazones y las mentes de los impíos a fin de evitar que se arrepientan y se salven. Escuchemos Romanos capítulo 1 versículos 24 al 28, donde Pablo habló del juicio de los impíos:
… Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones… [y] pasiones vergonzosas… Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen (Romanos 1:24-28).
La providencia divina debe ser una perspectiva aterradora para los pecadores. Significa que Dios no siempre espera hasta el "Día del Juicio" para castigar la maldad. Y revela el tipo de juicio que viene. Pero de la misma manera, también significa que Dios no siempre espera hasta el Último Día para bendecir a su pueblo. Además de cuidar nuestras necesidades y proteger nuestras vidas, Él trabaja en nuestros corazones y mentes para hacernos obedecerle. Como Pablo escribió en Filipenses capítulo 2 versículo 13:
Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:13).
Esta comprensión del trato providencial del Espíritu Santo tanto de los creyentes como de los incrédulos se ve en varios pasajes del Antiguo Testamento. En Isaías capítulo 29 versículo 16 y capítulo 45 versículo 9, y Jeremías capítulo 18 versículos 1 al 19, Dios es representado como un alfarero y los seres humanos como arcilla. Y en cada caso, las Escrituras señalan que el alfarero tiene el derecho de hacer lo que quiera con su arcilla. Usando esta metáfora, Pablo resumió este aspecto de la providencia divina en Romanos capítulo 9 versículos 18 al 21, cuando escribió:
De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (Romanos 9:18-21)
Aquí, Pablo dijo que el derecho del alfarero sobre la arcilla se extendía hasta endurecer los corazones de la gente, haciéndoles oponerse a Él y caer bajo su juicio.
Como hemos sugerido, diferentes tradiciones teológicas comprenden la obra del Espíritu de manera diferente. Consideremos la obra providencial del Espíritu Santo para llevar a la gente a la fe en Cristo.
Podemos ilustrar la obra de conversión del Espíritu en términos de dos caminos o senderos. Un camino representa recibir a Cristo como Salvador. Y el otro representa rechazarlo. Todos los cristianos evangélicos deben estar de acuerdo en que el Espíritu Santo providencialmente hace que la gente encuentre el evangelio y se enfrente con esta decisión. Pero hay al menos tres puntos de vista importantes con respecto a la participación del Espíritu en este proceso.
Primero, algunas tradiciones teológicas creen que los seres humanos tienen la habilidad natural de escoger el camino hacia la salvación o el camino hacia la destrucción. En esta opinión, la obra providencial del Espíritu se centra en llevarnos al encuentro con el evangelio.
La segunda opinión está de acuerdo en que el Espíritu Santo, orquesta nuestras vidas para que encontremos el evangelio. Pero también cree que los seres humanos caídos carecen de la capacidad natural de responder positivamente al evangelio. En nuestro estado caído, siempre elegiríamos el camino de la destrucción. Así, en esta visión, el Espíritu Santo provee gracia preveniente, o gracia que viene antes de la fe salvadora, que nos permite escoger el camino de la salvación. Una vez que recibimos esta gracia, ambos caminos están abiertos a nosotros, y podemos elegir entre recibir o rechazar a Cristo.
La tercera opinión principal conviene en que el Espíritu Santo nos hace encontrar el evangelio y que carecemos de la habilidad natural de escoger la vida. Pero, en este punto de vista, el Espíritu Santo provee gracia irresistible a aquellos que Él elige para salvar. Esta gracia no sólo nos permite elegir el camino de la salvación, sino que realmente nos asegura que lo haremos.
Claramente, hay desacuerdos significativos entre estas opiniones. Sin embargo, los tres afirman la influencia y el gobierno del Espíritu Santo sobre la vida de los seres humanos, y, en un grado u otro, incluso sobre las elecciones que hacemos.
Jesús enfatiza este importante ministerio del Espíritu Santo en las vidas del mundo, que consiste en personas que son hostiles hacia Dios. El Espíritu está actuando para convencer a la gente que es hostil hacia Dios—los incrédulos—para convencerlos, para subrayar su culpabilidad, para subrayar dónde van mal en relación con el pecado, la justicia propia y el juicio mundano. Es decir, el Espíritu ayuda a los incrédulos a entender que nunca creyeron en Jesucristo, su única esperanza para la salvación. Y el Espíritu subraya el hecho de que muchos incrédulos están descansando en su justicia propia, para merecer el favor o ganar el amor de Dios por la salvación, lo cual es imposible. Por lo tanto, el Espíritu actúa con un disturbio divino de incrédulos, señalando que están en su pecado, que son santurrones, que están comprometidos en una forma mundana de juicio, y todo esto es incorrecto. Y los empuja, los incita a aceptar a Jesucristo. Por lo tanto, el Espíritu está trabajando poderosamente en las vidas de los incrédulos para convencerlos y hacerlos nacer de nuevo. [Dr. Gregg R. Allison]
Habiendo considerado la obra del Espíritu Santo en el mundo en términos de creación y providencia, estamos listos para volvernos a la revelación.
Hay muchas maneras de definir la revelación. Pero en general, podemos decir que es:
La obra de Dios de darse a conocer a los seres humanos.
La Revelación es realmente una subcategoría de la providencia, porque es parte de la forma en que el Espíritu Santo gobierna la creación en general, y los seres humanos en particular. La revelación toma muchas formas. Podemos aprender cómo es Dios observando la creación. Podemos ver sus características reflejadas en nosotros mismos y en otras personas. Puede enviarnos mensajeros angelicales, o evangelistas humanos y maestros. Puede dar visiones, audiciones y sueños. Él nos ha dado su palabra en las Escrituras. Y Él puede incluso hablar a nuestros corazones directamente a través de la guía interna y la iluminación para ayudarnos a interpretar y aplicar las Escrituras.
Discutiremos la obra de revelación del Espíritu Santo en dos partes. Primero, examinaremos algunos modelos teológicos para categorizar la revelación. Y segundo, veremos lo que la Biblia dice acerca del papel del Espíritu Santo como la fuente de la revelación. Veamos primero algunos modelos teológicos para categorizar la revelación.
Los teólogos han creado muchos sistemas para categorizar la revelación que el Espíritu Santo provee. Pero para nuestros propósitos en esta lección, limitaremos nuestra discusión a cinco de los modelos más comunes.
Una de las primeras distinciones que hicieron los teólogos fue entre la revelación natural y la revelación sobrenatural.
En esta lección, usaremos el término revelación natural para referirnos al conocimiento de Dios que viene a través de las funciones ordinarias del mundo natural y la providencia. Esto incluye a toda criatura, objeto, sustancia y principio en la creación. Por ejemplo, el Salmo 19 versículo 1 habla de la revelación natural de esta manera:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19:1).
Por contraste, la revelación sobrenatural es el conocimiento de Dios que viene directamente de Dios, o de sus mensajeros. Incluye milagros, profecía, la inspiración de las Escrituras, y cualquier otra intervención divina y extraordinaria obra de providencia.
La distinción entre la revelación natural y sobrenatural reconoce correctamente que Dios usa muchos medios diferentes de revelación. Estos incluyen el universo natural, el reino sobrenatural de los ángeles y demonios, y la comunicación directa con los seres humanos. También reconoce que, debido a que Dios creó todo lo que existe, todo y todos revelan algo sobre Él. Sin embargo, tiene la debilidad de ignorar que toda revelación es en el fondo sobrenatural. A fin de cuentas, el mundo natural fue creado por Dios, y confía en la providencia de Dios para mantenerlo y gobernarlo.
Debido a que el Espíritu Santo es la fuente suprema de toda revelación, es útil pensar en términos de una continuidad entre la revelación natural y sobrenatural. Por ejemplo, una palabra directa y audible de Dios sería altamente sobrenatural. Un profeta humano inspirado sería algo menos sobrenatural. Y la observación de la mano creadora de Dios en el universo natural sería lo menos sobrenatural.
Un segundo conjunto de categorías que a veces es utilizado para describir la revelación, es: la revelación redentora y la revelación no redentora. La Revelación redentora es el conocimiento de Dios con la intención de lograr la salvación por medio de Cristo. Por ejemplo, el conocimiento de que Dios es misericordioso y perdonador es generalmente considerado redentor porque presupone la necesidad de redención de la humanidad. Es decir, si nunca hubiéramos pecado, no necesitaríamos misericordia ni perdón. Pero la revelación no redentora es el conocimiento de Dios que no toma en consideración la pecaminosidad o la redención. Por ejemplo, el conocimiento de que Dios es el Creador omnipotente sería considerado no redentor porque no nos enseña acerca de nuestra pecaminosidad o nuestra necesidad de redención. El poder de Dios es siempre el mismo, independientemente de nuestra pecaminosidad.
Es importante reconocer que muchos tipos de conocimiento son no redentores desde una perspectiva, pero redentores de otra. Por ejemplo, reconocer la gloria de Dios—normalmente no redentora—podría ser la experiencia humillante, que conduce a un pecador al arrepentimiento. Además, el conocimiento redentor es sólo redentor para los que se arrepienten. Para los que no lo hacen, sirve como un medio adicional de su juicio. Lo vemos en pasajes como Mateo capítulo 11 versículos 21 y 22 e Isaías capítulo 6 versículos 9 y 10.
Un tercer conjunto de categorías que muchos teólogos usan, es el de la revelación general y la revelación especial.
La revelación general y la revelación especial han sido definidas de diferentes maneras por diferentes teólogos. Algunos teólogos enfocan su distinción en los medios por los cuales se da la revelación. En esta visión, la revelación general es aproximadamente equivalente a la revelación natural, porque viene a través de medios naturales. Y la revelación especial es aproximadamente equivalente a la revelación sobrenatural porque viene a través de medios sobrenaturales o preternaturales.
En otras tradiciones, el enfoque está en la audiencia que recibe la revelación. La revelación general está dirigida a los seres humanos en general, de modo que sea potencialmente accesible para todos, mientras que la revelación especial está disponible sólo para unos pocos. Este modelo reconoce correctamente que no todas las personas reciben la misma revelación de Dios, ya que hay claramente diferencias entre nuestras vidas, nuestras historias e incluso nuestras capacidades de recibir revelación. Por ejemplo, los que son ciegos no pueden recibir directamente los aspectos visuales de la revelación general. Y alguna revelación especial, como las Escrituras, está destinada a ser presentada a todo el mundo posible.
Otro acercamiento a estas categorías distingue entre el contenido de la revelación general y especial. Este enfoque es similar a la revelación no redentora y a la revelación redentora. En este punto de vista, la revelación general está dirigida a todos los seres humanos, independientemente de cuestiones como el pecado y la salvación. De manera similar, una revelación especial es dada a un selecto grupo de pecadores para quienes Dios quiere salvación.
Esto tiene el beneficio de reconocer la elección de Dios de ciertas personas para la salvación, como Pablo enseñó en Romanos capítulo 8 versículos 29 y 30, y Efesios capítulo 1 versículos 5 y 11. También enfatiza la determinación de Dios de tomar medidas especiales para llevar a estas personas a la fe y la madurez en Cristo. Pero tiene algunas debilidades. Por ejemplo, la revelación que condena a los pecadores no es general, porque toma en cuenta el pecado. Y no es especial, porque no está necesariamente destinada a salvar a nadie.
Un cuarto modelo que los teólogos usan para categorizar la revelación del Espíritu Santo consiste en la revelación de la obra y la revelación de la palabra.
La revelación de la obra es la auto-revelación de Dios por medio de sus obras y acciones. Y la revelación de la palabra es su auto-revelación por medio de palabras inspiradas, ya sea hablado o escrito.
Esta distinción es a menudo útil porque enfatiza los diferentes métodos que Dios usa para comunicarse. Reconoce con razón que podemos aprender mucho sobre Dios mirando sus obras. Pero, debido a que las acciones de Dios a menudo pueden ser ambiguas, también enfatiza la claridad de sus palabras sobre sus obras.
Además, nos ayuda a ver las interconexiones entre sus palabras y acciones—cómo sus acciones a veces cumplen sus palabras, y cómo sus palabras a veces explican sus acciones, y así sucesivamente. Por ejemplo, en Marcos capítulo 3 versículo 22, Jesús fue acusado de curar a personas poseídas por demonios por el poder del diablo. Claramente, ese no era el caso. Lo estaba haciendo por el poder de Dios. Y esa obra reveló el poder del Espíritu Santo sobre Satanás. Pero su público no lo entendió. Por lo tanto, la revelación de la palabra de Jesús en Marcos capítulo 3, versículos 23 al 29 explica el significado de la obra de exorcismo. Por supuesto, una deficiencia de este enfoque de la revelación, es que se centra principalmente en las obras dramáticas, salvíficas de Dios y en las palabras que lo explican. En este sentido, tiende a minimizar una revelación menos notable, como la que se encuentra en el funcionamiento ordinario del mundo natural.
Finalmente, el quinto modelo que mencionaremos que se utiliza para categorizar la revelación es la revelación mediata y la revelación inmediata. La revelación mediata viene a nosotros a través de alguna forma de medio o médium, como la creación, o un mensajero profético, o las Escrituras. Y la revelación inmediata viene a nosotros directamente de Dios, como el conocimiento innato de Dios mismo que ha puesto en todas las personas. Otros tipos de revelación inmediata incluyen "iluminación" y "guía interna"—dones divinos de conocimiento o entendimiento que las Escrituras frecuentemente atribuyen a la obra del Espíritu Santo. Vemos esto en lugares como 1 Corintios capítulo 2 versículos 9 al 16; Efesios capítulo 1 versículo 17; Colosenses capítulo 1 versículo 9; y 1 Juan capítulo 2 versículo 27.
Este modelo nos recuerda ser sensibles a los movimientos del Espíritu Santo en nuestras vidas. Pero también se puede abusar fácilmente, ya que muchas personas no pueden distinguir entre la guía interna y la iluminación, y los pensamientos y sentimientos que naturalmente llegan a ellos. Y esto plantea algunas preguntas importantes: ¿Cómo podemos determinar la fuente de nuestros pensamientos, emociones, visiones, audiciones, sueños, e incluso nuestras interpretaciones de las Escrituras? ¿Cómo podemos saber si provienen del Espíritu Santo, o tal vez de un ángel, y por lo tanto son confiables? ¿Cómo podemos estar seguros de que no nos estamos engañando a nosotros mismos, ni somos engañados por un espíritu demoníaco?
Pasajes como Hechos capítulo 17 versículo 11 y 1 Juan capítulo 4 versículo 1 nos advierten que no debemos ingenuamente creer que cada revelación, iluminación, interpretación y tradición proviene del Espíritu Santo. De hecho, nos fomentan a ser escépticos, y a probar cada espíritu y afirmación para ver si están de acuerdo con Dios y las Escrituras.
Con estos modelos de revelación en mente, hablemos del Espíritu Santo como la fuente de revelación.
Una cosa que todos los modelos teológicos de la revelación comparten en común, es identificar a Dios como la fuente suprema de la revelación. Porque toda revelación es de Dios, toda revelación es infaliblemente verdadera. Y porque eso es cierto, también es autoritativa. Nos obliga a creer lo que enseña acerca de Dios, y a responder, amando y obedeciendo al Dios que revela. Pero, ¿cómo sabemos que el Espíritu Santo, en particular, está directamente involucrado en revelarnos a Dios?
El Espíritu Santo está en ambos lados del acto de la comunicación en las Escrituras, enviando el mensaje de Dios y asegurándose de que es recibido entre el pueblo de Dios para ser usado para su propósito. En el lado emisor, 2 Pedro nos dice que los santos hombres de Dios fueron impulsados por el Espíritu Santo, que el Espíritu de Dios usó su experiencia de vida, su educación, sus habilidades en conocer los géneros literarios y estar involucrado en circunstancias históricas, para comunicar la interpretación de Dios de esos eventos: la Palabra de Dios. Y así llamamos a esto la "doctrina de la inspiración", que el Espíritu Santo inspiró a estos santos hombres de Dios. Pero Pablo, escribiendo a los Corintios en 1 Corintios 2, también habla de cómo en el lado receptor, el Espíritu Santo está allí, dando dones al cuerpo de Cristo, dones de enseñanza, dones de discernimiento… para que el mensaje pueda ser interpretado—que se interpreten las verdades espirituales de maneras espirituales—de modo que el mensaje pueda ser recibido y entonces llevar a cabo su propósito de equipamiento para la misión del pueblo de Dios. Llamamos a esto la "doctrina de la iluminación", que el Espíritu ilumina al pueblo de Dios y los capacita para que el mensaje del Espíritu, la Palabra, pueda ser recibido y luego usado de la manera que Dios quiere. [Dr. Greg Perry]
Las Escrituras a menudo dicen que la revelación es entregada a través de las obras de Dios de creación y providencia. Y, como hemos visto, el Espíritu Santo tomó, y continúa tomando, un papel integral en estas obras divinas. Además de esto, Juan capítulo 14 versículo 26; 1 Corintios capítulo 2 versículo 4; y Efesios capítulo 1 versículo 17 y capítulo 3 versículo 5, todos identifican al Espíritu como quien nos revela a Dios, incluyendo "lo profundo de Dios", como aprendemos en 1 Corintios capítulo 2 versículo 10. Por eso Juan lo llamó "el Espíritu de verdad" en Juan capítulo 14 versículo 17, capítulo 15 versículo 26 y capítulo 16 versículo 13. Y en 1 Juan capítulo 5 versículo 6, Juan incluso dijo:
… el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad (1 Juan 5:6).
Las Escrituras indican que el Espíritu Santo nos provee de cada categoría de revelación que hemos visto en esta lección. Pero todavía es útil considerar algunos tipos de revelación que la Biblia le atribuye explícitamente. Por cuestiones de tiempo, mencionaremos sólo tres. Primero, como vimos en una lección anterior, el Espíritu Santo es responsable de la inspiración de la profecía y de las Escrituras.
La inspiración del Espíritu de la profecía y de las Escrituras se menciona en lugares como Hechos capítulo 1 versículo 16, capítulo 4 versículo 25, y capítulo 28 versículo 25; Efesios capítulo 3 versículos 4 y 5, y Hebreos capítulo 9 versículo 8. También es evidente en el don espiritual de profecía mencionado en 1 Corintios capítulo 14 versículo 1, y en el ministerio del Espíritu por medio de los apóstoles descritos en Juan capítulo 14 versículo 26. Como un solo ejemplo, recordaremos lo que Pedro escribió en 2 Pedro capítulo 1 versículos 20 y 21:
… que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:20-21, NVI).
Leemos en la Biblia que los autores humanos interactuaron con el Espíritu Santo para llevar a cabo las Escrituras tal como las conocemos. Hay muchos lugares a los que se refiere en el Nuevo Testamento, pero quizás lo más obvio está en 2 Pedro capítulo 1, donde Pedro habla de la luz que brilla en un lugar oscuro—hablando sobre la revelación de Dios—y luego continúa diciendo en el versículo 21, "porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo". Y usted ve allí algo de la interacción entre la humanidad—el hombre siendo impulsado—y el Espíritu Santo, siendo el impulsor. Y tenemos en las Escrituras palabras totalmente humanas y palabras totalmente divinas de tal manera que las palabras escritas por un ser humano, a causa de la intervención de Dios, se conviertan en palabras llenas de Espíritu, inspiradas e infalibles para nuestro beneficio. [Dr. Simon Vibert]
Segundo, el Espíritu Santo está directamente asociado con la iluminación y la guía interna.
Mencionamos la iluminación y la guía interna en nuestra discusión sobre la revelación inmediata. Aunque estos dones no siempre son distintos entre sí en las Escrituras, todavía podemos distinguir entre ellos. "Iluminación" es un don divino de conocimiento o entendimiento que es principalmente cognitivo. Y la "guía interna" es un don divino de conocimiento o entendimiento que es principalmente emotivo o intuitivo. En 1 Corintios capítulo 2 versículos 9 al 16, Pablo describió la iluminación del Espíritu y la guía interna como una revelación de la mente y los pensamientos de Dios a su pueblo. Pablo dijo que, porque el Espíritu es Dios mismo, Él conoce la mente y los pensamientos de Dios. Y Él revela esto a los creyentes para que podamos entender los dones benevolentes de Dios para nosotros.
Por supuesto, también podemos aprender acerca de Dios a través de otros medios, como la creación y las Escrituras. Pero en 1 Corintios capítulo 2, Pablo señaló que el Espíritu Santo concede directamente sabiduría e inteligencia a los creyentes, lo cual nos permite interpretar con precisión la otra revelación del Espíritu. Esto no significa que tengamos la misma autoridad que los apóstoles para hablar o interpretar las palabras de Dios. Por el contrario, pasajes como Juan capítulo 14 versículo 26, y Efesios capítulo 3 versículos 3 a 5, demuestran que los apóstoles y los profetas tenían una autoridad y percepción únicas. Sin embargo, a través de la guía interna y la iluminación, el Espíritu todavía nos concede conocimiento cognitivo y emotivo de su revelación.Vemos algo similar en Efesios capítulo 1, versículos 17 y 18, donde Pablo escribió:
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón (Efesios 1:17-18, NVI).
En este pasaje, Pablo indicó que el Espíritu Santo da la iluminación para ayudarnos a conocer mejor a Dios, y la guía interna para iluminar nuestros corazones. También encontramos esta idea en Colosenses capítulo 1 versículo 9, y 1 Juan capítulo 2 versículo 27.
Tercero, otro tipo de revelación extremadamente común asociado con el Espíritu Santo es la categoría de milagros, señales y maravillas.
En las Escrituras, los milagros, señales y maravillas eran obras extraordinarias de providencia realizadas por el Espíritu Santo. Las Escrituras asocian estas obras directamente con la persona del Espíritu en muchos pasajes, incluyendo Romanos capítulo 15 versículo 19; 1 Corintios capítulo 12, versículos 7 al 11; y Gálatas capítulo 3, versículo 5. Y esto nos ayuda a ver que el Espíritu es el poder detrás de todas estas obras extraordinarias tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, aunque no siempre se mencionan por su nombre. Además, la Biblia indica que el propósito de estos milagros, señales y maravillas era confirmar la palabra de Dios a la humanidad, especialmente a la humanidad incrédula. Como leemos en Hebreos capítulo 2 versículo 4:
Testificando [de la salvación] juntamente con ellos Dios, con señales y milagros, y diversas maravillas, y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:4, RVA).
Como aprendemos aquí, el Espíritu Santo proveyó milagros, señales y maravillas como revelación testificando al evangelio.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento confirman esta función reveladora de milagros, señales y maravillas. Por ejemplo, en Éxodo capítulo 4, el Espíritu hizo señales a través de Moisés, incluyendo convertir su bastón en una serpiente, y causar o curar la lepra. Y lo hizo para convencer a Israel de que Moisés iba a guiarlos. Las plagas en Egipto tenían la intención de probar a Faraón y a su país que el Dios de Israel era el verdadero Dios. Por lo tanto, se les llama señales y maravillas en lugares como Éxodo capítulo 7 versículo 3, y capítulo 10 versículos 1 y 2. Los milagros del Espíritu durante el viaje del desierto de Israel también se llaman señales en Números capítulo 14 versículo 22, porque ellos probaron que Israel debía seguir a Moisés a la Tierra Prometida. Deuteronomio capítulo 4, versículo 34, y muchos otros lugares en todo el libro, las señales y maravillas del éxodo de Israel apelan como prueba de la bondad y fidelidad del pacto de Dios. Y en 2 Samuel capítulo 7, versículo 23, la conquista de Israel de la Tierra Prometida también se dice que ha incluido señales y maravillas probando que Dios favorecía a su pueblo y tenía poder sobre los falsos dioses cananeos.
El Espíritu Santo también capacitó a los profetas del Antiguo Testamento y a otros para realizar milagrosos señales y maravillas que demostraron la verdad de sus mensajes. Por ejemplo, Daniel capítulo 4 versículos 2 y 3 indica que los sueños del rey Nabucodonosor fueron señales y maravillas, al igual que su locura y posterior restauración. Sus sueños confirmaron la profecía de Dios con respecto al futuro de Nabucodonosor. Y su locura demostró que Dios era la fuente del éxito de Nabucodonosor. El rescate de Daniel de los leones también se llama señal y maravilla en Daniel capítulo 6 versículo 27, porque validó su ministerio profético.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo usó señales y maravillas de manera similar. Por ejemplo, los Evangelios—especialmente el Evangelio de Juan—llaman a los milagros de Jesús "señales" porque verificaron su mensaje. Lo vemos en Mateo capítulo 12 versículo 39; Lucas capítulo 11 versículo 29; y Juan capítulo 2 versículos 11 y 23, capítulo 3 versículo 2, capítulo 4 versículo 54, y muchos otros lugares a lo largo del libro.
El evangelio de Juan a menudo se refiere a los milagros de Jesús como "señales" para mostrarnos que no son meros estallidos de poder, y no meramente señales para causar asombro y admiración. Ambos se usan en Juan y en los otros evangelios para describir las señales y maravillas de Jesús y los actos de poder. Pero Juan se enfoca en las señales porque sabe que estos milagros apuntan más allá de sí mismos. El convertir el agua en vino, apunta más allá de la simple provisión en un banquete de bodas para evitar la vergüenza de aquellos que debían haber almacenado más vino. Es realmente una señal de que la fiesta mesiánica profetizada en Isaías 25 estaba comenzando. O muy obviamente, la alimentación de los cinco mil, como Jesús multiplica el pan, lleva a Jesús a un largo discurso en el que muestra que el pan que comemos e ingerimos en nuestros cuerpos nos alimenta sólo brevemente, pero el Padre está dando el pan verdadero, eterno, y vivificante del cielo y que Jesús mismo es ese pan de vida. O, de nuevo, la resurrección de Lázaro. Lázaro es resucitado de los muertos, físicamente restaurado a la vida en este mundo, pero Jesús le dice a Marta, realmente lo que esta señal está mostrando es que Jesús mismo es la resurrección y la vida. Y antes en el evangelio de Juan, Juan capítulo 5, Jesús habla del día actual siendo el día en que la gente oye la voz del Hijo de Dios; los muertos cobran vida. Ese es el poder vivificante del Espíritu al traer a la gente a la fe y la vida en Dios por medio del evangelio, y llegará el día en que todos los que están en las tumbas, físicamente muertos, resucitaran, ya sea para enfrentar el juicio si no han creído en el Hijo, o para disfrutar de la vida eterna porque el Hijo da la vida. [Dr. Dennis E. Johnson]
Los milagros de Jesús eran señales y maravillas que atestiguaban la verdad de su persona y su mensaje. Por supuesto, como Dios mismo, Jesús pudo haber hecho cualquier milagro que quisiera. Pero Él no hizo eso. En su lugar, incluso Jesús confió en el Espíritu Santo para sus milagros. Y lo hizo para que su evangelio fuera confirmado por el testimonio del Espíritu Santo. Esto está claro en pasajes como Mateo capítulo 12 versículos 18 y 28; y Lucas capítulo 4 versículos 14 y 18. Y escuchemos las palabras de Pedro en Hechos capítulo 2 versículo 22:
Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él (Hechos 2:22).
La obra de Jesús fue un testimonio válido porque no lo realizó por su propio poder. Lo realizó por el poder del Espíritu Santo.
El libro de Hechos también menciona muchas otras señales y maravillas que el Espíritu Santo usó para dar testimonio del evangelio. Por ejemplo, Hechos capítulo 2 versículo 43 y capítulo 5 versículo 12, dicen que los apóstoles realizaron muchas maravillas y señales milagrosas. Y estos milagros los hicieron ser muy apreciados incluso por aquellos fuera de la iglesia. Además, en Hechos capítulo 4 versículo 30, la iglesia oró para que Dios realizara señales y maravillas a través de ellos como un testimonio a Jesús. Y otros episodios del libro de Hechos indican que Dios respondió positivamente a esta oración.
El Espíritu Santo usa todo en la creación para revelarnos a Dios. Y a veces incluso se comunica directamente con los seres humanos. Y eso es una buena noticia para los creyentes. Significa que cuando predicamos el evangelio, hay algo dentro de cada ser humano que reconoce la verdad de lo que estamos diciendo. Y significa que todo lo que encontramos puede enseñarnos algo valioso para nuestra relación con Dios y con otras personas. Por supuesto, la revelación más valiosa que el Espíritu nos ha dado es la Escritura. Y esa debe ser nuestra guía para interpretar cualquier otro fragmento de revelación que encontremos. En última instancia, toda revelación, correctamente interpretada, tiene el mismo objetivo. Proclama la gloria de Dios y nos obliga a arrepentirnos y a ser salvos por la gracia mediante la fe en Cristo.
Hasta ahora, en nuestra lección sobre la obra del Espíritu Santo en el mundo, hemos explicado sus obras de creación, providencia y revelación. Ahora pasemos a nuestro último tema principal: la gracia común.
El término gracia común puede abarcar una variedad de enseñanzas bíblicas relacionadas con el hecho de que los seres humanos, pecaminosos y no salvos, pueden alcanzar una vida y una cultura positiva. Pasajes como Génesis capítulo 3 y Romanos capítulo 5 enseñan que cuando Adán y Eva cayeron en pecado, toda la raza humana fue maldecida y esclavizada al pecado. Pero los seres humanos no salvos y pecaminosos no son tan malos como podrían ser. No son completamente malvados y depravados. Ayudan a otros. Ellos aman a sus hijos. Crean arte hermoso. Hacen descubrimientos verdaderos y útiles en matemáticas, medicina, etc. Pero, ¿cómo puede suceder esto? Dado que los seres humanos no redimidos son esclavos del pecado, ¿por qué siguen exhibiendo veracidad, bondad y belleza? La respuesta es "la gracia común".
Louis Berkhof, que vivió de 1873 a 1957, resumió la idea de la gracia común en su obra Teología Sistemática, parte 4, capítulo 3, sección B, párrafo 2. Escucha lo que dijo allí:
Cuando hablamos de "gracia común", tenemos en mente una de dos cosas, aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por medio de las cuales sin renovar el corazón, ejercita tal influencia moral sobre el hombre, por medio de su revelación general o especial, que el pecado queda refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se promueve la justicia civil; o aquellas bendiciones generales, como la lluvia y el fulgor del sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo, las cuales Dios imparte a todos los hombres, en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a Él le parece buena.
Berkhof mencionó dos tipos principales de gracia común. En primer lugar, mencionó bendiciones que restringen el mal, de modo que "el pecado queda refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se promueve la justicia civil". Y, en segundo lugar, Berkhof enumeró las bendiciones que satisfacen las necesidades diarias de la humanidad, tales como "la lluvia y el fulgor del sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo".
Como con muchos otros conceptos teológicos, las diferentes tradiciones definen la gracia común de diferentes maneras. Por ejemplo, algunos la definen para incluir el don de la vida misma. Otros piensan que incluye el ablandamiento de los corazones de los pecadores para que puedan responder positivamente al evangelio. Y algunas tradiciones no usan el término en absoluto. Creen que, si la obra del Espíritu Santo no da lugar a nuestra salvación, no puede llamarse "gracia". Sin embargo, para nuestros propósitos en esta lección, seguiremos la idea de Berkhof de la gracia común enfocándonos en la obra providencial del Espíritu Santo de aumentar la bondad, y de proveer para la vida humana diaria.
De acuerdo con este enfoque, nuestra discusión de la gracia común se centrará en dos ideas. Primero, veremos la obra del Espíritu Santo de promover la bondad. Y segundo, hablaremos de su obra de promover la vida. Veamos primero la obra del Espíritu de promover la bondad en los seres humanos.
El Espíritu Santo está siempre presente y activo. Siempre ha estado presente y activo en el mundo. Una de sus tareas, o funciones en el mundo es promover lo que es bueno y contener el mal. Y creo que la respuesta más sencilla a la pregunta de cómo lo hace y cómo sabemos que lo hace, es decir que el mundo caído, podría ser mucho peor si no fuera por la presencia del poder de contención del Espíritu en el mundo, y sería mucho menos bueno de lo que es, si el Espíritu no estuviera presente y activo en su mundo. Los teólogos hablan de la gracia especial de Dios y de la gracia común de Dios, y la gracia común de Dios está a disposición de todos para que todos los que viven en un mundo donde el Espíritu está presente experimenten algo de la bondad que viene de Él y también reciben los beneficios de su restricción del mal. Los cristianos de todas las tradiciones también dirían una cosa más acerca de eso, es que estamos esperando el día cuando no habrá más mal que restringir y cuando no habrá nada sino el bien en el mundo que Dios ha creado. [Dr. Glenn R. Kreider]
El propósito primordial de Dios para la humanidad es transformar el mundo en su reino terrenal. Esto está claro desde su creación de la humanidad en el primer capítulo de las Escrituras. En Génesis capítulo 1 versículos 26 al 28, Dios asignó a la humanidad la tarea de gobernar sobre la creación en su nombre, llenando y subyugando la tierra. Este pasaje es comúnmente conocido como el "mandato cultural", porque ordena el establecimiento de la cultura humana y la sociedad en todo el mundo.
Este mismo énfasis en el reino de Dios se repite a través de las Escrituras. Y finalmente llega a su plenitud en el libro de Apocalipsis, donde el reino de Dios llena el mundo entero. Esto se menciona explícitamente en Apocalipsis capítulo 11 versículo 15. Y Apocalipsis capítulo 21 versículo 1 al capítulo 22 versículo 5 proporciona una descripción detallada de cómo es este reino: el mundo entero sirve a Dios, que reina en la tierra desde su trono en la Nueva Jerusalén.
En línea con esta meta de creación, el Espíritu Santo gobierna providencialmente a la humanidad de una manera que hace posible la expansión y estabilidad de la cultura humana. Por ejemplo, Él provee a los gobiernos civiles para restringir y castigar el mal humano, como Pablo enseñó en Romanos capítulo 13 versículos 1 al 7. Él provee a la humanidad en general con un sentido común de justicia y conciencia, como Jesús enseñó en Juan capítulo 16 versículos 8 a 11, y como Pablo confirmó en Romanos capítulo 1 versículo 32, y 2 Corintios capítulo 4 versículo 2. Por supuesto, los seres humanos pecaminosos a menudo rechazan los juicios de sus conciencias dadas por Dios. Pero esas conciencias aún ejercen una influencia hacia el bien en la vida humana y en la sociedad.
El Espíritu también proporciona a los seres humanos suficiente sabiduría e inteligencia para discernir al menos con alguna medida de verdadera sabiduría. Por ejemplo, en 1 Reyes capítulo 10 y 2 Crónicas capítulo 9, la reina gentil de Sabá reconoció y respetó la sabiduría de Salomón. Esto implica que el Espíritu Santo también le concedió suficiente sabiduría para reconocer la sabiduría de Salomón cuando la vio. Y lo mismo se puede decir de la verdad en todas las áreas del aprendizaje. Como sugiere Santiago capítulo 1 versículo 17, toda verdad es la verdad de Dios. Y eso sigue siendo el caso incluso cuando los incrédulos descubren la verdad. El joven sabio amigo de Job, Eliú, lo puso de esta manera en Job, capítulo 32 versículo 8:
Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda (Job 32:8).
Aquí, Eliú indicó que todo verdadero conocimiento y entendimiento viene de Dios. Y la asociación del conocimiento con nuestros espíritus y el aliento de Dios implican que el Espíritu Santo es la persona de la Trinidad que imparte este conocimiento.
Además, el Espíritu Santo gobierna providencialmente al mundo, de tal manera que el buen comportamiento tiende a producir buenos resultados. Este es un punto fundamental de la literatura de la sabiduría bíblica, como los Proverbios. Y es válido para todas las sociedades humanas. Por ejemplo, disciplinar y educar a los niños tiende a hacerlos adultos más civiles y responsables. Tratar a otros con bondad y equidad tiende a hacer que te traten de la misma manera. Las respuestas suaves alejan la ira, pero las palabras ásperas provocan ira, no importa quién seas.
Más allá de esto, el Espíritu Santo a veces promueve el bien castigando e incluso matando a los malhechores. Vemos este principio en el Salmo 75 versículos 5 a 8, e Isaías capítulo 59 versículos 15 a 21. Y como leemos en el Salmo 76 versículos 10 al 12:
Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el resto de las iras. Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios; Todos los que están alrededor de él, traigan ofrendas al Temible. Cortará él el espíritu de los príncipes; Temible es a los reyes de la tierra (Salmos 76:10-12).
Como un solo ejemplo, recuerda que en Éxodo capítulo 14, Dios destruyó al perverso ejército egipcio en el Mar Rojo. Esto puso fin a su persecución de Israel, y obstaculizó grandemente su capacidad de molestar a otras naciones, también.
El gobierno providencial del Espíritu Santo del mundo es la principal razón por la que el pecado no ha llevado a toda la sociedad humana a la autodestrucción. Evita que los incrédulos sean tan malvados como podrían ser, y limita el daño que causan. Por otra parte, es su influencia positiva que crea gobiernos justos, relaciones amistosas, y familias cariñosas. Y son sus dones intelectuales lo que nos permiten descubrir verdades útiles en todas las áreas del estudio y logro humano. En pocas palabras, es la bondad divina del Espíritu que permite toda la bondad de las criaturas en el mundo.
Ahora que hemos planteado como la gracia común incluye promover la bondad, volvamos a la obra del Espíritu de promover la vida.
Como mencionamos anteriormente en esta lección, cuando el Nuevo Testamento habla de la obra del Padre en la providencia, generalmente tiene en mente la autoridad del Padre sobre su reino. Pero es el Espíritu Santo quien lleva a cabo los decretos del Padre. Una forma en que el Espíritu Santo promueve la vida es manteniendo el orden natural del mundo de tal manera que la gente pueda obtener las necesidades diarias como la comida y el agua. Pablo mencionó la provisión de Dios para todos los seres humanos en Hechos capítulo 14 versículos 15 al 17, donde dijo a los incrédulos en Listra:
… Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay… haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento… nuestros corazones (Hechos 14:15-17).
El Espíritu Santo también promueve la vida al permitir que los seres humanos puedan tener y criar a los hijos. Su poder sobre la reproducción se menciona en lugares como Génesis capítulo 20 versículo 18, y capítulo 29 versículo 31; Deuteronomio capítulo 28 versículo 11, y capítulo 30 versículo 9; así como en Salmos 113 versículo 9. Y también es evidente en pasajes que enseñan que los niños son un regalo de Dios, como Génesis capítulo 33 versículo 5; y Josué capítulo 24 versículos 3 y 4. Como leemos en el Salmo 127 versículo 3:
He aquí herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre (Salmo 127:3).
Más allá de esto, el Espíritu Santo es paciente, compasivo y lleno de gracia con todos los seres humanos, incluyendo a aquellos que nunca llegan a la fe. Vemos esto en Salmos 145 versículos 8 y 9; Isaías capítulo 26 versículo 10; Romanos capítulo 2 versículos 4 y 5, y muchos otros lugares. Como un solo ejemplo, escuche lo que Jesús dijo en Lucas, capítulo 6 versículos 35:
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. (Lucas 6:35).
Jesús enseñó que una forma en que los cristianos debemos ser como Dios es amando y haciendo el bien hacia nuestros enemigos. Y esta instrucción sólo tiene sentido si Dios mismo es amoroso y benevolente hacia sus enemigos—como lo es.
Dios sabe quién va a confiar en Él y ser salvo y quién no. Y sin embargo, la Biblia es muy clara. Él tiene lo que yo llamaría un tipo de amor "creacional" para todas las personas. Por eso, por ejemplo, la Biblia dice que Dios hace caer la lluvia sobre los justos y los injustos. Dios no hace que la lluvia simplemente caiga en el terreno del agricultor creyente, Él hace que la lluvia caiga en los terrenos de ambos. Y así, porque Dios es un Dios amoroso y porque Dios hizo a todas las personas a su imagen, hay un sentido en el que Él tiene este tipo de preocupación creacional y amor a todos los seres. Ahora, creo que Él tiene un amor paternal específico para lo que la Biblia llama los "elegidos", los redimidos, los que vienen a Él en arrepentimiento y fe. Por lo tanto, hay un tipo particular de amor que Dios tiene, pero también hay un tipo general de amor que también Dios tiene, y vemos esa evidencia a través del ministerio del Espíritu en su cuidado para todas las personas. [Dr. Danny Akin]
Como la promoción del Espíritu de la bondad en la sociedad y la cultura humana, su promoción de la vida también sirve para construir el reino de Dios en todo el mundo. Esto permite a los seres humanos someter a la tierra, gobernar sobre sus criaturas, y llenar el mundo de imágenes de Dios. Pero en su promoción de la vida, el Espíritu es tan amable que incluso concede a los seres humanos pecaminosos cosas buenas que no son necesarias para el mandato cultural.
Anteriormente en esta sección de nuestra lección, citamos las palabras de Pablo a la ciudad incrédula de Listra en Hechos capítulo 14, donde les dijo que Dios creó el mundo y continuamente le proporcionó comida. Pero escuchemos la última cosa que Pablo les dijo en Hechos capítulo 14 versículo 17:
[El Dios viviente] llenando… de alegría nuestros corazones (Hechos 14:17).
Por increíble que pueda parecer, el Espíritu Santo es tan benevolente y bondadoso que permite a todos los seres humanos—incluyendo a aquellos que lo odian—experimentar una alegría sincera en sus vidas.
El ministerio de la gracia común del Espíritu Santo es una tremenda razón para que lo respetemos y honremos. Es una expresión de bondad, misericordia y paciencia hacia los que no lo merecen. Es el fundamento de toda bondad y orden en la cultura humana. Y es una razón que obliga a los incrédulos a dejar de oponerse a Dios, arrepentirse de sus pecados y recibir perdón en Cristo.
En esta lección sobre la obra del Espíritu Santo en el mundo, hemos explicado su obra de creación cuando el universo comenzó, y hemos descrito ampliamente su obra de providencia con respecto a la naturaleza y la humanidad. También hemos considerado su obra de revelación examinando varios modelos que la describen, y señalando que el Espíritu es la fuente de toda revelación. Y hemos esbozado su obra de gracia común en términos o promover la bondad y promover la vida.
La presencia del Espíritu Santo en el mundo tiene resultados de largo alcance. Como hemos visto, ha estado formando, manteniendo y gobernando la existencia desde el primer momento de la creación. Toda la vida, toda la historia, toda la realidad, depende y es una expresión de su obra. Y esto debe ser una gran fuente de confianza y consuelo para los creyentes. Dios mismo está presente con nosotros en cada momento. Él nos provee. Él nos protege. Él nos ama. Y Él controla todas las facetas de la creación de maneras que en última instancia traerá la plenitud de su reino a la tierra, y la plenitud de sus bendiciones para nosotros.
Dr. Ramesh Richard (Anfitrión) es Fundador y Presidente de RReach, un ministerio global de proclamación que busca evangelizar líderes y fortalecer pastores en todo el mundo. Él también es Profesor de Participación Teológica Global y Ministerios Pastorales en Dallas Theological Seminary. También Dr. Richard recibió su doctorado en Teología Sistemática del Dallas Theological Seminary y su Doctorado de University of Delhi. En 2008, Dr. Richard fue orador principal para el 23rd Annual International Prayer Breakfast en la Naciones Unidas. Él también es el fundador de Trainers of Pastors International Coalition (TOPIC) y el convocante general de el 2016 Proclamation Congress for Pastoral Trainers.
Dr. Uche Anizor es Profesor Asociado de Estudios Biblicos y Teológicos en Talbot School of Theology.
Dr. David Correa es Pastor de la Iglesia Presbiteriana de Jesús y Director del Instituto de Ministerio de Jóvenes en el Seminario Teológico Presbiteriano San Pablo en Mérida, México.
Dr. J. Scott Horrell es Profesor of Estudios Teológicos en Dallas Theological Seminary.
Dr. Keith Johnson sirve como el Director de Educación Teológica para el ministerio de campus de E.U. en Crusade for Christ y es un profesor invitado de Teología Sistemática para Reformed Theological Seminary.
Dr. Glenn R. Kreider es Profesor de Estudios Teológicos en Dallas Theological Seminary.
Dr. Steve McKinion es Profesor Asociado de Teología y Estudios Patrísticos en Southeastern Baptist Theological Seminary.
Rev. Dr. Emad A. Mikhail es Presidente de Great Commission College en Egypto.