Alguna vez escuché la historia de un hombre, que resultó herido en un accidente, y perdió la memoria. Olvidó cada detalle de su vida: su nombre, sus amigos, incluso su familia. Le tomó meses recuperarse de sus heridas. Y durante ese tiempo, fue atendido fielmente por una enfermera en particular. Al principio, él sólo la conocía como "la enfermera". Pero pronto aprendió su nombre, luego su horario, y después su personalidad. Comenzó a importarle, y con frecuencia pasaban tiempo juntos, sólo riendo y hablando. Un día, durante una de estas visitas, la memoria del hombre regresó, y de repente reconoció a la enfermera. Para su deleite, exclamó: "Te recuerdo, eres mi esposa". Y por supuesto, ella lo era.
De alguna manera, esta historia es un poco como la relación entre el Espíritu Santo y el pueblo de Dios. El Espíritu Santo de Dios, siempre ha amado a su pueblo y lo ha cuidado fielmente. Pero en el Antiguo Testamento, ni siquiera sabían quién era. No fue hasta el Nuevo Testamento que Jesús comenzó a revelar el Espíritu Santo como una persona distinta dentro de la Trinidad, y como la persona de la Deidad que está más íntimamente involucrada en nuestras vidas.
Esta es nuestra primera lección en la serie "Creemos en el Espíritu Santo". Y la hemos titulado "En la Trinidad". En esta lección, nos enfocaremos en el Espíritu Santo, como un miembro pleno e igual de la Divinidad.
En la teología sistemática, la doctrina del Espíritu Santo, se conoce como "pneumatología". La palabra "pneumatología" proviene de dos raíces griegas: pneuma, que significa "espíritu", y logos que significa "estudio". Así, en un sentido amplio, "pneumatología" se refiere a: "El estudio de espíritus, o el estudio de cosas espirituales". Pero en la teología cristiana, "pneumatología" tiene un significado mucho más estrecho. Específicamente, se refiere a: "El estudio del Espíritu Santo", la tercera persona de la Trinidad.
Históricamente, la doctrina del Espíritu Santo como una persona distinta, como una persona no creada de la Trinidad, tomó miles de años en desarrollarse. Esto, se debió en gran parte al hecho de que Dios decidió revelar este aspecto de su ser, a través del tiempo. Y como Dios reveló más y más de sí mismo, comenzamos a desarrollar una comprensión más completa de su naturaleza trinitaria. Tradicionalmente, los teólogos sistemáticos han definido la Trinida diciendo:
Dios existe en tres personas, pero tiene una sóla esencia
Por el término "persona", nos referimos a una personalidad distinta, auto-consciente. Y por el término "esencia", nos referimos al ser de Dios, a su naturaleza fundamental, o a la sustancia de la que está compuesto.
La doctrina de la Trinidad se insinúa en el Antiguo Testamento, pero unicamente la persona del Padre fue planteada con claridad. En el Nuevo Testamento, las tres personas de la Trinidad se revelaron plenamente: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y también, se definió la naturaleza de su relación entre sí. Finalmente, en la iglesia primitiva, todos esos detalles fueron formulados en doctrinas teológicas que los cristianos han adoptado desde entonces.
En esta lección sobre el Espíritu Santo en la Trinidad, exploraremos el desarrollo histórico de la pneumatología en tres pasos. Primero, veremos cómo aparece el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Segundo, veremos lo que el Nuevo Testamento enseña sobre él. Y tercero, consideraremos la doctrina formal del Espíritu Santo en la historia de la iglesia. Veamos primero cómo el Espíritu Santo fue revelado en el Antiguo Testamento.
Ahora, sabemos que Dios siempre ha existido en la Trinidad. Y las distinciones personales entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo siempre han sido ciertas para él. Las tres personas son, y siempre han sido increadas y completamente Dios. Pero durante los días del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios no entendió que Dios existía en tres personas. Simplemente lo conocían y lo adoraban como el único Dios verdadero. Por supuesto, podemos ver indicios en todo el Antiguo Testamento de que el Espíritu Santo es una persona distinta. Pero sólo con la claridad del Nuevo Testamento podemos reconocer estos indicios.
El teólogo del siglo XX B.B. Warfield, que vivió de 1851 a 1921, comparó el Antiguo Testamento con una habitación ricamente amueblada pero pobremente iluminada. Dijo que cuando introducimos una mejor iluminación, no cambia lo que hay en la habitación. Simplemente nos permite ver las cosas que ya estaban ahí. Escuchemos como Warfield aplicó esta idea a la Trinidad en su obra La Doctrina Bíblica de la Trinidad, publicada en 1915:
El misterio de la Trinidad no es revelado en el Antiguo Testamento; pero el misterio de la Trinidad subyace a la revelación del Antiguo Testamento, y aquí y allá casi está a la vista. Así, la revelación de Dios del Antiguo Testamento no se corrige por la revelación más completa que la sigue, sino que sólo se perfecciona, se extiende y se amplía.
Dios no se reveló como la Trinidad en el Antiguo Testamento, al menos no de una manera que su pueblo podía reconocer claramente. Aun así, porque Dios realmente existe como una Trinidad, y porque el Antiguo Testamento realmente lo revela, el Antiguo Testamento contiene pistas sobre la Trinidad. Y cuando leemos el Antiguo Testamento con la visión que obtenemos del Nuevo Testamento, podemos ver estas claves con más claridad.
El Antiguo Testamento cuenta la historia de la obra de Dios en preparación para la venida del Salvador, del Mesías. Lo hace describiendo la obra de Dios por medio del Espíritu de Dios y del Hijo de Dios, por ejemplo en el Salmo capítulo 2. Y así, usted encuentra a través del Antiguo Testamento una introducción, no sólo del nombre de Dios, sino de la obra de Dios asociada con su nombre. Pero cuando Dios obra, él trabaja en múltiples formas en el texto, el lenguaje de Dios es múltiple, en donde hay más de una identificación de cómo se está realizando esta obra, ya sea por medio de su Hijo o por medio de su palabra en el Salmo 33, o por medio de su Espíritu, introduce la idea de que hay varias personas en la Divinidad, sin tener que ser explícito al respecto. El Nuevo Testamento retoma esto, justo donde el Antiguo Testamento lo había dejado. Se centra en la obra de Dios, en Jesucristo como el Hijo de Dios, en el bautismo de Jesús, el Padre, el Hijo y el Espíritu todos, aparecen juntos. Por lo tanto, no hay un modalismo donde estos son sólo nombres que se atribuyen a la misma persona o al mismo individuo. El Padre, el Hijo y el Espíritu son personas distintas. El Nuevo Testamento, es capaz de tomar todos los términos y la obra de Dios prometida en el Antiguo Testamento, llevarlos a cabo y cumplirlos, por lo que trabajan juntos introduciendo las ideas, la obra de Dios y el nombre de Dios, así como el Hijo y el Espíritu y posteriormente el Nuevo Testamento lo reúne en plenitud para darnos la doctrina de la Trinidad. [Dr. Steve McKinion]
Hay muchas maneras de investigar el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Pero para nuestros propósitos, nos centraremos en las referencias del Antiguo Testamento al Espíritu de Dios, y en cómo esas referencias indican la divinidad o deidad del Espíritu, y su personalidad. Veamos primero, algunas referencias del Antiguo Testamento al Espíritu de Dios.
El Antiguo Testamento usa varios nombres para el Espíritu de Dios, incluyendo "Espíritu Santo", "Espíritu de Dios", "Espíritu del Señor" y, a veces, cuando Dios está hablando, "Mi Espíritu". En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que traducimos como "Espíritu" es ruach. En términos generales, ruach puede referirse a una variedad de cosas. Puede ser viento o aliento. En los animales, puede ser el principio de vida que los anima. En los seres humanos, nuestro ruach es a menudo nuestro alma inmortal. Ruach también puede referirse a espíritus que no tienen cuerpos materiales. Pero cuando se usa de Dios, generalmente es un sinónimo de Dios mismo, o se refiere a su presencia personal y compromiso activo con la creación.
En los nombres "Espíritu de Dios", "Mi Espíritu" y "Espíritu del Señor", ruach se combina con un nombre o pronombre para Dios, indicando que el Espíritu de Dios está asociado con Dios de alguna manera , o que en realidad es Dios. Y el nombre del Antiguo Testamento "Espíritu Santo" se une a ruach con la palabra hebrea qodesh, que significa "santidad". La qodesh de Dios o "santidad" es su "desapego" o "separación" — su calidad de ser diferente de su creación. Incluye cosas como su absoluta pureza moral, así como el esplendor de su apariencia. La misma palabra también se refleja en otros nombres para Dios, como "el Santo", como vemos en lugares como 2 Reyes capítulo 19 versículo 22, Isaías capítulo 30 versículos 11 a 15, y Oseas capítulo 11 versículos 9 a 12.
Puede ser tentador para los cristianos pensar que estos nombres del Antiguo Testamento se refieren directamente a la tercera persona de la Trinidad. Pero debemos recordar que Dios no explicó su existencia en tres personas hasta el Nuevo Testamento. Así, en el Antiguo Testamento, estos nombres se refieren a Dios, sin distinguir claramente entre sus personas. Aun así, estos nombres ayudaron a preparar al pueblo de Dios para aprender sobre la Trinidad en el Nuevo Testamento. Y, a la luz de la enseñanza del Nuevo Testamento, los teólogos han aplicado comúnmente estas referencias a la naturaleza y a la obra del Espíritu Santo.
Habiendo visto algunos nombres del Antiguo Testamento para el Espíritu de Dios, veamos cómo estos nombres demuestran la divinidad o deidad del Espíritu.
Cuando hablamos de la divinidad o deidad del Espíritu Santo, tenemos en mente que el Espíritu es realmente el Dios increado y no simplemente uno de los agentes de Dios. Como hemos dicho, las referencias del Antiguo Testamento al Espíritu de Dios, a veces identifican a Dios mismo, y a veces describen su compromiso con la creación. Pero en ambos casos, apuntan a su divinidad eterna e increada.
Consideraremos cuatro características del Espíritu de Dios del Antiguo Testamento, que apuntan a su divinidad, comenzando con referencias que equiparan al Espíritu con Dios mismo.
Veamos primero, un pasaje escrito por el profeta Isaías. Después de describir las formas en que Dios había salvado y redimido a Israel, Isaías criticó la forma en que Israel había respondido a Dios. Escuchemos lo que escribió en Isaías capítulo 63 versículo 10:
Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos (Isaías 63:10).
Isaías aplicó el nombre Espíritu Santo, a Dios mismo, probablemente para enfatizar que la santidad de Dios fue lo que le hizo ofenderse por su pecado. Esto es similar a la aflicción del Espíritu Santo que Pablo advirtió en Efesios capítulo 4 versículo 30. Y en respuesta, Dios castigó a su pueblo luchando contra ellos. Y escuchemos cómo Isaías continuó en capítulo 63 versículos 11 al 14:
Pero se acordó de los días antiguos, de Moisés y de su pueblo, diciendo: ¿Dónde está el que les hizo subir del mar… el que puso en medio de él su santo espíritu, el que los guió por la diestra de Moisés con el brazo de su gloria; el que dividió las aguas delante de ellos, haciéndose así nombre perpetuo, el que los condujo por los abismos?, El Espíritu de Jehová los pastoreó,… así pastoreaste a tu pueblo, para hacerte nombre glorioso (Isaías 63:11-14).
Isaías se refirió a los milagros que Dios había realizado cuando rescató a Israel de Egipto. Éstos incluían la división del Mar Rojo, permitiendo a los israelitas cruzar ilesos y ahogar al ejército de Faraón. Estos milagros también están registrados en Éxodo capítulos 14 y 15. En Éxodo capítulo 15 versículos 3 al 6, Moisés escribió:
Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre. Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército… Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo (Éxodo 15:3-6).
Aquí, está claro que el Señor mismo realizó estas obras. Así que, cuando Isaías los atribuyó al "Espíritu Santo" de Dios y al "Espíritu del Señor" en Isaías capítulo 63, él intentó que su público original interpretara estos nombres como nombres para Dios mismo.
Además, cuando Moisés habló de la diestra de Dios ganando la victoria, estaba usando un lenguaje metafórico que comparaba a Dios con un guerrero humano. Y su punto era, que Dios mismo había entrado directamente y ganado la batalla. De la misma manera, cuando Isaías más tarde equiparó el Espíritu Santo de Dios al brazo de Dios, él quiso decir que Dios mismo estaba invisible como un guerrero que luchaba en nombre de su pueblo.
Algo similar es a menudo cierto, acerca del nombre "Espíritu de Dios." Por ejemplo, en Génesis capítulo 1 versículo 2, el Espíritu de Dios flotó sobre las aguas en la creación. En Job, capítulo 33, versículo 4, el Espíritu de Dios es el creador de los seres humanos. Y en Salmos 106 versículos 32 y 33, él es Dios, el Señor, contra el cual los israelitas se rebelaron y murmuraron en Meribá. En estos y muchos otros lugares, el contexto identifica o equipara al Espíritu de Dios con Dios mismo.
A través de las actividades del Espíritu Santo, que leemos en el Antiguo Testamento, estamos seguros de que él es Dios. Por ejemplo, su papel en la creación: En Génesis capítulo 1, Moisés nunca escribió que el Espíritu Santo fue creado. Por el contrario, dijo que el Espíritu de Dios estaba flotando sobre las aguas. La idea aquí es que estaba abrazando la creación como un pájaro abraza a sus polluelos, y estaba dando vida y poder a la creación. La misma idea se encuentra en el Salmo 104 cuando dice: "envías tu Espíritu, son creados". El Espíritu Santo tiene la capacidad de crear, y esto demuestra que él es Dios mismo. [Rev. Dr. Emad A. Mikhail, translation]
Y lo mismo se aplica al nombre "Espíritu del Señor", usando el nombre del pacto de Dios "Jehová" en lugar del nombre más genérico "Dios". Además de referirse a Dios en Isaías capítulo 63 versículo 14, como acabamos de ver, también se refiere a él en Miqueas capítulo 2 versículo 7, y posiblemente en varios otros pasajes también. Y la frase sencilla "mi Espíritu" también identifica directamente a Dios mismo. En Génesis capítulo 6 versículo 3, habla de Dios peleando con la humanidad. Y en Hageo capítulo 2 versículo 5, Dios habló de permanecer presente con su pueblo del pacto a través de su Espíritu.
Un segundo hecho que señala la divinidad del Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento, es que el Espíritu empodera la profecía y visiones.
Cuando el Espíritu de Dios inspiró profecías y visiones del Antiguo Testamento, a menudo reveló el conocimiento que sólo Dios podía poseer. Y él también delegó autoridad a los profetas para hablar en nombre de Dios. Y en algunos casos, el Espíritu de Dios incluso controló los espíritus de los profetas humanos de maneras espectaculares, muy similares al don de profecía del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. En todas estas situaciones, es razonable concluir que el Espíritu de Dios era realmente Dios mismo.
La autoridad y el poder divinos del Espíritu son demostrados de esta manera en 1 Samuel capítulo 19 versículos 20 al 24, donde Saúl y sus hombres recibieron temporalmente el don de la profecía. También es evidente en 2 Crónicas capítulo 24 versículo 20, donde el profeta Zacarías estaba facultado para hablar las palabras de Dios en su nombre. Y también se manifiesta en Ezequiel capítulo 11 versículo 24, donde el Espíritu de Dios dio a Ezequiel una visión profética.
Pero uno de los movimientos más dramáticos del Espíritu de Dios le sucedió al malvado profeta Balaam en el libro de Números. En Números capítulos 22 al 24, Balaam estaba dispuesto a maldecir a Israel en nombre de su enemigo Balac, rey de Moab. Pero Balaam admitió que sólo podía maldecir a Israel si el Señor lo permitía. Y contrariamente a las intenciones de Balac y Balaam, las únicas profecías que Balaam pudo cumplir eran bendiciones para Israel. Dios abrumó de tal manera a Balaam que el profeta era incapaz de decir algo que Dios no había ordenado. En Números capítulo 24 versículos 2 al 4, encontramos este registro del encuentro de Balaam con el Espíritu de Dios:
Y levantó Balaam sus ojos y vio a Israel acampado por tribus; y vino sobre él el Espíritu de Dios. Y comenzando su profecía, dijo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, y oráculo del hombre de ojos abiertos; oráculo del que escucha las palabras de Dios, del que ve la visión del Todopoderoso; caído, pero con los ojos descubiertos (Números 24:2-4, LBLA).
El Espíritu de Dios proveyó a Balaam las palabras de Dios y la visión del Todopoderoso. Esto explicó por qué Balaam falló en maldecir a Israel, Dios mismo proporcionó las palabras que Balaam fue obligado a hablar.
Como el "Espíritu de Dios", el "Espíritu del Señor" también fue fuente de profecías, indicando que este nombre también podría referirse directamente a Dios. En Números capítulo 11 versículo 29, Moisés reveló que el Espíritu del Señor era la fuente de su propio don profético, así como de los dones de otros profetas israelitas. En Ezequiel capítulo 11 versículo 5, el Espíritu del Señor puso las palabras de Dios en la boca del profeta Ezequiel. Y las últimas palabras de David antes de su muerte, comparan directamente el Espíritu del Señor, con el Dios de Israel mismo. Escucha lo que dijo David en 2 Samuel capítulo 23 versículos 2 y 3:
El Espíritu del Señor habló por mí, y su palabra estuvo en mi lengua. Dijo el Dios de Israel, me habló la Roca de Israel… (2 Samuel 23:2-3)
Aquí, el paralelismo de la poesía de David sugiere que el Espíritu del Señor y el Dios de Israel son uno y el mismo.
Finalmente, Dios mismo usó el nombre "mi Espíritu", para describir el derramamiento del don espiritual de profecía, sobre todo su pueblo durante los últimos días. En Joel capítulo 2 versículos 28 y 29, Dios dijo:
… derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (Joel 2:28-29).
En Hechos capítulo 2 versículos 1 al 29, el apóstol Pedro enseñó que esta profecía se cumplió cuando Dios derramó el Espíritu Santo en la iglesia en Pentecostés. En otras palabras, la referencia del Antiguo Testamento de Joel al Espíritu de Dios se refiere en última instancia a la persona del Espíritu Santo. Una vez más, esto no significa que la profecía de Joel declaró explícitamente la existencia de la tercera persona de la Trinidad. Pero sí significa que el Espíritu en la profecía de Joel no era otro que Dios mismo.
La tercera característica del Antiguo Testamento que apunta a la divinidad o deidad del Espíritu de Dios, es que impartió: habilidad especial y conocimiento para seleccionar a los seres humanos.
En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios sobrenaturalmente dotó a ciertos seres humanos para que desempeñaran tareas ministeriales. Por ejemplo, en Éxodo capítulo 31 versículo 3 y capítulo 35 versículo 31, Dios llenó a los artesanos Bezaleel y Aholiab con su Espíritu para que pudieran elaborar el tabernáculo y sus muebles. La idea era que Dios los bendecía personalmente con habilidades y conocimientos mejorados para asegurarse de que su trabajo le agradara. Esto era particularmente importante porque, según Éxodo capítulo 25 versículos 9 y 40, los artesanos debían modelar el tabernáculo terrenal imitando al celestial. Por lo tanto, tenían que tener suficiente habilidad y conocimiento de todas las artes necesarias para completar esta tarea, como trabajar el metal, la madera, cortar la piedra, bordado, arte y cualquier otra manualidad necesaria para construir el tabernáculo.
Un paralelo a este tipo de dones se puede ver en los dones espirituales que el Espíritu Santo proveyó a la iglesia en el Nuevo Testamento, como en Romanos capítulo 12, 1 Corintios capítulo 12 y Efesios capítulo 4. Y así como los dones son provistos por el Espíritu Santo divino en el Nuevo Testamento, también fueron provistos por el Espíritu divino de Dios en el Antiguo Testamento.
La cuarta manera de ver la divinidad o deidad del Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento está en la unción y empoderamiento del Espíritu de los reyes y otros líderes del pueblo del pacto de Dios.
Cuando el Espíritu de Dios ungió reyes, actuó como soberano o gran emperador del pacto para delegar autoridad a un rey vasallo o sirviente. En la estructura del pacto, Dios mismo gobernó sobre todo. Y él nombró reyes menores para gobernar porciones de su reino en su favor. Por lo tanto, Saúl y David eran reyes sobre Israel la nación al servicio de Dios. Ellos gobernaban en nombre de Dios y estaban completamente bajo su autoridad. Por eso en 1 Crónicas capítulo 29 versículo 23, se habla del trono de David como el trono del Señor. Así, cuando el Espíritu de Dios ungió reyes, estaba ejerciendo la autoridad que pertenecía a Dios mismo. Y esto indica que el Espíritu era Dios.
La mayoría de las referencias del Antiguo Testamento a este tipo de unción y dones se refieren al Espíritu como el "Espíritu del Señor", utilizando su nombre del pacto Jehová. Esto probablemente fue para enfatizar el carácter de la relación de pacto de estos oficios, los cuales reportaron directamente a Dios como su soberano. Un ejemplo de esto se puede encontrar en el traslado de esta unción del primer rey de Israel Saúl a su sucesor David. Como leemos en 1 Samuel capítulo 16 versículos 13 y 14:
Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió [a David] en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David… El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl… (1 Samuel 16:13-14)
David recibió el Espíritu Santo cuando fue ungido como rey, aunque aún no había ascendido al trono de Israel. Del mismo modo, Saúl perdió la bendición sobrenatural y el don del Espíritu Santo, aunque todavía gobernaba como rey. Más tarde, después de que David pecó con Betsabé, David temió que le ocurriera lo mismo. Así, en Salmo 51 versículo 11, pidió mantener el Espíritu Santo de Dios. No estaba pidiendo mantener el trono, esperaba poder mantenerlo, tal como Saúl lo había mantenido incluso cuando pecó. En su lugar, David pidió mantener la poderosa presencia de Dios que le permitió llevar a cabo la voluntad real de Dios.
El Nuevo Testamento ilumina la actividad del Espíritu, en el relato del bautismo y la unción de Jesús para su oficio de Mesías o Cristo. Este relato está registrado en Mateo capítulo 3 versículos 14 al 17, Marcos capítulo 1 versículos 9 al 11, y en Lucas capítulo 3 versículos 21 y 22. En todos estos relatos, el bautismo de Jesús lo preparó para el ministerio, el Espíritu Santo descendió sobre él corporalmente en forma de paloma, y el Padre habló desde el cielo para confirmar que estaba complacido con Jesús. Sin duda, el Espíritu de Dios en el bautismo de Jesús es la tercera persona de la Trinidad. Y esto, nos ayuda a ver que el mismo Espíritu Santo realizó la misma función en el Antiguo Testamento.
Por supuesto, las audiencias originales del Antiguo Testamento no habrían interpretado, que esto significaba, que el Espíritu del Señor era una persona distinta dentro de la Deidad. Sin embargo, deberían haber sido capaces de ver que cuando el Espíritu ungía y daba dones a la gente, significaba que Dios mismo estaba interactuando con el mundo. Vemos esto en la unción de Saúl en 1 Samuel capítulo 10 versículo 6, y en el don de David para gobernar como rey en Isaías capítulo 11 versículo 2. También es evidente en los dones de Miqueas para su cargo de profeta en Miqueas capítulo 3 versículo 8. Y el Espíritu del Señor nombró y facultó a los jueces de Israel en todo el libro de Jueces. Él vino sobre Otoniel en capítulo 3 versículo 10; Gedeón en capítulo 6 versículo 34; Jefté en capítulo 11 versículo 29; Y Sansón en capítulo 13 versículo 25, capítulo 14 versículos 6 y 19, y capítulo 15 versículo 14.
El Antiguo Testamento sugiere que el Espíritu es Dios sin nombrarlo explícitamente. Cuando leemos en Génesis capítulo 1 versículo 2, tenemos al Espíritu de Elohim flotando sobre las aguas o la creación. Esto parece ambiguo, pero en el Salmo 104, el salmista dice que el Espíritu, es el que da vida a la creación. Posteriormente pasamos a Ezequiel 36. Un extraño pasaje dentro de la promesa de Dios de un nuevo pacto. Dios dice a su pueblo: "Voy a poner mi Espíritu en ti, y voy a moverte para que quieras seguir y hacer mis decretos". Lo que esto significa es que el Espíritu en ellos va a crear una nueva clase de personas, que no se inclinan hacia la desobediencia, sino hacia la obediencia. Y así, cuando pensamos, qué hace el Espíritu en el Antiguo Testamento, el Espíritu es único… Una de las cosas básicas que hace es dar vida. Él es el dador de vida principal. El que da la vida creacional, y la nueva vida creacional. Incluso en el Antiguo Testamento vemos esto. Cuando preguntamos, "¿Quién da la vida?" El único que da la vida, nosotros lo sabemos, es Dios mismo. Y así, el Antiguo Testamento mismo sugiere que: el Espíritu es Dios Todopoderoso. [Dr. Uche Anizor]
Hasta ahora, hemos considerado cómo la doctrina de la pneumatología se desarrolló en el Antiguo Testamento, centrándose en las referencias al Espíritu de Dios, y a la divinidad o deidad del Espíritu. Ahora vamos a mencionar brevemente, cómo estas referencias también apuntan a la personalidad del Espíritu.
El Antiguo Testamento muestra claramente que Dios es personal. Pero no indica cuántas personas lo componen, o si sus personas son distintas entre sí. Por lo tanto, cuando decimos que el Antiguo Testamento demuestra la personalidad del Espíritu, no queremos decir que lo señale como distinto del Padre y del Hijo. Sólo queremos decir que demuestra que es una persona completamente divina, no creada.
En contraste, a veces se argumenta que, en el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios fue presentado como una fuerza o poder impersonal. Pero como ya hemos visto, muchas referencias al Espíritu son referencias directas al mismo Dios. Y Dios definitivamente no es una fuerza impersonal. Así, cada pasaje que iguala el Espíritu de Dios, con Dios mismo demuestra que el Espíritu es personal. Además de esto, también hay pasajes que atribuyen cualidades personales específicamente al Espíritu, cualidades que nunca podrían ser usadas para describir una fuerza impersonal.
Cuando el Antiguo Testamento usa el lenguaje del Espíritu, generalmente es en el contexto de la presencia de Dios y del poder de Dios. Porque las referencias son a una relación con un Dios, que es personal, parece que deberíamos entender esas alusiones como referentes a la presencia personal del Dios que es, que aunque sea posible leer sin conexión y leer esos textos de manera individualista y aislada del testimonio general de las Escrituras, creo que si nos fijamos en el canon del Antiguo Testamento como un todo, y vemos la obra del Espíritu relacionada con el empoderamiento de Dios mismo, que al menos la implicación a esto es el Espíritu de Dios, que es una persona. A medida que avanzamos hacia el Nuevo Testamento, queda claro y explícito que la tercera persona de la Divinidad es una persona como el Padre y el Hijo. [Dr. Glenn R. Kreider]
El Antiguo Testamento señala la personalidad del Espíritu de Dios de muchas maneras. Pero por cuestiones de tiempo, veremos sólo cuatro maneras, comenzando con cómo el Antiguo Testamento llama la atención a las emociones del Espíritu.
Como sabemos, las fuerzas impersonales no exhiben emociones. Sólo las personas lo hacen. En nuestras propias vidas, experimentamos dolor, ira, alegría y muchas otras emociones. Y las Escrituras describen al Espíritu Santo de manera similar. Por ejemplo, Isaías escribió que la rebelión de Israel contra Dios "entristeció" al Espíritu Santo. Escuche nuevamente lo que Isaías escribió en Isaías capítulo 63 versículo 10:
Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos (Isaías 63:10).
Del mismo modo, versículos como Miqueas capítulo 2 versículo 7 plantean la posibilidad de que el Espíritu del Señor puede estar enojado.
Segundo, vemos la personalidad del Espíritu en pasajes que hablan de él participando activamente y relacionándose con la humanidad. Por ejemplo, en la historia del diluvio de los días de Noé, Génesis capítulo 6 versículo 3 habla del Espíritu de Dios, contendiendo o luchando contra la humanidad. Esta contienda era personal porque implicaba evaluar y responder inteligentemente al pecado de la humanidad. Incluso, puede haber una sugerencia de que el Espíritu de Dios inundó el mundo solo después de que su paciencia se había agotado. Las fuerzas impersonales no contienden con nosotros, responden con inteligencia o demuestran paciencia. Para que el Espíritu realice estas cosas, Él tenía que ser una persona.
Tercero, la personalidad del Espíritu se demuestra por la respuesta de la gente a su autoridad. Como un ejemplo, Éxodo capítulo 17 versículos 1 al 7 registra la rebelión del pueblo en las aguas de Meribá. En este relato, el pueblo se quejó con Moisés de que no había agua para beber, y "pusieron al Señor a prueba". Salmo 106 versículo 33, recuerda este mismo acontecimiento diciendo que el pueblo "se rebeló contra el Espíritu de Dios". Ahora, por supuesto, la gente puede rebelarse contra leyes e instituciones impersonales. Pero cuando el Salmo 106 dice que el pueblo se rebeló contra el Espíritu de Dios, significa que se rebelaron contra el Señor que tenía autoridad sobre ellos; No sólo contra sus reglas.
Y cuarto, la personalidad del Espíritu, también está indicada en lugares donde se muestra que está hablando de su propia voluntad y haciendo elecciones sobre lo que los profetas deben decir en su nombre. Por ejemplo, en 2 Samuel capítulo 23 versículo 2, David afirmó que el Espíritu del Señor habló a través de él. Es decir, David estaba dando voz a lo que el Espíritu quería que dijera. Del mismo modo, en Ezequiel capítulo 11 versículo 5, el Espíritu del Señor habló al profeta Ezequiel y le dijo, qué decirle a su pueblo. Una vez más, las fuerzas impersonales no tienen conversaciones, ni mucho menos ideas que quieren expresar. Sólo las personas lo hacen.
Como hemos dicho antes, pasajes como estos, no revelan al Espíritu Santo como una persona distinta dentro de la Deidad. Pero sí demuestran que el Espíritu de Dios, es una persona divina y no simplemente una fuerza.
En muchos lugares del Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios es a la vez plenamente Dios y completamente personal. Pero estos pasajes no se refieren específicamente a ninguna de las personas de Dios. Después de todo, la existencia de Dios en tres personas no fue revelada hasta el Nuevo Testamento. Pero este a menudo identifica a la tercera persona de la Trinidad con el Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento. Como cristianos, es correcto para nosotros concluir que estas referencias presagian la revelación del Espíritu Santo como miembro pleno de la Trinidad.
Ahora que hemos considerado el Espíritu Santo en la Trinidad desde la perspectiva del Antiguo Testamento, vayamos a una mayor revelación de Dios en el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento se refiere comúnmente al Espíritu Santo de maneras que hacen eco al Antiguo Testamento. Por ejemplo, usa la palabra griega pneuma, que significa "espíritu" de la misma manera que el Antiguo Testamento utiliza ruach. Ambas palabras tienen el mismo rango de significado, refiriéndose al viento, al aliento, a la fuerza vital de los animales, a las almas humanas y a los espíritus no corpóreos. De hecho, la Septuaginta —la traducción griega del Antiguo Testamento— comúnmente traduce ruach como pneuma.
Al igual que en el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios se conoce por una variedad de nombres en el Nuevo Testamento. Muchos de estos emplean la palabra pneuma. A menudo es llamado "Espíritu Santo". Pero también es conocido como el Espíritu de Dios, el Espíritu del Padre, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Verdad, el Espíritu de Santidad, el Espíritu de Vida, el Espíritu de Gracia, y otros nombres similares. Estos nombres identifican al Espíritu Santo con el Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento, y también describen su carácter y obra. Ellos le muestran ser uno con el Padre y el Hijo, y tener atributos como la verdad, la santidad, la vida y la gracia.
Con respecto a la personalidad del Espíritu, el Nuevo Testamento enseña mucho más clara y directamente que el Espíritu Santo es una persona distinta dentro de la Trinidad. Pero incluso, en el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios tuvo que crecer en su entendimiento de su persona y de su obra. Las enseñanzas de Jesús en los Evangelios nos dan un vistazo a lo que los judíos y los cristianos entendieron durante su ministerio terrenal. Y el resto del Nuevo Testamento, nos enseña lo que los apóstoles finalmente llegaron a entender y a enseñar.
En línea con esta historia, nuestra discusión del Nuevo Testamento se dividirá en dos partes. Primero, exploraremos lo que Jesús enseñó directamente acerca del Espíritu Santo. Y segundo, veremos lo que los apóstoles enseñaron más tarde durante sus ministerios. Comencemos con Jesús.
Durante su ministerio terrenal, Jesús confirmó las enseñanzas del Antiguo Testamento de que el Espíritu Santo es Dios mismo, y que el Espíritu Santo es una persona. Pero también reveló algo nuevo, es decir, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas distintas dentro de Dios. Esta es una de las razones por las que los judíos se enojaron tanto con Jesús. Ellos estaban totalmente ofendidos por su proclamación de ser Dios. Como Juan comentó en Juan capítulo 5 versículo 18:
Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios (Juan 5:18).
Los judíos asumieron erróneamente que Jesús no podía ser Dios porque el Padre en el cielo ya era Dios. Ellos habían comprendido correctamente que solo hay un Dios verdadero. Pero erróneamente habían deducido que Dios existía como una sola persona. Esta es probablemente la razón por la que los judíos no se enojaron cuando Jesús identificó al Espíritu Santo como una persona. Debieron asumir, por muy erróneo que fuera, que Jesús se refería simplemente a Dios como el Espíritu Santo. Vemos esto en Mateo capítulo 12 y Marcos capítulo 3, donde Jesús explicó su poder de exorcismo. En Mateo capítulo 12 versículo 24, los fariseos lo acusaron de expulsar demonios "por Beelzebub, el príncipe de los demonios." Y Jesús respondió en versículo 28 que echó fuera demonios "por el Espíritu de Dios". En el contexto de las enseñanzas más amplias de Jesús, está claro que se estaba refiriendo al Espíritu como una persona distinta del Padre. Pero no hay indicios de que los fariseos comprendieran el significado de sus palabras.
En sus discusiones privadas con sus seguidores, Jesús fue aún más directo. Sus enseñanzas más completas sobre la personalidad distinta del Espíritu Santo pueden encontrarse en Juan capítulos 14 al 16. Estos capítulos son parte del "discurso de despedida" de Jesús —sus palabras finales a los once apóstoles fieles que estaban destinados a prepararlos para su muerte—. En Juan capítulo 14 versículos 16 y 17, Jesús dijo:
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros (Juan 14:16-17).
Los judíos incrédulos —al igual que el resto del mundo— no sabían que el Espíritu Santo era una persona distinta del Padre. Pero los apóstoles ya habían aprendido que la persona del Espíritu Santo era distinta de Jesús. Y Jesús, continuó llamando la atención a la personalidad distinta del Espíritu a lo largo de su discurso de despedida. En Juan capítulo 14 versículo 26, él mencionó:
Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre… (Juan 14:26)
En Juan capítulo 15 versículo 26, él habló de:
… el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre… el cual procede del Padre… (Juan 15:26)
En Juan capítulo 16 versículo 7, él agregó:
…porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré (Juan 16:7).
Y en Juan capítulo 16 versículo 13, Jesús dijo:
…el Espíritu… no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir (Juan 16:13).
A lo largo de su discurso de despedida, Jesús enseñó repetidamente que el Espíritu Santo es una persona distinta, tanto del Padre como de sí mismo. El Espíritu Santo sería enviado por el Padre y por su Hijo Jesús. El Espíritu, hablaba lo que el Padre le había dicho que hablara, y que él reemplazaría al Hijo como la presencia activa de Dios entre su pueblo. Por lo tanto, el Espíritu no es el Padre y tampoco el Hijo. Él es su propia persona distinta.
Creo que muchos de nosotros, cuando oímos las palabras Espíritu Santo, podríamos sentirnos tentados a pensar en el viento, y a veces podríamos sentirnos tentados a pensar que es "algo", pero en Juan 14 al 16, encontramos algo único acerca de la persona del Espíritu Santo. El Señor Jesucristo se refirió al Espíritu, como un "él", significando que no es un "algo", sino que es persona. Pero no unicamente: es sólo persona. Su origen —el hecho de que viene del cielo— es claramente un signo de que en realidad es también de naturaleza divina. Y hay otra palabra que Jesús usa, que es "otro" "Consolador", alguien que es distinto de él pero que continuará lo que ha hecho. Y también es referido como el Espíritu de la verdad, algunas de las características que sólo Jesucristo tiene. Sólo nos dijo que él es el camino, la verdad y la vida. Por lo tanto, el Espíritu Santo es distinto en persona, pero tiene la misma sustancia que el Señor Jesucristo, en cuanto a que es el Espíritu de la verdad, así como el Señor Jesucristo es la verdad. [Rev. Vuyani Sindo]
En Mateo capítulo 28 versículo 19, en la Gran Comisión, Jesús también llamó la atención a la distinta personalidad del Espíritu cuando dijo:
Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mateo 28:19).
En inglés y griego, la palabra traducida "nombre" en este versículo es singular, y el Padre, Hijo y Espíritu Santo están enlistados como iguales.
Esta sección de la Gran Comisión se denomina comúnmente "Fórmula Trinitaria" porque enumera los nombres de las tres personas de la Trinidad de una manera que señala su pertenencia conjunta en la Divinidad. Cuando Jesús dijo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo compartían un único nombre, indicó que todos ellos compartieron la autoridad de Dios, es decir, que todos debían ser Dios. También indicó que las tres personas de Dios gobernarían sobre las naciones discipuladas.
Habiendo visto las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento, veamos lo que dijeron los apóstoles acerca del Espíritu Santo.
Como un solo ejemplo, escuchemos las palabras de Pedro en Hechos capítulo 5 versículos 3 y 4. Después de que Ananías y su esposa Safira mintieron acerca de un regalo monetario a la iglesia primitiva, Pedro les dijo:
Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…? … No has mentido a los hombres, sino a Dios God (Hechos 5:3-4).
Pedro dijo que mentir al Espíritu Santo estaba mintiendo a Dios, probando que el Espíritu Santo es Dios mismo. Además, el mismo hecho de que Ananías fue capaz de mentir al Espíritu Santo demuestra que el Espíritu Santo es una persona.
Y en 2 Corintios capítulo 13 versículo 14, Pablo afirmó la divinidad del Espíritu Santo y la personalidad distinta cuando terminó su carta de esta manera:
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros (2 Corintios 13:14).
Pablo expresó una comprensión trinitaria de Dios, mencionando a las tres personas en igualdad de condiciones, tanto en términos del honor, como de los atributos que él les atribuyó. Similarmente, en 1 Pedro capítulo 1 versículos 1 y 2, Pedro describió a los creyentes como:
… elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:1-2).
Estas fórmulas trinitarias se asemejan, a la que Jesús usó en la Gran Comisión. Ellos testifican que el Padre, el Espíritu y el Hijo Jesucristo son todos Igualmente Dios, compartiendo el mismo poder y la misma gloria, y que son todas personas distintas.
Y los apóstoles también afirmaron la completa divinidad y personalidad del Espíritu en muchas otras formas. Le atribuían cualidades personales, como el pensamiento y las emociones. Por ejemplo, en Hechos capítulo 15 versículo 28, el Espíritu Santo determinó cómo la ley del Antiguo Testamento se aplicaba a los gentiles. Romanos capítulo 5 versículo 5 habla de su amor. Y Efesios capítulo 4 versículo 30 menciona su tristeza. Los apóstoles también hablaron de él realizando acciones intencionales, como interceder por la iglesia en Romanos capítulo 8 versículos 26 y 27, y distribuir los dones según su propia voluntad en 1 Corintios capítulo 12 versículo 11. Y le atribuyeron atributos divinos incomunicables: atributos que sólo Dios puede poseer. Por ejemplo, Pablo describió su omnisciencia en Efesios capítulo 1 versículo 17, y 1 Corintios capítulo 2 versículos 10 y 11, donde dijo que el Espíritu sabe todo lo que Dios sabe. Y Hebreos capítulo 9 versículo 14 llama al Espíritu Santo el "Espíritu eterno", indicando que existió incluso antes de la creación, y que su existencia continua es eterna e inmutable.
Pero una de las formas más frecuentes en que los apóstoles testificaron al Espíritu Santo como miembro de la Trinidad fue al atribuirle la inspiración y autoría de las Escrituras del Antiguo Testamento. En Hechos capítulo 1 versículo 16, Pedro se refirió a:
… la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David… (Hechos 1:16)
En Hechos capítulo 28 versículo 25, Pablo dijo:
Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres. (Hechos 28:25).
En 2 Pedro, capítulo 1, versículos 20 y 21, Pedro proporcionó el resumen más completo en las Escrituras de la obra del Espíritu en la autoría de la Escritura, diciendo:
… ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:20-21).La personalidad y la deidad del Espíritu Santo a través de la inspiración de la Escritura es fascinante. Estamos hablando de la palabra de Dios, y sin embargo a menudo es a través del Espíritu que la Palabra de Dios nos es dada; Repetidamente oímos "la palabra del Señor", o "el Espíritu dijo", o "David dijo", o "Moisés dijo", y estos están alineados. Esta es una de las funciones primarias del Espíritu. La palabra de Dios es la palabra del Espíritu, y la palabra del Espíritu es la palabra de Dios. [Dr. J. Scott Horrell]
Más allá de esto, la comprensión de los apóstoles de la completa divinidad y la personalidad del Espíritu Santo, se afirmó cuando el Espíritu finalmente fue derramado en la iglesia, tal como Jesús lo había prometido. Hechos capítulo 2 registra que en el primer Pentecostés después de que Jesús ascendió al cielo, toda la iglesia recibió el don del Espíritu Santo de una manera espectacular. Lo que parecían ser lenguas de fuego descendieron sobre ellos, y hablaban el evangelio en todos los idiomas. Y desde este punto en adelante, los apóstoles fueron dotados de maneras que demostraron el poder de Dios sobre toda la creación. Fueron capacitados para sanar a los enfermos, resucitar a los muertos y realizar muchos otros milagros, que testificaban de la verdad del poder, y favor divinos del Espíritu
Está claro que los apóstoles vieron al Espíritu Santo como una persona distinta dentro de la Trinidad. Ellos reconocieron que esta verdad fue insinuada en el Antiguo Testamento. Y comprendieron que Jesús también lo había revelado. Pero ellos también habían experimentado la realidad de la poderosa presencia del Espíritu, al mover la historia hacia una nueva etapa de la obra salvadora de Dios. El Espíritu Santo fue derramado sobre ellos en poder, de manera que hicieron milagros, recibieron revelaciones de Dios, e incluso fueron inspirados a escribir las Escrituras del Nuevo Testamento.
Hasta ahora en nuestra lección sobre el Espíritu Santo, en la Trinidad, hemos explorado el desarrollo histórico de la pneumatología, centrándonos en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Ahora estamos listos para abordar nuestro último tema principal: el desarrollo de la pneumatología formalizada en la historia de la iglesia.
Durante los primeros siglos, la iglesia primitiva trabajó para explicar y resumir las enseñanzas de la Escritura sobre el Espíritu Santo. La Escritura siempre ha enseñado que solo hay un Dios, y que el Padre, el Hijo y el Espíritu, son un solo Dios. Pero esto es obviamente una idea compleja y misteriosa. Por lo tanto, los cristianos a menudo no están de acuerdo sobre cómo explicarla y definirla.
Veremos cuatro pasos en el desarrollo de la pneumatología en la historia de la iglesia primitiva. Primero, consideraremos la afirmación del Espíritu Santo en el Credo de los Apóstoles. En segundo lugar, exploraremos la doctrina trinitaria formalizada. Tercero, veremos cómo se reflejó esta doctrina en el Credo Niceno. Y cuarto, mencionaremos la distinción entre la ontología y la economía de la Trinidad. Empecemos con el Credo de los Apóstoles.
El Credo de los Apóstoles surgió de los credos bautismales locales que datan del año 200 d. C. Éstos eran credos que se esperaba que los nuevos creyentes afirmaran cuando fueron bautizados. Algunos relatos antiguos indican que cuando una persona era bautizada, se esperaba que él proporcionara tres afirmaciones: una relacionada con el Padre, una con el Hijo y otra con el Espíritu Santo. Y el Credo de los Apóstoles se estructura alrededor de estas afirmaciones. Como tal, coloca litúrgicamente al Espíritu Santo en el mismo nivel que el Padre y el Hijo. Y lo hace porque refleja la creencia de la iglesia primitiva de que el Espíritu Santo es una tercera persona distinta dentro de la Deidad no creada, en un nivel igual al Padre y al Hijo.
Además, dentro de la estructura del Credo de los Apóstoles, las diversas obras de cada persona de la Trinidad se enumeran bajo su nombre. Así, se dice que el Padre es el Creador del cielo y la tierra. En cuanto al Hijo, el Credo enumera su concepción, nacimiento, muerte, sepultura, resurrección, ascensión y regreso futuro. Y el Espíritu Santo es mencionado como el responsable de la iglesia y para la aplicación de la salvación a los creyentes.
El Credo de los Apóstoles señala al Espíritu Santo como miembro pleno de la Trinidad. La forma del Credo de los Apóstoles es innegablemente trinitaria: "Creemos en Dios el Padre … creador del cielo y la tierra. Creemos en Jesucristo, su Hijo único, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo… Creemos en el Espíritu Santo, en la santa iglesia católica, en la comunión de los santos… " y así sucesivamente. La forma trinitaria es muy clara, y dice un poco sobre el papel primordial que desempeñan cada una de las tres personas, el Padre: creador del cielo y la tierra; El Hijo que nació de la virgen María, creció y murió como el sacrificio por el pecado en la cruz; Y el Espíritu Santo cuyo papel se manifiesta ahora en la iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados y la obra en el cuerpo de Cristo hoy. [Dr. Simon Vibert]
A pesar de que el Credo de los Apóstoles, señalaba tanto la divinidad o deidad completa del Espíritu, como su plena personalidad. Todavía no proporcionaba una definición clara de la doctrina de la Trinidad. Contenía todos los elementos correctos. Pero no produjo el vocabulario que la iglesia finalmente llegó a abrazar. Como resultado, la gente podría decir que afirmó el lenguaje del Credo, incluso si no estaban de acuerdo que el Espíritu era una tercera persona distinta, en un nivel igual con el Padre y el Hijo.
Habiendo mencionado como el Credo de los Apóstoles refleja el desarrollo de la pneumatología en la historia de la iglesia, consideremos las etapas iniciales de la doctrina trinitaria formalizada.
La existencia de Dios como la Trinidad es altamente misteriosa. Esta mucho más allá de nuestra experiencia y nos cuesta pensar en ello, y mucho más hablar de ello. Así que, para que la iglesia primitiva discutiera sus creencias acerca de Dios, les fue útil encontrar formas consistentes de hablar de él. Y gran parte del trabajo de la iglesia primitiva en esta área se benefició del trabajo del antiguo teólogo Tertuliano.
Tertuliano era un escritor cristiano prolífico, que vivió alrededor de los años 155 al 230 d. C. Utilizó y popularizó el término latino trinitas como una forma de referirse a las enseñanzas bíblicas de que Dios existe como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Trinitas puede traducirse "tres" o "tríada." Pero cuando se refiere a la Divinidad, lo traducimos "Trinidad".
Tertuliano, también usó la palabra latina persona- que se traduce "persona" —para referirse a las distintas personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo—. Y utilizó el latín substantia- que significa sustancia o esencia —para referirse al ser de Dios, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo comparten en común—. Esta es la razón por la cuál la definición tradicional de Trinidad dice:
Dios tiene tres personas, pero sólo una esencia.
Por supuesto, la iglesia no alcanzó esta comprensión de la Trinidad sin dificultad. Y en las conversaciones que condujeron a esta definición, el Espíritu Santo estaba a menudo en el centro del debate. Había algunos, como el teólogo del siglo IV Eustacio de Sebaste, que erróneamente creían que el Espíritu Santo no era el Dios autoexistente, ni tampoco un ser creado. E incluso los credos de la iglesia no proporcionaron muchos detalles que se esperaban que todos los cristianos afirmaran . Por ejemplo, el Credo de los Apóstoles simplemente dijo: "Yo creo en el Espíritu Santo". Y el original Credo Niceno, escrito en el año 325 d. C. por el Primer Concilio de Nicea, simplemente dijo: "Creemos… en el Espíritu Santo".
Como resultado de esta falta de claridad, hubo muchos argumentos sobre los detalles de la doctrina trinitaria. De hecho, se puso tan mal que durante el reinado del emperador romano Constancio II, y durante un corto tiempo después de su muerte, muchos en la iglesia realmente rechazaron el trinitarianismo, al menos en la forma que conocemos hoy. El Segundo Consejo de Sirmio en el año 351 d. C. y el Tercer Concilio de Sirmio en el año 357 d. C. afirmaron lo que se ha llamado la "herejía arriana". Esta enseñanza niega la plena pertenencia del Hijo a la divinidad y niega que el Hijo fuera de la misma esencia o sustancia que el Padre. En este punto de la historia, muchas partes de la iglesia rechazaron ampliamente la misma doctrina trinitaria, que habían aceptado previamente como bíblica.
Ahora que hemos considerado la pneumatología en la historia de la iglesia, desde el Credo de los Apóstoles, hasta la formalización inicial de la doctrina trinitaria, volvamos nuestra atención al Credo Niceno.
Como ya hemos mencionado, el original Credo Niceno, escrito en el año 325 d. C., dijo muy poco acerca del Espíritu Santo. Pero a la luz de las controversias que surgieron, se celebró otro concilio para debatir y resolver las cuestiones sobre la Trinidad. En el año 381 d. C., se reunió el Primer Concilio de Constantinopla. Rechazaron las herejías arrianas y defendieron el entendimiento niceno de la Trinidad. También revisaron y expandieron el Credo Niceno para que ya no pudiera ser afirmado por Arrianos y otros que negaban la existencia eterna de Dios como tres personas distintas e increadas en una esencia.
Con respecto al Espíritu Santo, el Credo Niceno se expandió para decir:
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre [y del Hijo], que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Esta versión del Credo también es conocido como el Credo Niceno-Constantinopolitano, esto con el fin de distinguirlo del Credo Niceno original.
Es probable que este mayor énfasis en el Espíritu Santo fue motivado, al menos en parte, por la obra de Basilio de Cesarea, quien vivió alrededor del año 330 a 379 d. C. El libro de Basilio titulado De Spiritu Sancto, o El Espíritu Santo, tuvo una gran influencia en refutar las creencias de personas como Eustacio quien se negó a reconocer la deidad completa del Espíritu Santo. Basilio también señaló que como el Espíritu Santo era Dios, merecía ser adorado. Las referencias ampliadas al Espíritu en el Credo Niceno constituían una forma de adoración, desde que el Credo se convirtió en parte de la liturgia de la iglesia. Pero también ayudaron a dirigir a la iglesia de manera más amplia para centrarse en la adoración del Espíritu en el resto de su liturgia y oraciones.
Hubo una interesante disputa sobre la adoración del Espíritu Santo en el siglo IV. En su libro, sobre el Espíritu Santo, Basilio de Cesarea nos dice que hubo dos liturgias que fueron usadas en su iglesia. La primera liturgia fue la alabanza al Padre, a través del Hijo, en el Espíritu. Una segunda liturgia fue la alabanza al Padre, con el Hijo, junto con el Espíritu. Algunos que tenían una orientación Arriana objetaron a esta liturgia porque realmente no creyeron que el Espíritu Santo era divino. Pero si, como nos enseña la Escritura, tenemos buenas razones para creer que el Espíritu Santo es divino, entonces es apropiado que le expresemos adoración, doxología y alabemos su verdadera naturaleza. [Dr. Keith Johnson]
Hasta ahora, hemos considerado el desarrollo de la pneumatología en la historia de la iglesia primitiva en términos del Credo de los Apóstoles, formalizando la doctrina trinitaria, y el Credo Niceno. Ahora vamos a abordar la distinción entre la ontología y la economía de la Trinidad.
A medida que la historia de la iglesia avanzaba, los teólogos finalmente llegaron a entender la Trinidad desde dos perspectivas diferentes. Comenzaron a hablar tanto de la Trinidad ontológica como de la Trinidad económica.
La palabra ontológica se refiere al ser y a la existencia. Así, el término teológico "Trinidad ontológica" tiene que ver con la existencia del Padre, Hijo y Espíritu Santo dentro de la Trinidad. Desde esta perspectiva, el Espíritu Santo es igual en poder y gloria al Padre y al Hijo. Y comparte con ellos todos los atributos divinos de Dios. Como el Catecismo Menor de Westminster pregunta y repuesta 4 lo señala, las tres personas son "infinitas, eternas e inmutables en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad".
Recordarán que la versión Niceno-Constantinopolitana del Credo Niceno dice:
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre [y del Hijo]…
La iglesia occidental posteriormente expandió la versión latina de este Credo para añadir la palabra filioque que significa "y el Hijo", al final de esta frase. Por lo tanto, la mayoría de las iglesias en Occidente ahora usan una versión que dice que el Espíritu Santo "procede del Padre y del Hijo".
Algunos teólogos han entendido que la procedencia del Espíritu Santo es ontológica. Es decir, creen que la personalidad del Espíritu es eternamente "exalada" del Padre, o del Padre y del Hijo. Pero otros han entendido la procedencia del Espíritu como una función de la Trinidad económica.
El término teológico "trinidad económica" se refiere a como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo interactúan entre sí, especialmente en lo que se refiere a la creación. Desde esta perspectiva, cada uno tiene diferentes roles y responsabilidades diferentes, e incluso una diferente autoridad.
Muchas partes de la Escritura sugieren que el Espíritu Santo sirve voluntariamente al Padre y al Hijo. Por ejemplo, fue enviado o dado por el Padre y el Hijo. La Escritura enseña esto en pasajes como Lucas capítulo 11 versículo 13, Juan capítulo 14 versículo 26 y capítulo 15 versículo 26, y Hechos capítulo 2 versículo 33. Y cuando él viene, el Espíritu obedece al Padre y al Hijo, haciendo la obra que le han enviado a hacer. Aprendemos de esto en lugares como Juan capítulo 16 versículo 13, Romanos capítulo 8 versículo 11, y 1 Pedro capítulo 1 versículo 2.
Debido a pasajes como estos, muchos teólogos dicen que, dentro de la Trinidad económica, el Padre y el Hijo tienen mayor autoridad que el Espíritu Santo. Aun así, es importante enfatizar que el Espíritu todavía es completamente Dios, y que esta estructura de autoridad existe porque todos quieren y están de acuerdo con ella. Por lo tanto, el Espíritu Santo no es de ninguna manera inferior al Padre y al Hijo.
Es importante reconocer la diferencia entre la Trinidad ontológica y la Trinidad económica. Esta es una distinción muy útil que los teólogos han hecho, y que nos ayuda a evitar mucha confusión cuando estudiamos la doctrina de la Trinidad. Cuando hablamos de Trinidad ontológica, nos estamos refiriendo a su naturaleza. Nos referimos al hecho de que las tres personas de la Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— son iguales en sustancia, en poder y en gloria. Por supuesto, ninguno de ellos es superior en ese sentido. El Padre es Dios. El Hijo es Dios. El Espíritu Santo es Dios. Pudiéramos decirlo así: el Padre es cien por ciento Dios; El Hijo es cien por ciento Dios; El Espíritu Santo es cien por ciento Dios. Pero cuando se trata de sus roles, de la división de roles, entonces hablamos de la Trinidad económica. Queremos decir con eso, que la Biblia nos enseña que a pesar de que son iguales los tres, como hemos dicho, en sustancia, poder y gloria, cuando se trata de sus diferentes trabajos o roles, vemos en la Escrituras que el Padre es quien tiene el rol en la salvación, él es el que elige para salvación. El Hijo es aquel que también realiza la obra de redención al morir por nosotros, y el Espíritu Santo es quien aplica la obra de redención. Cuando hablamos de la Trinidad económica, vemos también esa subordinación que hay del Hijo al Padre y del Espíritu Santo al Hijo y al Padre. Eso no quiere decir que el Hijo es menor que el Padre en el sentido ontológico, el Espíritu Santo es menor en ese sentido, sino que por mutuo acuerdo, pudiéramos decir ellos voluntariamente se someten a la autoridad del Padre. [Dr. David Correa]
La doctrina del Espíritu Santo tardó siglos en formalizarse. Pero esto no significa que la iglesia no siempre creyó los elementos centrales de la pneumatología. Después de todo, la iglesia en todas las edades ha abrazado las Escrituras. Y las Escrituras claramente enseñan que el Espíritu Santo es una persona completamente divina —un miembro igual de la Deidad—. Más bien, la formalización de la pneumatología sucedió en etapas, y generalmente en respuesta a la herejía. Los teólogos se dieron cuenta de que necesitaban proporcionar más detalles y comunicarse más claramente, a fin de evitar que otros caigan en el error. Y estas formulaciones han resistido la prueba del tiempo. A través de los siglos, casi todas las ramas de la iglesia han afirmado las mismas creencias sobre el papel del Espíritu Santo en la Trinidad.
En esta lección sobre el Espíritu Santo en la Trinidad, hemos explorado como el Antiguo Testamento habla del Espíritu de Dios en términos de su divinidad y personalidad. Hemos visto como este entendimiento se expandió en el Nuevo Testamento bajo Jesús y sus apóstoles. Y hemos estudiado la pneumatología en la historia de la iglesia al considerar el Credo de los Apóstoles, la formalización de la doctrina trinitaria, el Credo Niceno y la distinción entre ontología y economía trinitaria.
Comprender quién es el Espíritu Santo en la Trinidad, es una parte importante de entender su obra en nuestras vidas. Como veremos en futuras lecciones, el Espíritu Santo está más implicado personalmente con nosotros que el Padre y el Hijo. Él habita en nosotros. Confiamos en él para obtener fortaleza espiritual, para experimentar el perdón de Dios cuando pecamos, para crecer en santidad, para perseverar en la fe, para los dones que nos permiten ministrar a otros y para una multitud de otras bendiciones. Y sabiendo que el que vive en nosotros, es el Espíritu personal y plenamente divino de nuestro Padre, de nuestro Señor y Salvador, nos ayuda a apreciar su ministerio y a cooperar con la obra que está haciendo en nuestras vidas.
Dr. Ramesh Richard (Host) es Fundador y Presidente de RReach, un ministerio global de proclamación que busca envangelizar lideres y fortalecer pastores en todo el mundo. Él Tambien es Profesor de Participación Teológica Global y Ministerios Pastorales en Dallas Theological Seminary. Dr. Richard recibió su doctorado en Teología Systematica de Dallas Theological Seminary y su Doctorado de University of Delhi. En 2008, Dr. Richard fue orador principal para el 23rd Annual International Prayer Breakfast en la Naciones Unidas. Él Tambien es el fundador de Trainers of Pastors International Coalition (TOPIC) y el convocante general de el 2016 Proclamation Congress for Pastoral Trainers.
Dr. Uche Anizor es Profesor Asociado de Estudios Biblicos y Teológicos en Talbot School of Theology.
Dr. David Correa es Pastor de la Iglesia Presbiteriana de Jesús y Director del Instituto de Ministerio de Jovenes en el Seminario Teológico Presbieriano San Pablo en Merida, Mexico.
Dr. J. Scott Horrell es Profesor of Estudios Teológicos en Dallas Theological Seminary.
Dr. Keith Johnson sirve como el Director de Educación Teológica para el ministerio de campus de E.U. en Crusade for Christ y es un profesor invitado de Teológia Systematica para Reformed Theological Seminary.
Dr. Glenn R. Kreider es Profesor de Estudios Teológicos en Dallas Theological Seminary.
Dr. Steve McKinion es Profesor Asociado de Teológia y Estudios Patrísticos en Southeastern Baptist Theological Seminary.
Rev. Dr. Emad A. Mikhail es Presidente de Great Commission College en Egypto.