El Libro de Apocalipsis: El Rey y Su Reino

INTRODUCCIÓN

Después de que Jesús fue arrestado, fue traído ante de Poncio Pilato, y éste le preguntó si él era el rey de los judíos. Jesús no respondió la pregunta directamente. En vez de eso dijo, "Mi reino no es de este mundo … mi reino no es de este lugar." Ahora Pilato conocía a César y había visto su palacio. Él tenía una idea muy bien definida de cómo un rey debía lucir. Y este hombre parado ante él no tenía ningún parecido a un rey. Cuán increíbles debieron haberle parecido a él las palabras de Jesús.

Quizás aun hoy en día los creyentes sean tentados a preguntarse si Jesús es en realidad el rey o no. Después de todo, si vemos a nuestro alrededor, es fácil ver la oposición de este mundo al reino de Dios. Pero la respuesta de Jesús a la pregunta de Pilato es uno de los temas más prominentes en el libro de Apocalipsis. Jesús reina como rey, pero su reino no es de este mundo. Y el libro de Apocalipsis nos da esperanza de que su reino vendrá. Podemos experimentarlo en parte ahora, pero lo experimentaremos completamente cuando Cristo venga. Y debido a que la victoria final en este mundo le pertenece a Cristo, Juan nos llama a amarle y a mantenernos fieles hasta que él regrese.

Esta es la tercera lección en nuestra serie: "El Libro de Apocalipsis", y la hemos titulado "El Rey y su Reino." En esta lección veremos como el tema central del reino de Dios fluye a través de todo el libro de Apocalipsis y une todas las diversas enseñanzas.

En una lección anterior, dijimos que Dios gobierna su reino de manera que asemeja antiguos tratados internacionales, especialmente aquellos entre los grandes emperadores o soberanos y los reinos vasallos que les servían. También señalamos tres características de estos tratados o pactos que son comunes en la relación de Dios con su pueblo. La benevolencia del emperador hacia sus vasallos, es paralela a la benevolencia de Dios para su pueblo. La lealtad u obediencia que el soberano requería de sus vasallos, es paralela a la lealtad que Dios requiere de su pueblo. Y las consecuencias resultantes de la lealtad o deslealtad de los vasallos, son paralelas a las bendiciones que Dios concede a aquellos que le son fieles y las maldiciones que da a aquellos que le son infieles o desobedientes. Las tres características del pacto ocupan un lugar prominente en el libro de Apocalipsis.

Nuestra lección sobre el rey y su reino se dividirá en cuatro partes que en forma general siguen el mismo perfil básico de los pactos antiguos. Primero, consideraremos el reinado que Dios mantiene como el divino soberano o emperador, así como el reinado que Cristo tiene como el rey vasallo de Dios. Segundo, exploraremos la forma en la que Apocalipsis destaca la benevolencia de Dios, hacia el pueblo del pacto. Tercero, observaremos los requerimientos de lealtad que Dios demanda de su pueblo. Y cuarto, veremos las consecuencias que resultan de la lealtad y la deslealtad a Dios. Comencemos con el reinado de Dios como el divino soberano y Jesús como su vasallo.

REINADO

Nuestra discusión del reinado de Dios y de Jesús se enfocará en dos asuntos. Primero, examinaremos el reinado de Dios como el soberano sobre toda la creación. Y segundo, describiremos el reinado de Cristo como el vasallo o rey siervo de Dios. Comencemos observando el reinado de Dios.

Reinado de Dios

En muchas partes de las Escrituras, como en el Salmo 103:19, se describe a Dios como el rey omnipotente y gobernador de toda la creación. Él tiene completo poder y autoridad sobre todo lo que él ha creado. Y ejercita ese poder y autoridad gobernando el universo y todas sus criaturas.

Dios tiene el derecho de gobernar sobre toda la creación porque él es el creador. Él la hizo. Le pertenece a él, y tiene el derecho para gobernar sobre ella. Hay un pasaje en los Salmos – Salmo 24:1 y 2 – que hace ver muy claro que esto es cierto: "De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo y los que en él habitan. Porque él la fundo sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos." Así que él es el dueño. Él gobierna sobre ella porque él la hizo. Le pertenece a él. [Dr. Robert B. Chisholm, Jr.]

Dios no obtiene su autoridad desde afuera de sí mismo. l Él es su propia autoridad. Sus atributos, todos ellos, son autoritativos. Pero por supuesto, no es el tipo de autoridad a la que estamos acostumbrados los seres humanos, que puede ser tiránica, o caprichosa, o arbitraria. Esta es una autoridad buena porque Dios es bueno… y podemos confiar en su autoridad porque él tiene un historial impresionante. La mayor prueba de su autoridad es, por supuesto, haber mandado a su hijo a que muriera por nuestros pecados y haber resucitado para nuestra justificación. Ninguna otra filosofía, ningún otro Dios remotamente da este tipo de respuesta. Así que la autoridad de Dios es en si mismo, pero es demostrada una y otra vez en Cristo Jesús. [Dr. William Edgar]

El libro de Apocalipsis frecuentemente habla de Dios como el gran rey de toda la creación, y enfatiza su activo y poderoso reinado sobre el universo. Vemos esto en los saludos de Juan a sus lectores en Apocalipsis 1:4 al 6. Lo vemos en la descripción del salón del trono celestial en Apocalipsis 4 y 5. También lo vemos en el hecho de que una multitud de todas las naciones se congregan ante el trono celestial de Dios y lo alaban en Apocalipsis 7:9 y 10. Podemos incluso verlo, en el hecho de que los ángeles hacen lo mismo en los versículos 11 y 12, y en las constantes referencias acerca de Dios en su trono, hechas a lo largo del resto del libro. Sólo como un ejemplo, escuchemos como Juan saluda a las iglesias de Asia Menor en Apocalipsis 1:4 al 6:

Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. (Apocalipsis 1:4-6)

Notemos cuantas referencias hay del reino de Dios en estos versículos. Dios está en su trono; Jesús es el soberano de los reyes de la tierra; y la iglesia es el reino que sirve a Dios.

El tema del reino de Dios es un tema masivo en las Escrituras, y todos más o menos concuerdan que era el tema central del mensaje de las enseñanzas de Jesús. Entonces ¿Qué significa el reino de Dios? En última instancia significa que Dios es Rey, que Dios es soberano, que Dios es Señor, que él es el soberano Señor del Universo. En términos de sus declaraciones o sus referencias en las Escrituras, hay realmente dos enfoques principales o "focos" en las Escrituras. Uno es que Dios es el soberano Señor de todas las cosas desde el principio hasta el fin; a través de la historia, en cada época, en cada lugar, Dios es Rey. El otro es que la manifestación de ese reinado en términos de su Señorío sobre la historia humana y sobre los seres humanos. [Dr. Mark L. Strauss]

El reino de Dios es el verdadero, el auténtico reinado de Dios en las personas que justamente reconocen el derecho legitimo de Dios en sus vidas, quienes con amor, con confianza, plena, completa y voluntariamente se rinden al señorío soberano de Dios. Ahora, eso significa que la iglesia es en alguna manera la manifestación visible del reino de Dios. La iglesia es la forma en la que el reino de Dios se hace visible en la creación, en la historia, ahora mismo. Pero esa rendición que experimentamos ahora es sólo un precursor. En última instancia Dios renovará todas las cosas. Dios destruirá a todos los enemigos. Dios removerá cada impedimento de nuestro perfecto conocimiento de él y de nuestra completa obediencia a él. Él quitará estos impedimentos. Esa es la última promesa de Dios. Pero ahora mismo, participamos de la Salvación y del Señorío de Dios en nuestras vidas, de manera anticipada, amorosa, y libre, por el conocimiento de Jesucristo. Y a través de eso, la iglesia da testimonio del último don del reino que esta prometido en la escatología. [Dr. Steve Blakemore]

Justo como los antiguos emperadores del Cercano Oriente, Dios designó funcionarios para llevar a cabo sus mandamientos – vasallos que gobernarán y administrarán su reino en su nombre. En términos generales, Dios asignó este cometido a la raza humana, bajo el liderazgo de una sucesión de administradores del pacto.

Como vimos en una lección anterior, la administración del pacto se desarrolló en seis pactos principales, que Dios realizó con su pueblo: los pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y Cristo. Los primeros dos pactos – aquellos hechos con Adán y Noé – identificaron a Dios como el rey soberano sobre la tierra. Y marcaron a la raza humana como la nación vasalla que llevó a cabo su voluntad en la tierra. Bajo los términos de estos pactos, la soberanía de Dios, se extendió a todas las naciones de la tierra; cada persona deberá rendir cuentas ante él. Después de sus pactos con Adán y Noé, Dios hizo pactos con Abraham, Moisés y David, los cuales extendieron su reino de un modo especial sobre la nación del antiguo Israel. Por ejemplo, escuchemos lo que Dios le dijo a la nación del antiguo Israel en Éxodo 19:4 al 6:

Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas de águila. Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. (Éxodo 19:4-6 [NVI])

En este pasaje, Dios les recordó a los israelitas de la benevolencia que les mostró cuando los rescató de la esclavitud de Egipto.

Él mencionó la responsabilidad que los israelitas tenían de demostrar su lealtad, por medio de la obediencia al pacto que había hecho con ellos. Y les indicó las bendiciones que recibirían como consecuencia si eran obedientes al pacto.

En el pacto con David particularmente, Dios estableció que la dinastía de David sería el conducto de las bendiciones y de los juicios de Dios a su pueblo. Este pacto es mencionado en pasajes como 2 Samuel 7:1 al 17, Salmo 89 y Salmo 132.

Esto establece que los hijos de David eran los reyes vasallos de Dios. Ellos representaban todo el reino de Israel ante Dios. Como en todos los otros pactos, Dios mostró benevolencia, esperaba lealtad y le recordó a la casa de David de las consecuencias de sus bendiciones y maldiciones.

Después en la historia de Israel, los descendientes de David fracasaron a tal grado que la nación entera de Israel fue maldecida y exiliada por Dios, pero incluso en el exilio los profetas predicaron que en los últimos días Dios renovaría su pacto por medio del justo Hijo de David. En Jeremías 31:31, el profeta Jeremías se refirió a esta renovación como un nuevo pacto. Este nuevo pacto sería la última muestra de la benevolencia de Dios: el transformaría los corazones de su pueblo así que ellos le serían leales. Disfrutarían de las eternas bendiciones del pacto y nunca más volverían a ser maldecidos. Al mismo tiempo, Dios haría un eterno juicio contra aquellos que se opusieron a él, a sus reyes vasallos y a la gente de su reino.

Los pactos de Dios con David y con el antiguo Israel fueron siempre intencionados para extender sus bendiciones más allá de David e Israel. Se suponía que el reinado de Dios sobre la casa de David beneficiaría a toda la nación de Israel, y las bendiciones de Israel fueron pretendidas para el beneficio de todo el mundo. Podemos ver esto en el Salmo 2:67, Isaías 2:2 al 4 y Amós 9:11 al 15. Dios enviaría un redentor a través de la casa de David, y ese redentor salvaría a Israel. Y a través de Israel, él rescataría a toda la creación. Justo ahora, Dios esta redimiendo a la iglesia a través de Cristo, y nos está incorporando en su santo pueblo del pacto. Como resultado, la iglesia es ahora un reino con la nación de Israel del Antiguo Testamento. Escuchemos como se expresa esta relación del pacto en Apocalipsis 1:5 y 6:

Jesucristo… nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre. (Apocalipsis 1:5-6 [NVI)

Estos versículos indican que Jesús murió para librarnos de nuestros pecados, ahora somos una posesión y una nación especial de Dios. Llevamos incluso el mismo título que Dios le dio a Israel en el Antiguo Testamento: un reino y sacerdotes. Dios le dio este título al antiguo Israel en Éxodo 19:6, donde una de las bendiciones del pacto era que Israel pudiera ser:

Un reino de sacerdotes y una nación santa. (Éxodo 19:6 [NVI])

Muchas personas a través de los siglos han argumentado acerca de la naturaleza del reino de Dios. En la Biblia encontramos una clará descripción, y precisamente lo que significa ha sido fuente de mucha controversia. Creo que podríamos decir, que sin embargo, en su esencia, en el fondo, en reino de Dios describe el gobierno de Dios en el mundo, en la iglesia y en cada corazón humano, así que si tu y yo estamos viviendo la vida de Dios de acuerdo a la s Escrituras, podemos decir que estamos participando en el reino de Dios. [Dr. John Oswalt]

¿Qué es el reino de Dios? Bueno, ciertamente podríamos describirlo de muchas maneras, pero pienso que una manera muy útil es diciendo que es donde se establece el reino de Dios, es un ámbito en el que el reino de Dios es establecido a través de su rey quien dirige a la alabanza de Dios, la gloria de Dios, y tiene ramificaciones en todo tipo de formas de vida en la tierra. Y por lo tanto vemos que el reino de Dios tiene un lugar muy destacado en las enseñanzas de Jesús. Y lo que encontramos en el Nuevo Testamento es que Jesús, es ese rey que trae con poder el reino de Dios a nuestro mundo. El término técnico es erupción. Hay una ruptura; hay una muy ponderosa entrada de Dios en nuestro mundo por medio de su rey mesiánico. Geerhardus Vos dice de una gran manera que el reino viene, el dice el reino viene donde el evangelio es propagado, los corazones son cambiados, los pecados y errores son superados, la justicia es cultivada, y una vida de comunión con Dios es establecida. [Dr. Brandon Crowe]

La meta de Dios siempre ha sido extender su reino celestial en la tierra, y llenarla con gente fiel. En el cielo, la voluntad de Dios se cumple perfectamente, pero en la tierra, sus criaturas generalmente se rehúsan a hacer su voluntad. Se rehúsan a reconocer a Dios como rey, y los reinos de este mundo generalmente se oponen al gobierno de Dios. Así que, cuando Jesús oró el Padre Nuestro, su petición fue que un día toda esta oposición de los reinos fuera derrotada, y que sólo el reino de Dios se mantuviera. Escuchemos como Apocalipsis 11:15 habla acerca del día futuro.

Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15)

El reino especial de Dios durará hasta que conquiste y llene toda la tierra.

Este es el destino final de la profecía bíblica. Cuando Jesús regrese en gloria, el reino especial de Dios abarcará cada reino de la tierra. Esta misma esperanza es enseñada en Jeremías 31:31 al 34, Zacarías 14:9, y muchos otros pasajes de las Escrituras.

El reinado de Dios supera bastante las analogías encontradas en el antiguo Cercano Oriente. En el mundo antiguo, los soberanos humanos nunca cumplieron con la benevolencia que prometieron en sus pactos. Nunca evaluaron perfectamente la lealtad de sus súbditos, ni nunca ejercieron consecuencias del pacto. Pero en el pacto de Dios, nuestro divino soberano cumple sus benevolentes promesas. Evalúa perfectamente nuestra lealtad. Y ejerce perfecta disciplina y juicio mediante las consecuencias de bendiciones o maldiciones del pacto. Y como veremos, Dios envió en nuestro lugar a Jesucristo como su real Hijo para serle perfectamente fiel y para asumir las consecuencias de nuestra deslealtad y así pudiéramos tener salvación en él.

Con este entendimiento del reinado universal de Dios en mente, estamos listos para ir al tema del reinado de Cristo, como siervo de Dios o como rey vasallo.

Reinado de Cristo

El reinado de Jesús necesita ser entendido a la luz del antiguo reinado Davídico porque Jesús es el ideal de David. El es Ha'Mashiach, el Mesías. Y por supuesto en el Antiguo Testamento, el reino Davídico sigue el modelo de algo que vemos en el antiguo mundo oriental, la llamada relación soberano-vasallo donde el soberano, el rey, gobierna sobre sus súbditos, usualmente por medio de tratados. Y David es el rey escogido de Dios sobre el mundo. Y así hay un sentido en el que Dios escogió a David para ser su vice-regente para gobernar en su nombre. Y por supuesto Jesús es el único que definitivamente cumple con eso. [Dr. Robert B. Chisholm, Jr.]

Puede parecer extraño pensar en Jesús como vasallo o rey siervo en lugar del soberano del universo. Después de todo, Jesús es Dios, y Dios es el creador y gobernador de todo lo que existe. Afirmamos enfáticamente que Jesús es totalmente divino, pero es importante recordar que Jesús no es sólo Dios. Él es humano también. Y como ser humano, se sienta en el trono humano de su padre David, quien ocupó el oficio humano de rey sobre la nación vasalla de Dios, el antiguo Israel. En este sentido, el reinado de Jesús es un oficio humano. Por lo tanto, Jesús es vasallo de Dios, igual que David en el Antiguo Testamento.

La estructura de los pactos de la Biblia está realmente enraizada en los acuerdos y tratados entre los reyes del antiguo Cercano Oriente. Y a menudo el soberano era el gran rey y había un rey vasallo relacionado en este pacto con el gran rey. El libro de Apocalipsis habla acerca de Jesús como el León de la tribu de Judá, como el Rey – el rey Davídico. Y ese lenguaje muestra un par de cosas. Una de las cosas es que Jesús no sólo revela quien es Dios, sino que también revela la verdadera humanidad, la completa naturaleza de lo que significa ser un ser humano. Y así en su rol en el Nuevo Testamento como el hijo de David, el Hijo de Dios en un lenguaje real, generalmente, más a menudo, se refiere a su rol como el rey Davídico, el Mesías. Y en ese sentido, el representa a un pueblo histórico. En el caso del libro de Apocalipsis, es el pueblo de Dios esparcido por todas las naciones y el es nuestro rey, nuestro representante ante el Padre, o el soberano. Así que él es nuestro rey en la historia, en el tiempo, un ser humano completo que representa a su pueblo ante el Padre. Por supuesto, también representa a Dios para nosotros, pero eso no disminuye el hecho de que es totalmente humano y así nos representa ante Dios. [Dr. Greg Perry]

El nombre Cristo es un título que se refiere directamente al oficio del rey Davídico. La palabra "Cristo" simplemente significa el ungido. Es un término del Antiguo Testamento que frecuentemente se aplicaba a los reyes Davídicos porque eran ungidos cuando tomaban el cargo. Vemos esto en lugares como 2 Crónicas 6:42, Salmo 2:2 y 6, Salmo 18:50, Salmo 20:6 y 9 y Salmo 45:1 y 2. Esto es también por qué Jesús es llamado el Cristo de Dios en lugares como Apocalipsis 11:15 y 12:10. Él es el ungido de Dios – su rey vasallo. Cómo el gran hijo de David, Jesús cumplió todos los aspectos del nuevo pacto que fue anticipado en el Antiguo Testamento.

En él, la gran benevolencia de Dios es mostrada. Cristo mismo mantuvo todos los requerimientos de lealtad en nuestro lugar. Él sufrió las consecuencias de maldición del pacto cuando murió en nuestro lugar. Y recibió las consecuencias de las bendiciones del pacto cuando resucitó de la muerte y ascendió al cielo.

Jesús aseguró su lugar como rey vasallo humano de Dios al morir en la cruz y resucitar de la muerte. Su muerte se llevó cualquier poder que tuviera el pecado para condenar y arruinar al pueblo de Dios. Como leemos en Apocalipsis 12:10 y 11:

Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero. (Apocalipsis 12:10-11)

Debido al sacrificio de Cristo en la cruz, Satanás ha sido vencido. Y Cristo ahora tiene la autoridad en el reino de Dios para que la salvación llegue a su pueblo.

Y la obediencia de Jesús le ganó la recompensa de la resurrección de la muerte y el lugar de autoridad sobre cualquier autoridad creada, sea humana, angelical o demoniaca.

Como él dijo después de su resurrección en Mateo 28:18 y 19:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones. (Mateo 28:18-19)

Por supuesto, en su naturaleza divina, Jesús nunca recibió autoridad. Siempre la tuvo. Pero cuando resucitó de la muerte, Jesús dijo que Dios el Padre le dio autoridad real sobre las naciones, significando que se había convertido en rey vasallo humano del Padre sobre todo el cielo y la tierra.

Después de su resurrección, cuando Jesús ascendió al cielo, fue entronado como rey. El Nuevo Testamento deja esto claro en pasajes como Hebreos 1:3, 10:12, y 12:2, donde dice que Jesús se sentó a la diestra de Dios el Padre. Esta imagen indica que el Padre es el gran rey o soberano, y que Jesús su Hijo es el vasallo humano que sirve y lo representa. Jesús es el último rey sobre la casa de David, y sobre todos los demás reinos humano en la tierra. Y a través de él, se renovará el mundo entero.

Desde su entronización, Jesús ha reinado como rey sobre la iglesia. Y está expandiendo su reino trayendo salvación hasta los confines de la tierra.

En contraste con los reyes humanos, Dios envió a su Hijo como el perfecto rey vasallo para comprar nuestra redención al costo de la cruz. Él demostró su lealtad en su vida terrenal y sufrió las consecuencias de nuestra deslealtad en la cruz. Él dio su vida para comprar nuestro perdón y lealtad, y continua defendiéndonos y protegiéndonos. Debemos responder a su misericordioso gobierno con amorosa reverencia expresada en obediencia leal a nuestro benevolente Dios y Rey.

BENEVOLENCIA

Ahora que hemos visto el reinado soberano de Dios el Padre y el reinado vasallo de Jesús, consideremos la forma en que el libro de Apocalipsis describe la benevolencia de Dios en términos del reino de Dios.

La benevolencia de Dios como el soberano del pacto puede ser vista de muchas maneras a través del libro de Apocalipsis. Sin duda, su gran benevolencia fue enviar a su Hijo a morir por nuestros pecados. Este tema es mencionado en lugares como Apocalipsis 1:5, en el 5:9 y 10, 7:14 y 14:3 y 4. Pero también vemos la benevolencia real de Dios con su pueblo de modo que nos llama hacia Él mismo y nos hace parte de su reino, como en Apocalipsis 1:6, 11:15, y 17:14.

En su bondad él eximió a su pueblo de muchos de los juicios con los que fueron amenazados los incrédulos en el libro, como en Apocalipsis 7:3 y 4, y 9:5.

Incluso las advertencias proféticas a las Iglesias en Apocalipsis son oportunidades benévolas para que nos arrepintamos. Dios contuvo su juicio para que su pueblo tenga la oportunidad de escapar de la condenación. Juan registró este tipo de benevolencia en Apocalipsis 2:5, 16 y 21, 3:3 y 19.

Pero probablemente la forma más frecuente en la que la gracia y la bondad de Dios son vistas en Apocalipsis, es a través de la defensa de su pueblo en medio de la guerra espiritual. Por lo tanto en esta lección, enfocaremos nuestra discusión en la real benevolencia de Dios, específicamente en la forma en la que protege a su pueblo de ser destruido por estos conflictos.

Bueno, en mi opinión, la guerra espiritual es la realidad de cualquier cristiano. Estamos en el entendimiento de que hay un mundo espiritual, hay un Satanás, y que esos espíritus – como Satanás – no nos gustan. Sí Satanás atacó a Jesús, entonces puedes imaginar que Satanás va a atacar la vida de los creyentes hoy día, y debemos estar listos para eso. Si la primer cosa que pasó cuando Jesús fue a Decápolis es que vio a una persona llena de espíritus, una persona poseída por demonios, puedes imaginar que hay muchas cosas como posesiones de demonios hoy día, y tenemos que tomar esto muy en serio, y debemos estar seguros de que somos santos como él es santo a fin de tomar esto seriamente. [Dr. Matt Friedeman]

En el Nuevo Testamento, la guerra espiritual no es primordialmente nuestra propia lucha interna contra el pecado, sino una guerra entre Dios y los poderes espirituales de maldad que trabajan en este mundo. Y una manera en la que Dios se involucra en este conflicto es defendiendo su reino contra estas fuerzas malvadas. Como mencionamos en una lección anterior, el libro de Apocalipsis a menudo revela el funcionamiento del reino supernatural de Dios y el reino preternatural de los ángeles y demonios, y habla acerca de su influencia en el reino natural donde vivimos. Y la esencia de toda guerra espiritual en las vidas de los cristianos es que estas fuerzas preternaturales están en combate entre sí, que influyen en nuestro mundo, que los demonios intentan dañar nuestras vidas y hacernos desleales a Dios, y que Dios emplea ángeles para protegernos de las influencias y actividades demoniacas.

El tema de la guerra espiritual es muy complicado para los Cristianos porque se manifiesta en forma diferente para cada persona. Y un resultado de esto es que cuando los cristianos discuten este tema, generalmente se van a los extremos. Un extremo es que la gente trata de explicar cada cosa que pasa en términos naturales o científicos, e ignoran la realidad de la guerra espiritual. Pero no cada cosa que pasa puede ser explicada fácilmente por la ciencia. Otro extremo es que la gente mira a los demonios detrás de cada arbusto y ve confrontaciones espirituales en cada cosa. Pienso que la verdad está en medio en algún lugar. Cuando nos preparamos para los servicios de adoración, o participamos activamente en proyectos evangelísticos espirituales, o ayudamos espiritualmente a otras personas, generalmente encontramos oposición espiritual. Esta se puede manifestar como una enfermedad, o una oficial falta de voluntad para ayudar. Pueden aparecer obstáculos de la nada, que no se pueden explicar de manera ordinaria. De hecho, nuestro mundo material está profundamente impregnado por el mundo espiritual. Y es por eso que muchos procesos físicos que toman lugar en nuestras vidas pueden ser ecos de los acontecimientos del mundo espiritual. Pero la causa de estos eventos no son el punto principal. Ellos tienen espirituales, o aun son el resultado de nuestro pecado. Pero dondequiera que estemos y cualquier cosa que nos pase, debemos entender que nuestro Señor nos protege. Podemos confiar en su poder – su fuerza. Podemos obtener apoyo de él. Y esto nos da confianza, sin importar con cuales manifestaciones espirituales encontremos. La realidad es que pertenecemos a nuestro Dios, en cuerpo y alma. Y fuera de la voluntad de nuestro Padre celestial, ni un cabello de nuestra cabeza puede caer. Es por eso que en cualquier confrontación espiritual, podemos estar quietos y seguros de que la victoria será del Señor y – con él – nuestra también. [Rev. Ivan Bespalov]

Los cristianos tienen la victoria en la guerra espiritual – no hay nada que los demonios pueden hacer para destruir nuestra salvación, o para sacudir nuestra herencia en el reino de Dios. La guerra espiritual puede ser desalentadora y fastidiosa – y aún aterradora. Pero por la benevolencia de Dios, nunca tendrá éxito contra nosotros a largo plazo.

Dividiremos nuestra discusión del pacto de benevolencia de Dios en tres partes. Primero, observaremos la forma en la que Dios defendió a su reino en el Antiguo Testamento. Segundo, veremos cómo defendió su reino en el Nuevo Testamento fuera del libro de Apocalipsis. Y tercero, nos enfocaremos en su protección benevolente en el libro de Apocalipsis mismo. Empzemos con la benevolencia de Dios en el Antiguo Testamento.

Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento está lleno de relatos de batallas. Israel fue frecuentemente a la guerra contra naciones vecinas. Y los israelitas pelearon aun entre ellos mismos varias veces. Pero a pesar de que la mayoría de las descripciones de las guerras en el Antiguo Testamento, señalan que los seres humanos pelearon con armas físicas, las Escrituras ocasionalmente retiran el velo para mostrarnos que también se dieron lugar batallas espirituales. Y de hecho, estas batallas invisibles influenciaron grandemente los éxitos o fracaso de los ejércitos humanos.

Estas batallas invisibles fueron siempre peleas entre Dios y sus santos ángeles de un lado, y Satanás y sus ejércitos demoniacos por el otro. Aunque la mayoría de los ejércitos humanos que se opusieron a Israel creían que estaban siguiendo a otros dioses, versículos como Deuteronomio 32:17, deja claro que los falsos dioses de las naciones eran en realidad demonios.

En el Antiguo Testamento, ángeles y demonios son proyectados algunas veces como siendo parte de o estando de pie detrás de los conflictos geopolíticos. Parece como si los ángeles y los demonios tuvieran que ver en el resultado de estos eventos y de estos conflictos. Por ejemplo, vemos en Daniel 10 un caso en donde Gabriel, un ángel, viene a Daniel y le dice, "He oído tu oración. Salí hace un tiempo para encontrarme contigo, pero fui detenido con un conflicto en el que participo el ángel Miguel y los reyes de Persia." Ahora en cierta medida se trata de textos misteriosos y es difícil para nosotros entender exactamente lo que significan y cómo estos eventos resultaron, y cuál fue el proceso de estos conflictos. Pero vemos que los ángeles y los demonios están en alguna manera parados detrás o afectando los conflictos geopolíticos. Para la audiencia del Antiguo Testamento, estos conflictos entre las naciones no fueron estrictamente humanos o naturales, sino que todos ellos tuvieron un antecedente supernatural. Los ángeles estaban en conflicto con los demonios. Los ejércitos supernaturales estaban peleando de la misma manera en la que los ejércitos terrenales lo hacían. Ellos entendieron este trasfondo para todo lo que ocurría alrededor de ellos, y por lo tanto Daniel no se sorprendió al ver que Gabriel pudo haber sido detenido o su llegada pudo haber sido impedida por causa de algo que estaba pasando con los príncipes de Persia. [Dr. Scott Redd]

Una serie de ejemplos que remarcan las batallas invisibles entre ángeles y demonios puede ser encontrada en Éxodo 7 al 15. En los días de Moisés, el pueblo de Dios fue esclavizado por los egipcios. Pero Dios dirigió sus ejércitos angelicales en una batalla en contra de Egipto y sus dioses paganos, para rescatar a su pueblo de la tiranía. Él comenzó mandando diez plagas contra los egipcios, incluyendo su ángel de la muerte que mató al primogénito en cada hogar egipcio. Entonces, en una muestra culminante de su poder, liberó a su pueblo ahogando al ejército egipcio en el Mar Rojo.

A través de toda la Biblia, una de las principales formas en las que Dios se revela, tanto en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, una de las principales formas en las que él es revelado es que él es un guerrero. Uno de los pasajes más famosos por su puesto es Éxodo 15:3 donde Moisés está cantando en el Mar Rojo después de derrotar a los Egipcios y él dice, "Jehová es un varón de guerra, Jehová es su nombre". Jehová es la abreviatura de una expresión más larga para Dios, Jehová Sabaoth que significa, "Jehová de los ejércitos". Y así aun ahí, lo dicho por Moisés en Éxodo 15:3 es que en el centro de lo que Dios es, en la esencia de lo que Dios es, está la idea de guerrero. Dios es un guerrero. [Dr. Richard L. Pratt, Jr.]

Entonces, en Éxodo 15:11 Moisés cantó:

¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Éxodo 15:11)

Moisés y sus lectores sabían la respuesta a esta pregunta: ningún dios es como el Señor. Después de todo, los dioses egipcios eran completamente incapaces de detener al verdadero Dios, de destruir a todo el ejército egipcio.

El Antiguo Testamento está lleno de ejemplos como este. Dios frecuentemente se identifica a sí mismo como el rey guerrero de Israel que los dirige en la batalla. Pero estas batallas no son sólo contra enemigos humanos; en ellas siempre participó Dios yendo a la guerra contra los falsos dioses de las naciones.

Por ejemplo, en 2 Reyes 19, Senaquerib, el rey de Asiria, se burló de Ezequías, rey de Judá, porque éste creía que los dioses Asirios eran más fuertes que el Dios de Israel. Así, en 2 Reyes 19:17 al 19, Ezequías ofreció esta oración a Dios:

Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras; y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra, y por eso los destruyeron. Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios.

Ezequías entendió que una batalla con los asirios no era sólo contra Senaquerib y sus ejércitos. Era una batalla espiritual entre el Señor y los dioses de Asiria. Es por eso que no sólo oró por la victoria en la batalla, sino para que el Señor fuera exaltado sobre sus dioses. Dios respondió a su oración. Esa noche un ángel mató a 185,000 hombres en los ejércitos asirios, y Senaquerib regresó a casa derrotado. El ejército de Ezequías nunca tuvo que enfrentar a los asirios en batalla. El poder espiritual de Dios destruyó completamente al ejército humano.

Una de las representaciones más importantes del Señor en el Antiguo Testamento es el rol de Dios como Rey, y como Rey él tiene múltiples deberes así como cualquier otro rey del Cercano Oriente, múltiples deberes y funciones que dan luz de su oficio como Rey. Una de estas funciones sería una función de guerrero. Ya ves, en el antiguo Cercano Oriente, el rey era considerado el líder de los ejércitos, el líder de los ejércitos de la nación, y como tal, él era también el más grande guerrero. Así que Dios o el Señor siendo un guerrero en todo el Antiguo Testamento se presenta como un Rey quien es un Rey guerrero. El sale y defiende, el pelea por, el entrega, y el protege a su propio pueblo. El rol de Dios como rey guerrero es motivo de consolación y confort, y también es motivo de confianza. Mientras vamos hacia afuera en el mundo que nos rodea, el pueblo de Dios puede estar seguro que su Dios es un guerrero y que sale y pelea por ellos, que los protege, los defiende, y la victoria será suya. [Dr. Scott Redd]

Las historias de guerra del Antiguo Testamento no siempre son explícitas acerca de los conflictos espirituales entre el Dios de Israel y los falsos dioses de las naciones. Pero aun así, el Antiguo Testamento consistentemente demuestra que las batallas físicas son influenciadas grandemente por batallas espirituales.

Ahora que hemos visto como Dios demostró su benevolencia defendiendo su reino en el Antiguo Testamento, pongamos atención a su benevolencia en la guerra espiritual del Nuevo Testamento.

Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento, la guerra espiritual no involucra fuerzas del ejército terrenal. Así que, su descripción de la benevolencia de Dios en la guerra espiritual principalmente se dirije a conflictos invisibles en el reino preternatural, y como estos conflictos espirituales influencian al reino natural. Ahora, así como en el Antiguo Testamento, Dios, ángeles y demonios están involucrados en las guerras humanas y en las políticas internacionales. Pero el enfoque de la protección benevolente de Dios en el Nuevo Testamento es como él mantiene a su pueblo fiel, libre de los poderes demoníacos.

Como en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento menciona muchos maneras diferentes de como Dios protege benevolentemente a su pueblo. Pero, por cuestiones de tiempo, limitaremos nuestra discusión a sólo dos. Primero, la protección benevolente de Dios en la guerra espiritual, es expresada en la victoria de Cristo.

Victoria de Cristo

El Nuevo Testamento presenta la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús como una victoria no sólo sobre el pecado y sus consecuencias, sino también sobre los enemigos espirituales de Dios.

La vida de Jesús conquistó a los demonios de muchas maneras, especialmente como lo demostró a través de exorcismos. Vemos esto en pasajes como Mateo 12:25 al 28, donde Jesús enseñó que él era capaz de sacar demonios con gran poder y fuerza, porque el reino de Dios había venido. Con respecto a la muerte de Cristo, escuchemos lo que Pablo escribió en Colosenses 2:15:

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:15)

En este versículo, los principados y potestades son poderes demoniacos. Y ellos son desarmados y derrotados por lo que Cristo hizo en la cruz. Vemos esta misma idea en Hebreos 2:14. La resurrección y ascensión de Cristo al cielo, también extendió la benevolencia protectora de Dios para su pueblo. Por ejemplo, éstos eventos le dieron la autoridad a Jesús, sobre todos sus enemigos espirituales, así que él puede proteger y bendecir a la iglesia. Esta idea es claramente enseñada en Mateo 28:18 al 20, Efesios 1:19 al 23, y 1 Pedro 3:22.

Una segunda manera en la que el Nuevo Testamento habla acerca de la real benevolencia de Dios en la guerra espiritual, es describiendo el poder del Espíritu Santo, que nos capacita para resistir al demonio y sus tentaciones.

Poder del Espíritu Santo

Jesús ganó poder sobre todos los enemigos espirituales tanto suyos como nuestros, cuando él vivió en obediencia a Dios, murió en la cruz, resucitó de la muerte y ascendió al cielo. Pero en la actualidad, él no usa ese poder para destruir a nuestros enemigos completamente. De hecho, Dios sigue permitiendo que los demonios influencien el mundo de diversas maneras. Pero también nos confiere poder por medio del Espíritu Santo, para que podamos resistirlos. Vemos esto en Gálatas 3:2 y 3, Efesios 3:16, Colosenses 1:9 al 11, y muchos otros lugares. Sólo como un ejemplo, escuchemos en Santiago 4:5 al 7:

El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros … él da mayor gracia… Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (Santiago 4:5-7)

Aquí, Santiago enseñó que la gracia que recibimos del Espíritu Santo, nos da el poder para enfrentar la guerra espiritual, manteniéndonos leales a Dios y ayudándonos a resistir las tentaciones e influencias demoniacas.

Pienso que la primer cosa que el Espíritu Santo hace para capacitarnos para la guerra espiritual es hacernos consientes de esta reino espiritual. Tendemos a gravitar hacia lo que vemos y sentimos. Pero para estar consientes de que hay un reino spiritual que participa en y tiene una batalla dentro, es muy importante. Así que él nos hace consientes del reino espiritual en primer lugar. El nos da la convicción de pecado, para vencer al pecado en nuestras vidas la primer cosa es estar consientes de ese pecado y entonces el nos capacita para vencer al pecado. También, para dirigirnos en oración y participar en batalla en ese frente es vital su rol en nuestras vidas. [Dr. K. Erik Thoennes]

En Efesios 6, Pablo usó como metáfora, "la armadura y las armas del soldado", para describir la manera en la que Dios nos protege en la guerra espiritual. Específicamente, habló acerca de los cristianos cubriéndose con la armadura de Dios totalmente. Escuchemos sus palabras en Efesios 6:12 y 13:

No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:12-13)

Luego, en los versículos 17 y 18, Pablo dijo que el Espíritu Santo juega un papel fundamental en la formación de esta armadura, en nuestra motivación y en el poder en la batalla. Escuchemos lo que él dijo:

Tomad … la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu. (Efesios 6:17-18)

Hasta que Jesús regrese a terminar lo que comenzó, el Nuevo Testamento nos llama a comprometernos en una guerra espiritual, en contra de las fuerzas preternaturales que aun están trabajando en este mundo. Y promete que el Espíritu Santo nos dará las herramientas y la fuerza para hacerlo. Cómo Pablo dijo en 2 Corintios 10:4:

Las armas de nuestra milicia no son carnales. Sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. (2 Corintios 10:4)

Nuestras armas tienen poder divino porque ellas vienen del Espíritu Santo. Y son efectivas contra cualquier peligro espiritual, desde las enseñanzas falsas hasta el demonio mismo.

Seamos realistas, el maligno nos va a traer aflicción en la tierra. Cuando eso sucede, la pregunta es, ¿Hay alguna esperanza? ¿Hay alguien conmigo? (Cambie la pregunta para que fuera de acuerdo en la respuesta) ¿Dios está consciente de esto y hará algo al respecto? Y la respuesta contundente es, Sí, y el nos ofrece abundante poder para vencer cualquier ataque del maligno. Ahora, me gustaría leerte uno de mis pasajes favoritos sobre este tema, 1 Juan 4:3 y 4. Juan dice, "…todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo". Dios promete que tenemos un poder más grande. Y esta es una lucha de poder. El maligno tiene mucho poder, más que él que nosotros tenemos, excepto por el hecho de que nosotros tenemos a Dios. [Mr. Steve Douglass]

Ahora que hemos visto como Dios demostró su benevolencia en la guerra espiritual del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, dirijamos nuestra atención a la forma en la que protege a su pueblo y pelea contra sus enemigos en el libro de Apocalipsis.

Libro de Apocalipsis

Y creo que lo que el libro de Apocalipsis nos enseña, especialmente en capítulos como el 12, es que lo que está pasando en la tierra está relacionado con lo que está pasando en los cielos, y esa guerra espiritual realmente tiene que ver con lo que está pasando en la historia y con lo que está pasando en nuestras vidas, y esas fuerzas espirituales están enganchadas en la historia, y el gran dragón Satanás está en el trabajo y detrás de la bestia y estos están relacionados, y que la protección que los cristianos necesitan esta en las iglesias y comunidades actuales que son… que existen en Laodicea y en Éfeso, pero su protección es también en el Cordero, en el Cordero resucitado. Por lo tanto la interconexión entre lo que sucede en los cielos con Satanás y Jesús y la batalla que se está dando ahí se manifiesta en la historia, no sólo en el primer siglo sino también ahora. Y vemos estas cosas sucediendo en el mundo actual donde los cristianos están sufriendo por su fe. No son sólo fuerzas políticas que están trabajando. Son fuerzas demoniacas que están trabajando. [Dr. Greg Perry]

A través del libro de Apocalipsis, Juan alertó a los cristianos de los conflictos espirituales que han estado sucediendo desde la caída de la humanidad en el pecado, y que continuarán hasta que Cristo regrese. Juan simbólicamente describió este conflicto espiritual como una guerra entre la bestia y la mujer en Apocalipsis 12, y como la guerra de la bestia del mar y de la bestia de la tierra en Apocalipsis 13. Juan quería que sus lectores supieran que la persecución que experimentarían, y las tentaciones que enfrentarían, resultarían directamente del conflicto espiritual entre Cristo y sus enemigos.

Al igual que el Antiguo Testamento, Juan señaló que las batallas espirituales entre ángeles y demonios afectan las políticas humanas. Vemos esto, por ejemplo en la forma en la que los reyes de la tierra se reúnen para pelear contra Dios, en Apocalipsis 16:14 al 16. Otro claro ejemplo es la explicación de que las cabezas de la bestia en Apocalipsis 17, así como sus cuernos, son reyes terrenales. Y por supuesto, la misma audiencia original de Juan, sufrió persecución de los gobernantes terrenales, que se movieron al menos en parte por fuerzas demoniacas.

Pero como el Nuevo Testamento, Juan también explicó que las batallas espirituales de su audiencia original tomaron lugar principalmente en el reino preternatural. Estas fueron batallas personales para mantenerse fieles a Cristo, para resistir el pecado y para expandir el reino de Dios a través del evangelio; no fueron llamados para tomar las armas contra otros seres humanos.

Pero en todos los casos – si él estaba hablando de luchas cósmicas, o de políticas humanas, o luchas personales – Juan aseguró a su audiencia que Dios era su protector benevolente. Él los guardaría contra los ataques abrumadores, los esforzaría para mantenerse fieles, y eventualmente les concedería paz sin desafíos.

El libro de Apocalipsis se enfoca mucho en la guerra spiritual. Esto muestra una radical dicotomía entre Dios y Cristo y sus sirvientes por un lado y Satanás y sus sirvientes por el otro. Eso nos ayuda a entender que se trata de una cuestión de lealtad; ¿Estas siguiendo a Dios o a ti mismo y en el proceso que realmente perteneciendo al reino de Satanás? Ver esta radical dicotomía es importante para nosotros. La segunda cosa a la que me gustaría llamar la atención es que se está preguntando sobre nuestros pactos. Se está preguntando sobre a donde va nuestra mente, a donde van nuestros corazones, no sólo nuestra conducta externa. La tercer cosa que creo está involucrada es que Satanás es un falsificador, tiene cosas que están suficientemente cerca de la verdad para succionar a las personas hacia ellas, pero son falsas, e identificar a ese personaje que puede seguir siendo atractivo es uno de nuestros retos hoy en día. [Dr. Vern S. Poythress]

En respuesta al estrés y a los problemas causados por la guerra espiritual, el libro de Apocalipsis ofrece a sus lectores por lo menos tres diferentes formas de pensar acerca de la benevolente protección de Dios. Primero, enfatiza que Cristo tiene una victoria segura para todos sus fieles.

Apocalipsis enfatiza que la vida, muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Cristo, aseguran nuestra victoria final en la guerra espiritual. Apocalipsis 4 y 5 presentan esta victoria claramente, mostrando a Jesús como el cordero inmolado de Dios que fue encontrado digno para abrir el libro del juicio contra los enemigos de Dios. La victoria de Cristo sobre sus enemigos no puso final a la batalla. Pero aseguraron que eventualmente sus enemigos serían absolutamente destruidos, y sus fieles serían perfectamente bendecidos. En este sentido, la benevolencia y protección de Dios toman la figura de sellarnos en victoria. No hay manera en que podamos dejar de conquistar porque la victoria ya le pertenece a Cristo. Nosotros simplemente tenemos que perseverar hasta que él lo haga suceder.

Una segunda manera en que Apocalipsis llama la atención a la benevolente protección de Dios en la guerra espiritual, es recordándonos que el Espíritu Santo está presente aplicando la victoria de Cristo a las vidas de los creyentes.

Cuando Cristo aseguró nuestra victoria en la guerra espiritual, ganó el derecho de compartir las bendiciones de esa victoria con su fieles. Y en su benevolencia, señaló al Espíritu Santo para que aplicará estas bendiciones a nuestras vidas, o como podríamos decir, para distribuir esas bendiciones entre nosotros.

Muchas de estas benevolentes bendiciones, se relacionan con cosas que vemos en el libro de Apocalipsis. Por ejemplo, el Imperio romano ha caído, de hecho, todos los poderes a través de la historia que han tratado de extinguir a la iglesia han fracasado. Lejos de ser derrotado, el reino de Dios ha avanzado en cada nación, tribu, persona y lenguaje. Y de acuerdo a Apocalipsis 7, este eventualmente completará la tarea.

La tercer manera en la que Apocalipsis remarca la protección benevolente de Dios en la guerra espiritual, es recordándonos que cuando Cristo regrese, Dios terminará esta batalla con su victoria final sobre sus enemigos espirituales destruyéndolos absolutamente.

Apocalipsis nos da la confianza plena de que cuando Cristo regrese, Satanás y sus seguidores serán finalmente destruidos. Ellos serán totalmente incapaces de tentarnos y molestarnos. Su castigo los limitará tanto que les será imposible pelear por más tiempo.

Apocalipsis 17 y 18 describen el castigo de la gran ramera, Babilonia, y la pena de los reyes y los habitantes de la tierra que la siguieron. Apocalipsis 20 recuenta la derrota final del dragón y sus ejércitos. Y Apocalipsis 21 y 22 enseñan que los cielos nuevos y la tierra nueva estarán completamente libres de la presencia del maligno.

Cuando todos los enemigos de Dios sean rendidos a la impotencia, la gran guerra espiritual terminará, y los fieles de Dios vivirán en una paz ininterrumpida. Esta será la última expresión de la protección y benevolencia de Dios; estaremos completamente seguros por siempre.

A través del libro de Apocalipsis, podemos ver la benevolencia de Dios proveyendo y protegiendo a su pueblo. Jesús compró la victoria del pueblo de Dios en la cruz, y resucitó otra vez, para que su victoria puede ser aplicada a todos los fieles a Dios. En el presente, la iglesia experimenta esa victoria en parte. Y tenemos la promesa segura de Dios que cuando Cristo regrese, gozaremos completamente de esa victoria. Todos los enemigos de Cristo serán juzgados y recibiremos nuestra herencia gloriosa en los nuevos cielos y en la nueva tierra.

Hasta ahora en nuestra lección hemos examinado el pacto del reinado de Dios y de Cristo como soberano y como rey vasallo, y vemos como Apocalipsis resalta la benevolencia de Dios a través del pacto con su pueblo. Así que, en este punto, estamos listos para ir a nuestro tercer tema principal: la lealtad que Dios requiere que demostremos como ciudadanos de su reino.

LEALTAD

Como hemos visto, por lo menos hay tres características de nuestra relación con Dios, que son paralelas con los tratados o pactos antiguos de los soberanos con los vasallos: la benevolencia de Dios hacia nosotros como su pueblo; la lealtad u obediencia que Dios requiere de nosotros como su reino vasallo; y las bendiciones como consecuencias de la obediencia, y de las maldiciones como consecuencias a la desobediencia. En este punto nos enfocaremos en el servicio leal que Dios espera del pueblo que salvó por su gracia.

Cuando escribió el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan estaba consciente del pacto de la iglesia con Dios y su relación entre ellos. Y una de las razones por las que escribió fue para alentar a las iglesias en Asia Menor para mantenerse leales a Dios a través de los retos que enfrentaron. Él quería recordarles "toda la bondad que Dios les había mostrado," las bendiciones que Dios les había ofrecido, y que ellos deberían vivir en obediencia fiel al Señor. Recordaremos que en lecciones anteriores las iglesias mencionadas en Apocalipsis enfrentaron muchas tentaciones que comprometían su lealtad a Dios, la audiencia original de Juan enfrentó por lo menos cuatro diferentes tipos de tentaciones para hacerlos desleales a Dios: