En el año 1675 en Bedford, Inglaterra, el famoso predicador puritano y escritor John Bunyan fue arrestado por predicar públicamente sin permiso, y fue encarcelado durante seis meses. Previamente, él había pasado doce años en prisión, donde escribió muchos libros y folletos. Así que, en lugar de ver este nuevo encarcelamiento como una gran tragedia, lo tomó con un punto de vista optimista.
Él escribió, "he estado sin escribir mucho tiempo. Quizá esto más que una prisión, es como una oficina en la que puedo alcanzar el mundo con el mensaje de Cristo."
Fueran o no éstas las palabras precisas de Bunyan, su ministerio durante este corto encarcelamiento es innegable. Fue durante estos meses que él escribió "El Progreso del Peregrino", una alegoría de la vida cristiana que es quizás el libro más famoso escrito en el idioma inglés. Pero aunque el trabajo de Juan Bunyan en prisión fue muy importante, el del apóstol Pablo fue mucho mayor. Y durante los cuatro años de encarcelamiento de Pablo en Cesarea y Roma, él hizo algunos escritos que son más importantes, populares y pastorales incluso que "El Progreso del Peregrino".
Ésta es la primera lección de nuestra serie "Epístolas de Pablo en Prisión." En esta serie estudiamos las cartas de Pablo que normalmente se llaman "epístolas de la prisión," Éstas son cartas que Pablo escribió a varias iglesias y personas mientras estaba en prisión al servicio de Cristo. Nosotros hemos titulado esta lección "El encarcelamiento de Pablo." En esta lección, veremos las circunstancias que dieron lugar a las cartas de Pablo a los colosenses, a Filemón, a los efesios y a los filipenses.
Nuestro estudio sobre El encarcelamiento de Pablo abarcará tres puntos principales: Primero, veremos el trasfondo del encarcelamiento de Pablo, primero en Cesarea y después en Roma. Segundo, exploraremos el continuo ministerio de Pablo durante su encarcelamiento, viendo cómo continuó incluso sirviendo como apóstol de Cristo mientras estaba en prisión. Y tercero, examinaremos la unidad teológica de las epístolas de la prisión, enfocándonos en algunos temas principales que todas ellas comparten. Comencemos con el trasfondo del encarcelamiento de Pablo.
Una de las primeras cosas que debemos mencionar es que los estudiosos no se han puesto de acuerdo sobre el lugar donde Pablo fue encarcelado cuando escribió sus cartas a los colosenses, a Filemón, a los efesios y a los filipenses. Algunos creen que escribió desde Cesarea, mientras que otros creen que escribió desde Roma. En esta lección, diremos que probablemente Pablo escribió desde Roma, aunque este detalle no será crítico para ninguna de nuestras interpretaciones. No obstante, debido a que estudiosos respetables discrepan en este punto, manejaremos ambas ciudades.
Nuestra investigación sobre el trasfondo del encarcelamiento de Pablo empezará con un estudio de eventos que preceden su arresto. Después, exploraremos los eventos que rodean su arresto en Jerusalén, seguido de su primer encarcelamiento en Cesarea. Finalmente, veremos su subsiguiente encarcelamiento en Roma. Veamos primero los eventos que preceden su arresto.
Casi al final del Tercer Viaje Misionero de Pablo, probablemente alrededor del año 56 o 57 DC., Pablo y sus compañeros de viaje viajaban de Asia Menor a Jerusalén, principalmente por barco. Su intención era entregar los fondos a los cristianos pobres en Jerusalén que padecían hambre. En su camino, se detuvieron en Mileto, dónde Pablo se encontró con los ancianos de la ciudad cercana de Éfeso. Durante esta reunión, Pablo reveló que el Espíritu Santo lo había advertido de que sería encarcelado cuando llegara a Jerusalén. Leemos sus palabras proféticas en Hechos capítulo 20 versículos 22 al 24:
Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. (Hechos 20:22-24)
En muchas de las ciudades que Pablo visitó, los creyentes profetizaron que encarcelarían a Pablo. Pero el Espíritu Santo compelió a Pablo hacia ese encarcelamiento. Así que, Pablo sabía que estas profecías no eran para disuadirlo de su curso, sino para prepararlo para sus próximas penalidades. Pablo tenía muchos enemigos en Jerusalén y sabía que podría ser arrestado y encarcelado cuando llegara. Pero también sabía que este sufrimiento era parte del plan de Dios para él.
De Mileto, Pablo y su compañía navegaron a Cos, después a Rodas y luego a Pátara. En Pátara, tomaron una nave que los llevó por Chipre antes de llegar a Tiro. En Tiro, el Espíritu Santo movió a mucho más creyentes para advertir a Pablo de las próximas penalidades en Jerusalén. Pero aun así Pablo tuvo perseverancia para alcanzar su meta.
De Tiro, el grupo navegó a Tolemaida y después a Cesarea en la costa de Samaria. Debido a que había tantas ciudades llamadas Cesarea en el mundo antiguo, a esta ciudad en particular a veces se le llama "Cesarea Marítima," para distinguirla de las otras.
Durante su estancia en Cesarea Marítima, Pablo fue advertido otra vez de no ir a Jerusalén. En una escena dramática muy conocida, el profeta Agabo ató sus propias manos y pies como una señal profética, advirtiendo que Pablo sería arrestado y privado de su libertad si continuaba hacia Jerusalén. Es fácil entender por qué los amigos de Pablo no querían que fuera arrestado. Ellos probablemente temían por la seguridad de Pablo y no querían que lo dañaran. Pero Pablo sabía que Dios estaba planeando usar su arresto y encarcelamiento para llevar más allá el evangelio. Como leemos en Hechos capítulo 21 versículo 13,
Entonces Pablo respondió: yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. (Hechos 21:13)
Pablo entendió que su próximo encarcelamiento era una parte necesaria de su ministerio. Su encarcelamiento sería "para el nombre del Señor Jesús." Es decir, el Espíritu Santo iba a usar el encarcelamiento de Pablo como un medio a favor del evangelio y para ministrar a la iglesia.
Y Pablo tenía buenas razones para confiar en el Espíritu Santo conforme enfrentaba estos peligros. Anteriormente, durante su segundo viaje misionero, Pablo había visto que el Espíritu Santo lo cuidaba. Según Hechos capítulo 16 versículos 6 al 10, Pablo había querido predicar el evangelio en Asia y Bitinia, pero el Espíritu Santo lo había prevenido. Aunque esto debió parecerle extraño a Pablo, obedeció al Espíritu y viajó a Troas.
En Troas, Pablo recibió una visión que le reveló el plan de Dios: Pablo debía llevar el evangelio a Macedonia. El trabajo de Pablo en Macedonia resultó ser bastante fructífero. Pero si Pablo hubiera desobedecido al Espíritu Santo predicando en Asia y Bitinia, él no habría podido predicar en Macedonia. A través de esta experiencia y muchas otras, Pablo llegó a saber que Dios trabaja de maneras misteriosas. Y por lo tanto, él estaba listo para seguir la dirección del Espíritu hacia Jerusalén, sin importar lo que allí pasara. Para Pablo, era suficiente saber lo que Dios quería que él hiciera y confiar en que Dios usaría este sufrimiento para lograr algo maravilloso e inesperado.
Con este conocimiento limitado de su futuro, pero también con la confianza segura en el Espíritu de Dios, Pablo estaba dispuesto a enfrentar la prisión. Terminó su tercer viaje misionero viajando a Jerusalén, probablemente por el año 57 DC. Según el capítulo 20 de Hechos versículo 16, él pudo haber llegado cerca del tiempo de Pentecostés, más o menos a principios del verano.
Ahora que estamos familiarizados con los eventos que preceden el arresto de Pablo, estamos en posición de investigar las circunstancias de su arresto en Jerusalén. ¿Cómo entró Pablo en conflicto con las autoridades en Jerusalén? ¿Por qué fue encarcelado?
Cuando Pablo llegó a Jerusalén, se quedó con un creyente llamado Mnasón, y fue bien recibido por la iglesia. Al siguiente día, Pablo visitó a Santiago que era el hermano de Jesús y el autor del libro del Nuevo Testamento de Santiago. Los ancianos de la iglesia en Jerusalén también se reunieron para encontrarse con Pablo.
Probablemente, fue aquí cuando Pablo entregó a la iglesia los fondos de ayuda para los pobres que había colectado durante su tercer viaje misionero. Por las cartas anteriores de Pablo, como la de Romanos y 1 & 2 Corintios, sabemos que Pablo estaba muy interesado con el papel que estos fondos jugarían, no sólo ayudando a los cristianos pobres en Jerusalén, sino también en reconciliar a los judíos creyentes y los gentiles.
Pablo esperaba que al recibir este regalo de los gentiles, los judíos cristianos en agradecimiento, estuvieran más ávidos a recibirlos totalmente como hermanos en Cristo. Pero el registro de Lucas en Hechos, no menciona la entrega de los fondos para los pobres, sin embargo, resalta ciertas preocupaciones que la iglesia de Jerusalén tenía con respecto al ministerio de Pablo. Probablemente, esto indica que la iglesia de Jerusalén no valoraba esta ayuda a los pobres tanto como Pablo esperaba que lo hiciera.
En lugar de regocijarse de la generosidad del los gentiles cristianos y confirmar el ministerio de Pablo, Santiago y los ancianos le informaron a Pablo que ciertos rumores habían llegado a Jerusalén sobre las enseñanzas y prácticas de Pablo. Específicamente, se rumoraba que Pablo enseñó a los judíos cristianos a vivir entre gentiles para que dejaran las prácticas judías tradicionales, como la circuncisión. Ahora, los judíos cristianos en Jerusalén realmente creían que todos los judíos cristianos debían mantener las prácticas judías tradicionales. Por lo que Santiago y los ancianos estaban preocupados de que los judíos cristianos locales se pudieran oponer a Pablo debido a estos rumores.
Debemos hacer una pausa por un momento para señalar que estos rumores sobre Pablo eran falsos. A lo largo de sus epístolas, Pablo afirmó la validez de la ley moral de Dios encontrada en el Antiguo Testamento. Y más allá de esto, él no animó a las comunidades judías a que abandonaran las tradiciones que tenían basadas en la ley Mosaica. Al contrario, él siguió la tradición judía cuando estaba en las comunidades judías. Sin embargo, él enseñó esto con la muerte y resurrección de Cristo, una nueva era había comenzado. Como explicó en sus epístolas, ni a gentiles ni a judíos se les exigía que mantuvieran estas tradiciones. Los cristianos generalmente debían guardar las tradiciones judías en un alto nivel, pero sólo por la causa de extender el evangelio entre los judíos no-creyentes.
Escuche la manera en que él describió su posición en estos temas en 1 de Corintios capítulo 9 versículos 20 al 21:
Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. (1 Corintios 9:20-21)
Pablo no dudó en comportarse como un gentil cuando estaba entre gentiles. Pero también estaba contento de seguir las tradiciones judías por causa del evangelio. Ahora, Dios no obligó a Pablo a que mantuviera estas aplicaciones judías tradicionales de la ley del Antiguo Testamento. Como Pablo lo dijo aquí, él era libre de abandonar estas prácticas tradicionales. Pero él no tenía libertad en cuanto a los requisitos morales de la ley en Cristo. Para abreviar, Pablo creía que las aplicaciones de la ley de Dios habían cambiado ahora que Cristo había venido, pero que aun era aceptable mantener viejas reglas por causa del evangelio.
No es difícil imaginar cómo una doctrina anunciada tan cuidadosamente se podría haber entendido mal, o por qué se podría haber rumoreado que Pablo enseñó a los judíos a abandonar sus tradiciones. De cualquier forma, Santiago y los ancianos tenían una solución que creían podría satisfacer a los cristianos judíos en Jerusalén.
Específicamente, sugirieron que Pablo demostrara su compromiso con la Ley Mosaica participando en los rituales del templo en Jerusalén. En particular, le pidieron que hiciera los ritos de la purificación con cuatro hombres que habían hecho voto de nazareato. Esto mostraría la obediencia de Pablo a la ley y sumisión a la tradición judía. También le pidieron a Pablo que pagara los gastos relacionados con estos cuatro nazareos, lo que demostraría el grado de la piedad de Pablo.
Como el apóstol de los gentiles, Pablo sabía que sus acciones afectarían la manera en que los judíos cristianos percibían, no sólo a él, sino también a los cristianos gentiles. Probablemente, él esperaba que apoyando a los nazareos y purificándose, pudiera lograr lo que el regalo económico de los gentiles, no había logrado, como una calurosa recepción a los cristianos gentiles por los cristianos judíos. Así que, para la causa de Cristo entre los judíos, especialmente por la reconciliación de los judíos y los gentiles dentro de la iglesia, Pablo sometió a juicio de la iglesia de Jerusalén este tema y empezó su semana de purificación.
Casi al final de la semana de purificación de Pablo, él pasaba tiempo en el atrio interior del Templo. El templo incluía tanto un atrio exterior como un atrio interior. El atrio exterior estaba separado del atrio interior por un portón. El atrio exterior fue llamado el atrio de los gentiles porque se permitía a las personas de todas las naciones entrar en él. Pero el atrio interior, el atrio de Israel, era reservado exclusivamente para los judíos. Los gentiles que entraban en el atrio de Israel eran responsables hasta la muerte.
Mientras Pablo estaba en el atrio de Israel, lo reconocieron algunos judíos de Asia Menor. Ellos eran probablemente judíos no creyentes, en lugar de cristianos convertidos del Judaísmo. Antes, estos mismos judíos habían visto a Pablo con un hombre llamado Trófimo que acompañaba a Pablo a Jerusalén. Trófimo también era de Asia Menor y los judíos asiáticos sabían que él era un gentil. Así, cuando vieron a Pablo en el atrio de Israel, equivocadamente asumieron que Trófimo también había entrado en ese atrio, y fueron ultrajados.
En respuesta, estos judíos pusieron a la ciudad en contra de Pablo, y un grupo de revoltosos enfadados lo echó del atrio de Israel, intentando matarlo. Pero cuando el comandante de la guarnición romana en Jerusalén oyó que en la ciudad había un escándalo, se apresuró a calmar el disturbio, encadenó a Pablo y lo tomó en custodia. El comandante, un hombre llamado Claudio Lisias, inicialmente planeó azotar a Pablo para obligarlo a explicar el enojo de la muchedumbre, pero se detuvo en cuanto vio que Pablo era ciudadano romano. Como ciudadano de Roma, Pablo tenía derecho a protecciones legales especiales, incluyendo el derecho a no ser encerrado o golpeado sin un juicio.
Al día siguiente, Lisias llevó a Pablo ante el concilio, el cuerpo gobernante judío, para aclarar las demandas en contra de él. Al parecer, ningún testigo comprobó que Trófimo había entrado en el atrio de Israel, por lo que Pablo estuvo en libertad de defenderse al explicar por qué tantos judíos se habían ofendido con sus enseñanzas. Como leemos en Hechos capítulo 23 versículos 6 al 8:
Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. (Hechos 23:6-8)
Pablo dijo que los saduceos estaban en su contra porque él era un fariseo, y que el evangelio que predicaba coincidía con las enseñanzas de los fariseos en muchos puntos. De hecho, esto era cierto, sobre todo con respecto a la resurrección. Los saduceos no creían en la resurrección corporal de los muertos y como resultado, ellos no tolerarían las enseñanzas cristianas de Pablo sobre la resurrección de Cristo.
En el día anterior, Pablo se había dirigido al grupo de revoltosos enfadados, explicándoles que Jesús se había levantado de entre los muertos y se le había aparecido en una visión, y que le había explicado el evangelio. Así que cuando Pablo proclamó al concilio que él predicaba un evangelio basado en su visión del Cristo resucitado, se ganó un poco de simpatía de los fariseos.
Una vez que los fariseos comprendieron que Pablo se sentía fariseo y concordaba de muchas maneras con sus creencias, empezaron a defenderlo en el concilio. Pero los Saduceos no cedieron y la reunión se volvió sumamente violenta. Así que una vez más, Lisias tomó a Pablo en custodia.
Al día siguiente, Lisias pretendía presentar a Pablo una vez más ante el concilio para llegar al fondo de las acusaciones en contra de él. Pero el sobrino de Pablo advirtió a Lisias que cuarenta judíos celosos planeaban emboscar y dar muerte a Pablo antes de que él pudiera llegar al concilio. Ahora, como Pablo era ciudadano romano, Lisias estaba obligado a protegerlo. Así que en lugar de enviarlo al concilio, llevó a Pablo fuera de Jerusalén, a la ciudad vecina de Cesarea Marítima y lo puso en custodia de Félix, el gobernador de la provincia romana de Judea.
Ahora que hemos repasado las circunstancias del arresto en Jerusalén de Pablo, debemos fijar nuestra atención en su encarcelamiento en Cesarea, ante la custodia de Marco Antonio Félix, el gobernador de Judea.
Durante el periodo del encarcelamiento de Pablo, la provincia romana de Judea estaba formada esencialmente por las regiones conocidas como Judea en el sur, Samaria en el centro y Galilea en el norte. Usted recordará que Cesarea Marítima estaba en la costa de Samaria. También era la ciudad capital de la provincia romana de Judea.
Cuando Pablo llegó a Cesarea por primera vez, probablemente en 57 DC. fue custodiado durante cinco días hasta que sus acusadores llegaron de Jerusalén. Entre los que lo acusaban se encontraban el sumo sacerdote Ananías, varios ancianos judíos y Tértulo, que era el abogado del grupo.
Cuando los que lo acusaban llegaron, llegó un rumor a los oídos de Félix, Tértulo decía que Pablo perturbaba la paz e incitaba alborotos. Ésta era una acusación muy seria ante los ojos del gobernador Félix, ya que era su deber mantener la paz en Judea. Pero aun más importante desde el punto de vista judío, ellos también acusaban a Pablo de intentar violar el templo. Los ancianos judíos que estaban presentes afirmaron esta imputación, aunque ninguno de ellos testificó oficialmente.
Evidentemente, los judíos creían sinceramente en los rumores falsos sobre Pablo. Parecían estar convencidos de que Pablo estaba en contra del Judaísmo y que él admitiría orgullosamente su intento de profanar el templo. ¡Por lo tanto, el único testigo que los acusadores judíos llamaron por nombre, fue el propio Pablo! En Hechos capítulo 24 versículo 8, leemos las palabras de cierre de Tértulo hacia Félix:
Mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos. (Hechos 24:8)
Ahora, Pablo no era abogado, pero su respuesta ante sus acusadores estaba obligada. Su defensa tenía cuatro puntos principales:
Primero, señaló que no había ningún testigo en contra suya para ninguno de los supuestos crímenes. Esto significaba que no había bases para ninguno de sus cargos. Éste era un punto importante porque Pablo fue acusado de cometer sus crímenes a plena luz del día, frente a mucha gente. Si él hubiera sido culpable, ciertamente alguien debió haberlo visto.
Segundo, él defendió debidamente que otros habían perturbado la paz no él. El alboroto había sido comenzado por los judíos de Asia Menor. Pablo no era un alborotador de la paz romana; los judíos sí lo eran. Este hecho fue confirmado por la carta de Lisias que acusaba a los judíos de planear asesinar a Pablo.
Tercero, y quizás para sorpresa de sus acusadores, Pablo declaró que él no hubiera tenido ningún deseo de manchar el templo. Al contrario, él creía en todo lo escrito en las Escrituras y había venido al templo para rendir culto.
Cuarto, Pablo recordó a la corte que el concilio no lo había encontrado culpable. Este argumento realmente dañaba a la parte acusadora. Los miembros del jurado judío, el concilio, no lo habían encontrado culpable de los supuestos crímenes. ¿Por qué entonces ellos seguían buscando su ejecución?
Ahora, en la misteriosa providencia de Dios, Félix era un gobernante deshonesto. Basado en las insuficientes acusaciones en contra de Pablo, Félix hubiera podido soltarlo. Pero no lo hizo. Él vio una oportunidad para aprovecharse de la situación. Así que, decidió detener el caso y prefirió esperar a que Pablo le ofreciera un soborno. En Hechos capítulo 24 versículo 26, Lucas explicó,
[Félix] esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él. (Hechos 24:26)
Inicialmente, Félix dijo que él llevaría el caso de Pablo cuando Lisias, el comandante romano, llegó a Cesarea. Pero Félix aplazó el caso de Pablo durante dos años.
Al final de estos dos años, sin embargo, Félix fue reemplazado como gobernador por Porcio Festo. Cuando Festo tomó su puesto como gobernador en el año 59 DC., los oponentes judíos de Pablo en Jerusalén, vieron otra oportunidad de matar a Pablo. Planearon otra emboscada y pidieron a Festo que entregara a Pablo en manos de Jerusalén, pretendiendo así que su caso fuera reabierto y se manejara localmente. Así que, Festo convino en preguntar si Pablo estaría dispuesto a que su caso se escuchara en Jerusalén, en lugar de en Cesarea.
A estas alturas, en lugar de estar de acuerdo en que su caso se llevara en Jerusalén, Pablo recurrió a su derecho como ciudadano romano para que su caso fuera llevado por el propio Nerón César, y a Festo no le quedó otra opción más que conceder esta demanda. Las escrituras no hablan de cuál fue la motivación específica de Pablo sobre esta apelación, pero sabemos algunos detalles que podrían explicarlo.
Primero, Pablo no tenía muchas razones para creer que sería liberado después de un juicio en Jerusalén. Él ya había pasado dos años en prisión porque Félix no había sido justo con él. No tenía ninguna razón para creer que Festo sería más justo en su caso.
Segundo, Pablo probablemente estaba consciente del complot judío para matarlo. Lucas, el autor de Hechos y un amigo de Pablo, sabían del complot para asesinar a Pablo durante su traslado de Cesarea a Jerusalén.
Tercero la razón más importante, cuando Pablo fue arrestado por Lisias, el Señor se le apareció a Pablo en un sueño, asegurándole que viviría para proclamar el evangelio en Roma. Como leemos en Hechos capítulo 23 versículo 11:
A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma. (Hechos 23:11)
El hecho de que Pablo hubiera recibido esta visión en el momento de su arresto, le daba razón para pensar que su encarcelamiento le daría en el futuro la oportunidad de proclamar a Cristo en Roma. Como hemos visto, el Espíritu Santo ya había llevado a Pablo a creer que su encarcelamiento llevaría su ministerio del evangelio más allá. A estas alturas, él había entendido que su encarcelamiento abriría las puertas para ir a Roma.
Cualquiera de estas razones habría sido suficiente para que Pablo llevara su caso ante César. Pero cualquiera que fuera su motivación, lo que está claro, es que finalmente Pablo iba a poder predicar el evangelio en Roma, aunque fuera desde la prisión.
Ahora, antes de que Pablo fuera enviado a Roma, tuvo la oportunidad de explicar su caso ante el Rey Herodes Agripa II. Y después de oír los argumentos de Pablo, Agripa le dijo a Festo que Pablo podría ser liberado, sin tener que presentarse ante César.
Pero el Señor tenía algo muy diferente en mente para Pablo. Por razones que incluso no estaban claras para Pablo en ese momento, el Señor planeaba usar el encarcelamiento de Pablo en Roma para extender el evangelio.
Habiendo explorado los dos años del encarcelamiento en Cesarea de Pablo, ahora estamos preparados para ver su subsiguiente encarcelamiento en Roma. Empezaremos enfocándonos en el largo viaje de Cesarea a Roma.
Debido a que Pablo era prisionero de Roma, tenía que ser transportado bajo la guardia romana. Así que fue puesto bajo la autoridad de un centurión romano llamado Julio y embarcado rumbo a Asia Menor. Se le permitió a Pablo que sus compañeros de viaje Lucas y a Aristarco lo acompañaran.
El barco navegó de Cesarea, probablemente a fines del año 59 DC. Primero llegaron a Sidón, en dónde a Pablo le fue permitido visitar algunos de sus amigos. De Sidón, navegaron pasando por Chipre, y a lo largo de la costa de Cilicia y Panfilia antes de llegar a Mira en la región de Licia.
En Mira, abordaron una nave hacia Italia. A partir de este punto, navegaron con mal tiempo. Llegaron hasta Gnido, y se vieron forzados a cambiar de rumbo hacia el sur, navegando hacia la isla de Creta hasta llegar finalmente a Buenos Puertos.
Como ya era invierno, el clima era peligroso para navegar. Los peligros de navegar en este tiempo llevaron a Pablo a aconsejarle al centurión Julio que no zarpara hacia Italia. Aunque pudiera parecer ilógico que Pablo aconsejara a marineros expertos, es importante recordar no sólo que él tenía la visión profética, sino también, según 2 de Corintios capítulo 11versículo 25, que Pablo había sobrevivido tres naufragios antes de esto. Pablo quería predicar el evangelio en Roma. Él no les aconsejó que no navegaran porque quisiera evitar su destino a Roma, sino porque quería llegar a Roma sano y salvo.
De cualquier manera, el capitán y dueño del barco convenció a Julio de que su viaje tendría éxito y la nave partió una vez más. No mucho tiempo después, se encontraban dentro de una tormenta violenta, llevándolos hasta muy adentro del Mar Mediterráneo. La tormenta duró dos semanas, tiempo durante el que Pablo ministró a los que estaban a bordo y los animó diciéndoles que Dios le había revelado que todos sobrevivirían. Más adelante, la nave golpeó un arrecife cerca de la Isla de Malta y se destruyó por el oleaje.
Con la nave destruida, los marineros, los soldados, los prisioneros y todos los demás en la nave, se quedaron en Malta. Pablo, sus compañeros y sus guardias permanecieron en Malta durante tres meses, siendo bien atendidos durante este tiempo por los residentes de la isla.
Durante la estancia de Pablo en Malta, ocurrieron algunos eventos notables. En una ocasión, Pablo fue mordido por una serpiente venenosa. Primero, los nativos tomaron esto como una señal de que Pablo era un asesino, y esperaban que se muriera. Pero Pablo no se enfermó ni sufrió los efectos de la mordedura de la serpiente. Como resultado, los nativos cambiaron su manera de pensar sobre Pablo y empezaron a creer que él era un dios.
Ahora, sabemos por otros contextos, que Pablo no les debe de haber permitido a los nativos continuar considerándolo un dios. Por ejemplo, cuando la gente de Listra confundió a Pablo con el dios Hermes, Pablo les dijo que él era solo un hombre y aprovechó la oportunidad para presentarles el evangelio. Por lo que podemos asumir que esto también es lo que hizo en Malta.
Pablo también realizó muchas curaciones milagrosas en Malta. Su ministerio de sanidad empezó cuando sanó al padre de Publio. Publio era el jefe de los oficiales de Malta. Y cuando se difundió la noticia de que Pablo había sanado al padre de Publio, todos los demás que estaban enfermos en Malta, también vinieron a Pablo y fueron sanados.
Tres meses después, a principios del año 60 DC., el invierno había pasado, así que Pablo, sus compañeros y guardias izaron velas una vez más hacia Italia. Saliendo de Malta, navegaron al norte, hacia la isla de Sicilia, llegando a Siracusa. De Siracusa navegaron rumbo a Regio, en la punta del sur de la península Itálica. Cuando ellos dejaron Regio, un fuerte viento del sur los llevó rápidamente hasta la costa de Puteoli, dónde los creyentes vinieron de los alrededores para visitar a Pablo. Después de una semana, Pablo finalmente se dirigió a Roma. Llegó a Roma a fines del año 60 DC., y fue puesto bajo arresto domiciliario.
Pablo vivió bajo arresto domiciliario en Roma durante dos años, desde el año 60 hasta el año 62 DC. Durante este tiempo estuvo bajo custodia, pero se le permitía recibir visitas y enseñar libremente. Porque la dirección judía en Judea no había informado a los judíos romanos sobre el caso de Pablo, los judíos romanos tenían sus propias dudas acerca de Pablo. A través de sus predicaciones, algunos de ellos se convirtieron al cristianismo. Pero otros rechazaron sus enseñanzas sobre Jesús y sus argumentos sobre el Antiguo Testamento.
Lucas resumió la estancia de Pablo en Roma en Hechos capítulo 28 versículos 30 y 31:
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento. (Hechos 28:30-31)
El arresto de Pablo en Jerusalén fue injusto, doloroso e incluso atentó contra su vida. Su encarcelamiento en Cesarea había sido una gran injusticia. Su viaje a Roma también involucró muchas penalidades. Pero al final, los anhelos de Pablo se realizaron y la palabra de Dios fue cumplida. Pablo llegó a Roma; y durante dos años, pudo predicar el evangelio "audazmente y sin contrariedades"—a pesar de su encarcelamiento—en la ciudad capital del imperio más poderoso de sus días.
Ahora que hemos analizado el trasfondo del encarcelamiento de Pablo, estamos en posición de explorar su continuo ministerio durante su encarcelamiento. Como veremos, Pablo no perdió el tiempo durante su estancia en prisión. Por el contrario, continuó sirviendo activamente como un ministro del evangelio de Jesucristo.
Pablo era un apóstol. Jesús lo había llamado y entrenado personalmente, y lo nombró su embajador, su emisario del pacto. Aunque hoy nos parezca extraño, el oficio de Pablo y su tarea designada, no cesaron aun cuando estuvo encarcelado. Por el contrario, en la providencia de Dios, la prisión era exactamente donde Dios quería que Pablo estuviera en este momento de su vida. El mismo Dios había orquestado los eventos para que Pablo estuviera en prisión en Roma, para que Pablo tuviera la oportunidad de difundir el evangelio de Cristo al mundo occidental.
Tenemos dos fuentes principales de información sobre el continuo ministerio del apóstol Pablo durante sus años de encarcelamiento. Por un lado, el libro de los Hechos nos dice muchas cosas sobre el ministerio de Pablo en ese momento. Por otro lado, las diferentes cartas a las iglesias de Pablo; muestran una visión de su ministerio dentro de la prisión. Comencemos examinando lo que el libro de Hechos nos dice sobre el ministerio de Pablo.
Las experiencias de Pablo durante su encarcelamiento en Cesarea y Roma, eran muy importantes para Lucas, el autor del libro de los Hechos. Él dedicó casi nueve capítulos a eventos relacionados con este periodo de la vida de Pablo. Desde la decisión de Pablo de ir a Jerusalén y Roma en Hechos capítulo 19 versículo 21 hasta el final del libro de Lucas en Hechos capítulo 28 versículo 31; Lucas detalló el propósito de su arresto en Jerusalén y el encarcelamiento que le siguió.
Estos capítulos están llenos de detalles, pero por lo menos tres temas principales aparecen en muchas ocasiones: El conocimiento del futuro sufrimiento de Pablo, su conocimiento del propósito de Dios en este sufrimiento que venía, y su conocimiento de la manera en que las bendiciones de Dios serían derramadas a través de su sufrimiento. Primero, Pablo estaba consciente de que su servicio a Cristo estaba a punto de traer grandes penas y sufrimiento a su vida.
En Hechos capítulos 19 al 28, Lucas describió que Pablo tenía conocimiento sobre sus futuras penalidades. Pablo sabía que sería encarcelado y sospechaba que tal vez incluso lo matarían.
Por ejemplo, escuche estas palabras de su discurso a los ancianos efesios en Hechos capítulo 20 versículos 22 al 25:
Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones ni estimo preciosa mi vida para mí mismo yo sé que ninguno de todos vosotros verá más mi rostro. (Hechos 20:22-25)
Después en Hechos capítulo 21 versículo 13, les dijo a los creyentes en Cesarea,
Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús (Hechos 21:13)
Pablo estaba consciente de las dificultades que lo esperaban en su servicio a Cristo y su evangelio, e incluso estaba dispuesto a ser martirizado.
En segundo lugar, Pablo estaba bien consciente del propósito de su sufrimiento. Él sabía que si en los planes de Dios estaba su sufrimiento, también en los planes del Señor usaría este sufrimiento para promover el evangelio.
Pablo creía que Dios usaría su sufrimiento para extender el evangelio cristiano. Él sabía que cualquier sacrificio que tuviera que hacer, valdría la pena porque sería la manera de Dios de promover las buenas nuevas de salvación en Cristo.
Escuche de nuevo lo que les dijo a los ancianos efesios en Hechos capítulo 20 versículo 24:
Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. (Hechos 20:24)
Pablo estaba convencido de que su ministerio en la prisión incluiría testificar por el evangelio y que parte de su tarea como apóstol era sufrir estas adversidades. En lugar de opacar el ministerio apostólico de Pablo, el encarcelamiento sería el medio por el cual Pablo logró su ministerio.
De hecho, cuando leemos en otra parte de Hechos, esto es precisamente lo que pasó. En Hechos capítulo 22 versículos 1 al 21, leemos que cuando Pablo fue arrestado en Jerusalén, presentó su testimonio cristiano a la multitud. Esto lo guiaba hacia su muerte.
En Hechos capítulo 23 versículos 1 al 10, Lucas explicó que Pablo testificó el evangelio y la resurrección de Cristo ante el concilio, el cuerpo gobernante judío.
Entonces en Hechos capítulo 24 versículos 14 al 26, aprendemos que Pablo proclamó el evangelio a la corte Cesárea, tanto públicamente a su audiencia, como personalmente al gobernador Félix y su esposa judía Drusila. También se nos ha dicho que Félix estuvo hablando regularmente con Pablo por un periodo de dos años.
Continuando, en Hechos capítulo 25 versículo 18 al capítulo 26 versículo 29, Lucas nos dice que Pablo proclamó el evangelio al nuevo gobernador Festo, así como al rey judío Agripa y su esposa Berenice.
También en Hechos capítulo 28 versículos 23 al 31 Lucas explica que Pablo regularmente predicaba el evangelio del reino de Dios a todos los que venían a verlo en Roma.
En Hechos capítulo 23 versículo 11, las palabras de Cristo a Pablo resumen el propósito de todo este sufrimiento:
Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma. (Hechos 23:11)
Pablo sufrió para extender las buenas nuevas de Cristo desde Jerusalén hasta Roma.
En tercer lugar, Pablo estaba muy consciente de las bendiciones de Dios sobre su ministerio durante este tiempo. El registro de Lucas en Hechos capítulos 19 al 28 deja claro que el testimonio del evangelio de Pablo se extendió con las grandes bendiciones del Espíritu de Dios.
Lucas también nos dice que el ministerio de Pablo incluía otras cosas que le ayudaban a proclamar el evangelio y las aplicaba a la vida de las personas. Por ejemplo, recibió e interpretó visiones para proteger la vida de los que iban en el barco que chocó con el arrecife. Sanó al enfermo en Malta. Así mismo atendió las necesidades individuales de los creyentes que vinieron a verlo.
Además de la información que está en el libro de Hechos, podemos aprender mucho sobre el ministerio continuo de Pablo durante su encarcelamiento, de sus cartas del Nuevo Testamento a las iglesias en Colosas, Éfeso y Filipos y al hombre colosense Filemón.
Hay muchas maneras de resumir el ministerio de Pablo, pero por lo menos hay cuatro temas principales. Aunque estaba físicamente preso, Pablo siguió ministrando, predicando el evangelio a varios mandatarios y a sus visitantes, orando en nombre de las iglesias y de los creyentes alrededor del mundo, sufriendo muchas adversidades para el beneficio de la iglesia, y claro, escribiendo y enviando cartas a varias iglesias y personas alrededor del mundo. Primero, Pablo predicó el evangelio durante este tiempo.
Como hemos visto, Pablo soportó la prisión principalmente para ganar nuevas oportunidades de proclamar el evangelio. Y sus cartas de la prisión confirman esta idea. Esto, lo vemos no sólo porque él mismo se identificaba regularmente como embajador de Cristo en sus cartas, sino también en las oraciones que pedía de las iglesias a las que les escribió. Por ejemplo, escuche su petición en Efesios capítulo 6 versículos 19 al 20:
[Oren] por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar. (Efesios 6:19-20)
Pablo sabía que, incluso en prisión, su principal responsabilidad era proclamar el evangelio. Por lo que le pidió a los efesios que oraran por él, para que tuviera la fuerza para cumplir su responsabilidad apostólica. Similarmente, en Colosenses capítulo 4 versículos 3 y 4 escribió:
Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. (Colosenses 4:3-4)
Pablo quería que oraran por él para que tuviera la oportunidad de predicar el evangelio y poder aprovechar las buenas oportunidades que se le presentaran.
Segundo, Pablo estaba en constante oración por las iglesias. Según las cartas de Pablo, su ministerio se extendió más allá de proclamar el evangelio a los no creyentes. También incluía constantes oraciones por las distintas iglesias y creyentes alrededor del mundo.
Prácticamente, lo más seguro es que el encarcelamiento de Pablo de hecho haya incrementado el tiempo que usaba para la oración. Durante sus viajes misioneros, generalmente estaba ocupado viajando o incluso trabajando para sostenerse económicamente. Pero en prisión, él no tenía nada que hacer, ningún lugar para viajar y pocas distracciones. Esto le daba mucho tiempo para orar; y por el testimonio de sus cartas, parece que Pablo usó mucho de este tiempo en orar por otros.
Escuche el testimonio de Pablo en cuanto a sus oraciones por otros creyentes en Efesios capítulo 1 versículos 16-18:
No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo os dé espíritu de sabiduría y de revelación alumbrando los ojos de vuestro entendimiento. (Efesios 1:16-18)
Pablo oraba constantemente y de forma regular por los efesios. Él creía que la oración era poderosa y esperaba que Dios honrara sus oraciones bendiciendo a los efesios. Los esfuerzos de Pablo en la oración, formaron un ministerio fuerte y valioso para aquellos que no estaban cerca.
De una manera muy parecida, en Filipenses capítulo 1 versículos 3 al 9, él explicó que oraba regularmente por la iglesia de Filipos:
Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento. (Filipenses 1:3-9)
Y en Colosenses capítulo 1 versículo 9, leemos sobre su compromiso con la iglesia en Colosas:
Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. (Colosenses 1:9)
También oró por personas específicas, como Filemón, Apia y Arquipo en la iglesia de Colosas. Por ejemplo, en Filemón versículo 6 escribió:
Para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús. (Filemón 6)
En todos estos pasajes, vemos que Pablo se comprometió a orar por sus compañeros creyentes, buscando muchas bendiciones de Dios para ellos.
En tercer lugar, además de predicar y orar, el ministerio de Pablo en prisión incluía sufrimiento a favor de otros. Ahora, en sí mismo, el sufrimiento es un agobio, no un ministerio. Pero cuando el fin y la cosecha del sufrimiento están a favor del reino de Cristo por medio del evangelio, el sufrimiento es una forma correcta de ministerio cristiano.
Los cristianos siempre han sufrido y siempre sufrirán hasta que Jesús regrese. La Biblia nos lo asegura. Ahora, eso no significa que todos los cristianos sufren de la misma manera o al grado que sufrió Pablo. Pero Dios ha ordenado que hasta que Jesús regrese para terminar su obra, hasta que Él haya consumado su reino en la tierra, sus enemigos seguirán luchando contra Él. Y esto significa que el pueblo de Jesús continuará sufriendo.
Pero la vida de Pablo demuestra algo: nuestro sufrimiento no es en vano. Al contrario, el sufrimiento de los santos bendice a la iglesia. El sufrimiento de los cristianos testifica para el evangelio y aumenta la gloria que heredará la iglesia.
Sufrir por causa del evangelio es un ministerio poderoso y con gran propósito. En primer lugar, es un testimonio indiscutible a la verdad del evangelio. Por eso normalmente nos referimos a los cristianos que mueren por su fe, como mártires o testigos. Ya hemos visto varias maneras en que el sufrimiento de Pablo le dio oportunidades para predicar el evangelio. Pero también animó a otros a proclamar el evangelio.
Escuche las palabras de Pablo en relación con esto en Filipenses capítulo 1 versículo 14:
Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1:14)
Además de esto, es correcto pensar en el sufrimiento como un ministerio porque les asegura beneficios a otros. Después de todos, Jesucristo sufrió por los pecadores y murió para salvarnos. Y las Escrituras nos enseñan a seguir el ejemplo de Jesús específicamente sufriendo por causa de otros. Como creyentes, debemos estar dispuestos a sufrir penalidad e incluso la muerte por el beneficio de otros y debemos estar agradecidos del sufrimiento que otros llevan por esta causa.
Cuando el apóstol Juan escribió en 1 de Juan capítulo 3 versículo 16:
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Juan 3:16)
Pablo lo creyó. Como hemos visto, él estuvo dispuesto a ir a prisión e incluso a morir, si era en favor del evangelio. Leemos sobre su disposición para sufrir por otros en Efesios capítulo 3 versículo 13:
Por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria. (Efesios 3:13)
El punto de Pablo aquí era que su encarcelamiento le permitió promover el evangelio en nuevos lugares y a nuevas personas, trayendo cada vez un mayor número de personas a la fe en Cristo. Cuando el evangelio se extiende y la iglesia crece, aumenta la gloria que todos los creyentes heredarán.
En tercer lugar, las cartas de Pablo demuestran que su sufrimiento era una continuación del sufrimiento mismo de Cristo. En Colosenses capítulo 1 versículo 24, Pablo hizo la mayor declaración con respecto a su sufrimiento:
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. (Colosenses 1:24)
En Colosenses capítulo 1, Pablo afirmó e hizo énfasis en la absoluta suficiencia de Cristo. Así, cuando dijo "lo que falta," de los sufrimientos de Cristo, Pablo no quiso decir que la muerte de Cristo no era suficiente para salvarnos ni que los creyentes agregan su propio mérito a la muerte de Cristo.
Más bien, Pablo quiso decir que el trabajo de Jesús aun no termina. Cuando Jesús murió y después ascendió al cielo, dio un gran golpe contra el mal y ganó eficazmente la guerra contra sus enemigos demoníacos. Pero Pablo sabía que las fuerzas satánicas continúan luchando contra Cristo y su reino. Jesús no quiere destruir totalmente a sus enemigos hasta que Él regrese en gloria.
Hasta entonces, la iglesia debe seguir con el sufrimiento que Dios nos ha mandado. Y debido a que Jesús nos ama tiernamente y a que se hace uno mismo con todos los creyentes, él sufre cuando nosotros sufrimos. En un sentido muy real, el sufrimiento de la iglesia es el sufrimiento de Cristo.
Éste justo es el punto que el mismo Jesús hizo a Pablo durante la conversión de Pablo en el Camino a Damasco. Pablo, entonces conocido como Saulo, perseguía cristianos activamente, mandándolos a prisión y buscando sus muertes. Pero mientras iba rumbo a Damasco para arrestar a los cristianos de ese lugar, Jesús lo encontró en el camino, lo derribó al suelo y le reveló la verdad.
Esa parte de la conversación entre Jesús y Pablo está registrada en Hechos capítulo 9 versículo 5:
El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. (Hechos 9:5)
Jesús le dejo claro a Pablo que perseguir a los creyentes es perseguir al mismo Jesús. Y por consiguiente, cuando un creyente sufre, Jesús también sufre.
En resumen, entonces, Cristo debe sufrir hasta su regreso; y él sufre a través del sufrimiento de su cuerpo, la iglesia. Pero cuando su sufrimiento termine, finalmente derrotará a todos sus enemigos por completo y glorificará su iglesia. Pablo tuvo el privilegio de ayudar a Cristo a cumplir con ese sufrimiento.
Además de indicar que predicó, oró y sufrió como apóstol, las cartas de Pablo también demuestran que se comprometió fuertemente con el ministerio, escribiendo mientras estaba preso.
El ministerio de escritura de Pablo durante los años de su encarcelamiento se muestra en las cartas del Nuevo Testamento a las iglesias en Colosas, Éfeso, Filipos y al hombre colosense Filemón. A través de estas cartas Pablo pudo llevar el ministerio pastoral apropiado a personas e iglesias. Y gracias a que estos escritos se han conservado para nosotros en el Nuevo Testamento, el ministerio de Pablo se ha multiplicado a lo largo de todo el mundo durante los últimos dos mil años.
Los escritos de Pablo revelan un ministerio enriquecido a las personas e iglesias con quienes mantenía una relación. Él sabía muchas cosas sobre sus circunstancias y sobre ellos personalmente. Como resultado, Pablo pudo dirigirse a problemas específicos que concernían a sus lectores, tanto personales como teológicos. Incluso a algunos les dio instrucciones personales por nombre. A pesar de su imposibilidad de viajar, el ministerio de Pablo estaba bien informado y encajaba perfectamente a las situaciones específicas de las personas e iglesias a quienes les escribió.
Considere, por ejemplo, que en su carta a los Filipenses, Pablo entró en el ministerio pastoral exhortando a dos mujeres, Evodia y Síntique, a reconciliarse entre sí. Éstas eran mujeres que Pablo conocía, mujeres que habían laborado junto con él, pero que habían entrado en discordia. La preocupación de Pablo por ellas era personal y de amor, y la solución a su problema iba con un cariño profundo.
Las palabras para ellas, las leemos en Filipenses capítulo 4 versículo 2:
Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. (Filipenses 4:2)
De una manera muy parecida, Pablo también exhortó a la conciliación entre creyentes en el libro de Filemón. Allí intercedió a favor de un esclavo llamado Onésimo, quién había huido de su amo colosense Filemón. De hecho, todo el libro de Filemón está dedicado a pedirle a Filemón que reciba en gracia a Onésimo.
Según la carta de Pablo a Filemón, después de huir, Onésimo había buscado a Pablo, el amigo de Filemón. Y bajo el ministerio de Pablo, Onésimo se volvió cristiano. Es más, Onésimo permaneció con Pablo y lo atendió en la prisión. Así que, el ministerio de Pablo hacia Onésimo y Filemón era profundamente personal. Y se preocupó, como su pastor y su amigo, por reconciliarlos en su relación.
Pablo también dirigió sus cartas a los problemas teológicos que envolvían a la iglesia en general, proveyendo instrucción con autoridad apostólica con mano pastoral. Su ministerio de enseñanza como representante con autoridad de Cristo no flaqueó durante su encarcelamiento. Más bien, Pablo continuó proporcionando revelaciones infalibles de verdad durante este tiempo y continuó aplicando esa verdad a la iglesia por medio de sus cartas.
Como hemos visto, tanto el libro de los Hechos como las cartas de Pablo del Nuevo Testamento, indican que Pablo estaba activamente involucrado en el ministerio durante su encarcelamiento. Él sabía que Dios le había mandado la prisión como una oportunidad para propagar el evangelio y para dar ejemplo a los santos. Así inspirado con este conocimiento, dirigió un sólido ministerio de predicación, oración, sufrimiento y escritura, por el cual cumplió fielmente con todas sus encomiendas como un apóstol de Jesucristo.
Ahora que hemos presentado el trasfondo del encarcelamiento de Pablo y hemos explicado su continuo ministerio durante su encarcelamiento, estamos listos para ver la unidad teológica de sus epístolas de la prisión. En esta sección, exploraremos algunos de los temas doctrinales que las epístolas de la prisión comparten en común y explicaremos cómo estos encajan en el sistema teológico más amplio de Pablo.
Las cartas de Pablo de la prisión comparten algunos fundamentos doctrinales importantes. Básicamente, todas ellas testifican el mismo evangelio. Pero más allá de esto, todas comparten una manera común de presentar ese evangelio y tienden a dar énfasis a los mismos aspectos de ese evangelio. Esto no quiere decir que son idénticas entre sí. Pero hay un gran concepto que los une, un fundamento común del que todas ellas dependen. Y ese fundamento común es el hecho de que Jesucristo es el conquistador y gobernante de toda la creación.
Nuestro análisis sobre la unidad teológica de las epístolas de la prisión, darán énfasis a tres doctrinas principales. Primero, veremos la doctrina de que Jesucristo es el Rey de la creación. Segundo, nos enfocaremos más específicamente en un aspecto particular del reinado de Jesús sobre la creación, que llamaremos la unión con Cristo de los creyentes en su reinado. Y tercero, nos concentraremos en los requisitos de una vida ética que implican las dos primeras doctrinas. Empezaremos con la doctrina de que Jesucristo es el Rey de la creación.
El énfasis de Pablo en el reinado de Cristo sobre la creación, es quizás más escuchado en sus cartas de la prisión que en cualquiera de sus otros escritos. Nos enfocaremos en tres aspectos del reinado de Cristo que frecuentemente aparecen en sus epístolas de la prisión: su soberanía, que implica su poder y su autoridad; su honor, que incluye su gloria, su posición de ser respetado, exaltado y adorado; y su determinación de regresar para consumar su reino en la tierra. Veamos primero la soberanía real de Cristo.
Cuando decimos que Cristo es soberano, queremos decir que tiene el poder y la fuerza para hacer su voluntad; y que tiene el derecho y la autoridad legal para hacerlo. En el mundo antiguo, los reyes y emperadores comandaban a las fuerzas militares de sus países, dándoles el poder para hacer lo que ellos quisieran. Las leyes de sus países también reconocían su derecho para regir y gobernar, lo cual significaba que ellos también tenían la autoridad para hacer lo que quisieran. Muchos gobiernos modernos tienen poder y autoridad similar.
Según Pablo, cuando Jesús ascendió al cielo, Dios Padre lo vistió con este tipo de soberanía sobre toda la creación. Jesús es ahora tan poderoso y tiene tanta autoridad, que su soberanía también se extiende sobre todos los demás reyes y gobernantes, ya sea que estén en la tierra o en el reino espiritual.
En Efesios capítulo 1 versículos 20 al 22, Pablo describió la soberanía que el Padre le concedió a Cristo, de esta manera:
[El Padre] operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. (Efesios 1:20-22)
Ahora mismo, Jesucristo gobierna sobre toda la creación con poder absoluto. Y su soberanía no se limita simplemente a los reinos celestiales. Él también gobierna sobre la tierra. Como el mismo Jesús declaró en Mateo capítulo 28 versículo 18:
Jesús se acercó a ellos y les dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (Mateo 28:18)
Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, reina sobre toda la creación, desde la galaxia más lejana, hasta el punto más pequeño de la tierra. Él reina sobre los gobiernos terrenales y las naciones; y sobre de cada ángel y demonio. Claramente, no todo en la creación lo obedece como debería. Pero aun así, Jesús tiene el derecho de mandar su obediencia; y el poder para que lo obedezcan. Él tiene el poder y el derecho infinito para bendecir a aquéllos que aprueba y para destruir totalmente a sus enemigos.
Además de dar énfasis a la soberanía de Cristo, Pablo dirigió su atención al honor de Cristo que consiste en su gloria y su valor; y exige ser respetado, exaltado y adorado.
Cristo es honrado porque él es perfecto, santo y justo. Él es honrado porque tiene una posición de máxima autoridad y porque ejerce esa autoridad justa y honradamente. También es honrado porque es el ser más valioso en toda la creación, el que Dios valora más que a cualquier otro. Y es honrado porque es el Creador y Sustentador del universo. Fácilmente podríamos enlistar cientos de razones por las que Jesús es digno de honor. Pero quizás la mayor razón por la que Jesús merece el honor y la alabanza es su divinidad; Jesús es Dios, y Dios es digno del mayor honor imaginable.
Una razón por la que Pablo dio énfasis al honor de Jesús de una manera tan grande, fue que algunas personas en la iglesia no apreciaban cuán especial era Jesús. Al parecer, los falsos maestros habían enseñado la veneración de ángeles y espíritus en la iglesia y habían dicho que Jesús era solo uno de estos tantos seres similares. Una manera en la que Pablo desmintió estas falsas enseñanzas era dando énfasis a la única e insuperable grandeza de Cristo.
Escuche la manera en que contrastó a Cristo con otros seres espirituales en Colosenses capítulo 1 versículos 16 y 17:
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. (Colosenses 1:16-17)
Jesús es único porque Él es el Creador de todo lo que es - incluso de los ángeles y espíritus que los falsos maestros veneraban. Jesús no es sólo el mayor gobernante en el universo. También es el que estableció toda la autoridad delegada a otros gobernantes, tanto en el reino espiritual como en la tierra. Él es el que creó a los otros gobernantes, incluyendo seres humanos que gobiernan en la tierra y seres como los ángeles y demonios que tienen autoridad en el reino espiritual.
Además de hablar del reinado de Cristo en términos de la soberanía y honor de Cristo, Pablo dio énfasis a la determinación de Cristo, de regresar a la tierra para consumar su reino.
Para entender la perspectiva de Pablo sobre el regreso de Cristo, debemos recordar que su enseñanza sobre el final de los tiempos (o sea su escatología) nació de puntos de vista judíos del final de los tiempos tradicionales. En la teología judía tradicional en los días de Pablo, se pensaba que las Escrituras presentaban dos eras principales de la humanidad. Antes de que Cristo viniera, el mundo estaba en la era presente que estaba caracterizada por pecado, muerte y corrupción.
Esta era presente sería seguida por los tiempos venideros, a la que la Biblia también se refiere como el reino de Dios y el reino de los cielos. Este reemplazo sucedería todo en un momento, cuando el Mesías o Cristo viniera.
Pero según Pablo y los otros autores del Nuevo Testamento, Jesús reveló que esta concepción judía tradicional no era del todo exacta. La era de los tiempos venideros reemplazaría a la era presente, pero no en un solo momento. Sino que, las dos eras irían cambiando parcialmente por un periodo de tiempo, comenzando con el ministerio terrenal de Cristo, al qué nos referiremos como la inauguración del reino de Dios y extendiéndose hasta el regreso de Cristo o segunda venida, a la qué nos referiremos como la consumación del reino de Dios. Entre la inauguración y la consumación está el período intermedio en el que estaba la iglesia en los días de Pablo, y en el que aun estamos hoy.
Para Pablo, éste era un concepto importante que él debía describir a su audiencia porque explicaba muchos de sus problemas. La era presente de pecado, muerte y corrupción no se había abolido, es por eso que los creyentes seguían sufriendo. No obstante, algún día Jesús regresará para traer las bendiciones finales a todos los creyentes. Mientras esto sucede, los cristianos realmente deben confiar en que Jesús regresará. Y nosotros podemos confiar en que esto sucederá porque Cristo terminará lo que comenzó.
Jesús reina desde el cielo. Pero no está satisfecho con eso. Él quiere y planea gobernar totalmente sobre cada centímetro de la creación, tan completa y gloriosamente como reina ahora en el cielo. Él no estará satisfecho hasta que haya destruido y castigado completa y finalmente a todos sus enemigos y bendecido finalmente a todos sus fieles creyentes; y planea hacer esto extendiendo su reino por toda la tierra.
Como Pablo conocía el plan de Cristo de gobernar sobre toda la creación, él afirmó confiadamente que Cristo estaba determinado a consumar su reino. Fue por esta razón que escribía comúnmente que los creyentes tenían una herencia futura, y que toda su esperanza estaba puesta en los galardones que serían suyos cuando Cristo regresara.
Por ejemplo, considere sus palabras en Efesios capítulo 1 versículos 13 y 14:
Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida. (Efesios 1:13-14)
Pablo insistió que nuestra herencia futura está garantizada – Dios lo ha prometido y no cambiará su manera de pensar. Como resultado, Jesús debe regresar para darnos nuestra herencia en el reino consumado.
Y en Filipenses capítulo 3 versículos 20 y 21, Pablo escribió sobre el regreso de Cristo de esta manera:
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya. (Filipenses 3:20-21)
Cuando Cristo regrese para consumar su reino en la tierra, nuestra herencia incluirá, nuevos cuerpos glorificados. Pablo podía hablar sobre esta herencia con mucha confianza porque sabía que Jesús había prometido regresar, y que Jesús estaba determinado a cumplir esa promesa.
A lo largo de sus epístolas de la prisión, Pablo confió en la soberanía real, honor y determinación de Cristo, como piedras angulares para sus enseñanzas. Estos temas sobresalen repetidamente en estas cartas, proporcionando las bases de muchas de las enseñanzas de Pablo a los colosenses, los efesios y los filipenses.
Ahora que hemos visto la doctrina de que Jesucristo es el Rey de la creación, debemos centrar nuestra atención en el segundo punto de doctrina común de las epístolas de la prisión, llamado, la unión con Cristo de los creyentes en su realeza, nuestra unión con Jesús, por la cual comparte su bendición con nosotros.
Según Pablo, cuando creemos en Jesús, estamos unidos a él de una misteriosa, manera espiritual. Y al estar unidos a Jesús, somos contados como si fuéramos el mismo Jesús. Por ejemplo, Jesús es sin culpa ante Dios, y al estar unidos a él, nosotros también somos contados sin culpa ante Dios, siendo todos nuestros pecados perdonados.
Pablo frecuentemente recalcó este concepto en sus epístolas de la prisión conforme animaba a sus lectores a compartir la realeza de Cristo. A menudo, señaló que al compartir la realeza de Cristo, los creyentes reciben bendiciones durante la continuación presente del reino de Cristo, y esperan bendiciones aun mayores en la consumación del reino.
Por ejemplo, en Colosenses capítulo 3 versículos 1 al 4, Pablo escribió:
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:1-4)
Por medio de nuestra unión con Cristo, estamos unidos a la muerte de Cristo, así que también hemos muerto con él. De la misma manera estamos unidos a la resurrección y vida de Cristo, para que también seamos levantados con él. También estamos unidos a Cristo en su ascensión y realeza, de tal manera que cuando regrese en gloria, nosotros gobernaremos con él. Como Pablo escribió en Efesios capítulo 2 versículos 6 y 7:
Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:6-7)
Según Pablo, incluso ahora ya estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales, unidos a él en su realeza presente sobre toda la creación. Como resultado, nosotros compartimos su honor y sus bendiciones ahora mismo de una manera espiritual, aunque nuestras circunstancias terrenales tal vez no lo reflejen. Y cuando Jesús regrese, nuestras bendiciones espirituales aumentarán y también recibiremos bendiciones terrenales.
Pero Pablo también recurrió a nuestra unión con Cristo en su reinado para hablar de cosas que son menos agradables, como el sufrimiento. Él habló de nuestra unión con Cristo para alentar a los creyentes en que no han sufrido solos y no han sufrido en vano. Ya hemos visto que esto fue cierto en la vida de Pablo. Pero Pablo escribió que esto también era cierto en las vidas de sus lectores.
Escuche sus palabras en Colosenses capítulo 1 versículo 24:
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia (Colosenses 1:24)
La vida cristiana puede ser dura y puede incluir gran sufrimiento.
Aunque nuestro Rey reina en el cielo, aun no ha erradicado a todos sus enemigos, y esos enemigos, a menudo tornan sus fuerzas contra nosotros. Pero Pablo descansó en el hecho de que cuando nosotros sufrimos por el evangelio, nuestra unión con Cristo nos asegura que Cristo sufre y simpatiza con nosotros. Pablo también tenía confianza de saber que por medio de nuestra unión con Cristo el rey, nuestro sufrimiento beneficia a otros en el reino de Cristo, como a la iglesia. Finalmente, él enseñó que nuestro sufrimiento, completa el sufrimiento designado de Cristo, preparando el escenario para el regreso triunfante de nuestro Rey.
Por razones como estas, las epístolas de la prisión de Pablo, con regularidad abordan el tema de nuestra unión con Cristo. Para Pablo, nuestra unión con el Rey de la Creación era la fuente de gran confianza en nuestra salvación, gran estímulo en tiempos de problemas y gran esperanza en el futuro.
Habiendo examinado como Pablo usó la idea de que Jesucristo es el Rey de la creación, así como la unión con Cristo de los creyentes en su reinado, debemos ir al punto final con respecto a la unidad teológica de las epístolas de la prisión, llamado; el requisito de una vida ética que está implícito en el reinado de Cristo y nuestra unión con él.
Aquéllos que están familiarizados con los escritos de Pablo, saben que el apóstol pasó tanto tiempo enseñando sobre la ética de la vida cristiana, como el que pasó enfocándose a temas doctrinales. De hecho, casi cada vez que tocaba un asunto doctrinal, explicaba cómo los creyentes debían aplicar esa doctrina a sus vidas. Y esta aplicación no estaba limitada a corregir su manera de pensar y a tener la doctrina apropiada. Pablo incluso llegó a decir que a menos que la doctrina se aplicara a nuestras vidas de forma que cambiara nuestras emociones y nuestra conducta, no tendría valor para nosotros.
Escuche las palabras de Pablo a este respecto, en 1 de Corintios capítulo 13 versículo 2:
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. (1 Corintios 13:2)
Si ahondáramos en todos los misterios y tuviéramos todo el conocimiento, entonces tendríamos un entendimiento perfecto de la revelación de Dios en todos los temas. En otras palabras, tendríamos la doctrina perfecta. Pero tener una buena doctrina—incluso la doctrina perfecta—no es suficiente. Si esa doctrina no cambia nuestras vidas — y no está unida con el amor y si no produce un trato ético hacia los demás y obediencia respetuosa hacia Cristo — no tiene valor para nosotros.
Así que, no debe sorprendernos que las epístolas de la prisión de Pablo enfaticen regularmente la vida ética. Por un lado, ese hecho de que Cristo es el Rey nos obliga a obedecerlo. Por otro lado, el hecho de que nosotros estamos unidos a Cristo nos obliga a vivir de acuerdo con su carácter. Enfoquémonos primero en la obligación de vivir éticamente que fluye de la realeza de Cristo.
Como ya hemos dicho, puesto que Cristo es el rey, Él es soberano. Esto significa que Él tiene el derecho legal para demandar nuestra obediencia. Esto, a su vez, significa que nosotros tenemos una obligación legal de obedecerlo.
Y como también hemos dicho, Cristo es un rey perfectamente honrado y justo. Y esto significa que sus juicios y órdenes son perfectamente éticos, para que nosotros también tengamos una obligación ética de obedecerlo.
Porque Cristo es soberano y justo, nosotros estamos legal y éticamente obligados a obedecer todo lo que Él ordena.
Éste es el tipo de argumento que Pablo utilizó en Filipenses capítulo 2 versículos 9 al 12, dónde escribió estas palabras:
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. (Filipenses 2:9-12)
Jesús es Rey y Señor sobre de todo en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. En otras palabras, Él es el Rey de la creación. Y en base a la realeza de Cristo, Pablo exhortó a los filipenses a obedecer a Cristo. Es más, como hemos visto, la realeza de Cristo incluye su honra. Concordantemente, Pablo también dijo que los cristianos deben vivir vidas santas de respeto para la honra de su Rey. Por un lado, el obedecer a Cristo conserva su reputación. Por el otro, porque Cristo es santo y justo y honorable, merece ser obedecido.
Pablo escribió sobre esto en Filipenses capítulo 1 versículo 27, diciendo:
Solamente esto: procuren que su manera de vivir esté de acuerdo con el evangelio de Cristo. (Filipenses 1:27 [Dios Habla Hoy])
Y en Colosenses capítulo 1 versículo 10, animó a sus lectores escribiendo:
Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra. (Colosenses 1:10)
Pablo estaba profundamente interesado en que el honor y la reputación de Cristo fueran respetados y protegidos, e indicó que los creyentes logran esto con las buenas obras, es decir, cuando obedecen los mandamientos del Señor.
A lo largo de sus epístolas de la prisión, Pablo exhortó a sus lectores a obedecer a Cristo, vivir éticamente siguiendo los mandamientos del Señor para pensar, sentir y comportarse correctamente. Y aunque no siempre hizo una conexión explícita con la realeza de Cristo, hizo esta conexión las veces necesarias como para dejar claro que la realeza de Cristo siempre debe ser una de nuestras motivaciones fundamentales para vivir vidas santas.
Además de enseñar que los cristianos deben vivir éticamente porque Cristo es el Rey, Pablo explicó que debido a que estamos unidos a Cristo, estamos obligados y capacitados para vivir de acuerdo a su carácter y mandamientos.
Nuestra unión con Cristo nos obliga y nos permite vivir éticamente por lo menos por tres razones.
Primero, Cristo mora en nosotros por medio de su Espíritu, dándonos una nueva naturaleza y demandando que hagamos buenas obras. Un resultado de la presencia del Espíritu en nosotros, es que nuestras naturalezas se conforman a la naturaleza de Cristo. Como resultado, somos transformados y motivados para obedecer a Cristo. En todo esto, Dios obra dentro de nosotros para someternos a Él y conformarnos al ejemplo de Cristo.
Escuche la manera en que Pablo habló de estos temas en Filipenses capítulo 2 versículos 12 y 13:
Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13)
Nuestra unión con Cristo consiste en parte en que tenemos la presencia del Espíritu de Dios. Y el Espíritu Santo mueve nuestros deseos y nos manda a actuar en obediencia a Dios, para que vivamos correcta y éticamente.
Pablo dijo algo similar en Colosenses capítulo 3 versículos 5 al 10:
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno. (Colosenses 3:5-10)
Porque estamos unidos a Cristo, tenemos nuevas naturalezas. Y porque Dios nos ha dado nuevas naturalezas, estamos obligados a hacer uso de ellas, haciendo buenas obras y resistiendo la tentación de pecar.
Segundo, Dios ha mandado que todo aquel que está unido a su Hijo Jesús, debe vivir una vida santa. De hecho, Dios no ha mandado solamente esto. En realidad Él nos ha predestinado para hacer buenas obras.
Pablo escribió sobre esto en Efesios capítulo 2 versículo 10, dónde enseñó:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
Hemos sido creados en Cristo Jesús, lo que significa que Dios nos ha salvado por medio de la unión con Jesucristo. Y parte de la razón por la que Él ha hecho esto, es porque Él tenía en sus planes que hiciéramos buenas obras.
Tercero, porque todos estamos unidos a Cristo, también estamos unidos el uno al otro por medio de Cristo. Esto nos obliga a tratarnos como trataríamos al propio Cristo, y como quisiéramos ser tratados. Como Pablo escribió en Efesios capítulo 4 versículo 25:
Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. (Efesios 4:25)
El punto de Pablo era que estamos unidos el uno al otro en Cristo, y que esta unidad nos obliga a tratarnos entre nosotros con respeto, sin pecar en contra del otro, más bien trabajando para el beneficio de todos. Como escribió en Filipenses capítulo 2 versículos 1 al 3:
Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. (Filipenses 2:1-3)
Por lo menos por estas tres razones—nuestra nueva naturaleza, el mandamiento de Dios y nuestra unión el uno con el otro — nuestra unión con Cristo nos obliga y nos permite vivir éticamente, según la norma que Dios ha establecido para nosotros en las Escrituras.
Vemos entonces, que las epístolas de la prisión de Pablo están teológicamente unificadas por la abundante y multifacética doctrina de Pablo del reinado de Cristo sobre toda la creación, incluyendo la unión de los creyentes con Cristo y nuestra responsabilidad consecuente de vivir éticamente.
Como veremos en las lecciones futuras, las epístolas de la prisión de Pablo también comparten muchos otros temas en común. Pero la idea que relaciona a la mayoría de estos temas comunes entre sí, es la doctrina de que Jesucristo es el Rey de la creación.
En esta lección hemos analizado las circunstancias que dieron lugar a las epístolas de la prisión de Pablo y el procedimiento teológico básico que Pablo usó en estas cartas. Hemos analizado los eventos que llevaron a su arresto y a su encarcelamiento, también hemos visto el continuo ministerio de Pablo en la prisión. Finalmente, hemos presentado el tema teológico principal que une todas las cartas de Pablo de la prisión, esto es, la doctrina de que Jesucristo es el rey de la creación.
Las epístolas de la prisión de Pablo son ricas en teología y muy apropiadas para instruir y fortalecer a la iglesia de hoy. En las lecciones futuras, veremos estas cartas más minuciosamente. Y conforme lo hagamos, tendremos presente el trasfondo que ya hemos estudiado en esta lección.
El conocimiento de las duras pruebas que Pablo soportó y el ministerio que mantuvo en prisión nos ayudarán a entender los motivos y metas de Pablo al escribir a las iglesias de Colosas, Éfeso y Filipos. Entender los temas teológicos que unen a estas cartas, nos ayudará a entender muchas de las instrucciones particulares de Pablo hacia cada una de estas iglesias. Con estas ideas en mente, estaremos mejor preparados para entender las enseñanzas de Pablo y para aplicarlas en nuestras propias vidas e iglesias.