Casi en todas las naciones, los procedimientos en las cortes legales a menudo involucran documentos escritos. Documentos tales como recibos, cartas, contratos, confesiones y declaraciones escritas por testigos se usan como evidencia. Pero todos sabemos que simplemente no es suficiente tener estos documentos disponibles para la corte. Para que estos sean usados eficientemente, abogados, jueces, y jurados tienen que saber ciertos atributos o características de estos documentos. A menudo se ocupa mucho tiempo en saber y establecer cosas como; quién escribió un documento particular, quién lo recibió, cuándo fue escrito, por qué fue escrito y lo que declara. Saber estos atributos es crucial para usar estos documentos adecuadamente.
Nos encontramos con aspectos similares cuando analizamos la ética cristiana. No importa cuál sea la pregunta ética, siempre tenemos por lo menos un documento que debemos tener en cuenta, en este caso: la Biblia. Pero el impacto que tiene la Biblia en nuestras decisiones, varía de una persona a otra. Algunos cristianos confían casi completamente en la Biblia, como la fuente inagotable y autoritaria de respuestas perfectas a las preguntas morales. Otros valoran su consejo, pero toman sus palabras con gran escepticismo; mientras que otros la desechan por no ser pertinente y no estar actualizada con el mundo moderno. Y todas estas percepciones diferentes de la utilidad de la Biblia en la ética, tienen una cosa en común: todas están basadas en una valoración de los atributos de la Biblia.
Esta lección es la tercera en nuestra serie de lecciones sobre "Cómo Tomar Decisiones Bíblicas." Hemos titulado esta lección, "Los Atributos de las Escrituras."
Como hemos visto en la lección anterior, el mismo carácter de Dios es nuestra norma final, considerando que su Palabra es nuestra norma revelada autorizada porque nos enseña infaliblemente sobre el carácter de Dios. En esta lección nos enfocaremos en los atributos de las Escrituras para ver más claramente cómo la Biblia nos revela el carácter de Dios. En lecciones anteriores establecimos que los juicios éticos siempre involucran a una persona que aplica la Palabra de Dios a una situación. Y esta perspectiva nos llevó a ver que hay tres consideraciones esenciales que siempre deben tenerse en cuenta cuando tomamos decisiones éticas: la norma de la palabra de Dios, los detalles de la situación, y la persona que hace el juicio. Hemos identificado estas tres consideraciones como las perspectivas normativa, situacional y existencial en ética.
En esta lección nos dirigiremos nuevamente a la perspectiva normativa y buscaremos las normas apropiadas para las decisiones éticas.
Dividiremos nuestra discusión de los atributos de las Escrituras en dos partes: Primero, investigaremos los atributos que las Escrituras poseen, principalmente en virtud de su paternidad literaria divina, a saber: su poder y autoridad. Segundo, exploraremos los atributos que las Escrituras poseen principalmente porque se escribió para un público humano: es decir, su claridad, necesidad y suficiencia. Comencemos viendo la paternidad literaria divina de las Escrituras.
Cuando hablamos de la paternidad literaria divina de las Escrituras, estamos mirando la Biblia como la palabra de Dios a Su pueblo y dando énfasis al hecho de que es "la palabra de Dios". Cuando exploremos los atributos de las Escrituras que derivan principalmente de su inspiración divina, mencionaremos dos temas: el poder de las Escrituras y la autoridad de las Escrituras. Por supuesto, la mayoría de los cristianos evangélicos instintivamente reconocen que la Biblia es la poderosa palabra autoritativa de Dios a cada generación. Es más, la mayoría de nosotros nunca hemos pensado en muchos de los temas relacionados con estos atributos de las Escrituras. Pero podemos usar la Biblia más eficazmente en ética si entendemos estas características más detalladamente. Así que enfoquemos nuestra atención en el poder de las Escrituras.
Como cristianos, cuando nos acercamos al tema de ética, no estamos interesados solamente en imaginar cuales cosas son buenas y cuales son malas. También estamos interesados en aplicar ese conocimiento actuando, pensando y sintiendo de maneras que son moralmente invaluables. Pero, ¿dónde podemos encontrar la fuerza para llevar a cabo lo que sabemos que es correcto y bueno? En búsqueda recibimos gran ayuda por el poder de las Escrituras. Como palabra viva y activa de Dios, la Biblia no solamente nos dice qué hacer; también nos capacita para creer y vivir de manera que agrade a Dios, y nos lleva a sus bendiciones. Analicemos este concepto mirando primero algunos ejemplos del poder de la Palabra de Dios en sus distintas formas, y segundo regresando a las implicaciones que este poder tiene para la toma de decisiones éticas.
Como hemos visto en nuestras lecciones anteriores, la Palabra de Dios puede tomar muchas formas. Y la Biblia indica que la Palabra de Dios es poderosa aún cuando no toma la forma de las Escrituras. Como tratamos de demostrar el poder de las Escrituras, empezaremos mirando primero el poder de la Palabra de Dios con respecto a la creación. Después, mencionaremos el poder de su palabra profética, y luego el poder de predicar el Evangelio. Finalmente, veremos el poder de la Palabra escrita de Dios o las Escrituras. Empecemos investigando el poder de la Palabra de Dios sobre de la creación.
Cuando consideramos el poder de la palabra de Dios, a menudo es útil pensar primero sobre cómo su palabra tiene poder sobre la creación. Quizás el lugar donde esto se ve más claramente es en el relato de la creación de Génesis capítulo 1, donde Dios habló para que el mundo existiera. A lo largo de todo el capítulo, la única acción que Dios realiza es hablar. Y por su palabra hablada, Él crea, ordena y llena el universo entero. Como el Salmo 33 versículos 6 y 9 comenta con respecto a este relato,
Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos por el aliento de su boca . Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió. (Salmo 33:6 y 9)
La declaración de Dios tenía gran poder en los días de la creación, tanto poder que su palabra dio existencia a la creación. No es que las palabras tienen poder innato que Dios manipula. Más bien, Dios usa sus declaraciones como recipientes que transmiten su propio poder. Las palabras de Dios son los medios que usa para lograr sus fines, así como cualquier ser humano puede usar un martillo para colocar un clavo en su lugar.
En segundo lugar, las Escrituras dejan también en claro que la palabra de Dios tiene poder cuando pasa por las bocas de profetas inspirados. Isaías capítulo 55 versículos 10 y 11 confirman esta idea. Allí el profeta escribió:
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías 55:10 – 11)
Aunque este pasaje habla de la palabra de Dios que sale de Su boca, en el contexto está claro que Dios estaba refiriéndose a la predicación del profeta Isaías. El pueblo de Judá escuchó estas palabras del Señor, no directamente de la boca de Dios, si no de Isaías. Aun así, el mensaje fue poderoso cuando Isaías lo habló y lo escribió; tenía el poder de Dios para lograr sus propósitos.
Una tercera manera en la que nosotros podemos ver el poder de la palabra de Dios, es a través de la predicación sin inspiración de su palabra o el evangelio. El Nuevo Testamento frecuentemente confirma esta idea cuando dice que Dios trabaja por medio de la predicación del evangelio, aun cuando los predicadores no son inspirados infaliblemente. Por ejemplo, en el capítulo 1 de Romanos, versículos 15 y 16, Pablo declaró directamente que el evangelio predicado lleva el poder de Dios:
Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:15-16)
El evangelio que Pablo tenía en mente aquí, no era solo un conjunto de verdades sobre lo que Jesús había hecho, ni era el poder de Dios representado por las declaraciones del evangelio. Él no quiso decir que el evangelio es acerca del Dios que tiene poder, o sobre las cosas que Dios ha hecho con su poder. Más bien, Pablo quiso decir que el hecho de predicar el evangelio es poderoso porque Dios usa su predicación para traer personas a la fe. Pablo hizo una declaración similar en 1 de Corintios capítulo 1 versículo 18:
La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan es poder de Dios. (1 Corintios 1:18)
Note de nuevo, que Pablo estaba hablando sobre el mensaje en sí, no solo de los hechos históricos relatados por el mensaje.
En la práctica, las personas no aceptan la verdad de las demandas del evangelio, mientras que al mismo tiempo, condenan a Dios como tonto por salvar a la humanidad. Más bien, las personas toman el mensaje del evangelio como tonto porque ellos no creen que sus declaraciones sean verdaderas. A ellos les parece un cuento imaginario o incluso una mentira, y piensan que ninguna persona de pensamiento correcto lo creería. Es por esta razón que el evangelio parece como una tontería a los no creyentes. Pero para las personas que creen el mensaje, el predicar el evangelio es el poder de Dios porque es el medio por el que Dios les trae a un conocimiento salvador de la verdad.
Ahora que comprendemos que la palabra de Dios es poderosa sobre la creación, en la palabra profética, e incluso en la predicación falible del evangelio, podemos entender el poder de la Palabra escrita de Dios, la Biblia.
El mismo Jesús se dirigió al poder de la palabra escrita cuando contó la conocida historia de Lázaro y el hombre rico en Lucas capítulo 16. Ustedes recordarán que cuando el hombre rico murió, miraba desde el infierno que Lázaro era confortado por Abraham. El hombre rico, preocupado de que su familia también pereciera en el infierno, le pidió a Abraham que levantara a Lázaro de la muerte y lo enviara a predicar el arrepentimiento a la familia del hombre rico. En Lucas capítulo 16 versículos 29 al 31, leemos la respuesta de Abraham:
A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. (Lucas 16:29 – 31)
Por lo menos dos elementos de este pasaje pertenecen a nuestro tema. Primero, Abraham estaba hablando sobre las Escrituras. Él no se refirió a Moisés y los profetas como personas vivas que seguían hablando personalmente, si no como autores que continuaron hablando a través de la Biblia, la Palabra escrita de Dios. Y así como las palabras de Moisés y de los profetas eran poderosas cuando Dios los inspiró a hablar durante sus vidas terrenales, estas continuaron siendo poderosas en forma escrita.
Segundo, Abraham dijo que las palabras escritas de las Escrituras, escritas por los profetas inspirados por Dios, tienen tanto poder para traer personas al arrepentimiento como lo tiene el tremendo milagro de ver que alguien se levanta de entre los muertos. En muchos aspectos este pasaje es una de las declaraciones más asombrosas sobre el poder de las Escrituras encontrado en la Biblia. Todos nosotros comprendemos que presenciar que alguien se levanta de entre los muertos sería una experiencia tremendamente influyente. Tendría potencialmente un poder transformador de vida. Pero aquí Jesús realmente indicó que leer la Biblia tiene aún más poder que presenciar la resurrección de un muerto. El apóstol Pablo afirmó esta idea en 2 de Timoteo capítulo 3 versículo 15 cuando escribió:
Las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (2 Timoteo 3:15)
Estudiar las Escrituras es como predicar, porque es un medio por el cual Dios les da a las personas la necesaria comprensión y fe para la salvación. Tal como verdaderamente la palabra predicada lleva el poder de Dios, así lo hace la Biblia.
Una vez comprendiendo el poder de la Palabra de Dios en la creación, del discurso profético inspirado, de la predicación falible, y de la Biblia, podemos reflejar brevemente las implicaciones de estos temas para el proceso de tomar decisiones éticas.
Un pasaje que menciona las implicaciones prácticas del poder de la palabra de Dios, es Hebreos capítulo 4 versículos 12 y 13:
La palabra de Dios es viva y eficaz y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. (Hebreos 4:12-13)
Note aquí que el escritor de Hebreos habla de la palabra de Dios como viva y eficaz. No es solamente una colección de información inerte que no tiene potencia. Al contrario, cuando nos acercamos a la palabra de Dios, debemos verla como algo viviente y activo, llena de poder para lograr lo que Dios desea. ¿Y qué hace la Palabra de Dios en el área de ética? Como este pasaje dice, la palabra de Dios juzga nuestros corazones. Puede penetrar y evaluar nuestros pensamientos y motivos más profundos. Y tiene el poder para salvarnos de la condenación y permitirnos vivir vidas santas, morales. Escuche cómo Pablo continuó el pasaje en 2 de Timoteo, que leímos hace un momento. En 2 de Timoteo capítulo 3 versículos 15 al 17 escribió:
Las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:15 – 17)
El poder de la Biblia no está solamente en llevarnos a nuestra fe inicial en Cristo. Como la voz de Dios, las Escrituras también tienen el poder para prepararnos "para toda buena obra.". El Espíritu Santo usa las Escrituras para darnos fe y sabiduría, y para amoldar nuestros caracteres de una forma que cuando nos confrontamos con opciones morales, podamos escoger lo bueno y rechazar lo malo.
Muchas veces los cristianos se encuentran frustrados por sus esfuerzos por vivir vidas éticas. Se sienten desvalidos e impotentes para hacer lo que es correcto y bueno. En tales situaciones es un gran estímulo saber que aprender las Escrituras, recordarlas, incluso meditar en las Escrituras, no es un ejercicio inútil. Es mucho más que simplemente leer una guía ética. En cambio, la palabra de Dios en las Escrituras realmente nos da la facultad de vivir para Dios. El aprendizaje y meditación constante en la palabra de Dios nos ponen en contacto con el poder de Dios que siempre logrará sus propósitos. De esta manera, el poder de las Escrituras es de importancia esencial para la ética cristiana.
Un segundo atributo de la Biblia que se deriva de la inspiración divina es la autoridad de Las Escrituras. Debido a que la Biblia está divinamente inspirada, lleva la autoridad de Dios. En un sentido, nosotros hemos demostrado ya esta autoridad explicando que la Escritura es la voz de Dios, Su palabra viva, activa para cada generación. Dios tiene toda la autoridad. Por consiguiente, siempre que y cualquier cosa que Él habla, todos los que lo oyen están obligados a obedecerlo. Ésta es la idea que pusimos en nuestra primera lección cuando dijimos que toda la revelación es normativa porque nos enseña sobre Dios, que es la norma final para la moralidad.
No obstante, sigue siendo valioso ver cómo la Biblia habla sobre su propia autoridad, así como ver algunas implicaciones morales de esta autoridad. Veremos primero cómo la Biblia reclama autoridad y después las implicaciones de este reclamo para nuestras vidas.
La Biblia reclama autoridad divina para sí misma, de por lo menos dos maneras. Primero, proporciona ejemplos históricos de su autoridad. Y segundo, explícitamente reclama la autoridad. Nos enfocaremos en los ejemplos históricos de la autoridad de la Biblia primero.
Cuando recordamos la conexión íntima entre la palabra hablada de Dios y la palabra escrita de Dios que ya hemos visto en esta lección, podemos ver muchas maneras en las que la Biblia nos da ejemplos de la autoridad de la palabra de Dios que se aplican a la propia Biblia. En las primeras historias escritas en la Biblia, Dios habló directamente a la humanidad, y Su discurso llevaba autoridad. Por ejemplo, en el relato de la creación y la caída en Génesis capítulos 2 y 3, Dios le ordenó al hombre cultivar el Jardín de Edén y no comer del fruto prohibido. Eva, sin embargo, prefirió escuchar la voz de la serpiente en lugar de la voz de Dios, y por eso rechazó la autoridad de la palabra de Dios. Adán, a su vez, escuchó la voz de Eva en lugar de la voz de Dios, también rechazando la autoridad de Dios. Pero la autoridad de la palabra de Dios no fue destruida por eso. Más bien, Dios dio fuerza a la autoridad de su palabra hablada castigando a Adán y Eva, y a toda la creación con ellos.
Después, en los días de Moisés, Dios reglamentó su palabra hablada en forma escrita. En lugar de simplemente decirle a Moisés los Diez Mandamientos, talló estas leyes en lápidas de piedra. Él también le dio muchas otras leyes a Moisés y le ordenó que grabara esas palabras por escrito. Estos registros comprendieron el libro del pacto sobre del que leímos en Éxodo capítulo 24. Eran las estipulaciones del pacto de Dios para su pueblo, y ellas no sólo llevaron la autoridad de Dios, sino también su promesa de dar fuerza a estas leyes con poder, bendiciendo al obediente y maldiciendo al desobediente. Escuche este relato en Éxodo capítulo 24 versículos 4 al 8:
Moisés escribió todas las palabras de Jehová Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. (Éxodo 24:4 – 8)
En este registro encontramos que la palabra hablada de Dios es la base para su palabra escrita, y que la palabra escrita es el documento del pacto autoritativo de Dios que su pueblo está obligado a obedecer.
Siglos después, cuando el pueblo de Dios había rechazado las cosas escritas en las Escrituras, Dios envió a las naciones extranjeras a afligirlos con la guerra. Isaías ministraba en ese tiempo, y escribió estas palabras, en Isaías capítulo 42 versículo 24:
¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Jehová, contra quien pecamos? No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. (Isaías 42:24)
Dios no dudó en dar fuerza a Su palabra en los días de Isaías, así como Él no había dudado en darle fuerza en el Jardín de Edén. Esta vez, la palabra que se violó era "la ley" de Dios. Eran las Escrituras, las palabras escritas del pacto entre Dios y Su pueblo. Así como la palabra hablada de Dios es revelación autoritaria, así es Su palabra escrita.
El Nuevo Testamento también confirma la autoridad de las Escrituras por medio de sus ejemplos. Por ejemplo, Jesús frecuentemente recurrió a las Escrituras para justificar y explicar sus acciones, como en Juan capítulo 17 versículo 12 donde él oró estas palabras:
Cuando yo estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura. (Juan 17:12)
Jesús aquí contrastó a sus once discípulos fieles con Judas Iscariote, el que lo traicionó. Y en este contraste, Él indicó que ambas cosas, su protección de los once y la pérdida de uno, se hicieron de acuerdo con las Escrituras.
Los apóstoles también demostraron su creencia en la autoridad de la Biblia. Por ejemplo, Pablo apeló a las Escrituras como prueba de que los cristianos no deben ser vengativos. En Romanos capítulo 12 versículo 19 escribió:
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. (Romanos 12:19)
El argumento de Pablo aquí asume que el Antiguo Testamento tiene autoridad cuando le asigna la venganza a Dios. Así que, poniendo a sus lectores bajo la obligación moral del Antiguo Testamento, Pablo demostró su creencia de que las Escrituras son la palabra autorizada de Dios que obliga incluso a los creyentes del Nuevo Testamento.
Además de demostrar su autoridad por medio de los ejemplos, la Biblia demuestra también su autoridad a través de las declaraciones explícitas para ese efecto.
Una de las mejores declaraciones conocidas que reclama autoridad para la Biblia se encuentra en 2 de Pedro capítulo 1 versículos 19 al 21, donde Pedro escribió:
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:19 – 21)
Aquí Pedro indicó que los escritos proféticos en el Antiguo Testamento continúan siendo autoritarios para nuestros días. Porque estas profecías estaban inspiradas y autorizadas por Dios, estas forman un compendio de la norma moral a la que debemos "tomar en cuenta." Es decir, debemos de creer lo que los profetas escribieron, y obedecer lo que ellos ordenaron.
Santiago también aclaró que el Antiguo Testamento es el mandamiento autoritario de Dios para nosotros. Como escribió en Santiago capítulo 2 versículos 10 y 11:
Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. (Santiago 2:10 - 11)
Note cómo Santiago fue más allá dando énfasis a este punto. Primero, insistió que la ley escrita está ligada. Aquéllos que la rompen son culpables. Segundo, Santiago basó la autoridad continua de las Escrituras en la autoridad del que dio la orden, quien es, Dios. Porque la Biblia aun es la palabra de Dios, aun lleva la autoridad de Dios.
También encontramos demandas sobre la autoridad del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Jesús dio su autoridad a los apóstoles en Juan capítulo 13 versículo 20:
De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. (Juan 13:20)
Los apóstoles no sólo usaron esta autoridad hablando, si no también escribiendo los documentos que tenemos ahora en el Nuevo Testamento. Esto es evidente a lo largo del Nuevo Testamento en cada caso en el que ellos emitieron órdenes escritas, como en 2 de Tesalonicenses capítulo 3 versículo 6, donde Pablo escribió:
Os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente. (2 Tesalonicenses 3:6)
Aquí Pablo emitió una orden escrita directa que llevaba su autoridad delegada de Jesucristo. Esta manera de actuar era típica de los apóstoles; ellos frecuentemente usaban su autoridad para transmitir sus instrucciones en forma escrita. Porque el Nuevo Testamento consiste en documentos que los apóstoles o escribieron o aprobaron, lleva la autoridad de los apóstoles que son la autoridad del mismo Cristo.
Ahora que hemos visto que las Escrituras demuestran su propia autoridad, debemos mencionar algunas implicaciones de esta idea brevemente.
Simplemente, debido a que las Escrituras llevan la autoridad de Dios, estamos obligados moralmente a conformar todas nuestras opciones, acciones, pensamientos y sentimientos a Él. Podríamos decir que la conducta ética es igual a "guardar la palabra del Señor." Y guardar la palabra del Señor debe de hacerse por lo menos de dos maneras: debemos someternos a las Escrituras en su totalidad, obedeciendo todos sus mandamientos, y debemos someternos en lo más profundo, obedeciendo estos mandamientos con compromiso y convicción.
Por un lado, el pueblo de Dios debe guardar la instrucción bíblica en su totalidad. Los seguidores de Cristo no debemos obedecer lo que nos gusta e ignorar lo que no nos gusta. Ahora, debemos admitir que algunas cosas que la Biblia requiere de nosotros son más difíciles de aceptar que otras, pero seguimos siendo llamados para someternos a todo lo que Dios ha ordenado en las Escrituras. Escuche por ejemplo Éxodo capítulo 15 versículo 26, donde el Señor le dijo estas palabras a Israel:
Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti. (Éxodo 15:26)
En el tiempo cuando el pueblo de Israel estaba recibiendo los mandamientos de Dios en forma escrita, Dios comparó guardar todos sus decretos con hacer lo que es correcto. En esencia, hacemos lo que es correcto cuando obedecemos todas las Escrituras.
La extensión de nuestra obligación para someternos a las Escrituras viene aun más claramente en 1 de Reyes capítulo 11 versículo 38, donde Dios le dijo estas palabras a Jeroboam:
Si prestares oído a todas las cosas que te mandare, y anduvieres en mis caminos, e hicieres lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos yo estaré contigo. (1 Reyes 11:38)
Ustedes recordarán que en nuestra primera lección de esta serie, definimos bondad moral como lo que Dios bendice. Aquí, Dios prometió bendiciones a Jeroboam si sus hechos eran rectos a Sus ojos, y Dios definió explícitamente "hechos rectos" como todo lo que Él ordena. La bondad no se encuentra solo con guardar algunas de las leyes de Dios ye rechazar otras partes.
El hecho de que Dios llama a su pueblo para que vean la autoridad de toda Su palabra sin excepción, debe desafiarnos en nuestros días, así como desafió al pueblo de Dios durante los tiempos bíblicos. Tristemente, a veces los creyentes responden a este desafío imaginando que a Dios no le importa si ellos siguen sólo algunas de sus directivas morales. Ellos erróneamente piensan que Dios les ha dado libertad para ignorar los mandamientos que encuentran incómodos o difíciles.
Pero aun cuando no intentamos justificar nuestro rechazo de algunas de las enseñanzas morales de las Escrituras, necesitamos comprender que todos caemos en la trampa de selectividad inconsciente. Por esta razón, debemos volver constantemente a las Escrituras para recordar esos mandamientos que podemos haber pasado por alto o podemos haber olvidado.
En segundo lugar, la palabra de Dios tiene autoridad sobre nosotros no sólo en la total extensión de su enseñanza, sino también en la profundidad de la obediencia que requiere de nosotros. Por ejemplo, en ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Biblia conecta la obediencia a las Escrituras con el amor a Dios. La bondad moral no se adquiere envidiando la obediencia, ni tampoco a través de un amor por la bondad misma, lejos de un amor por Dios. Más bien, la base de esta obligación es el hecho de que Dios nos ha llamado en amor y autoridad para ser sus sirvientes deseosos. Escuche la manera en que Moisés expresó esta idea en Deuteronomio capítulo 7 versículo 9 y 11:
Jehová tu Dios es fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. (Deuteronomio 7:9, 11)
Porque Dios nos ha llamado a una relación amorosa con Él, estamos obligados a obedecer sus mandamientos que están establecidos para nosotros en las Escrituras.
El mismo Jesús repitió varias veces la misma idea en el Nuevo Testamento. En Juan capítulo 14 versículos 15 y 21, Él les dijo a sus discípulos:
Si me amáis, guardad mis mandamientos El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama. (Juan 14:15, 21)
Y por su ejemplo, Él demostró que nosotros también debemos dar este tipo de obediencia amorosa al Padre. Como dijo Jesús en el versículo 31 de Juan capítulo 14:
Pero el mundo tiene que saber que amo al Padre, y que hago exactamente lo que él me ha ordenado que haga. (Juan 14:31 [NVI])
A cada momento las Escrituras indican que los requisitos morales que Dios nos pide, están basados en su amor por nosotros y deben ser cumplidos en nuestro amor por Él.
Así que vemos que de acuerdo a la Biblia, no podemos hacer obras correctas a menos que tengamos el motivo correcto. O para ponerlo otra manera, sólo cuando nos tomamos profundamente de las Escrituras, desde el corazón, podemos someternos debidamente a la autoridad de la palabra de Dios.
Ahora que hemos visto el poder y autoridad de las Escrituras, esos atributos que las Escrituras tiene principalmente por virtud de su autoría literaria divina, debemos volver nuestra atención a nuestro segundo tema, aquellos atributos de las Escrituras que se relacionan más estrechamente con su público humano.
Cuando Dios inspiró y dio autoridad a los escritores de las Escrituras, Él tenía una meta particular en mente. Específicamente, quería dar a su pueblo revelación clara concerniente a su voluntad y su carácter para que ellos pudieran conformarse mejor a Él. Así que, a estas alturas en nuestra lección, enfocaremos nuestra atención en los atributos que las Escrituras poseen principalmente en virtud del hecho que Dios las inspiró para su pueblo. Este aspecto de nuestra discusión cubrirá tres de los atributos de las Escrituras: su claridad, su necesidad y su suficiencia. Primero veamos la claridad de las Escrituras.
Cuando decimos que las Escrituras son "claras" no queremos decir que todo en la Biblia es fácil de entender o que todo en la Biblia está establecido de forma simple y directa. En cambio, queremos decir que la Biblia no es oscura. No está llena con significados ocultos que sólo pueden descubrirse a través de medios misteriosos o a través de algún don espiritual especial o por aquéllos que tienen cargos especiales en la iglesia.
Conforme abordemos el tema de la claridad de la Biblia, a veces llamado su "perspicuidad", podremos ver dos temas: La naturaleza de la claridad de la Biblia, y algunas implicaciones de la claridad de la Biblia. Pensemos primero sobre la naturaleza de la claridad que encontramos en las Escrituras.
La Confesión de Fe de Westminster ofrece un buen resumen introductorio de la naturaleza de la claridad de las Escrituras. En el Capítulo 1, sección 7, declara:
Las cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente claras ni se entienden con la misma facilidad por todos; sin embargo, las cosas que necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y declaran en uno u otro lugar de las Escrituras, de tal manera que no solo los eruditos, sino aún los que no lo son, pueden adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas por el debido uso de los medios ordinarios.
Aquí la Confesión se dirige a dos aspectos de la claridad de las Escrituras. Primero, habla de "todas las cosas en las Escrituras", y segundo, se enfoca en "aquellas cosas que es necesario que sean conocidas, creídas y observadas para la salvación", o sea, el evangelio. Echemos un vistazo más de cerca a estas dos ideas, empezando con la claridad relativa del evangelio.
En resumen, las Escrituras hablan tan claramente sobre el evangelio que cada persona mentalmente competente debe poder deducir que la salvación se obtiene del arrepentimiento y la fe en Cristo. Esto no significa que todos entendemos perfectamente el evangelio. Como lo señala la Confesión, tenemos que hacer "el uso debido de los medios ordinarios" si queremos beneficiarnos de la claridad de la Biblia. Es decir, tenemos que leer responsable y diligentemente, no descuidadamente, y no con un esquema que tuerce lo que las Escrituras intentan enseñarnos. En realidad, hay muchos factores que complican nuestra lectura de la Biblia, no siendo el menor nuestro pecado. Si no manejamos la Biblia razonablemente, o la torcemos según nuestro pecado, no descubriremos el evangelio. Pero de nuevo, ésta es nuestra culpa; no es que falte claridad en las Escrituras.
También note que la Confesión no dice que una persona puede leer cualquier porción de las Escrituras y puede entender el camino a la salvación. Más bien, dice que el evangelio es claro "en algún lugar de las Escrituras u otro". Es decir, las Escrituras en conjunto presentan un mensaje del evangelio claro. Una persona que no lee la Biblia entera, quizá nunca pueda encontrarse con los pasajes que presenta el evangelio de tal manera que pueda entenderla fácilmente. No obstante, tomada en conjunto, la Biblia presenta el camino a la salvación con bastante claridad para que cualquier persona competente sea capaz de aprenderlo directamente de las Escrituras.
Aunque las Escrituras son particularmente claras sobre el evangelio de salvación en Cristo, la Confesión de Fe también hace algunas observaciones sobre todas las Escrituras. Dice que, aparte de las cosas básicas en el evangelio cristiano, "las cosas en las Escrituras no son igualmente claras en sí mismas, ni igualmente claras en su totalidad".
En otras palabras, las Escrituras pueden no ser tan claras en algunas de sus enseñanzas. Hay muchas cosas de hecho, en la Biblia que no son tan claras como la revelación del camino a la salvación.
Sin embargo, Dios nos dio las Escrituras para que pudiéramos entender las cosas que Él reveló en las Escrituras, y aplicarlas a nuestras vidas. Como dijo Moisés a los Israelitas en Deuteronomio capítulo 29 versículo 29:
Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley. (Deuteronomio 29:29)
En este pasaje Moisés hizo una distinción crucial que debemos recordar conforme analizamos el uso de las Escrituras en la ética cristiana. Él distinguió entre las cosas secretas y las cosas reveladas. Dios mantiene algunos secretos alejados de nosotros. Él no nos dice todo lo que Él sabe, ni nos dice todo lo que quisiéramos saber. Hay temas—incluso temas de ética— que Dios guarda para Él. Aun así, lo que Dios nos ha dicho en las Escrituras no es un secreto. Las Escrituras caen en la categoría de "las cosas reveladas". Como dijo Moisés, estas se nos muestran para que podamos "seguirlas" y obedecerlas.
En un grado u otro, Dios nos ha revelado su voluntad con claridad suficiente para guiarnos en ética. Él nos ha dado la Biblia para que, a través de "el uso debido de los medios ordinarios," por medio de leer y estudiar, podamos llegar a conocer la voluntad de Dios en todas las áreas de nuestra vida. Como Pablo exhortó en 2 de Timoteo capítulo 3 versículo 16:
Toda la Escritura es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo 3:16)
Toda la Escritura es lo suficientemente clara como para ser útil, si nos dedicamos a estudiarla diligentemente. Por esta razón, cada uno de nosotros debe de estar listo para investigar la Biblia, para discernir su enseñanza en cuestiones de ética.
Ahora, de nuevo, no estamos diciendo que las Escrituras sean fáciles de entender en cada aspecto. De hecho, algunas porciones de las Escrituras son menos claras que otras. Y más allá de esto, algunas personas tienen una habilidad mayor que otras para entender las palabras de las Escrituras. Como Pedro escribió en 2 de Pedro capítulo 3 versículo 16,
Hay algunas difíciles de entender [en las epístolas de Pablo], las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. (2 Pedro 3:16)
No todos tenemos la misma habilidad para entender la Biblia. Y no todos hacemos el mismo esfuerzo para estudiarlas. No obstante, si nos avocamos lo suficiente, podemos todos llegar a conocer bien la voluntad de Dios para conformarnos a su norma para la moralidad.
Ahora que hemos analizado la claridad de las Escrituras, estamos listos para ver el segundo atributo que las Escrituras poseen, principalmente porque se escribieron para un público humano: su necesidad.
Cuando hablamos de la necesidad de las Escrituras, tenemos en mente que las personas necesitan la Biblia, sobre todo para tomar decisiones éticas. Mientras analizamos nuestra necesidad por las Escrituras, mencionaremos tres temas: la necesidad de las Escrituras para la salvación, la necesidad de las Escrituras para vivir vidas santas y las implicaciones de nuestra necesidad de las Escrituras.
En primer lugar, las Escrituras son necesarias para que las personas encuentren el camino de la salvación. Como vimos en una lección anterior, la revelación general, especial y existencial se relacionan de gran manera, pero la revelación general y existencial sólo proporcionan la información suficiente a los seres humanos para condenarlos por no guardar la norma de Dios. Sólo las Escrituras proporcionan la información suficiente para asegurar la salvación. Escuche la manera en que Pablo mencionó esto en Romanos capítulo 10 versículos 13 al 17:
Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Romanos 10:13-17)
El punto de Pablo aquí está bastante claro: El mensaje del evangelio es el medio normal por el que Dios entrega la fe a los individuos. Y fuera de la palabra de Cristo, las personas no tienen acceso al mensaje del evangelio. Esto hace que la palabra de Cristo sea un medio necesario para la salvación en todas, salvo en algunas circunstancias excepcionales. Las únicas excepciones que los teólogos reconocen típicamente son casos que involucran a infantes u otros individuos mentalmente incompetentes.
¿Pero cuál es esta palabra de Cristo? En el capítulo diez de Romanos, Pablo tenía principalmente en mente el predicar el evangelio. Pero también tenía en mente las Escrituras como fuente del mensaje del evangelio. Por ejemplo, las palabras, "Todos aquel que invocara el nombre del Señor será salvo" es de hecho una cita de Deuteronomio 30. El uso por parte de Pablo de las Escrituras de esta manera sigue un modelo que aparece a lo largo de las Escrituras. Específicamente, en la Biblia la proclamación del evangelio está estrechamente asociada con la palabra escrita de las Escrituras. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Dios entregó varias veces sus mensajes directamente a profetas que hablaban la palabra de Dios al pueblo. Pero Dios también se aseguró de que la palabra profética fuera escrita para que pudiera ser aprendida por aquéllos que no estaban presentes en la proclamación. Siguiendo este modelo del Antiguo Testamento, los apóstoles primero aprendieron el evangelio directamente de Jesús, y después, lo llevaron a toda la gente, no sólo predicando, sino también por medio de sus escritos en el Nuevo Testamento.
De manera práctica, vemos que el proceso de venir a la fe y salvación empieza cuando recibimos el evangelio, ya sea por nuestra propia lectura de la Biblia o al oír la predicación basada en las Escrituras. Hay una gran diferencia por supuesto, entre la palabra escrita de las Escrituras y la predicación basada en las Escrituras. Las Escrituras están inspiradas por Dios, son infalibles y completamente autoritativas en cada caso. La predicación no lo es. En la medida en que la predicación es fiel a las Escrituras, es verdad, autoritativa y poderosa. Pero como somos seres humanos caídos, la predicación nunca es totalmente fiel a las Escrituras. A diferencia de la predicación, las Escrituras son estables e inmutables, es una norma totalmente fiable y fidedigna. La predicación, la tradición de la iglesia, la instrucción teológica y muchas otras fuentes de información son todas útiles. Pero todas éstas contienen una mezcla de verdad y error. Sólo las Escrituras son absolutas, inagotables, indiscutiblemente fiables. Por consiguiente, las Escrituras son necesarias, tanto para un registro del evangelio, como para una base y criterio de la predicación del evangelio.
En segundo lugar, las Escrituras son también necesarias para una vida ética. Usted recordará que en una lección anterior establecimos que en general, la revelación especial y existencial son verdaderas y autoritativas en todo. ¿Por qué ponemos entonces las Escrituras aparte como un caso especial de revelación necesaria? La respuesta es que mientras la revelación general y existencial son infalibles y autoritativas, son más difíciles de interpretar que las Escrituras. El pecado ha adulterado a la naturaleza y a la humanidad, de tal manera que ya no vemos una reflexión pura como Dios la pensó. Como resultado, muchas veces es muy difícil saber interpretar la revelación general y existencial. A veces es casi imposible decir si lo que nosotros estamos viendo es el resultado de la intención de Dios en la creación o el resultado de la corrupción del pecado de la creación.
Y además de esto, las Escrituras hablan más clara y directamente de lo que lo hacen la revelación general y existencial, y hace nuestras determinaciones éticas basadas en las Escrituras más seguras y fiables que aquéllas basadas en otras formas de revelación. Por eso la Confesión de Fe de Westminster, en el capítulo 1 sección 10 insiste en la primacía de las Escrituras sobre otras fuentes de información:
El Juez supremo que debe determinar todas las controversias de religión, todos los decretos de concilios y opiniones de escritores antiguos, que debe examinar doctrinas de hombres y espíritus privados, y en cuyo juicio debemos descansar, no puede ser nadie más que el Espíritu Santo que nos habla en las Escrituras.
El punto de la Confesión aquí es que todas estas otras fuentes son valiosas, pero que la Biblia es la más valiosa de todas porque es a través de las Escrituras que el Espíritu Santo habla claramente. ¿Cuáles son entonces, algunas implicaciones morales de la necesidad de las Escrituras?
Hay un sentido muy importante en el que simplemente no podemos ser morales sin atender a la enseñanza de las Escrituras. Y como vimos antes en esta lección, aprendiendo y creyendo que el contenido básico de las Escrituras es necesario para la salvación, ya sea que estudiemos la Biblia directamente o aprendamos sus enseñanzas centrales de otros. Sólo aquéllos que están en Cristo son capaces de una moral verdadera. Para abreviar, sin las Escrituras, la salvación no es posible, y por consiguiente la moralidad no es posible. Las personas que piensan que pueden ignorar la enseñanza de las Escrituras y seguir siendo morales, están totalmente equivocadas. En este sentido, las Escrituras son necesarias para nuestra habilidad de comportarnos moralmente.
Además de esta necesidad básica por la palabra de Dios, las Escrituras son también necesarias para la moralidad humana porque contienen información que no está incluida en la revelación general y existencial. No es raro para los cristianos depender abrumadamente de sus experiencias de la vida, las opiniones de otros y sus propias intuiciones morales cuando toman decisiones éticas. Y como hemos visto, es importante considerar éstos y otros rasgos de la revelación general y existencial . Pero también debemos reconocer que en muchas circunstancias, la revelación general y existencial no es bastante clara para mostrarnos el curso apropiado de acción, considerando que las Escrituras revelan la palabra de Dios en detalle suficiente para enseñarnos lo que es correcto.
Por ejemplo, Hechos capítulo 15 registra que se levantó una controversia en la iglesia primitiva cuando los gentiles empezaron a ser convertidos al cristianismo. Algunos dentro de la iglesia creían que los gentiles debían ser instruidos para observar la ley de Moisés de la forma en que el judaísmo lo había venido haciendo en esos tiempos. Querían que los gentiles fueran circuncidados, y que ofrecieran sacrificios apropiados al templo y aplicar la ley a sus vidas de la forma que se había hecho costumbre para los judíos de esos días. Por otro lado, hombres como Pablo y Bernabé sabían que Dios no esperaba que los gentiles vivieran como los judíos del primer siglo. La situación era tan problemática que los apóstoles y ancianos se reunieron para discutir e investigar la situación
Las opiniones de algunas personas entraron en conflicto con la realidad del ministerio del Espíritu Santo entre los gentiles incircuncisos. Y estas fuentes de información no eran suficientes para proporcionar una solución satisfactoria. Pero una vez que Santiago apeló a las Escrituras para resolver este problema, la iglesia respaldó su posición. Las Escrituras eran necesarias porque la revelación general y existencial no era suficiente para contestar esta pregunta moral.
Para resolver esta controversia, Santiago, el hermano de Jesús, apeló al capítulo 9 de Amós versículos 11 y 12. En Hechos capítulo 15 versículos 16 y 17, Santiago citó a Amos como sigue,
Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre. (Hechos 15:16 – 17)
De este texto, Santiago entendió que Dios incluiría a muchos gentiles cuando Él restaure Su reino. Más importante, estos convertidos seguirían siendo gentiles aun después de haber sido llamados al Señor. En el Antiguo Testamento, los gentiles que se convertían se volvían judíos y seguían las prácticas judías tradicionales. Pero, Amós indicó que cuando Dios restaure Su reino en Cristo los gentiles serían incluidos sin tener que seguir tradiciones judías.
Teniendo este entendimiento de la claridad y necesidad de las Escrituras en mente, ahora podemos explorar la suficiencia de las Escrituras.
Básicamente, decir que las Escrituras son "suficientes", es decir que pueden cumplir los propósitos para los que fueron escritas. Pero no nos sorprende que, esta simple idea se complique porque es difícil para los cristianos estar de acuerdo en lo que realmente es el propósito de las Escrituras. Así que, mientras investigamos el tema de la suficiencia de las Escrituras, comenzaremos viendo el propósito de las Escrituras con respecto a su suficiencia. Luego, nos dirigiremos a algunos errores comunes de la suficiencia, y finalmente hablaremos sobre la idea popular pero equivocada de que las Escrituras ocultan ciertas cosas.
Con respecto a la relación entre el la suficiencia de las Escrituras y su propósito, será útil mirar de nuevo a la Confesión de Fe de Westminster, que contiene un resumen muy bueno de esta idea en el capítulo 1 sección 6. La Confesión expone el tema de esta forma:
El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre, está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas relaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres.
La Confesión concluye debidamente que el propósito de las Escrituras es múltiple. Menciona que la Biblia fue escrita para enseñarnos cómo glorificar a Dios, llevar hombres y mujeres a la salvación, instruir a los creyentes con respecto al grado de su fe, y para guiarnos a una vida cristiana. Estas ideas del propósito de la Biblia vienen de las Escrituras mismas.
Por ejemplo, la Biblia enseña en muchos lugares que las Escrituras se nos han dado para que podamos glorificar a Dios obedeciendo sus mandamientos. Un lugar en donde podemos verlo claramente es en las maldiciones del pacto en Deuteronomio. En Deuteronomio capítulo 28 versículos 58 y 59, Moisés señaló una correlación llamativa entre la obediencia a los mandamientos escritos de Dios y la glorificación de Dios.
Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia. (Deuteronomio 28:58 – 59)
La Biblia está diseñada para enseñarnos cómo glorificar a Dios, y es suficiente lograr este propósito. Las Escrituras contienen todas las normas que necesitamos saber para glorificarlo.
Con respecto a "la salvación del hombre, la fe y la vida," Pablo le dijo a Timoteo que permaneciera firme en su estudio de las Escrituras para obtener los beneficios que nos ofrecen las Escrituras. En este contexto, en 2 de Timoteo capítulo 3 versículos 15 al 17, Pablo enseñó la suficiencia de las Escrituras explícitamente. Él escribió estas palabras en el versículo 15:
Las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (2 Timoteo 3:15)
Cuando Pablo dijo que las Escrituras "pueden hacer sabio para la salvación", él quiso decir que estudiando la Biblia, podemos aprender las cosas que son necesarias saber para poder ser salvos. Pablo creía en esto porque no solo sabía que la Biblia era poderosa, como vimos antes en esta lección, sino que también que fue diseñada para proporcionar estos beneficios específicos. Ya que la Biblia puede lograr este propósito, puede llamarse debidamente suficiente para la salvación.
En gran medida del mismo modo, las Escrituras también son suficientes para "la fe." Mire nuevamente las palabras de Pablo en 2 de Timoteo capítulo 3 versículos 15 al 17. Pablo dijo que:
Las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (2 Timoteo 3:15)
El contenido de la fe salvadora se revela en la Biblia como el medio por lo cual somos justificados y recibimos nuestra salvación de Dios.
Finalmente, la Biblia es suficiente para guiarnos a través de "la vida," la práctica continua de nuestra fe salvadora en Cristo. La bien conocida declaración de Pablo en 2 de Timoteo capítulo 3 versículos 16 y 17 deja esto en claro:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16 - 17)
Además de ser su intención traernos a la fe en Cristo para nuestra salvación, también se piensa que las Escrituras nos preparan para "cada buena obra"— no sólo para algunas buenas obras, si no para cada buena obra. Porque su intención es prepararnos para "cada buena obra" y porque es poderosa para cumplir su función intencional, es correcto decir que las Escrituras hablan suficientemente sobre cada buena obra. Si entendemos debidamente la Biblia entera, entonces conoceremos suficientemente las normas de Dios para tomar decisiones apropiadas sobre cualquier problema ético que se presente, siempre y cuando también tengamos una comprensión suficiente de las personas y de la situación.
Ahora, entender la suficiencia de las Escrituras realza una seria pregunta: ¿Cómo puede cualquier libro, incluso uno tan grande como la Biblia, cubrir cada problema moral concebible y nos prepara para cada buena obra? La Biblia no se dirige a cada problema moral concebible directamente. Las Escrituras sólo hablan directamente sobre un número limitado de problemas en la vida, como el contenido fundamental de nuestra fe y nuestras responsabilidades básicas hacia Dios y otras personas. Pero de esta manera, las Escrituras establecen principios que podemos extender y podemos aplicar más allá de los mencionados específicamente en la Biblia.
Por eso es que la Confesión distingue entre lo que es "expresamente establecido en las Escrituras" y lo que debe deducirse de la Escritura por vía de "consecuencia buena y necesaria". En todos los casos, sin embargo, las Escrituras nos proporciona la información que necesitamos para descubrir las normas éticas de Dios.
El último punto que debemos notar en la explicación de la Confesión de la suficiencia de las Escrituras, es la apreciación de que las Escrituras están completas, de manera que:
Nada, ha de añadirse, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres.
Las Escrituras contienen todas las normas que necesitamos como cristianos. Tradiciones humanas y estructuras de autoridad, tales como gobiernos civiles y eclesiásticos, deberán ser obedecidas por la causa del Señor, pero estas nunca serán tomadas como normas absolutas o finales. La decisión para seguir o no seguir normas humanas, debe ser guiada por normas de las Escrituras, y siempre se debatirán las normas humanas cuando estas chocan con las normas bíblicas.
Esto lo vemos demostrado en las Escrituras con mucha frecuencia. Por ejemplo, en los días de Jesús, la administración judía establecida permitía a los cambistas y a vendedores en el área del templo. Pero cuando Jesús vio esto, se enojó y los arrojó del templo porque la administración humana había permitido, dentro de los terrenos del templo, violaciones de normas escritas. Leemos este relato en Mateo capítulo 21versículos 12 y 13:
Entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. (Mateo 21: 12 y 13)
Jesús sabía perfectamente que el capítulo 56 de Isaías versículo 7, que él citó, revelaba la norma bíblica de que el templo sería dedicado a la oración. Pero la administración judía había permitido que el templo fuera profanado por transacciones seculares. La acusación de Jesús de que ellos estaban haciendo el templo una "cueva de ladrones" es realmente muy fuerte. Esta frase es sacada de Jeremías capítulo 7 versículo 11, en donde se refiere a los idólatras y los delincuentes violentos quienes sirven de palabra a Dios en su templo. Por sus acciones y palabras, Jesús demostró que seguir cualquier ley humana o tradición, es pecaminoso cuando la norma humana contradice a las Escrituras.
En cualquier caso, las Escrituras son suficientes para establecer todas las normas morales. Sin embargo, las leyes éticas de los hombres son válidas y obligatorias sólo en la medida en que hacen eco de las normas bíblicas. Pero cuando las normas humanas contradicen las normas bíblicas, el cristiano está obligado a desafiarlas.
Una vez que entendemos la suficiencia de las Escrituras, debemos volver nuestra atención a algunos malos entendidos de la suficiencia de la Biblia.
Agruparemos estos malos entendidos en dos categorías generales: primero, perspectivas que sobrestiman la suficiencia de las Escrituras; y segundo, perspectivas que subestiman la suficiencia de las Escrituras. Empecemos con perspectivas que sobrestiman la suficiencia las Escrituras.
Normalmente, aquéllos que sobrestiman la suficiencia de las Escrituras están muy comprometidos con la Biblia, pero frecuentemente les faltan los compromisos apropiados a la revelación general y existencial. Como resultado, equivocadamente creen que pueden aplicar las Escrituras apropiadamente a las preguntas éticas sin tener mucho conocimiento, si es que tienen alguno, sobre personas y situaciones específicas. Creen que tomar decisiones éticas es tan simple como leer la Biblia y obedecerla. Pero en realidad, antes de que podamos obedecer o aplicar la Biblia, también debemos saber algo sobre las personas y situaciones a las que estamos aplicándola. Dios nos ha proporcionado esta información en una revelación general y existencial. Si ignoramos estas otras formas de revelación, estamos ignorando las herramientas que Él nos ha dado para interpretar y comprender las Escrituras.
Pero no todos los errores están basados en sobrestimar la suficiencia de la Biblia. Muchos otros errores provienen de subestimarla. Este error generalmente aparece como una insistencia de que la Biblia es suficiente sólo para guiarnos en áreas limitadas de la vida, que sólo nos da instrucciones morales en ciertos temas. Por ejemplo, Tomas de Aquino sostuvo que la revelación general y existencial es suficiente para enseñar muchos principios morales, y que las Escrituras complementan este conocimiento, dándonos información con respecto a esos asuntos que la revelación natural y existencial no cubren, tales como el camino de la salvación. En años recientes, otros han defendido que la Biblia no maneja temas como la llamada homosexualidad monógama, el aborto y la eutanasia.
Sea por medio de la enseñanza explícita o implícita, las Escrituras nos proporcionan un sistema comprensivo de normas éticas. En este sentido, la suficiencia de la Biblia es ilimitada cuando se trata de revelar la voluntad de Dios para su gloria y nuestra salvación, la fe y la vida cristiana. La revelación general y existencial también contiene algunas de estas normas, pero no contienen ninguna norma adicional más allá de aquéllas encontradas directa o indirectamente en las Escrituras.
El punto simplemente es que la Biblia habla suficientemente a cada área de la vida, para que nuestro verdadero deber hacia Dios siempre sea una aplicación de normas de las Escrituras.
A estas alturas, hablaremos sobre la idea popular pero equivocada de que las Escrituras permanecen en silencio en ciertos temas. Quizás una de las formas más comunes en que los cristianos bien-intencionados subestiman la suficiencia de las Escrituras.
Específicamente, algunos cristianos frecuentemente enseñan que algunos problemas de la vida son moralmente "indiferentes" porque las Escrituras no nos proporcionan la información suficiente para saber el deseo de Dios en estos temas. Históricamente, éstos han sido conocidos como "adiafora". Esta posición típica, ha sido que cosas indiferentes, ni son buenas ni son malas en sí mismas.
Aunque muchas personas a lo largo de la historia de la iglesia han sostenido esta posición, de hecho esta posición corre contrariamente a las enseñanzas de las Escrituras. Por ejemplo, considerando que algunos teólogos hablan de objetos impersonales como indiferentes o "neutrales", la Biblia habla de ellos como buenos. Aun después de la caída de la humanidad en el pecado, Pablo siguió insistiendo que todo era bueno. Como lo escribió en 1 de Timoteo capítulo 4 versículos 4 y 5:
Todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. (1 Timoteo 4:4 – 5)
Pablo habló específicamente sobre comida en este contexto, pero el principio es más amplio y se extiende a toda la creación, así como el mismo Dios lo proclamó al final de la semana de la creación. Por esta razón, incluso los objetos impersonales no son "indiferentes"; son buenos.
Algunos teólogos también han aplicado el término "indiferente" o adiafora a las opciones entre dos o más opciones buenas. Han sugerido que cuando todas las opciones son buenas, entonces las Escrituras son indiferentes acerca de lo que nosotros escogemos. Pero las Escrituras enseñan que Dios bendice algunas opciones buenas, más que bendice otras opciones buenas, y esa Escritura a veces alaba una opción buena, más que otra opción buena. Por ejemplo, en 1 de Corintios capítulo 7 versículo 38, Pablo escribió:
De modo que el que se casa con su prometida hace bien, pero el que no se casa hace mejor. (1 Corintios 7:38)
Ahora, debe notarse que los estudiosos no están de acuerdo acerca de las circunstancias precisas a las que Pablo se dirigió aquí. Pero sus palabras son bastante claras para demostrar que casarse y no casarse, podían ser ambas buenas opciones, y que no casarse era la mejor opción. En este sentido, la Escritura no es realmente "indiferente" aún cuando tenemos que escoger entre buenas opciones.
Usted recordará que en nuestra primera lección, definimos "bueno" como lo que recibe la bendición de Dios y "malo" como lo que no recibe Su bendición. Por esta definición, aspectos de los seres humanos y sus vidas son buenos o malos; nada ni nadie es indiferente o neutro. Dios bendice, o no lo hace—no hay término medio. Si Él bendice, es bueno; si Él no bendice, es malo.
Habiendo dicho esto, es verdad que hay algunas palabras, pensamientos y hechos que son buenos en algunas situaciones, pero malos en otras. Por ejemplo, las relaciones sexuales dentro del matrimonio son relaciones buenas, pero las relaciones sexuales fuera del matrimonio son malas. Pero esto no significa que las relaciones sexuales en sí mismas sean buenas ni malas. Más bien, son buenas, así como Dios las creó para ser buenas. Pero las parejas que no están casadas emplean mal las relaciones sexuales así que en su situación, tales relaciones son malas.
Finalmente, algunos teólogos utilizan la categoría de adiafora para cubrir temas en donde no podemos determinar qué opciones son buenas o malas. Pero como sabemos que las Escrituras mencionan cada aspecto de la vida, por lo menos indirectamente, no debemos tratar temas sobre los que estamos inciertos como indiferentes. Es cierto que a veces sentimos que no sabemos qué opciones, pensamientos, acciones o actitudes son buenos y cuáles son malos. Pero tales situaciones no suceden porque la palabra de Dios sea insuficiente, ni porque la Biblia tome una posición neutral, si no porque no reconocemos o entendemos cómo aplicar la verdad que la Biblia ha revelado.
Este fracaso para alcanzar un juicio ético puede tomar un sinnúmero de formas. Como usted recuerda, el modelo bíblico para tomar decisiones éticas puede resumirse de esta manera:
El juicio ético involucra la aplicación de la Palabra de Dios a una situación por una persona.
Debemos actuar con una comprensión apropiada de nuestra norma moral, nuestras metas y nuestros motivos, o dicho de otra manera, en preocupaciones normativas, situacionales y existenciales. El fracaso en alcanzar un juicio ético apropiado puede ser causado debidamente a un fracaso en evaluar cualquiera de estas perspectivas. Podemos fallar porque pasamos por alto o entendemos mal los pasajes de las Escrituras con los que estamos tratando. Podemos fallar porque pasamos por alto o entendemos mal la situación asociada con la pregunta ética. Y podemos fallar porque pasamos por alto o subestimamos los aspectos existenciales y personales de un tema. En todos los casos, cuando no podemos llegar a una conclusión firme en una decisión ética, no es apropiado concluir que Dios no ha revelado la información necesaria para tomar la decisión. Ni es apropiado decir que el tema es indiferente, que no hay un curso correcto para seguir. Más bien, debemos continuar leyendo, estudiando, orando e investigando la pregunta y hacer lo mejor que podamos con nuestros juicios provisionales, pero reservando el juicio final hasta que los problemas normativos, situacionales y existenciales se aclaren.
En esta lección hemos estudiado varios atributos importantes de las Escrituras. Hemos visto que debido a que las Escrituras son divinamente inspiradas, son poderosas y autoritativas. También hemos visto que debido a que las Escrituras fueron dirigidas a los seres humanos, son claras, necesarias y suficientes.
Es útil para nosotros tener presente los atributos de las Escrituras de diferentes maneras cuando estudiamos la ética cristiana. Por un lado, nos recuerda que la Biblia es indispensable cuando se trata de contestar preguntas éticas. Siempre debemos buscar sus respuestas porque es autoritativa sobre todos los aspectos de la vida, y porque hay muchas preguntas que sólo la Biblia puede contestar. Por otra parte, recordar los atributos de las Escrituras es muy motivante, porque nos recuerda que Dios nos ha dado las Escrituras para beneficiarnos, para enseñarnos sobre Él y sus normas. Y finalmente, los atributos de las Escrituras nos dan confianza en nuestras conclusiones éticas, ya que estamos seguros de que las enseñanzas éticas de la Biblia son suficientes y claras. Así que es importante que recordemos y confiemos en todo el rango de los atributos de las Escrituras mientras progresamos en nuestro estudio de la ética cristiana.