Si usted fuera un rey, un monarca absoluto, ¿Cómo gobernaría su reino? ¿Cómo manejaría usted el crecimiento y los retrocesos de su reino? ¿Cómo manejaría a sus amigos y a sus enemigos fuera de su imperio y cómo trataría usted a los traidores y a los sirvientes fieles dentro de su reino?
Éstas son buenas preguntas para hacer al estudiar el Antiguo Testamento. Después de todo, el Antiguo Testamento presenta a Dios como el rey divino que está construyendo y extendiendo su reino a los confines de la tierra. Su reino tiene una historia larga de adelantos y retrocesos. Han existido tanto enemigos como amigos fuera del reino de Dios, así como ha habido traidores y sirvientes fieles dentro de su reino. Así que, ¿Cómo decidió Dios gobernar sobre su reino? ¿Cómo regula Él la vida dentro de su reino? La respuesta de la Biblia es ésta: Dios administró su reino a través de pactos.
Ésta es la tercera lección en nuestra serie "Reino, Pactos y Canon del Antiguo Testamento." En este estudio del Antiguo Testamento veremos que el Antiguo Testamento es un libro sobre el reino de Dios, un reino que Dios administró a través de pactos que a su vez se explicaron y se aplicaron al pueblo de Dios en los libros o "el canon" del Antiguo Testamento.
Hemos titulado esta lección "Pactos Divinos" porque nosotros estaremos explorando cómo Dios gobernó su reino a través de una serie de pactos que Él estableció en la historia del Antiguo Testamento. Conforme que nos afiancemos de los contornos de estos pactos, nosotros veremos más claramente cómo los pactos divinos guiaron la vida del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, así mismo también veremos más claramente cómo ellos guían nuestras vidas incluso hoy.
Nuestra exploración de los pactos divinos se dividirá en cuatro partes: Primero, investigaremos la relación fundamental entre el reino de Dios y sus pactos; segundo, echaremos un vistazo a los desarrollos históricos de los pactos en el Antiguo Testamento; tercero, examinaremos las dinámicas de la vida en pacto con Dios; y cuarto, estudiaremos al pueblo de los pactos divinos. Volvámonos primero a la conexión entre el reino de Dios y sus pactos.
En nuestra última lección mencionamos el hecho de que el Antiguo Testamento entero está unificado por el tema de que el reino de Dios venga a la tierra como en el cielo. En esta lección veremos que el concepto de "pacto" también está muy cerca del corazón de la fe del Antiguo Testamento. La importancia de los pactos en el Antiguo Testamento es evidente de muchas maneras, incluyendo el hecho de que el término que normalmente se traduce como "pacto" Berit en hebreo aparece unas 287 veces. La prominencia del término "pacto" en este libro sobre el reino de Dios, nos lleva a una pregunta importante: ¿Cómo se relacionaron los pactos divinos con el reino de Dios? ¿Cuál es la relación entre estos dos conceptos bíblicos tan básicos? Para contestar estas preguntas veremos dos puntos. Primero, presentaremos algunos descubrimientos arqueológicos recientes que nos dan un trasfondo para entender la naturaleza fundamental de los pactos bíblicos. Y segundo, veremos cómo estos descubrimientos nos ayudan a entender la conexión bíblica entre el reino de Dios y sus pactos. Simplemente empecemos describiendo algunos descubrimientos arqueológicos recientes que son relevantes para nuestro estudio de los pactos bíblicos.
Una de las cosas más notables sobre el Antiguo Testamento, es que no es un cuento de hadas. Los acontecimientos que encontramos descritos allí, realmente tuvieron lugar en tiempo y espacio en el mundo antiguo del Medio Oriente. Y una de las cosas más emocionantes sobre estudiar el Antiguo Testamento en nuestros días, es el hecho de que nosotros tenemos el privilegio de saber mucho más sobre ese mundo antiguo de la Biblia a través de la reciente arqueología, que lo que los cristianos sabían en el pasado. Y como resultado, a menudo encontramos que nuestro entendimiento del Antiguo Testamento es reforzado por este conocimiento del trasfondo. Esto es verdaderamente cierto cuando se trata de entender los pactos del Antiguo Testamento. En el último siglo, se hicieron muchos descubrimientos sobre las culturas que rodeaban al antiguo Israel que nos han ayudado mucho a entender los pactos bíblicos.
Muchos escritos antiguos diferentes nos ayudan a entender los pactos más a fondo, pero para nuestros propósitos, uno de los descubrimientos más importantes es un grupo de escritos conocidos como Tratados Imperiales de Vasallaje.
El término "vasallo" significa "siervo", o en este caso "siervo del emperador". Un tratado Imperial de Vasallaje era un acuerdo internacional hecho entre un gran emperador por un lado, y un rey y nación de menor jerarquía, por el otro. Dentro de estos tratados, el rey y nación de menor jerarquía servían como vasallos del gran emperador.
El mundo antiguo de la Biblia era un mundo de imperios. Y de muchas maneras, esta realidad política dominó en las tierras del cercano Oriente de la antigüedad de tal manera que estableció la manera de pensar de las personas sobre casi todo en la vida. Esto fue una verdad contundente con respecto a la manera en que los imperios se establecieron, se mantuvieron y se administraron. En el mundo antiguo, grandes reyes como los Faraones de Egipto, los reyes poderosos de los Hititas o los Emperadores Asirios extendían sus reinos conquistando o anexando naciones y ciudades-estado más débiles. Por supuesto, no todas las relaciones internacionales se manejaban exactamente de la misma manera, pero muchas de ellas fueron formalizadas y se manejaron a través de lo que ahora nosotros llamamos Tratados Imperiales de Vasallaje.
Los tratados Imperiales de Vasallaje son importantes para los estudios del Antiguo Testamento por muchas razones, pero nosotros estamos interesados particularmente en una idea principal: los tratados Imperiales de Vasallaje fueron diseñados por reyes para la administración de sus reinos.
Ahora, para tener una idea de cómo eran estos arreglos imperiales, ayudaría describir el contenido de los Tratados Imperiales de Vasallaje típicos. Los rasgos formales de estos tratados antiguos siguieron un modelo triple predecible. Primero, los tratados fueron introducidos por un enfoque en la benevolencia real, el favor que el emperador había mostrado a sus vasallos. Ellos empezaron con un preámbulo en el que el rey se identificó él mismo como glorioso, un rey digno de alabanza. Y en ciertas fases en la historia, el preámbulo fue seguido por un prólogo histórico en el que el rey describió muchas cosas buenas que él había hecho para las personas.
La segunda gran porción de los Tratados Imperiales de Vasallaje, se enfocó en el requisito de lealtad vasalla; expusieron los tipos de obediencia requeridos de los vasallos del emperador. Se desplegaron listas de reglas y normas para explicar cómo se esperaba que los vasallos vivieran bajo el dominio del imperio.
La tercera gran porción de los Tratados Imperiales de Vasallaje, llamó la atención a las consecuencias de lealtad y deslealtad de los vasallos. Se les prometieron grandes bendiciones o premios a los siervos fieles, pero a los siervos infieles se les amenazó con maldiciones o diversos castigos de parte de sus emperadores.
Ahora, también aparecen otros elementos en estos tratados. Por ejemplo, se constituyó la provisión para mantener seguro el documento del tratado y se pedía la ayuda de testigos divinos para vigilar que ambas partes de los tratados los cumplieran. Pero el corazón de la relación emperador-vasallo puede ponerse de esta manera.
Los grandes reyes expresaron su benevolencia hacia reyes y naciones vasallos de menor jerarquía. Los emperadores requerían servicio fiel de sus vasallos debido al favor que ellos habían mostrado. Y observaron muchas consecuencias positivas y negativas de la lealtad y deslealtad de sus vasallos. Como veremos, estos tres rasgos centrales de los tratados Imperiales de Vasallaje nos ayudarán a entender la naturaleza de los pactos del Antiguo Testamento más claramente y cómo se relacionan con el reino de Dios.
Teniendo en mente el concepto básico de los tratados Imperiales de Vasallaje, estamos en posición de ver qué ayuda nos ofrecen al examinar las conexiones entre los pactos y el reino.
Ahora debemos decir que en un sentido amplio, el término pacto o berit describe muchos tipos diferentes de relaciones. Apunta hacia relaciones entre amigos, esposos, líderes políticos, tribus y naciones. Todas estas relaciones se han llamado pactos porque formalmente unen a las personas con derechos y obligaciones mutuas, pero estas relaciones eran tan diversas que sus pactos diferían de innumerables maneras.
Y más aun, las Escrituras comparan a veces estas diversas relaciones de pacto con la relación que hay entre Dios y su pueblo. Por ejemplo, nuestra relación con Dios se describe como un matrimonio, como una atadura familiar y como una amistad. Por lo tanto, podemos aprender mucho sobre nosotros y Dios de estos diferentes tipos de pactos.
Pero nuestra preocupación en esta lección no está en este amplio rango de analogías, sino con un tipo específico de pactos en el Antiguo Testamento, llamado pactos divinos. Éstos son pactos que el mismo Dios hizo con personas. Dios hizo seis pactos colectivos principales en el Antiguo Testamento. Él hizo pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y Cristo. En esta lección nosotros estamos interesados principalmente en entender el carácter de estos pactos y cómo ellos se relacionan con el reino de Dios.
Ahora, estudiaremos los seis pactos divinos en esta lección. Pero en este punto, veremos brevemente uno de estos pactos, el pacto con Moisés, para ilustrar cómo los tratados Imperiales de Vasallaje nos han ayudado a entender el carácter de los pactos del Antiguo Testamento. El pacto con Moisés encaja particularmente bien para nuestros propósitos porque Dios reveló mucho más sobre este pacto que sobre cualquiera de los otros que Él hizo en el Antiguo Testamento.
Cuando vemos el pacto que Dios hizo con Moisés, rápidamente notamos que se estructuró de una manera muy similar a los tratados Imperiales de Vasallaje del cercano Oriente de la antigüedad. El pacto de Moisés consistió en los mismos tres elementos principales que hemos visto en los tratados Imperiales de Vasallaje. Este parecido nos ayudará a entender que en un sentido fundamental, los pactos de Dios eran de la manera que Él, como el gran rey de Israel, escogió para administrar su reino.
Será útil para nosotros ver un pasaje en particular, en este punto, que muestra este parecido. En Éxodo capítulo 19 versículos 4 al 6 Dios comenzó su pacto a través de Moisés con Israel de esta manera.
Vosotros visteis lo que hice con los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa. (Éxodo 19:4-6)
Estos versículos abren la escena donde Dios entró en pacto con Israel cuando la nación se reunió al pie del Monte Sinaí en su éxodo hacia la tierra prometida. Y estos reflejan estrechamente los tres elementos centrales de los tratados Imperiales de Vasallaje.
Usted recordará que los tratados Imperiales de Vasallaje tenían tres cuestiones principales: la presentación de la benevolencia real, el requisito de lealtad vasalla, y las consecuencias de lealtad y deslealtad. De una manera muy interesante, las mismas tres cuestiones aparecen en el pacto de Moisés, como se presentaron en Éxodo capítulo 19 versículos 4 al 6.
Primero, Dios le recordó a Israel de su benevolencia divina demostrada cuando Dios en su gracia los libró de la esclavitud en Egipto. Como él dijo en Éxodo capítulo 19 versículo 4
Vosotros visteis lo que hice con los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí. (Éxodo 19:4)
Como los emperadores del cercano Oriente de la antigüedad, Dios les recordó a los Israelitas que Él había sido su rey benévolo; Él había hecho cosas grandes al librar a Israel de Egipto y estaba en el contexto de su benevolencia hacia su pueblo el hecho de que se ofreció a entrar en un pacto con ellos. Segundo, Dios pidió lealtad humana hacia Él. Observe de nuevo en Éxodo capítulo 19 versículo 5.
Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. (Éxodo 19:5)
Como los emperadores del cercano Oriente de la antigüedad, Dios pidió lealtad de sus vasallos humanos. Aunque el pacto de Moisés estaba basado en la misericordia de Dios y no en las buenas obras humanas, aun así, Dios les pidió a sus siervos que fueran fieles, y la ley de Moisés reveló muchas de las maneras en que ellos debían mostrar su lealtad. Se esperaba que las personas obedecieran las normas del pacto. Tercero, el pacto de Moisés también trajo consigo consecuencias de la lealtad y deslealtad del pueblo de Dios. Este elemento se expresa claramente en Éxodo capítulo 19 versículos 5 y 6:
Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa. (Éxodo 19:5-6)
Como los emperadores del cercano Oriente de la antigüedad, Dios dejó claro que si las personas eran fieles, recibirían grandes bendiciones: serían una posesión valorada, un reino de sacerdotes. Y por consecuente, si eran infieles, no recibirían esta gran bendición, mas por el contrario, se maldecirían.
Así que, vemos que el modelo triple de Tratados Imperiales de Vasallaje aparece en el pacto de Dios con Moisés: De la misma manera que los emperadores afirmaban ser benévolos con sus vasallos, cuando Dios entró en pacto con Israel, primero estableció la benevolencia divina que se había mostrado a Israel. El pacto estableció las expectativas de lealtad humana hacia Dios. Y el pacto especificó las consecuencias de bendiciones y maldiciones que las personas podrían esperar si eran fieles o desleales a Dios.
El hecho de que el pacto Mosaico reflejó estos elementos de los tratados Imperiales de Vasallaje demuestra que a un nivel muy básico, cuando Dios hizo pacto con su pueblo, Se mostró a sí mismo ante Israel como su gran rey, su emperador y que Él quería que su pueblo pensara en sí mismo como sus vasallos. Los pactos divinos del Antiguo Testamento eran esencialmente acuerdos reales. El reino y los pactos van de la mano porque los pactos eran los medios por los que Dios gobernaba sobre su reino. Fueron parte fundamental de la administración del reino de Dios y llevan al reino de Dios hacia su destino de extenderse a los confines de la tierra.
Ahora que hemos visto que los pactos divinos tenían la función fundamental de regular la vida en el reino de Dios, pasemos a nuestro segundo tema: El desarrollo histórico de los pactos en el Antiguo Testamento.
Como lo hemos visto en una lección anterior, la historia del reino de Dios en el Antiguo Testamento era compleja. El reino de Dios pasó por muchos periodos o épocas diferentes mientras se dirigía hacia la meta de alcanzar la tierra entera. A estas alturas, veremos que durante cada período o etapa en el reino, Dios hizo pactos que se dirigían particularmente a los problemas que las personas enfrentaban en cada etapa del reino.
Hay muchas maneras en las que podríamos manejar la historia de pactos divinos en el Antiguo Testamento. Analizaremos esta historia en tres etapas principales. Primero, los pactos universales; segundo, los pactos nacionales; y tercero, el Nuevo Pacto.
Como ya lo hemos mencionado, hay seis pactos divinos principales que abarcan toda la historia del Antiguo Testamento: los pactos de Dios con Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y Cristo. Dividiremos estos seis pactos en tres grupos alineados con la forma en que hemos descrito las fases históricas del reino de Dios en la lección previa. Hablaremos de los pactos universales con Adán y Noé; Hablaremos de los pactos nacionales con Abraham, Moisés y David durante el tiempo en que Dios escogió a la nación de Israel en el Antiguo Testamento como su pueblo especial; y hablaremos del nuevo pacto en Cristo durante la fase del Nuevo Testamento del reino.
Así que, mientras analizamos los pactos divinos, veremos en cada uno de estos tres grupos de pactos cómo evolucionaron en la historia del Antiguo Testamento. Veamos primero los pactos universales que Dios estableció durante la historia primigenia.
Hablamos de los pactos con Adán y Noé como "universales" porque se hicieron entre Dios y toda la humanidad. Durante el periodo primigenio, cuando estos pactos fueron hechos, Dios no había identificado a Israel todavía como su pueblo especial. Por lo que, Adán y Noé representaban a todas las personas de cada tribu y nación. Como resultado, lo que a ellos les pasaba, impactaba las vidas de cada ser humano que viniera después de ellos.
Estos pactos universales suplieron toda necesidad en la administración del reino durante el periodo primigenio. Aquí fue cuando Dios estableció los acuerdos más básicos que gobernaron su relación con toda la raza humana para siempre.
Investigaremos estos pactos universales en orden cronológico, empezaremos por el pacto con Adán y después veremos el pacto con Noé. Consideremos primero el pacto de Dios con Adán.
Como todos sabemos, Adán fue el primer ser humano que Dios creó, así que cuando hablamos del pacto con Adán, nos estamos refiriendo al periodo más antiguo de la historia humana que nos podamos imaginar. Y no nos sorprende cuando encontramos que las enseñanzas de la Biblia sobre el pacto de Adán se enfocan en algunas de las dimensiones más básicas o fundamentales de la vida humana.
El pacto con Adán aparece en los relatos de la creación encontrados en los primeros tres capítulos de Génesis.
Debemos mencionar que algunos cristianos no están de acuerdo en que Dios hizo un pacto formal con Adán. La mayoría de estos creyentes basan sus puntos de vista en el hecho de que el término "pacto" realmente no aparece en los primeros tres capítulos de Génesis y algunos también argumentan que no pueden encontrarse los contornos básicos de pactos divinos en estos capítulos.
No obstante, tres puntos de evidencia sugieren fuertemente que Dios de hecho estableció un pacto con Adán como el representante de la humanidad. Primero, los contornos básicos de pactos divinos están presentes en Génesis capítulo 1-3. Como lo veremos más adelante en esta lección, los elementos básicos de pactos divinos están presentes en Génesis capítulos 1 al 3. Una segunda evidencia de que Dios entró en pacto con Adán se encuentra en Oseas capítulo 6 versículo 7. Allí encontramos estas palabras,
Pero ellos, cual Adán [o la humanidad, como podría traducirse], violaron el pacto; allí han pecado contra mí. (Oseas 6:7)
Este pasaje compara la maldad de Israel con el pecado de Adán en el jardín de Edén y habla de que ambos rompieron el pacto. Israel había roto el pacto de la misma manera que la humanidad lo había hecho en el Jardín de Edén.
Una tercera evidencia de que Dios entró en pacto con Adán aparece en Génesis 6 versículo 18 que es el primer pasaje en la Biblia donde el término "pacto" realmente aparece. Dios habló a Noé de esta manera.
Pero estableceré mi pacto contigo. (Génesis 6:18)
Este pasaje es significativo porque el término traducido "estableceré" normalmente no significa "iniciar o comenzar un pacto" sino "confirmar" un pacto que ya existe. El pacto de Noé se presentó como una confirmación de un pacto previamente existente, que vendría siendo el pacto que Dios hizo con Adán.
Le llamemos o no, al arreglo divino con Adán un "pacto", está claro que Dios entró en una relación solemne con Adán que representó a toda la raza humana. El enfoque de este acuerdo o pacto con Adán era establecer las características más fundamentales de la relación entre Dios y la humanidad. Por esta razón, podemos llamarlo un pacto de fundamentos. En este pacto, Dios puso los modelos fundamentales de vida para todos los seres humanos que viven en su mundo. Dios decretó que Adán y Eva sirvieran como las imágenes reales y sacerdotales de Dios y extendieran su reino a los confines de la tierra. Ellos fueron probados y fallaron. Sufrieron por su rebelión, pero se les dio esperanza.
Para abreviar, el pacto con Adán situó los parámetros de la relación de la humanidad con Dios por siempre. Estableció los fundamentos de nuestro rol en su reino.
El segundo pacto universal, es el pacto de Dios con Noé. Hay mucho que podría decirse sobre este pacto, pero nosotros simplemente presentaremos algunas de las cuestiones más centrales que saltan al primer plano en el relato bíblico.
El pacto con Noé también se estableció en el periodo primigenio del reino de Dios e involucró algunas de las cuestiones más básicas que enfrenta toda la humanidad. Antes del diluvio en los días de Noé, Dios indicó que el día vendría en que Él haría un pacto con Noé. El pacto de Dios con Noé se menciona en dos capítulos en el libro de Génesis, Génesis capítulos 6 y 9. Escuche lo que Dios dijo en Génesis capítulo 6 versículo 18.
Pero estableceré mi pacto contigo, y tú entrarás en el arca, con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. (Génesis 6:18)
Como ya lo hemos mencionado, el pacto de Noé no era un pacto nuevo con sus propias bases. Realmente era la consolidación, es decir, la continuación del pacto o arreglo que Dios había hecho con Adán.
¿Cuál fue el énfasis de este pacto con Noé? Encontramos la respuesta a esta pregunta después del Diluvio, cuando Dios realmente hizo el pacto. En Génesis capítulo 9 versículos 9 al 11 leemos esta parte del pacto:
Yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; con todo ser viviente que está con vosotros hasta todo animal de la tierra. Estableceré mi pacto con vosotros, y no volveré a exterminar a todos los seres vivos con aguas de diluvio. (Génesis 9:9-11)
Como vemos aquí, el pacto de Dios con Noé influyó en cada criatura viviente a partir de aquel tiempo, de maneras muy importantes.
El pacto de Noé fue presentado para asegurar estabilidad en el orden creado. Y por esta razón se llama debidamente, un pacto de estabilidad. Como usted recordará, en una lección anterior vimos que cuando Noé y su familia dejaron el arca, Dios reconoció que la humanidad estaba severamente propensa hacia el pecado y reveló una estrategia a largo plazo para cumplir los propósitos de su reino. Como leemos en Génesis capítulo 8 versículos 21 al 22:
Al percibir Jehová olor grato, dijo en su corazón: No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud; ni volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras la tierra permanezca no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche. (Génesis 8:21-22)
Para asegurar esta estrategia, Dios estableció su pacto con Noé y prometió que la naturaleza permanecería estable para que la raza humana pudiera alcanzar su destino en este mundo caído. Este pacto universal, como el de Adán, estableció estructuras básicas para la existencia humana que aplican a todas las personas en todos los lugares y tiempos.
Ahora que hemos visto cómo Dios estableció el orden básico de su reino y aseguró sus propósitos del reino a través de los pactos con Adán y Noé, debemos enfocar nuestra atención en el periodo del reino donde Israel en el Antiguo Testamento pasó a una fase central.
Conforme el reino de Dios pasó de la historia primigenia al periodo en el que Dios se enfocó principalmente en la nación de Israel, Dios estableció tres pactos nacionales. Nosotros podemos llamar debidamente a éstos "pactos nacionales" porque estaban especialmente enfocados a Israel como el pueblo especial escogido por Dios.
Analizaremos los pactos nacionales en orden cronológico y empezaremos con el pacto con Abraham, siguiendo con Moisés y finalmente con David.
Debido a que el primer pacto nacional se hizo con Abraham, Abraham se reconoce como el padre de todo Israel. Nosotros encontramos referencias explícitas al pacto de Abraham en Génesis, capítulos 15 y 17. La primera mención del pacto de Dios con Abraham aparece en Génesis capítulo 15 versículo 18.
Aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo. (Génesis 15:18)
Aquí la expresión "hizo un pacto", o literalmente "cortó un pacto," es la manera normal de indicar el principio de una relación de pacto. Y entonces, varios años después, Dios clarificó su pacto con el patriarca. En Génesis 17 versículos 1 al 2 leemos estas palabras,
Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto. Yo haré un pacto contigo y te multiplicaré en gran manera. (Génesis 17:1-2)
En este pasaje, Dios confirmó o estableció el pacto que había comenzado con Abraham en Génesis 15. Ésta es la misma terminología que vimos en Génesis capítulo 6 versículo 18 cuando Dios confirmó con Noé el pacto que había hecho previamente con Adán.
El pacto con Abraham fue importante porque apartó al pueblo de Israel de entre muchas naciones de la tierra, para ser los instrumentos especiales de Dios para traer su reino celestial a toda la tierra. El primer paso en este proceso fue crear una visión para la nación prometiéndole a Abraham una gran multitud como descendencia así como una patria para construir el reino. Y por esta razón puede caracterizarse como un pacto de promesa. Como leemos en Génesis capítulo 15 versículo 18.
Aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra. (Génesis 15:18)
Y en Génesis capítulo 17 versículo 2.
Yo haré un pacto contigo y te multiplicaré en gran manera. (Génesis 17: 2)
Estas promesas del pacto crearon una visión permanente para todas las esperanzas de Israel como el pueblo del reino de Dios.
Después de que la tribu de Israel había emigrado a Egipto y había sufrido allí esclavitud, Dios los trajo a una segunda fase del pacto nacional, el pacto con Moisés.
El pacto con Moisés estaba estrechamente unido al pacto con Abraham y en muchos aspectos, iba más allá del pacto Abrahámico. Moisés no se veía a sí mismo comenzando algo totalmente nuevo. Al contrario, frecuentemente Moisés recurrió al pacto con Abraham como la base de su propio trabajo del reino.
Escuche la manera en que Moisés intercedió ante Dios en nombre de la nación en Éxodo capítulo 32 versículo 13.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y le daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que os he hablado, y ellos la poseerán como heredad para siempre. (Éxodo 32:13)
El pacto nacional con Moisés no era un pacto nuevo que reemplazó el pacto con Abraham. Más bien, se construyó a la par y en armonía con el pacto nacional que Dios había hecho previamente con Israel por medio de Abraham.
Encontramos el primer registro de Dios entrando en pacto con Israel a través de Moisés, en Éxodo capítulos 19 hasta el 24. Mientras Dios iba incorporando las doce tribus al pie del Monte Sinaí, también estaba formándolos en una nación, un pueblo políticamente unificado. Aunque hubo reglas y leyes para el pueblo de Dios antes del tiempo de Moisés, como en cada nueva nación, una de las cosas principales que Israel necesitaba en este momento era un sistema de ley, un cuerpo de leyes para gobernar la nación. Por lo que Dios le dio a Israel los Diez Mandamientos y el Libro del Pacto para guiar a la nación. Por esta razón, el pacto con Moisés puede llamarse un pacto de ley.
De hecho, el pacto de Moisés enfatizó la ley de tal manera que cuando el pueblo de Israel estuvo de acuerdo en entrar al pacto, su compromiso entró directamente como un compromiso con la ley de Dios. Éxodo capítulo 19 versículos 7 y 8 nos dice,
Entonces regresó Moisés, llamó a los ancianos del pueblo y expuso en su presencia todas estas palabras que Jehová le había mandado. Todo el pueblo respondió a una diciendo: Haremos todo lo que Jehová ha dicho. (Éxodo 19:7-8)
Así vemos que el segundo pacto con la nación de Israel fue el pacto con Moisés, un pacto que enfatizó la ley de Dios. Ahora debemos analizar el pacto que vino a Israel durante los días del Rey David, cuando Israel se volvió un imperio completo.
Ahora, el pacto de David también era un pacto nacional y por consiguiente estaba íntimamente relacionado con el pacto anterior con Moisés. Tal como Salomón dejó claro en 2 de Crónicas capítulo 6 versículo 16, las promesas de Dios hacia David dependían de la fidelidad a la ley de Moisés. Como leemos allí,
Ahora, pues, Jehová, Dios de Israel, cumple a tu siervo David, mi padre, lo que le has prometido, diciendo: Nunca faltará en mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi Ley. (2 Crónicas 6:16)
El pacto de David se fundó en base al pacto anterior con la nación de Israel. No sabemos precisamente cuándo en la vida de David, Dios estableció este pacto formalmente, pero un pasaje que menciona explícitamente el contenido del pacto de David, es el Salmo 89. En el Salmo 89 versículos 3 y 4 la promesa de Dios a David se presenta con estas palabras.
Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia y edificaré tu trono por todas las generaciones. (Salmo 89:3-4)
Este pasaje indica que el pacto de David se enfocó en el reinado en Israel. O para ser más específicos, le prometió a David que su linaje siempre sería la dinastía del reino de Israel.
Cuando David se volvió rey sobre del pueblo de Dios, él bendijo a la nación convirtiendo a Israel en un imperio, es decir, los llevó a un nivel más alto de desarrollo del reino. Y para asegurar el futuro de esta bendición sobre la nación, Dios prometió la estabilidad de una sucesión permanente de reyes, una dinastía perpetua. Por lo que podemos llamar el pacto de David, el Pacto del reinado.
Ahora que tenemos un conocimiento básico de los pactos universales y nacionales, debemos analizar el pacto que gobierna la fase final del reino de Dios: el Nuevo Pacto.
Además de los cinco pactos que ya hemos visto, los profetas del Antiguo Testamento hablaron de un nuevo pacto que vendría durante la fase final del reino de Dios. Y ellos anunciaron que sería mayor que cualquier pacto que había venido anteriormente.
El nuevo pacto se menciona en muchos lugares en la Biblia, pero Jeremías capítulo 31 y Ezequiel capítulo 37 son dos pasajes muy importantes. Jeremías capítulo 31 versículo 31 habla de esto como un "nuevo pacto" de esta manera.
Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (Jeremías 31:31)
Y en varias ocasiones, el profeta Ezequiel habló de este mismo pacto como un pacto eterno de paz. Como leemos en Ezequiel capítulo 37 versículo 26.
Haré con ellos un pacto de paz; un pacto perpetuo será con ellos. Yo los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. (Ezequiel 37:26)
Y como todos los cristianos saben, cuando Pablo les recordó a los corintios las palabras de Jesús en la cena del Señor, aclaró que este nuevo pacto eterno de paz vino a ser completo en Cristo. Pablo plasmó las palabras de Señor en 1 de Corintios capítulo 11 versículo 25:
Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí. (1 Corintios 11:25)
A través de este nuevo pacto en Cristo, Dios administra su reino en su fase final, a la que nosotros llamamos la era del Nuevo Testamento. El nuevo pacto fue diseñado para gobernar al pueblo de Dios durante el tiempo en el que Dios completaría las metas del reino que Él había establecido durante el periodo primigenio y había llevado más allá a través de la nación de Israel. Y por esta razón, la mejor manera de llamarlo, es un pacto de cumplimiento.
Este pacto de cumplimiento fue hecho para gobernar al pueblo de Dios cuando Él dio fin a su destierro y extendió su reino a los confines de la tierra. El nuevo pacto es el compromiso de Dios de transformar a su pueblo en una raza perdonada y redimida que se le ha concedido todo el poder para servirle sin mancha. Escuche la manera en que Jeremías describió esta transformación en Jeremías capítulo 31 versículos 31 al 34.
Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá... Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: "Conoce a Jehová", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:31-34)
Ahora, como lo vimos en la lección pasada, la llegada de esta fase final del reino de Dios viene en tres fases. Fue inaugurada a través del ministerio terrenal de Cristo y el trabajo de sus apóstoles. Continúa en nuestro tiempo, y alcanzará su plenitud sólo cuando Cristo vuelva a la consumación de todas las cosas.
Para recordar estas tres fases del reino en el Nuevo Testamento es esencial entender cómo Dios estableció el nuevo pacto. En una variedad de formas, los efectos del nuevo pacto también vienen en estas fases. Las transformaciones del nuevo pacto empezaron a tomar efecto en la primera venida de Cristo y continúan a lo largo de la historia entera de la iglesia cristiana. Pero la realidad final del nuevo pacto tomará lugar sólo cuando Cristo vuelva. Cuando ese día llegue, el nuevo pacto será el cumplimiento completo de la historia entera de los pactos de Dios. Los propósitos de Dios llegarán a su realización tras la forma en la que llevó a cabo los pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés y David.
Habiendo visto que los pactos son los medios por los que Dios administra su reino a lo largo de la historia, nosotros debemos pasar a nuestro tercer tema: la dinámica de los pactos. ¿Cómo gobernó cada pacto las interacciones entre Dios y su pueblo?
Ahora, antes de que podamos contestar estas preguntas, necesitamos resaltar un punto importante. Algunos pasajes tratan más directamente con las ocasiones en que Dios entró o confirmó formalmente sus pactos y estos pasajes atraen la atención del énfasis particular de cada pacto. Pero hay mucho más que puede aprenderse sobre la dinámica de la vida del pacto que va más allá de este énfasis.
El pacto de Adán enfatizó ciertos modelos fundamentales establecidos al comienzo del mundo; el pacto de Noé dio énfasis a la estabilidad de la naturaleza; el pacto de Abraham acentuó la promesa de Dios; el pacto de Moisés dio énfasis a la ley de Dios; el pacto de David resaltó la dinastía Davídica como la familia real especialmente escogida por Dios; y el nuevo pacto enfatizó el cumplimiento.
Pero estos énfasis no son descripciones comprensivas de la vida del pacto; ellos mencionan exclusivamente ciertos momentos culminantes. Para ver un cuadro más completo de la dinámica de vivir en pacto, debemos reconocer que la vida en pacto con Dios involucró mucho más que estos énfasis.
La relación del pacto de Adán con Dios no solamente concernió a cuestiones fundamentales. Durante el periodo de Noé, la interacción entre la humanidad y Dios involucró mucho más que la estabilidad de la naturaleza. La relación con Dios durante el periodo de Abraham trajo consigo mucho más que la promesa. Dios manejó la época de Moisés con más en mente que su ley. Dios relacionó a su pueblo durante la época de David tomando en cuenta algo más que la dinastía de David. Y la vida con Dios en el nuevo pacto es más compleja que como lo indica el énfasis en su cumplimiento.
Conforme analicemos la vida del pacto, veremos que todos los pactos divinos siguen el mismo acuerdo básico, la estructura triple que ya hemos visto en los tratados Imperiales de Vasallaje del cercano oriente de la antigüedad. La dinámica de vivir en pacto con Dios siempre involucró la benevolencia de Dios, el requisito de lealtad humana y consecuencias de la lealtad y deslealtad humana.
Para explicar la dinámica de pactos del Antiguo Testamento, veremos cómo estos tres elementos aparecen en cada pacto del Antiguo Testamento. Primero, veremos los pactos primigenios universales. Segundo, veremos éstas dinámicas en los pactos nacionales que Dios hizo con Israel en el Antiguo Testamento. Y tercero, veremos cómo éstas dinámicas están presentes en el nuevo pacto en Cristo. Veamos primero los pactos universales primigenios.
Durante la historia primigenia Dios estableció un pacto de fundamentos con Adán y un pacto de estabilidad natural con Noé. Pero la vida bajo estos pactos también involucró un amplio rango de cuestiones que pueden resumirse como benevolencia divina, lealtad humana y consecuencias de la lealtad y deslealtad humana.
Analizaremos brevemente cómo esto es cierto para cada uno de los pactos primigenios: primero el pacto con Adán y después el pacto con Noé.
En primer lugar, Dios mostró mucha benevolencia hacia el primer hombre y mujer, aun antes de que ellos pecaran. Él preparó al mundo para la humanidad y lo llevó del caos a un orden precioso. Formó un paraíso espléndido y puso a Adán y Eva dentro de él dándoles todo tipo de privilegios. Estos actos de bondad prepararon el camino para el primer arreglo del pacto de Dios con la raza humana.
En segundo lugar, el pacto con Adán requirió también de lealtad humana. Dios probó su lealtad con el árbol del conocimiento del bien y del mal además de exigir a Adán y a Eva servirlo como sus imágenes. Como Él ordenó en Génesis capítulo 2 versículos 16 al 17
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás. (Génesis 2:16-17)
Indiscutiblemente se requirió de lealtad humana en la vida del pacto durante el periodo del pacto de Adán. Y en tercer lugar, había consecuencias por la lealtad y deslealtad de Adán y Eva. Claramente, Dios dijo a Adán y Eva que ellos sufrirían las consecuencias de la maldición si eran desleales y comían del fruto prohibido. Como Dios les dijo en Génesis capítulo 2 versículo 17.
Porque el día que de él comas, ciertamente morirás. (Génesis 2:17)
Y por consecuencia, si Adán y Eva hubieran pasado la prueba, habrían sido enormemente bendecidos por servir a Dios y extender su reino.
Así que, la relación del pacto de Adán con Dios también tuvo consecuencias por la lealtad y deslealtad. Ahora, lo que fue una realidad para Adán y Eva también fue una realidad para sus descendientes. La vida con Dios continuó involucrando benevolencia divina, lealtad humana y consecuencias.
Además del pacto con Adán. Dios también se relacionó con Noé y sus descendientes en términos de las tres dinámicas del pacto.
Primero, la benevolencia de Dios preparó el camino para el pacto de Noé. Cuando Dios decidió destruir la raza humana en su juicio perfecto, también decidió salvar a Noé y su familia. Como leemos en Génesis capítulo 6 versículo 8
Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. (Génesis 6:8)
Dios mostró mucha bondad a Noé y su familia. Segundo, Dios requirió lealtad de Noé. Él le ordenó construir el arca y reunir a los animales. Note la similitud entre el pacto con Noé y la responsabilidad de Noé. En Génesis capítulo 6 versículos 18 al 19. Allí leemos,
Pero estableceré mi pacto contigo, y tú entrarás en el arca ... Y de todo lo que vive, de todo ser, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. (Génesis 6:18-19)
Noé era responsable de entrar en el arca con su familia y traer con él a los animales para salvar su especie. Aun después del diluvio, Dios reiteró la responsabilidad de Noé para cumplir con el papel de la humanidad como la imagen de Dios. En Génesis capítulo 9 versículo 7 El dijo entre otras cosas,
Mas vosotros fructificad y multiplicaos, procread abundantemente en la tierra y multiplicaos en ella. (Génesis 9:7)
El énfasis del pacto de Noé en la promesa de estabilidad en la naturaleza no eliminó la necesidad de Noé y aquellos a quienes él representó de ser fieles a Dios.
Tercero, había consecuencias para los actos humanos de lealtad y deslealtad durante el periodo de Noé. El mismo Noé era fiel a Dios. Por lo que, Dios se dio por satisfecho con su sacrificio después del diluvio y lo bendijo con un mundo estable. Como leemos en Génesis capítulo 8 versículos 20 al 21:
Luego edificó Noé un altar a Jehová, y tomando de todo animal limpio y de toda ave limpia, ofreció holocausto en el altar. Al percibir Jehová olor grato, dijo en su corazón: No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud; ni volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho. (Génesis 8:20-21)
Pero Dios también dejó claro que la rebelión contra Él, tendría severas consecuencias de maldición. Por ejemplo, en Génesis capítulo 9 versículo 6 Dios habló de la maldición que vendrá a los asesinos.
El que derrame la sangre de un hombre, por otro hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios es hecho el hombre. (Génesis 9:6)
Las tres dinámicas de la vida del pacto también continuaron a través de los descendientes de Noé. Ahora, lo que fue cierto para los pactos universales primigenios, también era cierto para los pactos nacionales que Dios hizo con Israel.
El énfasis en la promesa del pacto Abrahámico, el pacto Mosaico que resalta la ley y el pacto Davídico que acentúa la dinastía permanente de la casa de David, todos siguieron el modelo de los tratados Imperiales de Vasallaje. La dinámica de benevolencia divina, la lealtad humana y las consecuencias, estaban presentes en cada una de estas fases de los pactos divinos.
Una vez más, analizaremos cada uno de estos pactos en el orden en el que aparecen: primero Abraham, segundo Moisés y tercero David.
El pacto de Abraham enfatizó las promesas de descendencia y tierra para el pueblo de Israel, pero las tres dinámicas del pacto estaban vigentes en este momento.
Primero, Dios le mostró mucha benevolencia a Abraham. Por ejemplo, en su primer llamado a Abraham el cual precedió al pacto por muchos años, Dios demostró gran bondad a Abraham. Considere Génesis capítulo12 versículo 2 donde Dios dijo,
Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. (Génesis 12:2)
A lo largo de la vida de Abraham Dios le mostró misericordia al patriarca, perdonándolo del pecado, contándolo por justo, protegiéndolo de las tribulaciones.
Segundo, Dios también requirió lealtad del patriarca. Por ejemplo, incluso en el primer llamado de Dios, a Abraham se le demandó obedecer. Como leemos en Génesis capítulo 12 versículo 1 Dios le ordenó:
Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. (Génesis 12:1)
Dios le exigió a Abraham dejar su patria y a su familia e ir a una tierra que él nunca había visto. Y escuche cómo Dios le recordó a Abraham del requisito de lealtad cuando confirmó su pacto en Génesis capítulo 17 versículos 1 y 2:
Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto. Yo haré un pacto contigo y te multiplicaré en gran manera. (Génesis 17:1-2)
Aunque muchos cristianos no lo ven, la relación del pacto de Abraham con Dios no era solamente de promesa; Como en todos los pactos en el Antiguo Testamento, Dios requirió obediencia fiel de Abraham.
Tercero, Dios también dejó claro que había consecuencias por la lealtad y deslealtad de Abraham. Escuche una vez más la demanda de Dios de que Abraham fuera fiel en Génesis capítulo 17 versículo 1 al 2 y preste especial atención a la consecuencia de bendición en el versículo 2, si Abraham cumplía:
Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto. (Génesis 17:1)
Y después en el versículo dos.
Yo haré un pacto contigo y te multiplicaré en gran manera. (Génesis 17:1-2)
Dios declaró explícitamente que el aumento de la descendencia de Abraham sería una consecuencia de lealtad. Y respectivamente, Dios también dijo que la deslealtad produciría maldiciones severas. Escuche lo que Le dijo a Abraham en Génesis capítulo 17 versículos 10 al 14:
Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado... El incircunciso, aquel a quien no se le haya cortado la carne del prepucio, será eliminado de su pueblo por haber violado mi pacto. (Génesis 17:10-14)
Dios demandó la circuncisión como una señal de compromiso de lealtad del pacto, para que cualquiera que no fuere circuncidado entre los hombres de Israel sufriera la maldición de ser separado de su pueblo, excluido de las bendiciones de la vida del pacto.
Estas tres dinámicas del pacto que aparecen en una relación directa con Abraham, continúan regulando la vida del pueblo de Dios desde Abraham hasta el próximo pacto con Moisés. Ahora, el segundo pacto con la nación de Israel, fue el pacto con Moisés.
Como hemos visto, este pacto enfatizó la ley de Dios, porque fue establecido cuando Dios estaba formando las tribus de Israel en una nación unificada. Pero sería un error terrible pensar que otras dinámicas del pacto estaban ausentes en la vida bajo el pacto de Moisés. Para ilustrar la presencia de todas las dinámicas del pacto de Moisés, veamos brevemente la parte central de este pacto, los Diez Mandamientos.
La benevolencia divina es evidente en los Diez Mandamientos en el prólogo que precede las leyes de Dios. Usted recordará que los Diez Mandamientos empiezan de esta manera en Éxodo capítulo 20 versículo 2
Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. (Éxodo 20: 2)
El pacto de Moisés no era un pacto de obras; era un pacto de misericordia y gracia. Aun así, los Diez Mandamientos dejan muy claro que Dios requirió lealtad de su pueblo. Como dice el primer mandamiento en Éxodo capítulo 20 versículo 3
No tendrás dioses ajenos delante de mí. (Éxodo 20:3)
La gracia divina no estaba en contra de la lealtad humana; más bien la apoyó y la llevó al requisito de fidelidad. Más allá de esto, los Diez Mandamientos hablan de las consecuencias de lealtad y deslealtad en Éxodo capítulo 20 versículos 4 al 6.
No te harás imagen ... No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos. (Éxodo 20:4-6)
Éstas dinámicas que aparecen en los Diez Mandamientos se extienden a todos los aspectos de la vida desde los días de Moisés hasta el siguiente pacto con David.
El último pacto con Israel en el Antiguo Testamento, el pacto con David, enfatizó que Dios estaba estableciendo el linaje de David como la dinastía permanente para gobernar sobre Israel.
Aun, cuando vemos el cuadro completo, también es claro que el regalo de un reino gobernante sobre Israel entró en el contexto de benevolencia divina, lealtad humana y consecuencias. Escuche los comentarios del Salmo 89 versículos 3 y 4 sobre el pacto de Dios con David.
Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia y edificaré tu trono por todas las generaciones. (Salmo 89:3-4)
Estos versículos reflejan la benevolencia que mostró Dios a David. Él escogió a David y lo estableció a él y sus descendientes como la dinastía permanente sobre Israel. Pero Dios también requirió lealtad y advirtió sobre consecuencias por la deslealtad. Escuche los versículos 30-32 más adelante en este mismo Salmo:
Si dejaran sus hijos mi Ley y no anduvieran en mis juicios ... entonces castigaré con vara su rebelión y con azotes sus maldades. (Salmo 89: 30-32)
Si los hijos de David abandonaran las leyes de Dios, ellos serían castigados severamente. Por otro lado, grandes bendiciones vendrían a los hijos de David que fueran fieles a Dios. Cuando leemos la historia de Israel desde el día de David hasta el final del Antiguo Testamento, es evidente que éstas dinámicas continuaron caracterizando la vida del pacto. Así que, las tres dinámicas del pacto aparecen en cada uno de los pactos corporativos divinos de Israel en el Antiguo Testamento.
Con las dinámicas de vida en los pactos universales y nacionales en mente, nosotros estamos listos para pasar al nuevo pacto, el pacto de cumplimiento.
El destino del reino de Dios administrado a través de los pactos del Antiguo Testamento alcanzó su clímax a través de la obra de Cristo de establecer el nuevo pacto.
Aun así, como en todos los otros pactos divinos, las dinámicas básicas de los pactos bíblicos son evidentes en el Nuevo Pacto en Cristo. En primer lugar, el nuevo pacto involucra benevolencia divina. Dios prometió mostrar gran bondad a su pueblo desterrado cuando Él estableció el nuevo pacto. Como se lee en Jeremías capítulo 31 versículo 34,
Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:34)
En esta y muchas otras maneras, el nuevo pacto claramente muestra la gran misericordia de Dios. Al mismo tiempo, la lealtad humana también es un factor en el nuevo pacto. Dios no promete anular sus leyes ni exenta a nadie de obedecerlas. Al contrario, Él sigue requiriendo lealtad. Pero Dios también promete en Jeremías capítulo 31 versículo 33
Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón. (Jeremías 31:33)
Es decir, Dios dará a su pueblo un amor por su ley, para que ellos deseen obedecerlo seriamente. Y finalmente, las consecuencias de lealtad también son evidentes. Como Jeremías 31 versículo 33 continúa,
Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jeremías 31:33)
Esta fórmula ofreció seguridad de que Dios le traería grandes bendiciones a su pueblo, porque ellos cumplirían con las obligaciones de este pacto.
Ahora, como ya lo hemos dicho, también debemos recordar que el nuevo pacto entra en efecto en tres fases, siguiendo el modelo de la fase final del reino de Dios en Cristo. El nuevo pacto se inauguró en la primera venida de Cristo y sus apóstoles; a lo largo de la historia de la iglesia el nuevo pacto continúa dando fruto en una variedad de maneras a través del poder de Cristo que opera en la iglesia; y el nuevo pacto alcanzará su realización cuando Cristo vuelva en gloria a la consumación de los tiempos.
Primero, el nuevo pacto se inaugura porque Cristo terminó su ministerio terrenal. Cristo fue fiel a todos los requisitos del pacto. Desde su nacimiento nunca desobedeció a su padre celestial. Y aun más importante, al morir Cristo en la cruz como un sacrificio por los pecados de su pueblo, su rectitud se acredita a todos los que tienen fe salvadora en él. Ese único sacrificio de Cristo fue tan perfecto, que no necesita repetirse jamás. Como lo menciona el escritor de Hebreos en Hebreos capítulo 10 versículos 12 al 14:
Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios...Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. (Hebreos 10:12-14)
Y debido a este sacrificio, el nuevo pacto se ha inaugurado. Como lo escribió el autor de Hebreos en Hebreos capítulo 9 versículos 12 al 15:
Por su propia sangre, entró una vez [Cristo] para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención Por eso, Cristo es mediador de un nuevo pacto. (Hebreos 9:12-15)
Dios intervino en la historia para establecer el nuevo pacto enviando a su hijo para guardar cada detalle de la ley de Dios y ofrecerse como un sacrificio perfecto y completo por el pecado. Su sacrificio trae perdón eterno a todos los que tienen fe salvadora en él.
Ahora a pesar de la importancia de la obra redentora de Cristo en su primera venida, la gran salvación del nuevo pacto también depende del trabajo de continuidad de Cristo como el mediador del nuevo pacto. Día a día Cristo intercede en nombre de su pueblo ante el trono de su padre en el cielo. De nuevo el escritor de Hebreos apuntó hacia esta realidad. En Hebreos capítulo 7 versículos 24 al 25 él escribió,
Pero este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:24-25)
Porque él reina e intercede por nosotros, podemos estar seguros de que Cristo traerá a todos los que tienen fe salvadora en él, a través de las tribulaciones y problemas que enfrentamos ahora.
Y finalmente, porque Cristo ha pagado por nuestros pecados y ha continuado intercediendo en nuestro nombre, nosotros podemos estar seguros que un día él volverá y traerá la consumación de las promesas del nuevo pacto. Como lo ha explicado el escritor de Hebreos en Hebreos capítulo 9 versículo 28
Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan. (Hebreos 9:28)
Cuando ese día venga, cada persona que ha confiado en Cristo recibirá la santidad completa y el regalo de la vida eterna en el reino eterno de Dios de los nuevos cielos y la nueva tierra.
Así que vemos que conforme hemos leído sobre los pactos en la Biblia, seremos sabios al recordar los énfasis distintivos de cada periodo del pacto, pero también debemos tener presente que había mucho más para la vida con Dios, que estos énfasis distintivos. Cada fase de la vida en pacto con Dios involucraba el rango completo de las dinámicas del pacto.
Ahora que hemos visto cómo la vida en pacto con Dios siempre trae consigo la dinámica triple de benevolencia divina, lealtad humana, y consecuencias, debemos pasar a nuestro tema final: el pueblo del pacto. ¿Quiénes eran las personas de los pactos de Dios? ¿Quién estaba incluido y excluido de los pactos divinos? ¿Cómo se relacionaron todas estas personas con las dinámicas de los pactos de Dios?
Para contestar estas preguntas, mencionaremos dos asuntos: primero, examinaremos las divisiones de la humanidad; y segundo, veremos la aplicación de las dinámicas del pacto a estas diversas divisiones de la humanidad. Veamos primero las maneras en que la raza humana está dividida con respecto a los pactos de Dios.
Desgraciadamente, vivimos en un tiempo en el que hay mucha confusión sobre las personas de los pactos. En su mayoría, los cristianos evangélicos piensan que hay dos tipos de personas en el mundo: los creyentes y los no-creyentes, los salvos y los no-salvos. Ahora, no hay nada de malo con estas categorías; la Biblia habla de esta manera muchas veces. Pero los problemas vienen porque muchos evangélicos ponen en el mismo plano a los creyentes con aquellos que están dentro del pacto con Dios, y a los no-creyentes con aquellos que están fuera del pacto de Dios. Pensando de esta manera, sólo hay dos tipos de personas; toda persona que es salva está dentro del pacto con Dios y todos los que no son salvos están fuera del pacto.
Cuando observamos detenidamente a las personas de los pactos divinos, pronto nos damos cuenta que esta división doble no describe adecuadamente a la raza humana. Para obtener una manera más adecuada de pensar sobre las divisiones de la humanidad, veremos dos cuestiones. Primero la división de las personas dentro de los pactos divinos y segundo, la división entre los incluidos y los excluidos de los pactos divinos.
En primer lugar, es elemental ver que dentro de cada pacto en la Biblia aparece una división importante de las personas. Cada pacto en el Antiguo Testamento incluía a creyentes y no-creyentes. Esto no es difícil de ver en los pactos con Adán y Noé. Estos son llamados pactos universales precisamente porque todas las personas, sean creyentes o no-creyentes están ligados a Dios por estos pactos. Los principios fundamentales establecidos en el pacto con Adán, aplican a aquellos que tienen fe salvadora y a los que no la tienen. La promesa de estabilidad en la naturaleza en el pacto con Noé, aplica a ambos, a los creyentes y a los no-creyentes. Así que durante la historia primigenia, había dos tipos de personas en el mundo: los verdaderos creyentes que estaban dentro del pacto con Dios y los no-creyentes que también estaban dentro del pacto con Dios.
Ahora, existe una situación similar con los pactos nacionales con Abraham, Moisés y David. Cada uno de estos pactos también incluyó a creyentes y no-creyentes. Como claramente lo establece el Antiguo Testamento, a lo largo de los siglos la mayoría de los Israelitas demostraron ser no-creyentes, aunque ellos estaban en pacto con Dios. Y en toda la nación como pueblo del pacto de Dios, sólo algunos creyeron de verdad y fueron eternamente salvos de sus pecados. Así que los pactos nacionales de Israel incluyeron a creyentes y no-creyentes. Las personas que estaban dentro de los pactos nacionales en Israel, se parecían bastante a las personas de los pactos universales con Adán y Noé.
Ahora cuando consideramos a las personas del pacto con respecto al nuevo pacto, surge otro dilema. La promesa del nuevo pacto era que, en algún momento, todos los que estuvieran dentro, serían verdaderos creyentes. Escuche la manera en que Jeremías enfatizó este hecho en Jeremías capítulo 31 versículo 34
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:34)
La esperanza del nuevo pacto era que el pueblo de Dios fuera completamente redimido del pecado, todos y cada uno, conociendo al Señor sin excepción.
Pero mientras éste es el destino del nuevo pacto, nosotros debemos recordar una vez más que el reino de Dios en el nuevo pacto se cumple en tres fases. Se inauguró en la primera venida de Cristo; continúa hoy en la iglesia; y alcanzará su consumación cuando Cristo vuelva en gloria. En otras palabras, las esperanzas del nuevo pacto no llegaron de repente o en su totalidad en la primera venida de Cristo a la tierra.
Como resultado, hasta que Cristo regrese para traer la salvación completa, las personas del nuevo pacto incluyeron a creyentes y a no-creyentes. Por un lado, las personas del nuevo pacto incluyen a los hombres y mujeres que han ejercido la fe salvadora en Cristo. Ya sean judíos o gentiles, ellos son verdaderos creyentes comprados por la sangre de Cristo y eternamente justificados a través de la fe. Por otro lado, las personas del nuevo pacto también incluyen a los judíos y Gentiles que no son verdaderos creyentes, pero que también han experimentado una porción de bendiciones del nuevo pacto aunque ellos no tienen la fe salvadora. Escuche la manera en que el apóstol Juan habló de los no-creyentes en la iglesia en 1 de Juan capítulo 2 versículo 19.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestara que no todos son de nosotros. (1 Juan 2:19)
Aquí el apóstol escribió sobre las personas que dejan la fe cristiana. En un sentido él dice que ellos sí eran parte "de nosotros," es decir, ellos formaban parte de la iglesia cristiana. Pero en otro sentido, él dice que al dejar la fe, dejaron claro que ellos "no eran realmente de nosotros." Es decir, ellos no eran verdaderos creyentes. ¿Y cómo supo él esto? Cuando dijo, si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Es decir, ellos habrían permanecido fieles hasta el final.
Todos sabemos que en la innumerable lista de iglesias existen personas que son salvas de sus pecados y personas que no lo son. Nadie afirma que todos los que están dentro del nuevo pacto, son verdaderamente salvos. Aunque no siempre podemos distinguir entre ellos, el Nuevo Testamento enseña claramente que hasta que Cristo regrese, la iglesia, la nueva comunidad del pacto, está formada por los dos: verdaderos creyentes y los no-creyentes.
En segundo lugar, también debemos recordar una división importante en los seres humanos entre aquellos que están incluidos y los que están excluidos de ciertos pactos.
Ahora, entendemos que todas las personas están incluidas en los pactos universales con Adán y Noé. Nadie está excluido de las bases y la estabilidad natural establecidas en estos pactos. Pero la situación cambió para la humanidad una vez que Dios escogió a Israel como su pueblo especial.
Habiendo escogido a la nación de Israel como el pueblo del pacto de Dios, surgió una complicación. Hasta ahora hemos visto que los pactos con Abraham, Moisés y David incluyeron a creyentes y no-creyentes. Pero estos pactos se hicieron con un grupo selecto de personas, con los Israelitas y algunos gentiles que fueron adoptados en Israel. En general, esto significó que las naciones de los gentiles estaban excluidas de estos pactos. Para ser más claros, todas las personas, incluyendo a los gentiles son personas de los pactos universales, pero los gentiles no pertenecían a los pactos nacionales especiales hechos con Israel. Escuche la manera en que Pablo describió a los gentiles en Efesios antes de que ellos se volvieran creyentes. En Efesios capítulo 2 versículo 12 él escribió:
En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. (Efesios 2:12)
Las personas que estaban fuera de los pactos nacionales con Israel, estaban sin Dios y sin esperanza. Así que, para cuando llegamos a los pactos nacionales, hay de hecho tres tipos de personas en el mundo: Los que estaban en los pactos de Israel con Dios y eran verdaderos creyentes, los que estaban en los pactos de Israel con Dios y eran no-creyentes y los que estaban fuera del pacto de Israel.
Esta misma situación triple, también aplica para el nuevo pacto. También hemos visto que hasta que Cristo regrese en gloria, el nuevo pacto tiene tanto creyentes como no-creyentes dentro de él. Pero además de estos dos tipos de personas en el nuevo pacto, debemos agregar una tercera categoría. Los hombres y mujeres que rechazan el evangelio, aquellos que no se reconocen como cristianos, los que no son parte de la iglesia. Ellos están excluidos del nuevo pacto. Durante el periodo del Israel nacional en el Antiguo Testamento aquellos que estaban fuera del pacto eran principalmente gentiles, ahora que Cristo ha venido, aquellos fuera del nuevo pacto incluyen tanto a judíos como a gentiles y no tienen parte ni con Cristo ni en su iglesia.
Así que, vemos que las Escrituras dividen a la raza humana de varias maneras con respecto a los pactos divinos. Los pactos universales incluyen a todas las personas, creyentes y no-creyentes. Los pactos nacionales excluyeron a la inmensa mayoría de gentiles, pero también incluyeron a ambos en Israel, creyentes y no-creyentes. Y hasta que Cristo regrese y purifique su iglesia, el nuevo pacto excluye a los judíos y gentiles que no tienen parte en la fe cristiana, pero también incluye a creyentes y no-creyentes.
Ahora que hemos visto cómo la humanidad está dividida en varios grupos en lo que se refiere a los pactos de Dios, estamos listos para pasar a otro punto. ¿Cómo las dinámicas de los pactos — la benevolencia divina, la lealtad humana y las consecuencias de lealtad y deslealtad — aplicaron a estos diferentes grupos?
Mientras leemos el Antiguo Testamento buscando entender su significado original y cómo aplicarlo a nuestros días, es importante recordar que ambos, los Israelitas del Antiguo Testamento que primero leyeron el Antiguo Testamento y nosotros, los cristianos que lo leemos ahora, enfrentamos una división tripartita similar a la de la raza humana: los que están fuera del pacto, los que no creen en el pacto y los creyentes en el pacto. Esto significa que si nosotros esperamos entender cómo aplicó la dinámica de pacto a las personas que vivieron en los días de Israel en el Antiguo Testamento y después relacionar esas dimensiones de significado original a nuestros días, debemos siempre pensar en términos de estos tres tipos de personas.
Primero, debemos considerar a los no-creyentes excluidos de los pactos nacionales con Israel y a los no-creyentes excluidos del nuevo pacto; segundo, los no-creyentes incluidos en los pactos nacionales con Israel y los no-creyentes incluidos en el nuevo pacto; y tercero, los verdaderos creyentes incluidos en los pactos nacionales con Israel y los verdaderos creyentes incluidos en el nuevo pacto. Veamos primero cómo las dinámicas del pacto aplican a los no-creyentes que fueron excluidos de los pactos con Israel y del nuevo pacto.
Debido a que estos no-creyentes de hecho viven como personas perdidas que participan en los pactos universales con Adán y Noé, sus vidas son influenciadas por las tres dinámicas de los pactos. En primer lugar, todos los no-creyentes experimentan la bondad de Dios a través de la misericordia que Él muestra a todas las personas. Como dijo Jesús en Mateo capítulo 5 versículo 45,
Vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. (Mateo 5:45)
A menudo llamamos a las bendiciones como estas "gracia común" expresando que no es misericordia que salve, sino gracia mostrada a todos los seres humanos.
En segundo lugar, incluso los no-creyentes fuera de los pactos nacionales y del nuevo pacto están obligados a ser fieles a su creador. Muchos no-creyentes fuera de los pactos exclusivos tienen por lo menos un poco de conocimiento de la revelación especial dada a Israel y a la iglesia y este conocimiento los obliga a la lealtad. Incluso aun aquellos que no tienen ningún conocimiento específico del Antiguo Testamento o de la fe del Nuevo Testamento, tienen una comprensión básica de sus obligaciones para servir a Dios que viene como una revelación general o natural. Como Pablo lo expuso en Romanos capítulo 1 versículo 20:
Lo invisible de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible desde la creación del mundo y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa. (Romanos 1:20)
Así que, incluso los no-creyentes fuera de los pactos exclusivos, tienen una obligación básica de rendir culto y servir a su creador.
En tercer lugar, los no-creyentes fuera de los pactos nacionales y del nuevo pacto, afrontan consecuencias por sus acciones. En momentos, Dios les concede bendiciones temporales a estos no-creyentes cuando ellos viven según su verdad. Incluso entre estos no-creyentes el vivir sabiamente tiene beneficios. Y en otros momentos, Dios responde a su rebelión flagrante con maldiciones temporales. A pesar de estas experiencias mixtas para estos que están fuera del pacto, cuando Cristo vuelva, estos no-creyentes no tendrán ninguna bendición de Dios. Ellos sufrirán sólo su juicio eterno. En estos aspectos, los no-creyentes fuera de los pactos nacionales de Israel y los no-creyentes excluidos del nuevo pacto, hoy viven las dinámicas de los pactos universales.
Ahora, la segunda categoría de la humanidad que nos concierne, son los no-creyentes que están en los pactos con la nación de Israel y en el nuevo pacto. ¿Cómo aplican las dinámicas de los pactos divinos a ellos?
En primer lugar, Dios ha mostrado mucho más bondad y misericordia a estas personas que a los que permanecen fuera de estos pactos. Es cierto, no se les muestra gracia salvadora porque ellos no son verdaderos creyentes. En el Antiguo Testamento había aun grandes ventajas de ser parte de Israel, así como ahora hay grandes ventajas de ser parte de la iglesia del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo reflejó las ventajas de participar en los pactos especiales de Dios cuando describió los beneficios que incluso vinieron a los Israelitas no-creyentes. En Romanos capítulo 9 versículo 4, él escribió:
Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la Ley, el culto y las promesas. (Romanos 9:4)
Dios muestra mayor misericordia a los no-creyentes que están en un pacto exclusivo con Él, que a los no-creyentes que están fuera de esos pactos.
En el Antiguo Testamento, judíos no-creyentes fueron sacados de Egipto. Ellos recibieron la ley divina de Dios en Sinaí. Ellos conquistaron la tierra de la promesa. Fueron bendecidos por los reinos de David y sus hijos. De la misma manera, los no-creyentes dentro de la iglesia del Nuevo Testamento son ministrados por verdaderos creyentes; ellos oyen la predicación de la palabra; comparten en la obra del Espíritu. De éstas y otras maneras, se ha mostrado gran bondad de Dios a los no-creyentes en la comunidad del pacto especial.
En segundo lugar, aparte de recibir estos beneficios por estar en el pacto, a los no-creyentes dentro de los pactos nacionales y en el nuevo pacto se les ha pedido más requisitos de lealtad porque ellos han recibido mayor conocimiento de Dios que otros no-creyentes. Por consiguiente se les exige aun más obediencia y servicio. Como dijo Jesús en Lucas capítulo 12 versículo 48:
Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará. (Lucas 12:48)
Aquellos que oyen la verdad de la palabra de Dios, aquellos que saben sus caminos, son responsables de ser fieles a Él. En tercer lugar, los no-creyentes dentro de los pactos nacionales y en el nuevo pacto con Dios también experimentan las consecuencias de su lealtad y deslealtad. Por un lado, ellos experimentan una cantidad mayor de muchos tipos diferentes de bendiciones y maldiciones temporales. Pero por otro lado, cuando Cristo vuelva, los no-creyentes dentro del pacto con Dios tienen simplemente una esperanza: el juicio eterno. Porque no han confiado en las promesas de Dios en Cristo, ellos permanecen perdidos en el pecado y están destinados al castigo eterno.
El escritor de Hebreos advirtió sobre el juicio severo que viene contra los no-creyentes en el nuevo pacto. En Hebreos capítulo 10 versículos 28 y 29 él escribió:
El que viola la Ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado y ofenda al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:28-29)
Note aquí que estas personas son "santificadas" por "la sangre del pacto." Esto no significa que fueron salvas, sino sólo que ellos eran apartados para Dios, que estaban en pacto con Él. Y cuando estas personas se rebelan contra Dios, como siempre lo hacen de una manera o de otra, hay sólo una esperanza y es conocida como el juicio que Dios ha reservado para sus enemigos. Y este juicio es totalmente el más severo, porque la misericordia mostrada a ellos fue muy grande. Así que, vemos que para los no-creyentes dentro de los pactos nacionales y el nuevo pacto, las dinámicas de benevolencia divina, lealtad y consecuencias son intensificadas. Pero en el análisis final, si ellos no se arrepienten y ejercen fe salvadora, estos no-creyentes sufrirán el juicio eterno de Dios.
La tercera categoría de seres humanos que nos debe concernir cuando leemos el Antiguo Testamento y lo aplicamos hoy, son los verdaderos creyentes dentro del pacto. Estas personas son el maravilloso pueblo especial de Dios destinado irrevocablemente a la vida eterna en Cristo.
La benevolencia divina mostrada a los verdaderos creyentes es completamente inmensurable, incluyendo el perdón de los pecados y la eterna relación directa con Dios. Como Pablo escribió en Romanos capítulo 8 versículos 1 y 2:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (Romanos 8:1-2)
Al mismo tiempo, mientras nosotros somos libres de la condenación de la ley de Dios, hemos sido llamados a la obediencia fiel en gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Esto es por lo que en Romanos capítulo 8 versículo 7 Pablo continuó para contrastar a los creyentes con los no-creyentes y dice,
Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden. (Romanos 8:7)
En contraste, la mente que ama a Dios, se somete a su ley. En Romanos capítulo 8 versículos 12 al 13, Pablo agregó,
Así que, hermanos ... por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. (Romanos 8:12-13)
En otras palabras, los creyentes tenemos una obligación de vivir diferente a los no-creyentes, es decir, tenemos una obligación de someternos a la ley de Dios, no de ganar nuestra salvación, sino para honrar Dios. Tal como los Israelitas del Antiguo Testamento, los cristianos deben seguir las reglas y leyes de las Escrituras para probar y demostrar su fe. Los verdaderos creyentes en el Antiguo Testamento fueron llamados para obedecer la ley de Moisés como una prueba de su fe. Tal como Moisés les dijo a las personas en Deuteronomio capítulo 8 versículo 2:
Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová, tu Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. (Deuteronomio 8:2)
Los cristianos en el Nuevo Testamento son llamados al mismo tipo de prueba. Tal como lo dijo Pablo a los corintios en 2 de Corintios capítulo 13 versículo 5
Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos... ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que estéis reprobados! (2 Corintios 13:5)
Cristo fue el hijo absolutamente obediente de Dios y su rectitud se acredita a nosotros para que nuestra salvación eterna esté segura. Pero conforme vivimos nuestras vidas diarias, nosotros debemos demostrar la salvación que Dios nos ha concedido. Como Pablo animó a los Filipenses en capítulo 2 versículo 12,
Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. (Filipenses 2:12)
En tercer lugar, los verdaderos creyentes en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento experimentan las consecuencias de su lealtad y deslealtad. Por un lado, los verdaderos creyentes experimentan bendiciones y maldiciones temporales de Dios. Por lo menos, tenemos garantizadas las bendiciones del Espíritu de Dios. Y más allá de esto, Dios a menudo incluso concede bendiciones físicas a su pueblo. Pero lo opuesto también es cierto. El escritor de Hebreos explicó que Dios guía a sus verdaderos hijos con disciplina. En Hebreos capítulo 12 versículo 6 escribió,
Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. (Hebreos 12:6)
A pesar de estas experiencias mixtas aquí y ahora, al final hay una gran diferencia entre los no-creyentes dentro del pacto y los verdaderos creyentes dentro del pacto. Solamente hay un resultado final para los que tienen fe salvadora. Cuando Cristo vuelva en gloria, los verdaderos creyentes experimentarán sólo las bendiciones eternas de Dios. Como leemos en Apocalipsis capítulo 21 versículo 7:
El vencedor heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:7)
Conforme continuemos estudiando el Antiguo Testamento en esta serie, es esencial que siempre recordemos estas tres divisiones de la humanidad y cómo se aplican las dinámicas de los pactos. Cuando recordemos las distinciones entre los no-creyentes fuera de los pactos nacionales y del nuevo pacto, los no-creyentes dentro de estos pactos y los verdaderos creyentes dentro de estos pactos, estaremos equipados para entender qué implicaciones tenían en el Antiguo Testamento para los Israelitas del Antiguo Testamento que lo leyeron primero y estaremos mejor equipados para ver cómo esto aplica a nosotros hoy.
Cada pasaje en el Antiguo Testamento advertía y animaba a sus lectores originales que consideraran su estado con respecto a los pactos de Dios y nosotros debemos hacer lo mismo hoy. En cada ocasión, el Antiguo Testamento llamaba a los no-creyentes que estaban fuera de los pactos de Israel, a someterse a Dios y entrar en sus pactos o sufrir el juicio eterno de Dios. El Antiguo Testamento hace un llamado hoy a los que están fuera del nuevo pacto, para hacer lo mismo. El Antiguo Testamento llamó primero a los no-creyentes en los pactos nacionales de Israel y ahora llama a los no-creyentes dentro del nuevo pacto a ejercer la fe salvadora en las promesas de Dios en Cristo o a enfrentar el juicio eterno severo por violar su relación del pacto con Dios. Y el Antiguo Testamento, una vez llamó a los verdaderos creyentes de Israel en el Antiguo Testamento y ahora llama a los verdaderos creyentes dentro del nuevo pacto, a recordar la misericordia que Dios les ha mostrado, a demostrar su fe viviendo fielmente ante Dios y a continuar con la esperanza en la vida eterna en los nuevos cielos y la nueva tierra que Dios traerá a la consumación de su reino.
Conforme recordemos cómo se aplican las dinámicas de los pactos a cada tipo de persona que vive hoy, podremos ver cómo debemos aplicar el Antiguo Testamento a nuestras propias vidas y a las vidas de los que nos rodean. Conforme leemos el Antiguo Testamento hoy, debemos preguntarnos qué dice en cada pasaje para los no-creyentes fuera del pacto. Debemos preguntarnos qué dice en cada pasaje a los no-creyentes dentro del nuevo pacto para ir caminando hacia la fe salvadora en Cristo. Y debemos preguntarnos qué dice en cada pasaje a los verdaderos creyentes en el nuevo pacto acerca de incrementar la fe y el agradecimiento a la fidelidad, al nuevo pacto en Cristo.
En esta lección hemos presentado la enseñanza bíblica acerca de los pactos divinos. Hemos visto que Dios administra su reino a través de los acuerdos de los pactos. Hemos visto cómo cada pacto en el Antiguo Testamento enfatizó cosas particulares que el reino requirió en las fases diferentes de su historia. Hemos explorado las dinámicas básicas de una relación de pacto con Dios y hemos visto cómo éstas dinámicas aplican a los diferentes tipos de personas en el pasado y hoy.
Conforme avancemos en este estudio del Antiguo Testamento, regresaremos al tema de los pactos divinos una y otra vez. Los pactos formaron las estructuras de la vida de fe para Israel en el Antiguo Testamento y también forman las estructuras de la vida de fe aun hoy.