¿Alguna vez ha notado cómo los seguidores de Cristo usamos muchas expresiones familiares de diferentes maneras? Un ejemplo es la expresión "nuevo pacto". Cada vez que tomamos la cena del Señor, repetimos lo que dijo Jesús: "esta copa es el nuevo pacto". Y en todo el mundo, las iglesias incluyen las palabras "nuevo pacto" en sus nombres. Sin embargo, si le preguntáramos a la mayoría de los cristianos ¿qué es el nuevo pacto?, obtendríamos un sin número de respuestas diferentes. Pero como veremos en esta lección, el concepto del nuevo pacto influyó tanto a los autores del Nuevo Testamento que podríamos decir que su teología es una "teología del nuevo pacto". Y por esta razón, debemos hacer todo lo posible para entender qué es el nuevo pacto.
Esta es la tercera lección de nuestra serie El Reino y el Pacto en el Nuevo Testamento. Hemos titulado esta lección, "El Nuevo Pacto". Exploraremos cómo los autores del Nuevo Testamento, se basaron en el concepto del nuevo pacto, para darle forma a algunas de sus perspectivas teológicas más importantes.
Nuestra lección se dividirá en dos partes principales. En primer lugar, veremos cómo el nuevo pacto caracterizó la administración del reino de Dios. En segundo lugar, exploraremos cómo el nuevo pacto reveló ciertas dinámicas de interacción entre Dios y su pueblo. Veamos primero la administración del reino de Dios a través del nuevo pacto.
El término hebreo que generalmente se traduce como "pacto" es "berith". En la Septuaginta, el Antiguo Testamento en griego, esta palabra hebrea es traducida como "diatheke". "Diatheke" también aparece como "pacto" en el Nuevo Testamento. Tanto berith y diatheke tienen connotaciones de "acuerdo solemne o pacto". En la Biblia podemos observar pactos entre personas, entre reyes y ciudadanos y entre reyes y otros reyes. Dios pactó con naciones y con pueblos. En esta lección, estamos particularmente interesados en los pactos celebrados entre Dios y su pueblo, especialmente su nuevo pacto en Cristo.
Es importante saber que uno de los avances más significativos para nuestra comprensión de los pactos de Dios en la Biblia, tuvo lugar en la segunda mitad del siglo veinte. En esa época, muchos estudiosos empezaron a comparar los pactos bíblicos con un grupo de documentos antiguos del Cercano Oriente, llamados "Tratados Imperiales de Vasallaje". Estos documentos eran tratados internacionales, entre naciones existentes, en la época del Antiguo Testamento.
En estos tratados, los emperadores o grandes reyes, administraban sus reinos a través de tratados con vasallos, o reyes menores que estaban bajo su autoridad. Como veremos, las similitudes entre los pactos bíblicos y estos tratados nos dejan claro que, en las Escrituras, los pactos de Dios eran su principal manera de administrar los asuntos de su reino.
En el Antiguo Testamento, especialmente en Génesis, hay dos tipos de tratados. Primero, el que llamamos "tratado de igualdad", en el que dos personas de igual autoridad, hacen un acuerdo que es beneficioso para ambos. Por ejemplo Abraham y Abimelec. Segundo, "el tratado imperial de vasallaje" como le llamaban en el antiguo Cercano Oriente, éste suele ser entre potencias desiguales, una superior a la otra, a la que probablemente ya ha tomado y conquistado. Al conquistado le gustaría tener una relación con la potencia conquistadora, en la que el emperador reciba los beneficios del rey vasallo. Se requería la lealtad de este para que continúe su alianza con el emperador. Pero, hay un beneficio para el rey vasallo, y consiste en que el emperador lo tenía que salvar, ante cualquier ejército conquistador. Así, tenían una relación de protección mutua. [Dr. Daniel L. Kim]A menudo pensamos que los reyes eran tiranos y caciques ricos que oprimían a sus ciudadanos. Pero en realidad, la realeza era diferente en el contexto del antiguo Cercano Oriente de la época de Jesús y desde antes ya estaba basada en el concepto del pacto. Así que, tenemos evidencia, evidencia antigua, de que existían tratados antiguos en los cuáles un rey o un emperador hacía un acuerdo con ciertas personas que se convertían básicamente en sus sirvientes o vasallos y la relación entre ellos era definida por el soberano, el emperador, quien definía los términos que permitían mantener la relación. Les decía algo así: "Te ofreceré protección, te ofrezco prosperidad, te ofrezco identidad a cambio de que compartas conmigo una porción de tus cosechas, que me des tu alianza y que no formes alianzas con otros reyes o soberanos". De cierta manera, era una relación de beneficio mutuo. Y si comenzamos a pensar sobre el tema de la realeza y la naturaleza de estos pactos, vemos que varias partes del Antiguo Testamento parecen muy similares con respecto a los elementos de estos tratados entre emperadores y reyes vasallos. [Dr. Bradley T. Johnson]
Veremos tres formas principales de la administración del reino de Dios. En primer lugar, observaremos el significado de representantes del pacto. En segundo lugar, veremos cómo los pactos de Dios se enfocaron en normas apropiadas para el reino de Dios. Y en tercer lugar, señalaremos cómo Dios administró su reino a través del desarrollo orgánico de las normas de su pacto. Primero veamos los representantes del pacto de Dios.
Como ya hemos señalado, los emperadores de antes administraban sus reinos, haciendo tratados con un rey vasallo menor. Estos reyes vasallos representaban a sus naciones y administraban sus reinos en sumisión al emperador. De manera similar, Dios administra su reino, haciendo pactos con hombres que él elige para representar a su pueblo del pacto.
Para entender esto, veamos primero cómo escogió Dios a los representantes del pacto en el Antiguo Testamento. Después veremos el nuevo pacto. Comencemos con el Antiguo Testamento.
Es fácil darse cuenta de que Dios eligió representantes del pacto en la época del Antiguo Testamento. Génesis 1 al 3 y Oseas 6:7, ambos indican que Dios hizo el primer pacto bíblico con Adán. Génesis 6:18 y Génesis 9:9 al 17, hacen referencia al pacto de Dios con Noé. Y en Génesis 15 y 17, Dios hizo un pacto con Abraham. Los capítulos de Éxodo 19 al 24, indican que Dios eligió a Moisés, como su representante del pacto. Y finalmente, los pasajes como Salmos 89 y 132 hacen referencia al pacto de Dios con David.
Dios lidió con cada uno de estos hombres de diferente manera al hacer sus pactos. Sin embargo, todos ellos estaban representando a otros delante de Dios, en los juicios de su corte celestial. Los pactos con Adán y Noé, pueden ser llamados "pactos universales", porque Adán y Noé fueron representantes, de todos los seres humanos como pueblo del pacto de Dios. Los pactos con Abraham, Moisés y David, pueden ser descritos como "pactos nacionales". En estos pactos, estos hombres, representaron a la nación de Israel y a los gentiles adoptados por Israel, como pueblo del pacto.
Teniendo en mente a los representantes del pacto del Antiguo Testamento, veamos cómo Dios administró el nuevo pacto a través de un representante del pacto.
El Nuevo Testamento identifica a Cristo como el representante del nuevo pacto en repetidas ocasiones. Dios interactuó con Cristo de manera especial como representante de su iglesia, o sea, de todos los judíos y gentiles que Dios identifica con Cristo. Como leemos en Hebreos 9:15:
Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. (Hebreos 9:15)
Vemos enseñanzas similares en pasajes como Romanos 8:34 y 1 Timoteo 2:5 y 6.
El hecho de que Cristo es el representante del pacto elegido por Dios para la iglesia, nos ayuda a entender una de las características más importantes de la teología del Nuevo Testamento. Muchos intérpretes han señalado que la teología del Nuevo Testamento es "Cristocéntrica". Es decir, todas las facetas de la teología del Nuevo Testamento, están íntimamente ligadas a la persona y obra de Cristo. ¿Cómo es que esto es verdad? ¿Cómo es qué el Nuevo Testamento enseña que debemos creer en Jesús para la salvación? ¿Por qué orar y mostrar bondad en nombre de Jesús? ¿Por qué la iglesia se llama "el cuerpo de Cristo"? La respuesta es clara: Cristo juega el papel central en la teología del Nuevo Testamento, porque Dios administra todas las dimensiones de la vida en el nuevo pacto a través de Cristo, como el representante de la iglesia. Pasar por alto esta característica de la teología del Nuevo Testamento significaría perder una de sus características más importantes.
Una vez que hemos visto que Dios administró su reino a través de representantes del pacto, y específicamente a través de Cristo en el nuevo pacto, debemos ver una segunda característica de la administración del reino de Dios: las normas apropiadas que los pactos bíblicos establecieron para los diferentes períodos de la historia bíblica.
Todos los tratados entre emperadores y vasallos del antiguo Cercano Oriente, tenían elementos en común, pero también eran diferentes en muchos aspectos. Esto era porque cada tratado, abordaba cuestiones específicas, que eran pertinentes para cada relación internacional. De la misma manera, todos los pactos de Dios, tenían mucho en común, pero los detalles de cada pacto, eran diseñados para problemas específicos, que eran importantes en diferentes etapas de la historia bíblica.
Para ver cómo las normas de los pactos de Dios eran apropiadas para las diferentes etapas históricas, veamos otra vez los pactos del Antiguo Testamento y luego a las normas del nuevo pacto. Consideremos primero las normas de los pactos del Antiguo Testamento.
Una lectura rápida de los términos de los pactos del Antiguo Testamento, revela un enfoque en aquellas normas que eran relevantes para ciertas etapas del reino de Dios. El pacto de Dios con Adán puede llamarse el "pacto de fundamentos". En éste, se enfatizó los objetivos del reino de Dios y el papel de los seres humanos en su reino antes y después de que el pecado entrara al mundo. Después del diluvio, Dios hizo un pacto con Noé al que podríamos llamarle "pacto de estabilidad". Este pacto se centró tanto en la estabilidad de la naturaleza, como en el entorno seguro dentro del cual la humanidad pecadora, podría servir para los propósitos del reino de Dios. Podemos referirnos al pacto de Abraham como el "pacto de elección de Israel". Éste se centró en los privilegios y las responsabilidades de Israel como pueblo elegido de Dios.
El pacto con Moisés a menudo es llamado el "pacto de la ley", porque se centró en la ley de Dios y en cómo él, unificó las tribus de Israel en una sola nación. Con este pacto, Dios guió a su pueblo de Israel hacia su Tierra Prometida. Y por último, podemos considerar el pacto de David como el "pacto del reinado". Este pacto estableció a Israel, como un auténtico reino, e hizo énfasis en cómo la dinastía real de David, debía liderar a Israel en servicio del reino.
Cuando consideramos las normas apropiadas, establecidas por los pactos en el Antiguo Testamento, no debería sorprendernos, que el nuevo pacto también estableció normas del reino, que fueron apropiadas para la época del nuevo pacto.
El nuevo pacto viene en el último período de la historia bíblica — después de los pactos de Dios con Adán, Noé, Abraham, Moisés y David. Y por esa razón, el nuevo pacto puede ser descrito como el "pacto del cumplimiento". Como tal, éste estableció las normas destinadas a revertir los fracasos del pasado y a terminar o cumplir los propósitos del reino de Dios en Cristo.
El nuevo pacto se menciona en las Escrituras por primera vez en Jeremías 31:31, en donde leemos las siguientes palabras:
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (Jeremías 31:31)
En el contexto más amplio de este versículo, la frase "vienen días" se refiere al tiempo después del final del exilio de Israel. Como vimos en una de las lecciones anteriores, el mensaje de las buenas nuevas cristianas — o "evangelio" — fue que el reino de Dios alcanzaría su victoria final en todo el mundo, después de que el exilio de Israel terminara. Así que, desde que se menciona por primera vez el nuevo pacto, vemos su asociación con el victorioso cumplimiento del reino de Dios.
Por esta razón, en Jeremías 31:33 y 34, Dios reveló las normas del nuevo pacto. Normas que fueron apropiadas para esta última etapa del reino en Cristo. Escuchemos lo que dijo Dios:
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:33-34)
Vemos en este pasaje que el nuevo pacto llevará el reino de Dios a su fin último, cuando "Dios perdone la maldad de su pueblo y no se acordará más de sus pecados". En esta época de bendiciones finales y eternas para el pueblo de Dios, "él dará su ley en su mente y la escribirá en su corazón". De hecho, Dios prometió hacer esto con cada persona en el nuevo pacto. Como él mismo lo dijo: "todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande."
Ahora bien, en pasajes como Deuteronomio 10:16 y Jeremías 4:4, Dios llama con frecuencia a la nación de Israel a ir más allá de sólo hacer pactos de manera externa y a circuncidar sus corazones. En otras palabras, que lo amaran tan profundamente que escribieran su ley en sus corazones. En las normas de la nueva era del pacto, Dios prometió intervenir de tal manera que esto sería una realidad para todo su pueblo del pacto.
Después de la resurrección y ascensión de Jesús, la forma que había tomado el reino de Dios, se mantuvo igual en que Dios gobierna sobre su pueblo, en su lugar, pero su aspecto había cambiado completamente. Lo más importante de que Jesús esté sentado a la diestra de Dios es que – tal y como el apóstol Pedro predicó el día de Pentecostés en Hechos capítulo 2 –, él ha derramado su Espíritu Santo sobre su pueblo, así como fue profetizado en el libro de Joel. Y el hecho de que el Espíritu more en los judíos y – para sorpresa y asombro de ellos - también en los gentiles, es indicación de que el reino de Dios ya no va a estar conformado sólo por el pueblo de Israel, los descendientes de Abraham, sino por aquellos que son descendientes de Abraham por la fe, como afirma el apóstol Pablo en Romanos 4. Así que, el reino de Dios está constituido de personas de cada tribu, nación y lengua; cualquiera que tenga fe en Cristo, recibirá el Espíritu, y el que tiene el Espíritu, tiene a Dios vivo y gobernando en su vida. [Dr. Constantine R. Campbell]
Como vimos en la lección anterior, Jesús enseñó que la era del nuevo pacto se desenvolverá en tres etapas. En primer lugar, su inauguración llegó con la primera venida de Cristo. En esta etapa, Cristo cumplió muchas, aunque no todas, las expectativas del nuevo pacto. Después, en la continuación, la era del nuevo pacto continúa por un período indefinido a través de la historia de la iglesia. En esta etapa, Jesús cumple muchas más expectativas, pero no todas todavía. Y, finalmente, la era del nuevo pacto, alcanzará su consumación en la segunda venida de Cristo, cuando se cumplirán todas las expectativas completamente. Este cumplimiento tripartito del nuevo pacto nos ayuda a reconocer una segunda característica básica de la teología del Nuevo Testamento. Esta teología, no sólo era Cristocéntrica, sino que también se dedicó a explicar las normas del nuevo pacto, a medida que se desarrollaban en estas tres etapas.
En efecto, los autores del Nuevo Testamento tuvieron que ajustarse a las expectativas de la vida en el nuevo pacto. Por ejemplo, a diferencia de las expectativas creadas por Jeremías 31, pasajes como Mateo 6:12 y 1 Juan 1:9, explican que los seguidores de Cristo aún necesitan pedir perdón, porque siguen violando la ley de Dios. También vemos en pasajes como 2 Corintios 11:13 y Gálatas 2:4, que los falsos creyentes siguen conviviendo entre los verdaderos creyentes en la iglesia del nuevo pacto. ¿Cómo fueron afectados estos y otros factores por el desenvolvimiento de las normas del nuevo pacto? De una manera u otra, cada dimensión de la teología del Nuevo Testamento, se dedicó a responder a esta pregunta.
Ahora que hemos visto cómo Dios administró su reino a través de representantes del pacto y de normas apropiadas históricamente, debemos explorar el desarrollo orgánico de las normas de los pactos bíblicos.
Cuando decimos que las normas del pacto, se desarrollan orgánicamente, estamos hablando de algo similar al crecimiento de un árbol. Un árbol cambia a medida que crece de una semilla a su madurez total, pero sigue siendo el mismo organismo. Podríamos ver a los pactos del Antiguo Testamento de la misma manera. Cada pacto del Antiguo Testamento tuvo diferentes representantes del pacto, y se centró en normas apropiadas para un determinado momento en la historia. Sin embargo, al igual que un árbol, a pesar de sus cambios, los pactos seguían teniendo una unidad orgánica.
Analizaremos el desarrollo orgánico de los pactos de Dios, comenzando con el Antiguo Testamento. Y después veremos el desarrollo orgánico que ocurrió desde el Antiguo Testamento hasta el nuevo pacto. Comencemos con los pactos del Antiguo Testamento.
Podemos ver el desarrollo orgánico de los pactos del Antiguo Testamento, al tener en cuenta cómo las normas de los pactos continuaron vigentes a lo largo de la historia del Antiguo Testamento. Por ejemplo, desde la época de Adán, Dios estableció que la raza humana, hecha a su imagen, extendería su reino por toda la tierra. Esta norma, se desarrolló con el tiempo, pero nunca fue totalmente descartada. Con Noé, Dios estableció la estabilidad en la naturaleza como un lugar seguro para que los seres hechos a imagen de Dios, pero aun caídos, pudieran seguir sirviendo los propósitos de su reino. Esta norma administrativa, cambió con pactos posteriores, pero Dios nunca la descarto por completo. Con Abraham, Israel recibió privilegios y responsabilidades como el pueblo escogido de Dios. Su rol especial en la historia cambió cuando se agregaron más pactos, pero nunca desapareció de la administración del reino de Dios.
Desde la época de Moisés, la ley le sirvió a Israel como una guía. Esta ley, debía aplicarse de diferentes maneras al ser añadidos nuevos pactos, pero nunca fue anulada.
Y desde la época de David, la dinastía real de David ha guiado al pueblo de Dios al servicio de su reino. Aunque este liderazgo, cambió con el nuevo pacto y la realeza de Jesús, nunca fue anulado.
El patrón de desarrollo orgánico que vemos en el Antiguo Testamento continuó con el nuevo pacto en Cristo. Éste también se desarrolló orgánicamente de pactos anteriores.
Veamos nuevamente a Jeremías 31:31, en donde Dios le dijo:
He aquí que vienen días en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (Jeremías 31:31)
Muy frecuentemente, los cristianos hemos pensado que la expresión "nuevo pacto", significa que el nuevo pacto es completamente nuevo, desconectado de los pactos anteriores en la Biblia. Sin embargo, es importante saber que la palabra "nuevo" es la traducción del término hebreo châdash. Pasajes como Isaías 61:4, Ezequiel 36:26 y Job 29:20, dejan claro que este término y sus otras formas verbales relacionadas, no significan "totalmente nuevo". Al contrario, esta familia de términos significa "renovado," "reconstruido," o "actualizado".
Este punto de vista está sustentado por el hecho de que Dios dijo que el nuevo pacto se realizará, "con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá". En otras palabras, el nuevo pacto es un pacto nacional renovado con los descendientes de Abraham, y los gentiles que fueron adoptados en su familia, una vez que terminó el exilio de Israel.
Y al igual que los pactos del Antiguo Testamento, el nuevo pacto estableció normas que fueron apropiadas para su determinado lugar en la historia. Estas nuevas normas fueron reveladas a través de Cristo y sus apóstoles y profetas. Pero como cada uno de los pactos del Antiguo Testamento, el nuevo pacto renovó, reconstruyó o actualizó las normas, que Dios había establecido en anteriores administraciones del pacto.
Cuando vemos el reino de Dios a lo largo del canon de las Escrituras y a través de la historia de la redención, vemos cambios en la administración de este reino si observamos los pactos bíblicos hasta llegar a su culminación en Cristo. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Dios trae su plan de salvación a través de la nación de Israel en el antiguo pacto, trabaja principalmente con una nación, en una teocracia, una representación visible de que a través de esa nación vendrá el Mesías, el Señor Jesús. Y podemos ver que gran parte de la administración de ese reino ataba a dicha nación a un lugar, una ubicación, una tierra, y a un gobierno determinado. Y por esa razón hay ciertos cambios cuando se cumplen las cosas en Cristo, cuando llega el reino en el nuevo pacto. Obviamente, Cristo es el Rey. Él es el único que cumple con todos los requisitos del Antiguo Testamento. Cumple el papel de David y Moisés. E inaugura con su vida, muerte y resurrección el reino, trae el reinado salvador de Dios a este mundo y después desarrolla una comunidad internacional— que llamamos la iglesia, de gente nueva, tanto judíos como gentiles — para que ahora él reine dentro de, y a través de, la iglesia. Es el reinado espiritual de Cristo, a través de su pueblo: hombres, mujeres, niños y niñas se arrepienten y vienen a la fe. Y al creer, entran en dicho reino, al gobierno salvador de Dios. El reino es internacional y el gobierno de Dios consta de personas que provienen de cada tribu, nación, pueblo y lengua. La iglesia local demuestra esto a través de una especie de teocracia, en la cual Cristo reina a su gente, aunque no es exactamente igual a cómo era en la antigua nación de Israel. [Dr. Stephen T. Wellum]Al observar la administración de Dios de su reino y cómo puede cambiar, no queremos verle como un viejo burócrata inventando un nuevo sistema porque el primero fracasó, un plan B. No es así. Los propósitos de Dios tienen que ser consistentes. Es mejor asumir que los principios que Él sigue son similares y de ahí discernimos qué cambios han ocurrido. El hecho de que Jesús ya no esté presente físicamente es importante para la llegada del Espíritu, para que la iglesia no sólo se centre en la presencia física de Jesús en un lugar determinado sino para dispersarse con el Espíritu de Jesús para llevar su mensaje y misión a todo el mundo. Hay un cambio en los pactos. Lo que previamente había operado bajo la carne ahora es fortalecido por el Espíritu para que la meta del pacto antiguo — amar a Dios con todo tu corazón, mente, alma y fuerza. Y amar a tu prójimo como a ti mismo — sea alcanzada por todos los creyentes. [Dr. Sean McDonough]
Estos desarrollos orgánicos entre los pactos del Antiguo Testamento y el nuevo pacto, nos proporcionan una tercera perspectiva crucial sobre la teología del Nuevo Testamento. Además de ser Cristocéntrica y de estar centrada en las normas apropiadas para el desarrollo tripartito del reino de Cristo, la teología del Nuevo Testamento se basó en la teología del Antiguo Testamento.
En esencia, la teología del Nuevo Testamento no era una fe nueva. Sino que los autores del Nuevo Testamento, aplicaron las enseñanzas del Antiguo Testamento, a la luz de la revelación de Dios en Cristo. Por esta razón, el Nuevo Testamento es relativamente corto. Éste, asumió la validez perdurable del Antiguo Testamento. También por eso, los autores del Nuevo Testamento, apelaron al Antiguo Testamento, cientos de veces para apoyar sus perspectivas teológicas. Así que, cuando decimos que la teología del Nuevo Testamento es la teología del nuevo pacto, no nos referimos a que ésta está divorciada del Antiguo Testamento. Por el contrario, cada dimensión de la teología del Nuevo Testamento se basa en la teología del Antiguo Testamento.
En esta lección sobre el nuevo pacto, hemos explorado la administración del reino de Dios. Vayamos ahora al segundo tema importante en esta lección: las dinámicas de interacción entre Dios y su pueblo en el nuevo pacto.
Los autores del Nuevo Testamento describen las interacciones entre Dios y su pueblo del pacto de muchas maneras. Escribieron tanto de la gracia de Dios como de su ira. Exigieron obediencia y advirtieron de las consecuencias de la desobediencia.
Describieron cómo Dios protege a algunos del daño y cómo llama a otros a sufrir. Esas y muchas otras referencias directas e indirectas de las interacciones, entre Dios y su pueblo plantean algunas preguntas importantes: ¿Qué perspectivas teológicas forman la base de esta variedad? ¿Cómo hacían los autores del Nuevo Testamento para entenderlo todo? ¿Cómo analizaron las dinámicas de la interacción humana y divina?
Una vez más, comenzaremos con el contexto de los tratados imperiales de vasallaje del antiguo Cercano Oriente. En términos generales, estos tratados se centraban en tres características de las interacciones entre los reyes mayores y los menores. En primer lugar, los reyes mayores siempre decían mostrar benevolencia hacia sus vasallos. En segundo lugar, los reyes mayores también estipulaban las maneras en que sus vasallos, debían demostrar su lealtad. Y en tercer lugar, los reyes mayores dictaban las consecuencias de las bendiciones y las maldiciones, que los vasallos podían esperar por su obediencia o su desobediencia. Ahora bien, debemos tomar en cuenta que los reyes mayores, siempre reservaban el derecho de hacer cumplir los términos de sus pactos, como veían conveniente. Pero en general, la benevolencia, la lealtad y las consecuencias, formaban los principios básicos, a través de los cuales, se regían dichas relaciones de tratados.
Como veremos, en los pactos bíblicos también aparecen los mismos elementos de las dinámicas de interacción, pero ahora entre los humanos y Dios. Tenemos que tener en cuenta que, como el Rey supremo, Dios fue quien determinó cómo la dinámica de sus pactos, llegaría a su resultado final. Y lo hizo, según su propia sabiduría incomparable, no según los estándares de las expectativas humanas. Por esta razón, las Escrituras explican que las interacciones entre Dios y su pueblo están a menudo más allá de la comprensión humana. Y como nos recuerdan pasajes tales como Deuteronomio 29:29, Isaías 55:8 y 9, un número de Salmos y libros enteros como Job y Eclesiastés, las maneras en las que Dios implementó estas dinámicas del pacto, siempre fueron buenas y sabias.
Exploraremos las dinámicas de interacción entre Dios y su pueblo observando en primer lugar, la benevolencia divina que Dios concede a su pueblo. En segundo lugar, veremos cómo los pactos bíblicos llevaban consigo pruebas de lealtad para el pueblo del pacto. Y en tercer lugar, hablaremos de las consecuencias, es decir, las bendiciones y maldiciones que conlleva la obediencia o la desobediencia. Comencemos con la benevolencia divina.
Analizaremos el elemento de la benevolencia divina, tanto en los pactos del Antiguo Testamento como en el nuevo pacto. Consideremos primero la benevolencia divina, en los pactos del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento deja muy claro que la benevolencia y la bondad de Dios, sostenían las relaciones establecidas por sus pactos. Al comienzo, Dios mostró benevolencia divina hacia Adán como el representante de su pacto en el pacto de fundamentos. Antes de que Adán cayera en pecado, Dios le concedió su bondad a Adán mediante la creación del Jardín del Edén y colocándolo ahí como imagen de Él mismo. Y también derramó su gracia salvadora sobre nuestros primeros padres, Adán y Eva, después de su caída en pecado. Además, Adam representó a toda la humanidad en el tribunal de Dios. Así, las bondades que Dios le mostró a Adán fueron pasadas al pueblo del pacto, al cual él representó. De un modo u otro Dios continuó mostrando su gracia común a todas las personas, incluyendo a los no-creyentes. Y a los verdaderos creyentes, como Abel, Set y muchos otros, Dios también mostró su gracia salvadora.
A lo largo de su vida, Noé también recibió benevolencia divina – tanto gracia común como gracia salvadora – como representante del pacto de Dios en el pacto de estabilidad.
Y, al igual que con el pacto de Adán, las bondades que Dios le mostró a Noé también pasaron al pueblo del pacto que Noé representó: todos los seres humanos. De varias maneras, Dios mostró a todas las personas su gracia común. Y a los verdaderos creyentes, especialmente a aquellos del linaje de Sem, Dios también les mostró su gracia salvadora.
Abraham también experimentó la benevolencia divina a través de la gracia salvadora y la gracia común – como representante en el pacto de la elección de Israel. Las bondades que Dios le mostró a Abraham también se las mostró al pueblo del pacto que él representó: los israelitas y los gentiles que más tarde llegarían a ser adoptados por Israel. Dios mostró su gracia común a la gente de dicho pacto, incluyendo a los no-creyentes como Esaú. Pero Dios también derramó su gracia salvadora sobre personas fieles, tales como Jacob, José y muchos más.
Tal y como nos relatan las historias de la vida de Moisés, Dios le mostró la benevolencia divina de gracia salvadora y gracia común en formas únicas a Moisés, como representante del pacto de la ley.
Y las bondades que Dios le mostró a Moisés se transmitieron a quienes él representaba: la nación de Israel y a los adoptados por Israel. Todos los israelitas se beneficiaron de la gracia común de Dios, incluso aquellos que no tenían fe salvadora. Y Dios también demostró su gracia salvadora a muchos que estaban en Israel y que habían sido adoptados por Israel.
Por último, David, recibió la benevolencia divina de la gracia salvadora y común de manera especial, como representante elegido por Dios en el pacto del reinado. Y las bondades que Dios le mostró a David le fueron transmitidas al pueblo del pacto que él representaba: sus hijos de la realeza, la nación de Israel y los gentiles adoptados por Israel. Según la gran sabiduría de Dios, todos experimentaron la gracia común en Israel, incluyendo los no-creyentes. Sin embargo, los verdaderos creyentes en Israel también recibieron la gracia salvadora de Dios.
La benevolencia divina de Dios a través de los pactos del Antiguo Testamento, guiaron las maneras en las que la benevolencia de Dios influiría las dinámicas del nuevo pacto también.
En primer lugar, el Nuevo Testamento resalta la benevolencia de Dios hacia Cristo, el nuevo representante del pacto. Debemos tener claro que, al igual que Adán antes de la caída en el pecado, Jesús nunca necesitó de la misericordia, el perdón o la gracia salvadora de Dios. Aun así, pasajes tales como Mateo 3:16 y 17; Mateo 12:18; y Lucas 3:22 indican que, durante la inauguración de su reino, el Padre ungió a Jesús con su Espíritu, para darle poder en su servicio. De hecho, de acuerdo a Romanos 8:11, fue gracias al poder del Espíritu Santo, que el Padre resucitó a Jesús de entre los muertos. Por otra parte, según Salmos 2:4 al 6; Mateo 28:18; y Hechos 2:31 al 33, la benevolencia del Padre hacia Jesús, lo elevó hasta su actual posición de autoridad y poder, durante la continuación de su reino.
Y esta bondad le dará a Cristo los privilegios y la gloria que recibirá en la consumación de su reino.
En segundo lugar, el Nuevo Testamento también se centra en lo que los teólogos cristianos a menudo llaman "unión con Cristo". Esta enseñanza aclara que la benevolencia de Dios hacia Cristo también tiene un efecto sobre la iglesia, el pueblo del pacto que él representa.
La unión de los creyentes con Cristo es bipartita. Por un lado, estamos "en Cristo". Esto quiere decir, que como Cristo es nuestro representante del pacto, el pueblo del nuevo pacto es identificado con Cristo en la corte celestial de Dios. Así que, en muchos sentidos, lo que es verdad de Cristo, cuenta como verdadero para todos aquellos a quienes él representa en la corte de Dios.
Esto es lo que Pablo tenía en mente en Efesios 1:13 cuando dijo:
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación. (Efesios 1:13)
Pero por otro lado, el Nuevo Testamento no habla solamente de los creyentes "en Cristo". También habla de "Cristo en nosotros". Es decir, Cristo está presente y trabajando en la vida de los creyentes, a través del Espíritu Santo, en nuestras experiencias en el mundo día a día. Escuchemos Romanos 8:10 y 11:
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros él vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (Romanos 8:10-11)
Como lo indica este pasaje, aunque los autores del Nuevo Testamento reconocían que la iglesia es identificada con Cristo en el cielo, ellos sabían también que la era del nuevo pacto, aún no había alcanzado su consumación. Por esta razón, la vida presente en el nuevo pacto, es diferente de lo que será cuando Cristo regrese.
Por ejemplo, el pueblo del nuevo pacto de Dios, continúa pecando. Por otra parte, los creyentes falsos — aquellos sin fe salvadora — permanecen en la iglesia visible junto a los verdaderos creyentes. Solamente en la consumación se completará la obra de Cristo en nosotros.
Por esta razón, el Nuevo Testamento enseña que antes del regreso de Cristo, Dios muestra gracia común a todas las personas en la iglesia visible, incluyendo a los creyentes falsos. De hecho, pasajes como Juan 15:1 al 6 y Hebreos 6:4 al 6 muestran que aunque los no-creyentes, a menudo experimentan gran misericordia de Dios temporalmente, no reciben la gracia salvadora. Pero al mismo tiempo, Dios ha mostrado la gracia salvadora, incluso ahora, a los verdaderos creyentes. No es de extrañar entonces, que cada faceta de la teología del Nuevo Testamento, es plasmada en términos de benevolencia divina.
En las Escrituras en el Antiguo y el Nuevo Testamento, encontramos que el Señor promete que él es bondadoso para toda la humanidad, buenos y malos, justos e injustos, aquellos que son hijos e hijas de Dios y aquellos que no lo son, de la siguiente manera. Primeramente, que no los destruye a todos de inmediato, pues todos somos pecadores, pero por su gracia nos permite vivir. Segundo también, él dice que él bendice con la lluvia venidera, la lluvia que hace que la tierra pueda producir buena comida para nosotros. Que las fincas de los malos reciben la misma lluvia que la lluvia para los justos. Él menciona que el mismo sol hace crecer las plantas y da vida a los justos y a los injustos. O sea que Dios es benevolente para todas las criaturas, buenas y malas. Y sobre todo que a ambos les da la oportunidad de reconocer quién él es. Nos dice que, por su misericordia, el Señor les da la oportunidad a aquellos o aquellas que ahora mismo están desviados del camino de Dios, que niegan su existencia aún. A ellos mismos el Señor es tan bueno y bondadoso, que les permite oportunidades tras oportunidades para que oigan el mensaje, para que puedan escuchar el mensaje, para que puedan estudiar la Palabra de Dios y así poder tener salvación. Él es bondadoso aun a aquellos que niegan su existencia. Y claro para los suyos, les hace la promesa que siempre estará con ellos y los bendecirá una vez por siempre. [Dr. Alvin Padilla]
Como lo expresó Pablo en Efesios 2:8:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. (Efesios 2:8)
Ahora que ya hemos visto cómo las dinámicas de interacción entre Dios y la gente, consiste en la expresión de su benevolencia divina, veamos cómo vivir la vida en pacto con Dios también, implica pruebas de lealtad. Estos requisitos de obediencia revelan la condición de los corazones, de quienes están en pacto con Dios.
Cabe mencionar que en el siglo veinte, muchos estudiosos empezaron a comparar los pactos bíblicos con otro grupo de textos del antiguo Cercano Oriente, a menudo llamados las "concesiones reales" En estas concesiones, un emperador otorga beneficios a un rey vasallo o a un sujeto. Las primeras investigaciones llevaron a muchos a concluir que no había obligaciones o requisitos, o pruebas de lealtad para quienes recibían la donación. Y como resultado, varios intérpretes de la Biblia sugieren que algunos pactos bíblicos, no requerían la lealtad del pueblo de Dios. Sin embargo, la investigación más reciente ha encontrado lo contrario. Ahora sabemos, que incluso las concesiones reales requerían del servicio leal de los destinatarios. Por lo tanto, no es una gran sorpresa que las Escrituras digan que Dios puso a prueba la lealtad de su pueblo, en cada pacto bíblico, incluyendo el nuevo pacto.
Cuando decimos que Dios pone a prueba nuestra fidelidad como parte de la vida en el nuevo pacto, debemos evitar malentendidos graves. En primer lugar, en la Biblia, ningún pecador ha alcanzado la salvación por sus buenas obras. Nunca se llega a la perfección necesaria para recibir la bendición eterna de Dios, a través de nuestros propios esfuerzos. En segundo lugar, toda buena obra que realizamos es hecha posible por la gracia de Dios que obra en nosotros. No podemos lograr ninguna buena obra sin la misericordia de Dios, y el poder de su Espíritu. Y en tercer lugar, tenemos que darnos cuenta de que Dios, siempre ha llamado a su pueblo del pacto a la obediencia. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios probó si los corazones de su pueblo eran verdaderos, observando cómo respondían a sus mandatos.
Me gustaría que todos los creyentes en Cristo, supiéramos que la relación personal con Dios no comenzó en el Nuevo Testamento. Fue un cumplimiento de largo plazo: "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo". Es una fórmula establecida desde el principio, es decir, desde el Jardín del Edén, en Génesis 12, desde que fue creado el pueblo del pacto. Y por eso, la devoción interna es el principio de la obediencia. No es el resultado de la obediencia. No es aparte de la obediencia. Obedecemos a Dios porque él nos ha amado, porque se ha dedicado a nosotros, porque nos ha formado, porque ha estado con nosotros en medio de cada valle, a través de cada desierto, en medio de cada victoria. Y por eso, la obediencia proviene de una relación y no de una regulación. [Dr. Joel C. Hunter]
Para comprender lo que queremos decir, resumiremos cómo aparecen las pruebas de lealtad en los pactos del Antiguo Testamento. Luego analizaremos las pruebas de lealtad en el nuevo pacto. Comencemos con el Antiguo Testamento.
Todos aquellos que conocemos la Biblia, sabemos que Dios puso a prueba a Adán, como representante del pacto de Dios con sus mandatos en el Jardín del Edén. Y también sabemos que Dios le pidió a su pueblo del pacto – la raza humana – lealtad a través de Adán.
Noé, también fue probado por los mandatos de Dios como representante del pacto tanto antes como después del diluvio. Y las Escrituras indican que Dios continuó poniendo a prueba los corazones de su pueblo del pacto con Noé – toda la raza humana.
La historia de la vida de Abraham ilustra cómo Dios puso a prueba la lealtad del patriarca de varias maneras como su representante del pacto. Por ejemplo, Génesis 22:1 al 19 nos dice, de manera explícita, que Dios probó a Abraham cuando mandó a sacrificar a su hijo Isaac. En Génesis 22:12, el ángel del Señor le dijo a Abraham:
Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. (Génesis 22:12)
Podemos ver en este pasaje, el por qué Dios le mandó eso a Abraham. Lo probó para demostrar la verdadera condición de su corazón.
De manera similar, las Escrituras enseñan que Dios puso a prueba la lealtad de su pueblo del pacto en Abraham: el pueblo de Israel y los gentiles adoptados en Israel.
Moisés fue probado por órdenes de Dios, a lo largo de su vida, como el representante de Israel del pacto. Y Dios le explicó a su pueblo del pacto de manera explícita, que les dio la ley para ponerlos a prueba.
Escuchemos Deuteronomio 8:2, en donde Moisés le dice a la gente:
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. (Deuteronomio 8:2)
De la misma manera, la historia de la vida de David, indica que Dios puso a prueba la lealtad de David, como el representante del pacto real de Israel. Y como se ilustra en varias ocasiones en el resto del Antiguo Testamento, Dios continuó poniendo a prueba a su pueblo del pacto, los hijos de David y la nación de Israel, a lo largo de sus generaciones.
Ya que hemos mencionado las pruebas de lealtad de Dios en los pactos del Antiguo Testamento, exploremos la manera en la que Dios pone a prueba la lealtad de su pueblo en el nuevo pacto.
Como hemos visto, la gracia de Dios, ha sido derramada como nunca antes en la historia bíblica en el nuevo pacto. Sin embargo, también es evidente que el Nuevo Testamento, tiene infinidad de mandatos y directivas de Dios. ¿Por qué? Bueno, al igual que en los pactos del Antiguo Testamento, el nuevo pacto también requiere pruebas de lealtad.
Por esa razón, el Nuevo Testamento pone énfasis en la fidelidad de Cristo, como el representante del nuevo pacto. Éste nos dice que, durante la inauguración del reino, Jesús pasó todas las pruebas de lealtad, que Dios requirió de él.
En Hebreos 4:15 leemos lo siguiente:
Tenemos uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Hebreos 4:15)
Y escuchemos Filipenses 2:8, donde Pablo se refiere a la notable obediencia de Cristo:
Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:8)
En la teología del Nuevo Testamento, la cúspide del leal servicio de Jesús a Dios, fue su muerte voluntaria en la cruz. Pero ¿por qué fue tan importante este acto de obediencia?
Desde el momento en que el pecado entró al mundo, Dios hizo provisiones temporales para los pecados de su pueblo del pacto, mediante la sangre de los sacrificios de animales. Pero como Hebreos 10:1 al 14 nos enseña, estos sacrificios eran incapaces de asegurar el perdón final y permanente del reino victorioso de Dios. Y así, cuando el exilio de Israel se acerca, Dios reveló en Isaías 53:1 al 12 que necesitaba la muerte voluntaria del siervo del Señor, el Mesías, como expiación por los pecados de su pueblo. Por su muerte, el representante del pacto real, llevaría al pueblo de Dios hacia la gloria de su victorioso reino eterno. Jesús cumplió ese papel en la inauguración, cuando se sometió voluntariamente a la muerte en la cruz. Esto lo vemos en pasajes como Mateo 8:17; Hechos 8:32 y 33; Romanos 6:10; y 1 Pedro 2:22 al 25. Al aprobar este examen de lealtad como el nuevo representante del pacto, Jesús proporciona la expiación permanente y el eterno perdón a todos aquellos que creen en él.
Además de la muerte de Jesús en la cruz, pasajes como Hebreos 8:1 y 2 también señalan que Cristo, el hijo de David, sirve obedientemente en el cielo a lo largo de la continuación de su reino. Y en 1 Corintios 15:24 enseña que cuando Cristo regrese en gloria a la consumación, le entregará el reino a Dios Padre, como un acto de humilde servicio.
Ahora bien, aunque la teología del Nuevo Testamento enfatiza la fidelidad perfecta de Cristo como el nuevo representante del pacto, también señala que las pruebas de lealtad, están todavía vigentes y funcionando para la iglesia, el pueblo del nuevo pacto. De nuevo, el entender las pruebas de lealtad de la iglesia en términos de la unión de la iglesia con Cristo es de mucha ayuda. Por un lado, la iglesia está "en Cristo", en el sentido de que somos identificados con él delante de Dios en su corte celestial.
Y según 1 Timoteo 3:16, Cristo fue quien pasó la prueba de lealtad perfectamente y fue reivindicado cuando el Espíritu Santo lo levantó de entre los muertos.
Por esa razón, esta reivindicación legal de Cristo en el tribunal del cielo es imputada a todos los que tienen fe salvadora en él, como lo enseña Romanos 4:23 al 25. En Cristo, los creyentes son juzgados como quienes ya han pasado la prueba, porque Cristo ya ha pasado la prueba a nombre de nosotros. Esta maravillosa verdad acerca de Cristo en la corte celestial de Dios es la base para la perspectiva teológica del Nuevo Testamento, a la cual los teólogos protestantes han llamado "sola fide," o justificación sólo por la fe.
Sin embargo, por otro lado, la unión con Cristo se refiere también a la experiencia cotidiana de "Cristo en nosotros". En cuanto la iglesia siga estando en la tierra antes de que Cristo regrese en gloria, las personas dentro de la iglesia, seguiremos experimentando pruebas de lealtad que acrediten la condición de nuestros corazones. Y el Espíritu de Cristo trabaja dentro de los verdaderos creyentes para hacernos santos. Esta parte de nuestra unión con Cristo, corresponde a la doctrina tradicional protestante de la santificación, o la búsqueda progresiva de la santidad. Y las Escrituras enseñan que las pruebas son la manera en la que Dios nos lleva hacia la santificación.
Como lo expresa Santiago 1:2 y 3:
Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Santiago 1:2-3)
De nuevo debemos recordar que, durante la inauguración y la continuación del reino de Cristo, la iglesia visible consiste en los creyentes falsos y los verdaderos creyentes. Y es a través de la prueba de lealtad que ambos grupos revelan si tienen, o no, fe salvadora. Los falsos creyentes no pasan la prueba de lealtad y dejan de servir a Cristo.
Por el contrario, los verdaderos creyentes, aunque no son perfectos en esta vida, perseverarán en su lealtad hacia Cristo a través del poder del Espíritu.
Como leemos acerca de los creyentes falsos en 1 Juan 2:19:
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. (1 Juan2:19)
Como lo indica este pasaje, la teología del Nuevo Testamento, contiene muchos mandatos de Dios como pruebas de lealtad para demostrar quiénes realmente pertenecen al cuerpo de creyentes.
En la noche que fue traicionado, Jesucristo puso en marcha un nuevo pacto. Y como todos los pactos, éste involucra el intercambio de compromisos y obligaciones recíprocas. Y uno de nuestros principales compromisos en este maravilloso pacto es un compromiso con el señorío de Jesucristo, a la obediencia de su voluntad y sus caminos, a entregar nuestras espadas a su verdadero señorío y vivir de manera auténtica, tanto en la disposición de nuestros corazones como en la voluntad de seguir lo que Dios quiere para el mundo. Pero algo que es necesario añadir, es que el cumplimiento de nuestras obligaciones del pacto en el presente, es un cumplimiento que vivimos en el poder y la presencia del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo altera la disposición de esa obediencia y la actualiza muy por encima del simple deber para convertirse, en palabras de las Escrituras, en un pacto de gozo recíproco. Aquél que nos mira se deleita en nosotros y nosotros en él. Y eso nos da una idea de por qué el apóstol decía que el reino de Dios no es deber simplemente, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Algunos de los más grandes santos nos han dicho que esta obligación, que existe para ser fieles y leales a nuestro Señor, es una que cumplimos no a regañadientes, sino con entusiasmo, y con todo nuestro corazón pues él nos ha hecho suyos. Y encontramos a él y a sus caminos encantadores. [Dr. Glen G. Scorgie]
Ahora que hemos visto las dinámicas de interacción del nuevo pacto, en relación con la benevolencia divina de Dios y sus pruebas de lealtad, debemos reflexionar acerca de un tercer elemento. Examinemos las consecuencias de las bendiciones y maldiciones por obediencia y desobediencia.
Analizaremos las consecuencias de la obediencia y desobediencia del pacto con Dios, de la misma manera que en nuestras discusiones anteriores. Examinaremos brevemente los pactos del Antiguo Testamento y luego veremos el nuevo pacto. Veamos primero las consecuencias de las bendiciones y maldiciones en los pactos del Antiguo Testamento.
Antes del nuevo pacto, las consecuencias de bendiciones o maldiciones eran dimensiones cruciales de la interacción de Dios con sus representantes y con su pueblo. Dios a menudo implementaba los términos de sus convenios, en formas que iban más allá del entendimiento humano. Dios, en las Escrituras, a menudo aceleraba, aumentaba, disminuía, retrasaba e incluso cancelaba las bendiciones y las maldiciones de sus pactos, a veces de maneras que iban más allá de la comprensión humana. Pero siempre lo hizo conforme a su perfecta sabiduría y bondad.
En el pacto de los fundamentos, Dios maldijo a Adán, su representante del pacto, con sufrimiento y muerte en respuesta a su desobediencia. Pero también vemos las bendiciones que Dios ofrece a Adán. En Génesis 3:15, Dios prometió la victoria de la humanidad sobre la simiente de la serpiente. Y tanto la maldición de la muerte, como la esperanza de la victoria fueron transmitidas al pueblo del pacto que Adán representaba: "la raza humana", como Dios lo había establecido.
En el pacto de la estabilidad de la naturaleza, el representante del pacto, Noé, recibió las bendiciones correspondientes a su servicio fiel. Pero también continuó enfrentando las maldiciones, como problemas en su familia después del diluvio. A las generaciones futuras, es decir, el pueblo del pacto que Noé representó, también les llegaron semejantes bendiciones y maldiciones.
En el pacto de la elección de Israel, Abraham también recibió las consecuencias de las bendiciones y maldiciones como representante del pacto de Dios. Esas consecuencias pasaron al pueblo del pacto de Israel y a aquellos que fueron adoptados en Israel en las generaciones subsiguientes.
De manera similar, en el pacto de la ley, Moisés también recibió las bendiciones y las maldiciones de Dios como representante del pacto. Además, la ley de Moisés describió muchas bendiciones específicas y aquellas maldiciones que le llegarían a la gente del pacto tanto de Israel como a los gentiles adoptados en Israel.
En el pacto del reinado, David mismo, como representante del pacto, recibió las consecuencias de las bendiciones y maldiciones, cuando fue fiel y cuando fue infiel. Lo mismo, sucedió con el pueblo del pacto que él representó, su descendencia real y el pueblo de Israel y los gentiles adoptados en Israel.
Hemos visto brevemente las consecuencias de las bendiciones y maldiciones en los pactos del Antiguo Testamento. Estas consecuencias establecieron lo que los autores del Nuevo Testamento enseñaron acerca de las consecuencias en el nuevo pacto en Cristo.
La teología del Nuevo Testamento enfatiza que Cristo, como representante del nuevo pacto, experimentó tanto las maldiciones de Dios como sus bendiciones. Como señala Pablo en Gálatas 3:13, Jesús soportó la maldición de Dios por los pecados de todos aquellos que creen en él al sufrir la muerte en la cruz.
Ahora bien, Jesús no estuvo bajo las maldiciones de Dios a causa de sus propias faltas. Él no tenía pecados personales. Pero en cumplimiento con Isaías 53:1 al12, él cargó con el juicio de Dios, como substituto real inocente del pueblo de Dios en todas las épocas.
Sin embargo, debido a su propia justicia, Cristo también recibió las bendiciones de Dios. Jesús es el único ser humano que sirvió perfectamente a Dios y merece la recompensa de la bendición eterna.
Escuchemos la conexión entre la obediencia de Cristo y la bendición de Dios en Filipenses 2:8 y 9:
Cristo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre. (Filipenses 2:8-9)
En la teología del Nuevo Testamento, la resurrección y ascensión de Jesús en la inauguración del reino fueron la recompensa justa por su perfecta obediencia a Dios. Jesús goza de la bendición de Dios a través de la continuación de su reino al reinar sobre toda la creación a la diestra del Padre. Y será aún más bendecido en la consumación de su reino, cuando reciba la herencia eterna, del reinar sobre la nueva creación.
Ahora bien, aunque la teología del Nuevo Testamento elogia a Jesús, por obtener la bendición de reinar sobre toda la creación, sabemos que las consecuencias del nuevo pacto, también influyen a la iglesia, el pueblo del nuevo pacto.
Nuevamente, la doctrina del Nuevo Testamento de la unión con Cristo señala dos lados de esta realidad. Por un lado, como estamos "en Cristo", toda bendición eterna de Dios, ya ha sido asignada a los verdaderos creyentes. Los verdaderos creyentes, podemos descansar con toda confianza en el hecho de que nunca experimentaremos la maldición eterna de Dios. Sus bendiciones eternas, son seguras porque Cristo es su representante del pacto. Pablo tenía este concepto en mente cuando escribió su conocida doxología en Efesios 1:3:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. (Efesios 1:3)
Ya que somos identificados con Cristo en el cielo, los creyentes verdaderos hemos recibido "toda bendición espiritual". Al igual que Cristo llevó las maldiciones eternas de Dios por nosotros, él también recibió la recompensa eterna de las bendiciones del Padre, a nombre de nosotros.
Por otro lado, nuestra unión con Cristo también significa que Cristo está en nosotros. Es decir, está trabajando en los verdaderos creyentes, para que experimenten las consecuencias de la obediencia y la desobediencia en su vida diaria. Ahora bien, debemos recordar que hasta que Cristo regrese en gloria, la iglesia visible está formada por creyentes falsos y verdaderos creyentes. Y la teología del Nuevo Testamento explica cómo las consecuencias de las bendiciones y las maldiciones, tanto en esta vida como en la eternidad, se aplican a ambos grupos.
Pasajes como Lucas 12:45 y 46 y Romanos 2:4 y 5, explican que, para los creyentes falsos que se rebelan en contra de Dios, las bendiciones que reciben en esta vida, aumentarán las maldiciones eternas de Dios en el juicio final.
Y las dificultades y las maldiciones que padecen en esta vida, son una muestra de las maldiciones eternas, que recibirán cuando Cristo regrese.
Por el contrario, los verdaderos creyentes, también reciben tanto las bendiciones como las maldiciones en esta vida. Pero las bendiciones que reciben los verdaderos creyentes en esta vida, son una muestra de las bendiciones eternas que vendrán en la consumación del reino.
Y para verdaderos creyentes pasajes como Hebreos 12:1 al 11, nos dicen que las dificultades temporales o maldiciones, son en realidad disciplina y amor paternal de Dios. Estas dificultades, santifican y aumentan la bendición eterna que recibiremos cuando Cristo regrese.
Como leemos en Apocalipsis 21:6 al 8, Dios dice:
Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre. (Apocalipsis 21:2-8)
Ese día, los falsos creyentes dentro de la iglesia del nuevo pacto, serán condenados al juicio eterno. Pero los verdaderos creyentes, recibirán su herencia eterna en la nueva creación gloriosa.
Si quisiéramos ver las bendiciones que el pueblo de Dios recibirá después del juicio final, debemos leer Apocalipsis 21 y 22, y esa impresionante imagen de la nueva creación del mundo. Me encanta esta descripción de la nueva creación, porque no es sólo una reinterpretación de Génesis, o un retorno al Jardín, es una mejora al Jardín, es dinámico. Es mejor que el Edén, en este, Adán y Eva tenían la responsabilidad de gobernar bajo la autoridad de Dios, cuidar del Jardín y administrar la tierra. En la nueva creación también lo haremos y será una bendición. Pero no pecaremos. Adán y Eva tenían el potencial de pecar. En la nueva creación, el pueblo de Dios nunca caerá. Jesús no estaba físicamente en el Edén, pero él estará en la nueva creación. La bendición que heredamos como pueblo de Dios del nuevo pacto es una nueva creación que será mejor que cualquier cosa que el mundo haya conocido. [Dr. Stephen E. Witmer]
En esta lección del nuevo pacto en Cristo, hemos considerado la administración del reino de Dios y visto cómo Dios administró su reino a través de sus representantes del pacto, y cómo estableció normas apropiadas mientras sus pactos, se desarrollaban orgánicamente. También hemos explorado cómo las dinámicas de interacción entre Dios y su pueblo del pacto implican su benevolencia divina, sus pruebas de lealtad y las consecuencias por la obediencia y la desobediencia.
Al buscar comprender más plenamente el Nuevo Testamento, debemos tener en mente que el nuevo pacto en Cristo no fue sólo una pequeña parte de la teología del Nuevo Testamento. Como el último de los pactos de Dios con su pueblo, el nuevo pacto influenció profundamente todo lo que escribieron los autores del Nuevo Testamento. Dios hizo un pacto solemne con su pueblo en Cristo a través del nuevo pacto. Y mientras más sepamos acerca de este nuevo pacto, mejor podremos ver las características más importantes de la teología del Nuevo Testamento.