El Reino y el Pacto en el Nuevo Testamento: El Reino de Dios

INTRODUCCIÓN

Cuando leemos una historia complicada, podemos perdernos en los detalles. Sin embargo, una manera de evitar este problema es identificar las partes más importantes de la historia y examinarlas una y otra vez. Manteniendo los elementos principales de la historia, podremos ver cómo los detalles van encajando. Lo mismo nos sucede al tratar de entender la teología del Nuevo Testamento. Cuando empezamos a leer las Escrituras, podemos perdernos al descubrir tantos detalles. Por eso, debemos identificar cuidadosamente las ideas principales del Nuevo Testamento y examinarlas una y otra vez.

Ésta es la segunda lección de nuestra serie: El Reino y el Pacto en el Nuevo Testamento, y la hemos titulado "El Reino de Dios". En esta lección, estudiaremos una de las enseñanzas más importantes del Nuevo Testamento: el reino de Dios.

El tema del reino de Dios es tan importante en el Nuevo Testamento, que si entendemos correctamente la teología del Nuevo Testamento, veremos que ésta es realmente la teología del reino. En otras palabras, todo lo que escribieron los autores del Nuevo Testamento estuvo dedicado en cierta medida a explicar y promover el reino de Dios.

Exploraremos lo prominente que es el reino de Dios en la teología del Nuevo Testamento desde dos perspectivas. En primer lugar, analizaremos lo que los autores del Nuevo Testamento han llamado las buenas nuevas, o el evangelio del reino. Y, en segundo lugar, señalaremos cómo la venida del reino influenció todo lo que escribieron. Estas dos perspectivas nos ayudarán a ver que la doctrina del reino de Dios sostiene todas las dimensiones del Nuevo Testamento. Comencemos con las buenas nuevas del reino.

BUENAS NUEVAS

Todos aquellos que estamos familiarizados con el Nuevo Testamento, sabemos que su teología es muy compleja. Pero si hay alguna enseñanza del Nuevo Testamento que todos deberíamos tratar de entender y aplicar a nuestra vida, es el evangelio. De hecho, sabemos que si no entendemos las buenas nuevas de Cristo, nuestra capacidad de entender cualquier faceta de la teología del Nuevo Testamento, se vería fuertemente limitada. Esto plantea una serie de preguntas: ¿Por qué es tan crucial el evangelio o las "buenas nuevas" en la teología del Nuevo Testamento? ¿Por qué el evangelio es obviamente más que solamente una más de las doctrinas del Nuevo Testamento? Como veremos a continuación, el evangelio es muy importante en la teología del Nuevo Testamento, ya que reside en su conexión con la amplia enseñanza acerca del reino de Dios. Y esta doctrina de las buenas nuevas del reino de Dios le da forma a todas las dimensiones de la teología del Nuevo Testamento.

Veremos las buenas nuevas del reino en tres pasos. Primero, consideraremos su significado. Segundo, exploraremos el concepto básico del reino de Dios. Y tercero, seguiremos el desarrollo que ha tenido el significado del evangelio, en la historia bíblica. Comencemos con el significado de las buenas nuevas, del reino de Dios.

Significado

El evangelio del reino es una manera en la que el Rey, el Señor, nos declara las buenas nuevas. Particularmente, son el anuncio de que "ha llegado el rey" de acuerdo a las declaraciones que hace el Nuevo Testamento acerca de Jesús. Pero no sólo "el Rey ha llegado", sino que también el señorío, la realeza de Jesús ha sido declarada, declarada sobre la base de que su muerte y su resurrección han confirmado su reinado. Así que, en cierto sentido, las buenas nuevas son una declaración de que algo ya sucedió. Tienen implicaciones sobre la manera en la que vivimos. Sin embargo, la buena noticia es que Jesús ya vino; Él ya derrotó misteriosamente a la muerte al morir. Por lo tanto, Dios nos declara estas buenas nuevas como algo que ya sucedió. Sin embargo, todavía hay promesas por cumplir, y estas promesas tienen implicaciones para la eternidad basadas en el evangelio. [Dr. Richard Lints]

En Lucas 4:43, Jesús resumió el propósito de su ministerio de la siguiente manera:

Es preciso que anuncie… las buenas nuevas del reino de Dios (Lucas 4:43, NVI).

A pesar de que las palabras "buenas nuevas" sólo aparecen una vez en Lucas 4:43, el concepto del evangelio está indicado dos veces en este versículo. La frase "buenas nuevas" proviene del sustantivo griego euangelion, término que aparece alrededor de 76 veces en el Nuevo Testamento. La etimología de euangelion indica que significa algo como un "buen anuncio" o "buen mensaje". Notemos que en este versículo Jesús también dijo que "es preciso que anuncie… las buenas nuevas del reino de Dios".

El verbo griego traducido como "anunciar" es euangelizo. Este término proviene de la misma familia de términos griegos que euangelion, y significa "proclamar o anunciar buenas nuevas".

Éste aparece alrededor de 54 veces en el Nuevo Testamento. La frecuencia en la que aparecen estos términos, indica la importancia de este concepto para los autores del Nuevo Testamento.

Muchos evangélicos en la actualidad, piensan en las buenas nuevas, o en el evangelio, como la explicación de los pasos que un individuo debe seguir, para alcanzar la salvación en Cristo. Sin embargo, esto no fue lo que Jesús intentó expresar. Aunque siempre debemos estar listos para compartir, cómo convertirse en seguidor de Cristo, las buenas nuevas de las Escrituras se tratan de algo mucho más significativo. Como veremos, el evangelio no se refiere a la salvación de un individuo o de grupos de personas, el evangelio se trata de las buenas nuevas de la victoria del reino de Dios.

Para entender esto, tenemos que darnos cuenta, de que los autores del Nuevo Testamento tomaron la expresión "anunciar las buenas nuevas", de la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento. La Septuaginta, utiliza el mismo verbo que ya mencionamos, euangelizo, unas 20 veces.

Esta palabra fue traducida del verbo hebreo basar, que significa "traer o anunciar buenas noticias".

Sin embargo, pasajes como 1 Samuel 31:9 y 2 Samuel 18:19, indican que cuando estas palabras fueron utilizadas para referirse a reyes y reinos, significaban las buenas noticias de victoria en la batalla. Esta observación es importante, porque el "evangelio" en el Nuevo Testamento, a menudo estaba relacionado con la victoria del reino de Dios.

En efecto, en Lucas 4:43, cuando Jesús dijo:

Es preciso que anuncie… las buenas nuevas del reino de Dios. (Lucas 4:43, NVI).

De hecho, podemos traducir esta declaración de la siguiente manera:

Es preciso que anuncie… las buenas nuevas de la victoria del reino de Dios (Lucas 4:43, NVI).

Cuando el Nuevo Testamento habla de las buenas nuevas de la victoria del reino de Dios, se refiere a un tipo muy especial de victoria, tal como veremos más adelante en esta lección. Así que, aunque puede parecernos extraño al principio, debemos reconocer que este concepto básico del evangelio, o de las buenas nuevas del Nuevo Testamento, es el evangelio de la victoria del reino de Dios.

Ahora que ya hemos visto que las buenas nuevas del reino son las buenas noticias de la victoria del reino de Dios, estamos listos para explorar el concepto básico del reino de Dios.

Reino de Dios

En el Nuevo Testamento, el reino de Dios está relacionado con el evangelio de manera específica, por lo menos siete veces. La expresión "las buenas nuevas del reino ", aparece con algunas ligeras variaciones, en Mateo 4:23; 9:35; y 24:14; en Lucas 4:43; 8:1; y 16:16; y en Hechos 8:12. La frecuencia de su aparición señala la importancia de vincular el evangelio, o el mensaje de victoria, con el reino de Dios. Pero para entender esto, primero debemos entender a qué se referían Jesús y sus seguidores cuando hablaban del reino de Dios.

El reino de Dios es el gobierno de Dios sobre el pueblo de Dios en el lugar de Dios. Vemos esto al principio de la Biblia en Génesis capítulos 1 y 2, donde el pueblo de Dios: Adán y Eva, tenían una relación con Dios. Dios es quien gobierna y ellos se encontraban en el lugar de Dios: en el Jardín del Edén. Más tarde, por el pecado, esto se arruinó, pero Dios reconstituye su reino, primero a través de Abraham y los descendientes de Abraham, y finalmente a través de Moisés después del éxodo con la nación de Israel. Este es el gobierno de Dios sobre su pueblo, Israel, y en última instancia, en el lugar de Dios: la tierra de Canaán. Pero después vemos que se alcanza plenamente la trayectoria con la venida de Cristo, y vemos que Dios gobierna a través de Cristo como su rey, su rey designado. Y el pueblo de Dios está constituido por judíos y gentiles, personas de todas las naciones, todas las tribus y lenguas, y el lugar de Dios es la Nueva Jerusalén, nuestro hogar celestial, en vez de un lugar geográfico. En el Nuevo Testamento vemos que el reino de Dios existe ahora a través del reinado de Cristo sobre su pueblo de todas las tribus, naciones y lenguas, repartido por todo el mundo, y no se encuentra en un lugar particular o en un lugar geográfico, sino en el cielo, nuestro hogar espiritual. Pero también el Nuevo Testamento nos deja ver cómo será el reino de Dios cuando Jesús regrese, y aunque ese reino está un poco escondido en este mundo, se verá claramente cuando Cristo regrese; toda rodilla se doblará, toda lengua confesará que "Jesucristo es el Señor" y Dios, reinará perfectamente a través de su rey, Cristo, sobre su pueblo, quien lo conoce y lo llama Padre en la Nueva Jerusalén celestial. [Dr. Constantine R. Campbell]

Las Escrituras se refieren al reino de Dios de dos maneras principales. Por un lado, a menudo hablan del reino de Dios en términos de la soberanía inquebrantable de Dios o de su gobierno inmutable sobre toda la creación. También hablan del desarrollo del reino, es decir, la manera en la que Dios ha revelado su reinado, a lo largo de la historia de la humanidad. Primero echemos un vistazo a su soberanía inquebrantable.

Soberanía Inquebrantable

Pasajes como 1 Crónicas 29:11 y 1 Timoteo 6:15 dicen que la creación entera es el reino de Dios, porque Dios siempre ha gobernado y siempre gobernará sobre todo lo que él ha hecho. Tenemos que tener en cuenta que las Escrituras dicen que la soberanía de Dios, ha sido llevada a cabo en dos niveles: en el cielo y en la tierra. Cuando se refieren al cielo, las Escrituras hablan del reinado de Dios, en pasajes como 1 Reyes 8:27.

En este pasaje, Salomón deja claro que "los cielos de los cielos, siendo un lugar creado no pueden contener a Dios". Sin embargo, Dios de todas formas se digna y se revela a sí mismo ante sus criaturas en donde esté.

Pasajes como Isaías 6:1; 2 Crónicas 18:18; Job 1:6; el versículo 1 del Salmo 82; y Daniel 7:9 y 10; así como los pasajes del Nuevo Testamento como Lucas 22:30; y los capítulos 4 al 6 de Apocalipsis indican que el cielo es el palacio de Dios sobre todo el mundo visible, en donde se celebran todo tipo de actividades. Como Dios, él tiene su trono en el cielo, recibe informes, escucha oraciones, delibera, hace planes y hace decretos en su papel de rey. Dirige a criaturas espirituales para hacer su voluntad en la tierra. En ocasiones, él incluso da a seres humanos escogidos, especial acceso a su palacio a través de visiones y los comisiona para su servicio.

En su corte celestial declara culpables e inocentes y sentencia a criaturas espirituales, a los seres humanos individuales y a las naciones según su justicia y misericordia.

Pero las acciones celestiales de Dios no se limitan a su reino en el cielo. También es soberano en aquellos reinos que son inferiores de su creación: en la tierra.

Aunque las Escrituras se refieren al reino de Dios como su soberanía inquebrantable, tanto en el cielo como en la tierra, cuando Jesús y los autores del Nuevo Testamento se refieren al reino de Dios en la tierra, están hablando de lo que nosotros llamamos el desarrollo del reino de Dios. Y, es en este reino terrenal que nosotros podemos darnos cuenta de cómo Dios revela su reino, a lo largo de la historia de la humanidad.

Desarrollo del Reino

Ahora bien, como acabamos de explicar, Dios siempre ha estado en pleno control de su creación y siempre lo estará. El desarrollo del reino de Dios, se refiere a una forma particular en la que Dios ha revelado, mostrado o demostrado su soberanía sobre la creación, a lo largo de la historia. Así que, mientras que las Escrituras confirman cómo Dios ha revelado su reinado en el cielo, los autores bíblicos pasan la mayor parte de su tiempo, explicándonos cómo Dios ha desarrollado su reino en la tierra.

En un principio, el reinado de Dios fue visible en el Jardín del Edén. Él puso a los primeros seres humanos en ese jardín sagrado y les encomendó extender su reino visible por todo el mundo. Su deber era llenar y someter a la tierra como imágenes de la realeza de Dios y de sacerdotes de Dios. Pero Satanás condujo a Adán y a Eva a un grave retroceso para el reino. En respuesta, Dios maldijo a su creación e hizo más difícil la tarea de la humanidad. Dividió a la humanidad en dos facciones rivales: aquellos que sirven a Dios y aquellos que siguieron uniéndose a la rebelión de Satanás contra Dios.

Esta rivalidad tomó muchas formas a lo largo de la historia bíblica y condujo a muchos desafíos para el reino de Dios. Pero las Escrituras indican una y otra vez que, cuando llegue el final, Dios tendrá la victoria sobre todo lo que se le oponía. Su imagen logrará llenar y dominar la tierra, y las maravillas del reino de Dios serán reveladas por todas partes. Y en ese momento, la victoria de Dios sobre toda rebelión, será tan grande que cada criatura lo reconocerá como Rey de la creación.

Como el apóstol Pablo escribió en Filipenses 2:10 y 11:

Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:10-11).

Esta visión gloriosa del propósito de la historia es la victoria anunciada por Jesús y sus seguidores, y a la cual llamaron: "las buenas nuevas del reino de Dios".

Ahora que ya hemos bosquejado el concepto básico de las buenas nuevas del reino, tanto como buenas noticias y como el reino de Dios, prestemos atención al desarrollo que ha tenido el significado acerca de la proclamación de la victoria del reino de Dios.

Desarrollo del Significado

Las buenas nuevas de la victoria del reino están tan entretejidas en la estructura de la teología del Nuevo Testamento que aparecen de manera explícita o implícita en todas partes en el Nuevo Testamento. En la época en la que fue escrito el Nuevo Testamento, la esperanza de la victoria del reino de Dios había desarrollado tanta importancia que había impregnado todas las dimensiones de la teología del Nuevo Testamento.

Hay muchas maneras de rastrear el desarrollo del significado del reino de Dios en la teología del Nuevo Testamento, pero nos interesa analizar únicamente dos aspectos. En primer lugar, consideraremos los fracasos de Israel hasta la época del Nuevo Testamento. Y en segundo lugar, investigaremos las esperanzas que tenía Israel para el reino antes de la venida de Cristo. Reflexionemos primero acerca de los fracasos de Israel.

Fracasos de Israel

Después de que el pecado puso bajo maldición a la creación y a la raza humana, Dios eligió a Abraham, y a sus descendientes para cumplir la comisión del reino que le había dado a Adán y a Eva en primer lugar. Dios le prometió a la familia de Abraham que se multiplicaría. Y les dio la Tierra Prometida a los descendientes de Abraham, como un punto de partida para la difusión de las bendiciones de Dios, hacia todo el mundo. En los días de Moisés y Josué, Dios les dio más responsabilidades y privilegios a los israelitas, y les otorgó la victoria sobre los cananeos y sobre los espíritus satánicos, a quienes servían los cananeos. Más tarde, David, Salomón y algunos otros reyes de Israel y de Judá, tuvieron significativos éxitos en extender el reino de Dios a otras naciones. De hecho, en la cima del reinado de Salomón, Israel fue uno de los más gloriosos imperios del mundo.

A pesar de estos privilegios, todas las generaciones de descendientes de Abraham, le fallaron a Dios de una manera u otra. Pero Dios les mostró paciencia y les permitió avanzar a pesar de sus pecados. Lamentablemente, una vez que el pueblo de Dios se convirtió en un reino en sí mismo, con una dinastía real y un templo en la ciudad capital, los fracasos de Israel llegaron a ser tan flagrantes que Dios derramó su juicio contra ellos.

Llamó a los malvados imperios de Asiria y Babilonia para conquistar a Israel en la guerra. Estas severas derrotas finalmente eliminaron a la casa de David, destruyeron el templo, destruyeron Jerusalén y enviaron al exilio a la mayoría de los israelitas. La Tierra Prometida quedó en ruinas. Y al final del Antiguo Testamento, los logros del reino de Dios parecían haber desaparecido. Para la época del Nuevo Testamento, el reino de Dios en Israel había sufrido bajo la tiranía de naciones gentiles y sus falsos dioses satánicos por más de 500 años.

Desafortunadamente, los cristianos modernos estamos tan alejados de estas experiencias que la mayoría de nosotros no sabemos el impacto que ha tenido la derrota del reino de Dios en el Antiguo Testamento en la teología del Nuevo Testamento. El sometimiento de Israel a las naciones gentiles estuvo presente en las mentes de los judíos del primer siglo, incluyendo a los seguidores de Jesús. Los judíos del primer siglo se preguntaban si el exilio era el final del reino visible de Dios. Si había alguna esperanza de buena noticia para el reino de Dios. Este clima histórico llevó a los autores del Nuevo Testamento a insistir en que el reino de Dios no había terminado. Jesús de Nazaret había proclamado las buenas nuevas que acabarían con el exilio. Y el reino victorioso de Dios se establecería en todo el mundo en Cristo, a pesar de los fracasos de Israel.

Ahora que hemos visto el desarrollo que ha tenido el significado del reino, en los fracasos de Israel, estamos listos para ver las esperanzas de Israel para el reino de Dios después del exilio.

Esperanzas de Israel

En el Antiguo Testamento, Dios habló a través de sus profetas para advertirle a Israel de su inminente derrota y exilio a causa de su infidelidad. Sin embargo, en su misericordia, también inspiró a los profetas para llamar a aquellos en el exilio, al arrepentimiento con la esperanza de una gran victoria. Estas profecías son complejas, pero en términos generales, Israel tenía la esperanza de que llegaría un momento en el cual Dios, derrotaría a sus enemigos y le daría a su pueblo la libertad de tener las bendiciones de su reino glorioso, en todo el mundo.

Podemos ver estas esperanzas en muchos lugares en las profecías del Antiguo Testamento, pero para ahorrar tiempo, consideraremos sólo dos versículos de una conocida profecía en Isaías 52. En primer lugar, leemos lo siguiente en Isaías 52:7.

¡Cuán hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae buenas nuevas del bien, del que anuncia la salvación, del que dice a Sion: "¡Tu Dios reina!" (Isaías 52:7, RVA-2015).

Este versículo es importante porque menciona las buenas nuevas de la victoria del reino de Dios. También, porque es estrechamente paralelo con Isaías 40:9, en donde Isaías hace una declaración similar. En un contexto más amplio, estos dos pasajes indican que las "buenas nuevas" se refieren a la victoria sin precedentes del reino de Dios, tras el fin del exilio de Israel.

Esas predicciones eran esperanzadoras y habían permeado las reflexiones teológicas de la inmensa mayoría de los judíos en el primer siglo. Y no es de extrañarse que también hayan permeado la teología del Nuevo Testamento.

El relato del Antiguo Testamento está dominado por el tema del exilio. Remontándose al Jardín del Edén con Adán y Eva siendo esto una recapitulación en la propia historia de Israel. Y así este giro tan deprimente y tan grande en la narración del Antiguo Testamento, provoca de manera natural un deseo de esperanza después del exilio. Hay muchas profecías a corto plazo, especialmente en Isaías, en las que Dios restaurará a su pueblo, pero cuando trazamos un vínculo entre estas y el relato de la creación, nos damos cuenta de que la mera restauración de la tierra nunca va a ser suficiente para aliviar el daño que se hizo en el principio. Por lo tanto, es normal encontrar en los profetas del Antiguo Testamento un anhelo de liberación a corto plazo para Israel, tal vez de la mano de un rey especialmente dotado, pero también la liberación definitiva a manos de un representante del pueblo de Dios que será el rey por excelencia. [Dr. Sean McDonough]

Un análisis detallado a Isaías 52:7 destaca cuatro características relacionadas con las esperanzas de Israel, en la victoria del reino de Dios.

En primer lugar, Isaías dijo que el mensajero "trae buenas nuevas" y " trae buenas nuevas del bien " a Sión. Ambas frases traducen el verbo hebreo basar, que la Septuaginta traduce como euangelizo. Como vimos antes, esta misma terminología se utiliza en el Nuevo Testamento para la buenas nuevas de la victoria del reino de Dios en Cristo.

En segundo lugar, vemos que Isaías 52:7 es citado en Romanos 10:15. Aquí, Pablo indicó que la predicación cristiana cumplió con la predicción hecha por Isaías de que habría mensajeros que anunciarían las buenas nuevas, al final del exilio de Israel. En tercer lugar, Isaías predijo que las buenas nuevas, serían una proclamación de "paz" y "salvación".

En Efesios 6:15, Pablo se refirió al "evangelio de paz" de los cristianos, y en Efesios 1:13, mencionó "el evangelio de vuestra salvación".

Y en cuarto lugar, el último párrafo de este versículo resume las buenas nuevas cuando declara "¡Tu Dios reina!" Este mensaje forma la base del evangelio que tanto Jesús, como los autores del Nuevo Testamento llamaron "las buenas nuevas del reino" (o reinado) "de Dios".

Ahora que ya hemos visto cómo Isaías profetizó sobre la venida de las esperanzas de Israel, en Isaías 52:7, veamos el versículo 10 del mismo capítulo. Aquí, Isaías predijo los dos lados de la victoria que Israel deseaba ver. En primer lugar, predijo la derrota de los enemigos de Dios.

La derrota de los enemigos de Dios aparece de manera explícita en la primera mitad del pasaje de Isaías 52:10, donde Isaías dijo:

Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones (Isaías 52:10).

Aquí podemos ver la voluntad de Dios cuando dice "desnudó su santo brazo", es decir, el brazo fuerte y guerrero de Dios que utiliza para derrotar a sus enemigos.

Claro que todos los que estamos familiarizados con el Antiguo Testamento, sabemos que Dios derrotó muchas veces a sus enemigos. Así que, ¿Qué fue lo que hizo que esta predicción sobre la victoria de Dios fuera tan especial? En este versículo, Isaías predijo que Dios podría derrotar a sus enemigos, "ante los ojos de todas las naciones". En otras palabras, Isaías predijo que después del exilio de Israel, Dios derrotará completamente a todos sus enemigos en todas partes. Él, los debilitará, los sacará de la tierra y los enviará al juicio eterno.

En segundo lugar, la última parte de Isaías 52:10 nos habla que la victoria de Dios también resultará en la liberación del pueblo de Dios, para recibir las bendiciones de su reino. Escuchemos esta parte de Isaías 52:10:

Y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro (Isaías 52:10).

Sabemos que Dios liberó a su pueblo en varias ocasiones en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en la predicción de Isaías, se hace claro que esta liberación será vista por "todos los confines de la tierra". La derrota de los enemigos de Dios será universal, la liberación de su pueblo será final y a nivel mundial. Al final, Dios enviará a su pueblo a su reino de gozo, amor, justicia, paz, prosperidad y deleite infinito en su gloriosa presencia.

Analizaremos más de cerca, estos dos aspectos de la victoria de Dios más tarde en nuestra lección, pero como estos versículos ilustran, las profecías del reino venidero, se pueden observar a lo largo del Antiguo Testamento.

Desafortunadamente, por más de 2,000 años, la teología cristiana tradicional, ha pasado por alto la prominencia del reino en el Nuevo Testamento. En diferentes momentos de la historia de la iglesia, los cristianos, nos hemos enfocado en una variedad de perspectivas teológicas, en respuesta a diversas preguntas. Pero siempre debemos recordar que cuando el Nuevo Testamento fue escrito, la derrota del reino de Dios, pesó mucho sobre los seguidores de Jesús. Nada era más importante para ellos que su creencia de que el reino de Dios alcanzaría la gran victoria en Jesús. Y por esta razón, la teología del Nuevo Testamento, se proyecta en el marco de las buenas nuevas del reino de Dios.

Hasta ahora, en esta lección sobre el reino de Dios, hemos presentado el importantísimo tema de las buenas nuevas del reino, en la teología del Nuevo Testamento. Ahora, debemos volver a nuestro segundo tema principal: cómo la venida del reino moldeó la teología del Nuevo Testamento.

VENIDA

Todos hemos experimentado esos momentos en los que creíamos que ciertas cosas estaban a punto de suceder. Pero cuando finalmente llegó el momento, lo que ocurrió realmente fue muy diferente de lo que nos habíamos imaginado. En muchos sentidos, así sucedió con los autores del Nuevo Testamento. La gran mayoría de los judíos que vivían en el siglo primero, tenían firmes expectativas sobre la forma en cómo vendría la victoria del reino de Dios. Pero los primeros seguidores de Jesús aprendieron que no vendría de la manera que ellos habían imaginado. Así, de muchas maneras distintas la teología del Nuevo Testamento se dedicó a explicar cómo la victoria del reino llegaría realmente.

Para entender cómo la venida del reino, influenció la teología del Nuevo Testamento, veremos primero las expectativas que se tenían de la venida del reino de Dios. Después, veremos las perspectivas de lo que llamamos la victoria tripartita del reino en el Nuevo Testamento. Consideremos primero las expectativas que se tenían para el reino venidero.

Expectativas

En el primer siglo después de Cristo, todos los judíos que tenían aunque fuera un poco de compromiso con la fe de sus antepasados, anhelaban la venida del reino de Dios. Todos esperaban que Dios derrotara a sus enemigos y liberara a su pueblo para recibir las bendiciones de su reino. Esto, también fue cierto en el caso de los seguidores de Jesús. Pero hubieron algunas diferencias significativas respecto a cómo y cuándo ambos grupos esperaban que el reino victorioso de Dios llegara.

Por un lado, cuando los rabinos y otros líderes de Israel enseñaron sobre la venida de la victoria final del reino de Dios, usaron términos comunes del Antiguo Testamento como "los últimos días" y "el día del Señor". Pero también hablaron de dos grandes épocas de la historia. Los rabinos se refirieron frecuentemente a la actual era de pecado, sufrimiento y muerte como "esta era" — olam hazeh en hebreo — y a la edad futura de justicia, amor, gozo y paz que vendría después del exilio como "la era por venir" — olam haba' en hebreo.

Enseñaban que "esta era" llego a su punto más bajo cuando Israel sufrió la maldición del exilio de la Tierra Prometida. Por supuesto, Dios era soberano en esta era, y de vez en cuando reveló, o demostró, su reinado de manera visible. Pero en el siglo primero d.C., el pueblo de Dios ya había sido oprimido y alejado de las bendiciones del reino de Dios durante cientos de años.

La expectativa generalizada fue que en "la era por venir", los enemigos de Dios serían completamente derrotados y eliminados de la tierra. Y el pueblo de Dios recibiría las bendiciones eternas del reino de Dios en la tierra.

En la literatura bíblica y también en los escritos académicos sobre la Biblia, a veces encontramos los términos "esta era" y "la era por venir". El significado de estos términos es el siguiente: "Esta era" es la edad, el período, la era en la que los seres humanos vivimos desde la Caída: Es la vida en un mundo caído. "La era por venir", tal y como se esperaba por los profetas del Antiguo Testamento, fue un tiempo en el cual Dios podrá reconstituir el paraíso de cierta manera; habrá un cielo nuevo y una tierra nueva y el corazón de piedra de los humanos se eliminará, y todos seguiremos y haremos la voluntad de Dios a la perfección. No habrá ningún tipo de violencia entre los seres humanos; no habrá ningún tipo de violencia ni siquiera en el reino animal. [Dr. Eckhard J. Schnabel]

En el siglo primero, diferentes sectas judías tuvieron diferentes ideas sobre lo que tenía que pasar en la historia, antes de la transición de "esta era" a la "era por venir". Pero la mayoría de ellos estaban de acuerdo, en que la transición de esta era de derrota a la época de victoria del reino de Dios, se produciría a través de una catastrófica guerra. Creían que el Mesías, el heredero del trono de David, conduciría a los ángeles del cielo y al pueblo fiel de Dios a la victoria sobre los enemigos humanos y espirituales de Dios.

La creencia de que Dios derrotaría no sólo a los enemigos humanos, sino también a los enemigos espirituales fue mantenida a través de las Escrituras del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Éxodo 12:12, Dios habló de derrotar no sólo a los egipcios, sino también a los dioses de los egipcios. En 1 Samuel 5:1 al 12, Dios hizo la guerra contra los filisteos y también derrotó a su falso dios, Dagón.

Por esta razón, Isaías 21:9 trazó un vínculo entre la derrota de Babilonia y la destrucción de los dioses de Babilonia.

Ciertos pasajes del Antiguo Testamento, como Hageo 2:6 al 9; Zacarías 9 al 12 y Ezequiel 38 y 39 fueron interpretados en la literatura apocalíptica judía como profecías acerca de la gran guerra cósmica en la cual el Mesías, llevaría a los ejércitos de Dios a la victoria sobre las naciones, y los espíritus malignos que gobernaban sobre ellos. De esta manera, el Mesías derrotaría a todos los enemigos de Dios, y liberaría a todo el pueblo de Dios, a su reino glorioso, en todo el mundo.

Por otro lado, a pesar de lo extendidas que eran estas perspectivas judías, los seguidores de Jesús comenzaron a anticipar la llegada de la victoria del reino de Dios de diferente manera. Al igual que la mayoría de sus contemporáneos, los autores del Nuevo Testamento creyeron que la historia se divide en dos grandes eras. Y estaban convencidos que el Mesías derrotaría a los enemigos humanos y espirituales de Dios, y liberaría al pueblo de Dios redimido de "esta era", para recibir las bendiciones de "la era por venir".

Pero los seguidores de Jesús llegaron a creer que la transición de esta era a la era por venir, pasaría de maneras que eran contrarias, a las que creían la mayoría de los judíos de su época.

En primer lugar, a diferencia de la mayoría de los judíos, los autores del Nuevo Testamento creían que Jesús era el Mesías prometido, el hijo elegido de David, que traería la victoria final del reino de Dios a todo el mundo. Y esta creencia de Jesús como el Mesías guió profundamente todo lo que se escribió, en el Nuevo Testamento.

Podemos ver esa devoción al reino mesiánico de Jesús en los títulos reales que el Nuevo Testamento le da a Jesús. Por ejemplo, el Nuevo Testamento se refiere a Jesús con el título real de "Cristo" alrededor de 529 veces. La palabra griega Christos traduce el término hebreo del Antiguo Testamento: Meshiach, del cual derivamos nuestro término Mesías. Originalmente, estos términos significaban únicamente "el ungido". En la época del Antiguo Testamento, los profetas, sacerdotes y reyes eran oficios especiales ungidos en Israel. Pero en la época del Nuevo Testamento, "el ungido" o "El Mesías", era casi sinónimo de aquel que provenía de la casa del gran rey David, que traería consigo la transición para la era por venir.

Un segundo título de realeza atribuido a Jesús en el Nuevo Testamento es el de "Hijo de Dios". Esta expresión, o sus variaciones, como "el Hijo" o "el Hijo del Altísimo", aparece unas 118 veces en el Nuevo Testamento. Esta terminología indica que Jesús era el rey legítimo de Israel. Escuchemos a Juan 1:49, en donde Natanael le dijo a Jesús:

Tú eres el hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel (Juan 1:49).

Y como dijo Pedro en Mateo 16:16 cuando confesó su fe en Jesús:

Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16).

Esta expresión se parece a la tercera designación de la realeza de Jesús cuando es llamado: "hijo de David". Vemos esto en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas por lo menos 20 veces cuando se refieren a Jesús como el heredero legítimo del trono de David, ordenado por Dios.

Por ejemplo, en Lucas 1:32 y 33, el ángel Gabriel le dijo a María en la Anunciación:

Jesús será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33).

Aquí, Gabriel se refirió a Jesús con el título de realeza de "Hijo del Altísimo". Luego le explicó que Jesús se sentaría en "el trono de David su padre". Lucas registró que Jesús "reinará… para siempre, y su reino no tendrá fin". Como el Hijo del Altísimo, Jesús es el único que dará lugar a la interminable victoria final, del reino de Dios.

Todos estos pasajes apuntan a una enseñanza fundamental en la teología del Nuevo Testamento: Jesús es el Mesías que traerá el reino de Dios a la tierra en toda su plenitud.

En segundo lugar, los primeros seguidores de Jesús creían que él traería la transición de esta era a la era por venir en formas inesperadas para ellos.

Escuchemos la manera en la que Jesús reveló este cambio de expectativas para el reino de Dios en Mateo 13:31 y 32:

Les presentó otra parábola [a la multitud] diciendo: "El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Esta es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas" (Mateo 13:31-32, RVA-2015).

En esta parábola, Jesús enseñó que el reino victorioso de Dios comenzaría como algo pequeño, "semejante al grano de mostaza", crece por un período de tiempo y luego llega a su culminación final.

Los teólogos modernos generalmente llaman a la perspectiva de Jesús sobre la venida del reino mesiánico de Dios "escatología inaugurada". Esta frase se refiere a la idea de que la obra del Mesías ya se ha manifestado en la tierra, pero la victoria final está aún por venir. También dicen sobre esta frase que es el "ya, pero todavía no". En otras palabras, la victoria del reino de Dios ha llegado ya, pero todavía no en su plenitud. Esta perspectiva de la victoria del reino venidero de Dios, ofrece innumerables revelaciones sobre la teología del Nuevo Testamento.

Una de las preguntas relacionadas con el reino de Dios cuando Jesús lo anuncia es: ¿Ha llegado ya en palabras y hechos o sigue siendo una entidad futura? Los estudiosos hablan del "reino inaugurado de Dios". "Inaugurado" significa que es tanto presente como futuro. Jesús anuncia el reino, que está llegando a través de sus palabras y obras, especialmente a través de su muerte en la cruz y su resurrección. El reino ha sido inaugurado, pero aún no ha sido consumado. Cuando se consuma totalmente, llegará totalmente a la tierra, recibiremos nuestros cuerpos glorificados y entraremos en una relación eterna con Dios. Actualmente vivimos entre los tiempos de la inauguración del reino y su consumación. Todavía vivimos en este cuerpo; vivimos en este mundo caído. Pero, el reino ya ha llegado porque Cristo ya está reinando a la diestra del Padre y en nuestros corazones. Y así, el reino ya ha llegado, es "ya", pero está todavía en el futuro. "Todavía no" también. [Dr. Mark L. Strauss]

En términos generales, nos ayuda mucho ver la venida del reino desde la perspectiva del Nuevo Testamento. Es decir, como una victoria tripartita. En primer lugar, en la inauguración, Dios inició la victoria del reino a través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús y a través de los ministerios fundamentales de sus profetas y apóstoles del siglo primero. Después de esto, en la continuación, Jesús avanza la victoria del reino de Dios desde su trono en el cielo. Y Jesús continuará promoviendo el reino, a lo largo de la historia de la iglesia. Y por último, Jesús traerá la consumación del reino cuando él regrese en gloria. Esta es la victoria final del reino de Dios, cuando toda la maldad sea destruida y el glorioso reino de Dios, se extienda por todo el mundo.

Los autores del Nuevo Testamento se dedicaron a explicar diversas clases de asuntos teológicos, y en gran medida lo hicieron en términos de estas tres etapas, de la obra mesiánica de Jesús.

Como hemos visto, la venida del reino cambió las expectativas de los seguidores de Jesús del primer siglo. Ahora, veamos el lugar vital que tiene la victoria tripartita del reino de Dios en la teología del Nuevo Testamento.

Victoria Tripartita

El hecho de que la victoria del reino de Dios viene en la inauguración, continuación y consumación a través de la obra mesiánica de Jesús, ha inspirado todo clase de preguntas en la iglesia primitiva. ¿Qué había logrado Jesús? ¿Qué lograría en la historia de la iglesia? ¿Qué hará cuando regrese? Este tipo de preguntas fueron tan importantes en el siglo primero, que moldearon profundamente la teología del Nuevo Testamento. Los autores del Nuevo Testamento reflexionaron sobre el hecho de que la derrota de los enemigos de Dios y la liberación del pueblo de Dios, habían comenzado en la primera venida de Cristo. Estos eventos continúan a lo largo de la historia de la iglesia y finalmente concluirán en la segunda venida victoriosa de Cristo.

Ahora señalaremos algunas maneras en las que esta victoria tripartita formó la teología del Nuevo Testamento, y para examinar esta victoria nos enfocaremos en dos direcciones. En primer lugar, observamos como el Nuevo Testamento explica la derrota de los enemigos de Dios en las tres etapas del reino. En segundo lugar, analizaremos las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la liberación del pueblo de Dios, también en tres etapas. Veamos primero la derrota de los enemigos de Dios.

Derrota

Los judíos incrédulos, sostenían que el Mesías derrotaría a los enemigos humanos y espirituales de Dios. Los autores del Nuevo Testamento, también creían lo mismo. Pero también entendían que Jesús lo haría de una manera que sería apropiada para cada una de las etapas de su reino.

La teología del Nuevo Testamento enfatiza que la estrategia de Jesús en la inauguración del reino fue doble. Por un lado, ejerció el juicio de Dios sobre los enemigos espirituales de Dios. A lo largo de su ministerio, Jesús le quitó el poder a los espíritus malignos echándolos fuera de sus posiciones de poder. Pero por otro lado, extendió la misericordia de Dios a los enemigos humanos de Dios. Sin duda alguna, la misericordia de Cristo hacia la gente, les trajo muchas bendiciones, pero también amplió la derrota de los espíritus malignos, al quitarles sus sirvientes humanos.

En Mateo 12:28 y 29, Jesús explica esta estrategia cuando dice:

Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios… ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa (Mateo 12:28-29).

Jesús vino y confinó a los demonios, o 'ata" al hombre fuerte, con el fin de "saquear su casa". En otras palabras, Jesús sacó a los demonios y liberó a aquellos que estaban bajo el control de los demonios.

También podemos ver esta doble estrategia en pasajes como Juan 12:31 y 32, en donde Jesús dijo:

Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo (Juan 12:31-31).

Una vez más, en la inauguración del reino, Jesús ataca directamente a los malos espíritus, o "el príncipe de este mundo", Satanás. Lo sacó y le quitó su poder. Pero junto con esta agresión contra Satanás, Jesús ofreció salvación para la humanidad.

A veces la gente se pregunta ¿cómo puede ser esta perspectiva de Christus Victor, el Cristo victorioso, consistente con la idea de Cristo como aquel que murió por nuestros pecados, es decir la idea de una expiación sustitutiva? En el Evangelio de Juan, la tercera vez que Jesús habla del Hijo del Hombre, dice que es como la serpiente que fue levantada en el desierto — en Juan capítulo 12 — él relaciona ese levantamiento específicamente con la declaración, "ahora el príncipe de este mundo será echado fuera". Así, Jesús toma el lugar de la serpiente maldita, va hasta la muerte para destruir a la muerte desde dentro. Así pues su primer acto como Christus Victor es destruir a la muerte desde dentro al ser levantado en la cruz. [Rev. Michael J. Glodo]

La derrota de los enemigos espirituales de Dios fue tan importante para la obra inaugural de Cristo que en pasajes como Hebreos 2:14 y 15, los autores del Nuevo Testamento escribieron acerca de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz en términos de esta misma estrategia doble. Dejaron claro que, a través de su muerte, Jesús quebrantó el poder que Satanás tenía sobre los seres humanos. Y al expiar los pecados de la humanidad, Jesús liberó a la gente que había sido esclava del pecado y la muerte.

Estas ideas aparecen claramente en Colosenses 2:15 donde el apóstol Pablo escribió:

Y despojando a los principados y a las potestades, Cristo los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15).

Los principados y potestades demoníacas perdieron su posición de prominencia cuando Jesús liberó a su pueblo del dominio del pecado al morir en la cruz. En este sentido, no debería sorprendernos que en Efesios 4:8, la resurrección y ascensión de Cristo es descrita como un saqueo a Satanás de sus sirvientes humanos:

Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres (Efesios 4:8).

Como este pasaje indica, cuando los hombres y las mujeres tienen fe en Cristo, es como si Cristo saqueara dichos hombres y mujeres del reino de Satanás.

Esta estrategia para derrotar a los opositores espirituales de Dios también aparece en la obra inaugural de los apóstoles de Cristo en el libro de Hechos. Siguiendo el ejemplo de Jesús, los apóstoles expulsaban demonios repetidamente, cuando predicaban el evangelio en naciones gentiles y desposeían a Satanás de muchos de sus sirvientes humanos. No es de extrañarse que cuando consideramos la continuación del reino de Cristo a lo largo de la historia de la iglesia, encontramos que los seguidores de Cristo llevan a cabo la estrategia que Jesús utilizó en la inauguración. En lugar de ser victoriosos sobre los enemigos humanos de Dios, debemos enfocarnos en los espíritus malvados que se oponen a los caminos de Dios. Aunque muchos cristianos modernos fallan en darse cuenta, la teología del Nuevo Testamento a menudo nos recuerda que la iglesia de Jesús no está en guerra con la gente, sino con Satanás y otros espíritus malignos. Y es nuestra responsabilidad lidiar con estos enemigos espirituales de Dios.

Por esta razón, en pasajes como Efesios 6:11 y 12, el Nuevo Testamento interpreta nuestras dificultades y luchas como conflictos con los espíritus malignos. Ahí leemos lo siguiente:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:11-12).

Muchos de los cristianos modernos ven las dificultades de sus vidas, como conflictos con seres humanos simplemente. Pero aquí vemos que el conflicto que enfrenta la iglesia en realidad es con "el diablo", los "principados", "potestades", "gobernadores de las tinieblas de este siglo" y "huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".

Y poniéndonos toda la armadura de Dios, somos capaces de quitarles el poder a estos seres espirituales que se oponen al reino de Dios.

Este pasaje no está fuera de lo común en su énfasis en que la guerra espiritual ha sido una dimensión del reino de Cristo a lo largo de la historia cristiana. El constante conflicto que experimentamos con Satanás y otros espíritus malignos se encuentra también en varios otros pasajes como Efesios 4:27; 1 Timoteo 3:7; 2 Timoteo 2:26; Santiago 4:7; 1 Pedro 5:8; 1 Juan 3:8; y Judas versículo 9.

Pero al mismo tiempo, como leemos en 2 Corintios 5:20, debemos también extender la misericordia de Dios a sus enemigos humanos.

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios (2 Corintios 5:20).

Siguiendo el ejemplo de Pablo, como "embajadores en nombre de Cristo", representantes del reino de Dios, continuamos derrotando a los enemigos espirituales de Dios buscando la reconciliación entre Dios y sus enemigos humanos.

La teología del Nuevo Testamento también asocia la derrota de los enemigos de Dios con la consumación del reino de Cristo. Es importante señalar, sin embargo, que se produce un cambio dramático en la estrategia de Jesús en la consumación. Cuando Cristo regrese, ya no le extenderá misericordia a los enemigos humanos de Dios. En cambio, Cristo conducirá la batalla contra los enemigos espirituales y humanos de Dios para lograr su total derrota, su eliminación de la tierra y su juicio eterno.

Escuchemos la manera en la que Apocalipsis 19:13 al 15 describe la derrota de los enemigos humanos de Dios en la consumación:

Su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales le seguían… De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones (Apocalipsis 19:13-15).

De manera similar, Apocalipsis 20:10 describe el retorno del Cristo glorioso como el momento de la sentencia definitiva contra los espíritus malos y Satanás:

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10).

Claro está, que sólo hemos resumido estas cuestiones brevemente. Pero podemos ver en estos ejemplos que los autores del Nuevo Testamento sintieron que era necesario aclarar esta faceta de la victoria del reino una y otra vez. Destacaron la prioridad de la agresión contra los malos espíritus y la bondad hacia los enemigos humanos de Dios durante la inauguración y la continuación del reino. Pero también señalaron que, al final, cuando Cristo regrese, los enemigos humanos y espirituales estarán bajo el juicio eterno de Dios. Estos enfoques confirman que la derrota de los enemigos de Dios es una característica fundamental de la teología del reino en el Nuevo Testamento.

El reino ha comenzado, está aquí, pero todavía se está poniendo en marcha, forjando su camino hasta la consumación. Entonces, ¿de qué manera Jesús ya es victorioso sobre sus enemigos? Bueno, en primer lugar, la victoria más importante está en la cruz misma cuando derrota a Satanás. En ese sentido, la batalla crucial ha sido peleada y ganada. Y eso es por ejemplo, que en Apocalipsis capítulo 12, los santos le responden al acusador de los hermanos, que ellos lo vencen por la sangre del Cordero, superan a Satanás — así está descrito esto metafóricamente en Apocalipsis 12 — lo superan por la sangre del Cordero. Así que, esa batalla ya se ha ganado. Pero, como Hitler hizo hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando vio que la guerra había terminado, no se dio por vencido. Estaba lleno de furia porque sabía que su tiempo era corto. Eso es lo que se dice de Satanás. Entonces, Satanás está más agresivo ahora y cada vez que avanza el evangelio, que se convierte más gente, que se establece la rectitud en las vidas individuales, en la iglesia local, en cualquier tipo de subcultura, se está derrotando a Satanás constantemente y a todos aquellos que aman la oscuridad. La trayectoria final hacia la victoria final será cuando los reinos de este mundo se conviertan en los reinos de nuestro Dios y de su Cristo, y él reinará para siempre. El punto es que la trayectoria ya se ha establecido para que, como Filipenses 2 dice, toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Señor y la victoria fundamental ha sido ganada. Eso todavía tiene que ser trabajado en algunos aspectos. Está siendo trabajado en las vidas de muchos que gozosos, por el poder del Espíritu, doblan sus rodillas. Pero todo el mundo doblará las rodillas en el último día. [Dr. D. A. Carson]

Ahora que hemos visto, cómo la victoria tripartita del reino de Dios incluye la derrota de los enemigos de Dios, debemos señalar cómo la liberación del pueblo de Dios, también desempeña un papel importante en la teología del Nuevo Testamento.

Liberación

Si hay una faceta de la inauguración del reino, que le llama la atención a la mayoría de los lectores, es la liberación del pueblo de Dios para que reciban las bendiciones del reino. Por ejemplo, una de las principales causas por las que los evangelios, le dedican tanta atención a los milagros de Jesús es porque estos milagros representaban las bendiciones del reino que Jesús trajo consigo a la tierra. Los milagros de Jesús, fueron anticipaciones temporales de las bendiciones del reino que el pueblo de Dios disfrutará para siempre en la era por venir. Más allá de esto, la atención que Jesús le ponía a la justicia social hacia los pobres, los necesitados y aquellos que sufren a manos de otros, también representan importantes bendiciones del reino.

Los milagros y la justicia social de Jesús y sus apóstoles y profetas fueron extraordinarias bendiciones. Pero la mayor bendición en la inauguración del reino de Dios, fue el regalo de la salvación eterna, que Cristo dio a todos los que creyeron en él.

Por esta razón en Colosenses 1:13 y 14, Pablo describe el recibir la salvación en Cristo como el ser liberado de un reino a otro.

Nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:13-14).

El tema de la liberación para recibir las bendiciones del reino, también nos ayuda a entender por qué el Nuevo Testamento enfatiza tanto, la obra del Espíritu Santo. Al final del ministerio apostólico, el derramamiento del Espíritu Santo sobre los seguidores de Cristo, fue la bendición del mundo venidero que se le otorgó a cada creyente. Como leemos en 2 Corintios 1:21 y 22:

El que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones (2 Corintios 1:21-22).

Este pasaje es estrechamente paralelo con Efesios 1:14. Ambos pasajes indican que el Espíritu Santo es Dios, que "nos ha sellado". "Nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones". En otras palabras, el Espíritu Santo, el poder de Dios en nuestras vidas hoy en día, es la primera entrega de esa gran herencia que los seguidores de Cristo, recibiremos cuando Cristo regrese en gloria.

El Nuevo Testamento también aborda la liberación del pueblo de Dios durante la continuación del reino de Cristo. En la vida actual de la iglesia, los autores del Nuevo Testamento alentaron a los seguidores de Cristo, a recordar cómo Dios los había liberado, para recibir las bendiciones de su reino. La teología del Nuevo Testamento enfatiza que Dios no sólo nos salvó del juicio por nuestros pecados, sino que también le otorga el don del Espíritu Santo a su iglesia. Por ejemplo, escuchemos en 1 Corintios 4:20:

Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder (1 Corintios 4:20).

Aquí, como en muchos otros lugares, el "poder" que Pablo tenía en mente era el poder del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios, es esa maravillosa realidad que experimentamos día a día de las bendiciones de Dios para con su pueblo. Él nos santifica, produce su fruto en nuestras vidas, nos llena de alegría y nos fortalece con su poder contra nuestros enemigos. A pesar del hecho de que muchas ramas de la iglesia de Cristo, le restan importancia al papel del Espíritu Santo en las vidas de los creyentes, éste ha sido nuestra bendición más grande durante la continuación, del reino de Cristo.

La teología del Nuevo Testamento también anima a los seguidores de Cristo que viven en este período de la continuación de su reino, a mantener la esperanza fija en las aún mayores bendiciones, del reino venidero.

Hebreos 12:28 llama a los seguidores de Cristo a permanecer fieles a la luz de las bendiciones del reino que aún está por venir:

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12:28).

Y en Santiago 2:5 leemos:

¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? (Santiago 2:5).

Santiago le pidió a la iglesia detener el favoritismo a los ricos, porque no son los ricos quienes reciben el reino. Mejor dicho, aquellos "ricos en fe", "los que le aman" serán los "herederos del reino que ha prometido".

Dios liberó a su pueblo para recibir las bendiciones del reino al inaugurar el reino. Y las bendiciones de su reino han continuado en la vida de la iglesia a lo largo de la historia. Pero las Escrituras enseñan que la completa liberación del pueblo de Dios para recibir las bendiciones del reino de Dios, no se cumplirá hasta la consumación final del reino. En la consumación, el pueblo de Dios experimentará plenamente todas las bendiciones prometidas del reino. Como leemos en Apocalipsis 11:15:

Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos (Apocalipsis 11:15).

Cuando Cristo regrese, el reino del mundo será sustituido por completo por el reino victorioso de Dios. Y escuchemos Apocalipsis 5:9 y 10 donde las criaturas celestiales cantan alabando a Cristo:

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apocalipsis 5:9-10).

En la consumación, el pueblo de Dios será liberado para convertirse en "reyes y sacerdotes", y "reinaremos sobre la tierra".

Cuando pensamos en el regreso de Jesús y su victoria final, no estamos pensando simplemente que Jesús va a abrumar a sus enemigos sino que como los franceses lo llamarían force majeure, ejercer el poder de una manera cruda. En Apocalipsis se habla de una espada que sale de la boca de Jesús, y que seguramente es la espada de la Palabra, la espada de la justicia. El juicio final se trata de exponer más que de otra cosa. E igualmente para los santos, particularmente en el contexto del Nuevo Testamento, la reivindicación es uno de los temas principales. Ellos han estado creyendo en Jesús y han puesto la otra mejilla, han amado a sus enemigos y han estado haciendo muchas otras cosas mientras el mundo ha dicho que esas son tonterías. Así que, en el juicio, todo se hará claro, todas las cosas serán transparentes; la verdad saldrá a la luz, y serán buenas noticias para los santos y malas noticias para los malvados, cuya maldad consiste precisamente en resistirse a Jesús y a su mensaje. [Dr. Sean McDonough]

Como podemos ver, los autores del Nuevo Testamento enfatizaron la derrota de los enemigos de Dios y la liberación de su pueblo para recibir las bendiciones del reino en cada etapa de la obra mesiánica de Jesús. Aunque estos elementos parecen estar desconectados al principio, se unen y se enfatizan en la teología del Nuevo Testamento porque representan un tema crucial: la llegada de la victoria del reino de Dios en Cristo.

CONCLUSIÓN

En esta lección, vimos la importancia del reino de Dios en la teología del Nuevo Testamento. Lejos de ser una enseñanza menor o marginal del Nuevo Testamento, el reino de Dios es el corazón de lo que enseñaron los autores del Nuevo Testamento. Hemos explorado cómo esto es verdad con las buenas nuevas del reino. Y también hemos visto cómo la teología del Nuevo Testamento se centró en la venida del reino en la inauguración, la continuación y la consumación del reino de Cristo.

Como hemos visto, no estamos exagerando al decir que la fe del Nuevo Testamento se trata del reino de Dios. La teología del Nuevo Testamento enfatiza las buenas nuevas de la victoria para el reino de Dios y cómo ha llegado esta victoria, cómo viene y vendrá en las tres etapas del reino de Cristo. Estos conceptos básicos del reino representan algunos de los temas más importantes del Nuevo Testamento. Mantenerlos en mente aumentará en gran medida nuestra comprensión de la teología del Nuevo Testamento. Y encontraremos un nuevo significado en las enseñanzas del Nuevo Testamento. Sin lugar a dudas, el tema del reino de Dios en Cristo sostiene cada faceta de la teología del Nuevo Testamento.