La historia de la humanidad a menudo es escrita de acuerdo a los reinados de reyes poderosos. Todos hemos oído de los reyes que gobernaron gran parte de Asia, Europa, África y América Latina. Algunos de ellos conquistaron a tantos enemigos que sus imperios parecían extenderse hasta los confines de la tierra. Y todos ellos tienen al menos una cosa en común. Se han ido, están muertos, no gobiernan más. Sus poderosos ejércitos han desaparecido y su poder se ha desvanecido. Sólo ha habido una excepción a esta regla. Hay un rey cuyo poder nunca se ha desvanecido y cuyo reino no tendrá fin. Y por supuesto, su nombre es Jesús.
Esta es la quinta lección de nuestra serie Creemos en Jesús, y la hemos titulado "El Rey". En esta lección veremos cómo Jesús cumple con el oficio del Antiguo Testamento de rey. Gobernando como fiel servidor y como Hijo de Dios. Como hemos visto en lecciones anteriores, en diversas etapas de la historia del Antiguo Testamento, Dios instituyó tres oficios a través de los cuales administra su reino: los oficios de profeta, sacerdote y rey. Y en la etapa final del reino de Dios, la cual comúnmente llamamos la era del Nuevo Testamento, los tres oficios encuentran su máximo cumplimiento en Jesús. En esta lección nos centraremos en el oficio de Jesús como rey.
Para nuestros propósitos, definiremos a un rey, como un ser humano creado por Dios para gobernar en nombre de Dios sobre su reino. Como indica esta definición, Dios siempre ha sido y siempre será el Señor de toda la creación. Pero también ha nombrado seres humanos para servir como sus vice -regentes. Estos reyes humanos sirven bajo su mando, y avanzan los propósitos y metas de su reino. Con esta definición básica en mente, podremos adquirir muchos puntos de vista del oficio bíblico de rey y de la forma en que Jesús cumple este oficio.
Esta lección seguirá el mismo formato de nuestras lecciones acerca de los oficios de profeta y sacerdote de Jesús. En primer lugar, examinaremos el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio del rey. En segundo lugar, veremos el cumplimiento del oficio de rey en Jesús. Y en tercer lugar, estudiaremos la aplicación moderna del reinado de Jesús a nuestras vidas. Veamos el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de rey de Jesús.
En su libro "La República," el filósofo griego Platón sostenía la idea de que el mejor gobierno posible es el gobierno de un rey filósofo. En su opinión, los reyes que realmente aman la sabiduría, en lugar de la riqueza y el poder, dirigen sus naciones hacia un sinnúmero de beneficios. De manera similar, las Escrituras muestran que cuando los reyes de Israel temieron a Dios y siguieron sus preceptos, sus naciones prosperaron bajo la bendición de Dios. Pero lo contrario también es verdad: cuando se rebelaron contra Dios, la nación entera padeció bajo el juicio de Dios. En este sentido, los reyes de Israel eran fundamentales para el bienestar del reino de Dios en la tierra.
Examinaremos el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de rey examinando tres temas: primero, los requisitos para el oficio de rey, segundo, la función de los reyes, y tercero, las expectativas del Antiguo Testamento creadas para el futuro de la monarquía de Israel. Empecemos con los requisitos para el oficio de rey.
En el Antiguo Testamento, Dios reveló los requisitos de los reyes en dos etapas. Primero, en la Ley de Moisés, Dios reveló las normas para la realeza incluso antes de que Israel tuviera un rey. Y en segundo lugar, el pacto con David proporcionó, un importante requisito adicional una vez que la monarquía estuvo ya presente. Veamos primero a los principios de la realeza enlistados en la Ley de Moisés.
Es interesante que cuando leemos el Antiguo Testamento, particularmente en los primeros cinco libros: el Pentateuco. Ahí ya, se anticipaba la venida de un rey. Ya se sabía lo que un rey era y debería hacer mucho antes de que hubieran reyes. ¿Por qué es este el caso? Bueno, creo que tenemos que ver estos tipos de pasajes, Deuteronomio 17 particularmente, en el cual se tiene la expectativa de un rey y de lo que el rey debe hacer, a la luz del plan de Dios. Realmente tenemos que volver a Adán. Adán funciona como una especie de profeta, sacerdote, rey. Su dominio sobre esta tierra, su gobierno y reinado, en cierto sentido se había perdido. Se retomó en la nación de Israel a través del pacto con Abraham. Incluso en Génesis 17 hay promesas de que a través de la línea de Abraham, vendrían reyes. Esto comienza a suceder en Israel y de manera especial al rey. El rey en el Antiguo Testamento, a pesar de que fue anunciado muchos años antes, por ejemplo en Deuteronomio 17 con Moisés, nos prepara para la reversión de los efectos del pecado en este mundo, así como para la restauración que vendrá a través de los reyes, pero aún más que eso, la venida del Señor Jesucristo, que ahora toma estas funciones, cumple la función Davídica, cumple el papel de Israel, cumple finalmente el papel de Adán, y nos restaura a como fuimos creados originalmente, así que todo esto fue en anticipación. Todo esto nos prepara más para el plan de Dios que se está desarrollando, conduciéndonos al tema mesiánico de "Esto es lo que vendrá. Él es quien tomará el lugar. Así es como el rey cumplirá esas funciones." Todo esto, creo, es la razón por la que Moisés nos dio todo eso antes de que hubiera reyes. [Dr. Stephen Wellum]
Cuando Moisés estaba preparando a la nación de Israel para entrar y conquistar la Tierra Prometida, les explicó que Dios nombraría un rey sobre ellos. Y enumeró cuatro principios que deberían guiar al rey que Dios designaría. Escuchemos lo que Moisés escribió en Deuteronomio 17:14 al 19:
Cuando tomes posesión de ella y la habites pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos Ni tomará para sí muchas mujeres ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia. Él escribirá para sí en un libro una copia de esta ley y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra. (Deuteronomio 17:14-19)
Moisés enumeró cuatro principios concernientes a los requisitos para la realeza. En primer lugar, dijo que el rey de Israel tenía que ser elegido por Dios. El pueblo no era capaz de elegir un rey que los guiara de la manera que Dios exigía. Y ellos no tenían el derecho de conferirle a ninguna persona la autoridad delegada por Dios. Sólo Dios podía delegar su autoridad. Y sólo la delegaría a una persona de su elección.
La segunda cosa que Moisés mencionó en Deuteronomio 17, es que el rey tenía que ser un israelita. Es decir, tenía que ser nativo de la nación escogida por Dios. Esto era así para que se cumpliera la promesa del pacto que Dios había hecho con Abraham en Génesis 17:1 al 8, en la cual juró que los herederos de Abraham serían reyes sobre su pueblo.
El tercer requisito en Deuteronomio 17, era que el rey tenía que depender de Dios y no de estrategias humanas para asegurar la paz y la prosperidad. Moisés enumeró cuatro formas en las que los reyes podrían alejarse de su dependencia de Dios.
En conjunto, todas estas restricciones aseguraban que el rey dependiera de Dios para el éxito de su reinado y la seguridad de la nación.
El cuarto punto en el que Moisés hizo hincapié en Deuteronomio 17 fue que el rey estaba obligado a demostrarle a Dios su fidelidad al pacto, al recibir, copiar y meditar en la ley del pacto de Dios. Estas acciones estaban diseñadas para cultivar la reverencia personal, la humildad apropiada y el gobierno fiel.
Los reyes de Israel y los reyes de Judá eran los representantes del pueblo hacia Dios, de manera que en muchos aspectos tenían una presencia sacramental, tanto como representantes de Dios en la tierra como representantes del pueblo hacia Dios. Ese estado particular de oscilación que tenían, era significativo respecto a cómo Dios respondía tanto al rey como a lo que recaía sobre la nación en general. Y creo que ahí tenemos toda la historia de Israel y de Judá. No hubo reyes buenos en Israel. Todos eran malos. Y entonces cayeron, por primera vez en el año 722 a. C. En Judá había una especie de ida y vuelta, tenía un buen rey que hacía lo correcto, y más tarde un rey malo que hacía lo incorrecto. Pero cuando los malos reyes hacían lo incorrecto ante los ojos del Señor, esto producía importantes repercusiones. Este es el punto en donde el " No" divino del juicio de Dios le sería anunciado al rey y después al pueblo. Parece ser que hubo una relación orgánica entre el estatus del rey y la forma en que el pueblo los seguía. Si el rey creaba altares para adorar a dioses extranjeros, la gente hacía lo mismo. Y viceversa, cuando hubo reformas, como con el rey Josías, tuvieron gran repercusión en la forma en que las personas respondieron a Dios y a su Ley. El rey tenía un papel muy importante al representar al pueblo ante Dios y al representar a Dios ante el pueblo. [Dr. Mark Gignilliat]
Después de haber visto los requisitos de la realeza revelados por Moisés, estamos listos para considerar un requisito adicional que Dios estableció en su pacto con David.
Dios estableció su pacto con David en 2 Samuel 7:8 al 16, y sus términos son mencionados en pasajes como Salmos 89 y 132. Este pacto establece a los descendientes de David como la dinastía permanente de Israel. Dios demostró gran benevolencia con David e Israel, asegurando que los descendientes de David reinarán y que Israel gozará de la estabilidad de la sucesión dinástica. Escuchemos las promesas del pacto de Dios a David en 2 Samuel 7:8 al 16:
Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel y te he dado nombre grande yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y a ti te daré descanso de todos tus enemigos yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. (2 Samuel 7:8-16)
De acuerdo con este pacto divino, Dios añadió un nuevo requisito para los reyes de Israel: A partir de entonces, el pueblo de Dios debía ser conducido por un descendiente de David. Sólo su casa podría reclamar el gobernar legítima y perpetuamente sobre toda la nación. Ya en el libro de Génesis, Dios bendijo a la tribu de Judá con la realeza de Israel. "El cetro no se apartará de Judá," dijo Jacob en Génesis 49. Como David era de la tribu de Judá, la promesa de Dios a David fue el cumplimiento de esa bendición en Génesis. Dios siempre quiso que algún dia Israel tuviera un rey de la tribu de Judá. Debido a la obediencia y devoción a Dios de David, Dios prometió que la realeza de Israel estaría perpetuamente trazada por la línea de David. Ninguna persona jamás podría legítimamente pretender ser rey de Israel a menos que fuera de la casa de David. Ésta es la razón por la que era tan importante para los escritores del evangelio demostrar no sólo que Jesús fue llamado por Dios, sino que era descendiente directo de David, y podía reclamar legítimamente el trono de David.
Ahora que hemos visto los requisitos de la realeza, pasemos a nuestro segundo tema: la función de los reyes en el Antiguo Testamento.
En el Antiguo Testamento, los reyes de Israel ejercían un gobierno fiel sobre el pueblo de Dios, al ejecutar y administrar la ley de Dios. Como hemos visto en lecciones anteriores, era común que los emperadores poderosos del antiguo Cercano Oriente conquistaran y controlaran reinos más débiles, haciéndolos sus siervos o vasallos. Estos emperadores normalmente administraban sus relaciones con sus vasallos a través de tratados o convenios, que requerían que los vasallos sirvieran al emperador sometiéndose a sus leyes. Y lo mismo ocurría en la relación de Israel con Dios. Toda la nación era responsable de obedecer el pacto de Dios, y el rey debía garantizar que lo hiciera.
Los reyes hacían a sus pueblos responsables ante la ley del pacto de Dios de muchas maneras. Pero para nuestros propósitos en esta lección, nos centraremos en lo que Jesús llamó los asuntos más importantes de la ley. Como Jesús dijo en Mateo 23:23:
Lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. (Mateo 23:23)
De acuerdo a Jesús, y en contraste con el enfoque de los fariseos en las ceremonias y rituales, las características más importantes de la ley son la justicia, la misericordia y la fe. Consideraremos las formas en las que los reyes del Antiguo Testamento, ejecutaban y administraban las leyes de Dios de acuerdo a cada una de estas características tan importantes. En primer lugar, veremos la responsabilidad del rey de hacer cumplir la justicia. En segundo lugar, veremos que el rey debía aplicar misericordia. Y en tercer lugar, nos centraremos en el hecho de que el rey debía promover la fidelidad. Veamos primero la función del rey de hacer cumplir la justicia.
En el contexto de las responsabilidades del rey, la justicia se puede definir como: juzgar a cada persona como se merece, de acuerdo con la ley de Dios.
Como individuos o gobernantes, tenemos el derecho, la libertad y la voluntad de elegir un camino seguro o un camino pecaminoso. Al final, el juicio de Dios caerá sobre todos nosotros. Como resultado, esos gobernantes serán juzgados. Cuando Jesús venga, pondrá todas las cosas donde deben estar. Hasta entonces, tenemos una misión, que es vivir como individuos que pertenecen al reino de Dios y como ciudadanos de una tierra celestial. Por el momento, practicamos justicia e igualdad, respeto a los demás, respeto a los débiles, el ser justos con los injustos, y nos esforzamos para lograr la justicia sabiendo que todavía vivimos en un mundo de pecado, un mundo destrozado, en un mundo bajo el juicio de Dios. En un mundo donde la brutalidad, la pobreza, la ignorancia y la corrupción todavía existen. Somos como una vela que da luz, recordándole a los demás que hay un Dios amoroso en el cielo al que le importa la injusticia, y que esa brutalidad, corrupción y arrogancia, no importa cuanto dure en la tierra, es temporal y limitada en el tiempo, porque hay un Dios que, al final, arreglará todo. [Dr. Jonathan Kuttab]
Los reyes de Israel debían aplicar la justicia de Dios por lo menos en dos niveles diferentes. Primero, ejecutaban la justicia internacional de Dios, haciendo cumplir la ley de Dios entre Israel y otras naciones. Una forma en la que los reyes ejercían la justicia a una escala internacional, era negociando con otras naciones, como lo hizo Salomón con Hiram, rey de Tiro, en 1 Reyes 5:1 al 12.
Los reyes también ejercían la justicia internacional a través de la guerra. Lo hicieron mediante el castigo a las naciones impías que Saúl llevó a cabo en 1 Samuel 14:47 y 48, y que David llevó a cabo en 2 Samuel 8:1 al 13. El rey también defendía a Israel cuando era atacado, como lo hizo David en 2 Samuel 5:17 al 25, y como lo hizo Ezequías en 2 Reyes 19.
El Salmo 2 resume la justicia que los reyes de Israel fueron a ejercer a las naciones que se rebelaron contra ellos y contra el Señor. Escuchemos lo que el Salmo dice en los versículos 6 al 12:
[El Señor dijo:] yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían. (Salmo 2:6-12)
Estos versículos siguen la costumbre del antiguo Cercano Oriente de referirse al emperador como padre y al rey vasallo como hijo. En este caso, Dios era el emperador, y el rey Davídico era el hijo. Y el plan de Dios para el mundo era que las naciones sirvieran y obedecieran al rey Davídico. Debían temerle y honrarle porque él era el instrumento de Dios para la justicia en el mundo.
En segundo lugar, los reyes también eran responsables de ejecutar la justicia de Dios a escala nacional, dentro de Israel. Los reyes ejercían la justicia nacional, al guiar al pueblo especial de Dios en obediencia a su ley. Esto incluía actos como prever el bienestar y la protección de los débiles, como podemos ver en Proverbios 29:14; defenderse de los malvados, como David lo ejemplificó en 2 Samuel 4:9 al 12; el proceso jurídico de delincuentes, como en 2 Reyes 14:5; y el establecimiento de la estabilidad para el crecimiento y la prosperidad de los ciudadanos, como enseña el Salmo 72 . Por otra parte, los reyes no debían distorsionar la justicia a favor de los ricos o de los pobres, los poderosos o los débiles. Las Escrituras hablan del papel de los reyes en muchos lugares, incluyendo Levítico 19:15 e Isaías 11:1 al 5.
Observando una vez más, desde la identificación que Jesús hace de los asuntos más importantes de la ley, veamos que una segunda forma en la que los reyes aplicaban la ley de Dios, era con misericordia.
La misericordia es la imitación de la compasión de Dios hacia sus criaturas. Dios a menudo trata a sus criaturas con indulgencia cuando han pecado, comprendiendo su debilidad. Él les concede cosas buenas en la vida, y les alivia del sufrimiento, simplemente porque le agrada ser bueno con lo que él ha hecho. Las Escrituras hablan de la misericordia de Dios en muchos lugares, como en el Salmo 40:11; el Salmo 103:8; y en Jonás 4:2.
Al igual que con el tema de la justicia, destacaremos el hecho de que los reyes debían mostrar misericordia en al menos dos ámbitos, comenzando con las relaciones internacionales. A nivel internacional, los reyes aplicaron la misericordia a las naciones y las personas que se sometieron al Dios de Israel. Por ejemplo, en 2 Samuel 10:19, muchos vasallos de uno de los enemigos de Israel recibieron la misericordia de David, cuando hicieron la paz con él. Y en 2 Samuel 10:1 y 2, David le mostró compasión al rey de los amonitas. Por otra parte, los profetas del Antiguo Testamento predijeron que las naciones gentiles se someterían finalmente a Jerusalén. Traerían tributo a la capital del reino de Dios, y recibirían misericordia y protección del rey de Dios. Estas cosas fueron profetizadas en pasajes como Isaías 60:1 a 22 y el capítulo 66:18 al 23; Miqueas 4:1 al 8 y Sofonías 2:11.
Por supuesto, como hemos visto en nuestra discusión de justicia, Dios no siempre quiere mostrar misericordia. Y a veces exigía que el rey retuviera la misericordia hacia las naciones impías. Por ejemplo, en 2 Samuel 5:17 al 25, Dios instruyó a David para destruir a los filisteos, lo cual David cumplió sin piedad. Su maldad era tan grande que no fueron perdonados. Por lo tanto, parte de la responsabilidad del rey consistía en discernir cuando Dios quería que mostrara misericordia, y cuando Dios quería que la retuviera.
Además de mostrar misericordia en las relaciones internacionales, el rey también era responsable de administrar la ley de Dios, mostrando misericordia a nivel nacional.
Debido a que el rey era vasallo de Dios, tenía la obligación de tratar al pueblo de Dios de la misma manera, en la que Dios lo trataría. Y eso significaba tratarlos con benevolencia. Como leemos en pasajes como Oseas 6:6, Dios quería que su pueblo mostrara misericordia, incluso más de lo que quería los sacrificios exigidos por la ley. Esto no se debe a que la ley de Dios no sea importante, sino a que la misericordia es uno de los asuntos más importantes de la ley. Por esta razón, un rey misericordioso era un líder ideal, que reflejaba el patrón del propio cuidado de Dios. David ejemplifica esto en pasajes como 2 Samuel 19:18 al 23, donde mostró misericordia a los enemigos que se sometían a él.
La misericordia aparece a lo largo de la ley del Antiguo Testamento. Si logramos salir de la idea de que a veces la ley es mala y realmente ver la ley como un vehículo de la bondad amorosa de Dios, empezaremos a verla en todas partes Incluso si vemos los Diez Mandamientos como un punto de partida. Veremos leyes como la del cuarto mandamiento de santificar el día de reposo. Tenemos que ver más allá de esa primera parte del mandamiento para ver que no sólo debemos descansar en el día del Señor, sino que también nuestros sirvientes de la casa, nuestro ganado, todo lo que está bajo nuestro poder. En nuestro mundo moderno, diríamos que un hombre o mujer temerosos de Dios que tienen un negocio, deben ser misericordiosos con sus empleados y no tratarlos como recursos agotables para ser minados, sino tratarlos como personas. Para ser un mayordomo de las personas que Dios ha puesto sobre nosotros. Existiendo una provisión misericordiosa en ello. Nosotros vemos muchas leyes detalladas e individuales en el Antiguo Testamento que muestran misericordia. El mandato en Deuteronomio de dejar la rebusca en la esquina de la viña, para que los necesitados puedan venir y tener algo de comer al recoger lo que sobró Hay otras leyes del Antiguo Testamento, como el mandamiento de no cobrar intereses a un compatriota. En ese mundo no había una economía de inversión capitalista, y el cobro de intereses a menudo era una forma de abusar y aprovecharse de la gente. Esto se convertía en un sustituto a la generosidad. Si alguien pudiera sacar una ventaja de un compatriota israelita necesitado, ese alguien podría enriquecerse, pero acabaría quitándole al necesitado. Así que el mandamiento dice que no hagamos eso. En cambio, nos ordena que seamos generosos no cobrando intereses y dando a los necesitados. La ley de la liberación de contrato cada siete años o la ley del Jubileo que restauró al pueblo a la tierra que se les había quitado por providencias lamentables circunstancias desafortunadas. Estas leyes son de restauración, Dios fue misericordioso con su pueblo, y entonces les ordena que éstas reflejen su propio carácter en las leyes del Antiguo Testamento. [Rev. Michael Glodo]
Además de la justicia y la misericordia, la tercera forma en la que el rey debía ejecutar la ley de Dios, era promoviendo la fidelidad a Dios.
La fidelidad se puede definir como:
La lealtad a Dios, demostrada a través de la sincera confianza y obediencia.
La fidelidad implica creer que Dios es quien él dice que es, sirviéndole con lealtad a él y a ningún otro dios, y ofreciéndole obediencia amorosa.
Como lo hicimos con los temas de justicia y misericordia, consideraremos dos formas en que el rey estaba obligado a promover la fidelidad. Comencemos con el escenario internacional.
Los reyes de Israel debían guiar al pueblo de Dios a serle fiel a Dios para que las naciones vecinas se arrepintieran de su idolatría y pecado, y empezaran a servir a Dios. Los reyes cumplían este rol, especialmente mediante el establecimiento de la adoración fiel en la nación de Israel, tal como lo vemos en la oración de Salomón en la dedicación del templo en 1 Reyes 8:41 al 43. Este mandato mundial de discipular y disciplinar a las naciones también se indica en pasajes como Salmo 72:8 al 11 y Zacarías 8:20 al 23.
Además de promover la fidelidad a Dios internacionalmente, el rey también debía fomentar la fidelidad a nivel nacional.
El rey debía promover la fidelidad dentro de la nación de Israel en particular, garantizando y proveyendo pureza a la adoración. Los buenos reyes proporcionaban recursos y planes para la adoración, organizaban al personal, las políticas dictadas para el mantenimiento del templo, y con frecuencia desempeñaban un papel importante en las celebraciones públicas de adoración. Por ejemplo, David hizo estas cosas en 1 Crónicas 15, 16 y 23 al 28.
El compromiso del rey para promover la fidelidad de Israel afectó a la nación de manera profunda. Por que él era el representante de la nación ante Dios, las personas a menudo experimentan bendiciones mayores bajo el liderazgo de los reyes fieles y juicios más severos bajo reyes infieles. Dios bendijo a los reyes fieles con la prosperidad de Israel y la expansión física de sus fronteras. Los reyes infieles también eran castigados. De hecho, el libro de Reyes culpa a la desobediencia de los reyes de Israel, parcialmente, del exilio de Judá. Escuchemos las palabras de Dios al rey Salomón en 1 Reyes 9:6 y 7:
Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos. (1 Reyes 9:6-7)
Lamentablemente, no todos los reyes de Israel y Judá le eran fieles a Dios, y la gente a menudo sufría como resultado. Pero incluso cuando el templo había sido descuidado o el pueblo había caído en la idolatría, los reyes fieles eran a menudo capaces de reformar y restablecer la adoración de la nación. Vemos esto con Ezequías en 2 Reyes 18:1 al 8, y con Josías en 2 Reyes 22:1 al capítulo 23:25. Sus esfuerzos de reforma animaban e incluso producían la fidelidad del pueblo de Dios, y por lo tanto alentaban a Dios a bendecir a la nación durante sus reinados.
Después de ver los requisitos y las funciones de los reyes del Antiguo Testamento, estamos listos para estudiar las expectativas que el Antiguo Testamento creó para el futuro de la monarquía en Israel.
El Antiguo Testamento creó muchas expectativas para los futuros reyes, especialmente para un rey especial mesiánico que fue profetizado para alcanzar el objetivo de establecer el reino de Dios en la tierra. Y, por supuesto, el Nuevo Testamento revela que este rey mesiánico era Jesús. Por lo tanto, debemos ver en detalle estas anticipaciones del Antiguo Testamento.
Veremos las expectativas para el futuro de la monarquía en Israel, que fueron creadas por dos fuentes: primero el desarrollo histórico de la realeza en el Antiguo Testamento, y segundo, las profecías específicas de un futuro rey de Israel. Primero veamos las expectativas creadas por el desarrollo histórico de la realeza.
Empezaremos observando el papel fundamental del reinado humano en el plan de Dios antes de la monarquía en Israel, desde los días de la creación hasta el tiempo de los jueces de Israel. Cuando Dios creó el mundo, puso a Adán y a Eva en el Jardín del Edén, para que sirvieran como sus vice-regentes sobre la creación. Dios indicó este papel de la humanidad en Génesis 1:26 y 27, donde planeó y creó a Adán y Eva a su imagen. En los días del Antiguo Testamento, términos como imagen de Dios, semejanza de los dioses e hijo de Dios se utilizaban comúnmente para referirse a los reyes y emperadores. Esta terminología expresa la creencia de que los reyes eran representantes o virreyes de sus dioses en la tierra. Era trabajo del rey asegurar que la voluntad de su dios se llevara a cabo en la tierra. Por lo tanto, cuando la Biblia llama a Adán y a Eva imágenes de Dios, quiere decir que Dios designó a toda la raza humana a ser sus virreyes en la tierra. En un sentido más amplio, todos los seres humanos fueron creados para vivir como la realeza, como reyes siervos de Dios que se asegurarían de que su voluntad se hiciera en la tierra.
La idea de que las imágenes divinas eran figuras de la realeza ayuda a explicar Génesis 1:28, donde Dios le dio este mandato a nuestros primeros padres:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:28)
Dios quería convertir toda la tierra en su reino. Así que nombró a sus vice- regentes, la raza humana, tanto para llenar el mundo con imágenes adicionales de Dios, como para ejercer dominio o gobernar sobre toda la creación. Este mandato a menudo es llamado el mandato cultural, porque nos manda a construir el reino de Dios mediante el establecimiento de culturas y civilizaciones alrededor del mundo.
Después de que Adán y Eva cayeron en pecado, ellos y sus descendientes se alejaron muchísimo de sus responsabilidades originales, por lo que Dios juzgó a la humanidad pecadora en el diluvio de Noé. Aun así, Dios no canceló la función real que tiene la humanidad en el mundo. Después de que Noé y su familia salieron del arca, Dios reafirmó el mandato cultural, mandándole a todas sus imágenes reales a difundir una civilización que honrase a Dios por todo el mundo.
Pero el virreinato de la humanidad cambió de forma significativa en los días de Abraham. Dios redimió a Abraham y lo hizo el padre de su pueblo escogido, Israel. Aunque todos los seres humanos todavía eran vice -regentes de Dios en un sentido general, el Señor escogió a Abraham y a su descendencia para ser el primogénito de todas las familias de la tierra. Dios hizo un pacto especial con Abraham en Génesis 15 y 17, lo que indica que Israel tenía: "El privilegio real especial de la construcción de una nación santa para Dios." Y esta nación sería el punto de partida para la difusión de la voluntad de Dios para todas las naciones.
Más adelante en la historia, Dios comenzó a cumplirle a Abraham sus promesas, enviándole a su pueblo Israel, a Moisés y a Josué para conducirle. Bajo su gobierno, Dios rescató a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y le permitió conquistar Canaán — la Tierra Prometida — donde se convertirían en una gran nación de imágenes redimidas y santas de Dios. Tristemente, Israel no pudo completar la conquista de Canaán. Así que después de la muerte de Josué, se deshizo la unidad nacional y varios jueces y levitas locales llevaron a las tribus a tiempos de muchos problemas. Aunque Dios bendijo a Israel durante estos años, el liderazgo de los jueces y de los levitas no era el adecuado para que Israel tuviera éxito como la nación líder de las imágenes reales de Dios. El autor del libro de Jueces expresó esto con claridad a lo largo de su libro. Escuchemos el último renglón de su libro en Jueces 21:25:
En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. (Jueces 21:25)
Comentarios muy similares aparecen en Jueces 17:6, capítulo 18:1, y en el 19:1. Estas repeticiones hacían hincapié que Israel podría avanzar como nación elegida de Dios sólo bajo el gobierno de un rey justo que serviría como vice-regente especial de Dios.
El libro de Jueces parece ser un fundamento para la venida del rey. Hay un ciclo en el libro de Jueces, en el que el juez se levanta, están bien por un tiempo, las personas caen en pecado, ellas claman a Dios y Dios levanta a otro juez. El autor quiere dejar claro que tiene que haber algo más estable, más seguro, y anhela un gobierno y un líder que busque el corazón de Dios. Ese atributo se aplica en particular a David, el rey que buscaba el corazón de Dios, como una especie de modelo de cómo la monarquía debe ser, no sólo para el pueblo de Israel, sino de cómo Dios ejerce su gobierno sobre su pueblo. El libro de Jueces es una polémica sobre la necesidad de un rey que reinaría bajo el mando de Dios, mostrándonos cómo Dios gobernó a su pueblo en esa época y cómo lo haría actualmente. [Dr. Simon Vibert]
Es importante observar al libro de Jueces dentro del plan completo de Dios, desde la historia de Génesis hasta el final: " La venida de Jesucristo." El libro de Jueces ve hacia atrás, a la revelación anterior, desde Adán como una figura de la realeza, hasta Abraham en el pacto de Abraham, anticipando la llegada de los reyes a través de su descendencia, Moisés dando el antiguo pacto, Deuteronomio 17, en donde está la venida del anticipado rey. Sin embargo, hasta ese punto todavía no existía en el plan de Dios los reyes que vendrán. Entonces Jueces, muestra la necesidad de líderes, la necesidad de un gobierno. Josué le sigue a Moisés, los jueces le siguen a Josué. Sin embargo, no hay un rey que Dios haya anticipado. No hay un cumplimiento de esto todavía. Dependiendo de cómo eran los jueces en la función de su liderazgo, así le iba al pueblo. Es decir, si eran buenos a la nación por lo general no le iba mal, pero si eran malvados, al país le iba mal. No había un rey. Cuando el rey llegue, nos dice Jueces, las cosas serán mejores. Las cosas que nos dice el Antiguo Testamento serán cumplidas. Posteriormente, nos movemos de Jueces hasta Saúl y David, en donde uno es puesto por el otro - el rey del pueblo, el rey de Dios - que a su vez nos lleva al gran pacto Davídico, las promesas del gran hijo de David. Todo esto es parte del plan de Dios, preparándonos para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Mostrándonos cómo será el verdadero rey en contraste con los otros reyes, mostrándonos, la necesidad de que un rey nos restaure a cómo fuimos hechos originalmente. Y todo eso es parte del plan de Dios, que nos lleva hacia Jesucristo. [Dr. Stephen Wellum]
Ahora que hemos visto los orígenes de la realeza humana en los días previos a la monarquía en Israel, pasemos a los hechos históricos durante la monarquía en Israel.
Según 1 Samuel 8:5 al 20, al final del período de los jueces, la nación de Israel envidiaba la estabilidad y el orden que los reyes proveían a las naciones circundantes. Por lo que no quisieron esperar a que Dios levantara un rey en su propio tiempo, exigiéndole a Dios que les diera un rey inmediatamente. En respuesta a esto, Dios designó a Saúl como el primer rey oficial de Israel.
Ahora bien, es importante darnos cuenta de que el deseo de Israel de tener un rey humano no era en sí mismo un deseo pecaminoso. En el pasado, ya Dios le había revelado que planeaba que Israel se convirtiera en una nación poderosa con un gran rey humano. Por ejemplo, en Génesis 17:6, Dios le prometió a Abraham que entre los reyes se incluiría a sus descendientes. En Génesis 49:8 al 10, Jacob bendijo a su hijo Judá, al anunciar que uno de los descendientes de Judá, gobernaría como rey de Israel. Y como hemos visto anteriormente en esta lección, Moisés incluso prescribió regulaciones para los reyes de Israel en Deuteronomio 17:14 al 19. Incluso, en 1 Samuel 2:10, poco antes de que Israel presionara a Dios para que les diera un rey, Ana, que era justa, ofreció una oración profética para que Dios finalmente estableciera un rey justo sobre su pueblo.
Pero a pesar de los buenos planes de Dios para la monarquía en Israel, la nación pecó al negarse a confiar en Dios y esperar en él. Y la designación de Saúl como rey hecha por Dios estaba destinada en parte a disciplinar a la nación por este pecado. Y aunque Saúl hizo avanzar a Israel de cierta manera, su rebelión contra Dios hizo que el Señor lo destituyera a él y a su familia.
Pero Dios en su gracia le dio a Israel el tipo de rey que necesitaba tras el fracaso de Saúl, levantando a David como rey. Como el resto de la humanidad caída, David era pecador. Pero también era un hombre que vivía conforme al corazón de Dios. Y Dios le dio la facultad de unir a la nación, derrotar a sus enemigos, y darle seguridad y prosperidad a Israel. Por otra parte, Dios hizo un pacto con David para que sus descendientes siempre gobernaran sobre Israel como su dinastía real permanente. Leemos sobre este pacto en pasajes como 2 Samuel 7, 1 Crónicas 17, y Salmos 89 y 132.
Cuando David murió, su hijo Salomón heredó su trono. En muchos sentidos, el reinado de Salomón fue la cúspide de la historia de los reyes de Israel. Él amplió el territorio de Israel y aumentó la riqueza y buena reputación de Israel. Tristemente, también transgredió gravemente la ley de Dios al adorar a los dioses de sus esposas extranjeras. Por lo tanto, el Señor dividió el reino en los días de Roboam, hijo de Salomón. Y las generaciones que siguieron fueron aún más infieles a Dios, de modo que con el tiempo tanto Israel como Judá cayeron bajo el juicio de Dios y fueron expulsados de sus tierras. El reino del norte de Israel fue conquistado por Asiria en el año 723 ó 722 a. C. y el reino del sur, Judá fue conquistado por Babilonia en el año 587 ó 586 a. C. El último rey legítimo fue el descendiente de David, Joaquín, también conocido como Jeconías, quien fue destituido y apresado en el año 597 a. C.
Al final del período monárquico, Dios ya había revelado mucho sobre la realeza humana. En un sentido amplio, todos los seres humanos eran virreyes de Dios sobre la tierra. En un sentido más estricto, la nación de Israel celebró un virreinato especial como la familia sagrada de la humanidad que serviría de modelo para otras naciones. Y en el sentido más estricto, los descendientes reales de David ocuparon el cargo de jefes de vice –regentes de Dios. Dios ordenó a los hijos de David que guiaran a los israelitas y al resto del mundo para hacer la voluntad del rey supremo, Dios.
Ahora que hemos visto el desarrollo histórico del oficio de rey antes y durante la monarquía de Israel, exploraremos el período posterior a la monarquía, cuando Israel y Judá vivían en exilio y no había rey Davídico.
Aunque los babilonios habían destruido Jerusalén y habían eliminado al heredero de David de su trono, el emperador persa Ciro conquistó Babilonia y decretó que los israelitas podían volver a la Tierra Prometida. Podemos leer acerca de este desarrollo en 2 Crónicas 36 y Esdras 1.
Los años siguientes al edicto de Ciro es comúnmente llamado el período de la restauración. Los que regresaron consagraron nuevamente el altar de Dios, construyeron un nuevo templo y reconstruyeron los muros de Jerusalén. Al principio, en Hageo 2:21 al 23, el profeta Hageo incluso le dijo al remanente restaurado que si eran fieles, Dios podría nombrar al trono de David, a su gobernador Zorobabel, quien era descendiente de David. Pero no fueron fieles a Dios. Por lo tanto, el Antiguo Testamento termina sólo con un remanente de israelitas viviendo en la Tierra Prometida, teniendo que posponer su esperanza de gloria.
En el tiempo transcurrido entre el Antiguo y Nuevo Testamento, la apostasía de Israel continuó retrasando la restauración de la monarquía en Israel. El imperio griego derrotó al imperio persa y tomó el control de los hijos de Israel en Palestina. Y más tarde, el imperio romano derrotó a los griegos y se hizo cargo de la Tierra Prometida. Durante todo este tiempo, Israel no tuvo un rey ordenado por Dios.
El lamentable estado de Israel bajo la opresión de los asirios, los babilonios, los medos y los persas, los griegos y los romanos muestra algo muy claro: el reinado de un hijo justo de David era importantísimo para el futuro. Israel necesitaba un rey Davídico para que le ayudara a cumplir su papel en el mundo como el pueblo escogido de Dios. Por lo tanto, el pueblo fiel de Dios continuó esperando con interés el momento en el que Dios cumpliría su pacto con David, al enviar a un rey Davídico justo para liberarlo de sus opresores, y para extender la voluntad de Dios sobre el mundo entero.
Ahora que hemos visto el desarrollo histórico del oficio de rey, consideremos las expectativas para el futuro de la monarquía que surgió de las profecías específicas del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento contiene demasiadas profecías sobre el futuro de la monarquía en Israel como para mencionarlas todas. Por eso, para los propósitos de esta lección, sólo mencionaremos cuatro temas importantes. En primer lugar, los profetas del Antiguo Testamento predijeron que Dios restauraría la dinastía Davídica.
El Antiguo Testamento hace gran énfasis en que el Mesías es, ante todo, un hijo de David. David fue aquel gran rey de Israel, que confiaba en el Señor de manera muy significativa, salió victorioso y obedeció al Señor de muchas, muchas maneras. Es cierto que también tenía algunas fallas importantes, pero David se convirtió en el ejemplo de lo que el Mesías sería. Él sería un gobernante que traería paz a la nación. Y basándonos en la última parte del Antiguo Testamento, después de la muerte de David, existía la expectativa de que vendría un hijo de David, y esta tiene que ver con la idea de que llegaría la paz, la justicia y la alegría. [Dr. Thomas Schreiner]
En el Antiguo Testamento, la figura que llegó a ser conocida como el Mesías era el rey. El rey del linaje de David. Dios hizo un pacto con David y le prometió que un día Dios levantaría a un rey, que tendría una relación especial con Dios como el Hijo unigénito de Dios. Ese rey reinaría para siempre en el trono de David, establecería la justicia y la rectitud. Cuando nos referimos al Mesías del Antiguo Testamento, nos estamos refiriendo a un rey. El rey definitivo, el rey quien traería la salvación y la liberación de Dios. [Dr. Mark Strauss]
Los profetas dijeron que con el tiempo, Dios enviaría a un Hijo de David que sería justo para restaurar la monarquía Davídica de Israel. Esto lo vemos en muchos pasajes, incluyendo el Salmo 89, Isaías 9:7 y capítulo 16:5, Jeremías 23:5 y el capítulo 33:25 y 26, y Ezequiel 34:23 y 24. A modo de ejemplo, escuchemos lo que Dios dijo por medio del profeta Amós en Amós 9:11:
En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado. (Amos 9:11)
En segundo lugar, los profetas predijeron que este futuro hijo de David le daría al pueblo de Dios libertad y victoria sobre sus enemigos.
Los profetas del Antiguo Testamento, a menudo hablaban del momento en el que Dios intervendría drásticamente en la historia, venciendo a sus enemigos en nombre de su pueblo fiel. Dios prometió enjuiciar a todos los que se oponían a su camino, incluyendo a los infieles dentro de Israel. Y los profetas continuamente asociaban tal victoria con el futuro heredero del trono de David, el cual actuaría como el gran vice-regente de Dios. Estas expectativas fueron profetizadas en pasajes como el Salmo 132:17 y 18, Isaías 9:4 al 7, Jeremías 30:5 al 17, Ezequiel 34:2, y Zacarías 12:1 al 10. Por ejemplo, escuchemos esta profecía en Jeremías 30:8 y 9:
En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán a Jehová su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré. (Jeremías 30:8-9)
En tercer lugar, los profetas del Antiguo Testamento predijeron que este futuro Hijo de David establecería un reino eterno.
Los profetas del Antiguo Testamento, enseñaban que cuando el gran Hijo de David reinara, Israel disfrutaría las bendiciones de Dios para siempre. El reinado del rey Davídico haría la tierra como el cielo, y su gente viviría con paz duradera y con prosperidad. Esta expectativa aparece en pasajes como Isaías 55:3 al 13, y Ezequiel 37:24 y 25. Por ejemplo, escuchemos que dijo Isaías acerca del futuro hijo de David en Isaías 9:7:
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto. (Isaías 9:7)
Y en cuarto lugar, los profetas también enseñaron que este futuro hijo de David establecería un reino en todo el mundo.
El futuro reinado Davídico sería ilimitado, no sólo en el tiempo, sino también en lo geográfico. Se ampliaría hasta ocupar toda la tierra. Todos los que se arrepintieron de sus pecados disfrutarían de sus bendiciones, independientemente de su nacionalidad u origen étnico. Vemos ejemplos de esto en Salmos 2 , 68, 72, 110, y 122. Escuchemos la manera en la que Daniel 7:13 y 14 describe este aspecto del futuro rey y de su reino:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. (Daniel 7:13-14)
Uno de los textos claves del Antiguo Testamento para comprender al Mesías, es el Salmo 2, el cual es una predicción de que Dios ha designado a un rey especial, que él nombró en el monte de Sión. Cuando leemos, descubrimos que este rey que Dios va a designar también llegará a ser el soberano de las naciones. La obediencia de las naciones la tendrá él. Es una figura de autoridad que todas las naciones y todos los gobernantes de la tierra están destinados a adorar, besar al Hijo, es la frase en el Salmo 2. Esta idea sostiene que él no sólo es el Mesías de Israel, aunque lo es, sino, que también es el Señor de todo el mundo, el digno Señor que le corresponde a todo el mundo. Hay que entender que el Mesías era una figura humana, que vendría a ser el gobernante del mundo. [Dr. Peter Walker]
El Antiguo Testamento termina con grandes esperanzas para el futuro de la monarquía. Dios enviaría a un hijo especial de David, a un vice –regente supremo. Él derrotaría a todos los enemigos del pueblo de Dios. Y en la Tierra establecería un reino eterno para que todo el mundo se someta a su Imperio. Este reino cumpliría el propósito original de Dios para la humanidad, como imagen de Dios, cumpliría el propósito original de Dios para Israel, cumpliría el propósito original de Dios de establecer el trono de David. El Hijo justo de David convertiría el mundo entero en el reino de Dios, y lo purgaría de todo mal, y establecería la paz y la prosperidad de todo su pueblo para siempre.
Después de haber explorado el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de rey, estamos listos para pasar a nuestro segundo tema importante: el cumplimiento del oficio de rey en Jesús.
El Nuevo Testamento enseña claramente que Jesús es el rey Davídico prometido por el Antiguo Testamento. Por ejemplo, los magos le describieron como el Rey de los judíos en Mateo 2:2. Los discípulos de Jesús le atribuyeron títulos reales como Mesías o Cristo en pasajes como Marcos 8:27 al 29. Fue llamado el rey de Israel en Juan 1:49. Y lo más importante, justo antes de su muerte, Jesús afirmó ser el rey mesiánico prometido por el Antiguo Testamento. Escuchemos su conversación con Poncio Pilato en Mateo 27:11:
Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. Encontramos relatos similares en Marcos 15:2, Lucas 23:1 al 3, y Juan 18:33 al 37.
Aunque Jesús no ascendió al trono de Israel durante su ministerio terrenal, el Nuevo Testamento enseña claramente que él realmente es el rey Davídico prometido. Y volverá en el futuro para cumplir todas las expectativas del Antiguo Testamento, que se tenían para el trono de David.
Examinaremos el cumplimiento del oficio de rey, en la persona de Jesús, de tal manera que corresponda con nuestro estudio del trasfondo del Antiguo Testamento de éste oficio. En primer lugar, veremos que Jesús cumplió con los requisitos para el oficio de rey. En segundo lugar, notaremos que Jesús modeló la función de los reyes. Y en tercer lugar, exploraremos las formas en que Jesús cumplió con las expectativas del Antiguo Testamento creadas para el futuro del servicio real. Empecemos con los requisitos que cumple Jesús para ser rey.
Hemos visto anteriormente que la ley de Moisés enumeró cuatro requisitos para los reyes. En primer lugar, el rey tenía que ser elegido por Dios. En segundo lugar, tenía que ser un israelita. En tercer lugar, tenía que depender de Dios para el éxito y la seguridad. Y en cuarto lugar, tenía que mantener un pacto de fidelidad en su gobierno y en su vida personal. Y más allá de estos requisitos, el pacto con David específica que el rey tenía que ser Hijo de David. En este punto de nuestra lección veremos cómo Jesús cumplió con todos estos requisitos, comenzando por ser elegido por Dios.
Como hemos visto antes, Dios es el gran soberano y emperador de toda la creación. Y el rey de Israel, era el rey siervo o vasallo sobre la nación santa y especial de Dios, Israel. Y como sólo Dios puede delegar su autoridad, él mismo tuvo que elegir a todos los reyes legítimos que habrían de recibir y ejercer una parte de la autoridad de Dios sobre su pueblo. Jesús se encontró con este requisito porque Dios lo escogió y designó para ser rey de Israel. Vemos esto en la genealogía de Jesús en Mateo 1:1 al 17, y en el anuncio del nacimiento de Jesús que le hizo el ángel Gabriel a María. Escuchemos las palabras de Gabriel a María en Lucas 1:31 al 33:
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (Lucas 1:31-33)
Dios dejó muy claro que él había elegido a Jesús para ser el rey de su pueblo. El segundo requisito para ser rey era que éste tenía que ser israelita.
No hace falta decir que Jesús cumplió con el requisito de ser israelita por haber nacido en una familia israelita. Su milagrosa encarnación en el vientre de la virgen María, hizo de su nacimiento un evento inusual. Pero seguía siendo el hijo de José y María legalmente, y un miembro con derechos y obligaciones de la comunidad del pacto de Israel. Esto es confirmado por las genealogías de Jesús en Mateo 1 y Lucas 3, y también por pasajes como Romanos 9:5 que hablan de que Jesús era verdaderamente de ascendencia israelita.
El tercer requisito en el Antiguo Testamento era que el rey tenía que depender de Dios y no de estrategias humanas para asegurar la paz y la prosperidad.
Jesús cumplió este requisito porque dependía por completo del poder de Dios para establecer la seguridad y la prosperidad de su pueblo. Él no trató de hacer alianzas con Herodes, ni con Pilato, ni con cualquier otro gobierno humano. En cambio, se apoyó en la autoridad y el poder de Dios para establecer y mantener su reino, como vemos en pasajes como Juan 13:3, y el capítulo 19:10 y 11.
El cuarto requisito, establecido en el Antiguo Testamento, para cumplir con el oficio de rey que Jesús cumplió, fue el demostrarle a Dios fidelidad al pacto a través de su relación con la ley del pacto de Dios.
La fidelidad a la ley de Dios que Jesús tuvo, se ve en muchos aspectos, pero sobre todo en su adherencia a su significado original y en su dedicación a cumplir todo lo que la ley requería. Por ejemplo, en el Sermón del Monte en Mateo 5 a 7, Jesús repetidamente hizo énfasis en el significado original de lo escrito en la ley, en contraste con las enseñanzas orales de lo que los maestros de la ley decían. Además, dijo específicamente que él había venido a cumplir hasta el último detalle de la ley. Escuchemos lo que dijo en Mateo 5:17 y 18:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. (Mateo 5:17-18)
El apóstol Pablo le hizo eco a esta idea en Romanos 8:3 y 4, en donde dijo que Jesús había realmente cumplido con toda la ley, no sólo para sí mismo, sino también por nosotros.
La Biblia dice que la ley es como un maestro de escuela, que nos guía hacia Cristo, que nos acerca y nos prepara a él. La ley nos es dada y es un reflejo del carácter de Dios, pero nosotros fallamos en guardarla. Cuando Jesús vino, le mostró a la humanidad el perfecto cumplimiento de su propósito, que es la relación con Dios en términos de fidelidad a sus mandamientos. Al venir Jesús, nos muestra, cómo la verdadera humanidad debería de ser, y también cumplió la Ley por nosotros. Jesús cumple la Ley al ser constantemente fiel en mantener el pacto y al cumplir la ley con su comportamiento. Él se convierte en nuestra justicia. La Biblia dice que Dios es tanto justificador como justo. Y por lo tanto, trae su ley y viene con su Hijo para cumplir la ley por nosotros. Así que él, es tanto justo como aquél que nos justifica en Cristo. [Dr. K. Erik Thoennes]
Es importante hacer hincapié en el hecho de que Jesús le es fiel al pacto, lo que es la base del derecho que tiene para gobernarnos. Esto nos recuerda una gran cantidad de temas alrededor de Adán. Siendo Adán nuestra cabeza, el representante de toda la raza humana tiene que ser, al igual que todas las criaturas de Dios, obediente, fiel. Nosotros somos criaturas. Somos los que hemos de obedecer a nuestro creador, para servirle, obedecerle y amarle en cada área de nuestra vida. En su desobediencia, Adán trajo consigo el pecado, la muerte y el juicio. La única manera de revertir esto es, que Dios remedie esto por nosotros y que lo haga a través de otro Adán, a través de otro ser humano. Observamos un fuerte énfasis en que "Dios proveerá a uno como Adán," a través de los diferentes profetas, sacerdotes y reyes, culminando finalmente con nuestro Señor Jesucristo, quien ha venido a hacer la voluntad de Dios, y lo decimos basándonos en los evangelios. Él vino a obedecer. Gálatas 4 dice que nació de una mujer, nació bajo la ley, para obedecerla completa. Y ¿por qué era esto necesario? Porque él tenía que deshacer lo que hizo Adán. Por medio de su obediencia, creemos que no sólo en términos de su vida, aunque su vida es importante. En este caso, es a través de sus "actos de obediencia", que cumple con todos los requisitos de la ley por nosotros. A través de su obediencia, principalmente en su muerte, expresada en Filipenses 2, él obedece hasta su muerte en la cruz. Por su trabajo, su obediencia, él es nuestro rey, nuestro sacerdote, es exaltado a la diestra de Dios. No es que no fuera rey y Señor desde antes. Él siempre ha sido Dios, el Hijo. Sin embargo, él es Dios el Hijo encarnado por su obra, y tiene que obedecer y ser fiel a través de su humanidad por nosotros, para que pueda ganar nuestra salvación por nosotros. Él no hubiera podido ser el Rey de reyes y Señor de señores en esa obra mesiánica, en ese trabajo de rey si no le hubiera sido plenamente obediente y fiel al Padre. [Dr. Stephen Wellum]
El quinto requisito del Antiguo Testamento que Jesús cumplió fue que él era un Hijo de David.
El pacto de Dios con David estableció a los descendientes de David como la dinastía permanente de Israel. Por lo tanto, sólo los herederos de David podían reclamar legítimamente el trono de Israel. En muchos lugares de las Escrituras se enseña claramente que Jesús pertenecía a la casa de David. Para enumerar sólo algunos, lo vemos en Mateo 1:1 al 25, Romanos 1:1 al 3, y Apocalipsis 5:5 y el capítulo 22:16.
Ahora que hemos visto los requisitos de Jesús para la realeza, pasemos a las maneras en las que Jesús cumplió la función de servicio real.
Anteriormente dijimos en esta lección que la función básica de un rey es ejercer fielmente el gobierno en nombre de Dios sobre su nación vasalla, especialmente mediante la administración de la ley de Dios. Ahora, todos los cristianos reconocemos que Jesús no completó su trabajo durante su ministerio terrenal. De hecho, Jesús continúa trabajando desde el cielo y en la Iglesia en este momento. Y con el tiempo volverá a completar su obra. Ha hecho más de lo que era suficiente para nosotros para demostrar que en realidad él es el Cristo, el rey Davídico que Dios envió para restaurar su reino.
Consideraremos la función de Jesús como rey usando las mismas categorías que hemos observado en el trasfondo del Antiguo Testamento para este oficio: el cumplimiento de la justicia, la aplicación de la misericordia y la promoción de la fidelidad. Veamos primero el cumplimiento de Jesús de la justicia.
Al igual que en nuestra sección sobre el Antiguo Testamento, exploraremos el concepto de justicia en dos ámbitos, comenzando con el de justicia internacional.
Durante la mayor parte de su ministerio terrenal, Jesús no se involucró directamente con los gobiernos humanos. Pero sí buscó la justicia al hacer la guerra contra el reino de Satanás y sus demonios, y al liberar a su pueblo de la tiranía del pecado. Las Escrituras describen esto como una batalla espiritual entre el reino de Dios y el reino de Satanás en pasajes como Lucas 11:14 al 20, y Efesios 2:2. Por lo tanto, es razonable comparar su ministerio con las antiguas formas en las que los reyes del Antiguo Testamento buscaban la justicia internacional a través de la guerra. Como Jesús dijo en Mateo 12:28:
Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. (Mateo 12:28)
En este versículo, Jesús indicó que los exorcismos que realizaba eran prueba de que estaba al mando del reino de Dios en la batalla contra el reino de Satanás.
Los reyes del Antiguo Testamento también ejercían la justicia internacional mediante la participación en las negociaciones de paz con otras naciones. Aunque Jesús no hizo esto a menudo, recibió tributo de manera pacífica de los sabios de Oriente, que le llevaron regalos en Mateo 2. Estos sabios eran representantes de las naciones extranjeras, y sus intenciones eran fomentar la buena voluntad entre las naciones y el recién nacido rey de Israel. Además de ejercer la justicia internacional, Jesús también defendió la justicia de Dios respecto a lo nacional en Israel.
Al igual que otros reyes humanos, Jesús no acostumbraba involucrarse en disputas personales. En cambio, se las dejaba a los tribunales y autoridades menores. Pero sí exhortaba la justicia a sus pueblos frecuentemente. Esto lo vemos en pasajes como Mateo 5:25 y 26, y el capítulo 12:15 al 21; así como Lucas 18:7 y 8. Jesús también garantizaba que él mantenía un registro de las buenas y las malas obras con el fin de pagarlas en su regreso como juez. Este aspecto de su función real es evidente en pasajes como Mateo 10:15, capítulo 11:22 al 24, y el 12:36, donde habló de condenas específicas que tomarán lugar en el futuro. También lo vemos en Juan 5:22, en donde se indica que él es quien llevará a cabo la condenación.
Además de ejercer la justicia, Jesús cumplió con la función de rey mediante la aplicación de la ley de Dios con misericordia.
Jesús demostró la misericordia real imitando la compasión de Dios hacia sus criaturas. Mostró tolerancia cuando las personas pecaban. Comprendió su debilidad. Les proveyó. Y les concedió alivio de su sufrimiento.
Cuando pensamos en un rey, en nuestra historia humana normal de la realeza, siempre pensamos en alguien que tiene autoridad absoluta. Entra en la habitación y la gente comienza a inclinarse y hacer lo que él quiera, lo que el rey desee. Pero la realeza de Jesús, como en todo en su vida, parece poner todo el mundo al revés. Como en el primer capítulo de Juan, donde se utiliza el concepto del creador, el que hizo el mundo. Dice que él vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Para todo aquel que dice creer que Jesús es el rey. Como yo lo creo. Y ve un versículo como este. Y se pregunta, ¿Qué tipo de rey vendría a un mundo que él mismo hizo para dejar que le rechacen? Le diría que creo que el demostrar misericordia, no es sólo porque el Señor se compadece de nosotros, lo cual estoy seguro de que lo hace, sino que es, porque nos está tratando de revelar algo sobre la vida íntima de Dios. La misericordia tiene que estar conectada a la vida trinitaria. Y la Trinidad, desde mi perspectiva de la eternidad, se trata de que el rey mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el rey de todo el Universo, es un Dios, es tres en uno. Que se está dando a sí mismo, el uno al otro, el Padre al Hijo, el Hijo al Padre y el Espíritu a los otros dos, en esta entrega. Cuando Jesús viene a mostrarles misericordia a los pecadores, él esta expresando ese amor de entrega, el cual es la auto-revelación del Rey. Él juzgará. Al final, condenará a aquellos que no le aman. Pero cuando vino a la tierra, llegó con personas que habían sido víctimas de abusos, que habían sido deformadas por todo tipo de poderes erróneos, y por el diablo mismo, y este rey vino y dijo: no voy a pedir nada de ti. Primero, vendré a entregarme a ti. Por lo que todos sus actos de misericordia. Son actos del corazón del Dios Trino en el mundo para darse a sí mismo Así es como funciona nuestro rey. Viene sin demandas. Dándose a sí mismo. Y creo que la misericordia, es una maravillosa expresión de la entrega de ese amor, que comienza en el corazón de Dios, en la encarnación ofrecida a la gente en cualquier lugar al que Jesús fue. Y su máxima expresión está en la cruz, en su misericordia por nosotros, el rey que moriría entregando su vida, para que pudiésemos recibir la misericordia de Dios de la salvación. Él es el único rey verdaderamente misericordioso, y con su reinado describe esa misericordia. [Dr. William Ury]
Jesús vino y mostró misericordia porque él es el misericordioso. En este momento me vienen a la mente sus bienaventuranzas. La segunda bienaventuranza iba así: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación." Esto significa: Bienaventurados aquellos cuyo corazón se ha roto por aquellas cosas que han roto el corazón de Dios. Cuando Dios toma forma humana y viene aquí, mira a su alrededor sobre su mundo y ve cosas tristes. En vez de llorar, dice, no sólo voy a derramar lágrimas, sino que también voy a abordar esas situaciones misericordiosamente. Barclay sugiere que la palabra misericordia en el griego del Nuevo Testamento significa, meterse en la piel del otro. Esta comprensión de la compasión significa que puedo sentir algo de lo que otros están sintiendo. Y en vez de decir ¡Qué bueno que no estoy en su lugar! ¡Voy a ponerme en su lugar! Voy a ir hacia ellos, y voy a ser lo que yo creo que Dios el Padre quiere que yo sea por ellos, en este momento, en el presente. [Dr. Matt Friedeman]
Veremos la manera en que Jesús demostró su misericordia en dos ámbitos, empezando con el escenario internacional.
A nivel internacional, el rey tenía que tener misericordia por las naciones y por la gente que se sometía a Dios. Y Jesús hizo eso de varias maneras. Una de ellas fue que sanó de manera milagrosa a muchos gentiles, que estaban fuera de la nación de Israel. Por ejemplo, sanó a la hija de la cananea en Mateo 15:28. Sanó al siervo de un centurión romano en Mateo 8:13. Y exorcizó una legión de demonios de un hombre en la región gentil de Decápolis en Marcos 5:1 al 20. Por otra parte, Jesús ministró en varios lugares de gentiles, incluyendo Tiro, Sidón y Decápolis, para que su mensaje y su obra se convirtiera en una luz de revelación para los gentiles, tal como Simeón había profetizado que sucedería en Lucas 2:32.
Pero incluso más evidente que la misericordia internacional era la misericordia que Jesús, como rey, mostró a nivel nacional. En su papel de rey, Jesús era responsable de tratar al pueblo de Dios de la misma manera en la que Dios le hubiera tratado. Y eso significaba tratarle con misericordia. El rey ideal era un rey misericordioso que reflejaba el mismo patrón que Dios mostraba de cuidado y atención.
Jesús le mostró gran misericordia a Israel como su rey. Pasó años instruyéndole y exhortándole pacientemente. Realizó innumerables milagros - sanándole de sus enfermedades, expulsando demonios, creando alimentos para los hambrientos e incluso, resucitando a los muertos.
Pero tal vez el milagro que mejor demuestra su misericordia de rey es el sanar al hombre paralítico, que se registra en Mateo 9:del 1 al 7, Marcos 2:1 al 11, y Lucas 5:17 al 25. En esa ocasión, Jesús no sólo curó a ese hombre de su parálisis, sino que le perdonó sus pecados. Y también hizo algo similar en Lucas 7:36 a 50, donde le perdonó los pecados a la mujer que le ungió los pies con perfume.
Es sumamente importante responder la siguiente pregunta de manera correcta: ¿Por qué sólo Dios puede perdonar los pecados? La respuesta bíblica es que hemos pecado contra Él. Él es el Señor. Él es el Creador. Él es el que nos ha hecho. Le debemos todo. Y el pecado es, ante todo, en su contra. Ahora bien, hay consecuencias del pecado en nuestras relaciones. Hay consecuencias del pecado en el universo. Pero, sobre todo ante Dios, en nuestra relación como portadores de su imagen, rebelarnos contra él es pecar contra él. Sólo él puede perdonar los pecados. Pensamos en el Salmo 51, donde David dice: " Contra ti y sólo contra ti he pecado". Pensemos en la vida de David. Es decir, él pecó en contra de muchas otras personas. Afectó a la nación, afectó a Urías, afectó a Betsabé, afectó a su propio hijo. Pero David ve de manera correcta que en última instancia pecó contra Dios. Nuestro problema, y el problema humano del que no nos damos cuenta, es que sólo Dios puede perdonar. Solamente Dios puede resolver el problema de nuestro pecado. [Dr. Stephen Wellum]
Cuando peco en contra de alguien o alguien peca contra mí, y la petición de perdón se ha hecho y se ha recibido, entre seres humanos. Lo que está sucediendo es que una de las partes está diciendo: "Yo no permitiré que el delito que se cometió contra mí sea un impedimento en nuestra relación". Lo cual es importante y es lo que tenemos que hacer, el uno al otro como un reflejo de nuestra comprensión de cómo hemos sido perdonados por Dios. Pero cuando Dios perdona, perdona de tal manera que realmente se cancela la deuda objetiva de mi culpa, y eso es algo que yo no puedo hacer por nadie más y que nadie más puede hacer por mí. Así que Dios perdona de manera que cancela la deuda objetiva de mi culpa. Este es el perdón divino, y es muy interesante verlo, por ejemplo, en Marcos capítulo 2, cuando Jesús sana al paralítico y le dice: "Hijo, tus pecados te son perdonados." Los escribas están sentados observando esto, y, se nos dice que en sus corazones están pensando silenciosamente: "¿Quién es este hombre que dice perdona los pecados? Pues nadie puede hacer eso, sino sólo Dios?". Ellos escuchan a Jesús perdonando a un hombre de una manera en la que sólo Dios puede perdonar, y se preocupan por ello, asumen que Jesús está blasfemando. Esto significa que lo escucharon correctamente y le correspondieron equivocadamente. Esta es una impresionante evidencia de la deidad de Jesús en los evangelios. Que en su propia auto-comprensión, en su afirmación propia, está afirmando perdonar pecados, y no solamente removiendo ofensas hechas en sus relaciones – es de suponerse que nunca había visto al paralítico antes — sino perdonando pecados de manera que en realidad cancela la culpa objetiva, de la manera que sólo Dios puede hacerlo. [Dr. Robert G. Lister]
Todo pecado es una transgresión y una ofensa contra Dios, quien es el máximo estándar de justicia. Además, como Dios es el máximo rey y el juez final, él es el único que tiene autoridad para perdonar tales ofensas en su contra. Sólo él tiene la autoridad para demostrar misericordia a este nivel. Pero como Jesús era el rey vasallo justo de Dios, Dios le delegó a él la facultad de conceder el perdón, para que Jesús pudiera aplicar la misericordia de Dios a su pueblo también.
La tercera forma en la que Jesús cumplió con la función de rey fue mediante la ejecución de la ley de Dios de una manera que promovía la fidelidad a Dios.
Como hicimos con los temas de la justicia y de la misericordia, consideraremos la promoción de la fidelidad de Jesús en dos partes, comenzando con el escenario internacional.
La forma más directa en la que Jesús promovió la adoración sincera y la obediencia a Dios fue predicando el reino de Dios a las naciones gentiles. Esto lo vemos en Mateo 4:13 al 25, en el capítulo 24:14, Lucas 24:47, y especialmente en las comisiones de Jesús a sus discípulos en Mateo 28:18 al 20 y en Hechos 1:8. En ambas comisiones, Jesús mandó a sus seguidores a hacer discípulos de todas las naciones, y a ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Y, por supuesto, Jesús también promovió la fidelidad a nivel nacional.
Al igual que con su trabajo internacional entre los gentiles, Jesús promovió la fidelidad dentro de la nación de Israel, especialmente a través de la predicación del evangelio. Mientras iba de pueblo en pueblo, le mandaba a la gente a arrepentirse, a apartarse de sus pecados, y a ser leales a Dios dado que el reino de Dios estaba cerca. Escuchemos la manera en la que Mateo resumió la predicación de Jesús en Mateo 4:17:
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (Mateo 4:17)
Vemos resúmenes similares en Marcos 1:15, y Lucas 5:32 y en el capítulo 10:13. Y encontramos ejemplos de este tipo de predicación en muchos lugares de los evangelios.
Jesús hizo mucho énfasis en la fidelidad a Dios. Hizo esto porque la fidelidad es una expresión de confianza. Es una expresión de cuando nos damos cuenta de que Dios realmente merece nuestra fe, nuestra confianza, nuestra obediencia, nuestra devoción por encima de todo. Cuando usted desobedece las órdenes del médico, no sólo está diciendo algo acerca de las órdenes, está diciendo algo acerca del doctor. Y cuando usted desobedece a Dios, no sólo estás diciendo algo acerca de sus mandamientos, a los cuales les está haciendo caso omiso, usted está diciendo algo acerca del Dios que dio los mandamientos. Y es así que la fidelidad es una expresión de confianza. Es una expresión que vemos a Dios cómo Él es, y luego, por supuesto, hacemos lo que Él dice Por lo tanto, la fidelidad a Dios es una expresión de la obediencia, una expresión de la devoción diaria y la confianza de quién es Él. En romanos, Pablo habla de la vida cristiana en su ministerio apostólico como una vida que debe conducir a la obediencia de la fe. Es una hermosa expresión que de alguna manera resume la vida cristiana. Vemos a Dios por lo que Él es, ponemos nuestra fe en él, y eso nos lleva naturalmente a la obediencia. Obedecemos al Dios en el que confiamos. [Dr. K. Erik Thoennes]
Jesús nos ofrece la fidelidad como el gozo de caminar con él, conociéndolo íntimamente. Pero también quiere que le correspondamos diariamente. Él no nos obliga a obedecerle. No nos hace seguir una ley. Él dice que necesita un corazón fiel no importando cómo estén nuestras emociones hoy, no importando lo que sintamos que está pasando en el mundo, malo o bueno, él necesita una esposa fiel. Necesita un siervo fiel, un fiel amante de su corazón. Creo que quiere eso con gente como yo, que tendemos a buscar cómo definir la espiritualidad. El Señor dice que hay algo mucho más profundo que la espiritualidad. Quiere un corazón fiel. Al igual que en una pareja casada, ese es el fundamento del verdadero amor. La fidelidad, sin importar con qué nos encontremos en el camino. Así que el Señor requiere fidelidad, pero también hace posible la fidelidad a través de la presencia de su Espíritu Santo. [Dr. William Ury]
Habiendo examinado los requisitos y la función del oficio de rey, estamos listos para ver cómo cumplió las expectativas del Antiguo Testamento del futuro rey mesiánico.
A lo largo de la historia de Israel, las debilidades y pecados de sus reyes le impidieron cumplir con sus responsabilidades ante Dios. Incluso los líderes fieles como Moisés, Josué y David, quienes se sometieron a la ley de Dios y cuidaban de su pueblo no eran capaces de hacer todo lo que Dios pedía. A lo mucho, proveían paz y seguridad por un corto tiempo. Sin embargo, los requisitos de la ley eran demasiado grandes para que pudieran cumplirse siempre. La ley es simplemente demasiado difícil para que cualquier ser humano caído la cumpla, a tal grado que satisfaga a Dios. Por otra parte, incluso los mejores líderes se veían limitados por la edad y la muerte. Problemas como estos son identificados en varios pasajes de la Biblia, incluyendo Zacarías 4:6, Hechos 13:34 al 39, Hebreos 4:8 y Romanos 8:3 y 4.
Los reyes que gobernaron al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento nunca obtuvieron las bendiciones más grandes de Dios para su pueblo. No pudieron. Eran seres humanos caídos y frágiles. Pero sus fracasos crearon la esperanza de que Dios finalmente cumpliera su pacto con David enviando a un hijo justo de David a rescatar a su pueblo. Este rey sería empoderado de manera especial por el Espíritu de Dios, para no estar limitado por la fragilidad humana normal. Él sería el que guardaría la ley de Dios de manera perfecta como el redentor de las fallas de la línea de David, y de la nación de Israel, y de la raza humana. Y éste es exactamente el tipo de rey que Dios envió en la persona de Jesús. A través de Jesús — el hijo justo de David, el Mesías – Dios finalmente hizo por la humanidad lo que no podíamos hacer por nosotros mismos.
Consideraremos la forma en la que Jesús cumplió estas expectativas del Antiguo Testamento, enfocándonos en cuatro aspectos de su reinado. En primer lugar, veremos que Jesús restauró la dinastía Davídica. En segundo lugar, nos centraremos en la libertad y victoria que le dio a su pueblo. En tercer lugar, consideraremos el reino eterno que trajo Jesús. Y en cuarto lugar, veremos que ese reino esta en todo el mundo. Comencemos con el hecho de que Jesús restauró la dinastía Davídica.
En muchas ocasiones en el Nuevo Testamento, Jesús se identifica de manera específica como el Hijo de David de la profecía, quien restauraría la dinastía de David. Escritores inspirados hicieron esta conexión en pasajes como Mateo 1:1, Lucas 3:31, y Romanos 1:3. El apóstol Pablo lo proclamó en Hechos 13:22 y 23. Y Jesús afirmó ser el Hijo mesiánico de David en Mateo 21:15 y 16, y Apocalipsis 3:7 y el capítulo 22:16. Esta evidencia demuestra que Jesús era realmente el Hijo de David que fue profetizado, el futuro rey mesiánico que cumpliría los propósitos del reino de Dios para toda la creación.
Como heredero del trono de David, Jesús comenzó a cumplir con los propósitos del reino de Dios, primero restaurando un remanente fiel dentro de la nación de Israel, es decir, sus fieles apóstoles y discípulos. Más tarde, como Jesús mandó en Mateo 28:19 y 20, estos seguidores ampliaron sus seguidores al evangelizar y discipular tanto a judíos como gentiles en todas las naciones a las que pudieron llegar. Y sus discípulos continuaron avanzando en el mundo haciendo aún más discípulos. Este proceso ha continuado desde entonces, con el resultado de que el reino terrenal de Dios ahora incluye un gran porcentaje de la población del mundo, y está presente de cierta manera en casi todas las tribus y los países del planeta.
Jesús también cumplió con las expectativas del Antiguo Testamento al dar libertad y victoria a aquellos que le eran fieles.
Durante su vida en la tierra, Jesús actuó decididamente para darle libertad a su pueblo mediante la victoria sobre sus enemigos espirituales, tales como el pecado, la muerte y los demonios. Escuchemos las siguientes palabras de Mateo 1:21 al 23:
El ángel del Señor le dijo a José: Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. (Mateo 1:21-23)
En este pasaje, Mateo comparó el nacimiento de Jesús con el niño Emanuel, mencionado en Isaías 7:14.
En el contexto de la profecía de Isaías, el niño Emanuel, era una señal de que Dios era el rey guerrero que estaba con su pueblo en la batalla. Él lucharía por ellos y derrotaría a sus enemigos, trayéndoles libertad de la opresión a través de la victoria en la guerra. Y esto es lo que hizo tan especial a Jesús. Él era el rey profetizado que Dios usaría para combatir y derrotar al enemigo más grande de todos: el pecado. Vemos este mismo tema en Juan 8:36, en donde Jesús dijo que sólo él podría liberar verdaderamente del pecado.
Jesús también le dio victoria a su pueblo sobre la muerte. Pablo habló de esto en Romanos 6:4 al 9, y 1 Corintios 15:54 al 57, en donde se nos asegura que la resurrección de Jesús derrotó tanto al pecado como a la muerte por nosotros. Ahora, en cierto sentido, el pecado y la muerte siguen siendo un problema para nosotros, puesto que todavía pecamos y nuestros cuerpos mueren. Pero ya tenemos victoria sobre estos enemigos, puesto que ya no tienen el poder de controlarnos y condenarnos.
Y algo similar ocurre en el caso de los demonios. Como nuestro gran rey, Jesús los ha derrotado, y nos ha dado la victoria. Todavía nos molestan y nos tientan. E incluso nos pueden hacer daño físicamente. Pero no tienen poder para mantenernos en la esclavitud o para dañar nuestras almas. Escuchemos cómo Pablo describió la victoria de Jesús sobre los demonios en Colosenses 2:15:
Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:15)
Cuando Jesús regrese, derrotará por completo a todos los enemigos que se oponen a él y a su pueblo. Pero incluso ahora, ya ha realizado un juicio preliminar contra aquellos que nos podrían hacer más daño, a fin de asegurarnos libertad de su dominio.
La tercera expectativa del Antiguo Testamento para los reyes, que Jesús cumplió fue la de establecer un reino eterno.
El Antiguo Testamento predijo que el rey prometido, daría paso a un reino que existiría para siempre. Sería el cielo en la tierra, y duraría para siempre bajo su rey Davídico. Y el Nuevo Testamento afirma que el reinado de Jesús durará para siempre en pasajes como Mateo 19:28 y 29 y el capítulo 25:34, Lucas 1:33, y Hebreos 1:8 al 13. Pero ¿Dónde está este reino ahora? ¿Cumplirá Jesús realmente esta expectativa? ¿O todavía estamos en espera de que lo haga?
Una de las cosas que Jesús realizó durante su ministerio terrenal fue establecer el reino de Dios en la tierra. Parece que lo que esto significa, es que en un acto de poder divino, Jesús estableció una cabecera de playa en territorio hostil, e inauguró su iniciativa de invasión que está destinada a devolverle el planeta a su creador, dueño y legítimo rey. Este ataque inicial, en territorio hostil se manifestó de varias maneras dramáticas: al desafiar el mal sistémico, al desafiar el mal demoníaco, al disipar el engaño con la luz y la verdad. Fue una introducción muy poderosa de una alianza alternativa. Esta operación sigue en curso. Queda seguir refinando las operaciones, limpiar y eliminar las últimas resistencias. Y el último enemigo que queda por vencer es la muerte. Y por esa razón, a pesar de nuestra participación con el poder del Espíritu Santo en ésta operación en curso, y aunque seguimos orando: venga tu reino, hágase tu voluntad, todavía queda algo que lograr para lo cual necesitamos ayuda sobrenatural. [Dr. Glen Scorgie]
En cumplimiento con las expectativas del Antiguo Testamento, el reino salvador de Dios ha entrado en este mundo con Jesucristo, culminando con su muerte y su resurrección. Su resurrección demuestra que su muerte ha sido victoriosa. El problema del pecado ha sido resuelto. La muerte como consecuencia del pecado ha sido derrotada. Y no sólo en la resurrección, sino también en su gloriosa ascensión, pues ahora está sentado a la diestra de Dios. También en el Pentecostés, en el cual derramó el Espíritu. Todo esto es parte de la venida del reino. Lo que llamamos la " Inauguración del reino " ya está aquí. Sin embargo, nuestro Señor Jesucristo, también nos ha dicho que todavía hay un futuro. Seguimos orando. Pensemos en el Padre Nuestro que oramos: "Venga a nosotros tu reino". Pues bien, el reino ya ha venido a nosotros. Él ha salido victorioso. Aún está en espera de la consumación. [Dr. Stephen Wellum]
Una de las cosas más difíciles de entender para las personas, especialmente para los judíos, es la relación entre la primera y la segunda venida de Jesús, el Mesías. Es comprensible que las personas digan, ¿Cómo puede ser Jesús el Mesías y haber cumplido las expectativas mesiánicas si no vemos leones descansando junto a corderos, no vemos personas batiendo sus espadas en rejas de arado, ni vemos paz en la tierra ni buena voluntad para con los hombres?, ¿Cómo es entonces que el Mesías ha llegado? A esto es a lo que llamamos escatología inaugurada. Y es la idea de que la realidad de los últimos tiempos ha entrado en la historia con la primera venida de Jesús. Ha sido inaugurada, ha sido iniciada y comenzada de manera decisiva, pero todavía se está elaborando hasta el momento en el que al final habrá una consumación de esta realidad. Se le ha llamado el "ahora" y el "todavía no" del reino. Y quiere decir que el reino ha llegado. Jesús nos lo ha traído. Él dio el golpe decisivo en la batalla. Pero la batalla continúa y aún le espera su máximo cumplimiento en el futuro. [Dr. K. Erik Thoennes]
Jesús estableció su reino mesiánico claramente antes de ascender a su trono en el cielo. Vemos esto en pasajes como Mateo 12:28, donde Jesús dice que su poder de expulsar demonios demostraba que él ya había traído el reino de Dios. El exorcismo no era una señal de que el reino ya estaba en camino. Más bien, era una prueba de que el reino ya estaba presente en poder, y que su rey estaba sacando a sus enemigos. Y si bien algunos estudiosos argumentan que el reino no vino en la forma visible que muchos esperaban, Jesús insistió en que era un error buscar sus manifestaciones físicas en el sentido del poder político tradicional. Como le dijo a los fariseos en Lucas 17:20 y 21:
Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. (Lucas 17:20-21)
Por último, la cuarta expectativa del Antiguo Testamento para el rey Davídico que cumplió Jesús fue que estableció un reino mundial.
Cuando Jesús regrese toda la nueva tierra será parte de su reino. Y su poder físico y reinado reemplazará a todos los gobiernos terrenales. Por ahora, su reinado universal es fundamentalmente espiritual, como podemos ver en Efesios 1:21 y 22. Pero cuando regrese, será también un reino físico. Apocalipsis 21 y 22 muestran una imagen gloriosa de los nuevos cielos y la nueva tierra, donde Jesús reinará como rey desde su capital, la Nueva Jerusalén
El Nuevo Testamento deja en claro que Jesús es realmente el tan esperado rey mesiánico, el Hijo de David, que vino a traer el reino de Dios a la Tierra. Él no cumplió todas las profecías del Antiguo Testamento ni sus expectativas durante su ministerio terrenal. Pero cumplió tantas que demostró que él es el verdadero rey, y nos ha asegurado que va a venir de nuevo para terminar lo que empezó. En ese día, su reino cumplirá perfectamente los propósitos originales de Dios para la creación. El mundo entero será el reino terrenal de Dios, libre de pecado y sufrimiento, seguro en paz y prosperidad, y bendecido por la comunión con Dios y la presencia de Dios.
Hasta ahora, en nuestra lección sobre Jesús el rey, hemos explorado el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de rey de Jesús y el cumplimiento de este oficio en Jesús. Ahora estamos listos para reflexionar en nuestro último tema importante: la aplicación moderna del papel de Jesús como rey.
Si bien hay muchas maneras de describir las implicaciones modernas de la realeza de Jesús, una manera útil de describirlas se puede encontrar en la pregunta y respuesta 26 del Catecismo Menor de Westminster. En respuesta a la pregunta: ¿Cómo ejecuta Cristo el oficio de rey? El Catecismo responde:
Cristo ejecuta el oficio de Rey, sujetándonos a sí mismo, rigiendo y defendiéndonos, y restringiendo y venciendo a todos sus enemigos y los nuestros.
En términos de teología sistémica, esta respuesta describe las maneras en las que la realeza de Jesús impacta nuestras vidas en tres categorías tradicionales. En primer lugar, Jesús está sujetándonos a sí mismo es decir, nos lleva a su reino, por lo que ya no somos sus enemigos, sino sus amados ciudadanos. En segundo lugar, gobierna en su reino rigiendo y defendiéndonos. En tercer lugar, restringiendo y finalmente venciendo a todos sus enemigos y a los nuestros.
Siguiendo el énfasis del Catecismo Menor de Westminster, hablaremos de la aplicación moderna del oficio de rey de Jesús en tres partes: En primer lugar, veremos que Jesús construye su reino. En segundo lugar, consideraremos el hecho de que él gobierna a su pueblo. Y en tercer lugar, nos centraremos en la forma en la que vence a sus enemigos. Veamos primero cómo Jesús construye su reino.
Consideraremos cómo Jesús construye su reino desde tres perspectivas: la primera es la meta de su obra, la segunda es la manifestación de su reino en el mundo, y la tercera, el método que Jesús está usando para construir su reino. Comencemos con la meta de la obra de Jesús.
Las Escrituras enseñan que Dios planea convertir al mundo entero en su reino terrenal, para que su gobierno en la tierra refleje su gobierno en el cielo. Esto lo vemos en pasajes como Mateo 6:10, donde Jesús nos enseñó a orar para que viniera a nosotros su reino, y para que su voluntad se hiciera tanto en la tierra como en el cielo. Y vemos esto en la imagen de los nuevos cielos y la nueva tierra descrita en Apocalipsis 21 y 22. Por lo tanto, en términos generales, la meta de Jesús de construir el reino es la de convertir al mundo en el reino terrenal de Dios, adecuado para que él lo pueda habitar, y lleno de personas completamente leales a Él.
Pero si la meta es que Dios tenga un reino terrenal, ¿qué papel juega Jesús? Bueno, a pesar de que Dios es el rey supremo de toda la creación, Él ha nombrado a Jesús para gobernar de una manera más directa, por lo que el reino de Dios es también llamado el reino de Jesús. En este sentido, Dios es como un emperador del antiguo Cercano Oriente, y Jesús es su rey vasallo. Y como Jesús quiere complacer a su emperador, se ha dedicado a lograr la meta de Dios . Escuchemos cómo Pablo describe el sometimiento de Jesús a Dios Padre en 1 Corintios 15:24 y 28 :
Luego el fin, cuando Cristo entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia Luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. (1 Corintios 15:24 y 28)
Como supremo rey vasallo de Dios, Jesús tiene autoridad sobre el reino de Dios, e incluso sobre la creación. Y está usando esa autoridad para vencer todo lo que se opone a Dios y para someter todo a Dios, con el fin de lograr los propósitos de Dios para su creación. Pero, ¿Qué significa esta meta para nosotros?, ¿Cómo debemos responder los cristianos modernos, a la idea de que la meta de Jesús es convertir al mundo entero en el reino de Dios? Bueno, la respuesta es que nosotros debemos hacer del reino de Dios la meta principal de nuestra vida también. Cualquier otra meta que tengamos como ganarnos la vida, proveer para nuestras familias, mantenernos saludables, recibir educación - todas ellas deben ser abordadas de manera que avancen el reino de Dios. Como Jesús enseñó en Mateo 6:33:
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:33)
El segundo aspecto que mencionaremos de la forma en la que Jesús edifica su reino es la manifestación del reino en el mundo.
Muchos teólogos de todas las épocas, se han dado cuenta de que cuando el Nuevo Testamento habla sobre la manifestación actual del reino de Jesús, a menudo asocia al reino con la iglesia. La relación entre el reino y la iglesia es descrita en muchos pasajes de las Escrituras, incluyendo pasajes como Efesios 1:19 al 2:20, y Apocalipsis 1:4 al 6. A modo de ejemplo, escuchemos la discusión entre Pedro y Jesús en Mateo 16:16 al 19:
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Mateo 16:16-19)
Este pasaje menciona al menos tres cosas que asocian estrechamente al reino con la iglesia. En primer lugar, Jesús dijo: "edificaré mi iglesia." Y continuó esta declaración diciendo que él daría a Pedro "las llaves del reino de los cielos." Notemos la conexión aquí: Pedro, un apóstol y parte de las bases de la iglesia tendría poder sobre el reino de los cielos. Un segundo detalle que enfatiza la relación entre el reino y la iglesia es el hecho de que Pedro se refirió a Jesús con el título de Cristo. La palabra "Cristo" significa "ungido". Esta fue una referencia específica al hecho de que los reyes eran ungidos con aceite para marcar su derecho al trono. Entonces, al llamarle Jesucristo, Pedro estaba identificando a Jesús como el rey Davídico que había sido profetizado. Y es en ese papel de rey que Jesús construiría a la iglesia.
Y un tercer detalle, en Mateo 16:16 al 19, que indica una estrecha relación entre el reino y la iglesia es que Jesús tenía la intención de que la Iglesia participara en la batalla entre el Hades o "infierno" y el reino de los cielos.
Estos detalles, apuntan al hecho de que Jesús y Pedro, veían a la iglesia y al reino estrechamente relacionado entre sí. Pero aunque estén estrechamente relacionados, en el Nuevo Testamento, la iglesia y el reino no son exactamente idénticos. La mayoría de los académicos coinciden en que el reino es un concepto mucho más amplio que la iglesia.
El reino de Dios es la visión amplia de la restauración de todas las cosas a una sumisión voluntaria a la voluntad perfecta de Dios. Una visión que abarca todo el universo, sin duda también este planeta y la vida humana. Es una sumisión al rey, que creará un Shalom increíble en la vida, tal y como estaba destinada para la gloria de Dios y para nuestro gran gozo. La iglesia es uno de los principales instrumentos que Dios ha elegido para el avance de esta amplia visión. Es importante no equiparar a la iglesia y ciertamente a las estructuras eclesiásticas no religiosas con el reino. No son lo mismo, pero el uno es el medio para lograr el fin. Además, la iglesia debería como una ciudad sobre un monte manifestar su propia vida interior y su dinámica social – las mismas dinámicas que un día caracterizarán la creación entera de Dios de océano a océano. Hemos de ser el prototipo del reino, así como también agentes del reino. [Dr. Glen Scorgie]
Ambos conceptos, el concepto del reino de Dios y el concepto de iglesia son indispensables para una comprensión cristiana de cómo hemos de vivir cada parte de nuestras vidas. Es importante que haya una distinción entre los dos. Creo que muchos cristianos, incluyéndome, durante años pensábamos que la iglesia era la culminación del reino, y por lo tanto, nosotros éramos como lo más importante que había. El concepto de reino en todas las Escrituras es mucho más grande que el de iglesia. Como yo lo veo, creo que la Biblia también lo ve así, la iglesia es una parte insustituible del reino, pero es una sub-parte o una pieza de la obra del reino. El reino de Dios, su gobierno, siempre ha sido la base de la realidad. Él es el Señor que reina el universo, toda la creación, a nosotros. Él es el Señor de todos los pueblos, todas las naciones, todos los reyes, todas las tribus. La mayoría no lo sabe, pero es verdad. El reino de Dios, el reinado de Dios, es un tema central en las Escrituras. La iglesia, deberían ser aquellas personas que se han sometido al señorío de Jesús, reconocen su señorío soberano y se han sujetado a servirle como sus agentes en el mundo. [Dr. William Ury]
El Nuevo Testamento enseña que la gloriosa etapa final del reinado de Dios sobre la creación se inició en la primera venida de Cristo. Desde entonces el reino de Dios en la tierra ha continuado creciendo y sometiéndose a muchas de las facetas de la cultura humana a Dios. Y cuando Cristo regrese, el reino de Dios será manifestado a fondo sin oposición y por completo y a través de cada aspecto de la naturaleza humana y la cultura.
Pero, ¿cómo se ajusta la iglesia a ese esquema de la historia? Básicamente, la iglesia es el núcleo del reino de Dios en la tierra en la época actual. Nosotros nos dedicamos a promover el reino de Dios ahora.
Y cuando Cristo vuelva vamos a heredar todas las bendiciones del reino. Hasta que ese momento llegue, difundiremos el evangelio de Cristo, enseñando todo lo que él ordenó, a fin de ampliar el reino manifestado de Dios, en todas las dimensiones de la sociedad humana, en la mayor medida posible, antes del regreso de Cristo.
Es muy importante, que la iglesia entienda su lugar en el reino. Cuando estemos con Él en el futuro, cuando venga de nuevo, no creo que vayamos a ser conocidos como la iglesia. Creo que todo será conocido como el reino. La novia, será presentada a su esposo, que es una imagen muy importante en las Escrituras. ¿Por qué lo digo de esta manera?, porque creo que a veces, como iglesia, tenemos una visión demasiado exagerada de nosotros mismos. Creemos que somos la única respuesta, o el único propósito de Dios. Y sí somos muy, muy importantes. Él murió por la iglesia. Murió para ofrecerse a sí mismo. Pero también murió por el mundo. Así que la mejor manera de verme a mí mismo como miembro de la iglesia de Jesucristo es que tengo un objetivo y es ser el cuerpo de Cristo. Soy llamado a ser sus manos, sus pies, sus brazos para el mundo, al igual que Él lo sería si estuviera aquí. Ese es el mandato de mi rey para mí y para nosotros como iglesia. Lo triste es que creo que a veces la iglesia dice bueno somos la culminación del reino, por lo tanto somos lo que ha venido a hacer y por ende vamos a sentarnos y no hacer nada o simplemente disfrutar de su presencia hasta que venga de nuevo. Creo que esa es una visión equivocada y que tenemos que corregirnos y volver a seguir tratando de conectar los propósitos de la iglesia con los propósitos del reinado de nuestro Señor y Salvador. [Dr. William Ury]
Ahora que hemos considerado la meta de Jesús para edificar su reino, y la manifestación de su reino, debemos recurrir a los métodos que Jesús utiliza para construir su reino.
Jesús construye su reino de dos maneras principales, las cuales involucran directamente a la iglesia: añade más personas a la iglesia y amplía sus fronteras geográficas. En el Nuevo Testamento, Jesús comenzó a reunir personas, principalmente de Israel. Pero en su ascensión le instruyó a la iglesia que extendiera su reino desde Judea hasta Samaria y así hasta los confines de la tierra, como podemos leerlo en Hechos 1:6 al 8. Jesús está construyendo su reino al ampliar la iglesia para incluir a toda la raza humana y cubrir el mundo entero. Pero, ¿cómo es que nosotros, la iglesia, respondemos y participamos en esta obra? En términos generales, la respuesta a esta pregunta se encuentra en las palabras de la Gran Comisión, en Mateo 28:19 y 20:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. (Mateo 28:19-20)
Como podemos ver, los principales métodos que Jesús utiliza para construir su reino son la evangelización, el bautismo y la enseñanza bíblica.
Y en lugar de llevar a cabo estos métodos por sí solos, Jesús le ha asignado a la iglesia que los lleve a cabo en su nombre. La evangelización nos lleva a la fe. El bautismo nos une a la iglesia. Y la enseñanza nos ayuda a crecer en formas que fortalecen a la iglesia y la llevan a expandirse más.
Al final el reto de los evangelios es ir a todas las naciones, proclamando las buenas nuevas y haciendo discípulos. El lenguaje del discipulado implica más que ser un aprendiz. Implica algo más que ser un creyente, también implica estar en una relación con Dios. Sí, con el Dios que nos enseña. Sí, con el Dios que nos guía, pero el reto de hacer discípulos es el de tener personas que estarán en una vida de aprendizaje, de relación con Dios, y por lo tanto, esa vida debe estar bien modelada por nosotros, así que yo creo que las personas deben estar en una relación con otros creyentes que puedan mostrarles cómo vivir la vida cristiana adecuadamente. Obviamente, la enseñanza también es necesaria. Puesto que tienen que entender los requisitos de Dios para ser sus seguidores y discípulos. Pero también creo que deben integrarse en la iglesia, ya que es ahí donde Dios ha puesto las estructuras para que las personas crezcamos como cristianos, y, por ponerlo de cierta manera, para ser aprendices de por vida. Para ser aquellos que están en una relación con Dios y lo siguen fielmente. [Dr. Simon Vibert]
Después de examinar las aplicaciones modernas de la idea de que Jesús construye su reino, reflexionemos en el hecho de que él gobierna a su pueblo dentro de ese reino.
Consideraremos dos aspectos de la manera en que Jesús gobierna a su pueblo. Primero, nos concentraremos en el hecho de que lo gobierna por su bien. Y segundo, veremos que lo defiende de sus enemigos. Veamos cómo Jesús gobierna a su pueblo.
El gobierno de Jesús se enfoca en asegurar nuestro bien eterno, aquellas bendiciones que disfrutaremos con él para siempre. Todo aquel que se acerca a Dios recibe misericordia y perdón, como podemos ver en pasajes como Juan 6:35 al 37, capítulo 7:37, y el 10:28 y 29, así como en Hechos 5:31. Él nos adopta como herederos de Dios y comparte con nosotros todas las bendiciones del pacto que se ha ganado a través de su perfecta obediencia. Podemos leer acerca de estos aspectos del gobierno de Jesús en Hechos 13:34 al 39; Romanos 8:17 y 32, y Hebreos 2:13. Por otra parte, él nos otorga todas estas bendiciones como su don de gracia, como leemos en Juan 1:16; Efesios 2:8 y 9, y muchos otros pasajes.
El gobierno amoroso de Cristo, nos provee el bien temporal en el mundo actual. Él nos da su presencia a través del Espíritu Santo, como podemos ver en Hechos 2:33, Gálatas 4:6, y Filipenses 1:19. Nos provee dirección de manera clara en la Biblia, para que podamos servirle fielmente, como podemos ver en 1 Corintios 9:21; Gálatas 6:2 y Colosenses 3:16. Nombra líderes para la iglesia, delegándoles autoridad y poder para servir a su pueblo, como podemos leer en 1 Corintios 12:28, y Efesios 4:11 y 12.
El rey Jesús no es un dictador cruel, Él es un rey amoroso que se preocupa por nosotros y nos provee. Lejos de ser una fuente de problemas, su gobierno es una bendición que nos beneficia ahora y para siempre. Y nuestra respuesta a este gobierno debería ser obvia. Con el fin de recibir las bendiciones que nuestro rey tiene para nosotros, tenemos que someternos a su gobierno. Debemos ser obedientes a su ley y confiar en su misericordia y poder para superar nuestros fracasos y dificultades. Y, por supuesto, debemos estar agradecidos por su liderazgo, y alabarlo por su bondad para con nosotros.
Ahora que hemos hablado acerca de las implicaciones del hecho de que Jesús gobierna a su pueblo, reflexionemos en la idea de que él también nos defiende.
Hay muchas maneras en las que Jesús defiende a los creyentes, pero para los propósitos de esta lección nos centraremos en tres solamente. En primer lugar, Jesús nos defiende contra la tentación del pecado.
Como nuestro rey, Jesús nos defiende contra la tentación de muchas maneras. Por ejemplo, se nos advierte acerca de la tentación con tiempo, como leemos en Mateo 6:13. Nos fortalece para resistir el pecado, como leemos en Hebreos 2:16. Y nos protege de situaciones que nos abruman o nos atrapan, siempre asegurándose de que tengamos una manera de evitar el pecado, como podemos ver en 1 Corintios 10:13 y 2 Timoteo 4:18.
En segundo lugar, cuando caemos en tentación, Jesús nos defiende de la corrupción del pecado. Una manera en la que Jesús nos defiende contra la corrupción es disciplinándonos y corrigiéndonos cuando pecamos, para que no seamos sometidos al dominio del pecado. Esto lo vemos en Jeremías 46:28, Hebreos 12:5 al 11, Apocalipsis 3:19, y muchos otros pasajes. Y otra forma en que nos defiende contra la corrupción es dándonos el don del perdón y la limpieza de nuestros pecados cuando nos arrepentimos, como podemos ver en 1 Juan 1:9.
En tercer lugar, Jesús nos defiende de las acusaciones de pecado. Todos los cristianos somos propensos al pecado. Y cuando pecamos, Satanás trata de persuadir a Dios para condenarnos, como leemos en lugares como Apocalipsis 12:10. Pero Jesús nos defiende de estas acusaciones, para que Dios nos considere como perfectamente justos. Aunque las Escrituras hablan a menudo de la intercesión de Cristo por nosotros en términos de su oficio sacerdotal, Romanos 8:34 indica que ésta también es un aspecto de su realeza. Como gran rey vasallo, Jesús defiende a su pueblo contra las acusaciones e intercede por nosotros ante el gran emperador que es el Padre.
Como Jesús nos defiende de manera tan fuerte, podemos luchar contra el pecado con gran confianza. Si nos basamos en su fortaleza para resistir la tentación, y en su perdón para limpiarnos de los efectos del pecado, y en su defensa para protegernos de las consecuencias del pecado, nada puede hacernos daño. Jesús es el gran y poderoso guerrero que nos guía en la batalla contra el pecado. E incluso si no luchamos bien, de todas formas no podemos perder – porque él no lo permite. Siempre nos guardará y nos protegerá, nos perdonará y limpiará, nos defenderá y nos absolverá. Y finalmente, nos llevará a las bendiciones inagotables de su reino eterno.
Ahora que hemos visto las maneras en las que Jesús gobierna a su pueblo, estamos listos para reflexionar en el hecho de que también vence a sus enemigos.
Cuando se viola la ley de Dios, muchas personas salen heridas. Esto lo vemos todos los días al cometerse un delito. Hay víctimas que han sido robadas o estafadas, o golpeadas, o traicionadas, o incluso asesinadas. Y en el lenguaje de las Escrituras, los delincuentes que cometen estos crímenes se han hecho enemigos tanto de sus víctimas como de Dios. Y la respuesta adecuada del gobierno es atrapar y castigar a estos criminales. Su juicio, se supone, debe ser tanto una sanción adecuada por sus crímenes como una manera de proteger a sus víctimas y el resto de la sociedad de nuevos delitos. Las Escrituras hablan de esto en pasajes como Proverbios 20:8 y el capítulo 25:5. Y algo similar ocurre en el caso del juicio que Jesús hace. Castiga tanto a sus enemigos como a lo nuestros, de acuerdo a su justicia, con el fin de ejercer un castigo por sus crímenes. Pero también los castiga como un acto de bendición y de benevolencia con nosotros, con el fin de protegernos de su pecado y su violencia, y para purificar y proteger al mundo que está creando para nosotros. Por ello, el juicio y la destrucción de los pecadores, es una parte fundamental de la misión de Jesús de transformar el mundo en el reino terrenal de Dios.
Para que el mundo sea agradable a Dios y adecuado para que lo habite, y para que podamos disfrutar de sus bendiciones eternas, la corrupción del pecado debe ser eliminada de éste por completo.
Como vimos anteriormente en esta lección, Jesús comenzó a enjuiciar a muchos de sus enemigos como a nuestros enemigos durante su ministerio terrenal. Estos enemigos incluyen el pecado, la muerte y los demonios. La victoria de Jesús sobre estos enemigos es segura, pero no ha terminado de castigarlos todavía. Así es que, en la época actual, Jesús sigue enjuiciándolos, y completará su juicio sólo cuando regrese. Este hecho se enseña en 2 Pedro 2:4, Judas:6 y Apocalipsis 20:10 y 14. Pero Jesús y su iglesia también tienen otros enemigos. Todo pecador que no se ha sometido a Cristo es un ciudadano del reino de Satanás y enemigo de Dios. Las Escrituras lo dejan claro en Mateo 13:37 al 43, Lucas 19:27, y Efesios 2:1 al 3.
En la actualidad, Jesús enjuicia parcialmente a algunos de estos enemigos durante su vida terrenal, como cuando Herodes, fue herido de muerte en Hechos 12:23 porque permitió que la gente lo tratase como un dios. Pero generalmente, Jesús se distingue de sus antepasados al enjuiciar a sus enemigos, pues retiene con paciencia su juicio hasta el momento de su regreso.
Es muy interesante que el futuro juicio a menudo esté expresado como parte del evangelio, tal como vemos en el Nuevo Testamento. Esto puede parecer un elemento curioso de lo que de otra forma serían Buenas Nuevas. Pero la verdad es que esto sí es parte de una buena nueva. Y la razón por la que es parte de una Buena Nueva es que es la garantía de Dios que así como el sufrimiento no durará para siempre, sino que será sanado, así también no se permitirá que la injusticia continúe indefinidamente, sino que lo malo se hará bueno. Hay un profundo deseo en cada corazón humano de que la injusticia no prevalezca, ni de que sea considerada poco importante dado que estamos avanzando. Esta es la promesa de Dios a los que sufren, que la injusticia no será tolerada. Ellos tienen un defensor y no necesitan ejercer la justicia por su propia mano sino ponerse en los mandos de un juez fiel que hará lo justo. [Dr. Glen Scorgie]
Los apóstoles tenían claro que el gobierno de Jesús como rey, incluiría, el día del juicio en el futuro en el cual todo el mundo respondería a su gobierno y a su ley. Este juicio de los últimos días se menciona en lugares como Hechos 17:31, Romanos 14:10 al 12, y Hebreos 10:26 al 31. El día del juicio es una parte central de la obra de Cristo como rey, ya que va a satisfacer su justicia hacia los pecadores, su misericordia hacia los creyentes, y su fidelidad al Padre mientras él purifica su reino.
Aunque la doctrina del juicio final puede ser aterradora para aquellos que no han recibido a Cristo como Señor, ésta no es mala. Estas advertencias son una oportunidad para los infieles de arrepentirse de sus pecados y recibir el perdón, la misericordia y la gracia de nuestro Rey Jesucristo. Sí, son expresadas en términos enérgicos, pero en el fondo, son las ofertas de bendición a aquellos que se arrepienten. De hecho, esta es la razón por que las presentaciones del evangelio en la Biblia, a menudo contienen una advertencia del juicio futuro. Por ejemplo, podemos ver esto en Mateo 21:32 al 44 y Hechos 17:30 y 31.
Yo creo que muchos cristianos se quedan confundidos a veces por la descripción y presentación del evangelio en las Escrituras, el cual incluye un mensaje muy claro sobre el devastador castigo eterno de los no arrepentidos, los que no están en Cristo, los que mueren en sus pecados. Creo que entendí esto un poco mejor cuando un doctor me miró a la cara y me dijo: Hemos encontrado que tienes un tumor." Esta noticia no parece ser una buena noticia, pero, realmente sí era una buena noticia. Era buena noticia porque lo encontraron. Fue una buena noticia que me lo dijera. ¿Y si él hubiera pensado en no decirme que tenía un tumor? Bueno, no hubiera sido amor, no hubiera sido amable. No sería bueno. Él encontró el tumor, y me dijo: "Esta es la realidad. Tiene un tumor y puede matarte. Pero podemos hacer algo al respecto." Ahí estaba la buena noticia. Las Escrituras presentan el juicio que ha de venir y las consecuencias del pecado muy claramente. Es una buena noticia que sepamos al respecto. También es una buena noticia porque muestra la gloria de Dios. No se nos dice: Hay un juicio venidero, y por cierto esto es algo en lo que Dios no puede hacer nada al respecto. En cambio, se nos dice que éste es el derramamiento de la rectitud de Dios y su justicia, su santidad. Por lo tanto, es bueno saber que podemos refugiarnos en Cristo, a fin de evitar la destrucción que ha de venir, el juicio que ha de venir. Pero, la Biblia también es muy franca cuando uno llega a los últimos capítulos del Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis, cuando dice que la gloria de Dios está en la salvación de los redimidos y en el juicio que se derramará sobre el que no se arrepiente. Al concentrarnos en eso, tenemos que reconocer que la gloria de Dios está en su mayor excelencia, vista de manera infinita cuando muestra su justicia, tanto a los que están en Cristo y tienen sus pecados perdonados, no por ningún mérito propio, como para los que, al final lo negaron neciamente. La realidad es que tenemos que saber esto. El evangelio es una buena noticia, en primer lugar porque nos dice cómo podemos huir de la destrucción que está por venir, cómo confiar en Cristo, y encontrarnos en Él y encontrar la vida eterna. Y también es una buena noticia porque tenemos que saber el resto de la historia. Esto es parte del evangelio también. [Dr. R. Albert Mohler, Jr.]
En realidad, la enseñanza de la Biblia sobre el juicio final debe ser muy alentadora para los creyentes. Se nos asegura que nuestro sufrimiento no es en vano. Cada mal será reparado, como leemos en Santiago 5:7 y 8 y 2 Tesalonicenses 1:4 al 10. El juicio de Cristo es motivo de adoración, porque destruirá la presencia, corrupción e influencia de toda forma de maldad, que resultará en un mundo purgado del mal y perfecto que heredaremos y habitaremos para siempre. Como el ángel proclamó en Apocalipsis 14:7:
Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. (Apocalipsis 14:7)
En esta lección, hemos visto el oficio de rey de Jesús. Hemos considerado el trasfondo del Antiguo Testamento de su oficio en términos de sus requisitos y funciones, y las expectativas para su futuro. También hemos visto el cumplimiento de cada uno de estos aspectos del oficio de rey en Jesús. Y hemos explorado la aplicación moderna de la realeza de Jesús en cuanto a la forma en que Jesús edifica su reino, gobierna a su pueblo y vence a sus enemigos.
En esta serie hemos resumido las riquezas de la doctrina de Cristo. Hemos visto a Jesús como el redentor de toda la historia, hemos considerado su vida y ministerio, y hemos explorado sus oficios como profeta, sacerdote y rey. Sin embargo, nuestro conocimiento de Jesús, no debe ser puramente académico. Sino que, una vez que comprendamos quién es Él, y comprendemos lo que Él ha revelado acerca de sí mismo, lo amemos y lo sigamos a lo largo de nuestras vidas, en todo lo que hacemos, en nuestras casas, nuestro trabajo, y nuestras iglesias.