La mayoría de nosotros apenas y podemos imaginar cómo sería que nos invitaran a conocer a alguien muy famoso y poderoso. Pero todos sabemos muy bien cómo reaccionaríamos. Nos diríamos a nosotros mismos: "¿Alguien me presentará?, ¿Qué me pongo?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué debo decir?, ¿Quién me puede enseñar cómo actuar cuando esté ahí?"
Imaginémos que nos invitaran a la sala del trono glorioso de Dios. Aquél que creó todas las cosas. ¿Cómo reaccionaríamos?, nos diríamos "¿Alguien me presentará a Dios?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué debo decir?, ¿Quién me puede enseñar cómo actuar en la presencia de Dios?"
Afortunadamente, hay alguien que nos puede preparar para reunirnos con Dios, que nos puede presentar, y puede hacer que Dios nos vea de manera favorable para no tener que temer su juicio. Y, por supuesto, esta persona es Jesucristo, y Él es nuestro gran Sumo Sacerdote.
Esta es la lección cuatro en nuestra serie Creemos en Jesús, y la hemos titulado El Sacerdote. En esta lección, estudiaremos las formas en las que Jesús cumple con el oficio bíblico de sacerdote, mediando el pacto entre Dios y su pueblo.
Como hemos visto en lecciones anteriores, en el Antiguo Testamento Dios instituyó tres oficios a través de los cuáles administró su reino: Los oficios de profeta, sacerdote y rey. Y en la etapa final del reino de Dios, comúnmente llamada la era del Nuevo Testamento, los tres oficios encuentran su máximo cumplimiento en Jesús. Por esta razón, estudiar la importancia y función de estos oficios a lo largo de la historia puede ayudarnos a comprender la administración actual de Jesús del reino de Dios, así como las bendiciones y las obligaciones de sus fieles seguidores. En esta lección nos enfocaremos en el oficio de Jesús como sacerdote.
Definiremos al sacerdote como:
Una persona que media entre Dios y su pueblo, para que Dios lo reciba en su santa presencia especial, para concederle su bendición.
Todos sabemos que Dios está presente en todas partes todo el tiempo, de manera invisible. Pero en ciertos momentos y lugares, también se manifiesta de formas especiales y visibles. Por ejemplo, lo hace en el radiante esplendor de la sala de su trono celestial. Y a veces lo hace en la tierra también. Y cuando las criaturas nos acercamos a este tipo de manifestación de Dios, debemos estar bien preparados, representados y guiados, para poder recibir la aprobación y la bendición de Dios. En la Biblia, este tipo de preparación, representación y orientación era el trabajo de los sacerdotes
Al igual que en la lección sobre el oficio profético de Jesús, esta lección sobre su oficio de sacerdote abarcará tres temas principales. En primer lugar, examinaremos el trasfondo del Antiguo Testamento para la función sacerdotal. En segundo lugar, estudiaremos el cumplimiento de este oficio en la persona y la obra de Jesús. Y en tercer lugar, consideraremos la aplicación moderna de la obra sacerdotal de Jesús. Veamos primero el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio sacerdotal de Jesús.
Cuando la mayoría de los cristianos pensamos acerca del sacerdocio en el Antiguo Testamento, nuestras mentes se dirigen inmediatamente a Aarón y a sus descendientes, que fueron ordenados como sacerdotes en los días de Moisés, tal como leemos en Levítico 8 y 9. Pero es importante reconocer que incluso antes de la época de Moisés, ya había sacerdotes que servían a Dios. Incluso antes de la caída en el pecado, Dios le ordenó a Adán, el padre de la raza humana que fuera su sacerdote.
Y después de Adán, toda la humanidad fue llamada originalmente para ser sacerdotes de Dios en un sentido general. Encontramos a hombres como Melquisedec en la época de Abraham, que es mencionado en Génesis 14. Él era tanto el rey como el sacerdote de Salem. Job 1 indica que el mismo Job actuaba como sacerdote para su familia. Y de acuerdo a Éxodo 3, Jetro, era sacerdote de Dios en Madián. Finalmente, Dios estableció un sacerdocio oficial y exclusivo en el que Aarón y sus descendientes sustituyeron todas las demás formas de sacerdocio. Pero todas estas clases diferentes de hombres eran verdaderos sacerdotes del Señor. Y cada uno es parte del trasfondo del sacerdocio de Jesús en el Antiguo Testamento.
Estudiaremos el trasfondo del Antiguo Testamento de la función sacerdotal de tres maneras. En primer lugar, veremos los requisitos de los sacerdotes. En segundo lugar, consideraremos su función. Y en tercer lugar, estudiaremos las expectativas que el Antiguo Testamento creó para el futuro ministerio sacerdotal. Veamos primero a los requisitos que los sacerdotes tenían que cumplir en el Antiguo Testamento.
Los antiguos sacerdotes tenían que cumplir una serie de requisitos, pero sólo mencionaremos dos, que las Escritura enfatizan. En primer lugar, veremos que los sacerdotes fueron nombrados por Dios. Y en segundo lugar, resaltaremos su obligación de ser leales a Dios. Comencemos con el hecho de que los sacerdotes fueron nombrados por Dios, para que le sirvieran en su oficio.
En el Antiguo Testamento, sólo Dios nombraba a sus sacerdotes. Los sacerdotes nunca podian autonombrarse. No se votaba por ellos para que desempeñaran el oficio de sacerdotes. No eran nombrados por los reyes u otros gobernantes. E incluso los sacerdotes mismos no podían seleccionar personas extras para que sirvieran a sus lados. Escuchemos Éxodo 28:1, donde Dios le dio la siguiente orden a Moisés:
Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo para que sean mis sacerdotes. (Éxodo 28:1)
Las instrucciones detalladas que figuran a continuación en Éxodo 28 muestran que la designación de Dios era parte indispensable de la ordenanza de Aarón como sumo sacerdote. Y Números 18:22 y 23 incluso llega a decir que si algún israelita de otra tribu decía hacer el trabajo de un sacerdote, tal persona moriría. Hebreos 5:1 y 4 confirma esta idea con las siguientes palabras:
Todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. (Hebreos 5:1-4)
Este mismo principio era aplicado a todos los sacerdotes del Antiguo Testamento, no únicamente a los sumos sacerdotes.
Además de ser nombrados por Dios, los sacerdotes también tenían que ser leales a Dios para poder calificar para este oficio.
Debido a que los sacerdotes a menudo servían cerca de la presencia especial de Dios en el tabernáculo y en el templo, tenían que demostrar su lealtad especial a Dios adorándolo y sirviéndole sólo a Él, así como desempeñando cuidadosamente sus funciones. También hacían esto con el fin de garantizar que el pueblo de Dios le fuera leal a Dios, de modo que fueran recibidos en su santa presencia.
Hemos aprendido de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que había reglas muy particulares que ellos tenían que seguir. Incluso había una manera muy particular, en la que debían ofrecer el fuego del sacrificio. Había una cierta manera en la que tenían que revisar a los animales llevados al sacrificio para asegurarse de que eran perfectos, que de hecho estaban sin mancha. Dios requería de ello. El sacerdote tenía prendas especiales que debía usar, ciertas formas de lavarse que necesitaba realizar, y el libro de Hebreos enfatiza que todos estos detalles, incluyendo el tabernáculo, y todas las cosas en el tabernáculo, fueron dadas porque representan lo que él llamó: el tabernáculo celestial, donde se encuentra la misma presencia de Dios. Los sacerdotes, por lo tanto, estaban representando al Señor Jesucristo. Representan el tipo de santidad y el tipo de satisfacción que se le debe dar a Dios si queremos ser perdonados Y así, todos los arreglos en las leyes sacerdotales son dadas para mostrarnos la perfección de quién es Cristo, y que en realidad llevaría los pecados de su pueblo. Las prendas que llevaban, los nombres de las tribus escritas en ellas, y la perfección de los sacrificios, todas estas cosas eran para enseñarnos cómo Dios toma esto en serio, cuán santo es Él y que finalmente sólo habrá una forma en la que llegará la salvación. Si no existiera un compromiso de esta manera, estaríamos perdidos y no habría satisfacción. Así que las reglas sacerdotales son muy importantes para establecer dentro de nuestra mente, la seriedad de la santidad y la justicia de Dios y la singularidad del sacrificio de Cristo. [Dr. Thomas Nettles]
Uno de los ejemplos más dramáticos de la necesidad de que los sacerdotes fueran santos, aparece en Levítico 10:1 y 2. Allí, Dios mató a los sacerdotes Nadab y Abiú por su ofrenda impía. Y en 1 Samuel 4, los sacerdotes Ofni y Finees murieron a causa de su desprecio hacia el Señor.
Además de estos ejemplos, las Escrituras tales como el Salmo 132:9 y Lamentaciones 4:11 al 13 deja claro que los sacerdotes mismos tenían que ser fieles a Dios si querían tener alguna esperanza de preparar y llevar el pueblo a su presencia especial con el fin de recibir sus bendiciones. De lo contrario, acercarse a Dios daría lugar a un severo juicio.
Después de haber visto los requisitos de los sacerdotes en el Antiguo Testamento, veamos su función.
Consideraremos tres aspectos de la función de los sacerdotes. En primer lugar, veremos el liderazgo que proporcionaron. En segundo lugar, estudiaremos las ceremonias que realizaron. Y en tercer lugar, consideraremos su intercesión en nombre de los demás. Comencemos con el liderazgo que los sacerdotes proporcionaron.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento proporcionaron liderazgo para el pueblo de Dios de varias maneras. Sin embargo, para nuestros propósitos, resumiremos esto en tres partes. En primer lugar, la adoración fue una de las áreas más importantes en las que los sacerdotes proporcionaron liderazgo.
La adoración fue una parte importante a la hora de preparar y dirigir al pueblo de Dios hacia su santa presencia especial. En Israel, los sacerdotes y levitas presidían todos los actos nacionales de adoración, así como las fiestas anuales de Israel. También llevaban a cabo la adoración diaria en el tabernáculo y en el templo, además de servicios especiales en el día de reposo semanal. Y guiaban a los participantes en la alabanza y el canto. Encontramos este tipo de información en pasajes como 1 Crónicas 15; 2 Crónicas 7, 8, 29 y 30; y Nehemías 12.
En segundo lugar, los sacerdotes proporcionaron una orientación especial en forma de juicios civiles y rituales. Y lo hicieron principalmente mediante la aplicación de la ley de Dios a las circunstancias que se enfrentaban.
Este hecho se menciona en muchos pasajes, como Éxodo 28:29 y 30, Números 21:27, Deuteronomio 21:5 y Ezequiel 44:24.
Por ejemplo, escuchemos la manera en que Moisés describió los juicios civiles que los sacerdotes podían llevar a cabo en Deuteronomio 17:8 y 9:
Cuando alguna cosa te fuere difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio. (Deuteronomio 17:8-9)
Como este pasaje indica, los asuntos legales se resolvían normalmente en los tribunales locales. Pero, en casos particularmente difíciles, la gente podía ir a los sacerdotes o jueces especiales, quienes llevarían a cabo los juicios.
De hecho, en Éxodo 18 Jetro, sacerdote de Madián, le dijo al mismo Moisés cómo organizar los tribunales y los jueces de Israel. El sacerdocio de Jetro lo había hecho una autoridad en tales asuntos.
Las decisiones y la orientación sacerdotal también incluía investigar, interpretar y juzgar los asuntos relacionados con la salud y la santidad. Los sacerdotes inspeccionaban la presencia de moho en las casas, diagnosticaban enfermedades, y declaraban a las personas u objetos limpios o inmundos de acuerdo con las leyes de Dios. Este tipo de funciones sacerdotales se enumeran en pasajes como Levítico 11 al 15.
Estos eran asuntos sacerdotales, porque los problemas personales y de salud pública entraron en el mundo como parte de la maldición de Dios contra el pecado de Adán, en la que Adán fue excluido de la presencia especial de Dios en el Jardín del Edén.
La maldición universal de la muerte fue instituida en Génesis 3:19. Y este juicio general incorporaba otros juicios relacionados con la salud, como podemos ver en pasajes como Levítico 26:16 y Deuteronomio 28:21 al 28. Por esta razón, los problemas de salud jugaban un papel importante en la preparación de los israelitas para pedir las bendiciones de Dios.
Una tercera forma en la que los sacerdotes demostraron su liderazgo fue por medio de la enseñanza de la palabra de Dios a la gente, como leemos en 2 Crónicas 35:3, Nehemías 8 y Malaquías 2. Como un ejemplo, escuchemos las palabras del Señor en Malaquías 2:7:
Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos. (Malaquías 2:7)
La falsa enseñanza fue el resultado del pecado en el mundo, y las transgresiones de la palabra de Dios hacían que la gente no fuera apta para entrar en su presencia especial. Así, a los sacerdotes se les dio la tarea de enseñar la palabra de Dios con el fin de preparar y llevar a su pueblo a su santa presencia especial de una manera que resultara en su bendición.
Habiendo estudiado el liderazgo que los sacerdotes proveían, veamos ahora las ceremonias que llevaban a cabo para su pueblo.
En la vida de los creyentes del Antiguo Testamento. Los distintos festivales así como la observancia del día de reposo, el ofrecimiento de sacrificios, jugaban un papel muy importante en las vidas de los creyentes. En primer lugar, debían recordarle a Israel que vivir como el pueblo de Dios era un regalo para ellos. Por ejemplo, la Pascua estaba destinada a recordarles que una vez fueron esclavos en Egipto, y que Dios, y sólo Dios, los puso en libertad. Pero no sólo para recordarles que fueron puestos en libertad, sino que fueron liberados de Egipto para ser llevados al Sinaí, donde Dios establecería su pacto con ellos. Así que las festividades de Israel, estaban destinadas a ser un recordatorio de que Dios y sólo Dios los ha llamado a ser su pueblo, para recordar las grandes obras de Dios para salvarlos. Los días de reposo estaban destinados a recordarles dos cosas: que el mundo es de Jehová y que ellos no se crearon a sí mismos, y no se liberaron de la esclavitud ellos mismos. En Éxodo, Moisés dijo: "Guarda el día de reposo, porque en el día de reposo Dios descansa." En el libro de Deuteronomio, Moisés dijo que se guardara el día de reposo no sólo porque Dios descansó en ese día, sino para recordar que fueron esclavos en Egipto. Por lo tanto, todas estas festividades estaban destinadas a recordarles lo que Dios hizo para redimirlos y recordarles que ellos eran el único pueblo de Dios, debido a su bondad misericordiosa hacia ellos, y que gracias a esas prácticas, sus vidas y su comprensión de sí mismos tomaban forma, para que comenzaran y continuaran respondiendo fielmente a Dios en una vida de obediencia, confianza, amor y servicio. [Dr. Steve Blakemore]
En la época de Moisés, y más tarde en la época de David, los sacerdotes llevaban a cabo una gran variedad de ceremonias que estaban diseñadas para preparar al pueblo de Dios para entrar en su presencia especial. Estas ceremonias involucraban momentos, eventos y objetos santos, tal como vemos en pasajes como Levítico capítulos 1 al 7, y 23; Números capítulos 18 y 19; 1 Crónicas 23; y 2 Crónicas 8.
A menudo, estas ceremonias se centraban en los lugares santos, donde la presencia especial de Dios aparecería y su pueblo le adoraría. Por ejemplo, era responsabilidad de los sacerdotes asegurarse que las áreas del tabernáculo y del templo, estuvieran tan bellas y perfectas como fuera posible, y fueran apropiadas para que Dios residiera allí en su visible gloria especial. Leemos acerca de ésto en pasajes como Levítico 24:1 al 9; Números capítulos 3 y 4; y 1 Crónicas 24:25 al 32.
Pero quizás la característica ceremonial más conocida del servicio sacerdotal fue la presentación de ofrendas. Las ofrendas iban desde expresiones de acción de gracias, a experiencias de comunión, hasta la expiación de pecados. Algunas se presentaban regularmente, como los sacrificios temprano en la mañana, los sacrificios nocturnos, y el día de la expiación anualmente. Otros se presentaban cuando se les declaraba culpables de pecado. Otras ofrendas eran llevadas de acuerdo a la voluntad del creyente, como las ofrendas voluntarias. Una amplia gama de ofrendas requeridas aparecen en pasajes como Levítico capítulos 1 al 7 y el capítulo 16.
De todas las funciones ceremoniales de los sacerdotes, la más prominente en el ministerio de Jesús fue la presentación de las ofrendas - especialmente ofrendas de expiación. Así que enfocaremos la mayor parte de nuestra atención en ellas.
Hoy en día se suele hablar de un sacrificio como si se fuese a renunciar a algo que es valioso para nosotros, con el fin de obtener algo aún más valioso. Lo que hace que un regalo sea un sacrificio es que el darlo nos cueste un precio alto. En el Antiguo Testamento, las personas no le ofrecían cosas a Dios porque él las necesitase. Las ofrendas le permitieron al pueblo de Dios dar algo que valoraban para ganar algo mucho más valioso, como el perdón de los pecados. Las ofrendas le permiten a los creyentes adorar a Dios, y expresarle su sumisión a él, e incluso expresarle su agradecimiento por sus provisiones. Claro está que siempre se supone que la ofrenda es una expresión de fe, dada por los motivos apropiados. Dios llegó a rechazar los sacrificios que no se ofrecían con un corazón sincero. La eficacia de la ofrenda siempre dependió de la sinceridad con la que se le ofrecía el sacrificio a Dios.
Las ofrendas expiatorias eran parte importante del ministerio sacerdotal, incluso antes de las extensas leyes rituales dadas a través de Moisés. Por ejemplo, en Job 1, Job sacrificó animales en nombre de sus hijos en caso de que hubieran pecado sin darse cuenta durante sus fiestas al estar juntos. De hecho, las ofrendas expiatorias son tan antiguas como la caída de la humanidad en pecado. Cuando Adán y Eva pecaron por primera vez, Dios instituyó ofrendas de expiación a través de las cuáles perdonaba pecados y se reconciliaba con su pueblo. Este tipo de ofrenda está descrita en pasajes como Levítico capítulos 4 al 6 y Números 15:25 al 28.
La idea general en la que se basa la expiación es bastante sencilla: Debido a nuestro pecado, todos los seres humanos merecemos ser castigados. Por lo tanto, con el fin de evitar este justo castigo, los creyentes ofrecemos sacrificios que reciben el castigo de Dios en nombre de nuestros pecados. Los teólogos a menudo se refieren a esto con el nombre de expiación sustitutoria porque la ofrenda sustituye al creyente en la ceremonia de expiación. En todos los casos en el Antiguo Testamento, las ofrendas expiatorias eran simbólicas.
Dios aplicó el perdón a su pueblo por medio de ofrendas expiatorias, no basándose en el valor o mérito de las ofrenda en sí mismas. Más bien, las ofrendas del Antiguo Testamento solamente eran eficaces porque apuntaban hacia la sustancia y el mérito del sacrificio de Jesús en el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento explica que el pueblo de Dios no era perdonado permanentemente del pecado basándose en las ofrendas del Antiguo Testamento. Las ofrendas por el pecado sólo retrasaban el juicio de Dios, y necesitaban ser renovadas una y otra vez. La muerte de Cristo en la cruz fue el único sacrificio que Dios ha aceptado como el pago completo y permanente por los pecados. Dios proveyó el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento como una herramienta mediante la cual él agraciadamente aplicó, los méritos de la muerte de Cristo a los creyentes del Antiguo Testamento. [Dr. Samuel Ling]
Cuando se realizaban ofrendas de expiación en favor de los creyentes fieles, éstas producían al menos dos resultados importantes, los cuales basaban su eficacia en el futuro sacrificio de Cristo. El primer resultado que mencionaremos es la expiación.
La expiación se refiere al efecto que tiene la ofrenda en el creyente. Es la eliminación de la culpa del pecado del creyente. Esto lo protege de la ira que Dios derramaría sobre él. A través de la expiación, el castigo por el pecado de los creyentes es colocada sobre el sustituto, para que esté protegido contra el juicio del Señor.
La expiación es mencionada en los pasajes en los cuales se habla de que el pecado está "cubierto" u "oculto", como en Job 14:17, y el Salmo 32:1 y 5. Es evidente también en los pasajes que hablan de que el pecado o la culpa es "removida," como en Levítico 10:17, Salmo 25:18 e Isaías 6:7; y lo vemos en los pasajes que hablan de que el pecado es transferido a un sustituto, como Isaías 53:6.
Un segundo resultado que las ofrendas expiatorias producían para los creyentes era la propiciación.
La propiciación se refiere al efecto que la ofrenda tiene en Dios. La propiciación es la satisfacción de la justicia y la ira de Dios contra el pecado. La propiciación indica que la ira de Dios ha encontrado un lugar de expresión y ha sido satisfecha. Gracias a ella, Dios es capaz de expresar bondad y amor hacia el creyente sin tener que saltarse su justicia.
La propiciación es indicada en pasajes que hablan de que la ira de Dios ha sido satisfecha o desviada, como Números 25:11 al 13 o Deuteronomio 13:16 y 17.
El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento es una gran demostración de toda una serie de verdades acerca de Dios, pero sobre todo de su misericordia. Pensamos en ello en términos de la provisión de animales, como sustitutos de las personas con el fin de satisfacer el desagrado de Dios, su condena, su ira. Pero tenemos que recordar también que la motivación total es su amor, su misericordia. Cuando pensamos en su misericordia - su compasión hacia nosotros – la cual está atada a igualar su gracia, en donde tenemos lo que no merecemos. Levítico 17:11 es muy, muy importante aquí, en donde el sistema de sacrificios no debe ser visto como que la nación de Israel inventó este sistema con el fin de mantener a Dios de su lado. No. Dios toma la iniciativa, en amor, para que exista un medio por el cual, él sea capaz de morar con la nación. Israel sería así capaz de morar en su presencia. Ellos serían su pueblo, él sería su Dios. Todo esto es una manifestación de su misericordia, de su amor, de su gracia. Y todo ello finalmente apunta a su disposición en Jesucristo, quien es el cumplimiento de esto. Así que en él lo que estos sacrificios tipificaban ha llegado a ser realidad, por lo que ahora conocemos a Dios en el sentido del Nuevo Pacto. Ahora tenemos acceso directo a él a través del gran sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. [Dr. Stephen Wellum]
El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento indicó de varias maneras, como Dios demostró su misericordia. Una de las maneras clásicas era el día de expiación En el templo, la parte más interna era llamada el Lugar Santísimo y allí estaba el Arca del Pacto con los Diez Mandamientos, y la parte superior de la caja se llamaba el propiciatorio. En el día de la expiación, el sumo sacerdote tomaba la sangre de un cordero y ofrecía el cordero en el altar fuera del templo, entonces pasaba a través del velo a la parte del Lugar Santísimo y rociaba la sangre en la parte superior de la caja. La idea era que Dios fuera misericordioso cuando la sangre del cordero cubriera la ley que había sido transgredida. ¡Claro está! Que esto apuntaba a que Jesucristo sería el verdadero cordero, cuya sangre cubriría nuestro quebrantamiento de la ley. Pero, fijémonos en lo siguiente: la misericordia de Dios se funda en la sangre que cubre el haber quebrantado la ley. [Dr. Frank Barker]
Con esta comprensión del liderazgo sacerdotal y ceremonial en mente, reflexionemos en la obra de intercesión realizada en nombre de las personas a las que ésta representaba.
Podemos definir a la intercesión como la mediación; o petición a favor de otra persona. Un intercesor es alguien que está de nuestra parte y defiende nuestro caso cuando estamos en problemas, o que trata de conciliar las controversias entre nosotros y otra(s) persona(s).
Los sacerdotes del Antiguo Testamento a menudo intercedían a través de su liderazgo y orientación, así como a través de las ceremonias que Dios les había asignado. Por ejemplo, intercedían entre los individuos cuando resolvían diferencias jurídicas. Así como entre el pueblo y Dios cuando presentaban ofrendas de expiación. Pero los sacerdotes también realizaban otros tipos de intercesión.
Una forma común de intercesión era pedir ayuda. Los sacerdotes a menudo ofrecían oraciones para que Dios sane, salve, o ayude a su pueblo. Encontramos ejemplos de esto en 1 Samuel 1:17 y 1 Crónicas 16:4. Como un ejemplo, escuchemos el registro de la intercesión de Job por sus hijos en Job 1:5:
Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. (Job 1:5)
Como sacerdote de su casa, Job intercedió por sus hijos para protegerlos de las consecuencias de su pecado. Otra forma común de intercesión era el pronunciamiento de la bendición. Cuando los sacerdotes bendecían a las personas, le pedían a Dios que le mostrase su favor a las personas. Esto lo vemos en la manera en la que Melquisedec bendijo a Abraham en Génesis 14:19 y 20 y en la bendición que se le enseñó a pronunciar a los sacerdotes sobre las personas en Números 6:22 a 27. Como un ejemplo, escuchemos lo dicho en 2 Crónicas 30:27:
Después los sacerdotes y levitas, puestos en pie, bendijeron al pueblo: y la voz de ellos fue oída, y su oración llegó a la habitación de su santuario, al cielo. (2 Crónicas 30:27)
Cuando el texto dice que la voz de ellos fue oída, significa que él honró la intercesión sacerdotal, favoreciendo a las personas que ellos bendecían. Este aspecto del ministerio sacerdotal a menudo se repite en nuestros días en las bendiciones ofrecidas por los ministros cuando acaba el servicio de adoración. Muchas iglesias incluso repiten la misma bendición que le fue dada a Aarón que se encuentra en Números 6.
Como hemos visto, las funciones de los sacerdotes eran muy variadas. Ellos proporcionaban liderazgo, conducían ceremonias, y ofrecían la intercesión. Pero a pesar de lo variadas que eran estas actividades, todas ellas estaban unidas por un propósito constante. Fueron diseñadas para que el pueblo de Dios se adaptara a vivir en su presencia especial, a fin de que pudieran recibir todas las bendiciones de su pacto.
Ahora que hemos visto los requisitos y la función de los sacerdotes, enfoquemos nuestra atención en las expectativas que el Antiguo Testamento creó para futuros ministerios sacerdotales.
En la época del Antiguo Testamento, el oficio de sacerdote era dinámico y cambiante. Sus funciones y responsabilidades específicas cambian a través del tiempo. El sacerdocio de Melquisedec no era precisamente el mismo que el de Job. El de Job era diferente al de Jetro. Y el de Jetro difería del de Aarón y de sus descendientes. Y el Antiguo Testamento también señaló los cambios que esto tendría en el futuro.
Para entender las expectativas que los sacerdocios del Antiguo Testamento crearon para el futuro, veremos hacia dos direcciones. En primer lugar, examinaremos el desarrollo histórico del oficio a través del Antiguo Testamento. Y en segundo lugar, nos enfocaremos en algunas profecías específicas sobre el futuro de la función sacerdotal. Comencemos con el desarrollo histórico del oficio de sacerdote.
Debido a que siempre ha existido la necesidad de los seres humanos a tener acceso a la santa presencia especial de Dios, siempre ha habido una necesidad de funciones sacerdotales. De hecho, los sacerdotes siempre han sido importantes en la estrategia a largo plazo de Dios para la humanidad y la creación. Pero, históricamente, el papel de los sacerdotes a veces ha cambiado en respuesta a las circunstancias cambiantes del pueblo de Dios.
Creación. Consideraremos ahora las nuevas funciones de los sacerdotes en cuatro etapas diferentes de la historia, comenzando con la época de la creación. Esta época corresponde al pacto de Dios con Adán.
El Jardín del Edén, en el que se colocó la humanidad, era en sí mismo un santuario donde Dios caminaba y hablaba con su pueblo. En este contexto, Adán y Eva servían a Dios en formas que se asemejaban al servicio de los sacerdotes Aarónicos en el tabernáculo y en el templo. Por esta razón, podemos decir que el oficio de sacerdote es tan antiguo como la humanidad misma. Escuchemos lo que Moisés escribió en Génesis 2:15:
Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. (Génesis 2:15)
En este pasaje, Moisés describió la obra de Adán y Eva en el jardín con la palabra hebrea avad, traducida como labrar y la palabra shamar, traducida como guardar. En Números 3:7 y 8, Moisés usó esta misma combinación de palabras para describir la obra de los levitas en el tabernáculo. Y vemos otros paralelos verbales en pasajes como Génesis 3:8 y 2 Samuel 7:6. Al utilizar el mismo lenguaje para describir la obra de la humanidad en el Jardín del Edén y la obra de los sacerdotes en el tabernáculo, Moisés indicó que Adán y Eva fueron los sacerdotes originales, y que los lugares como el tabernáculo y el templo estaban destinados a cumplir la misma función que tenía el Jardín del Edén. De hecho, muchos estudiosos han sugerido que los muebles y la decoración del tabernáculo y del templo fueron diseñados específicamente para recordar el Jardín del Edén. En todo caso, el sacerdocio de la humanidad en el Edén consistía en ser ministros de Dios en su santuario – el jardín, – cuidando sus cosas sagradas, y garantizando que el lugar era apto para que él habitara. Además, Dios le ordenó a Adán, a Eva y a sus descendientes convertirse en un reino de sacerdotes, ampliando su obra al resto del mundo. Escuchemos las palabras de Dios a la humanidad en Génesis 1:28:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla. (Génesis 1:28)
El mandamiento de Dios de llenar y sojuzgar la tierra a menudo es llamado el mandato cultural, ya que obliga a la humanidad a cultivar y desarrollar el mundo entero, con el fin de hacer que se asemejara al Jardín del Edén. Desde el punto de vista sacerdotal, el trabajo de la humanidad consistía en convertir al mundo entero en el santuario de Dios y que éste le sirviera para siempre.
Cuando Dios creó a los seres humanos a su imagen, no lo hizo sin tener una razón. Él nos dio lo que se llama el "mandato cultural de la creación." Es útil observar eso. No sólo en términos del dominio de la tierra, lo que a menudo asociamos con una especie de regla, con un tipo de gobierno de realeza, no sólo tiene que ver con ese papel sino también con el papel de los sacerdotes. Antes de que el pecado entrara en el mundo, en Génesis 2, el Edén es descrito como una especie de templo, un santuario, por lo que nuestro papel en la creación era ampliar fronteras del Edén en la mayor medida posible en la tierra. En última instancia, eso sucede en Cristo, en los nuevos cielos y la nueva tierra. En el centro de este trabajo sacerdotal también está la adoración, así que todo lo que hacemos es realmente para la gloria de Dios cumpliendo el mandato de la creación. El servicio y estas dos ideas están asociadas con la obra sacerdotal, así como también con la obra del rey. Por lo tanto, nuestro mandato cultural de la creación es ser administradores, es ser creaturas de Dios en relación con él, para ampliar las fronteras de ese santuario de jardín, haciéndolo mediante la adoración, la devoción, la obediencia, la exploración de todos los recursos de su creación, y esto, claro está, será finalmente retomado en los nuevos cielos y la nueva tierra. [Dr. Stephen Wellum]
En el libro de Génesis aprendemos del mandato cultural. Es una parte muy importante de la vocación humana, que se trata de cómo somos vistos por Dios al vivir el don de la vida. Nosotros, claro está, no pensamos de ninguna manera que el mandato cultural debería estar por encima o llevarnos a descuidar el mandato de la evangelización. Ambos son de Dios, ambos son legítimos, ambos son importantes. Esencialmente, el mandato cultural, es un gran regalo y un privilegio. En esencia, se trata de que el Dios de la providencia invita a su pueblo, creado a su imagen, a tener la responsabilidad de cuidar, ser mayordomos, y desarrollar el rico potencial del orden creado, como fieles embajadores o representantes delegados del mismo Dios providencial. Y así, además de que debemos ser creativos en la imagen de un creador, debemos ser llenos de gracia, generosos, y responsablemente proporcionar a las personas para cumplir el mandato de la creación. [Dr. Glen Scorgie]
Caída. Los primeros cambios en la función de sacerdote tomaron lugar cuando ocurrió la caída en pecado de la humanidad, cuando se comió el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal en Génesis 3.
En ese momento, Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén y tuvieron que comenzar a presentar ofrendas de expiación por el pecado. Encontramos posibles referencias a esta práctica en Génesis 3:21, en donde el Señor cubrió a Adán y Eva con pieles de animales. Y, encontramos una referencia más explícita de esta práctica en Génesis 4:4, en el sacrificio de animales de Abel al Señor. Otras referencias también pueden ser encontradas a lo largo de este período de tiempo, como por ejemplo: los sacrificios que Noé ofreció después del diluvio en Génesis 8:20; el carnero que Abraham sacrificó en Génesis 22:13; y los sacrificios ofrecidos por Jacob en Génesis 31:54.
Durante este tiempo, los jefes de familia tendían a servir como sacerdotes sobre sus descendientes, y sólo unos cuantos sacerdotes eran llamados para servir de manera más amplia. Otro cambio que tomó lugar en esta época fue el lugar del misterio sacerdotal. Antes de la caída, este ministerio había tomado lugar exclusivamente en el santuario de Dios en el Jardín del Edén. Pero cuando se expulsó a la humanidad del Jardín del Edén en Génesis 3, Dios dirigió a sus sacerdotes a buscar otros lugares para adorarlo, y a crear piedras ceremoniales para marcar los lugares en donde se había reunido con ellos. En este punto en la historia ningún lugar podía ser llamado el lugar donde habitaba Dios, lo que es diferente del período de la creación.
Éxodo. El siguiente conjunto significativo de cambios tuvo lugar en los días del éxodo de Israel de su esclavitud en Egipto.
La nación de Israel, después de haber sido esclavizada por el faraón de Egipto durante más de 400 años, clamó a Dios, y él la liberó con un poderoso despliegue de milagros. Este evento está descrito en el segundo libro de la Biblia, titulado Éxodo.
Durante este tiempo, Dios redujo su llamado sacerdotal de toda la humanidad a solamente la nación de Israel. Como él dijo en Éxodo 19:6, Israel debía ser para él un reino de sacerdotes. También apartó a la tribu de Levi para que ellos fueran sus siervos especiales.
La mayor parte de la tribu sirvió al menor número de levitas, quienes actuaron como sacerdotes de la nación. Entre los levitas, sólo Aarón y sus descendientes fueron seleccionados para ser sacerdotes, con un hombre a la vez que actuaba como sumo sacerdote. Encontramos las instrucciones de Dios del sacerdocio de Aarón en el libro de Levítico, así como en algunas partes del libro de Números.
Dios también dictó la creación del tabernáculo durante este período. El tabernáculo era una gran carpa adornada que los israelitas podían llevar con ellos durante sus viajes. Tuvo, en esencia, la misma función que el Jardín del Edén había tenido en el momento de la creación, ser el santuario terrenal de Dios, el lugar donde él caminaba y hablaba con su pueblo. Después de la caída, Dios se había reunido con personas en diferentes lugares de vez en cuando. Sin embargo, con la creación del tabernáculo, Dios centró una vez más su adoración en un solo lugar. Y este lugar de culto debía ser atendido y mantenido por los siervos escogidos de Dios, los sacerdotes. Las instrucciones para el tabernáculo, y el registro de su creación, se pueden encontrar en Éxodo capítulos 25 al 40.
Dios quiso que los cambios en el sacerdocio durante el Éxodo fueran pasos hacia el cumplimiento de su plan original para la humanidad. Su plan era utilizar primero a los sacerdotes de la familia de Aarón para hacer a Israel un reino de sacerdotes, y después, a través de la fidelidad y el servicio de esta nación especial, ampliar su reino hasta abarcar el mundo.
Monarquía. Los cambios finales al oficio de sacerdote en el Antiguo Testamento ocurrieron durante la monarquía de Israel, cuando la nación de Israel se había establecido en la Tierra Prometida y vivía bajo el gobierno de un rey. El período monárquico tuvo un falso comienzo con Saúl, el primer rey de Israel. Pero empezó realmente con el sucesor de Saúl, David, y con sus descendientes.
Cuando los reyes de Israel reinaban, estaban estrechamente involucrados con el servicio sacerdotal. Por ejemplo, David se aseguró de que se prestasen los servicios sacerdotales. También organizó a las familias sacerdotales y asignó tareas específicas para ellas. Como vemos en 1 Crónicas 15,16 y 23 al 28. David también asignó obligaciones a las otras familias levíticas, especialmente para que fueran guardianes y músicos. Incluso ofreció sacrificios y bendiciones uniéndose a los sacerdotes de vez en cuando, como vemos en 2 Samuel 6:17 y 18. En cierto momento, incluso cambió su atuendo real por el efod de lino del levita, como está registrado en 1 Crónicas 15:27. Estos desarrollos se mantuvieron incluso más allá de los días de David, como podemos ver en Esdras 8:20.
En los días de David, las familias a las que se les permitió servir como sumos sacerdotes se redujeron a sólo dos, las de los descendientes de Aarón: Sadoc y Abiatar. Esta información está registrada en 1 Crónicas 18:16.
Después de David, su hijo Salomón se involucró en los servicios sacerdotales, incluso más que David. Salomón presidió la construcción del templo. Supervisó incontables sacrificios. Guío al pueblo en oración en el templo y proclamó bendiciones sobre ellos, como su padre. Estos detalles se mencionan en 1 Crónicas 21:28; 2 Crónicas capítulos 3 al 6, y 1 Reyes capítulos 8 y 9. También se asumen en muchos de los Salmos que David escribió, incluyendo los Salmos 5, 11, 18, 27, 65, 66 y 68. Salomón también redujo la línea de los sumos sacerdotes una vez más. Como Abiatar cometió traición, Salomón lo excluyó a él y a su familia del servicio sacerdotal, como podemos ver en 1 Reyes 2:26, 27 y 35. Así se cumplió la sentencia dictada sobre la casa de Elí, quien fue un sacerdote infiel en los días de los jueces, lo cual está registrado en 1 Samuel 2:27 al 36. Mientras que algunos servicios específicos en el templo estaban reservados únicamente para los sacerdotes, los reyes de Judá a menudo siguieron los ejemplos de David y Salomón, al llevar a cabo servicios de tipo sacerdotal. Fueron, en efecto, sacerdotes de la realeza en el templo de Salomón.
El período de la monarquía finalmente terminó cuando los babilonios destruyeron Jerusalén y el templo de Salomón en el año 587 o 586 a. C. y llevaron al pueblo al exilio. Pero alrededor del año 515 a. C., durante los esfuerzos de restauración posteriores al exilio, un segundo templo fue construido por los israelitas que regresaron. Por esta época, los profetas Ezequiel y Zacarías anunciaron que Dios había designado a Josué, descendiente de Zadok, como el sumo sacerdote. También anunciaron que Josué serviría junto a Zorobabel, un descendiente de David que dirigiría la restauración.
Lamentablemente, los esfuerzos de Zorobabel y Josué no continuaron por mucho tiempo. Con el tiempo, la mayoría de los sacerdotes y los levitas se apartaron de Dios, así como la mayor parte de la nación. El culto que Israel llevaba a cabo se corrompió, y el juicio de Dios permaneció en el país por cientos de años. Aun así, durante este período, el pueblo de Israel continuó recordando los días de David y Salomón. Los fieles, entre ellos recordaban cuando los reyes y sacerdotes servían a Dios como es debido. Y esperaban un nuevo día en el cual los deberes de la realeza y los deberes sacerdotales serían realizados de manera aún más magnífica que antes y en el que Dios le daría la bienvenida a su pueblo arrepentido a las bendiciones de su presencia especial.
Ya que hemos considerado expectativas que fueron creadas por el desarrollo histórico de la función sacerdotal, estamos listos para ver, cómo ciertas profecías específicas del Antiguo Testamento también crearon expectativas de los futuros sacerdotes.
En esta sección, nos enfocaremos en tres profecías específicas del Antiguo Testamento sobre el oficio de sacerdote. La primera expectativa que vamos a tomar en cuenta es que finalmente habría un gran sumo sacerdote, cuyo servicio no tendría fin.
De diversas maneras, el Antiguo Testamento indica que un día el sacerdocio culminaría en un solo sumo sacerdote que serviría para siempre. Dios había designado a Aarón para ser el sumo sacerdote en los días de Moisés, pero el Antiguo Testamento también aguardaba con interés un momento en el cual este sacerdocio sería superado. Por lo tanto, el sacerdocio de Aarón era provisional, y duraría hasta el día en el que el gran sumo sacerdote llegara. De hecho, la esperanza del Antiguo Testamento era que ambos oficios se unieran en un oficio bajo el gran sumo sacerdote y rey mesiánico.
Quizá la exposición más clara de esta idea puede encontrarse en el Salmo 110:4, en donde leemos estas palabras:
Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec. (Salmo 110:4)
En el contexto de este salmo, Dios prometió que el servicio del Mesías como sacerdote nunca terminaría. Duraría eternamente.
Hebreos 7 retoma esta idea y la vincula directamente con Jesús en su oficio de sumo sacerdote sobre el pueblo de Dios. El mismo capítulo también indica que el sacerdocio permanente de Cristo está implícito, en el hecho de que corresponde al nuevo pacto que Jeremías profetizó en Jeremías 31:31. En ese pasaje, Jeremías indica que la vida en el nuevo pacto sería perfecta y maravillosa.
Por lo que el autor de Hebreos argumenta que este pacto superior requeriría de un mejor sacerdocio que duraría para siempre. Citando el Salmo 110:4, el autor de Hebreos lo dijo así en Hebreos 7:21 y 22:
Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (Hebreos 7:21-22)
En conclusión, el Antiguo Testamento profetizó específicamente que en el nuevo pacto, Dios nombraría un gran sumo sacerdote cuyo servicio no tendría fin. Una segunda expectativa para el oficio de sacerdote, que fue profetizada específicamente en el Antiguo Testamento, era que el gran sumo sacerdote gobernaría como rey.
Como vimos antes, la humanidad sirvió tanto como sacerdote y rey en el Jardín del Edén. Y el propio Melquisedec también sirvió de ambas maneras. Y aunque estos oficios se dividieron más tarde en la historia, el Antiguo Testamento profetizó que finalmente éstos serían reunidos en la persona del Mesías. Veamos el Salmo 110 nuevamente, esta vez, los versículos 2 al 4, donde el Señor hizo esta promesa sobre el futuro Mesías:
Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; Domina en medio de tus enemigos Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec. (Salmo 110:2-4)
Aquí, Dios prometió que el Mesías sería un descendiente de David, que tanto reinaría como un rey y serviría como sacerdote. Esta misma idea se encuentra también en Zacarías 6:13, en donde encontramos esta profecía sobre el futuro Mesías:
Él edificará el templo de Jehová. (Zacarías 6:13)
Según el Antiguo Testamento, una expectativa para el oficio de sacerdote era que el Mesías lo reuniría con el oficio de rey.
La tercera expectativa profetizada específicamente para el oficio de sacerdote era que el mismo pueblo de Dios se convertiría en un reino de sacerdotes.
Como vemos en Génesis 2:15, la humanidad comenzó en el Jardín del Edén, sirviendo en una manera sacerdotal. Por lo tanto, no debería sorprendernos que en nuestra restauración después de la caída en el pecado, la humanidad redimida vuelva a servir nuevamente como los sacerdotes de Dios. De hecho, esto está profetizado específicamente en lugares como Éxodo 19:6 e Isaías 61:6. Ambos pasajes indican que cuando el Mesías reine, el pueblo de Dios le servirá como sacerdote fiel y estará unido como una sola nación o un reino de sacerdotes. Los teólogos a menudo se refieren a esto como el sacerdocio de todos los creyentes. Y el apóstol Pedro indicó que este suceso ya estaba tomando lugar en su propia época. Escuchemos lo que Pedro escribió en 1 Pedro 2:5:
Vosotros también sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2:5)
Como reconciliadores del pacto, los sacerdotes del Antiguo Testamento le recordaban continuamente a su gente la importancia de su relación de pacto con Dios. Y teniendo en cuenta la devastación que el pecado había traído a la creación, el sacerdocio era vital y necesario para el continuo progreso del reino de Dios y para el cumplimiento de sus fines. Sin embargo, estos propósitos no se cumplirían sin la figura sacerdotal fundamental de la historia – el Mesías que el Antiguo Testamento entero anticipó.
Habiendo examinado el trasfondo del Antiguo Testamento para el oficio de sacerdote, estamos listos para pasar a nuestro segundo tema principal: el cumplimiento de la función sacerdotal en Jesús.
Debemos comenzar señalando que los evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento afirman de manera explícita que Jesús cumplió las expectativas del Antiguo Testamento en cuanto a la función sacerdotal. Por ejemplo, en Hebreos 3:1, leemos esta clara afirmación del ministerio sacerdotal de Jesús:
Considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús. (Hebreos 3:1)
Y Hebreos 4:14 lo explica así:
Teniendo un gran sumo sacerdote Jesús el Hijo de Dios. (Hebreos 4:14)
Como nuestro sumo sacerdote, Jesús es quien media entre Dios y nosotros para que podamos ser aceptados en la santa presencia especial de Dios. Él es quien asegura que seamos santos y santificados por Dios de modo que podamos vivir en la presencia de Dios y recibir sus bendiciones del pacto. Estudiaremos el cumplimiento de la función sacerdotal en Jesús tomando en cuenta las mismas categorías que utilizamos para analizar su trasfondo en el Antiguo Testamento. En primer lugar, veremos cómo Jesús cumplió con los requisitos del oficio. En segundo lugar, veremos cómo se llevan a cabo sus funciones. Y en tercer lugar, veremos cómo cumplió con las expectativas del oficio de sacerdote. Veamos primero cómo Jesús cumple con los requisitos para el oficio de sacerdote.
Muchas personas han señalado que Jesús nunca sirvió en el templo u ofició liturgias, y no era descendiente de Aarón. Entonces, ¿por qué los escritores del Nuevo Testamento dicen que Jesús desarrolló funciones y ministerios sacerdotales ¿Y cómo fue incluso calificado para ocupar el oficio de sacerdote? En pocas palabras, Jesús estuvo calificado para el oficio finalmente, porque él es el cumplimiento de la esperanza del Antiguo Testamento de un sacerdote de la realeza, a quien Dios mismo nombraría sobre todos los servicios sacerdotales.
Estudiaremos los requisitos de Jesús como sacerdote en términos de los mismos requisitos para el sacerdocio resaltados en el trasfondo del Antiguo Testamento. En primer lugar, notaremos que Jesús fue nombrado para su sacerdocio por Dios. Y en segundo lugar, veremos que también fue leal a Dios. Veamos primero el hecho de que Jesús fue nombrado por Dios.
Hebreos 5:4 al 10 dice de manera explícita que Dios nombró a Jesús como sumo sacerdote. Escuchemos lo que dice:
Nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote y fue declarado por Dios sumo sacerdote. (Hebreos 5:4-10)
Puesto que Dios lo nombró, Jesús ciertamente cumplió estos requisitos. Al mismo tiempo, debemos reconocer que este nombramiento era algo inusual, debido que Jesús no tenía una genealogía sacerdotal levítica. Como recordaremos, al principio del Antiguo Testamento, Dios permitió que diferentes clases de personas, fueran sacerdotes. Pero hacia el final del Antiguo Testamento, le había dado el sacerdocio sólo a los descendientes de Sadoc. Aun así, el nombramiento de Jesús no es tan inusual como puede parecer a primera vista. En el Jardín del Edén, Adán fue asignado para gobernar sobre la tierra como rey vasallo de Dios. Pero su gobierno fue también un servicio sacerdotal, diseñado para convertir al mundo en un lugar adecuado para la gloriosa presencia de Dios. Así mismo, los oficios de sacerdote y rey estuvieron estrechamente relacionados con los reyes del período monárquico. De la misma manera, Cristo es un sacerdote real. Él gobierna como el perfecto rey vasallo de Dios. Pero su gobierno es también un servicio sacerdotal que nos prepara a nosotros y a la tierra para la gloriosa presencia especial de Dios. De este modo, Cristo realmente cumple con lo que Adán y el resto de sus descendientes fallaron en hacer. Escuchemos la forma en que David habló del gran Mesías en el Salmo 110:1 al 4:
Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; Domina en medio de tus enemigos Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec. (Salmo 110:1-4)
En este pasaje, el Mesías – a quien David llama mi Señor – es descrito con las imágenes reales de la vara de tu poder domina, y sacerdote .
La profecía de David esperaba el día en que uno de sus descendientes se levantara como majestad imperial y cumpliera no sólo con el servicio real, sino con todo el servicio sacerdotal, como Melquisedec lo habia hecho. Esta es la razón por la que Hebreos 7:14 hace hincapié en el hecho de que Jesús es de la tribu real de Judá y no de la tribu sacerdotal de Leví. El hecho de que Jesús era tanto un rey judío como el gran sumo sacerdote es una prueba de que él es el tan esperado hijo de David, el Mesías.
Probablemente mucho de ello se remonta a Génesis 14 y a Melquisedec, quien es descrito como rey y como sacerdote a la vez, porque Abraham hizo sacrificios y Melquisedec recibió aquellos sacrificios como lo haría un sacerdote. Pero al mismo tiempo, él claramente fue rey de Salem. Así que hay mucho que deriva de esto en el resto de la narración bíblica, en la cual algunas veces, reyes y sacerdotes son uno mismo. Es en el Salmo 110 en donde se hace referencia al rey como alguien que ve que se cumpla la justicia. Bueno, esto obviamente tiene vinculados aspectos gubernamentales, pero si alguien está viendo que se cumpla la justicia, también está tomando parte en una función sacerdotal, porque la justicia de Dios es la voluntad de Dios para que todo el mundo sea justo. Y así como el rey participa en eso, incluso cuando haya un sacerdote designado, el rey seguirá funcionando de una manera sacerdotal. Después, cuando se llega a Jesús, tenemos corrientes convergentes, de modo que nos referimos a él como profeta, sacerdote y rey. En el libro de Hebreos, él es el nuevo Melquisedec. Él es la personificación, en el nuevo pacto, de lo que Dios realmente quería del antiguo pacto. [Dr. Steve Harper]
Habiendo visto que Jesús fue nombrado por Dios, estamos listos para ver el hecho de que también cumplió con el requisito de ser leal a Dios.
Como hemos mencionado anteriormente, a los sacerdotes se les exigió que demostraran una medida especial de lealtad a Dios al adorarle y servirle sólo a él, llevando a cabo cuidadosamente las tareas que Dios les asignaba. Una de las principales razones de sus deberes era garantizar que el pueblo de Dios también fuera fiel a Dios, tanto en lo moral como en lo ceremonial, para que pudiera entrar en la presencia especial de Dios sin temor.
Este fue uno de los principales servicios que los sacerdotes proveían. Jesús reunió estos mismos requisitos a la perfección.
Él siempre honró y sirvió a Dios y sólo a Dios. Y siempre obedeció los mandatos del Padre. Y a través de este ministerio sacerdotal, Jesús tiene la autoridad de prepararnos para entrar en la santa presencia especial de Dios.
En sentido general, podemos ver el contenido completo de los cuatro evangelios como prueba de la fidelidad de Jesús a Dios. Él siguió la comisión que le fue dada por su Padre. Él sólo hablaba lo que su Padre le decía e hizo sólo aquellas cosas que había visto hacer a su Padre. Pero también hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que resumen estas ideas de forma explícita, tal como Mateo 26:42; Juan 5:19, 14:31, y el capítulo 17:4; y Hebreos 7:5 al 7.
La perfecta fidelidad de Jesús a Dios es un aspecto fundamental de su éxito como nuestro gran sumo sacerdote. Sólo siendo totalmente fiel a Dios podría hacer a sus seguidores perfectamente santos, para vivir en la santa presencia especial de Dios por toda la eternidad. Y nos encontramos con muchos ejemplos de esto en las Escrituras. Por ejemplo, él oró por nuestra santidad en su oración sacerdotal en Juan 17:19. Y de acuerdo a pasajes como Romanos 15:16 y 1 Corintios 6:11, Dios ya ha respondido a esa oración al vernos santos en su presencia.
Habiendo visto que Jesús reunió los requisitos para el sacerdocio, estamos listos para reflexionar en la forma en que cumplió la función de sacerdote.
Exploremos la función de Jesús como sacerdote viendo las mismas funciones sacerdotales que hemos identificado en el Antiguo Testamento: en primer lugar, liderazgo sacerdotal sobre el pueblo de Dios, en segundo lugar, las ceremonias sacerdotales, y en tercer lugar, la intercesión sacerdotal. Veamos primero cómo Jesús cumplió la función de liderazgo sacerdotal.
Aunque hay muchos aspectos del liderazgo de Jesús que podríamos destacar, nos centraremos en los tres que mencionamos en nuestro estudio del trasfondo del Antiguo Testamento del oficio sacerdotal de Jesús, empezando por el liderazgo que él ofreció en adoración. Como el que iba a ser exaltado como gran sumo sacerdote, Jesús hizo muchas cosas para promover la adoración verdadera y espiritual de la nación de Israel y de sus seguidores. Por ejemplo, en Mateo 21:12 y 13, expulsó a los mercaderes y cambistas del templo, ya que estaban convirtiendo la casa de oración de Dios en una cueva de ladrones.
Pero aún más importante que esto, es que él haya hecho posible que su pueblo se acercara a Dios en el "Lugar Santísimo" del templo celestial. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo y más tarde el templo, eran lugares que el cielo y la tierra cruzaban. Eran lugares especiales en los cuales los fieles se encontraban presentes simultaneamente en la tierra y en la corte celestial de Dios. Pero en el Nuevo Testamento, Jesús tomó esa función. Así, en lugar de ir a un edificio especial para entrar en la corte celestial de Dios, Jesús nos lleva allí personalmente. A través de él, se nos ha aceptado en la santa presencia especial de Dios, donde recibimos la bendición de la comunion con él. Escuchemos lo que Hebreos, capítulo 10:19 al 22 dice al respecto:
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe. (Hebereos 10:19-22)
Jesús también ofreció su liderazgo sacerdotal ofreciendo orientación especial en juicios civiles y rituales.
Por ejemplo, en Mateo 12:1 al 8 Jesús proveyó juicio sacerdotal cuando sus discípulos fueron acusados de no respetar el día de reposo. En Marcos 7:19, él pronunció juicios acerca del ritual de limpieza de la comida. Y después de que sanó al leproso en Mateo 8, proporcionó la declaración sacerdotal de que ese hombre estaba ceremonialmente limpio, y le ordenó llevar el sacrificio adecuado al templo. Aunque Jesús mandó al hombre a mostrarse ante los sacerdotes, esto no fue con el propósito de pedirles que juzgaran su condición, más bien, según Mateo, 8:4, era para que fuera testimonio del poder y la autoridad de Jesús.
El tercer tipo de liderazgo sacerdotal que hemos mencionado es la enseñanza. Y Jesús también realizó esta función. Ahora bien, es cierto que Israel tenía muchos diferentes tipos de maestros. Los profetas eran maestros que proclamaban el pacto y la voluntad de Dios. Los padres enseñaban a sus hijos. Los rabinos y los ancianos enseñaban a sus comunidades. Los sacerdotes, sin embargo, estaban especialmente preocupados por la enseñanza de arrepentimiento y fidelidad para que el pueblo de Dios fuera recibido en su presencia especial. Vemos un ejemplo de esto en Nehemías 8. Y la enseñanza de Jesús sirve a menudo esta función sacerdotal, también. Por ejemplo, en el Sermón del Monte en Mateo capítulos 5 a 7, Jesús explicó la verdadera intención y la aplicación de la ley de Dios con el fin de guiar a los que le oían a ser fieles al pacto. Y tanto el arrepentimiento como la fe eran letanías en su enseñanza regularmente, como podemos ver en pasajes como Mateo 4:17, Lucas 5,:32, y Juan 14:15 al 24.
Ahora que hemos visto que Jesús cumplió con la función sacerdotal de liderazgo, veamos la forma en que también cumple con su función sacerdotal con respecto a las ceremonias.
Sin lugar a dudas, la muerte de Jesús en la cruz fue el mayor aspecto ceremonial de su ministerio sacerdotal. Jesús mismo participó en las ceremonias de Israel. De hecho, algunas de éstas son mencionadas en el evangelio de Juan. Sin embargo, ninguna logró la redención del pueblo de Dios, excepto el sacrificio de Jesús en la cruz. Sin lugar a dudas, la crucifixión de Jesús fue el mayor aspecto ceremonial de su ministerio sacerdotal. La Ley de Moisés requiere la obediencia de Israel, pero como Dios sabía que Israel seguiría desobedeciéndolo, Dios ordenó a Israel que le ofreciera sacrificios para expiar sus pecados. Pero a pesar de lo importante que eran estos sacrificios, éstos tenían que ser ofrecidos a Dios repetidamente, año tras año, y ninguno de ellos quitó totalmente el pecado de Israel. Entonces, Jesús vino y se ofreció a sí mismo como el sacrificio perfecto por el pecado. Su sacrificio expiatorio logró la redención de una forma que los sacrificios de Israel nunca pudieron. Y así Jesús cumplió las expectativas sacerdotales de Israel de una vez por todas en su sacrificio por el pecado.
Los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el día en que habría un sacrificio que quitaría el pecado de una vez por todas.Y el papel de Jesús en la cruz es descrito por la Biblia como un sacrificio por el pecado, pero también como el acto de Jesús mismo, como sacerdote, ofreciendo el sacrificio. En cierto sentido, él cumple ambas funciones. Él proporciona al cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Pero Jesús también es el sacerdote que, en cierto sentido, se está ofreciendo a sí mismo como el sacrificio que terminaría el resto de los sacrificios. [Dr. Simon Vibert]
La relación entre la muerte de Jesús y los sacrificios del Antiguo Testamento se podría desarrollar de varias maneras. Fundamentalmente, los sacrificios del Antiguo Testamento deben ser colocados en el antiguo pacto que Dios hizo con la nación de Israel. El sistema de sacrificios era el medio por el cual se eliminaba el pecado del pueblo, la ira de Dios se retrasaba, había relación entre Dios y su pueblo. Nosotros decimos que tales sacrificios eran modelos, patrones, iban hacia algo más grande. Incluso en el Antiguo Testamento varias veces se da a entender que ofrecer un animal nunca será suficiente para quitar el pecado. Nunca se supuso que esto sería lo que quitaría el pecado finalmente. Era el modelo de algo más grande. Sin embargo, apunta hacia el sacrificio de Cristo en donde él, al igual que el sacrificio, es nuestro sustituto. Él es el que toma nuestro lugar. Él es el que lo hace de una manera mucho mayor porque él es humano. Él toma nuestra humanidad. Los sacrificios de animales no lo hicieron. Sin embargo, él también es Dios Hijo, Dios el Hijo encarnado, por lo que ahora cumple sus propios requisitos de quitar nuestro pecado, levantándose como nuestro representante, nuestro sustituto, nuestro sacerdote. Y cumple con todo lo que esos sacrificios modelaban, nos restaura para tener una relación con Dios, y nos lleva nuevamente a cómo Dios nos hizo originalmente, su pueblo, viviendo para él, sirviéndole, llevando a cabo nuestro papel y nuestro deber como seres hechos a su imagen en este mundo. [Dr. Stephen Wellum]
Como vimos anteriormente, los sacerdotes del Antiguo Testamento eran responsables de una variedad de ofrendas, incluyendo ofrendas por el pecado, como acción de gracias y de comunión. Y en su muerte en la cruz, Jesús ofreció el sacrificio único que es la base meritoria de todos los sacrificios que se han ofrecido a lo largo de la historia. Cada ofrenda expiatoria sólo anunciaba la ofrenda que Jesús dio al morir en la cruz. Esta verdad se enseña en pasajes como Romanos 3:25 y 8:3, y 1 Juan 2:2 y 4:10. Como un ejemplo, escuchemos lo que dice Hebreos 10:1 al 4:
La ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. (Hebreos 10:1-4)
Los sacrificios del Antiguo Testamento, beneficiaron a los adoradores de Dios no en base de los propios sacrificios, sino en las maneras en las que anticipan el sacrificio especial que Cristo finalmente haría en la cruz. Por otra parte, el beneficio que proporcionaban estuvo incompleto hasta el momento en que Jesús ofreció el sacrificio al que todos los otros sacrificios señalaban. Por ello, los sacrificios del Antiguo Testamento no fueron capaces de quitar el pecado de forma permanente. Eran simplemente el medio por el cual Dios posponía su ira y ejercía su paciencia hasta el momento en que Jesús muriera en la cruz. Jesús no sólo era aquello que todas las ofrendas expiatorias anteriores habían señalado. También era la expiación final. Ahora que la ¬ofrenda expiatoria se ha cumplido en Jesús, ya no hay ninguna razón para ofrecer más. Esta es la razón por la cual los cristianos no presentamos las ofrendas expiatorias descritas en el Antiguo Testamento. No es porque creamos que son innecesarios. Por el contrario, sabemos que la expiación es absolutamente necesaria. La razón por la que no presentamos ofrendas para la expiación es que creemos que el sacrificio único de Jesús ha cumplido completamente con la necesidad de la expiación de los pueblos fieles de Dios en todas las épocas. Y gracias a este acto, se ha asegurado nuestra santidad, haciéndonos capaces de habitar en la santa presencia especial de Dios. Como leemos en Hebreos 10 versículo10:
Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. (Hebreos 10:10)
El sacrificio de Jesús marcó el comienzo de la nueva era del reino de Dios; fue el principio del final del exilio y el juicio del pueblo de Dios. Este sacrificio hizo posible que el perdón de Dios fuera accesible de manera directa a todas las naciones de la tierra. Pero también marcó el fin de la paciencia y la tolerancia de Dios hacia muchos no-creyentes. Como leemos en Hechos 17:30, antes del sacrificio de Cristo, Dios había sido lento para traer juicio contra aquellos que eran ignorantes de la verdad. Pero el sacrificio de Cristo anunció la verdad de una manera que hizo a la ignorancia mucho menos perdonable. Como resultado, Dios comenzó a llevar el juicio contra los pecadores con mayor frecuencia y gravedad al no arrepentirse ante la predicación del evangelio.
Algunos escépticos ven la muerte de Jesús como el trágico final de una carrera errónea. Pero para los creyentes, la muerte de Cristo fue intencional, significativa, y redentora. Y parte de nuestra manera de entender la misteriosa dinámica de la cruz, es que se trata de un cumplimiento del modelo, o motivo antecedente, del sacrificio del Antiguo Testamento. Ahora bien, hay muchas personas a quienes les parece incómodo cualquier requerimiento de sangre. Parece tan primitivo, tan inaceptable para la gente más ilustrada y civilizada. Creo que es importante darnos cuenta de que Dios no es un vampiro cósmico que requiere la sangre para aliviar sus necesidades. El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, era audaz, brutal, y fuerte, todo esto para subrayar la gravedad del pecado por el cual se hace el sacrificio. El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento era un recordatorio para los pueblos antiguos de que el pecado debe ser abordado con el fin de restaurar, por así decirlo, la simetría moral del universo de Dios. Y Jesucristo viene como el cumplimiento de esa necesidad, de tal manera que las exigencias de la justicia de Dios y la simetría moral del universo son satisfechas por un acto de amor abnegado sin precedentes. El Antiguo Testamento apunta a, y se cumple en, Cristo, aún en los detalles del antiguo sistema de sacrificios. [Dr. Glen Scorgie]
Después de haber visto cómo Jesús cumplió su función sacerdotal a través del liderazgo y de las ceremonias, veamos cómo se cumplió la función sacerdotal de la intercesión.
Anteriormente en esta lección, hemos dicho que la intercesión es la mediación o petición a favor de otra persona. Esta es una de las cosas que caracteriza el ministerio terrenal de Jesús, y que sigue caracterizando su ministerio en el cielo.
Tengo un amigo que me ha preguntado: "Si Jesús nos lleva a Dios, ¿por qué lo todavía necesitamos?, ¿Por qué no simplemente prescindimos de él, ahora que nos ha llevado de vuelta a Dios, y solamente le oramos al Padre? Realmente ya no necesitamos a Jesús." Bueno, esta noción no cubre el papel permanente de Jesús. Debido a que el Nuevo Testamento dice que él es el único mediador entre Dios y el hombre en tiempo presente, Jesús vive por siempre para interceder por nosotros. Eso no significa que la obra expiatoria de Jesús en la cruz no haya sido suficiente. Sin duda, la obra expiatoria de Jesús sirve de una vez por todas, es completa, no se le necesita añadir nada. Jesús sigue teniendo un papel personal, continuo, relacional que desempeña en nuestras vidas como nuestro abogado, mediador y representación. Él es nuestro abogado, que a diario se presenta delante del gran juez y defiende nuestro caso. Las buenas noticias son que a causa de su obra expiatoria, él nunca pierde. Siempre está apelando, basado en su obra perfecta y terminada, en su papel de intercesor como nuestro gran sumo sacerdote, siempre con éxito y eficaz. La obra está en curso, es relacional y dinámica. Así Jesús, basado en su obra expiatoria terminada, continúa como nuestro mediador y nuestro intercesor, como nuestro gran sumo sacerdote. [Dr. K. Erik Thoennes]
Uno de los ejemplos más explícitos de la obra intercesora de Jesús en la Biblia, es la oración que hizo por sus discípulos en la noche de su arresto y juicio, registrada en Juan 17. De hecho, a esta oración a menudo se le llama la Oración Sumo Sacerdotal de Jesús. En esta oración, Jesús incluyó muchas peticiones de los apóstoles. Y en Juan 17:20 y 21, también oró en nombre de aquellos que se convertirían en sus discípulos a través de su ministerio de evangelización. Jesús continuó su obra de intercesión en su muerte en la cruz, en la cual medió entre Dios y la humanidad de la manera más eficaz posible. Y ahora que ha ascendido al cielo, se nos dice que continúa intercediendo por nosotros en el templo celestial mediante la presentación de su propia sangre en el altar y suplicándole al Padre por nosotros. Como leemos en Hebreos 7:24 y 25:
[Jesús] por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:24-25)
Nuestra salvación está asegurada permanentemente porque Jesús, nuestro sumo sacerdote, está constantemente intercediendo por nosotros, pidiéndole al Padre que acepte el mérito de la muerte del Hijo como pago por todos los pecados que cometemos.
Jesús cumplió perfectamente la función de sacerdote del Antiguo Testamento. Proveyó liderazgo, realizó ceremonias - incluyendo la ceremonia más importante de todos los tiempos, su sacrificio en la cruz - y ofreció interceder por su pueblo. De hecho, él sigue llevando a cabo estas funciones básicas hoy en día, a través de su iglesia y a través de su obra sumo-sacerdotal, en las cortes celestiales. Así que, como sus seguidores, es nuestra responsabilidad reconocer y confiar en Jesús como nuestro único acceso al Padre, y someternos a su ministerio mientras él nos prepara para entrar en la santa presencia especial de Dios. Tomando en cuenta los requisitos y las funciones de Jesús como sacerdote, veamos cómo cumplió con las expectativas del oficio sacerdotal del Antiguo Testamento.
Como vimos anteriormente en esta lección, el desarrollo histórico del oficio sacerdotal, creó la expectativa de que en el futuro, el oficio del sacerdote seguiría mediando entre Dios y su pueblo, para que las personas pudieran ser aceptadas en la santa presencia especial de Dios. Y ya hemos observado que Jesús cumplió las expectativas realizando las funciones del oficio de sacerdote. Por lo tanto, en esta sección de nuestra lección, vamos a centrar nuestra atención en la forma en la que Jesús cumplió las profecías específicas del Antiguo Testamento acerca del futuro de la función sacerdotal.
Nuestra exposición de este tema se dividirá en tres partes. En primer lugar, veremos la profecía referente al gran sumo sacerdote. En segundo lugar, estudiaremos la profecía acerca de este gran sacerdote que sirvió como rey. Y en tercer lugar, veremos la profecía en la que el pueblo de Dios se convertiría en un reino de sacerdotes. Empecemos viendo cómo Jesús cumplió la profecía del gran sumo sacerdote.
De varias maneras, a veces de forma explícita, el Antiguo Testamento predijo que habría un futuro gran sumo sacerdote que daría paso a la era mesiánica, y que sería de hecho el mismísimo Mesías. De acuerdo al Salmo 110, este gran sumo sacerdote sería de la "orden de Melquisedec," lo que significa que no descendería de Aarón. También serviría en su oficio para siempre, lo que significa que la muerte no podría evitar que él cumpliese su función. Y de acuerdo al autor de Hebreos, todas estas profecías se cumplieron en Jesús. Hebreos 7:21 y 22 cita el Salmo 110:4, y comenta alrededor de éste de esta forma:
Juró el Señor y no se arrepentirá: Tu eres sacerdote para siempre. Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (Hebreos 7:21-22)
El autor de Hebreos dijo que cuando Dios juró que el Mesías sería un sacerdote para siempre, dejó claro que el futuro gran sumo sacerdote sería el Mesías que traería el nuevo pacto. Y de acuerdo con este mismo pasaje en Hebreos, Jesús es el gran sumo sacerdote. De hecho, Hebreos menciona, al menos diez veces, el papel de Jesús como el gran sumo sacerdote que fue profetizado. También se refiere regularmente a Jesús como "Cristo" o "Mesías" y dice explícitamente que él es el que trajo el nuevo pacto en los capítulos 8, 9 y 12. Más que cualquier otro libro del Nuevo Testamento, la carta a los Hebreos demuestra, más allá de toda duda, que Jesús cumple la expectativa del Antiguo Testamento de sumo sacerdote. La segunda expectativa del Antiguo Testamento que Jesús cumplió fue que el gran sumo sacerdote también gobernaría como rey.
Hemos visto que desde la época de Adán hasta la época de Abraham, los oficios de sacerdote y rey solían estar unidos en la misma persona. Y a pesar de que se separaron en la época de la monarquía de Israel, el Antiguo Testamento profetizó que en última instancia, éstos se reunieron en la persona del Mesías. Se ha afirmado esto en el Salmo 110:2 al 4, como en Zacarías 6:13. Y como hemos visto en esta lección, cuando Jesús vino como el Mesías, tomó tanto el oficio de rey como el oficio de sumo sacerdote. Esto es afirmado en pasajes como Marcos 8:29; Lucas 23:3; y Hebreos 8 y 9. Antes de que Jesús viniera, el sacerdocio Aarónico había servido al pueblo de Dios por más de 1000 años. Sin embargo, este ministerio siempre había apuntado más allá de sí mismo, a la venida del Mesías, en la que se desempeñaría como sacerdote y rey al mismo tiempo. En efecto, de acuerdo a Hechos 6:7, muchos de los sacerdotes en Jerusalén e Israel reconocieron a Jesús como el Mesías y se convirtieron en sus seguidores. Como Jesús no estableció un sacerdocio independiente ni confirmó el ministerio perpetuo del templo, ni el sacerdocio de Aarón, el apoyo que recibió de los sacerdotes israelitas indica que estos sacerdotes comprendían la enseñanza del Antiguo Testamento referente a la llegada del Mesías, que reuniría en su persona tanto el oficio de sumo sacerdote como el de rey. Y como hemos visto, eso es exactamente lo que Jesús hizo.
La tercera expectativa, específicamente profetizada, que el sacerdocio de Jesús cumplió, fue que el gran sumo sacerdote guiaría al pueblo de Dios a convertirse en un reino de sacerdotes.
Ya hemos visto que Éxodo 19:6 e Isaías 61:6 predijeron una época en la que el pueblo de Dios se convertiría en una nación o un reino de sacerdotes. Todos ellos servirían en la santa presencia de Dios, desarrollando las tareas que él les asignó, ofreciendo sacrificios de alabanza y obediencia, y realizando otras funciones sacerdotales. Y, es significativo que en el sermón de Jesús, registrado en Lucas 4, el Señor citó Isaías 61 y afirmó, que él era su cumplimiento. De esta manera, Jesús dio a entender que él mismo convertiría al pueblo de Dios en un reino de sacerdotes. Y de acuerdo a otras partes del Nuevo Testamento, eso es precisamente lo que hizo. Por ejemplo, en 1 Pedro 2:5 Pedro se refirió a la iglesia como un "sacerdocio santo". Y en el versículo 9, la llamó "real sacerdociol". Y nos encontramos con la misma idea en Apocalipsis 1:6: 5:10, y 20:6. Como un ejemplo, escuchemos las siguientes palabras de Jesús en Apocalipsis 1:6:
Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre. (Apocalipsis 1:6)
Como el Mesías, Jesús es el sumo sacerdote que gobierna como rey, y designa a todos sus seguidores para servir en su reino como sacerdotes.
Una de las cosas que aprendemos en el Antiguo Testamento es que las figuras religiosas claves eran los sacerdotes. Nos encontramos en el Nuevo Testamento que no sólo un subconjunto de cristianos son sacerdotes, sino que todos los creyentes lo somos. Esta verdad se suele plasmar en la conocida frase: el sacerdocio de todos los creyentes. Lo que se quiere destacar, es que todos los cristianos somos llamados y capacitados para ministrar, para ser las manos, el corazón, las piernas de Jesús, el cuerpo de Cristo. Ahora bien, ésta es una verdad muy poderosa. Una de las consecuencias dramáticas históricas al entender esta maravillosa verdad, es que ya nadie necesita considerar a otro ser humano un conducto, o mediador entre ellos y Dios. Cualquier estructura que ponga un intermediario entre nosotros y Dios está llena de oportunidades para el abuso, el control social y la esclavitud. Así que esta es una verdad muy poderosa, dignificante y liberadora, es una verdad que no socava en modo alguno la verdad complementaria de que Dios le ha regalado a su cuerpo una diversidad de dones, y que entre esos dones, uno de los que yo he llegado a apreciar, es el don pastoral. El don pastoral requiere un corazón especial. Requiere el corazón y las habilidades para pastorear. Para orientar, animar, consolar. Esto no es ponerse entre una persona y su Dios. No es socavar el derecho de interpretar las Escrituras y de que Dios ilumine su mente para hacer un buen trabajo y disciplinarse para esta tarea. Sino que es una gracia ofrecida a nosotros, para ayudarnos en el camino, en el que cada uno de nosotros, es un sacerdote, y para que cada uno de estos sacerdotes valore y atesore el cuidado pastoral. [Dr. Glen Scorgie]
El cumplimiento de la función sacerdotal de Jesús nos recuerda algo muy importante. Los propósitos originales de Dios en la creación se han complicado por el pecado, pero nunca han sido abrumados por el pecado. La misma llegada de Jesús y su cumplimiento exacto de los requisitos sacerdotales muestran su fidelidad a la bondad del plan de Dios. Su consolidación del oficio y su significado último demuestran su carácter central en el avance del plan de Dios. Y como gran sumo sacerdote, que gobierna como rey, Jesús cumple los aspectos originales y esperados del ministerio sacerdotal. Así que, como su pueblo, tenemos gran razón para honrar, adorar y confiar en Jesús, sirviéndole con lealtad como sacerdotes de su reino.
Hasta este punto hemos explorado el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de sacerdote, y su cumplimiento en Jesús. Ahora, estamos listos para considerar la aplicación moderna del sacerdocio de Jesús. ¿Qué implicaciones tiene el papel de Jesús como nuestro gran sumo sacerdote para nuestras vidas hoy en día?
Una forma práctica de abordar la aplicación moderna de la obra sacerdotal de Cristo se puede encontrar en el Catecismo Menor de Westminster, respuesta número 25, que dice:
Cristo ejecuta el oficio de Sacerdote, en haberse ofrecido a sí mismo, una sola vez, en sacrificio para satisfacer las demandas de la justicia Divina, reconciliarnos con Dios; y en interceder continuamente por nosotros.
En esta respuesta, el Catecismo resume la obra sacerdotal de Cristo en términos de su ministerio hacia los creyentes. Y menciona al menos tres aspectos de este trabajo. Primero, habla del ministerio de Cristo del sacrificio de sí mismo. En segundo lugar, dice que su ministerio de sacrificio, realizado una sola vez por todas, efectúo la reconciliación entre los creyentes y Dios. Y en tercer lugar, enumera su continua intercesión entre los creyentes y Dios.
Nuestra considereación de la aplicacion moderna del oficio de sacerdote de Jesús seguirá el énfasis del Catecismo Menor de Westminster. En primer lugar, veremos el sacrificio de Cristo. En segundo lugar, nos enfocaremos en su obra de reconciliación.
Y en tercer lugar, consideraremos la aplicación de la intercesión de Cristo. Reflexionemos primero en su sacrificio.
Examinaremos la aplicación del sacrificio de Cristo, considerando tres respuestas que debemos tener: confianza en él para la salvación; servicio fiel a él y a los que ama; y adoración. Comencemos viendo el tema de la confianza.
Las Escrituras enseñan que el sacrificio de Jesús en la cruz, es la única base efectiva para el regalo de la salvación de Dios. Cristo murió en la cruz para salvar a los pecadores. Él propició que Dios satisfaciera la justicia y la ira de Dios, con el fin de expiar, o quitarnos, la culpa de todos los que tenemos fe en él .
Y esa fe es fundamental. Para poder recibir el perdón de los pecados que Cristo ofrece, tenemos que confiar en él, y solamente en él. Tenemos que creer que él es el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados, y que somos perdonados sólo por el sacrificio que él ofreció por nosotros. Las Escrituras hablan de esta verdad en pasajes como Juan 20:31, Romanos 10:9 y 10, y 1 Juan 4:14 al 16 .
Los seguidores de Cristo debemos confiar en que nuestra salvación se basa en el sacrificio de Jesús, y que es efectiva sólo a causa de su obra. Nadie más puede salvarnos.
Como Pedro predicó en Hechos 4:12:
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
No podemos ganar la salvación. Ninguna iglesia o santo puede dárnosla. Tenemos que confiar sólo en los méritos de Cristo y en su sacrificio para salvarnos solamente.
Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús solamente, podemos tener confianza y gozo ante Dios. Jesús hizo fielmente todo lo que el Padre le mandó. Y podemos estar seguros de que va a hacer fielmente todo lo que nos ha prometido a nosotros también.
Como leemos en Hebreos 10:19 al 22:
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe. (Hebreos 10:19-22)
La esperanza que se ha mencionado aquí podría llamarse confianza también. Es la firme creencia de que el sacrificio de Jesús es suficiente para expiar nuestros pecados, y que no hay forma en que éste puede fallar en salvarnos.
Una de las señales de que somos salvos es que nos sentimos salvos. Tenemos la sensación de ser parte de la familia de Dios. La Biblia dice que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y así, los verdaderos hijos de Dios nos sentimos adoptados. Pero eso no significa que no podamos tener fluctuaciones en el grado de certeza o seguridad acerca de nuestra salvación. Queremos incrementar esa seguridad, pero, sin duda, puede ir y venir conforme pasan los años. Tenemos que tratar de entender el evangelio, predicarlo a nosotros mismos todos los días, para que podamos entender lo que Jesús ha hecho por nosotros cuando tomó nuestro lugar, y ayudarnos unos a otros. Eso es lo que hacemos en la comunión, nos ayudamos unos a otros a estar más seguros de nuestra adopción, de nuestra salvación, de nuestro perdón, de que el Espíritu Santo, nos ayuda con la predicación de la palabra, a crecer en nuestra confianza en Cristo y en lo que él ha hecho por nosotros. La seguridad de la salvación, va y viene en el día a día, pero debe haber un crecimiento continuo conforme pasa el tiempo. [Dr. K. Erik Thoennes]
¿Pueden los verdaderos creyentes dudar de su salvación? Por supuesto. Y uno ve ejemplos de ello en las Escrituras. Se ve en el caso de Elías sentado debajo del enebro, se ve en David en algunos de sus Salmos de enorme lamento, al hacer preguntas con respecto a su relación con Dios. Creo que se ve en la biografía de Pedro, tal vez inmediatamente después del episodio de la negación, cuando sale y llora. Los verdaderos creyentes pueden dudar de su salvación. Nuestra salvación no depende de la seguridad que tenemos en ser salvos. A veces, en los círculos evangélicos, tendemos a tomar esa dirección. Le pedimos a la gente dar su testimonio – Yo tengo un testimonio, mi conversión fue como la de Pablo – por el hecho de que fue repentina y dramática. Podría dar la hora y el minuto exacto si es necesario. Un día yo no creía que Jesús existía, ni me importaba, y después de 24 horas yo ya creía que él era el Hijo de Dios y mi salvador. Pero yo soy salvo por gracia mediante la fe en la obra terminada y los méritos de Cristo solamente y no por la seguridad que tengo de ello. Hay todo tipo de cosas que pueden robarnos nuestra garantía. Sucesos repentinos y oscuros, como cuando la mujer o el hombre que uno más ama en el mundo se va con el Señor, eso nos puede sacudir. Algunas personas tienden a ver el vaso medio vacío en vez de lleno. Son personas que hacen muchas preguntas. Todos conocemos a los pesimistas del mundo, y creo que probablemente soy uno de ellos, que tiende a hacer preguntas de esa naturaleza. Hay factores, factores divinos, la Confesión de Westminster, por ejemplo, en el siglo 17 sugiere que a veces Dios retira la luz de su rostro de nosotros, alejándose con el fin de hacer que queramos más de él, que el simple hecho de extrañarlo crezca en nosotros y así, en última instancia, afirme nuestra fe. Eso nunca es una experiencia agradable. Pero los padres a veces hacen eso. Retiran sus manos de un niño que está empezando a caminar. Están ahí, listos para agarrarlo si se cae, pero están solos, por su cuenta, por un segundo. Y Dios hace algo así con nosotros, por lo que lo anhelamos y crecemos como consecuencia. [Dr. Derek Thomas]
Ahora que hemos considerado la confianza como respuesta al sacrificio de Cristo, reflexionemos en el servicio que su sacrificio debe inspirarnos a prestar.
La Biblia enseña que el sacrificio que Jesús realizó por nosotros debe inspirarnos a servirle fielmente. A lo largo de Romanos 6, Pablo dejó claro que debido a que Jesús murió para salvarnos, estamos obligados a amarle y obedecerle. Él murió para darnos nueva vida - vida que está libre del dominio del pecado. Y una manera en la que debemos expresar nuestro agradecimiento por esta salvación es luchando contra el pecado en nuestras vidas, negándonos a someternos a él de nuevo. Como Pablo escribió en Romanos 6:2 al 4:
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Romanos 6:2-4)
Una de las razones por las que Jesús murió es para que pudiéramos estar libres del dominio del pecado. Y la única respuesta apropiada a tal sacrificio es vivir de una manera que le agrade. Las Escrituras también mencionan muchas otras maneras en que podemos servir a Cristo a la luz de su sacrificio. Obviamente, debemos seguir el ejemplo de Cristo, estando dispuestos a sufrir y hasta morir por sus propósitos. De hecho, pasajes como Hechos 5:41 y Filipenses 1:29 indican que es un gran honor y una bendición cuando sufrimos por causa de Cristo.
Y la Biblia también nos anima a servir a Cristo mediante el sacrificio de nosotros mismos por la misma gente por la que Jesús murió. Nos enseña a ser pacientes y compasivos unos con otros en Efesios 4:32 hasta el capítulo 5:2. Se nos enseña a renunciar a nuestras libertades por el bien de los más débiles en la fe en Romanos 14 y 1 Corintios 8. E incluso nos manda a dar nuestras vidas, tal como lo hizo Cristo, por el bien de los demás creyentes. Como Juan escribió en 1 Juan 3:16:
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Juan 3:16)
El sacrificio que Jesús hizo, que fue una vez y para todos los tiempos que consistió en la expiación en la cruz. Fue completamente suficiente para los fines previstos, es decir, tomó sobre sí mismo el justo castigo de Dios por los pecados. Nunca podríamos expiarlos por nosotros mismos, y mucho menos por medio de otro ser humano. Sin embargo podemos seguir el ejemplo de Jesús, entregando nuestras vidas por el bien de los demás.
Y si es que deberiamos estar dispuestos a morir por ellos, entonces también debemos estar dispuestos a hacer sacrificios menores para ellos, empezando con nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra comodidad y nuestras posesiones con el fin de servirles.
Es fácil hablar de lo importante que es amar a los demás y sacrificarse por ellos. Pero a veces es difícil seguir adelante con estas ideas. Para amar bien a la gente, tenemos que sacrificar cosas que a menudo son muy queridas por nosotros, nuestro tiempo, nuestra economía y nuestra comodidad. Éstos son sólo algunos de los sacrificios necesarios para amar a los demás. Es muy difícil para nosotros valorar el reino de Dios y su justicia más que nuestras propias comodidades.
Pero cuando no lo hacemos no entendemos una verdad importante: ganamos más ofreciendo estos sacrificios que los sacrificios mismos. Ganamos la oportunidad de adorar a Dios y ver su reino extenderse en el mundo en la forma en que damos de nuestras vidas por el bien de los demás.
Ahora que hemos considerado la confianza y el servicio como dos aplicaciones modernas del sacrificio de Cristo, centremos nuestra atención en la adoración.
Como cristianos, nos encontramos a menudo motivados a adorar a Jesús, cuando pensamos en lo que hizo por nosotros en la cruz. Su sacrificio desinteresado inspira, a nuestro corazón a alabarle por el gran amor que nos mostró. Y nos mueve a darle gracias una y otra vez por las increíbles bendiciones de la salvación que él pagó por nosotros.
Y el sacrificio de Jesús también debe motivarnos a adorar al Padre y al Espíritu. Después de todo, de acuerdo a pasajes como Juan 14:31, el sacrificio de Jesús fue el plan del Padre. Y Hebreos 9:14 nos enseña que Jesús ofreció su sacrificio a través del poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, el Padre y el Espíritu merecen la misma alabanza y adoración que le damos a Jesús.
Y además de motivarnos a la adoración, el sacrificio de Jesús también nos sirve como modelo para la adoración. Escuchemos lo que Pablo escribió en Romanos 12:1:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)
Este pasaje plantea naturalmente dos preguntas. En primer lugar, ¿Cómo es que la muerte de Jesús en la cruz es un acto de adoración? Y en segundo lugar, ¿Cómo podemos modelar nuestra propia adoración? En respuesta a la primera pregunta, la muerte de Jesús en la cruz fue un acto de adoración porque cumplió con los tipos del Antiguo Testamento y presagió lo establecido por los sacrificios en el Antiguo Testamento. En éste la adoración de Dios se centró en el sacrificio. En Hebreos 9 se nos enseña que el sacrificio de Jesús fue la sustancia a la que todos los sacrificios del Antiguo Testamento apuntaban. También dice que Jesús no fue sacrificado pasivamente por nosotros. Más bien, él se sacrificó activamente a sí mismo. Él era el sumo sacerdote que siguió las normas de adoración del antiguo pacto, y se presentó a Dios como un acto de adoración sacrificial. Y por esta razón, nuestros actos de sacrificio constituyen también una adoración.
Pero ¿Cómo podemos seguir el modelo de Jesús en nuestro sacrificio? ¿Qué clase de actos sacrificiales debemos ofrecer? Pues bien, las Escrituras indican muchas cosas qué podemos hacer y que cuenta Dios como sacrificio. Como ya hemos visto, Romanos 12:1 dice que una manera de imitar el sacrificio de Cristo es ofrecer nuestros cuerpos a Dios. Pero el versículo 2 continúa explicando el significado de esto: No debemos conformarnos con el comportamiento del mundo, sino que debemos dejar que nuestras mentes renovadas en Cristo nos lleven a nuevos patrones de comportamiento. Debemos abstenernos de usos pecaminosos de nuestro cuerpo, y comportarnos de nuevas maneras que honren a Dios.
Efesios 5:1 y 2 enseña que una segunda manera de imitar el sacrificio de Cristo es viviendo una vida de amor. La muerte de Jesús en la cruz es el máximo acto de amor. Por lo tanto, cuando somos bondadosos y compasivos unos con otros, estamos siguiendo el modelo del sacrificio del amor de Cristo en nuestras propias vidas.
Y Filipenses 4:18 sugiere una tercera forma en la que podemos adorar a Dios a través del sacrificio: dando nuestro dinero, recursos y tiempo para ayudar a otros creyentes. Pablo dijo que los regalos de los filipenses a él eran ofrendas y sacrificios a Dios, porque eran costosos para los filipenses y porque beneficiaban a quienes Dios ama.
Ahora, claro está, estas sugerencias no agotan las posibilidades de cómo adorar a Dios a través del sacrificio. Pero son un buen punto de partida para nosotros al intentar seguir los pasos de Jesús al adorar a Dios a través del sacrificio amoroso.
Ahora que hemos visto algunas maneras en las que podemos extraer aplicaciones prácticas del sacrificio de Jesús, estamos listos para ver cómo su reconciliación sacerdotal debería impactar nuestras vidas.
Veremos la aplicación moderna de la reconciliación sacerdotal de Jesús de tres maneras: En primer lugar veremos que ésta nos pone en paz con Dios. En segundo lugar, veremos la unidad que fomenta. Y en tercer lugar consideraremos la misión que nos asigna. Veamos primero nuestra paz con Dios.
Cuando Jesús nos reconcilia con Dios, él hace la paz entre nosotros y Dios. Antes de esta reconciliación, nuestra rebelión contra Dios nos había hecho sus enemigos, como leemos en pasajes como Romanos 5:10 y Efesios 2:2. En ese momento, nos merecíamos la justicia y la ira de Dios. Pero para reconciliarnos con Dios, Jesús puso fin a esta enemistad. Satisfizo la ira de Dios, e hizo la paz entre nosotros. Ahora, en lugar de ser enemigos de Dios, somos hijos que él ama y ciudadanos fieles en su reino.
Y esto significa que no tenemos que temer a Dios de la manera en que tememos a los enemigos. Nunca debemos pensar que nos quiere destruir. Nuestras vidas están escondidas en Cristo, para que la misma paz que existe entre Dios Padre y Dios Hijo también exista entre nosotros y Dios. Y este tipo de paz debe mover nuestros corazones a alabar, nuestras manos a actuar, y nuestras mentes a conocer y entender más y más acerca de nuestro gran Dios. Escuchemos la manera en que Pablo habló de esto en Colosenses 1:19 al 22:
Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas haciendo la paz mediante la sangre de su cruz erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él. (Colosenses 1:19-22)
La pregunta de si "tenemos paz en Dios" es muy, muy clara. ¿Por qué entonces Dios disciplina a sus hijos o creyentes? Creo que la respuesta es simple: porque nos ama. Tener paz con Dios significa que somos llevados nuevamente a tener una relación con él. Fuimos creados para conocer a Dios, para servirle, amarle, obedecerle, a conocerle de una manera íntima. Y nuestro pecado nos separa de esto. La salvación que nos trae de regreso, la paz, la reconciliación, otras imágenes que transmiten lo que es la salvación, de modo que ahora estamos en relación con él. Cuando pecamos, nos ama tanto que no deja que sigamos nuestro propio camino. Nos jala hacia atrás. Nos disciplina. Es decir, la imagen que se usa en las Escrituras es como la de un padre y un hijo. Así que en el caso de mis hijos, no me estaría haciendo cargo de ellos, no los estaría amando, si dejo que ellos hagan cosas que les hacen daño, que hagan cosas que los apartan de lo que yo les he mandado. Nuestro Padre en el cielo, por medio de nuestro Señor Jesucristo, nos disciplina para que ahora seamos formados a la imagen de Cristo. Esto es para nuestro bien. Así que si no experimentamos la disciplina de Dios, esto debe ser una preocupación para nosotros. La disciplina no es algo malo, es algo bueno, y demuestra el amor de Dios por sus hijos. [Dr. Stephen Wellum]
La paz que tenemos con Dios debe mover nuestros corazones a alabar a Dios, proclamando y dándole gracias por su gran bondad para con nosotros. Esto nos debe inspirar a hablar palabras de Dios y acerca de Dios y de su carácter en la oración. Esto nos debe motivar a meditar sobre las grandes obras que ha hecho en nuestras vidas, a encontrar nuevas formas para amarle y obedecerle. Y nos debe dar el deseo de animar a aquellos que nos rodean, recordándoles de la paz que los creyentes ya tenemos con Dios, y que los no-creyentes también pueden tener si se reconcilian con él.
Nuestra paz con Dios también debe mover nuestras manos para actuar. Hay que hacer la paz con los demás seres humanos. Debemos demostrar las bendiciones del reino de paz de Dios, en forma de justicia moral y social, y de atención a los más necesitados. Y debemos consolar y aconsejar a aquellos que están descorazonados por la falta de paz y bendición en sus vidas. Y la paz que tenemos con Dios debería motivarnos a conocer y a entender más acerca de nuestro gran Dios y Salvador. Su palabra nos dice que debemos conformar nuestras mentes al modo de pensar de Dios, siguiendo el modelo de sus pensamientos. Y descansar tranquilamente sabiendo que él es suficiente, sin preocuparnos de que Dios nos abandone en el mundo, sino seguir confiados en el conocimiento de que él nos ama y nos cuida.
Una segunda forma en la que el ministerio de reconciliación sacerdotal de Jesús se aplica a nuestras vidas está en las manifestaciones de unidad en el pueblo de Dios.
Un tema que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento es que aquellos que aman a Dios también amarán al pueblo que Dios ama. Como leemos en 1 Juan 4:21:
El que ama a Dios, ame también a su hermano. (1 Juan 4:21)
Cuando Dios se reconcilia con una persona, debemos reconciliarnos con esa persona también. Por eso Pablo insistió a sus lectores a reconocer el gran don de la reconciliación que ellos habían recibido de Dios, y a expresarlo en unidad con otros creyentes. En la iglesia primitiva, a menudo se aplicaba esta idea cuando las relaciones estaban tensas entre los judíos y los gentiles en la iglesia. Escuchemos lo que dijo en Efesios 2:13 al 16:
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (Efesios 2:13-16)
Encontramos un énfasis similar en la unidad en pasajes como Juan 17:23, Romanos 15:5 y Efesios 4:del 3 al 13.
La iglesia moderna rara vez se enfrenta a la cuestión de las relaciones entre judíos y gentiles. Tenemos muchos problemas que son similares a éste. Luchamos contra animosidades raciales, étnicas y nacionales entre los creyentes. Y el ministerio de la reconciliación de Jesús puede ayudarnos a buscar la unidad en estas áreas. Todos hemos sido reconciliados con Dios y entre nosotros a través de nuestra unión con Cristo. Y esta unidad debe ser expresada en nuestras relaciones en la iglesia. Debe hacernos valorar y buscar las metas de Dios de una iglesia unificada, a pesar de que a veces esto signifique dejar a un lado las cosas que nos hacen diferentes de los demás. [Dr. Samuel Ling]
Además de la paz y la unidad, una tercera aplicación que podemos sacar del ministerio sacerdotal de reconciliación de Cristo, es la misión, que se nos ha asignado para realizar nuestro propio ministerio de reconciliación en el mundo.
El ministerio de reconciliación sacerdotal de Jesús, aún no se ha completado. Su sacrificio compró y garantizó la reconciliación. Pero la reconciliación aún no se ha aplicado a todo el mundo. Por lo tanto, en esta etapa de la historia, Jesús designó a la iglesia para continuar su ministerio de reconciliación. Somos sus embajadores de reconciliación. Y es nuestro deber anunciar el evangelio que reconcilia a los pecadores con Dios. Escuchemos cómo Pablo describe nuestra misión en 2 Corintios 5:18 al 20:
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Corintios 5:18-20)
La ofrenda de reconciliación con Dios sigue siendo un ministerio vital de la iglesia. Pablo dijo a los corintios que Dios nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo, y que continúa reconciliando a todo el mundo consigo mismo. Y es nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo proclamar este mensaje a otros, para que ellos también puedan ser reconciliados con Dios por medio de él. Hacemos esto principalmente al anunciar las buenas nuevas de que a través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, los pecadores pueden encontrar paz con Dios. Ahora que hemos visto el ministerio sacerdotal de Jesús en términos de sacrificio y reconciliación, hay que reflexionar en la aplicación moderna de la intercesión sacerdotal de Jesús.
Examinaremos la aplicación moderna de la intercesión sacerdotal de Jesús en dos puntos. En primer lugar, veremos que nos permite recurrir nosotros mismos a Dios. Y en segundo lugar, veamos que la intercesión de Cristo nos obliga a abogar por otras personas. Veamos primero la forma en que nos permite recurrir a Dios en nuestra propia necesidad.
Jesús intercede recordándole a Dios Padre de su sacrificio por nosotros, y pidiéndole que nos perdone y nos bendiga a partir de este sacrificio. Y como el Padre ama al Hijo y valora su sacrificio, responde positivamente a la intercesión del Hijo por nosotros. Él escucha y responde a las peticiones sacerdotales de Cristo, por lo que el perdón, la santificación, la vida, y todas las demás bendiciones de la salvación pueden ser aplicadas a nosotros de manera continua. Y una consecuencia de esto es que podemos acercarnos al Padre todos los días con nuestras necesidades, sabiendo que él escucha nuestras oraciones, porque nuestro gran sumo sacerdote está orando por nosotros. Vemos esto en Efesios 3:12, Hebreos 10:19, y otros pasajes. Escuchemos Hebreos 4:14 al 16:
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14-16)
Como el autor de Hebreos señaló, Jesús traspasó los cielos. Es decir que ha entrado en el santuario celestial con su propia sangre con el fin de interceder por nosotros. Y que gracias a su intercesión, podamos tener la confianza de que Dios nos favorece, y está dispuesto a darnos su misericordia y gracia cuando le oramos. Podemos apelar al Creador de todas las cosas para todas nuestras necesidades, ya sea que esas necesidades sean tan profundas como el perdón y la salvación, o tan frecuentes como las oraciones de cada día pidiendo ropa y vivienda. No hay necesidad tan pequeña que no entre en el ámbito de la intercesión de Cristo por nosotros. Y no hay necesidad tan grande que el valor de su sacrificio no cubra. Y por esta razón, debemos ser alentados a ser audaces y confiados en nuestras oraciones, apelando a nuestro amoroso Padre Celestial para todas nuestras necesidades y deseos justos.
Con el entendimiento de que la intercesión de Cristo nos da la confianza de recurrir a Dios por nosotros mismos, veamos cómo se nos anima a abogar por otros.
Con Jesús ya intercediendo por nosotros, ¿por qué orar por otros? Creo que la razón principal se resume en una palabra - Sígueme. Si Jesús está intercediendo por nosotros, nos dirá que lo sigamos y que intercedamos también. Creo que nuestras oraciones tienen impacto. Y pienso que las Escrituras enseñan que no sólo tienen impacto, sino que van a haber momentos en los que no oramos y algunas cosas no sucederán porque no se oró para que sucedieran. ¿Creemos en la oración? Sí. Pero ¿por qué? Porque Jesús dijo síganme y él oró. [Dr. Matt Friedeman]
Una de las lecciones importantes de la intercesión celestial de Cristo es que debemos seguir su ejemplo abogando por los demás en oración. Nuestro amor y preocupación por los demás nos deben motivar para hablar con Dios a nombre de ellos, pidiéndole que les muestre su misericordia y amor en cualquier circunstancia a la que se enfrenten. Escuchemos lo que Pablo escribió en Efesios 6:18:
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:18)
Aquí, Pablo instruyó a todos los creyentes a acercarse a Dios en nombre de los demás. Y por supuesto, cada vez que hacemos esto, nuestra defensa se basa en el sacrificio que hizo Cristo en su nombre, así como en la propia defensa por nosotros.
Me pregunto, ¿por qué orar a Jesús si él conoce y entiende mis necesidades, ¿por qué tendría que interceder por mí? Hay algo dentro de la intercesión que muestra el corazón de Dios, y es que él lleva, él carga. En la vida encarnada del Señor, en la vida trinitaria, hay una carga, un amor que recibe las necesidades de la humanidad. Esa es la base de la cruz de mi caminar con Jesús. El Señor me manda porque quiere que yo entienda la realidad, pero también me ofrece la oportunidad de cargar a alguien en mi corazón. La respuesta a la necesidad de cada persona se encuentra en otra persona. Ahora la respuesta a todas nuestras necesidades, por supuesto se encuentra en el corazón de Jesús. Al hacernos a su imagen y llamarnos a ser sus discípulos nos ha dado a entender que quiere que carguemos también. Quiere que seamos sacerdotes como los sacerdotes israelitas. Quiere que llevemos a la gente en el corazón así como Aarón. Quiere que tengamos en el corazón como él, las necesidades del mundo. Y así la intercesión es una expresión del corazón de Dios. [Dr. William Ury]
Las oraciones de intercesión para abogar pueden aplicarse a cualquier aspecto de la vida. Por ejemplo, se nos anima a orar por el éxito de los ministerios cristianos en pasajes como Romanos 15:30; Efesios 6:20; Colosenses 4:4; 1 Tesalonicenses 5:25, y Hebreos 13:19. Se nos enseña a orar por aquellos en peligro espiritual o en pecado, como podemos ver en 1 Juan 5:16. Deberíamos orar para que otros reciban protección de la tentación, siguiendo la enseñanza de Jesús en Mateo 6:13, y su modelo de oración en Lucas 22:32. También debemos orar por salud, pidiéndole a Dios que sane tanto las heridas del cuerpo como las de la mente. Escuchemos las instrucciones de Santiago en Santiago 5:14 al 16:
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:14-16)
Santiago enseñó que cuando abogamos por los demás en el nombre del Señor, es decir, cuando intercedemos por ellos recordándole al Señor que pertenecen a Cristo, el Señor está dispuesto a recibir que aboguemos por ellos favorablemente, y concedernos lo que pedimos. Y por esa razón, debemos sacar el máximo provecho de este privilegio, abogando regularmente por los necesitados.
Tengo una confianza inquebrantable en la soberanía de Dios. Confianza absoluta de que Jesucristo está intercediendo por mí y por todos los creyentes ante el trono del Padre en este mismo momento. Tengo absoluta confianza de que todo lo que necesito está en Cristo. Tendría algún efecto si no orara por la intercesión de mis conocidos en necesidad? Nadie hace esa pregunta cuando está en necesidad. Yo he estado en una situación de gran necesidad. He estado en una situación en mi vida, en la que médicamente hablando, estaba muy cerca del final. Sabía que las oraciones de los fieles eran importantes. Sabía que mis hermanos y hermanas en Cristo que oraban por mí hacían algo importante para mi vida. Nuestra fe y confianza está puesta en un Dios soberano, en un Cristo glorioso, pero nuestra fidelidad en Cristo, requiere que hagamos lo que él manda, y eso significa orar por los fieles. Esa es una de las razones por las que es importante hacerlo. Somos mucho más fieles cuando oramos por nuestros conocidos cuando están en necesidad. [Dr. R. Albert Mohler, Jr.]
Y, claro está, que también hay que abogar por los demás en la vida diaria. Por ejemplo, al igual que pedimos pan para nosotros, también debemos abogar por los demás pidiéndole a Dios que satisfaga sus necesidades diarias también. Debemos pedirle otorgar toda clase de bendiciones a su pueblo, incluyendo cosas como la salud, la provisión para el trabajo y éxito en sus relaciones. Cuando hay situaciones de nuestra vida que son pesadas en nuestros corazones, debemos apelar a Dios para que él nos ayude. Igualmente, debemos motivarnos a orar por las necesidades de los demás, grandes o pequeñas.
La gente a menudo se pregunta sobre el misterio de la oración. ¿Por qué tenemos que orar? Si Dios ya conoce todas las cosas y si Jesús ya está intercediendo, ¿Por qué tenemos que orar?, ¿Hay algo que se perdería si no oráramos e intercediéramos por el mundo?, creo que la respuesta es sí, algo es lastimado, y aquí está el porqué. Primero, si no intercedemos, desobedecemos a Dios, porque él nos ha mandado a orar. Eso es todo lo que necesitamos saber. No necesitamos entender el cómo funciona. Dios nos ha mandado a orar. Y si confiamos en él y lo amamos, vamos a orar. Segundo, Dios no sólo nos ha mandado a orar, sino que de alguna manera en este misterio, él incluye las oraciones de los santos en la mismísima intercesión de Jesús. Me sorprende la imagen en el libro de Apocalipsis, en la que se encuentra un incienso que arde y se eleva a Dios, la cual es descrita como las oraciones de los santos. Es así: si no oramos, lastimamos nuestra relación con Dios, en la cual Dios quiere que estemos comprometidos con él, en lo que él está haciendo en el mundo. Él nos llama a una relación más profunda y plena, al vernos como sus colaboradores, como Pablo se describe a sí mismo y a otros, como colaboradores con Dios en la obra de la redención a través de nuestra intercesión. Así que nuestra relación con Dios sería lastimada. Tercero, este es el misterio más grande de todos. Dios ha decidido redimir al mundo, no actuando en él desde fuera, sino creando el poder de su gracia interior. A medida que intercedemos con Jesús, no debemos pensar que estamos tratando de convencer a Dios de que haga algo que no quiere hacer, o de tratar de añadir algo a la oración de Jesús. Debemos ver nuestra intercesión por el mundo o por los demás de esta manera. Estamos tratando de tomar al mundo o a los demás y llevarlos con nuestras oraciones al lugar donde Dios quiere que estén para que su bendición y su gracia pueda ser derramada sobre ellos. Y, sí, en el misterioso diseño de Dios, algo falta si no oramos, porque dentro de su creación ha dejado que sus hijos redimidos sean no sólo los que están a la espera de su salvación final, sino que también los ha dejado trabajando, llevando y trayendo, a través de la oración, al mundo y a los demás al lugar donde Dios puede salvarlos. [Dr. Steve Blakemore]
En esta lección de Jesús como Sacerdote, hemos visto el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de Jesús, al ver que Dios le ordenó a los sacerdotes preparar y dirigir al pueblo de Dios, a su santa presencia especial, para que recibieran su bendición. También hemos visto, cómo Jesús cumplió este oficio en el Nuevo Testamento, al ser nuestro gran sumo sacerdote. Y hemos considerado algunas de las maneras en que podemos aplicar los principios del ministerio sacerdotal de Jesús, a nuestras vidas en el mundo moderno. Jesús es el cumplimiento final del oficio bíblico de sacerdote. Como nuestro gran sumo sacerdote, nos está preparando para vivir en la santa presencia de Dios y ser bendecidos por Dios de maneras sorprendentes. Y esas bendiciones no están reservadas exclusivamente para el futuro. A través del sacrificio de Jesús y de su intercesión, el Padre está dispuesto a darnos un anticipo de la vida eterna en este momento, en el mundo actual. Por esa razón, como seguidores de Cristo debemos regocijarnos en el ministerio sacerdotal de Jesús y esperar el día en el que seremos recibidos por el mismísimo Jesús en la presencia especial de Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra. También debemos contar con y aprovechar el actual ministerio de Cristo como nuestro gran sumo sacerdote, que incluso en este momento está intercediendo por nosotros en las cortes celestiales.