¿Ha notado alguna vez cuánto tiempo en nuestras vidas lo pasamos buscando y siguiendo autoridades? Sé que suena extraño decir esto en este mundo moderno, pero es verdad. Cuando se daña nuestro auto, buscamos a alguien que es una autoridad en mecánica automovilística. Cuando nos enfermamos, buscamos a alguien es una autoridad en medicina. En casi todas las áreas de nuestra vida, si somos sabios, encontramos autoridades y las escuchamos cuidadosamente, y hasta cierto grado, seguimos sus consejos. Algo similar sucede también en la teología cristiana. Si somos sabios, también escuchamos las autoridades en teología. Buscamos guías que nos dirijan en la dirección correcta y las escuchamos cuidadosamente. Ahora, a primera vista, puede parecer que la pregunta de la autoridad en teología cristiana es un asunto sencillo. Pero en tanto los cristianos han buscado dirección en la teología a lo largo del milenio, han descubierto que surgen un buen número de asuntos prácticos importantes.
Esta cuarta lección de nuestra serie: Construyendo Su Teología, se titula Autoridad en Teología. Enfocaremos nuestra atención en las formas que los cristianos han manejado estos asuntos en tres períodos diferentes de la historia de la iglesia. Primero, resumiremos estas perspectivas acerca de la autoridad teológica en la Iglesia Católica Medieval; segundo examinaremos la prontitud con que los protestantes entendieron la autoridad teológica; y tercero exploraremos cómo deben de manejar estos asuntos los protestantes contemporáneos. Comencemos viendo la perspectiva Católica Romana Medieval acerca de la autoridad en la teología cristiana.
A lo largo de estas lecciones estamos interesados principalmente en la teología reformada o protestante, pero con frecuencia ayuda comenzar con el catolicismo medieval reformado como fondo a las perspectivas protestantes. El punto de vista reformado de la autoridad en la teología se desarrolló grandemente en respuesta a los errores de la iglesia medieval.
Al explorar la iglesia medieval, veremos dos tópicos: primero, la doctrina medieval de la autoridad bíblica; y segundo, la perspectiva resultante de la autoridad eclesiástica. Veamos primero la autoridad de la Escritura en la iglesia Católica Romana.
Antes de la Reforma, diferentes individuos y órdenes dentro de la iglesia manejaron las Escrituras en maneras divergentes. Incluso, es válido decir que la vasta mayoría de teólogos medievales creía en la autoridad de la Escritura, por lo menos en teoría. Pero en la práctica, la iglesia medieval tomó una postura hacia la Biblia que hizo casi imposible actuar de acuerdo a este compromiso con la autoridad de la Escritura.
Al investigar este problema, veremos tres asuntos: primero, el punto de vista extremo de la inspiración bíblica durante el período medieval. Segundo, los puntos de vista excesivos acerca del significado de la Escritura. Y tercero, las demandas exageradas acerca de la oscuridad de la Biblia. Veamos primero la perspectiva medieval sobre la inspiración de la Escritura.
De una manera general los teólogos católicos medievales afirmaban tanto que la Biblia era totalmente inspirada por Dios como que llegó por medio de instrumentos humanos. Desafortunadamente durante este período la historia de la iglesia muchos teólogos se fueron a extremos en la manera en que ellos entendieron la inspiración. Enfatizaron los orígenes divinos hasta el punto de negar los orígenes humanos e históricos de la Escritura. El poner demasiado énfasis en los orígenes divinos a expensas de los orígenes humanos de la Biblia sucedió por un buen número de razones.
Por ejemplo, los teólogos medievales dependieron grandemente de las filosofías griegas, tales como el neo-platonisismo y Aristotelianismo, y estas filosofías guiaron las categorías y las prioridades de la teología cristiana. De muchas maneras estas filosofías valoraron realidades eternas más bien que realidades temporales e históricas,
Los teólogos cristianos aprendieron a pensar que los orígenes celestiales de la Escritura eran más esenciales a su carácter que a sus orígenes humanos históricos.
Aún más, los estudiosos bíblicos medievales estaban tan uniformes con relación a la historia antigua de los días bíblicos que no podían hacer mucho uso práctico de los antecedentes históricos de la Biblia. Así que, enfatizaron lo que sí sabían —que la Biblia contenía verdades interminables que el Dios eternal del cielo había revelado —y minimizaron ampliamente otras consideraciones.
El énfasis de la iglesia medieval sobre los orígenes divinos de la Biblia dirigió a una creencia desafortunada acerca del significado de la Escritura.
Así mismo, se asumió grandemente que los orígenes celestiales de la Escritura implicaban que la Biblia no transmitía significado en la misma manera en que lo hacían otros libros. Más bien, debido a que Dios los inspiró, las Escrituras inundaban de significado. Muchos teólogos medievales siguieron a los Agustinos en creer que una prueba de la inspiración bíblica era que los textos de la Escritura tuvieron múltiples significados. Escuchen la manera en que lo puso Agustín en el tercer libro de: Acerca de la Doctrina Cristiana:
Cuando dos o más interpretaciones se ponen en las mismas palabras de la Escritura, aunque el significado que el escritor quería dar permanezca sin descubrir, no hay peligro Porque ¿Qué provisión más liberal y más fructífera pudo haber hecho Dios con relación a las Sagradas Escrituras que las mismas palabras pudieran ser entendidas en varios sentidos?
En muchas maneras, podemos admirar el alto punto de vista de Agustín sobre la Escritura. La Biblia no es un libro ordinario, y sus cualidades extraordinarias apuntan a su inspiración divina. También podemos estar de acuerdo que muchos aspectos de la Biblia se pueden explicar únicamente en términos de la supervisión de Dios de sus escritos.
Pero la perspectiva de Agustín fue mucho más lejos que esto. El creía que la inspiración divina causaba que los pasajes en la Biblia explotaran con múltiples significados. En lugar de preocuparnos con los pensamientos que los autores humanos de la Biblia intentaron transmitir, Agustín creía que deberíamos enfocar nuestra atención en los muchos significados que Dios quería transmitir. Podemos llamar a este punto de vista de Agustín así como otros relacionados, polivalencia clásica, la creencia de que los textos bíblicos tienen muchos niveles de significado o valor debido a que vienen de Dios.
Quizá la expresión más conocida ampliamente de la polivalencia clásica era el acercamiento interpretativo popularizado por Juan Cassian y conocida como la Quadriga. Según este acercamiento, cada texto bíblico se debería de ver como teniendo cuatro significados distintos: Primero, el sentido literal era el significado simple u ordinario de un texto. Segundo, el sentido alegórico que interpretaba textos como metáforas para la verdad doctrinal. Tercero, el sentido tropológico o moral producía guías éticas para la conducta cristiana. Y cuarto, el sentido analógico apuntaba hacia las maneras en que hablaban los textos del futuro cumplimiento de las promesas divinas en el escaton, o en los últimos días.
Los detalles de la Cuadriga y otras expresiones de la polivalencia clásica no son importantes para nuestros propósitos, y muchos escritores los han explicando en otro lugar. Solamente estamos interesados con el entendimiento de que durante el tiempo de la reforma, de manera general, los teólogos católicos creían que los significados bíblicos de los textos fueron mucho más allá de los que llamaríamos hoy en día el significado ordinario o normal. Y significativamente, ellos se inclinaron a creer que estos significados adicionales no estaban enraizados en el significado que los autores bíblicos querían transmitir. De hecho, el sentido literal o llano del pasaje era considerado con mucha frecuencia demasiado elemental para una seria reflexión teológica. En su lugar, eran animados a valorar los niveles más profundos y escondidos de significado porque revelaban las profundidades de la mente de Dios para la iglesia.
El acercamiento medieval a la inspiración y el significado de la Escritura guió a un énfasis profundo sobre otras características de la Biblia: su oscuridad. La Biblia llegó a ser tratada como un libro que notablemente no era claro, excepto para aquellos a quien se le había dado especial discernimiento sobrenatural.
No nos debe de sorprender que el contenido de la Biblia parezca que no parezca claro para el cristiano promedio antes de la reforma. En primer lugar, las Biblias eran tan escasas que difícilmente alguien podía tener acceso a una. Y además de esto, el latín era el lenguaje primario de la Escritura y la teología, y los pocos que contaban con una educación elevada entendían el latín lo suficiente para hacer más uso de él. Así que, tiene sentido que la Biblia era una libro cerrado para el cristiano promedio durante ese tiempo.
Pero se pensaba que las Escrituras también eran oscuras incluso para aquellos que tenían la habilidad y oportunidad de leer la Biblia. Dios había puesto muchos niveles de significado en las Escrituras que estaban escondidos a simple vista.
Imagine a alguien mostrándole una fotografía de un cofre de tesoro cerrado y preguntándole qué tipo de tesoros están en el cofre. Claro, sería imposible saber el contenido del cofre porque los tesoros estarían escondidos. Lo mismo pasaba con la Biblia en la iglesia medieval.
Para el tiempo de la reforma, la creencia en la oscuridad de la Biblia hizo casi imposible que la Biblia tuviera más autoridad práctica o real sobre el desarrollo de la teología. De hecho, la Biblia permaneció, en teoría, como el cofre del tesoro inspirado de Dios para la teología cristiana. Pero para todo propósito práctico, la Biblia permaneció cerrada; era tan oscura que no era capaz de guiar a los teólogos en su tarea.
Teniendo en mente el punto de vista medieval de la autoridad de la Escritura, estamos listos para dirigirnos a nuestra segunda consideración: la autoridad de la teología eclesiástica en la iglesia medieval.
El punto de vista medieval de la autoridad de la teología eclesiástica se desarrolló como un antídoto para los problemas que surgieron por la doctrina medieval de la Escritura. Debido a que la Biblia se consideraba oscura, no era capaz de funcionar como la autoridad real sobre la teología. Así que, la autoridad eclesiástica o de la iglesia comenzó a tener un papel muy importante en la teología.
Para entender este papel importante para la autoridad eclesiástica, veremos estas dos direcciones: primero, cómo entendían los teólogos medievales la autoridad de la iglesia en su pasado, y segundo, cómo entendían la autoridad eclesiástica contemporánea. Veamos primero la autoridad de la teología eclesiástica del pasado.
Para el tiempo de la reforma, la iglesia católica había desarrollado un acercamiento muy elaborado de la autoridad eclesiástica en el pasado. Claro que, las Escrituras mismas eran vistas como parte de la herencia de la iglesia. Sin embargo, como hemos visto durante el período medieval, se pensaba que las enseñanzas de las Escrituras mismas eran tan oscuras que se requerían otras fuentes de dirección. Como resultado, los teólogos medievales miraban hacia la historia de la teología eclesiástica para determinar lo que deberían de creer. Y la gran mayoría de ellos vio la historia de la iglesia como la historia de Dios dirigiendo y guiando a su pueblo en los caminos de la verdad. Por esta razón, lo que enseñaba la iglesia en el pasado era de vital interés para los teólogos medievales por lo menos de dos maneras.
Por un lado, se le daba mucha atención a los primeros padres de la iglesia. Los escritos de hombres como Policarpo, Ignacio, Irineo, Tertuliano y Justino Martir así como otros padres posteriores como Agustín, Atanasio, y Jerónimo, influyeron profundamente las creencias de diferentes órdenes de la iglesia. Ahora, por lo general no se consideraba infalibles a estos padres y diferentes ramas de la iglesia tendían a favorecer diferentes corrientes de la tradición patrística.
Sin embargo, todavía la mayoría asumía que Dios había dado discernimiento especial a los grandes teólogos del pasado y que la iglesia debía dar atención especial a sus enseñanzas. Muy raras veces los teólogos medievales hicieron aseveraciones sin hacer algún tipo de apoyo en los primeros padres de la iglesia.
Por otro lado, la iglesia medieval dependía más fuertemente de los concilios ecuménicos de la iglesia. El concilio de Nicea, el concilio de Constantinopla; el concilio de Calcedonia. Los descubrimientos de estos y otros concilios fueron tomados muy en serio. Para todos los propósitos prácticos, los teólogos medievales se dirigían a ellos como la recapitulación incuestionable de las enseñanzas de la Biblia. Estar en desacuerdo con ellas era equivalente a estar en desacuerdo con las Escrituras y con Cristo.
Con el paso de los siglos, muchas enseñanzas de los padres y muchos descubrimientos de los concilios ecuménicos llegaron a ser tradiciones eclesiásticas oficiales. Y en tanto estas tradiciones se solidificaban, ayudaron a formar el extenso dogma de la iglesia. No se pensaba que este dogma eclesiástico fuera teología falible humana, sino teología que llevaba la misma autoridad que las Escrituras. De hecho, para propósitos prácticos, el dogma de la iglesia reemplazó a la Escritura. Antes de la reforma, no se espera que los cristianos fieles preguntaran: ¿Qué dice la Biblia? sino ¿Qué ha dicho la iglesia?
Así como en el pasado las autoridades eclesiásticas eran importantes para la iglesia medieval, en ese tiempo la doctrina de la Escritura también creó una necesidad de autoridad teológica en el escenario contemporáneo.
De hecho, la iglesia continuó afirmando la autoridad de la Biblia en teoría. Pero la Biblia misma era demasiado oscura para guiar a la iglesia en asuntos contemporáneos que no habían sido establecidos en el pasado. Así que ¿cómo iba a encontrar dirección la iglesia en asuntos teológicos actuales?
Dicho simplemente, los teólogos medievales creían que Dios había establecido un sistema de autoridades vivientes en la jerarquía de la iglesia, y esta jerarquía proporcionaba enseñanzas incuestionables al cuerpo de Cristo. La autoridad para arreglar las controversias teológicas actuales descansaba en los sacerdotes, obispos y en el Papa, a quienes muchos se referían como la cabeza infalible de la iglesia. Cuando se necesitaba determinar una decisión teológica, no se animaba a los creyentes a preguntar: ¿qué dice la Biblia? Sino más bien, se les animaba a preguntar: ¿qué dice la jerarquía de la iglesia?
Hace algunas décadas serví en un proyecto de evangelismo en las calles de un país predominantemente católico en Europa Oriental. En una ocasión le ofrecí una Biblia a un joven. El se detuvo para charlar, pero rehusó tomar la Biblia. El me dijo: "No puedo entender la Biblia. Mi sacerdote me tiene que decir lo que significa" "No, tu puedes entenderla por ti mismo" Le contesté mientras abría la Biblia en Juan capítulo 3 versículo 16. Sólo lee este versículo y dime lo que dice. El leyó Juan capítulo 3 versículo 16 y dijo con toda sinceridad: "Te lo dije, no puedo entender lo que quiere decir esto; únicamente mi sacerdote me lo puede decir".
Aunque este joven vivía en un mundo moderno, su acercamiento a la Biblia era muy semejante al de la mayoría de los cristianos occidentales en el período medieval.
Si la única manera de entender la voluntad de Dios es por medio de las autoridades eclesiásticas, entonces no hay una buena razón para que el cristiano común preste atención alguna a la Biblia. De esta manera, la jerarquía oficial de la iglesia y no la Biblia servía como la guía infalible para la teología contemporánea.
Teniendo estas perspectivas medievales en mente, ahora estamos en posición de apreciar cómo los primeros protestantes entendieron la autoridad bíblica y la eclesiástica.
En muchos aspectos, el corazón de la controversia entre los católicos y protestantes era precisamente sobre la cuestión de autoridad. ¿Iba a servir la Biblia como guía para la iglesia? o ¿gobernaría la autoridad eclesiástica del pasado y del presente?
Vamos a ver primero el punto de vista de los protestantes sobre la autoridad bíblica, y segundo veremos la perspectiva de los protestantes sobre la autoridad eclesiástica. Veamos primero el punto de vista sobre la autoridad de la Escritura.
Como hemos visto, la perspectiva católica medieval era extrema en varias maneras significativas. En esta sección, veremos que los primeros protestantes respondieron a estos errores recalibrando las doctrinas de inspiración, significado y claridad de la Escritura. Consideremos primero la doctrina de la inspiración.
Desde el comienzo debemos decir que como los teólogos medievales, los reformadores entendieron que las Escrituras tenían tanto orígenes divinos como humanos. Por un lado, veían a la Biblia como un libro sobrenatural de Dios. Lutero, Zwinglio y Calvino afirmaban con términos muy certeros que las Escrituras habían llegado al pueblo de Dios mediante inspiración divina.
Tomaban muy en serio las palabras del apóstol Pablo en 2 de Timoteo capítulo 3 versículo 16 de que:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo 3:16)
Como lo enseña este pasaje, las Escrituras vienen en última instancia de Dios, y están diseñadas para proporcionar revelación especial completamente confiable.
Los reformadores creían que la mano de Dios protegía las Escrituras de cualquier error. Dios sobrenaturalmente dio información del presente, del pasado y del futuro a los escritores bíblicos, y vigiló su paternidad literaria de tal manera que todo lo que escribieran fuera verdadero. Más importante aún la inspiración divina le dio una absoluta e incuestionable autoridad a las Escrituras.
Pero los reformadores evitaron el error de la iglesia medieval al reconocer también que los autores humanos de las Escrituras hicieron contribuciones significativas al contenido y al significado de la Biblia. En vez de tratar la Biblia como si hubiera caído del cielo, los primeros protestantes enfatizaron que las Escrituras vinieron por medio de instrumentos humanos, a lo largo de un proceso histórico. Esta inquietud de la paternidad literaria está de acuerdo con la manera en que Jesús y los escritores bíblicos enfocaban la Biblia. Por ejemplo en Mateo capítulo 22 versículos 41 al 44 leemos este acontecimiento:
Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. El les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? (Mateo 22:41-44)
En este pasaje Jesús usó el versículo 1 del Salmo 110 para confundir a los fariseos al llamar explícitamente la atención hacia David, el escritor humano de este pasaje. Tanto Jesús como los Fariseos estaban de acuerdo en que el Mesías sería descendiente de David. Pero en la Palestina del primer siglo, David no llamaría normalmente a su descendiente Señor. Así que, Jesús les pidió a los Fariseos que explicaran por qué David atribuía este título a su hijo. Nota que el argumento de Jesús estaba basado en el hecho de que el significado de la Escritura depende en partes de los detalles que hay en la vida de los autores humanos. Ejemplos de esto abundan en los escritores bíblicos, así como de los personajes como Moisés, Isaías, Jeremías, David, Pablo y otros instrumentos humanos de la Palabra de Dios. Estos instrumentos humanos hicieron sus contribuciones personales significativas a las Escrituras.
Por estos y otros ejemplos, los reformadores concluyeron correctamente que las Escrituras salieron de situaciones humanas reales y que fueron escritas por gente para circunstancias históricas particulares. Si los cristianos van a entender las Escrituras apropiadamente, no deben de enfatizar únicamente los orígenes divinos de la Escritura, sino también sus orígenes históricos y humanos.
Darle el peso al lado humano de la inspiración bíblica era mucho más que una teoría para los reformadores; influyó también significativamente en la manera en que concibieron el significado de la Escritura.
Podemos resumir este asunto de la siguiente manera: más que seguir el modelo del catolicismo romano medieval de buscar los significados divinos escondidos en la Biblia, los reformadores buscaron basar todas sus interpretaciones en el sentido literal de los textos bíblicos, en el significado que intentaron transmitir los escritores humanos a sus audiencias originales.
Ahora, debemos de estar conscientes que los primeros protestantes no rompieron absolutamente con los acercamientos medievales a la Escritura. A veces, también aparecen vestigios de la polivalencia clásica en los escritos de la reforma. Por ejemplo, los comentarios de Lutero acerca de los Salmos muestran una dependencia continua en este método de interpretación. Sin embargo, es justo decir que los reformadores consistentemente pusieron un énfasis mucho mayor en el significado que querían transmitir los autores humanos, de lo que lo hicieron sus colegas católicos. Y, en su mayoría, basaron su entendimiento de los pasajes de la Escritura en el significado original del texto. Para los protestantes, este enfoque histórico era central para la interpretación.
Para entender el énfasis de los primeros reformadores del significado literal o simple de los textos bíblicos, nos ayuda recordar que este acercamiento hermenéutico había tenido sus raíces en Europa occidental a lo largo del Renacimiento del siglo XV.
El renacimiento deriva su nombre de un interés renovado en la literatura y en la cultura clásica romana y especialmente griega que se llevó a cabo antes de la reforma. Antes del renacimiento, los eruditos conocían en todo respecto los escritos antiguos de Grecia únicamente en traducciones, y en su mayoría sus interpretaciones estaban bajo la supervisión de la iglesia. En ocasiones diferentes, la iglesia prácticamente había bautizado a Platón, Aristóteles y otros escritores griegos de tal manera que fueran interpretados como apoyo a la doctrina cristiana. Pero durante el Renacimiento, muchos eruditos encontraron patrones que apoyaban sus deseos de entender los textos antiguos del período clásico, libres de la supervisión eclesiástica. En cambio comenzaron a interpretar estos escritos de la manera en que sus autores querían que fueran entendidos, y como resultado, las interpretaciones de la literatura clásicas altamente valorada comenzaron a enfocarse en su significado histórico, que con frecuencia estaba en gran contraste con las enseñanzas de la iglesia.
Ahora, durante el Renacimiento, también fueron publicadas nuevas ediciones de la Biblia en hebreo y en griego y esto dirigió hacia un cambio significativo en la interpretación de la Escritura. Como hemos visto, antes de estos días, los pasajes bíblicos eran interpretados principalmente bajo la guía de la iglesia y apoyando el dogma de la iglesia. Pero siguiendo los principios del renacimiento, muchos eruditos bíblicos, especialmente protestantes, comenzaron a leer las Escrituras libres del control de la iglesia y buscaron fundamentar sus interpretaciones de las Escrituras en su significado histórico original.
La orientación protestante hacia el significado original o el sentido literal como la base de toda interpretación guió hacia un cambio significativo en el entendimiento del significado de la Escritura. Los protestantes hablaron de un significado unificado, coherente de cada pasaje bíblico. Como lo pone la Confesión de Westminster en el capítulo 1 sección 9:
Al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera ... no es múltiple, sino uno solo.
Podemos llamar a esta perspectiva un punto de vista univalente del significado. Claro que los protestantes se dieron cuenta de que con frecuencia, los pasajes bíblicos hablaban mucho más que de una simple valoración de lo que el sentido literal pudiera indicar. Los pasajes en la Escritura tienen muchas implicaciones y conexiones con las verdades cristianas que van más allá de lo que los escritores humanos originales pudieron comprender en sus días. Pero todas estas dimensiones son parte de un significado único, verdadero y completo debido a que ellos se conectaron con el sentido literal o plano de las Escrituras.
Además para enfatizar el lado humano de inspiración y la importancia del sentido literal unificado de la Escritura, los protestantes también afirmaron la claridad o perspicuidad de la Escritura.
Más que ver las Escrituras como obscuras y con necesidad de interpretación eclesiástica autoritativa, los reformadores argumentaron que la Biblia era entendible. Un buen número de factores contribuyeron significativamente a la doctrina protestante de la claridad bíblica.
En primer lugar, el uso muy difundido de la máquina de imprimir movible había hecho más y más Biblias accesibles. Y la disponibilidad de Biblias, hizo posible que los cristianos leyeran la Biblia por sí mismos y evaluaran si la iglesia católica estaba en lo correcto cuando declaraba que las Escrituras eran obscuras. En segundo lugar, valientes pioneros empezaron a traducir las Escrituras en los lenguajes de la gente común y esto también hizo posible que la gente examinara la claridad de las Escrituras por sí mismos. En tercer lugar, el enfoque de la reforma del sensus literalis también facultó a los teólogos a basar sus inspiraciones en algo que podía ser examinado y probado. Ya no necesitaban simplemente confiar en las autoridades eclesiásticas para decirles el significado de la Biblia. La inspección de la Escritura en estas formas dirigió a la realización general que contradecía la perspectiva católica, la Biblia era muy clara. Incluso el leal católico romano Erasmo, quien se opuso a Lutero y a la reforma, escribió que:
Un labrador puede entender las Escrituras
Estas evoluciones abrieron el camino para que los protestantes afirmaran la claridad de la Biblia y para que reintegraran la Biblia como la autoridad práctica para el cristianismo. Al leer los protestantes la Biblia nuevamente en este nuevo ambiente, se hizo evidente que muchos pasajes cruciales que la iglesia católica había declarado como obscuros eran de hecho relativamente fáciles de entender. Los intérpretes protestantes encontraron que en tanto que estudiaban más de la Biblia, más y más de las enseñanzas bíblicas parecían ser extraordinariamente claras.
Ahora, durante las primeras décadas de la reforma, los protestantes fueron extremadamente optimistas con relación a la claridad de la Biblia. Parecía ser un asunto muy sencillo: lee la Biblia y conforma la teología a la revelación clara de Dios allí.
Pero en tanto continuaba trabajando el movimiento protestante a lo largo de las Escrituras, los protestantes se volvieron más realistas acerca de las Escrituras y hablaban en términos de grados de claridad en la Biblia. Comenzó a ser evidente que el significado de algunas porciones de la Biblia era más claro que otros. Así como se volvió evidente que los Luteranos creían una cosa, los Calvinistas otras, y los Zwinglianos otras, el temprano punto de vista muy optimista de la perspicuidad de la Biblia dio lugar a perspectivas más cualificadas. De hecho, este punto de vista más maduro no nos debe sorprender. Incluso el apóstol Pedro admitió que algunas cosas en la Escritura son difíciles de entender cuando escribió estas palabras en 2 de Pedro capítulo 3 versículo 16:
En casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen como también las otras Escrituras para su propia perdición.
Note cómo Pedro lo puso: él no dijo que todos los escritos de Pablo fueran fáciles de entender; ni dijo que todos fueran difíciles de entender. Más bien, dijo que algunas cosas en los escritos de Pablo son difíciles de entender.
Así que, en contraste con la iglesia medieval, los reformadores protestantes exaltaron la Biblia por encima de la autoridad de la iglesia. Los protestantes entendieron que no estaban aislados de la revelación de Dios en la Escritura. Afirmaron la claridad de la Escritura y como resultado, las Escrituras fueron reinstaladas como la autoridad absoluta por encima de la autoridad eclesiástica.
Ahora que hemos visto el punto de vista de los primeros protestantes con relación a la Escritura, estamos en posición de ver qué tan pronto vieron los protestantes la autoridad eclesiástica también.
Los reformadores basaron sus puntos de vista en la inspiración, el significado y la claridad de la Escritura para restablecer a la Biblia como la única regla incuestionable de la teología. Sin embargo, también debemos de estar conscientes del hecho de que los primeros protestantes no rechazaron totalmente la autoridad de la teología eclesiástica. Por el contrario, los protestantes creían que la teología eclesiástica tenía mucha autoridad, pero insistieron que esta era secundaria y estaba sujeta a las enseñanzas de la Escritura.
Nos ayudará explorar el punto de vista de los protestantes sobre la teología eclesiástica el mirar hacia dos direcciones: primero, ¿Cómo entendieron los primeros protestantes la autoridad de la teología eclesiástica del pasado?, y segundo: ¿Cómo entendieron la autoridad de la teología de la iglesia contemporánea? Consideremos primero las perspectivas de los primeros protestantes con relación a las autoridades teológicas del pasado.
Y aunque sea para algunos de nosotros difícil de imaginar, los primeros protestantes también reconocieron bastante autoridad en los escritos de los padres de la iglesia así como de los primeros credos de la iglesia también. Los reformadores mantuvieron una doctrina de la iglesia robusta. Ellos creían fuertemente que el Espíritu Santo había guiado a la iglesia primitiva hacia muchas verdades importantes que necesitaban ser reconocidas por los cristianos en esos días.
Como hemos visto en lecciones anteriores, los reformadores hablaron de la autoridad de la Escritura bajo el título de Sola Scriptura "Solamente la Escritura". Desafortunadamente, muchos evangélicos hoy en día tienen un serio mal entendido de la autoridad de la teología eclesiástica del pasado en la fe de los primeros protestantes porque tienen una falta de entendimiento de la doctrina de Sola Scriptura.
En nuestros días muchos evangélicos creen equivocadamente que la doctrina de Sola Scriptura implica que no debemos tener otra autoridad sino la Biblia. Pero esta no fue la posición de la reforma, y no es una implicación verdadera de la doctrina de sola Scriptura. La insistencia de los reformadores sobre la Sola Scriptura no quería decir que la Biblia era la única autoridad para los creyentes; más bien, significaba que la Biblia era la única autoridad incuestionable para los creyentes. Tan extraño como parezca, los protestantes defendieron tenazmente la doctrina de Sola Scriptura no porque descartaran todas las autoridades que tenían a la mano, sino precisamente porque tenían en alta estima otras autoridades teológicas.
Por conveniencia, es de ayuda referirnos al resumen de estas consideraciones en el capítulo 1 sección 10 de la Confesión de Fe de Westminster:
El Juez Supremo por el cual deben decidirse todas las controversias religiosas, todos los decretos de los concilios, las opiniones de los antiguos escritores, las doctrinas de hombre y de espíritus privados, y en cuya sentencia debemos descansar, no puede ser otro más que el Espíritu Santo que habla en las Escrituras.
Este párrafo afirma fuertemente que el Espíritu Santo hablando en las Escrituras es el juez supremo por el cual deben decidirse todas las controversias religiosas. En otras palabras, todos los juicios de la iglesia deben de hacerse de acuerdo al estándar de las Escrituras. Pero note el lenguaje que se usa aquí. El Espíritu Santo, hablando en la Biblia, es el juez supremo. Ahora, si algo es el juez supremo, entonces quiere decir que hay otros jueces que no son supremos. De hecho, la confesión menciona varias otras de estas autoridades en este pasaje. En lo que parece ser el orden de importancia, menciona concilios, escritores antiguos (padres de la iglesia); doctrinas de hombres que se refieren a las enseñanzas de otros en la iglesia del pasado y del presente y de espíritus privados, esto es, el sentido interior de convicción con relación al significado de pasajes bíblicos. La Confesión de Westminster reconoció estas autoridades, pero les dieron un lugar secundario, una autoridad bajo la autoridad absoluta de la Escritura.
Ahora, los teólogos católicos con frecuencia acusaron a los reformadores de rechazar la teología eclesiástica del pasado, pero los reformadores fueron cuidadosos de no rechazar el pasado en tanto mantenían su doctrina de Sola Scriptura.
En primer lugar, los primeros protestantes con frecuencia apoyaban sus puntos de vista haciendo referencia a los primeros padres de la iglesia. De hecho, al pasar por más de veinte revisiones. Calvino agregó más y más interacción con los primeros padres de la iglesia a las Instituciones. Por otro lado, un pasaje en las Instituciones también revela claramente la perspectiva de los primeros protestantes acerca de la autoridad de la iglesia, así como de los concilios. Escucha lo que dijo Calvino en el cuarto libro de las Instituciones.
Yo no estoy argumentando aquí que todos los concilios deben ser condenados o que todos sus hechos deben ser anulados, y (como dice el dicho) ser cancelados de un solo golpe. "Pero," dirás tu, "tu degradas todo, de tal manera que cada hombre tiene el derecho de aceptar o rechazar lo que decidan los concilios". ¡De ninguna manera! Pero cada vez que se presenta un decreto de cualquier concilio, debo examinar, diligentemente, como los hombres, primero que nada, cuando se emitió, y con qué intención, qué tipo de hombres estaban presentes; después de examinar con el estándar de la Escritura lo que trata – y hacerlo de tal manera que la definición del concilio pueda tener su peso y ser como un discernimiento provisional. Con todo, sin estorbar la examinación que he mencionado.
Varias ideas importantes sobresalen aquí de las palabras de Calvino: primero, él insistió en que se necesitan entender históricamente los concilios de la iglesia. No fueron eternos, no fueron revelación directa de Dios mismo. El método interpretativo del Renacimiento –un enfoque en el sentido histórico literal- debe de aplicarse a los concilios de la iglesia. Los creyentes deben:
Reflexionar en el tiempo en que se llevó a cabo el concilio, sobre el asunto que se trató, la intención con que se hizo, y el tipo de personas que estuvieron presentes.
Segundo, no es de sorprender ver que la doctrina de Sola Scriptura guió a Calvino para insistir que las enseñanzas de la iglesia finalmente deberían evaluarse a la luz de la Escritura. Como lo pone aquí: el estándar de la Escritura debe de aplicarse.
Tercero, y de más importancia para nuestros propósitos aquí, Calvino afirmaba que las doctrinas del pasado deberían aceptarse como un juicio provisional. Esto quiere decir, que los hallazgos de muchos años de la iglesia deberían aceptarse como nuestros juicios provisionales o preliminares; debemos de aceptar su enseñanza hasta que el peso de la cuidadosa exégesis Bíblica pruebe que están equivocados.
La estrategia de Calvino reflejó la sabiduría que guió a los protestantes más radicales de sus días. La vasta mayoría de protestantes entendió la autoridad superior que debería reconocerse en los primeros padres y sus credos de la iglesia. Ellos se acercaron a la teología eclesiástica del pasado con aceptación provisional aunado a un compromiso con la supremacía de la Escritura.
Habiendo visto el punto de vista remoto de la autoridad de la teología eclesiástica del pasado, debemos dirigirnos ahora a la manera en que entendían los protestantes la autoridad de su propia teología eclesiástica contemporánea. ¿Qué tipo de autoridad reconocían para sí mismos y para otros en tanto que buscaban contestar asuntos teológicos vigentes?
Como recordaran, la iglesia católica medieval desarrolló un sistema complicado de autoridades teológicas vivientes que culminó en el infalible papa. La reforma protestantes se sumó grandemente a un rechazo a este acercamiento a la teología eclesiástica. Únicamente se debería de aceptar como autoridad indiscutible a la Biblia. El papa, los concilios de la iglesia y otras autoridades eclesiásticas eran falibles y sujetas a error y la autoridad que tenían estaba sujeta a la Biblia.
Ahora, es importante entender que los primeros protestantes sumamente respetaban la autoridad de los maestros debidamente ordenados en la iglesia. Los eruditos o doctores de la iglesia merecían gran estimación en tanto desarrollaban más la teología reformada. De hecho, los protestantes de casi cada denominación crearon confesiones, catecismos y credos para sí mismos que fueron reconocidos como autoridades secundarias en la iglesia.
Los primeros protestantes tenían tal reconocimiento por los teólogos contemporáneos debidamente ordenados porque creían que las Escrituras enseñaban que los seguidores de Cristo deberían honrar a las autoridades que Dios pone en la iglesia
Muchas porciones de la Escritura hablan de este asunto, tome por ejemplo las instrucciones de Pablo a Tito en el capítulo 2 versículos 1 y 15 leemos estas palabras:
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina... Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie. (Tito 2:1,15)
Los primeros protestantes reconocieron que muchos pasajes como éste enseñan que los seguidores de Cristo deben someter lo más posible a los líderes de la iglesia propiamente establecidos. Construir una teología cristiana no era una tarea para individuos o grupos que estaban separados de tales estructuras de autoridad.
Este balance entre la autoridad eclesiástica y la bíblica puede sumarse a un viejo dicho que se repite frecuente en las iglesias reformadas: La iglesia reformada siempre reformándose o como se abrevia con frecuencia en la frase latina semper reformanda siempre reformándose. Estos lemas indican que la rama reformada de la iglesia reconoce completamente que siempre se debe someter al escrutinio de las Escrituras.
Ahora que hemos visto las creencias de la reforma primitiva y medieval sobre la autoridad de la Escritura y la teología eclesiástica, estamos en posición de considerar el tercer tópico de esta lección. ¿Cómo deben de ver estos asuntos los protestantes contemporáneos? ¿Qué deberíamos creer acerca de la autoridad de la Escritura y de la teología de la iglesia en nuestros propios tiempos?
Contestaremos estas preguntas primero dirigiéndonos a los tipos de perspectivas que debemos tener hacia la Escritura, y segundo sugiriendo algunas perspectivas importantes que deberíamos tener hacia la teología eclesiástica de nuestros días. Vamos a dirigir nuestra atención primero a la doctrina de la Escritura.
Exploraremos los puntos de vista contemporáneos de la Escritura tocando tres asuntos que nos ha interesado a lo largo de esta lección: la inspiración de las Escrituras, el significado de la Escritura y la claridad de la Escritura. En nuestros días un buen número de puntos de vista diferentes sobre estos asuntos afirman seguir la tradición reformada. Veremos estos puntos de vista y evaluaremos su valor, comenzando con las perspectivas modernas sobre la inspiración de la Escritura.
Hoy en día cada persona que hace una afirmación creíble de ser protestante estará comprometida con la creencia que las Escrituras fueron inspiradas por Dios. Sin embargo, hay mucha confusión acerca de cómo debería de formularse hoy en día la doctrina reformada de la inspiración.
Por lo menos tres puntos de vista sobre la inspiración son populares entre los protestantes contemporáneos. Por un lado del espectro está el punto de vista llamado inspiración romántica; por el otro lado del espectro está el punto de vista extremo llamado inspiración mecánica. Entre estos puntos de vista extremos está una perspectiva que ha sido llamada inspiración orgánica. Vamos a ver brevemente estas tres.
La inspiración romántica es respaldada ampliamente por más protestantes liberales. En este punto de vista, la Biblia es inspirada en un sentido romántico, muy parecido como hablamos de Shakespeare, Rembrandt, o Bach como inspirados. Dios motivó a los escritores bíblicos, pero no supervisó sus escritos. En este punto de vista, las Escrituras son simplemente opiniones de hombres. Por lo tanto, las Escrituras son falibles y faltas de autoridad absoluta sobre la iglesia. Sin necesidad de decirlo, esta perspectiva sobre la inspiración debe de ser rechazada por aquellos que quieren continuar en el Espíritu de la reforma, pues abandona el compromiso central protestante de Sola Scriptura negando tanto la credibilidad como la autoridad ultimada de la Biblia.
En el otro lado del espectro esta la inspiración mecánica, o como la llamamos algunas veces inspiración por dictado. De una manera u otro, esta perspectiva afirma que los autores bíblicos fueron relativamente pasivos al escribir las Escrituras. Según ésta opinión Dios esencialmente escribió la Biblia por si mismo, mientras los escritores humanos actuaron solamente como sus dóciles secretarios. En resumen, esta visión de la inspiración también nos aleja del principio de la reforma de Sola Scriptura al negar la importancia del contexto histórico del autor del significado original de los autores humanos. Según los reformadores señalaron cuidadosamente, cuando se niega la normatividad del significado original de la Escritura, la autoridad práctica de la Escritura es entorpecida. El significado de la Biblia puede ser entonces evaluado y seguido. Nos vemos forzados a leer nuestras propias ideas en la Biblia. Como resultado entonces, la Biblia en sí no nos sirve como nuestra autoridad suprema en teología.
La Teología Reformada contemporánea debe evitar tanto el extremo de la inspiración romántica como el extremo de la inspiración mecánica reafirmando la total naturaleza orgánica de la inspiración: Dios movió a los autores bíblicos a escribir, y supervisó sus escritos para que escribieran infalible y autoritativamente. Pero él no sorteó sus pensamientos personales, motivaciones, sentimientos y teología. Las dimensiones humanas y divinas de la inspiración no están desparejadas. Por el contrario, toda la Biblia presenta la verdad eterna de Dios, pero con textos muy humanos y condicionados por la cultura. Todas las enseñanzas de la Biblia son normativas todos los tiempos, pero sus enseñanzas están atadas y presentadas dentro de un contexto de circunstancias particulares. La visión reformada de la inspiración orgánica de la Escritura enfatiza tanto la parte humana como la divina, y las cualidades históricas y transcendentes de toda la Biblia. Y por este medio, la doctrina reformada sobre la infalibilidad de la Escritura se puede mantener sin negarle a la iglesia el acceso a su enseñanza.
Sin duda alguna, de los tres principales pensamientos protestantes sobre la inspiración bíblica, aquellos que desean avanzar la reforma en nuestros propios días verán que la doctrina de la inspiración orgánica es la que está más de acuerdo con los principios que dieron comienzo y guiaron la reforma protestante.
Además de enfatizar la naturaleza orgánica de la inspiración, en la tradición reformada los teólogos modernos deben de evaluar correctamente la naturaleza del significado de la Escritura.
Una vez más, un espectro de posiciones ha sido propuesto como representante del pensamiento reformado en esta área, pero no todas las opciones llevan más allá los ideales de la reforma. Por un lado del continuo está un punto de vista que pudiera llamarse polivalencia contemporánea, en el otro extremo está un punto de vista que puede llamarse univalencia simplística, y en medio está un punto de vista que pudiera llamarse univalencia multifacética. Hablemos primero de la polivalencia contemporánea.
En décadas recientes los teólogos reformados han hablado de la polivalencia de los textos bíblicos, creyendo que los textos de la Escritura tienen muchos significados diferentes. Pero mientras la polivalencia clásica afirmaba significados múltiples debido al origen divino de la Biblia, la polivalencia contemporánea generalmente está basada en las ambigüedades de la lengua humana.
En efecto, la polivalencia contemporánea enseña que los pasajes bíblicos son vasijas vacías para que llenen de significado los intérpretes. En realidad, así como una vasija tiene una forma determinada, la gramática de los textos bíblicos establece algunos parámetros básicos de significado. No obstante, dentro de estos parámetros, el significado específico es proporcionado por los intérpretes bíblicos.
Sobre esta base, se argumenta que necesitamos rechazar el énfasis de la reforma sobre la normatividad que se observa en el sensus literalis. En su lugar, deberíamos emitir nuestras propias interpretaciones en los pasajes, no dando interés alguno o si acaso un poco al significado original o literal del texto. Pero debemos rechazar esta noción de polivalencia porque anula la autoridad de la Escritura al darle a la interpretación humana el derecho de verter sus propias ideas dentro de la Escritura.
En el otro lado del espectro hay un punto de vista que vamos a llamar univalencia simplística. Este punto de vista promueve correctamente la noción de que cada pasaje de la Escritura tiene solamente un significado, pero niega incorrectamente que un sólo significado puede ser complejo. Por ejemplo, Juan capítulo 3 versículo 16:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Un cristiano con la univalencia simplística en mente, diría algo así: "Este versículo es muy simple, Juan capítulo 3 versículo 16 nos dice que debemos creen en Cristo".
Bueno, este resumen es verdad, en lo que cabe, pero el versículo dice mucho más que eso. También habla explícitamente del amor de Dios, de la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, y del mundo, del eterno castigo y de la vida eterna. Y debido a que las doctrinas de la Escritura forman redes de reciprocidades múltiples, también habla implícitamente de toda clase de tópicos que el resto de la Escritura aborda directamente. En este sentido, Juan capítulo 3 versículo 16 tiene solamente un significado, pero ese significado excede cualquier resumen que podamos sacar de este pasaje.
Cuando fallamos en ver que el significado de la Escritura es tan complejo de tal manera que siempre excede nuestras interpretaciones, corremos el serio riesgo de identificar demasiado cerca nuestra interpretación de la Biblia con la Biblia misma. Nuestra interpretación asume la autoridad de la Biblia misma y rechaza sola scriptura, la creencia de que la Biblia siempre se posiciona sobre nuestras interpretaciones.
En el centro de espectro está la univalencia compleja, que está de acuerdo con las perspectivas del principio de la reforma.
La Confesión de Fe de Westminster describe la univalencia compleja en el capítulo 1 sección 9, donde declara:
Cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más claridad del asunto.
En este punto de vista, cada pasaje tiene un sólo significado, pero este único significado es complejo y multifacético, revelado por la red de reciprocidades múltiples establecida por toda la Escritura. Necesitamos afirmar esta noción reformada de la univalencia compleja hoy en día porque afirma que la Biblia más que esperar que nosotros proporcionemos un significado autoritativo, ella misma lo presenta. Pero también nos previene de bajar las Escrituras al nivel de nuestros resúmenes doctrinales porque el significado de un texto se entrelaza con todas las Escrituras. Cada texto se presenta como una autoridad sobre cada uno de nuestros mejores esfuerzos en teología.
Esta perspectiva de la univalencia multifacética proporciona una manera de manejar el significado de la Escritura que nos capacitará para avanzar la teología de la reforma en nuestros días.
Estamos ahora en posición de hablar de los puntos de vista de la reforma moderna acerca de la claridad de la Biblia.
Una vez más nos ayudará pensar en términos de tres puntos a lo largo del espectro. En un extremo, enfrentamos las tendencias contemporáneas hacia la completa oscuridad, en el otro extremo enfrentamos las tendencias contemporáneas hacia la completa claridad, pero en medio está la doctrina de la reforma de los grados de claridad.
No es difícil encontrar protestantes hoy en día que tratan las Escrituras como si fueran casi totalmente oscuras o escondidas de nosotros. Frecuentemente, en el espíritu de la deconstrucción y la hermenéutica post-moderna, ellos consideran a las Escrituras oscuras porque creen que la Biblia es en sí misma contradictoria y contraproducente, de la misma manera en que evalúan toda otra literatura. En su punto de vista, la historia de la interpretación bíblica ha revelado demasiadas dificultades exegéticas que es casi imposible determinar cómo debemos entender precisamente la Biblia hoy en día.
Ahora, es verdad que con toda la comunicación humana adecuada, siempre hay oscuridades a los bordes o márgenes de la revelación bíblica, pero difícilmente puede decirse que la Biblia no es clara en todo. Hay mucho en la Biblia que es bastante claro. Este punto de vista no refleja la creencia de la claridad de la Escritura en la reforma. Si queremos continuar en el espíritu de la reforma hoy en día, debemos de rechazar tales nociones exageradas de la oscuridad bíblica.
En el otro lado del espectro, algunos protestantes creen que casi todas las Escrituras son tan claras que pueden ser entendidas rápida y fácilmente. La mayoría de los defensores de esta perspectiva, son capaces de sostener este simple punto de vista de la claridad de la Biblia porque rechazan todas las interpretaciones que no vienen de sus muy limitadas comunidades.
Exagerar la claridad de la Escritura es una gran tentación para muchos teólogos de la tradición reformada hoy en día al enfrentarse a las incertidumbres de la vida moderna. Desesperadamente queremos mantener las Escrituras alejadas del atolladero del escepticismo y cinismo moderno. Pero simplificar demasiado la claridad de la Escritura de esta manera no representa la perspectiva de la reforma con relación a la claridad de la Escritura. Como hemos visto, los primeros reformadores admitieron que algunas partes de la Biblia son simplemente difíciles si no imposibles de entender.
En medio del espectro de los puntos de vista sobre la claridad de la Escritura está una posición que reconoce grados de claridad. Esta es la posición adoptada por el capítulo 1 sección 7 de la Confesión de Fe de Westminster, donde leemos estas palabras:
Las cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente claras ni se entienden con la misma facilidad por todos; sin embargo, las cosas que necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y declaran en uno u otro lugar de las Escrituras, de tal manera que no sólo los eruditos, sino aún los que no lo son, puedan adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas por el debido uso de los medios ordinarios.
Note que la confesión distingue lo que es necesario para salvación tan claro en un lugar o en otro, pero también admite que no todo lo demás en la Escritura es igualmente claro. En otras palabras, la Biblia ni es totalmente incierta ni totalmente clara.
Recordará que en la lección anterior distinguimos varios niveles de confianza que tenemos en diferentes doctrinas cristianas con el modelo de un cono de certeza. En la parte baja de nuestro cono de la certeza, tenemos creencias que sostenemos endeblemente porque tenemos bajos niveles de confianza en ellos. En la cumbre, tenemos esas creencias esenciales que sostenemos tenazmente; renunciar a ellas es renunciar a la fe cristiana. Entre estos extremos tenemos todo lo demás que creemos con diferentes niveles de seguridad.
En muchos aspectos, nos ayuda pensar en términos similares acerca de la claridad de la Escritura. En primer lugar, muchos aspectos de la enseñanza bíblica, incluyendo el conocimiento de lo que se requiere para salvación, conlleva poco o ningún esfuerzo doctrinal para entenderlo. Como lo dice la Confesión de Westminster, los eruditos y los que no lo son pueden entender estas cosas. Otra información bíblica se ajusta también a esta categoría. De hecho, enormes porciones de la Biblia son fáciles de entender.
Por ejemplo, no es difícil ver que Dios creó el mundo o que hubo hombres llamados, Abraham, Moisés, y David, o que Israel fue a Egipto y posteriormente al exilio. El Nuevo Testamento enseña claramente que Jesús creció en Nazaret, que hubo apóstoles, y que Pedro bendijo al orar. Estos y otros rasgos innumerables de la Escritura son tan claros que nadie necesita hacer un esfuerzo intelectual para conocerlos.
En segundo lugar, algunos aspectos de la Escritura son conocidos únicamente por estudiantes que estudian seriamente materias como historia antigua, criticismo textual, lenguas bíblicas, métodos interpretativos, y teología. Entre estas materias podemos contar tales cosas como la escatología de Pablo, o el propósito histórico del libro de Génesis. Estos y otros aspectos de la Escritura requieren más atención erudita. Pero con suficientes esfuerzos intelectuales, muchas cosas que parecieron inicialmente oscuras se vuelven más claras.
Finalmente, algunas porciones de la Escritura parecen permanecer inciertas no importa cuánto esfuerzo intelectual hagamos. Algunos de los ejemplos más obvios de estas dimensiones de la Escritura se dan cuando tratamos de armonizar porciones paralelas de la Escritura como Samuel, Reyes y Crónicas, o los evangelios del Nuevo Testamento. Aunque se han dado pasos gigantescos en estas áreas, muchos problemas todavía parecen no tener solución.
De esta manera, al acercarnos a la Escritura, siempre debemos recordar que algunas dimensiones de la Escritura son más claras que otras. Únicamente cuando enfrentamos esta realidad podemos manejar responsablemente la autoridad de la Escritura. Aunque toda la Escritura es indudablemente autoritativa, en un nivel práctico somos capaces de entender su guía autoritaria en varios grados dependiendo en la claridad relativa de diferentes dimensiones de la Escritura.
Así vemos que para representar la tradición reformada en nuestros días, debemos evitar los extremos contemporáneos con relación a la claridad de la Escritura y afirmar que la perspicuidad es un asunto de grados.
Con estas perspectivas en mente acerca de la inspiración, del significado y la claridad de la Escritura, debemos de dirigir nuestra atención hacia el papel de la autoridad eclesiástica en la teología reformada contemporánea.
Nos enfocaremos otra vez en dos direcciones: primero, veremos cómo deben de ver los teólogos reformados contemporáneos las autoridades eclesiásticas del pasado, y segundo, veremos cómo deben de ver los teólogos reformados contemporáneos las autoridades eclesiásticas de hoy en día. Veamos primero el pasado.
Como hemos visto, los primeros protestantes entendieron que el Espíritu Santo había enseñado a la iglesia muchas verdades en el pasado, y buscaron dar el respeto y la sumisión a las enseñanzas de los padres, los credos y las tradiciones antiguas de la iglesia al aceptarlas como criterios provisionales. Sin embargo, los primeros protestantes también balancearon esta práctica con una afirmación fuerte de la supremacía de la Escritura por encima de las enseñanzas del pasado de la iglesia. Ellos confiaron en el pasado, pero también buscaron evaluar las enseñanzas de la iglesia teniendo como norma la Escritura.
Desafortunadamente, los teólogos reformados de hoy en día con frecuencia encuentran difícil sostener firmemente ambos lados de esta posición de los primeros protestantes al tratar con el pasado. Nos ayuda hacer notar dos extremos: el tradicionalismo por un lado, el Biblicismo en el otro y la práctica reformada de semper reformanda entre esos extremos.
Por un lado, los teólogos reformados contemporáneos con frecuencia caen en la trampa del tradicionalismo. Se desvían hacia prácticas que se parecen mucho a la iglesia católica romana. El tradicionalismo reformado afirma la autoridad de la Escritura y ciertamente rechaza las tradiciones del catolicismo. Sin embargo, muchos tradicionalistas reformados atesoran grandemente las expresiones de la fe reformada que fallan en escudriñar en un nivel práctico.
Si ha estado muy expuesto a los teólogos reformados hoy en día, probablemente ha visto esta tendencia. Frecuentemente los teólogos reformados abrazan las posiciones doctrinales históricas o las prácticas del pasado hasta el punto en que estas tradiciones se toman como fundamentos indiscutibles para la reflexión y práctica contemporánea. Con demasiada frecuencia estos teólogos reformados bien intencionados tienden a contestar preguntas teológicas simplemente haciéndose estas preguntas: ¿Qué dicen las confesiones reformadas? en lugar de preguntar: ¿Qué dice la Biblia?
Por otro lado, los teólogos reformados modernos también van al extremo opuesto al tratar con la autoridad eclesiástica del pasado. En una versión cristiana de la ilustración modernista, caen en lo que se puede llamar biblicismo. Estos teólogos actúan como si cada persona debería ir a la Biblia y decidir cada asunto teológico sin ayuda de la tradición protestante pasada.
Una y otra vez, los teólogos que se identifican con la rama reformada de la iglesia reaccionan al tradicionalismo reformado diciendo cosas como estas: No importa lo que ha dicho la iglesia. Todo lo que me importa es lo que dice la Biblia. Este tipo de retórica sigue hasta someterse a las Escrituras como nuestra autoridad final. Niega la sabiduría que el Espíritu de Dios ha otorgado a la iglesia, y otorga el criterio teológico únicamente al individuo o grupo de individuos que están trabajando actualmente.
Para continuar en el espíritu de la reforma hoy en día, debemos de reafirmar el principio de semper reformanda, la valoración protestante remota de la teología de la iglesia desde el pasado. Debemos de luchar por afirmar la supremacía de la Escritura sin ignorar la importancia de la tradición reformada.
Por un lado, semper reformanda hoy en día requiere que aceptemos como criterios provisionales no solamente a los primeros padres de la iglesia y los concilios, sino nuestras propias confesiones y tradiciones reformadas. Tenemos la Confesión de Fe de Westminster, el Catecismo Menor y Mayor de Westminster. El Catecismo de Heidelberg, la confesión de fe Belga, los cánones de Dort. Además de estos documentos tenemos en cuenta algunos escritos menos formales hechos por líderes y teólogos del pasado. Pero por otro lado, estas autoridades del pasado siempre deberían estar sujetas a la enseñanza indiscutible de la Escritura, pero forman correctamente los estándares provisionales para nuestra teología. Para llevar más allá el espíritu de la reforma hoy en día, necesitamos aprender a dar este tipo de peso a las autoridades eclesiásticas del pasado bajo la autoridad de la Escritura.
Habiendo visto cómo los teólogos reformados hoy en día deben de relacionarse con el pasado, debemos de dirigirnos a un asunto de igual importancia: ¿Cómo deben de evaluar los teólogos reformados a las autoridades eclesiásticas? ¿Cómo debemos entender la autoridad de las formulaciones teológicas que se están desarrollando hoy en día?
Hemos visto que los primeros protestantes afirmaron el valor del desarrollo de la teología por los líderes de la iglesia debidamente ordenados, pero que se cuidaban de exaltar autoridades vivientes en la iglesia por encima de la enseñanza de la Escritura. Desafortunadamente, una vez más los teólogos reformados contemporáneos encuentran difícil seguir estas perspectivas protestantes. Tienden a ir a los extremos en las maneras en que entienden la teología reformada contemporánea también.
Por un lado, los teólogos reformados tienden a ser escépticos hoy en día con relación a las formulaciones doctrinales. Por otro lado, muchos tienden hacia el dogmatismo con relación a las formulaciones doctrinales contemporáneas. Pero la forma de la auténtica teología reformada es luchar por ser fieles en las formulaciones doctrinales contemporáneas.
En vez de un escepticismo estricto o dogmatismo en la teología reformada contemporánea, este punto de vista abraza un deseo de crear formulaciones fieles en nuestra teología hoy en día. Vamos a desglosar lo que queremos decir por formulaciones fieles. Para entender lo que queremos decir nos ayudará examinar cómo concebimos la veracidad de las declaraciones teológicas.
Este severo escepticismo y dogmatismo acerca de la autoridad de los teólogos reformados contemporáneos existe en parte porque las declaraciones doctrinales son evaluadas en simples términos binarios. Como las abstractas y lógicas tradicionales tablas de la verdad, las doctrinas teológicas se enseñan para ser simplemente verdaderas o falsas. Pero en realidad, es de mucha ayuda romper con este modelo abstracto y darse cuenta de que las descripciones propiamente dichas de la realidad, las afirmaciones que decimos en cada materia de estudio, no caen simplemente en las categorías de falso o verdadero, es de mucha más ayuda pensar en el verdadero valor de las declaraciones doctrinales en términos análogos. Todas las declaraciones teológicas son más o menos verdaderas o falsas, dependiendo qué tan cerca se reflejen en las enseñanzas infalibles de la Escritura.
Por un lado de este continuo, encontramos que algunas decisiones teológicas describen las enseñanzas de la Escritura lo suficiente como para que las llamemos verdaderas sin cargo alguno de conciencia. No son perfectas, claro, pero están lo suficientemente cercanas a ser aceptadas como verdaderas a menos que surjan algunas cualidades que revelen que no son adecuadas. Por el otro lado, otras posiciones teológicas están tan lejos de las enseñanzas de la Escritura que estamos en lo correcto al clasificarlas como falsas, a menos que algunas cualidades muestren que son aceptables.
Tomemos por ejemplo esta declaración: Dios es soberano sobre todas las cosas. Esta declaración está lo suficientemente cerca a lo que enseña la Biblia que normalmente no tendríamos problema diciendo que es verdadera. La Biblia enseña que Dios es soberano sobre toda la creación. Sin embargo, debido a que esta declaración puede desarrollarse, es, en un sentido, imperfecta. Por ejemplo, si vamos a distinguir la fe bíblica del deísmo o fatalismo, esta declaración puede fácilmente dar una impresión falsa a menos que la califiquemos para que incluya la realidad de la providencia divina en la que Dios interactúa con los eventos históricos.
De manera similar, la declaración: Jesús es Dios. Está lo suficientemente cercana a la Escritura para ser aceptada como verdadera en la mayoría de las situaciones. Podemos estar satisfechos de que representa la enseñanza de la Escritura hasta donde va. En ciertas circunstancias, debemos de calificar el enunciado de tal manera que incluya la humanidad de Cristo antes de que podamos aceptarla responsablemente como una declaración verdadera.
Por lo tanto, al final, debemos decir esto acerca de los desarrollos teológicos contemporáneos. Algunas declaraciones teológicas están lo suficientemente cerca a la Escritura como para ser contadas como verdaderas. Otras están lo suficientemente lejos de la Escritura como para ser contadas como falsas. Pero una cosa es verdadera de todas las formulaciones teológicas: todas las declaraciones teológicas pueden perfeccionarse sometiéndose constantemente al escrutinio de discernimientos posteriores de la Escritura. Esto no es nada más que la máxima reformada antigua: semper reformanda, siempre reformándose. O como me gusta decir: una formulación teológica final no es nada más que falta de imaginación.
Esto es lo que queremos decir cuando comentamos que el objetivo de la teología reformada contemporánea es producir formulaciones teológicas fieles. Por un lado no somos escépticos con relación a la teología eclesiástica contemporánea; no rechazamos todo sentido de autoridad o necesidad de sumisión a lo que dice la iglesia hoy en día. Por otro lado no somos absolutamente dogmáticos, no insistimos en que las formulaciones contemporáneas son perfectas. En su lugar, usamos humilde y responsablemente todos los recursos que Dios nos ha dado —exégesis de la Escritura, interacción en la comunidad, y el vivir cristiano— para desarrollar formulaciones doctrinales fieles.
Buscamos conformar nuestras enseñanzas tanto como sea posible a la Escritura. Mientras más cerca estén nuestras doctrinas a la Escritura mayor autoridad tienen. Mientras más lejos estén de la Escritura menos autoridad tienen. Pero en cualquier caso, la teología de la iglesia siempre debe sostenerse en sumisión a las Escrituras. Nuestro objetivo es producir fieles formulaciones teológicas.
En esta lección hemos explorado la relación entre la autoridad bíblica y eclesiástica. Hemos visto un número de perspectivas que se desarrollaron durante el período medieval. También hemos visto cómo corrigió estos puntos de vista la reforma en su fase inicial. Y finalmente, hemos explorado la necesidad de aplicar las perspectivas de la reforma a la autoridad bíblica y eclesiástica en nuestros propios días.
Al tener en mente los principios de la autoridad bíblica como de la autoridad eclesiástica, seremos capaces de evitar muchos de los problemas que han acosado a la teología de la iglesia en el pasado y muchos de los problemas que todavía nos acosan hoy en día. Seremos capaces de construir una teología que traerá honor a la iglesia y gloria a nuestro Dios.