¿Le has dado un regalo a alguien para luego enterarte de que nunca lo ha usado? Una vez un amigo me dio una obra de arte en un tiempo en el que yo estaba extremadamente ocupado. Debido a que sabía dónde ponerla en ese momento, la puse en mi armario mientras pensaba donde ubicarla. Claro, pasó el tiempo y terminé por olvidarla por completo hasta el año siguiente cuando mi amigo visito mi hogar nuevamente. Y al pasar la vista alrededor preguntó: "¿Qué te pareció esa pintura que te di el año pasado?" Mi cara se puso roja en tanto que contestaba: "¿De qué pintura me hablas?" El me miró incrédulo y dijo: "Creo que eso contesta mi pregunta. Si te hubiera gustado, ciertamente la hubieras usado".
Algunas veces esto es cierto en la teología Cristiana. Como seguidores de Cristo creemos que Dios ha dado el regalo de su auto-revelación para todos nosotros, y le mostramos cuánto la apreciamos al mostrar cuánto la usamos.
Esta tercera lección de nuestra serie "Construyendo Su Teología", la hemos titulado "Confiando en la Revelación" y exploraremos cómo hacer uso de la revelación de Dios al desarrollar nuestra teología.
Esta lección se dividirá en tres partes importantes. Primero, exploraremos lo que nos enseñan las Escrituras con relación a la revelación y dónde encontrarla. Segundo, examinaremos algunas dinámicas importantes involucradas en el entendimiento de la revelación de Dios. Y tercero, veremos cómo desarrollar la confianza en las conclusiones teológicas que saquemos de la revelación de Dios. Comencemos viendo en dónde encontramos la revelación.
Con raras excepciones, los teólogos cristianos de los dos milenios pasados han estado de acuerdo de una manera u otra que la revelación divina debe de jugar un papel central en la teología cristiana. La creencia de que Dios se ha revelado, tanto a sí mismo como su voluntad para nosotros, se remonta a las primeras páginas de la Escritura. Llega a nosotros por medio del testimonio fiel del Antiguo Testamento, por medio de Jesús, y por los escritores del Nuevo Testamento. Pero saber en teoría que Dios nos ha dado este precioso regalo no es suficiente. Debemos saber dónde encontrarlo.
Mientras exploramos este tema, tocaremos tres puntos. Primero veremos la doctrina de la revelación general. Segundo, la doctrina de la revelación especial. Y tercero, examinaremos las interconexiones entre estas dos formas de revelación.
Una de las formas principales en la que Dios se ha revelado a sí mismo ante la humanidad es lo que con frecuencia llamamos: revelación general. Usamos el término general para indicar que Dios se revela a sí mismo por medio de las cosas creadas en general y para toda la gente en general. Algunas veces también se les llama revelación natural porque esta revelación viene por medio de la naturaleza o creación.
Varios pasajes bíblicos enseñan acerca de la revelación general. Por ejemplo, encontramos este concepto mencionado en el Salmo 19 versículos 1 al 6, Hechos capítulo 14 versículos 15 al 17 y Hechos capítulo 17 versículos 26 al 27. Pero quizá la descripción más completa de la revelación general de la Biblia aparece en los versículos familiares de Romanos capítulo 1 versículos 18 al 32.
Para ver estas enseñanzas bíblicas tocaremos dos asuntos: primero, el medio de la revelación general y segundo, el contenido de la revelación general.
En primer lugar, las Escrituras enseñan que el medio, el instrumento o conducto de la revelación general es cada dimensión de la creación. En cada cosa que Dios ha hecho él se revela a sí mismo a cada uno de nosotros. Escuchemos la manera en que lo puso en Romanos capítulo 1versículos 18 al 20.
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo pues Dios se lo manifestó siendo entendidas por medio de las cosas hechas. (Romanos 1:18-20)
Estas palabras nos dicen que Dios se nos revela por medio de la creación, o como dice aquí, por medio de las cosas hechas.
La revelación viene por medio de galaxias gigantescas en el espacio exterior y por medio de partículas microscópicas en el mundo; por medio de las dimensiones física, abstracta y espiritual de la creación, incluso nuestra propia experiencia como seres humanos —todo en la creación media la revelación de Dios.
Desafortunadamente, los cristianos frecuentemente toman estas palabras de Romanos capítulo 1 como si se refirieran únicamente a la creación en su sentido natural.
Todos nosotros sabemos de qué manera los bosques, los lagos, los árboles, las montañas y los desiertos dirigen nuestros pensamientos hacia Dios, pero con frecuencia fallamos en darnos cuenta que la civilización, la tecnología y la cultura humana como un todo también nos revelan a Dios.
Es importante darnos cuenta que en Romanos capítulo 1 Pablo tenía en perspectiva mucho más que la creación en su estado natural, también se refirió a la creación bajo la influencia de los seres humanos como un conducto de la revelación. Hablando de las perversiones que la cultura humana pecadora trae al mundo, Pablo dijo que la gente ve estas perversiones que cometen los humanos y entienden algo acerca de la voluntad de Dios. El escribió estas palabras en Romanos 1 versículo 32:
Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. (Romanos 1:32)
Estas palabras indican que la revelación general viene por lo que la gente hace con la naturaleza, no solamente por medio de la creación en su estado natural.
La tecnología humana, la ciencia, la arquitectura, la política, la vida familiar, el arte, la medicina, la música y otros productos de la cultura humana median la revelación general de Dios. Simplemente no podemos escapar de la revelación de Dios, no rodea a cada momento.
En segundo lugar, debemos notar que en Romanos capítulo 1 Pablo indicó también el contenido básico de la revelación general.
Ahora, desde una perspectiva, Pablo no era muy preciso acerca de lo que la gente conoce por medio de la revelación general. Su falta de especificidad resulta probablemente del hecho de que las diferentes personas, en lugares diferentes y en tiempos diferentes encuentran y reconoce diferentes aspectos de la revelación.
Sin embargo, Pablo hizo claro que la revelación general revela por lo menos dos tipos de información a los seres humanos: los atributos de Dios y nuestras responsabilidades morales correspondientes. Por un lado, como dijo Pablo en Romanos capítulo 1 versículo 20:
La creación revela las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad. (Romanos 1:20)
En una palabra, los atributos de Dios que no pueden verse directamente se ven indirectamente en su creación. Cada persona en el planeta conoce algunas dimensiones del carácter de Dios porque. Como lo puso Pablo en Romanos capítulo 1 versículo 19:
Dios se lo manifestó (Romanos 1:19)
En la revelación general.
Por ejemplo, la belleza de la creación nos señala hacia la belleza asombrosa de Dios, las provisiones de la naturaleza para la vida humana demuestran su bondad, el mero tamaño de la creación revela su enormidad, la complejidad de la creación nos muestra su sabiduría; y el poder de la naturaleza refleja su poder divino.
Por otro lado, además de demostrar los atributos invisibles de Dios, la revelación general comunica los aspectos de nuestra responsabilidad moral ante Dios.
Escuchemos nuevamente la manera en que lo puso Pablo en Romanos capítulo 1 versículo 32 al hablar de la pecaminosidad de la raza humana:
Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. (Romanos 1:32)
En otras palabras, varios aspectos de la creación revelan la responsabilidad moral que tenemos delante de Dios.
Por ejemplo, las distinciones biológicas entre masculino y femenino revelan nuestra obligación de practicar la heterosexualidad. La dependencia de los hijos en el cuidado paternal revela tanto las obligaciones de los padres para el cuidado de sus hijos, como la responsabilidad de los hijos de honrar a sus padres. El sufrimiento de los seres humanos en la guerra y el hambre revelan nuestra obligación de mostrar misericordia. Por dondequiera que veamos, la creación gime, demandando que conformemos nuestras vidas a los estándares morales que Dios exhibe en y por medio de la creación.
Ahora que hemos tocado la doctrina de la revelación general, debemos de dirigirnos hacia una segunda forma de revelación, a saber, la revelación especial.
Esta forma de revelación ha sido llamada especial principalmente porque no se da a toda la gente en todos los lugares, pero se da a segmentos especiales o específicos de seres humanos. La revelación especial ha tomado muchas formas a lo largo de la historia, pero desde el punto de vista cristiano Dios se manifestó a sí mismo de la manera más clara y completa en su Hijo, Jesús. Hebreos capítulo 1 versículos 1 al 3 ofrecen un breve resumen de la perspectiva cristiana de la revelación especial:
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres de los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia. (Hebreos 1:1-3)
Antes de la venida de Cristo, Dios se reveló a sí mismo y su voluntad de maneras muy especiales. Él habló directamente a su pueblo, les dio sueños sobrenaturales, abrió sus ojos a las visiones y les habló por medio de profetas, sacerdotes, reyes y sabios. Pero ninguna de estas revelaciones se compara a la plenitud y supremacía gloriosa de la revelación de Cristo, el Hijo de Dios. La vida y las enseñanzas de Jesús son el debut especial de la revelación de Dios. Y por esta razón, es bastante apropiado decir que el estándar para la teología cristiana es la revelación de Dios en Cristo.
Ahora, esta comisión a Cristo como la revelación suprema de Dios nos guía a varias implicaciones importantes. Pero para nuestros propósitos, una de las implicaciones más importantes y prácticas es que nosotros también debemos de estar comprometidos con las Escrituras como la revelación de Dios.
Cualquiera que esté relacionado con Jesús, o con los rabinos Palestinos del primer siglo, sabe que Jesús veía las Escrituras del Antiguo Testamento como la revelación especial de Dios. Nunca cuestionó las Escrituras, sino que se sometió completamente a ellas, e invitaba a otros a hacer lo mismo. Su ejemplo enseña a sus seguidores a confiar de Génesis hasta Malaquías como nuestra guía en todo lo que pensamos, hacemos o sentimos. Más allá, como nuestro gran Maestro, Jesús ordenó formular revelaciones autoritativas para la iglesia a sus discípulos especiales, sus apóstoles, y su revelación está resumida infaliblemente en el Nuevo Testamento.
Así que, los que ven a Cristo como la revelación suprema de Dios deben seguir su ejemplo y someterse a su enseñanza recibiendo el Antiguo y el Nuevo Testamento como la revelación especial para su pueblo hoy en día.
Ya que hemos visto que en nuestros días la revelación de Dios puede encontrarse tanto en la creación como en la Escritura, debemos dirigir nuestra atención hacia las interconexiones entre la revelación especial y la revelación general. Estas interconexiones nos ayudarán a ver que nunca debemos negar ninguna forma de revelación.
Veremos dos aspectos de este asunto: el traslape entre la revelación general y especial, y la necesidad de las dos formas de revelación. Vamos a ver primero el traslape entre las revelaciones general y la especial.
Aunque hablemos con frecuencia de la revelación general y especial bajo diferentes encabezados, necesitamos reconocer que estas dos formas de revelación se traslapan significativamente. Para ver esto, debemos reconocer la variedad del contenido que se encuentra en ambas formas de revelación.
Por un lado, en las Escrituras, la revelación especial toca muchos temas que forman un continuo entre la intuición muy común y la extraordinaria.
Algunas porciones de la Biblia son tan extraordinarias que nadie pudo haberlas escrito por medio de observaciones o experiencias normales, aún con la dirección divina. Estas porciones de la Biblia son esotéricas—fueron dadas de maneras sobrenaturales, extraordinarias.
Quizá los ejemplos más obvios de este tipo de material en la Biblia son porciones de libros como Daniel, Joel y Apocalipsis. Los hombres que escribieron estos materiales recibieron su información por medio de visiones y otras revelaciones sobrenaturales que les fueron dadas particularmente a ellos. En este sentido, podemos llamar a estas porciones de la Escritura revelación muy especial.
Además de esto, un tipo de terreno intermedio aparece en las Escrituras cuando encontramos una combinación de lo esotérico y las intuiciones dadas por el Espíritu a través de medios ordinarios.
Por ejemplo, tomemos los libros históricos como Reyes o el Evangelio de Lucas. Los escritores de estos libros mencionaron explícitamente que habían recolectado mucha de su información de fuente humana. Reyes menciona los anales reales de Israel y de Judá. Lucas menciona testigos oculares de la vida de Cristo de los cuales él juntó su información. Al guiar el Espíritu de Dios a estos escritores bíblicos fueron agregadas intuiciones sobrenaturales especiales. Tenían intuiciones en la corrección de la información que encontraban en sus fuentes, intuiciones como de qué manera interpretar las fuentes que tenían, intuiciones en la información que no encontraban en sus fuentes. Pero en este sentido, estas porciones de la Biblia mezclan lo esotérico y lo ordinario.
Más allá de esto, grandes porciones de la Escritura consisten en más bien intuiciones comunes pero inspiradas. Esto es porque el Espíritu Santo frecuentemente guiaba a los autores bíblicos a hacer observaciones correctas acerca de las experiencias ordinarias. Por ejemplo, en Proverbios capítulo 30 versículo 25 el sabio dice estas palabras:
Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida. (Proverbios 30:25)
Este enunciado es inspirado y verdadero, pero resulta de observar la naturaleza, no por recibir una visión esotérica.
Así que, en este caso, la revelación especial contiene materiales que asociamos comúnmente con la revelación general, el tipo de cosas que prácticamente cualquier persona puede notar acerca del mundo. Incluso podemos decir que estas porciones de la Biblia son revelación especial generalizada.
Ahora, así como la revelación especial, la revelación general también incluye una amplia variedad de contenido.
Por un lado, la revelación general contiene algunos elementos muy comunes, cosas que son conocidas para la mayoría de las personas, si no es que para todas, que han vivido aquí en la tierra y que son mentalmente competentes. Casi todos han sabido que el mundo es inmenso, cubierto por una vasta expansión de cielo. Y la mayoría de la gente puede recordar las ocasiones en que han experimentado su conciencia moral. Estas experiencias casi universales siempre han revelado tanto a Dios como su voluntad para la humanidad. Podemos hablar de ellas como revelación muy general.
Hacia el centro del rango de la revelación general están las combinaciones de elementos comunes y extraordinarios. Estas son experiencias de la creación que son dadas únicamente a algunos porque son limitadas de alguna manera, tal como en tiempo y el espacio. Por ejemplo, los vientos de un terrible huracán demuestran el poder grandioso de Dios. Pero mucha gente nunca experimenta un huracán. Las alturas de las montañas del Himalaya revelan la gloria de Dios, pero la mayor parte de la raza humana no ha visto el Himalaya de primera mano. Debido a que todos enfrentamos muchas limitaciones, no toda la revelación general llega a todas las personas en todos los tiempos.
Al otro lado del espectro están los elementos extraordinarios de la revelación general, los tiempos en que la gente reconoce algunas de las verdades que Dios ha revelado, incluso en sus creencias religiosas. El hecho es que la revelación general incluye cosas que con frecuencia asociamos más de cerca con la revelación especial.
Por ejemplo, algunas religiones no-cristianas creen que hay solamente un Dios. Muchos religiosos distinguen entre lo ordinario y lo sagrado de maneras paralelas a la verdadera fe cristiana. El asesinato es condenado en la mayoría de las religiones. La justicia social básica es exaltada por una gran variedad de diferentes tipos de fe. En el mundo antiguo de la Biblia, otras religiones, con frecuencia se parecían mucho a la verdadera fe bíblica de maneras muy extraordinarias. Incluso hoy en día, los misioneros reportan que algunas personas que no han sido alcanzadas tienen creencias similares a la fe cristiana. En tales casos, podemos hablar de revelación general especializada.
Así que, en tanto reflexionamos en los roles de la revelación general y especial en la teología, necesitamos recordar dos cosas que con frecuencia se nos olvidan. Por un lado, necesitamos recordar que las Escrituras nos enseñan algunas cosas que ni son esotéricas ni son desconocidas por otros medios. También nos enseña con autoridad divina acerca de las cosas que son relativamente comunes y que también pueden ser discernidas por medio de la revelación general. Esta es la razón por la que vemos a las Escrituras como nuestra autoridad no únicamente en asuntos puramente religiosos y morales sino también en asuntos relacionados con la historia y la ciencia.
Por otro lado, también necesitamos darnos cuenta que la revelación general tiene mucho que enseñarnos acerca de los asuntos que normalmente reservamos para la Escritura. De hecho, como veremos en estas lecciones, muchas verdades teológicas que se tocan en la Escritura están expuestas en la revelación general. Esta es la razón por la que debemos buscar cuidadosamente dirección divina al ver la revelación general inclusive en asuntos que son altamente religiosos.
Ahora que hemos reconocido que la revelación general y especial tienen un amplio rango de cosas para ofrecer reflexión teológica, debemos dirigirnos al segundo punto. ¿Por qué necesitamos ambas formas de revelación para la teología? ¿A qué contribuye cada una de ellas a la empresa teológica?
Por un lado, necesitamos la revelación especial porque excede la revelación general de muchas maneras. La revelación especial está designada para especificar, clarificar y para revelar a Dios y su voluntad más allá de lo que presenta la revelación general. Como han observado varios teólogos en décadas recientes, Dios proporcionó a Adán y a Eva la revelación especial y la natural, mientras aún estaban en su estado de inocencia. Debido a que Adán y Eva estaban sin pecado, podemos estar seguros de que sabían mucho de Dios y de su voluntad para con ellos al mirar la creación. Y sin embargo, antes del pecado, la teología no tenía que derivarse observando la creación sin la guía de la revelación especial. Dios también le dio a Adán su palabra especial con instrucciones específicas con relación al árbol del conocimiento del bien y del mal, con relación al cuidado del jardín, con relación a multiplicarse, con relación a ir más allá de los límites del jardín, y con relación a ejercer dominio sobre toda la tierra.
Más allá de esto, una vez que entro el pecado en el mundo, la revelación especial también se enfocó en el plan de redención de Dios. Aunque la revelación general revela que estamos bajo el juicio de Dios, únicamente la revelación especial expone la salvación en Cristo. Especialmente desde la caída en pecado, el proceso de construir teología tomando en cuenta la revelación general, lo que ha sido llamado algunas veces teología natural, debe de ser guiado por la revelación especial. De otro modo, utilizaremos mal lo que Dios ha revelado en la creación.
Con nuestra necesidad de tener la Escritura en mente, también debemos de ver nuestra necesidad de la revelación general. ¿Por qué no es suficiente construir nuestra teología teniendo en cuenta simplemente la Biblia? ¿Con qué contribuye la revelación general que no encontramos en la Escritura?
Ahora, como hemos dicho, nunca debemos acercarnos a la naturaleza o revelación general sin la guía autoritaria de las Escrituras. Pero al mismo tiempo, debemos de darnos cuenta que las Escrituras únicamente se dirigen directamente a un número limitado de cosas, y que las Escrituras hablan relativamente de pocas cosas comparadas con la amplitud de la revelación general. La revelación general proporciona el contexto que requiere la revelación especial con el fin de comunicar. Para aplicar un principio hemos aprendido en las lecciones anteriores, varios aspectos de la revelación general y la revelación especial forman redes de reciprocidades múltiples. .
Este papel para la revelación general aparece, por lo menos de dos maneras. Por un lado, lo que aprendemos de la revelación general nos capacita para entender la revelación especial.
Pensemos en esto de esta manera, todos nosotros conocemos que una persona debe ser capaz de leer, o al menos entender un lenguaje hasta cierto grado, para tener acceso a la revelación de la Escritura. Pero ¿cuántos de nosotros hemos aprendido a leer o entender el lenguaje derramándonos encima las palabras de la Biblia sin la ayuda de otras fuentes? Ciertamente la respuesta es que ninguno de nosotros aprende de esta manera.
La mayoría de nosotros aprendimos un lenguaje de un padre o de alguien que nos cuidaba, con la ayuda de objetos y acciones que involucraban otros elementos de la creación. Y posteriormente aprendimos a leer por medios similares.
Únicamente construyendo sobre lo que ya habíamos aprendido de estos aspectos de la revelación general fue que entonces estábamos capacitados para acercarnos a la Biblia. De hecho, nuestra dependencia en la revelación general es incluso más profunda al venir a las Escrituras. Ni siquiera tendríamos Biblias que leer si no fuera por lo que la gente aprendió de la revelación general. Los traductores de la Biblia aprenden a traducir; los que imprimen aprenden a imprimir; los editores aprenden a publicar principalmente de la revelación general. En estos sentidos muy básicos, debemos de dar atención a la revelación general porque nos equipa para estudiar la revelación especial.
Por otro lado, la revelación general también es necesaria para la aplicación exitosa de la Biblia. Por ejemplo, la Biblia toca muchos temas y da principios infalibles a seguir. Sin embargo para aplicar esos principios tenemos que saber algo acerca de la creación en la que se están aplicando.
La Biblia nos dice que los esposos deben de amar a sus esposas, pero para aplicar este principio bíblico tenemos que saber algunas cosas de la revelación general. ¿Qué es un esposo? ¿Qué es una esposa? También tenemos que saber lo que significa mostrar amor a una esposa en particular en su situación específica. En este sentido, la aplicación fiel de la Escritura siempre depende de la revelación general de Dios.
Así que, en pocas palabras, vemos que Dios se ha revelado a sí mismo en la revelación general y especial, y que Él espera que nosotros encontremos su revelación tanto en la creación como en las Escrituras. Ninguna forma de revelación fue diseñada para permanecer por sí sola. Dios ha ordenado que debemos sostenernos de ambas al construir nuestra teología.
Hay que hacer una distinción importante aquí. Al igual que es una cosa importante que alguien te de un regalo y otra cosa que tu le des el uso apropiado, asimismo es una cosa que Dios nos de su revelación y otra cosa que nosotros la usemos apropiadamente en teología. Ahora, Romanos capítulo 1 nos enseña que Dios se ha revelado a sí mismo en la creación con la claridad suficiente para que todos sepan que es digno de adoración y que ellos están bajo su juicio por su rebelión. Sin embargo, entender más allá de sus niveles básicos la revelación general y la especial no es tan simple; es un complejo proceso de reflexión.
Para entender cómo se lleva a cabo este proceso de derivar la teología partiendo de la revelación, enfocaremos nuestra atención en tres direcciones. Primero, exploraremos el obstáculo del pecado, y segundo, exploraremos la iluminación del Espíritu Santo. Luego, en tercer lugar tocaremos los resultados de esta dinámica en nuestra teología. Veamos primero cómo el pecado es un estorbo al buscar construir teología a partir de la revelación de Dios.
Tristemente, debemos de reconocer que el pecado ha tenido un efecto tan severo en los seres humanos que si Dios dejara libre la influencia del pecado, rechazaríamos su revelación con todas nuestras fuerzas. Aparte de la gracia común y la gracia especial, todo intento de reconocer y desarrollar nuestro entendimiento de la revelación de Dios sería en vano. En términos teológicos tradicionales, este problema se llama el efecto noético del pecado, derivado de la palabra griega para mente, nous.
Para entender los efectos noéticos del pecado, primero veremos cómo el pecado obscurece nuestras mentes con respecto a la revelación general, y después veremos cómo hace lo mismo con relación a la revelación especial.
Aunque cada persona en la tierra sabe algo de las dimensiones de la revelación general, el pecado causa que extingamos mucho de lo que sabemos y nos ciega a mucho de lo que tiene para ofrecernos la revelación general. En Romanos capítulo 1 versículo 18 Pablo dijo que los gentiles pecadores que sabían la verdad de la revelación general detienen con injusticia la verdad. En otras palabras, el pecado nos obliga a suprimir la verdad que está revelada claramente por medio de la creación, nosotros negamos y nos alejamos de la revelación general. Pablo también escribió que como los incrédulos violan los principios morales revelados en la naturaleza, Dios los entregó a las concupiscencias de sus corazones, pasiones vergonzosas, y a una mente reprobada (versículos 24, 26, 28).
La lujuria y la depravación guían nuestros corazones, así que tenemos, como lo era entonces, visión deteriorada. No es que no podamos ver la verdad de la revelación general, pues sí lo hacemos. Torcemos los hechos de la revelación general para estar en conformidad con nuestros deseos depravados. Llamamos a la verdad mentira, y a las mentiras verdad; llamamos a lo bueno malo y a lo malo bueno.
Habiendo visto cómo corrompe el pecado nuestra habilidad para hacer uso apropiado de la revelación general, debemos de dirigir nuestra atención a la revelación especial. ¿Cómo afecta el pecado nuestro uso de la revelación especial, particularmente la revelación de Dios en la Escritura?
La Biblia misma muestra que los seres humanos resisten a la enseñanza de las Escrituras si se quedan sin la misericordia de Dios. Jesús comentó sobre esto en Juan capítulo 5, versículos 39 y 40 cuando dijo que los Fariseos malversaban el Antiguo Testamento. De la misma manera, Pedro comentó de los escritos de Pablo en 2 Pedro capítulo 3, versículos 15 y 16 cuando dijo que los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras. Separados de la gracia de Dios, los seres humanos tienden a tratar de manera errónea y torcer las Escrituras.
Este problema de mala interpretación pecaminosa de la Biblia no está limitada a los incrédulos; también infecta a los creyentes. Un ejemplo que fácilmente viene a la mente es cuántos teólogos europeos y americanos creyeron que las Escrituras apoyaban el comercio de esclavos africanos de los siglos XVIII y XIX. ¿Cómo era esto posible? ¿Cómo pudieron interpretar erróneamente las Escrituras? La respuesta es que el pecado obstaculiza incluso nuestra habilidad para manejar las Escrituras. No importa la fuerza de nuestro intelecto o la profundidad de nuestro conocimiento bíblico, debemos estar absolutamente convencidos de que todos nosotros estamos torciendo y pervirtiendo la revelación especial de alguna manera. Mientras más estamos consientes de nuestras limitaciones e inclinaciones, más podemos prevenir este tipo de mala interpretación, pero todos nosotros iremos a la tumba ignorando algunas de las formas en que hemos mal interpretado la Biblia.
El efecto noético del pecado explica muchos de los problemas que encontramos cuando estamos deduciendo teología de la revelación de Dios. Tanto las Escrituras como la creación revelan a Dios y su voluntad para nosotros, pero nosotros que interpretamos la revelación de Dios somos pecadores. No siempre entendemos su revelación en la creación o en la Escritura. Esta es la triste realidad de hacer teología en un mundo caído. Ahora que hemos visto qué tan profundamente afecta el pecado nuestra habilidad para manejar apropiadamente la revelación general y especial, debemos de dirigirnos hacia nuestra mejor esperanza para deducir teología verdadera de la revelación de Dios: la iluminación del Espíritu Santo.
Muy a menudo los cristianos no entienden la magnitud que tiene en nuestras vidas el ministerio personal del Espíritu Santo para derivar la verdadera teología. En cambio, ponemos nuestra confianza en nuestras habilidades naturales que poseemos como seres humanos. En el espíritu de la Iluminación modernista, pensamos que podemos construir una teología verdadera si somos racionales y si aplicamos métodos bien definidos a la revelación de Dios. Pero en realidad, nuestras habilidades racionales no existen aisladas de la condición caída de la creación. En nuestro estado caído, el pecado obscurece nuestras mentes, incluyendo nuestras habilidades lingüísticas y lógicas, así que frecuentemente fallamos en entender apropiadamente la revelación. Algo más se necesita, algo que de poder a nuestra razón, y a nuestra lingüística, algo que nos capacite para entender la revelación general y especial como son en realidad y de esta manera formar la teología verdadera. Únicamente la iluminación del Espíritu Santo de Dios puede traer tal luz a nuestros ojos ciegos.
Para explorar la iluminación del Espíritu, vamos a ver primero como otorga intuiciones a la revelación especial y después cómo abre nuestros ojos para ver la revelación general también.
En la teología tradicional protestante el término "iluminación" se aplica frecuentemente a la obra del Espíritu al dar discernimiento en la revelación especial. El Espíritu Santo trabaja en nosotros, renovando nuestras mentes, para que podamos aprender, aceptar y aplicar la Palabra de Dios. Escuchemos la forma en que Pablo estableció esta verdad en Efesios capítulo 1, versículos 17 y 18.
Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado. (Efesios 1:17-18)
Ahora, es importante, darse cuenta que la iluminación del Espíritu Santo a la revelación especial funciona en muchos niveles. Por un lado, las Escrituras hacen claro que el Espíritu de Dios opera de maneras no-redentoras para que los no cristianos entiendan muchos aspectos de la revelación especial. Según Números capítulo 24 versículo 2, el Espíritu de Dios vino sobre Balaam el profeta pagano, dándole discernimiento. Y en Juan capítulo 11, Caifás, el sumo sacerdote que jugó eventualmente un papel significativo en la crucifixión de Jesús, profetizó verdaderamente con relación a la crucifixión de Jesús. En Mateo capítulo 21, los Fariseos entendieron que la parábola de los labradores malvados se aplicaba a ellos, pero respondieron con un complot para matar a Jesús en lugar de un arrepentimiento genuino. De manera similar, el escritor de Hebreos capítulo 6, versículo 4 habló específicamente de la iluminación del Espíritu a gente cuya salvación cuestionó posteriormente.
Podemos llamar a estos ejemplos las operaciones comunes del Espíritu, en el contexto de la gracia común. Estos son algunos de los papeles no-redentores que realiza el Espíritu en el mundo. Esta es la razón por la cual incluso los no creyentes pueden entender y enseñar la teología que está de acuerdo con las Escrituras. Es el resultado de la obra del Espíritu en ellos, aunque no sean redimidos.
Al mismo tiempo, es importante recordar que la iglesia es el templo del Espíritu. La iglesia es la depositaria de su presencia especial y de su ministerio en el mundo. Él da al pueblo redimido conocimiento salvador de la palabra de Dios. Y sería bueno esperar que la obra iluminadora del Espíritu fuera mayor entre los creyentes que entre los no creyentes. De hecho, estaría bien esperar que los teólogos creyentes aprendieran del Espíritu de maneras que sobre excedan a los no creyentes.
Este papel vital de la iluminación del Espíritu de nuestras mentes hacia la revelación especial denota un asunto muy importante que cada teólogo cristiano debe recordar. Debido a que únicamente el Espíritu nos ilumina, los teólogos cristianos deben dedicarse conscientemente y devotamente a estar en comunión con el Espíritu. La teología cristiana no es para hacer un proyecto impersonal que logramos por medio de nuestros propios esfuerzos. Se requiere el contacto altamente personal con el Espíritu Santo y la sensibilidad santificadora a su obra si esperamos deducir la teología verdadera de la revelación especial. Tenemos razones para esperar que nuestras conclusiones teológicas se deriven apropiadamente de las Escrituras sólo cuando buscamos sinceramente la guía del Espíritu de gracia.
Teniendo en mente la iluminación del Espíritu en la revelación especial, ahora nos dirigimos a la revelación general. La mayoría de los cristianos están familiarizados con la idea de que para entender y aplicar las Escrituras correctamente necesitamos la iluminación del Espíritu. Al mismo tiempo, también debemos recordar que el Espíritu Santo da a los hombres y a las mujeres la habilidad para manejar la revelación general apropiadamente.
Hay muchas maneras en que vemos esta verdad en la Escritura. Una forma importante que la Escritura aborda este asunto es en la doctrina de la sabiduría. En la Biblia la sabiduría dada por Dios, es un entendimiento apropiado que se enfoca especialmente en la revelación general. Y ¿de dónde viene esta sabiduría? El Espíritu de Dios enseña la sabiduría.
En Daniel capítulo 5, versículo 14 el rey pagano Beltsasar reconoció que la sabiduría de Daniel era de origen divino. En Proverbios capítulo 2, versículo 6 leemos que toda sabiduría viene de Dios. De manera similar, según Éxodo capítulo 31, versículo 3 los artesanos Bezaleel y Aholiab desarrollaron toda habilidad artesanal porque fueron llenos del Espíritu Santo.
Estos y otros pasajes con temas similares nos enseñan que no solamente se necesita la iluminación del Espíritu para la revelación especial sino también para la revelación general.
Escuchemos la manera en que habló Calvino en el libro segundo, capítulo 2 de las Instituciones de la Religión Cristiana acerca de la obra del Espíritu en tanto la gente descubre todo tipo de verdades en la revelación general:
Por lo tanto, cuando al leer los escritores paganos veamos en ellos esta admirable luz de la verdad que resplandece en sus escritos, ello nos debe servir como testimonio de que el entendimiento humano, por más que haya caído y degenerado de su integridad y perfección, sin embargo no deja de estar aún adornado con excelentes dones de Dios. Si reconocemos al Espíritu de Dios por única fuente y manantial de la verdad, no desecharemos ni menospreciaremos la verdad donde quiera que la halláremos; a no ser que queramos hacer una injuria al Espíritu de Dios Si, pues, Dios ha querido que los infieles nos sirviesen para entender la física, la dialéctica, las matemáticas y otras ciencias, sirvámonos de ellos en esto.
Como dijo Calvino aquí, el Espíritu de Dios enseña la verdad de la revelación general como única fuente de verdad. Por esta razón, intentar construir la teología cristiana en el poder de la carne, incluso respecto a lo que tienen que ver con los asuntos relacionados a la revelación general es tan insensato como buscar la salvación en el poder de la carne.
Todo esto es para decir que deducir teología a partir de la revelación no es algo que sucede automáticamente o algo que usted o yo podamos hacer por nuestras propias fuerzas, cuando se hace apropiadamente, derivar la teología a partir de la revelación es una humilde experiencia religiosa en la que constantemente chocamos con los límites de nuestras habilidades naturales y nos encontramos a nosotros mismos renovando nuestra dependencia en el Espíritu de Dios constantemente.
Las dinámicas del pecado y el Espíritu en nuestro entendimiento de la revelación general y especial nos preparan para esperar ciertos resultados en el proceso de la formación de la teología. Con frecuencia la tensión entre el pecado y el Espíritu nos causa que enfrentemos situaciones en donde los hallazgos de la revelación especial y general parecen ser incompatibles.
Construir una teología es relativamente simple siempre y cuando todo lo que creamos de las Escrituras encaje fácilmente en nuestro entendimiento de la revelación general. Por ejemplo, no es difícil creer que la Biblia es verdadera históricamente siempre y cuando haya evidencias científicas que parezcan apoyarla. No es difícil afirmar que robar es inmoral debido a que hay muchas personas que ven la decadencia social que causa el robar. Pero seamos honestos unos con otros. Frecuentemente leemos una cosa en la Biblia, pero encontramos algo que parece bastante contrario en el mundo en derredor nuestro. Aprendemos algo de nuestra experiencia de la vida, pero después descubrimos que la Biblia parece enseñar lo opuesto.
Ahora, como hemos visto, los cristianos deben construir teología confiando tanto en la revelación general como en la especial. No podemos tratar estos problemas simplemente rechazando la revelación especial o rechazando la revelación general. ¿Cómo podemos entonces manejar los conflictos aparentes entre estas dos fuentes de revelación? ¿Qué hacemos cuando encontramos algo en la Biblia que parece contrastar con los hallazgos de la ciencia o de la experiencia ordinaria?
En primer lugar, debemos entrar en estas situaciones con la firme convicción que la revelación general y especial realmente nunca se contradicen la una a la otra. Tanto en la revelación general como en la especial, el mismo Dios está hablando, el Dios que dice únicamente verdades porque El no puede mentir. Lo que es más, también debemos darnos cuenta de que Dios no tiene dificultad en unir lo que revela en toda la creación y en la Escritura. Sin importar qué tan irreconciliables nos parezcan estas dos fuentes de revelación, sabemos que desde el punto de vista de Dios (y por lo tanto es una realidad) son tanto verdaderas como compatibles.
En segundo lugar, debemos recordar que cuando hablamos de lo que sabemos de la revelación especial y general, nunca estamos tratando con revelación per se, sino con nuestro entendimiento de la revelación, entendimiento que siempre está lejos de la perfección. Aunque la revelación general y especial nunca están realmente en conflicto porque ambas provienen de Dios, nuestro entendimiento de ellas ciertamente puede estar en conflicto porque proviene de nosotros.
Hay cuatro maneras de evaluar la situación cuando nos encontremos con aparentes discrepancias entre la revelación especial y la general. Primero, siempre es posible que hayamos malinterpretado la revelación especial y que hayamos cambiado nuestra interpretación de la Biblia sin rechazar la Biblia misma. Segundo, el conflicto se puede dar cuando hayamos malinterpretado la revelación general. Frecuentemente, sacamos conclusiones de la experiencia que deben ser corregidas por la Escritura.
Tercero, podemos malinterpretar tanto la revelación especial como la general. Siempre es viable que nuestras experiencias del mundo no parezcan encajar con lo que enseña la Biblia porque hemos fallado en abrazar correctamente tanto la Biblia como nuestra experiencia. Cuarto, pudimos haber encontrado un misterio que simplemente está más allá de nuestra comprensión humana. Por ejemplo, nuestra experiencia de la revelación general nos guía ciertamente a no esperar que tres personas sean una. Sin embargo, esto es lo que nos enseña la Biblia acerca de Dios. ¿Cómo podemos reconciliar estos dos puntos de vista? No podemos. La doctrina de la Trinidad es un misterio más allá de nuestro alcance.
Ahora, no podemos estar diciendo siempre cuál de estas cuatro situaciones estamos enfrentando, pues no es práctico. Así que, muchas veces debemos actuar simplemente en base a donde ponemos el peso de la prueba. ¿Ponemos una carga más pesada de prueba en nuestra interpretación de la Escritura o en nuestra interpretación de la revelación general? Bueno, los cristianos van en direcciones diferentes con relación a este asunto. Por un lado, los cristianos que frecuentemente llamamos más liberales tienden a aceptar su entendimiento de la revelación general más rápidamente de lo que tienden a someterse a su entendimiento de la Biblia. Pero los cristianos que frecuentemente llamamos más conservadores tienden a aceptar su entendimiento de la revelación especial cuando surge un conflicto. Esta segunda estrategia es la más sabia. Debemos seguir lo que entendemos que enseña la Escritura, a menos que las evidencias de nuestras reflexiones acerca de la revelación general sean arrolladoras. Cristo y sus apóstoles respaldaron las Escrituras como nuestra guía para entender la vida. Así que, debemos estar listos a someternos a ellas cuando surgen conflictos aparentes. Como dijo Pablo en 2 de Timoteo capítulo 3, versículo 16:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17)
Sin embargo, al mismo tiempo, en buena fe siempre debemos recordar que debido a que nuestro entendimiento está agrietado por el pecado, debemos de volver a revisar los problemas una y otra vez. La práctica de los creyentes fieles a través de los años ha sido someter sus juicios a lo que ellos creen que enseña la Biblia— aunque saben que puede ser que tengan que corregir su entendimiento de la Escritura posteriormente. Esta manera de sabiduría y sumisión nos llama a hacer teología de lo que creemos sinceramente que enseña la Biblia.
El hecho que derivar teología de la revelación es enfrentarse con dificultades que resultan de la dinámica del pecado y el Espíritu, arroja un tercer tema principal en esta lección. En tal situación compleja, ¿cómo podemos desarrollar confianza en las posiciones teológicas que sustentamos?
Hay un dicho muy popular que usamos entre los cristianos evangélicos que dice algo así: Dios lo dijo, yo lo creo, eso basta. Bueno, en muchas maneras este enunciado es verdadero. Dice lo que hemos estado diciendo a lo largo de esta lección. Si Dios ha revelado algo, entonces debemos de creerlo y eso debe de bastar. Pero este dicho pasa por alto el hecho de que no siempre entendemos correctamente la revelación de Dios. Simplemente porque pensamos que Dios dijo algo, no quiere decir que realmente lo hizo. Así que, tenemos que hacer una pregunta muy seria. ¿Cómo podemos desarrollar confianza en que hemos entendido correctamente la revelación de Dios, de tal manera que podamos decir con certeza, Dios lo dijo y eso basta?
Para explorar el desarrollo de la confianza en teología, enfocaremos tres consideraciones. Primero, veremos que la confianza en las posiciones teológicas tiene una cualidad análoga. Segundo, exploraremos cómo resulta por lo regular la confianza desde un proceso de deferencia. Y tercero, exploraremos cómo debemos establecer la alineación apropiada de confianza con relación a diferentes posiciones teológicas.
Veamos primero la idea de que la confianza en conclusiones teológicas tiene una cualidad análoga, y no binaria.
Para entender esta diferencia nos ayudará ilustrar una analogía con dos tipos comunes de interruptores de luz. Primero, un simple interruptor de luz de encendido-apagado puede pensarse que sea binario. Es una de dos, ya sea que esté encendido o apagado. Este tipo de interruptor es similar a la manera en que piensan de sus creencias muchos evangélicos. Con regularidad piensan simplemente de las cosas que saben y de las que no saben. "Yo creo que Jesús es el Hijo de Dios" "Yo creo que Dios es Trino". Estas afirmaciones son creencias firmes.
Sin embargo, los evangélicos también tienen listas de cosas que consideran desconocidas. "Yo no sé por qué Dios permite el mal" "Yo no sé cuándo regresará Cristo". Este tipo de enunciados indican que no sabemos qué pensar; no tenemos confianza en las posiciones que se han tomado sobre estos asuntos. Este acercamiento binario a las convicciones teológicas es adecuado en muchas circunstancias. Decir "Yo sé de esto, pero no se de aquello" es como para salir del paso. Sin embargo, cuando vemos más de cerca el rango completo de las cosas que sabemos y creemos como cristianos, vemos rápidamente que la situación es más compleja de lo que sugiere el modelo binario.
Ahora, la mayoría de nosotros también está familiarizado con interruptores de luz atenuadores, el tipo de interruptores que tiene una posición de luz brillante y de luz baja. Este tipo de interruptor es análogo. La corriente eléctrica no simplemente está encendida o apagada, sino que la corriente fluye con más o menos fuerza. En los extremos la corriente está completamente apagada o completamente encendida, pero la gama entera que está en medio es importante también, ya que proporciona luz más baja o más brillante. En muchos aspectos, estos interruptores de luz análogos proporcionan un modelo útil para evaluar la confianza que debemos tener en las diferentes posiciones teológicas. No tenemos confianza simplemente en algunas creencias y otras no; tenemos todo un ámbito completo de confianza mayor o menor en las posiciones teológicas.
Consideremos la manera en que pensamos acerca de las cosas fuera de la teología. Cada ser humano sustenta muchas creencias. Por ejemplo, yo creo que no lloverá hoy. También creo en que tengo un trabajo como profesor del seminario. Y creo en que tengo una nieta. Ahora, aunque pueda decir que yo creo en que todas estas cosas son verdaderas, no sustento estas creencias con el mismo nivel de confianza.
Una manera de probar mi nivel de confianza es preguntarme cuánta presión representaría para mí renunciar a cada una de estas creencias. Puedo decir honestamente que no representaría mucho para mí cambiar mi creencia de que no lloverá hoy. Unas cuantas gotas de lluvia cayendo sobre mi cabeza me harían correr, incluso un informe del tiempo que indique una alta probabilidad de lluvia me haría llevar una sombrilla. No tengo mucha confianza en esa creencia.
Ahora, yo pondría mi confianza en que tengo un trabajo como profesor de seminario, en un nivel más alto. Tengo toda clase de confirmaciones que mi trabajo como profesor es seguro, y estoy muy comprometido con esa creencia. Tomaría más de un reporte en la televisión para hacerme cambiar de parecer. Incluso si recibiera una carta diciéndome que he perdido mi trabajo, lo confirmaría en persona. Pero considere lo que me llevaría dejar de creer que tengo una nieta. Hay demasiadas cosas que confirma mi creencia, y es tan especial para mí, que llevaría una inimaginable cantidad de evidencias para hacerme creer de otra forma, mucho más de las evidencias mencionadas en esta lista.
Ahora, en muchos aspectos lo que es verdad en la experiencia común también lo es en teología. Nosotros abrazamos nuestras creencias teológicas con varios grados de confianza. En la lección anterior hablamos de nuestras doctrinas cristianas, prácticas y pathos o emociones como formando una red de reciprocidades múltiples. A estas alturas necesitamos expandir este modelo ligeramente. Nos ayuda el pensar de esta red de reciprocidades múltiples como suspendidas en una esfera plásmica. Cuando se secciona esta esfera y se expone su interior, vemos que nuestra red de creencias está arreglada en capas concéntricas.
En la capa exterior, nuestras creencias están configuradas débilmente. La capa de afuera representa las múltiples posiciones teológicas que pertenecen a la periferia de nuestra red de creencias. Tenemos poca confianza en ellas; estamos poco comprometidos con ellas y nos encontramos a nosotros mismos que con mucha facilidad y casi todo el tiempo las vamos cambiando, removiendo y agregando.
En el centro o núcleo de la esfera, nuestra red de creencias está tan entretejido herméticamente que parece ser casi una unidad sólida. El centro de nuestra red consiste en nuestras creencias medulares, las configuraciones teológicas centrales de nuestra fe, las que abrazamos con niveles muy elevados de confianza. Es muy difícil modificar, remover o agregar a estas creencias esenciales porque cuando lo hacemos, hay un efecto dramático que reconfigura grandes porciones de todo en lo que creemos.
Finalmente, entre la médula y la capa externa hay una serie de capas hechas de redes de creencias tejidas más o menos firmemente. Las capas más cercanas al centro están configuradas más densamente y son más difíciles de modificar. Las capas más lejanas están configuradas con menos densidad y son menos difíciles de cambiar.
Ahora, el arreglo de la red de creencias variará de persona a persona, de tradición a tradición y de un tiempo y lugar a otro. Sin embargo, varios niveles de confianza aparecen en cada teología cristiana. Creemos muchas clases de cosas como cristianos, pero no debemos esperar creer todas con la misma medida de confianza. Algunas creencias están en la periferia, otras en la médula y todas las demás entre la una y la otra. Siempre es cuestión de mayor o menor confianza. Esto es lo que queremos decir cuando decimos que la confianza teológica es análoga.
Este entendimiento de nuestra red de creencias crea una pregunta. ¿Cómo le asignamos niveles de confianza a una posición teológica en particular? ¿Por medio de qué proceso llegamos a creer que hemos entendido correctamente la revelación de Dios con mayor o menor certeza? Dicho simplemente, el Espíritu Santo nos enseña y convence a través de un proceso de deferencia, un proceso en el que nos sometemos a nosotros mismos a las influencias de varios instrumentos que usa el Espíritu ordinariamente para enseñarnos.
Antes de que hablemos directamente de este proceso de deferencia, debemos de hacer distinciones entre las formas ordinarias y extraordinarias con que el Espíritu Santo nos da confianza en las posiciones teológicas. He encontrado útil pensar en estos asuntos a la par con las muchas formas en que Dios en su control providencial actúa sobre toda la creación.
La Confesión de Fe de Westminster resume muy bien la enseñanza de la Escritura sobre la providencia de Dios. Escuchemos lo que dice en el capítulo 5, sección 3.
Dios en su providencia ordinaria hace uso de medios; a pesar de esto, El es libre para obrar sin ellos, sobre ellos y contra ellos, según le plazca.
Notemos cómo se describe aquí la providencia de Dios. Este enunciado describe cómo usa Dios las causas secundarias, o crea instrumentos para llevar a cabo su voluntad en la tierra. El elabora su plan ordinariamente por medio de causas secundarias; él usa instrumentos creados para lograr sus objetivos. Pero al mismo tiempo, Dios no está encerrado en esta forma ordinaria. El es libre de lograr su voluntad sin instrumentos creados, por encima de ellos e incluso en contra de ellos.
De manera muy similar, es útil distinguir entre las maneras ordinarias y extraordinarias en que el Espíritu Santo nos ilumina y confirma nuestras posiciones teológicas. De cuando en cuando todos los cristianos hemos experimentado que el Espíritu Santo nos da discernimiento y fuertes convicciones incluso cuando no las estábamos buscando. Algo viene a nuestra mente cuando no lo esperamos, los compromisos crecen en nosotros sin ninguna explicación. En muchas situaciones como éstas, el Espíritu de Dios está trabajando sin, por encima y en contra de las causas secundarias que usa normalmente. Este tipo de obras extraordinarias del Espíritu son importantes, pero en la teología formal estamos más comprometidos con los procesos ordinarios que el Espíritu usa.
Como ya hemos visto, la iglesia ha reconocido tres formas principales en las que el Espíritu otorga iluminación ordinariamente mediante la identificación de tres áreas principales para el entrenamiento teológico formal de los líderes de iglesias en los seminarios: primero, la división bíblica del plan de estudios que tiene que ver con la exégesis de la Escritura, segundo, la división doctrinal e histórica del plan de estudios que tiene que ver con la interacción en la comunidad, y tercero, la división de la teología práctica del plan de estudios que está relacionado con el vivir cristiano.
Siguiendo esta línea de pensamiento, es muy útil describir las maneras ordinarias en que el Espíritu otorga confianza teológica como un proceso de deferencia o sometimiento de nosotros mismos a las influencias de la exégesis de la Escritura, de la interacción en la comunidad y del vivir cristiano. Exploraremos estas tres influencias en detalle en futuras lecciones, pero será de ayuda presentarlas en esta ocasión.
En primer lugar, el Espíritu de Dios nos ilumina y nos confirma en nuestro aprendizaje para deferir las influencias de la exégesis o interpretación bíblica apropiada. El campo de la exégesis, que es el aprendizaje de habilidades por las que podemos discernir la enseñanza de la Escritura, es uno de los medios de iluminación más importantes, comunes y efectivos así como para edificar la confianza. ¿Quiere saber lo que Dios ha revelado en la Escritura? ¿Quiere estar seguro de esto? Ordinariamente, debemos de emplear habilidades exegéticas que nos equipen para manejar la Biblia responsablemente. Debido a que la deferencia para con la exégesis de la Escritura es tan vital para el proceso de desarrollar teología cristiana, dedicaremos mucho de nuestro tiempo discutiendo esta área en las lecciones subsiguientes.
En segundo lugar, el Espíritu de Dios comúnmente usa la interacción en la comunidad para iluminar nuestras mentes y confirmar nuestras convicciones. La exégesis bíblica directa no es la única influencia que necesitamos en teología. También necesitamos la ayuda de la revelación general, especialmente la interacción con otras personas. De hecho, la exégesis directa sin la comunidad es muy peligrosa. Como veremos una y otra vez, el primer paso hacia la herejía es frecuentemente la exégesis.
Interactuar con otros, aprender y evaluar sus opiniones de lo que ha revelado Dios, debería ser una influencia crucial en nuestra teología. En el sentido más amplio, Dios ha ordenado la interacción con toda la raza humana para ayudarnos, pero la interacción entre creyentes, donde el Espíritu habita en su plenitud, es especialmente importante para el proceso. Cuando interactuamos en la comunidad nos hacemos preguntas como estas: ¿Qué ha creído la iglesia del pasado acerca de estos temas? ¿Qué me dicen los creyentes piadosos que están a mí alrededor hoy en día acerca de este tema? ¿Cómo se comparan mis opiniones personales a las de otros? La deferencia hacia la interacción con la comunidad es tan vital al proceso de derivar teología partiendo de la revelación de Dios, que también vamos a pasar muchas lecciones futuras reflexionando sobre esta área.
En tercer lugar, el vivir cristiano también juega un papel muy importante para darnos seguridad de que estamos siguiendo la dirección del Espíritu. Cosas como las experiencias de éxito y fracaso, las oraciones, la adoración y el servicio a Dios son dimensiones de la revelación general que también son instrumentos que usa ordinariamente el Espíritu para iluminarnos y convencernos de las posiciones teológicas. Vivir por Cristo nos prepara para una buena exégesis bíblica y para una interacción con otros. Y un caminar fiel con Dios también es la arena dentro de la cual probamos nuestras posiciones teológicas. Lo que somos y lo que experimentamos al vivir por Cristo es la tercera influencia principal para lo cual debemos deferir. El Espíritu usa el vivir cristiano para iluminar nuestras mentes y darnos confianza de que hemos entendido la revelación de Dios correctamente. Y tocando este tema, pasaremos un buen número de lecciones en estas series investigando el vivir cristiano.
Hasta este punto hemos visto que la seguridad teológica es un asunto de grados y que el Espíritu de Dios ordinariamente usa las influencias de la exégesis, la comunidad y el vivir cristiano para darnos seguridad. Ahora estamos en posición para ver cómo debemos alinear apropiadamente los niveles de seguridad que tenemos en nuestras diversas creencias.
Vamos a regresar una y otra vez al concepto de alineación apropiada en estas lecciones, pero será de mucha ayuda presentar la idea básica en esta ocasión. Déjeme sugerir un modelo para el entendimiento cómo funciona la alineación apropiada. Yo llamo a este modelo el cono de la certeza.
Imagine que removemos una sección de una esfera de nuestra red de creencias, perforando un cono que va desde el borde exterior hacia el núcleo. Poniendo este cono vertical, las capas del cono forman una escala de seguridad sobre las cuales sostenemos nuestras creencias. En la cima del cono están nuestras creencias centrales; en el fondo del cono está el borde externo de nuestras creencias. Entre la cima y el fondo están las creencias que sostenemos con diferentes niveles de convicción.
Una de nuestras responsabilidades principales como teólogos cristianos es determinar en qué nivel ubicar las creencias particulares. Una vez que hemos decidido que una posición teológica pertenece a la fe cristiana, queremos saber donde debemos de ponerla en el cono de la certeza. ¿Se debe de poner hasta la cima, en los niveles más altos de seguridad? O ¿debe ubicarse hasta el fondo, en las medidas más bajas de seguridad?
Ahora, no hay duda que en ocasiones el Espíritu Santo va a crear niveles de confianza en nosotros de maneras extraordinarias. Podemos encontrarnos a nosotros mismos absolutamente convencidos de algo contando con poca justificación para estarlo. Podemos dudar un punto de vista teniendo poca habilidad para explicar por qué. A veces solamente sentimos o percibimos que algo es verdadero o falso. Debemos tener cuidado de este tipo de experiencias y someterlas a la evaluación de la Palabra de Dios, pero estas obras extraordinarias del Espíritu de Dios no deben ignorarse.
Pero ¿cuál es la manera ordinaria que usa el Espíritu para guiarnos al determinar dónde ubicar las creencias en el cono de la certeza? En términos generales podemos decir que con raras excepciones, debemos de alinear nuestros niveles de seguridad con los resultados de la deferencia fiel en relación a las influencias de la exégesis, la comunidad, y el vivir cristiano. Al buscar estar bajo sus influencias, el Espíritu pone muchas de nuestras convicciones en la alineación apropiada.
Ahora, en un nivel práctico, deferir las influencias de la exégesis, la comunidad y el vivir cristiano, requiere que nosotros nos hagamos por lo menos dos preguntas básicas. Primero, ¿cuánta armonía existe entre la exégesis, la comunidad y el vivir cristiano en un asunto en particular? Mientras más armonía haya, más seguridad debemos tener en que hemos entendido correctamente un asunto en particular. La segunda pregunta se puede poner de esta manera: cuando hay una desarmonía significativa ¿la fuerza de una influencia supera significativamente a las otras? Cuando el peso de una o dos influencias es fuerte, tendemos a situar esta creencia en un nivel alto del cono de la seguridad. Pero, cuando las influencias de la exégesis, la comunidad y el vivir cristiano no están en armonía y tienen casi el mismo peso, tendemos a ubicar estas creencias en niveles bajos en el cono de la certeza.
Ahora, debemos estar claros de que no hay una manera mecánica para abordar la tarea de una alineación apropiada; no hay un cálculo matemática que podamos usar. El proceso es más bien un arte que una ciencia, y constantemente debemos buscar la bendición de Dios al llevar a cabo esta tarea. Sin embargo, el proceso de deferencia es el camino por el que el Espíritu guía ordinariamente a su pueblo. Al involucrarnos nosotros mismos en las influencias de la exégesis, la interacción con la comunidad y el vivir cristiano, el Espíritu nos guiará hacia el objetivo de la alineación apropiada de nuestras creencias en el cono de la certeza.
En esta lección hemos explorado cómo confiar en la revelación de Dios en el proceso de construir nuestra teología. Hemos visto que Dios nos ha dado la revelación especial y general; así que nosotros debemos depender de su revelación tanto en la creación como en la Escritura. También notamos que la derivación de la teología partiendo de la revelación está dañada por los efectos del pecado pero se puede llevar a cabo por la iluminación del Espíritu Santo. Finalmente, hemos visto que deferir las influencias de la exégesis bíblica, la interacción en la comunidad y el vivir cristiano nos ayudarán a determinar que niveles de seguridad son apropiados para las posiciones teológicas particulares que sostenemos.
Con estos conceptos en mente, estaremos capacitados para seguir adelante hacia el objetivo de desarrollar una teología que se base en la revelación.