En el mundo moderno, la mayoría de las personas escuchan la palabra "iglesia", y piensan en un edificio donde los cristianos se reúnen para adorar a Dios. Algunas veces estos edificios son grandes catedrales ornamentadas, hermosamente adornadas con arte. Algunas veces son pequeñas capillas, con muebles simples. Algunas veces son almacenes transformados en iglesias. Algunas veces son casas, chozas, e incluso cuevas, donde los adoradores se esconden del peligro. Pero en el Credo de los Apóstoles, al igual que en la Biblia, la palabra "iglesia" se refiere primera y principalmente al pueblo de Dios, la santa comunidad formada por aquellos que profesan fe en el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Esta es la quinta lección en nuestra serie el Credo de los Apóstoles. Hemos titulado a esta lección La Iglesia. En esta lección, observaremos las declaraciones en el Credo de los Apóstoles que confiesan la creencia en esta institución sagrada.
El Credo de los Apóstoles habla de forma explícita acerca de la iglesia con estas palabras:
Creo en
La Santa Iglesia universal,
La comunión de los santos.
Estas líneas en el credo aparecen en la sección larga dedicada al Espíritu Santo y sus ministerios. Esto se debe a que el Espíritu Santo es la persona de la Trinidad que está más directamente involucrada con la iglesia regularmente. Podríamos haber analizado el tema de la iglesia en nuestra lección del Espíritu Santo, pero hemos decidido dedicar una lección entera a la iglesia debido a que es tan fundamental para el cristianismo, y para nuestra vida como seguidores de Cristo.
Como mencionamos en una lección anterior, muchos protestantes encuentran extraño el confesar la creencia en la iglesia, como si nuestra fe en la iglesia fuese algo similar a nuestra fe en Dios. Cuando el credo menciona que creemos en la iglesia, no quiere decir que nosotros confiamos en la iglesia para salvación. La fe salvífica es en Cristo y solamente en Cristo. Pero nosotros creemos en la iglesia en el sentido que creemos lo que la Biblia nos enseña acerca de la iglesia, y creemos cuando nos dice que la iglesia es importante para los cristianos. Lo mismo es verdad acerca de la creencia en la comunión de los santos. Nosotros no confiamos en otros creyentes para nuestra salvación. Pero nosotros creemos en la enseñanza bíblica de que Dios usa otros creyentes para evangelizarnos, para ministrarnos, y para fortalecer nuestra fe.
Nuestra lección sobre la iglesia se dividirá en cuatro enseñanzas centrales que están reflejadas en el credo. Primero, observaremos la autorización divina de la iglesia. Segundo, discutiremos el hecho de que la iglesia es santa. Tercero, hablaremos de la iglesia como universal. Y cuarto, exploraremos la idea de que la iglesia es una comunión. una de estas secciones nos ayudará a entender la identidad y naturaleza de la iglesia tal como es afirmada en el Credo de los Apóstoles. Empecemos observando la autorización divina de la iglesia.
En el mundo moderno, hay muchos cristianos que creen que la iglesia es innecesaria, o al menos actúan como si así fuera. En muchos casos, creyentes sinceros piensan que organizaciones como la iglesia son invenciones humanas que estorban nuestra relación personal con Dios. Pero la Escritura enseña una perspectiva muy diferente. En un amplio sentido, la iglesia es el reino de Dios en la tierra, la congregación de su pueblo especial, y el medio central a través del cual él administra su gracia a aquellos que son fieles a Él. De acuerdo a las Escrituras, la iglesia es crucial para establecer y mantener nuestra relación con Dios.
Cuando decimos que la iglesia es autorizada por Dios, queremos decir que Él la creó para un propósito, y que Él la estableció con autoridad. En términos generales, la Escritura enseña que Dios aprueba a la iglesia. La iglesia es la organización que Él ordenó para llevar a cabo su misión en el mundo.
Jesús mismo dijo en Mateo capítulo 16 versículo 18:
Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)
La iglesia no es una invención de seres humanos pecadores. Jesús mismo es el fundador de la iglesia.
Así que, a pesar de las fallas que vemos en la iglesia a través de la historia, y que algunas veces las iglesias se alejan del evangelio que dejan de ser iglesia de Dios, no debemos de concluir que la iglesia es inservible e innecesaria.
El Credo de los Apóstoles afirma la autorización divina de la iglesia con estas simples palabras:
Creo en la iglesia.
Como podrán recordar en lecciones anteriores, el Credo de los Apóstoles es un resumen de las normas de fe de la iglesia primitiva. Y esas normas de fe fueron resúmenes de la Escritura. Entonces, cuando el credo profesa la creencia en la iglesia, trata de afirmar lo que la Biblia enseña acerca de la iglesia. Y el aspecto más básico de la enseñanza de la Biblia acerca de la iglesia es que Dios designó a la iglesia para cumplir su propósito en el mundo.
Mientras consideramos la autorización divina de la iglesia, nos enfocaremos en tres ideas principales. Primero, observaremos el trasfondo del Antiguo Testamento de la iglesia. Segundo, nos enfocaremos en lo que hizo Jesús para establecer la iglesia durante su ministerio terrenal. Y tercero, exploraremos algunas implicaciones de estos puntos de vista bíblicos. Empecemos con el trasfondo del Antiguo Testamento de la iglesia. El concepto de la iglesia en el Nuevo Testamento encuentra sus raíces en el Antiguo Testamento.
Muchos pueden pensar que la iglesia comenzó en el día de Pentecostés cuando Jesús ascendió al cielo y vertió su Espíritu sobre sus discípulos. Pero yo creo que es un mal entendido de la naturaleza de la iglesia. Creo que la iglesia es una continuidad del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Dios llamó a Abraham y al pueblo del Antiguo Testamento, y podemos decir sencillamente que eso es la iglesia, el comienzo de la iglesia. Entonces la iglesia comenzó allí, continua en nuestros tiempos, y continuará hasta la consumación, hasta el día en que Jesús regrese del cielo. [Dr. Riad Kassis]
El Nuevo Testamento habla muchas veces de la "iglesia" usando la palabra griega ekklesia. Pero este término fue derivado de la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, ekklesia y su equivalente en hebreo es frecuentemente usado para identificar a la reunida nación de Israel. Esto lo observamos en Deuteronomio capítulo 9 versículo 10, capítulo 31 versículo 30; Jueces capítulo 20 versículo 2; 1 de Reyes capítulo 8 versículo 14; Salmo 22 versículos 22 y 25; y en muchos otros pasajes.
Incluso en el Nuevo Testamento, donde ekklesia se convierte en un término técnico para referirse a la iglesia, la palabra también se usa para referirse a la asamblea del Israel del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, en Hechos capítulo 7 versículo 38, leemos las siguientes palabras en el discurso de Esteban a sus asesinos:
Este mismo Moisés estuvo en la asamblea en el desierto, con el ángel que le habló en el monte Sinaí, y con nuestros antepasados. Fue también él quien recibió palabras de vida para comunicárnoslas a nosotros. (Hechos 7:38 [NVI])
En este pasaje, la palabra griega traducida como asamblea es ekklesia que es comúnmente traducida como iglesia. Esto indica que la asamblea de Israel en el Antiguo Testamento fue equivalente y predecesor a la iglesia en el Nuevo Testamento.
Y en 1 de Pedro capítulo 2 versículo 9, Pedro llamó a la iglesia usando nombres que se aplican a Israel en el Antiguo Testamento. Escuchemos lo que él escribió:
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. (1 Pedro 2:9)
En este pasaje, Pedro hace uso de diversos pasajes del Antiguo Testamento que hablan de la nación de Israel. Y él aplico los nombres especiales de Israel a la iglesia del Nuevo Testamento, indicando que hay importantes continuidades entre estos dos grupos.
Si pensamos en un texto como 1 de Pedro capítulo 2, donde Pedro aplica a la iglesia una serie de títulos que fueron originalmente otorgados a Israel en el Antiguo Testamento, como real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. Observamos que Pedro está enseñando a un grupo de iglesias en una variedad de regiones que eran predominantemente gentiles para que se vieran a sí mismos como el cumplimiento de las promesas de Dios para Israel, y para que reconocieran que esa es su identidad. [Dr. Dennis Johnson]
Por supuesto, esto no quiere decir que la iglesia del Nuevo Testamento es exactamente igual a las asambleas de Israel en el Antiguo Testamento. Están conectadas, pero son diferentes. En Romanos capítulo 11, Pablo usó dos metáforas para hablar acerca de la relación entre la asamblea del Israel del Antiguo Testamento y la iglesia cristiana, él habló de ellas como una partida de masa y como un árbol de olivo.
Escuchemos lo que Pablo escribió en Romanos capítulo 11 versículo 16
Si se consagra la parte de la masa que se ofrece como primicias, también se consagra toda la masa; si la raíz es santa, también lo son las ramas. (Romanos 11:16 [NVI])
Primero, Pablo dijo que la asamblea del Antiguo Testamento era la primicia de la misma partida de masa de la cual la iglesia del Nuevo Testamento fue hecha.
Levítico capítulo 23 versículo 17 requería que Israel trajera las primicias de ofrenda de pan al Señor. Las primicias no eran una cosecha por separado, sino que eran parte y algo representativo de toda la cosecha. Así que, cuando Pablo dijo que Israel y la iglesia del Nuevo Testamento provenían de la misma partida de masa, él indicó que tanto Israel como los cristianos del Nuevo Testamento eran parte de la misma organización, el mismo pueblo de Dios, la misma iglesia.
Segundo, Pablo dijo que la asamblea del Antiguo Testamento era la raíz de un árbol, y que la iglesia del Nuevo Testamento eran las ramas del mismo árbol.
Pablo de hecho extendió esta ilustración en más versículos. Él comparó a la iglesia a través de los tiempos como un árbol de olivo cultivado. La iglesia del Antiguo Testamento, que consistía principalmente en judíos, era el grosor del árbol: raíces, tronco y muchas ramas. Y los cristianos gentiles eran las ramas silvestres del olivo que habían sido injertadas en el árbol. Poniéndolo de forma simple, los cristianos gentiles fueron injertados en la iglesia judía. Así que, aun y cuando la iglesia en los tiempos de Pablo consistía tanto de judíos como gentiles, sus tronco y ramas eran el mismo árbol que se remota a los tiempos del Antiguo Testamento. Sí, este nuevo árbol es diferente en muchos aspectos. Ha sido mejorado y construido. Pero sigue siendo el mismo árbol. De la misma manera, la iglesia del Antiguo Testamento ha sido mejorada y construida en la iglesia del Nuevo Testamento. Las dos son diferentes en maneras importantes, y representan diversas etapas de crecimiento. Pero siguen siendo la misma iglesia.
Ahora que hemos considerado la autorización de la iglesia desde la perspectiva del trasfondo del Antiguo Testamento, veamos como Jesús construyó su iglesia de una forma que se basó pero también avanzó la iglesia del Antiguo Testamento.
No se puede negar que cuando Jesús vino, su ministerio terrenal tuvo un impacto dramático en el mundo y en el pueblo de Dios. Es por una buena razón que muchos teólogos han notado que Jesús no simplemente perpetuó el orden antiguo, incluyendo la iglesia antigua. Al mismo tiempo, es importante reconocer que Jesús no estableció una iglesia que era totalmente nueva. Su iglesia tiene una continuidad con la iglesia del Antiguo Testamento.
Jesús mencionó la iglesia por el nombre ekklesia en tres ocasiones registradas en los evangelios. De hecho, estas son las únicas tres veces que la palabra ekklesia aparece en Mateo, Marcos, Lucas o Juan. Estos tres pasajes aparecen en el evangelio de Mateo — una vez en el capítulo 16 versículo 18, y dos veces en el capítulo 18 versículo 17. Observemos estos dos pasajes de una forma más detallada.
En Mateo capítulo 16 versículo 18, Jesús habló estas palabras:
Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)
La palabra griega oikodomeo, se traduce aquí como edificar, puede referirse a construir algo nuevo, o reconstruir y restaurar algo que ya existía. A pesar de que Jesús no menciona explícitamente que significado quiso darle a la palabra, lo que hemos observado por la enseñanza de Pablo en Romanos 11 nos inclina a favor del punto de vista de que Jesús estaba reconstruyendo y restaurando la iglesia del Antiguo Testamento.
Las palabras de Jesús en Mateo capítulo 18 versículo 17 son menos ambiguas. Escuchemos lo que él dijo:
Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (Mateo 18:17)
En este verso, Jesús estaba hablando de la disciplina en la iglesia. Su exhortación fue que una persona no arrepentida debería de ser traída delante de la iglesia o asamblea. En el contexto original del ministerio de Jesús, la única iglesia que existía eran las sinagogas judías esparcidas por toda la región, y el templo en Jerusalén. Éstas fueron distintivamente formas de las asambleas de Israel en el Antiguo Testamento, pero Jesús las seguía llamando "la iglesia".
El Antiguo Testamento disponía que las disputas normalmente debieran ser manejadas por los ancianos, sacerdotes o jueces — los representantes de la asamblea que habían sido designados para la labor de dictar una sentencia. Observamos esto en pasajes como Éxodo capítulo 18, y Deuteronomio capítulos 1 y 19. Jesús afirmó este principio en su tiempo, recordándole a su audiencia que ellos todavía estaban obligados a resolver sus disputas dentro de la asamblea de Israel. Pero Jesús también intentó que sus palabras se aplicaran a su propia iglesia, la iglesia que él había mencionado anteriormente en Mateo capítulo 16. Es por eso qué Mateo registra estas palabras de Jesús para nosotros. Como vemos, en las mentes de Jesús y Mateo, así como en la mente de Pablo, la iglesia del Nuevo Testamento fue un desarrollo de las asambleas del Antiguo Testamento. Jesús no vino a remplazar Israel con la iglesia; él vino a rescatar y restaurar a Israel en la forma de la iglesia del Nuevo Testamento.
Así como observamos la continuidad entre las iglesias del Antiguo y el Nuevo Testamento, es importante reconocer el rol central que tiene Jesús en unir estas dos iglesias.
Primero, hablando en términos generales, el Nuevo Testamento presenta a Jesús como el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel. Como vemos en Romanos capítulo 8 versículos 1 al 4 y Gálatas capítulo 3 versículos 16 al 29, Jesús es el fiel israelita que guarda el pacto de Dios y hereda todas las bendiciones que Dios prometió a Abraham y Moisés. Como observamos en Lucas capítulo 1 versículo 32 y Hechos capítulo 2 versículos 31 al 33, él es el Hijo de David que restaura el trono de David y gobierna sobre Israel y Judá. Jesús no rompió con el pasado. Él es la culminación de la iglesia del Antiguo Testamento, y su más perfecto miembro y ministro.
Y segundo, Jesús es el fundador de la iglesia del Nuevo Testamento, el que trajo la restauración y renovación que transformó el fracaso de la iglesia del Antiguo Testamento en la iglesia del Nuevo Testamento. La Escritura le llama cabeza de la iglesia en Efesios capítulo 5 versículo 23 y Colosenses capítulo 1 versículo 18. Él es el esposo de la iglesia en Efesios capítulo 5 versículos 22 al 33 y Apocalipsis capítulo 19 versículo 1 al 10. Es Jesús mismo quien nombra a la iglesia para recibir su autoridad delegada en la gran comisión en Mateo capítulo 28 versículos 18 al 20. Jesús ama, aprueba y autoriza a la iglesia.
La relación de la iglesia del Antiguo Testamento con Jesús es en esencia, exactamente la misma que la relación de la iglesia del Nuevo Testamento con Jesucristo. Podemos pensar que la iglesia nació en el día de Pentecostés en Hechos capítulo 2. Pero, si pensamos en la iglesia como el pueblo de Dios con quien Él estableció un pacto, el pueblo de Dios que Él ha redimido a través de la obra del Señor Jesucristo, entonces la iglesia del Antiguo Testamento es simplemente el cuerpo de creyentes que esperan deseosos el futuro donde Dios traerá la salvación un día cuando el Mesías venga. Y así como la iglesia del Antiguo Testamento confiaba en la gracia de Dios, la sangre derramada de Jesucristo en la cruz. Los cristianos, los creyentes y los miembros de la iglesia del Antiguo Testamento miraban hacia el futuro al cumplimiento de la obra del Señor Jesucristo. Ellos confiaban en que el Todopoderoso, la gracia inmerecida y misericordia de Dios perdonaría sus pecados y los pondría en una buena relación con Dios. Entonces, en el centro del asunto, la relación del creyente y de la iglesia del Antiguo Testamento y su relación con Dios es exactamente la misma que nuestra relación con Dios como creyentes e iglesia del Nuevo Testamento. [Dr. Samuel Ling]
Hasta ahora, hemos observado la autorización de la iglesia desde la perspectiva del trasfondo del Antiguo Testamento y el ministerio terrenal de Jesús. Ahora, estamos listos para considerar algunas implicaciones de estos puntos.
Cuando nos damos cuenta que Jesús ordenó a la iglesia del Nuevo Testamento como la restauración y desarrollo del Israel del Antiguo Testamento, una implicación importante es que existe una continuidad fundamental entre Israel en el Antiguo Testamento y la iglesia cristiana en el Nuevo Testamento. En un nivel práctico, deberíamos esperar que la comunidad de Dios en el Nuevo Testamento refleje las raíces del Antiguo Testamento. Por supuesto, algunas cosas son diferentes, y el Nuevo Testamento tiene cuidado de mencionar estos cambios. También enseña que la iglesia es muy parecida a Israel.
Existen muchos puntos de continuidad para que los mencionemos todos. Pero es importante tomar tiempo para nombrar tres de ellos explícitamente. Primero, hay una gran continuidad de propósito entre la iglesia del Antiguo Testamento y la iglesia del Nuevo Testamento.
Los teólogos muchas veces resumen la historia del mundo en términos de tres etapas: creación, caída y redención. En la etapa de la creación, la cual es descrita en Génesis capítulo 1 y 2, Dios creó al mundo, las plantas, los animales, y la humanidad. Y en una parte especial del mundo, él formó el Jardín del Edén. Y siguiendo el mandato de Dios, era la responsabilidad de la humanidad llenar y someter la tierra, haciéndola como el Jardín del Edén, un lugar apropiado para la presencia santa y manifestada de Dios.
En la etapa de la caída, la cual se registra en Génesis capítulo 3, la humanidad se rebeló en contra de Dios y fue expulsada del Jardín del Edén. Y al caer la humanidad en pecado, la creación entera fue corrompida. Pablo explicó esto en Romanos capítulo 8 versículos 20 al 22.
El resto de la historia es la etapa de la redención, en la cual Dios está trabajando para restaurar a la humanidad a una condición perfecta, y a través de la humanidad, para restaurar a la creación a su estado original. La etapa final del período de redención serán los cielos nuevos y la tierra nueva de lo cual leemos en Isaías capítulo 65 versículo 17 y capítulo 66 versículo 22, 2 de Pedro capítulo 3 versículo 13, y Apocalipsis capítulo 21 versículo 1. Esta redención de la humanidad y la creación ha sido siempre el propósito de la iglesia de Dios en los dos Testamentos.
En el mundo moderno, la iglesia sigue esforzándose en ésta meta de restaurar la creación. Siguiendo las prioridades de la enseñanza del Nuevo Testamento, hacemos esto principalmente por medio de la predicación del evangelio, sabiendo que cada persona que viene a Cristo representa un paso hacia adelante en el estado final de redención. También lo hacemos al vivir como cristianos en el mundo, demostrando el amor de Cristo a nuestros prójimos, y cambiando las culturas alrededor de nosotros para reflejar la gloria, honor y carácter de Dios. Y lo hacemos esperando y orando por el día cuando Jesús regrese a completar su obra de redención.
Un segundo punto de continuidad entre la iglesia del Antiguo Testamento y la iglesia del Nuevo Testamento en la era presente es que ambas asambleas del pueblo de Dios incluyen a creyentes y no creyentes.
En el Antiguo y el Nuevo Testamento, la iglesia de Dios nunca fue perfecta. En el Antiguo Testamento, algunos israelitas antiguos fueron fieles a Dios y recibieron las bendiciones de Dios. Pero muchos otros se rebelaron en contra de Dios en incredulidad y cayeron bajo sus divinas maldiciones. Esto lo vemos a través del Antiguo Testamento, pero es quizás más claro en los resúmenes de las bendiciones y maldiciones en el pacto de Dios, tal como las que encontramos en Levítico capítulo 26 y Deuteronomio capítulos 27 al 30.
Lo mismo es verdad acerca de la asamblea de seguidores de Jesús, la iglesia del Nuevo Testamento. Siempre ha habido incrédulos mezclados con creyente en nuestras iglesias. Por ejemplo, Judas fue infiel entre los apóstoles. Sabemos esto por lo que dice Juan capítulo 6 versículos 70 y 71, y también vemos esto en su traición a Cristo. La naturaleza mezclada de la iglesia también es evidente en las cartas a las iglesias en Apocalipsis capítulos 2 y 3. Estos capítulos en Apocalipsis tienen la expectación de que los verdaderos creyentes saldrán vencedores. Pero estos capítulos también advierten que aquellos que no salen vencedores demostraran la infidelidad de su corazón. Mucho de lo que aparece en la carta de 1 Juan está dedicada a distinguir entre los creyentes verdaderos y falsos en la iglesia. Aparte de esto, muchos otros pasajes advierten de falsos maestros en la iglesia, o animan a aquellos que profesan creer, a perseverar hasta el fin para probar su fe.
En 2 de Corintios capítulo 13 versículo 5, Pablo también reconoció esta verdad, y ánima a la gente a reflexionar en esto. Escuchemos lo que él escribió:
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Corintios 13:5)
Pablo quería que todos reconocieran que cosas como membrecía en la iglesia, bautismo, y una creíble profesión de fe no son señales fiables de una fe salvífica en Jesucristo. La gente que nunca ha venido a Cristo en fe también hace estas cosas. Entonces, Pablo anima a la gente en la iglesia a examinarse a sí mismos, para asegurarse que ellos verdaderamente confiaban en Cristo para salvación.
Por supuesto, como seres humanos no podemos saber la condición del corazón de otra persona. Solamente podemos ver sus acciones y escuchar sus palabras. Entonces, muchas veces es imposible para nosotros saber quiénes son verdaderos creyentes. Pero el saber que puede haber incrédulos en nuestras congregaciones debería afectar la forma en la que nos vemos a nosotros mismos y a otros en la iglesia. Debemos recordar el mantener la enseñanza y la predicación del evangelio a toda la iglesia para que aquellos que no han llegado a la fe puedan ser salvos — a pesar de que no sepamos quienes son. Debemos de ser receptivos con aquellos en la iglesia que están buscando a Dios, sin desanimarlos a asistir a la iglesia a pesar de que no hayan confiado aún en Cristo. Y debemos de inclinarnos a ser pacientes con otros, sabiendo que hay una amplia diversidad en fe y madurez, incluso entre la gente que ha estado en la iglesia por mucho tiempo.
Un tercer punto de continuidad entre la iglesia del Antiguo y Nuevo Testamento es que tienen obligaciones similares ante Dios.
Al pueblo de Dios en ambos Testamentos se le había dado la responsabilidad de amar a Dios, esparciendo su reino alrededor del mundo, y trayéndole gloria.
Con respecto a amar a Dios, Deuteronomio capítulo 6 versículos 5 y 6 enseña a la iglesia del Antiguo Testamento a amar a Dios con el corazón, y a obedecer su ley desde el corazón.
De la misma forma, la iglesia del Nuevo Testamento es llamada a amar a Dios y a obedecer su ley. Así lo enseño Jesús en Mateo capítulo 22 versículo 37, amar a Dios con todo nuestro ser es el más grande mandamiento de la ley. Y como lo enseñó Juan en 1 de Juan capítulo 5 versículo 3, amar a Dios con todo nuestro ser resulta en una obediencia a sus mandamientos.
Una de las preguntas que muchas veces hace la gente es si la iglesia del Nuevo Testamento debe de observar la ley del Antiguo Testamento. Y la respuesta es un inequívoco sí y no. No en el sentido de que esas específicas prescripciones que se encuentran en el Torá del Antiguo Testamento son de hecho removidas. No necesitamos circuncidar a nuestros hijos. No necesitamos ir al templo tres veces al año. No necesitamos y puedes seguir con la lista. De hecho, esta fue la discusión en el concilio de Jerusalén el cual está registrado en Hechos capítulo 15. Sin embargo, ¿cuál fue la intención del Torá del Antiguo Testamento? En el sentido de que el Torá nos revela el carácter y la naturaleza de Dios y el carácter y naturaleza que Él demanda que compartamos, en ese sentido, sí, el Torá sigue aplicándose. Y pienso que podemos ver esto en las cartas de Pablo. Pablo puede decir a sus lectores, no, ustedes son libres, no tienen que hacer todas estas cosas. Y ya que son libres, por supuesto, que no van a robar, no van a mentir, no van a codiciar, no van a cometer adulterio. Entonces, ¿es necesario que los cristianos observen el Torá para la salvación? Absolutamente no. Pero como aquellos que han sido salvos libremente, ¿se espera que nosotros compartamos y exhibamos la vida de Dios? Sí. [Dr. John Oswalt]
Observemos que el pueblo de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento había de expandir el reino de Dios. La iglesia del Antiguo Testamento sabía eso desde Génesis capítulo 17 versículos 4 y 5, Dios había prometido que Abraham sería el padre de muchas naciones. Y Pablo lo enseñó en Romanos capítulo 4 versículo 13, la iglesia del Antiguo Testamento sabía que esta promesa los obligaba a expandir el reino de Dios a todo el mundo por fe.
De la misma manera, la iglesia del Nuevo Testamento sigue llevando a cabo este plan de llevar el evangelio a cada nación.
Como Jesús mandó a su iglesia en Mateo capítulo 28 versículo 19
Id, y haced discípulos a todas las naciones. (Mateo 28:19)
Una tercera obligación compartida por el Israel del Antiguo Testamento y la iglesia del Nuevo Testamento era glorificar a Dios. Para la iglesia del Antiguo Testamento, observamos esto en Salmo 86 versículo 12, Salmo 115 versículo 18, e incluso en las descripciones que hace el Nuevo Testamento del mundo del Antiguo Testamento, como en Hechos capítulo 17 versículos 24 al 28. También es implícito por el hecho de que fuimos creados a imagen de Dios, como Génesis capítulo 1 versículo 27 lo enseña. En el mundo del Antiguo Testamento, las imágenes eran estatuas de reyes que les recordaban a la gente a amar, obedecer y glorificar a los reyes. Como imagen de Dios, los seres humanos son diseñados para traerle gloria.
Y de la misma forma, la iglesia del Nuevo Testamento también existe para glorificar a Dios. Esto es enseñado en 1 de Corintios capítulo 10 versículo 31, 1 de Pedro capítulo 4 versículo 11, Apocalipsis capítulo 4 versículo 11, y en muchos otros pasajes.
Las responsabilidades que Dios establece a la iglesia no son una carga pesada — no cuando estamos en Cristo. Si tuviéramos que estar delante de Dios por nuestros propios méritos, nosotros seriamos destrozados por el peso de nuestras obligaciones. Pero en Cristo, los verdaderos creyentes en la iglesia son libres de condenación, capaces para trabajar con el fin de expandir el reino del Señor, guardando sus mandamientos, y llevándole gloria, sin miedo o fracaso. De hecho, el éxito está garantizado. A pesar de que podamos encontrar contratiempos temporales, la historia se mueve hacia una victoria imparable. Y sigue avanzando a través de la iglesia. Entonces, mientras más obedientes seamos — mas guardemos nuestros obligaciones — Dios traerá lo más pronto su reino a su glorioso cumplimiento.
Al observar la forma en que la iglesia se desarrollo a través de sus etapas iniciales en el Antiguo Testamento hacia el cuerpo que Jesús aprobó en el Nuevo Testamento, es claro que la iglesia está completamente autorizada por Dios. La iglesia existe debido a que Dios quiere que exista, y porque le sirve para un propósito. No es una invención humana. Y no es una corrupción de la religión bíblica. Es la novia y el cuerpo de Cristo, amada por Dios, y dedicada a su servicio y gloria.
Con este entendimiento de la autorización divina de la iglesia en mente, estamos listos para nuestro segundo tema importante: el hecho de que la iglesia es santa.
A través de la Biblia, muchas palabras diferentes son usadas para referirse a la idea de santidad. En el Nuevo Testamento, la iglesia es descrita como santa o santificada. Y los que son parte de la iglesia son llamados santos. Estas tres palabras — santa, santificada y santo — vienen de la misma raíz en griego. Santa se traduce del adjetivo hagios. Santificada viene del verbo hagiazo, que significa hacer santo. Y santos viene del sustantivo hagios, que significa el que es santo.
En el Antiguo Testamento, los mismos conceptos son representados por palabras hebreas como el adjetivo qadosh, que significa santo; y el verbo qadash, significa hacer santo, y el sustantivo qodesh, que significa el que es santo.
Ahora, cuando hablamos de santidad, muchos cristianos piensan que la santidad es algo que distingue a Dios de sus creaturas. Se ha dicho muchas veces que la santidad de Dios es su cualidad de ser enteramente otro, o enteramente diferente de sus creaturas. Pero esta no es la única forma en que la palabra "santo" es usada en las Escrituras. La Biblia también se refiere a las creaturas y objetos como santos cuando ellos tienen cualidades especiales que reflejan la propia santidad de Dios. Y este es el sentido que el Credo de los Apóstoles usa cuando se refiere a que la iglesia es santa.
Consideraremos la idea de que la iglesia es santa en dos partes. Primero, exploraremos la definición de la palabra "santa". Y segundo, usaremos esta definición para identificar al pueblo que es santo. Empecemos con la definición bíblica de santidad.
En las Escrituras, el concepto de santidad es complejo. Podemos decir que cuando la Biblia se refiere a alguien o algo como santo, la idea más básica es que esto es algo:
Moralmente puro.
Y en un sentido relacionado, "santo" también describe a la gente y cosas que son
Apartadas para un uso de servicio especial para Dios.
Observaremos ambos aspectos de esta definición, empezando con el ser moralmente puro. Cuando decimos que algo o alguien es moralmente puro, queremos decir que es libre del pecado y corrupción.
En el sentido de pureza moral, la santidad tiene como raíz el carácter de Dios. La Escritura describe a Dios como El Santo en muchos pasajes, tales como 2 de Reyes capítulo 19 versículo 22, Proverbios capítulo 9 versículo 10, Isaías capítulo 30 versículos 11 al 15 y 1 de Juan capítulo 2 versículo 20.
No es sólo que Dios es infinito y nosotros finitos, pero que Él es moralmente otro diferente a nosotros. En Él no hay obscuridad ni sombra. En Él no hay impulsos malvados o inclinación a hacer lo que está mal. En Él no hay el más mínimo indicio o deseo de hacer mal. [Dr. J. Ligon Duncan III]
Debido a que Dios es absolutamente santo, cualquier cosa pecaminosa que entre a su presencia inmediata es sujeta a su juicio e ira. Observamos esto en pasajes como 1 de Samuel capítulo 6 versículo 20, 2 de Reyes capítulo 24 versículo 3, y Hebreos capítulo 12 versículo 14. Aunque Dios puede retener su juicio por un tiempo, su santa presencia destruirá a aquellos cuyo pecado no es cubierto. Y como resultado, cualquier persona o cosa que entre a su presencia primero debe de ser hecho santo.
Por ejemplo, considere lo que aparece en Isaías capítulo 6 versículos 3 al 7:
Los serafines el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos dijo Isaías ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. (Isaías 6:3-7)
En este pasaje, Isaías temió que él podía ser destruido delante de la presencia especial del Dios Santo debido a su pecado o culpa. Entonces, el serafín, uno de los ángeles de Dios, limpió el pecado de Isaías con un carbón encendido tomado del altar santo de Dios. Al ser limpiado, Isaías fue purificado del pecado — fue hecho santo. Y debido a esta nueva santidad, él fue capaz de estar delante de la presencia de Dios sin estar bajo juicio.
Como observamos en Isaías capítulo 6, la santidad de Dios es uno de sus atributos comunicativos — un atributo que lo caracteriza perfecta y completamente, pero que también caracteriza a sus creaturas de diversas formas. La naturaleza comunicable de la santidad se halla detrás de muchos mandamientos bíblicos para que los creyentes sean santos, como en Efesios capítulo 1 versículo 4, Hebreos capítulo 12 versículo 14, y 1 de Pedro capítulo 1 versículo 15 y 16. Debemos esmerarnos en ser moralmente puros tal como Dios es. Por supuesto, por nuestras propias fuerzas no podemos tener éxito en este esmero. Pero Cristo mismo tiene una pureza perfecta moral. Y cuando estamos en él, su justicia es acreditada a nosotros, y somos contados como seres absolutamente puros, completamente libres del pecado y la corrupción.
El segundo aspecto de nuestra definición de la palabra santo es que describe tanto a personas y cosas que son:
Apartadas para un uso de servicio especial para Dios.
En este sentido, hay cosas que pueden ser santas incluso si no son moralmente puras.
Por citar un ejemplo, escuchemos lo que Pablo escribió en 1 de Corintios capítulo 7 versículo 14:
El marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido. (1 Corintios 7:14)
Aquí, Pablo dice que cuando un creyente se casa con alguien incrédulo, la persona incrédula es santificada, o como otras traducciones lo ponen, el incrédulo es hecho santo. La idea es que la persona incrédula es identificada con Dios y hecha útil para su servicio — incluso cuando no ha sido moralmente purificada por Dios en Cristo.
Algunos cristianos pueden encontrar extraño el pensar que Dios aparta personas imperfectas e impuras para su servicio. Pero si pensamos en ello, la Biblia provee muchos ejemplos de personas incrédulas que Dios apartó para llevar a cabo su voluntad. Probablemente el más claro ejemplo de este hecho es cuando Judas traicionó a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Como Jesús mismo lo enseñó, Judas fue escogido para ese propósito. Y su traición resultó en la ofrenda más pura y santa nunca antes rendida a Dios — la preciosa muerte de su Hijo. Y si Dios es capaz de usar a incrédulos malvados en su servicio, ¿cuánto más Él puede ser glorificado por el servicio especial de los santos que lo aman?
Ahora, como hemos visto, el concepto de santidad tiene muchas dimensiones en la Biblia. Debemos de ser cuidadosos para entender lo que las Escrituras enseñan cuando usan palabras como santo, o santificado o incluso las descripciones de los santos en la iglesia. Algunas veces, la Biblia llama la atención al hecho de que verdaderos creyentes en la iglesia son moralmente puros debido a que se les ha dado la santidad de Cristo. En otras ocasiones, se refiere a gente que ha sido apartada del mundo para un servicio especial a Dios, incluso si no son verdaderos creyentes. Y en algunos casos, se refiere a la idea de que verdaderos creyentes han sido apartados para un servicio especial para Dios.
Cualquiera que sea el caso, Lo que sí sabemos es que cualquiera o todo lo que es santo es especial para Dios. Reverenciamos el nombre de Dios, rehusando tomarlo en vano, debido a que es santo. Nos sometemos a la Biblia debido a que es la santa palabra de nuestro santo Dios. Respetamos y nos esmeramos por la pureza moral en cada aspecto de la vida, sabiendo que nuestro Señor nos llama a tener vidas santas. Y participamos y nos sometemos a su santa iglesia. Donde sea que encontremos santidad, reconocemos la mano de Dios, y tomamos un cuidado especial para tratarla con un respeto santo.
Con esta definición de "santo" en mente, exploremos la identidad del pueblo que es santo.
Hablando en términos generales, la Biblia se refiere al pueblo como "santo" cuando ha sido apartado del resto del mundo con el propósito de ser útiles para un servicio especial para Dios. Por ejemplo, toda la nación de Israel en el Antiguo Testamento era regularmente llamada "santa" debido a que Dios tenía un pacto con la nación. Observamos esto en pasajes como Éxodo capítulo 19 versículos 5 y 6, Deuteronomio capítulo 7 versículos 6 al 9; y capítulo 28 versículo 9, y Ezequiel capítulo 37 versículos 26 al 28.
Este tema también se observa en la iglesia del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Lucas capítulo 1 versículo 72 habla de Jesús viniendo a cumplir el santo pacto de Dios. Y debido a que la iglesia es vista como el renovado y restaurado Israel del nuevo pacto, también es llamada santa. Observamos esto en Colosenses capítulo 3 versículo 12, Hebreos capítulo 10 versículo 29, y en muchos otros pasajes.
Citando un ejemplo, escuchemos de nuevo las palabras de Pedro a la iglesia del Nuevo Testamento en 1 de Pedro capítulo 2 versículo 9:
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. (1 Pedro 2:9)
Aquí, Pedro esta citando diversos pasajes del Antiguo Testamento que hablan de la santidad de Israel, y los aplica a la iglesia. Su punto es que la iglesia tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento ha sido el mismo y único grupo santo.
Como hemos observado, no todos en Israel o en la iglesia del Nuevo Testamento eran verdaderos creyentes. Incluso, fueron considerados santos debido a que fueron parte de la comunidad del pacto de Dios, esto es, el pueblo que estaba en el pacto de Dios.
Para aquellos en la comunidad del pacto que si creían, su santidad excedía a la santidad de los incrédulos. Los incrédulos eran santos sólo porque ellos habían sido apartados por Dios. Pero los creyentes eran santos no sólo porque fueron apartados, pero también porque en Cristo ellos eran moralmente puros y obedientes a Dios. Por supuesto, la meta era siempre que la comunidad del pacto entera creyera — para que todos fueran fieles a Dios y vivieran vidas moralmente puras.
Una forma útil de pensar acerca del pueblo santo puede ser hallada en la distinción tradicional entre la iglesia visible y la iglesia invisible. Observaremos cada una de estas categorías, empezando con la iglesia visible.
La iglesia visible se refiere a la iglesia que podemos ver, obviamente es visible en ese sentido. Por lo tanto, la iglesia visible es aquella que declara ser la iglesia alrededor del mundo. Todas las denominaciones que declaran seguir a Cristo, declaran seguir el propósito de Dios y su palabra en el mundo el día de hoy. Eso incluye a múltiples denominaciones, incluye a aquellos que no se identifican con una denominación específica y que se consideran a ellos mismos ser seguidores de Cristo. [Dr. Mark Strauss]
En cualquier momento, la iglesia visible incluye a todos los que regularmente se reúnen y forman parte de una iglesia, independientemente de la condición de sus corazones. Hay diversas maneras en que la gente puede llegar a ser contada como parte de la iglesia visible. Ellos pueden ser confirmados en el pacto de Dios, como por el bautismo en el Nuevo Testamento, o la circuncisión en el Antiguo Testamento. O ellos pueden tener o profesar una fe en Cristo. En las iglesias que no mantienen una membrecía oficial, o que no practican ritos que confirman el pacto como el bautismo, pueden ser contados como miembros del pacto simplemente porque regularmente se someten a la enseñanza de la iglesia. O, como Pablo lo enseñó en 1 de Corintios capítulo 7 versículo 14, ellos pueden simplemente tener un cónyuge o padre creyente.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, la nación entera de Israel era parte de la iglesia, a pesar de que no todos tenían una fe salvífica. Por lo menos, todos ellos estaban presentes dentro de la nación. Más allá de esto, como Dios había instruido en Génesis capítulo 17 todos tenían que haber sido confirmados en el pacto de Dios a través de la circuncisión de los hombres.
En el Nuevo Testamento, observamos algo similar. Cada persona que era parte de las reuniones en la iglesia era contada como parte de la iglesia. Esto incluía a todo aquel que profesaba su fe, los hijos y cónyuges de creyentes, y muchas veces sus siervos y esclavos. Por ejemplo, cuando Pablo escribió las cartas a varias iglesias, él quería que estas cartas se leyeran a todo aquel que estuviera directamente asociado con esas iglesias. Y como podemos ver a través de sus exhortaciones a los cristianos al probarse a sí mismos para ver si realmente tienen fe, Pablo esperaba que hubiera incrédulos dentro de la iglesia. Vemos esto en pasajes como 2 de Corintios capítulo 13 versículo 5. Jesús también tenía la misma expectación en su parábola del trigo y la cizaña en Mateo capítulo 13 versículos 24 al 30, donde él mencionó el no sacar a los incrédulos fuera de la iglesia. También observamos lo mismo en las cartas a las iglesias como en Apocalipsis capítulo 2 y 3, donde Jesús de una forma consistente anima a las iglesias a vencer y a perseverar hasta el final. Y observamos el mismo énfasis en las advertencias en contra de quebrantar el nuevo pacto en pasajes como Hebreos capítulo 6 versículos 4 al 8 y capítulo 10 versículo 29.
Por citar un ejemplo, escuchemos las palabras que aparecen en Hebreos capítulo 10 versículo 29:
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:29)
En este versículo, el autor de Hebreos indicó que era posible el rechazar a Cristo después de haber sido santificado en el pacto de Dios. Y como el resto del capítulo lo hace claro, el castigo que se menciona aquí es el eterno sufrimiento en el infierno.
Es importante recordar que en la iglesia visible siempre habrá "trigo y cizaña" (como dijo Jesús). Habrá el verdadero pueblo de Dios y habrá aquellos que parecen serlo. Tal como los discípulos que fueron fieles a Jesús, pero también estaba Judas. Pablo también tuvo sus demonios entre aquellos que eran sus discípulos si se pudiera decir así. Siempre habrá ese tipo de gente en la iglesia local. [Dr. Donald Whitney]
El carácter mixto de la iglesia visible significa que siempre tenemos que estar en guardia en contra de la incredulidad y el error en la iglesia. Al mismo tiempo, la santidad de la iglesia persiste incluso cuando los incrédulos están envueltos en sus ministerios. Nosotros honramos los sacramentos, las santas ordenanzas de Dios. Y respetamos la santa Palabra de Dios, incluso cuando es predicada pobremente o hipócritamente, como Pablo lo enseñó en Filipenses capítulo 1 versículos 14 al 18. La santidad de la iglesia es tanto una advertencia en contra de mirar a la iglesia en vez de a Dios, y una garantía de que Dios usa la iglesia de forma efectiva a pesar del pecado humano y la incredulidad.
Con este entendimiento de la iglesia visible en mente, consideremos la idea de la iglesia invisible.
Mientras que la iglesia visible incluye a todo aquel que es parte de la comunidad del pacto de Dios, la iglesia invisible está compuesta solamente por aquellos que han sido unidos a Cristo por medio de la salvación. Por esta razón, es algunas veces llamada la verdadera iglesia. Podemos pensar que la iglesia invisible es un pequeño grupo de personas que existe dentro de la iglesia visible. Generalmente hablando, tratamos a la mayoría de las personas en la iglesia visible como si fueran realmente salvas, dándoles el beneficio de la duda. Pero la realidad es que sólo Dios puede ver el corazón, tal como lo vemos en las Escrituras en pasajes como Salmos 44 versículo 21 y Hechos capítulo 15 versículo 8. Y como resultado, en esta etapa de la historia, sólo Dios puede identificar la iglesia invisible con completa certeza. Aun y cuando nos enfocaremos principalmente en la iglesia invisible así como existe en la tierra en cualquier momento, es importante reconocer que la iglesia invisible también incluye a cualquier creyente que ha vivido, tanto antes del ministerio terrenal de Cristo como después de éste.
Usualmente, la Escritura se dirige a la iglesia visible más que a la iglesia invisible, pero generalmente da a la audiencia el beneficio de la duda con respecto a su salvación. Hay algunas excepciones notables a esto, tales como 1 de Corintios capítulo 5, y 1 de Timoteo capítulo 1 versículos 19 y 20. Y en algunas de las cartas a las iglesias en Apocalipsis capítulo 2 y 3 no son muy optimistas acerca de su audiencia. Pero en general, el autor de la Escritura esperaba que sus lectores creyeran y confiaran en Dios, y lo obedecieran fielmente. La meta era que todos probaran ser fieles – para que la entera iglesia visible fuera parte de la iglesia invisible.
Cuando Jesús regrese, él purificará completamente a su iglesia. Él removerá a todos los incrédulos de ella, para que la iglesia invisible sea idéntica a la iglesia visible. Observamos esto en pasaje como Mateo capítulo 7 versículos 21 al 23, y capítulo 13 versículos 24 al 30, 1 de Corintios capítulo 3 versículos 12 al 15, y 1 de Pedro capítulo 4 versículos 17 al 19. Pero hasta ese momento, la identidad de la iglesia invisible sólo es conocida con certeza por Dios.
El hecho de que actualmente exista una iglesia invisible dentro de la iglesia visible tiene implicaciones importantes para todo aquel que afirma ser cristiano. Y una de estas grandes implicaciones es que la iglesia necesita escuchar el evangelio regularmente. Sabemos que hay incrédulos en la iglesia visible. Y eso significa que la membrecía en la iglesia no es garantía suficiente para nuestra salvación. Y por esta razón, tenemos que seguir enseñando, y predicando el evangelio de redención no sólo a otros, pero también a nosotros mismos. Tenemos que asegurarnos de que los incrédulos en nuestras congregaciones son invitados a venir a Cristo y a ser parte de la iglesia invisible.
Cuando el Credo de los Apóstoles afirma que la iglesia es santa, quiere decir que la iglesia está en un pacto con Dios, esto es que es apartada como el pueblo especial de Dios y dedicada a su servicio. También quiere decir que la meta final de la iglesia es la pureza moral, e incluso que la experiencia presente de los creyentes en la iglesia los oculta en la pureza moral de Cristo. Más allá de esto, mientras nos sometemos nosotros mismos a los mandamientos del Señor, somos constantemente purificados del pecado que cometemos, llevándonos cerca a la meta de la perfecta santidad que Dios ha impuesto en
Ahora que hemos observado la divina autorización de la iglesia, que le da su importancia y autoridad, y la idea de que la iglesia es santa para Dios, estamos listos para mencionar nuestro tercer tópico: el hecho de que la iglesia es universal.
Nuestra discusión del término universal se dividirá en tres partes. Primero, ofreceremos una definición de la palabra "universal". Segundo, observaremos a la universalidad de la iglesia visible. Y tercero, veremos la universalidad de la iglesia invisible. Empecemos con la definición de la palabra "universal".
Como hemos mencionado en una lección anterior, la palabra universal significa
Incluir a todos los cristianos en todas las congregaciones.
El término moderno universal se deriva del término original "católico" que se traduce como la palabra latina catholicus, que a su vez se deriva de la preposición griega kata y el adjetivo holos, que significa "todo" o "completo". No es una referencia a la iglesia Católica Romana, sino, es una descripción de la unidad que existe entre todas las iglesias que fielmente siguen a Cristo.
Recordemos en lecciones pasadas de esta serie, que la forma del Credo de los Apóstoles que tenemos hoy en día se desarrolló de antiguos credos bautismales. En el tiempo en que estos credos fueron escritos, las diversas iglesias cristianas alrededor del mundo no habían llegado a tener una forma de gobierno única y general. Así que, cuando el Credo de los Apóstoles habla de la universalidad de la iglesia, no tiene en mente la organización de todas las congregaciones cristianas. En cambio, está hablando acerca de la unidad del Espíritu Santo que existe entre todas las iglesias legítimas cristianas, a pesar de sus diferencias organizacionales. En esta etapa de la historia, la palabra "católico" era inclusiva. Tenía la finalidad de extender el nombre "iglesia" a todas las congregaciones cristianas.
Esta idea se mantiene con la enseñanza de Pablo en 1 de Corintios capítulo 1 versículo 2, donde él dirige su carta de esta forma:
A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. (1 Corintios 1:2)
Aquí, Pablo indica que varias congregaciones cristianas en Corinto, a las que él se refiere de manera colectiva como la iglesia en Corinto, eran parte de una iglesia más grande que incluía a todos los que proclamaban el nombre de Cristo, independientemente de donde vivieran.
A mitad del siglo tercero DC., Cipriano de Cartago empezó a enfatizar el rol de obispos o sacerdotes al definir la iglesia. En su Epístola 68, él dijo lo siguiente:
Ellos son la iglesia, gente unida al sacerdote La iglesia, que es llamada católica y única, no está partida ni dividida, pero efectivamente es conectada y unida por el cemento de sacerdotes quienes se adhieren unos a otros.
Para Cipriano, la unidad de la iglesia tenía como raíz la unidad de los clérigos y su ministerio. Este punto de vista empezó a crecer, los cristianos también empezaron a afirmar la unidad de la iglesia en su unidad de gobierno. La iglesia era una simple organización que estaba presente en todas partes del mundo debido a que sus obispos y sacerdotes estaban presentes en todo el mundo.
Incluso hasta este punto, la palabra "católica" fue intencionada a ser inclusiva, incluyendo a todas las personas y congregaciones que proclamaban el nombre de Cristo y que eran fieles a las doctrinas tradicionales de la iglesia.
Tiempo después, la unidad de la iglesia fue fragmentada por divisiones. Por ejemplo, en el año 1054 DC la Iglesia Católica Romana excomulgó a las iglesias Ortodoxas Orientales, y las iglesias Ortodoxas Orientales excomulgaron a la Iglesia Católica Romana.
Durante este tiempo, estas iglesias empezaron a usar la palabra "católica" en un sentido nuevo exclusivo. Al insistir que sus propias iglesias eran católicas o universales, cada una quería decir que se identificaban a sí misma como la única iglesia válida, y condenaban iglesias rivales.
Más adelante, en el comienzo de la reforma del siglo 16, muchas iglesias protestantes tomaron un enfoque diferente. Esencialmente, regresaron al significado original del credo, apelando el significado original inclusivo de la palabra "católica". En acuerdo tanto con las Escrituras como con el Credo de los Apóstoles, las iglesias protestantes afirmaron la unidad de Espíritu que todas las iglesias cristianas compartían bajo el liderazgo de Cristo. Y reconocieron que esta unidad podía ser mantenida incluso sin la solidaridad en el área de gobierno de la iglesia, y sin perder las contribuciones positivas hechas por cada una de sus denominaciones.
Reconocer la universalidad de la iglesia en el mundo moderno significa afirmar la validez de cada iglesia que mantiene las doctrinas afirmadas en el Credo de los Apóstoles. Todos los cristianos en todas las iglesias fieles están bajo la autoridad del pacto con Cristo, y todos los verdaderos creyentes son bendecidos con los dones del Espíritu Santo. Y por esta razón, nosotros debemos de anhelar los beneficios de los dones de cada verdadero cristiano en cada iglesia fiel, y debemos estar dispuestos a servir junto a ellos tanto como sea posible.
Con esta definición de la palabra "universal" en mente, observaremos las formas en las que la iglesia visible puede ser llamada "universal".
Cuando combinamos nuestro entendimiento de universalidad con nuestro entendimiento de iglesia visible, nosotros podemos definir la iglesia visible universal como:
Una comunión universal de todas las personas en pacto con Dios bajo el liderazgo de Cristo.
Obviamente, esta comunión es una en Espíritu más que en forma de gobierno eclesial. No hay ninguna denominación cuyo gobierno se extienda sobre todas las congregaciones cristianas. En cambio, la unida de la iglesia visible está basada en el hecho que cada iglesia entra en un pacto con el mismo Dios, y bajo la autoridad de pacto con el mismo Cristo.
Históricamente, la iglesia visible ha rastreado su universalidad en diferentes formas. En algunas tradiciones, es rastreada a través de la forma de gobierno. La iglesia se expande al multiplicarse a sí misma, y cuando cada nuevo ministro se ordena y se le impone manos por aquellos que ya son ministros.
Pero generalmente los protestantes han enfatizado que la unidad de toda la iglesia depende de nuestra fe en Cristo y en la obra del Espíritu, más que en la sucesión de ministros ordenados y sacerdotes. Por esta razón, las nuevas congregaciones pueden surgir cuando existe una unidad del Espíritu, cuando aquellos que están en pacto con Dios se reúnen en el nombre de Cristo. Los protestantes insisten que la iglesia visible es universal debido a que existe en cualquier lugar en que la gente este en pacto con Dios, bajo la autoridad de Cristo, en la unidad del Espíritu.
Uno de los problemas más comunes que muchos cristianos enfrentan hoy en día es, a que iglesia deben de afiliarse como parte de la iglesia universal de Cristo. En muchas partes del mundo, hay tanta variedad de iglesias que declaran ser cristianos, que a veces cristianos bien intencionados van de un extremo a otro. Ya sea que ellos abren sus brazos ampliamente y aceptan a cualquier iglesia que declara ser cristiana, o excluyen a todas excepto a su respectiva congregación o denominación.
Una forma que ayudaría a resolver esta dificultad puede encontrarse en las tres tradicionales marcas de la iglesia. Estas marcas fueron formuladas por Juan Knox en el siglo 17 en Escocia, y representan la forma de pensar de muchas iglesias protestantes en sus días. Esencialmente, las marcas permiten a los cristianos distinguir entre congregaciones genuinas de la iglesia visible universal de congregaciones impostoras.
Las marcas de la iglesia fueron absolutamente necesarias para saber dónde está la iglesia, porque en realidad, cualquiera podría llamarse iglesia. En los puntos de una gran crisis teológica como la de la reforma del siglo 16, la pregunta es ¿Dónde puede hallarse una iglesia verdadera? Y como los reformadores, definieron más cuidadosamente las marcas de la iglesia al decir, "No es el anuncio en el frente". No es la arquitectura del edificio. Es si en verdad, y primordialmente, existe la predicación de la palabra de Dios. Donde sea que haya una verdadera predicación de la palabra de Dios, allí hay una iglesia. Donde los sacramentos y ordenanzas se encuentran correctamente administrados allí hay una iglesia. Las marcas que vinieron después son, la disciplina de la iglesia, y el entendimiento de que sin ella, la pureza de la iglesia está rendida y por eso, la iglesia eventualmente se rinde en términos de su integridad e identidad. [Dr. R. Albert Mohler, Jr.]
Observemos cada una de estas tres tradicionales marcas de la iglesia visible universal, empezando con la predicación de la palabra de Dios.
No hay una iglesia o denominación que tenga un derecho exclusivo de posesión, interpretación, aplicación o proclamación de la palabra de Dios. Algunas iglesias y denominaciones demandan tener el derecho exclusivo de interpretar y enseñar las Escrituras. Algunas demandan tener una iluminación especial que hace que su entendimiento de la Biblia sea más verdadero que otros. Pero ninguna iglesia manifiesta perfectamente todas las marcas, incluyendo la predicación de la Palabra. Dios le ha dado la Biblia a toda la iglesia visible. Y Él le ha dado a toda la iglesia visible su Espíritu Santo para ayudarnos a entender la Biblia. Observamos esto en pasajes como 1 de Timoteo capítulo 3 versículo 15, y Hebreos capítulo 4 versículos 11 al 13 y capítulo 6 versículos 4 al 6. Además, la Escritura exhorta a toda la iglesia visible a leer, entender, y enseñar la palabra de Dios, como lo vemos en Mateo capítulo 28 versículo 20, 1 de Timoteo capítulo 4 versículo 17, y 2 de Timoteo capítulo 2 versículo 15 y capítulo 3versículos 14 al 17.
La segunda marca de la iglesia es la correcta administración de los sacramentos de Bautismo y la Santa Cena. Estos sacramentos pertenecen a toda la iglesia visible, no son exclusivos de una denominación.
Es un privilegio y una responsabilidad de cada congregación dentro de la iglesia visible el administrar los sacramentos de acuerdo a las Escrituras. Observamos esto en la Gran Comisión con el mandato de bautizar en Mateo capítulo 28 versículo 19 y en las enseñanzas de Pablo acerca del bautismo en 1 de Corintios capítulo 1 versículos 13 al 17. También lo observamos cuando Jesús instituye la cena del Señor en Lucas capítulo 22 versículos 15 al 20, donde el Señor indicó que la cena era para su reino entero, para todos aquellos que estaban incluidos bajo el pacto de autoridad de Cristo. Pasajes como estos son la razón por la que muchas iglesias protestantes reconocen y afirman los sacramentos de otras iglesias y denominaciones.
La tercera marca tradicional de la iglesia visible es la disciplina formal de la iglesia, tal como la excomunión.
Ningún cristiano disfruta el ejercer una disciplina formal en la iglesia, especialmente la excomunión. Y esto ha hecho que muchas iglesias traten de evadir el uso de la disciplina. Por supuesto, la paciencia tiene también garantías bíblicas. Como lo podemos ver en la parábola del trigo y la cizaña, que se encuentra en Mateo capítulo 13 versículos 24 al 30. Inclusive, la disciplina tiene su lugar. Hay momentos cuando el pecado de una persona es tan problemático que tiene que ser llevado a cabo a través de la disciplina — especialmente cuando pone en peligro a la iglesia y su reputación. En momentos como este, la disciplina tiene la intención tanto de proteger a la iglesia y llevar al ofensor al arrepentimiento. Razones bíblicas para una disciplina formal se pueden encontrar en pasajes como Mateo capítulo 16 versículo 19 y capítulo 18 versículo 18, Juan capítulo 20 versículo 23, y Tito capítulo 3 versículo 10. Y lo vemos en práctica en pasajes como 1 de Corintios capítulo 5 versículo 1 al 13. Debido a que toda la iglesia visible pertenece a Cristo y lo representa en la tierra, es importante que cada parte de la iglesia visible proteja al pueblo de Dios y a defender su honor a través de un ejercicio propio de la disciplina de la iglesia.
Las marcas de la iglesia siguen siendo importantes para que nosotros las consideremos el día de hoy. Nos ayudan a asegurar que nuestras propias congregaciones se mantengan dentro de los límites de la iglesia visible universal, en pacto con Dios bajo la autoridad de Cristo. También nos ayudan a identificar a impostores y enemigos de la iglesia, para que nosotros podamos advertir a los cristianos acerca de tales grupos, y para que nosotros podamos proclamar al mundo acerca de estos falsos grupos que no representan a nuestro Señor y su evangelio. También nos animan a trabajar entre las diversas líneas denominacionales mientras trabajamos en el ministerio. Cuando nosotros reconocemos que el cuerpo de Cristo no está limitado a nuestras iglesias o denominaciones, pero se extiende universalmente a través del mundo donde el evangelio de Cristo es proclamado, podemos animarnos a aceptar a cualquiera que es parte de la iglesia visible.
Ahora que hemos observado la naturaleza universal de la iglesia visible, consideraremos algunas formas en que la iglesia invisible es también universal.
Cuando combinamos nuestro entendimiento de universalidad con nuestro entendimiento de la iglesia invisible, nosotros podemos definir la iglesia invisible como:
Todas las personas de todos los siglos que han sido unidas a Cristo para salvación.
Como hemos mencionado, la iglesia invisible es una subdivisión de la iglesia visible, es también verdad que cualquiera en la iglesia invisible esta en pacto con Dios bajo la autoridad de Cristo. Pero para poder distinguir la iglesia invisible, nuestra definición se centra solamente en como difiere de la iglesia visible.
Debido a que hay muchas maneras de pensar acerca de la universalidad de la iglesia invisible, nos centraremos en sólo dos maneras. Primero, la iglesia invisible es universal porque sólo hay un único Salvador. Y segundo, la iglesia invisible es universal porque sólo hay una verdadera religión que nos puede guiar a ese Salvador. Observaremos primero la idea de que sólo hay un único Salvador.
La Escritura enseña claramente que Jesucristo es el único Salvador disponible para la humanidad. Él es el único que ha tenido el poder para salvarnos, y él único que siempre lo tendrá.
Pedro menciona en Hechos capítulo 4 versículo 12
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
Jesucristo siempre ha sido el único Salvador disponible para los seres humanos.
Jesucristo mismo proclamó esta verdad en Juan capítulo 14 versículo 6 donde el habló estas palabras:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)
¿Por qué es Jesús el único que puede salvarnos? Bueno, el Salvador debe de ser un hombre perfecto así como un Dios perfecto, y Jesús tenía que ser un hombre perfecto para poder tomar nuestro lugar, para ser nuestro sacrificio, para ser nuestro substituto, y Jesús es el único que pudo cumplir ese rol. Y, por supuesto, esto es preparado en la historia de la redención cuando Dios asignó al León de David para ser el grande, para ser el Mesías de Dios, ser el ungido. Y Jesús es el gran rey que vino después de David, y Jesús tiene este oficio, y todo el Antiguo Testamento nos prepara para la venida de Jesús. Entonces, Jesús es el único que cumple con los criterios para salvar a su pueblo completamente del pecado. [Dr. John Frame]
Jesús es el salvador de los Presbiterianos, Bautistas, Anglicanos, Metodistas, Luteranos, Católicos Romanos, Ortodoxos Orientales, y todos aquellos en otras denominaciones de la iglesia visible.
Sólo hay una única iglesia invisible porque cualquiera que es salvo es unido al mismo Cristo, el mismo salvador. Él es la fuente de nuestra unidad. Y debido a que él mismo no puede ser dividido, nosotros tampoco.
Una segunda idea relacionada con el hecho de que la iglesia invisible es universal es que sólo hay una religión verdadera que puede guiarnos a Cristo.
Es importante notar que el cristianismo no es primariamente un sistema de salvación, sino una relación pactual con Dios. Es decir, a diferencia de otras religiones, el cristianismo no es un método fundamental para obtener la salvación. En cambio, es una relación entre Dios y su pueblo. Sí, la fe es crucial como un método que nos pone en una correcta relación con Dios. Pero la gran pregunta es: ¿Cuál es nuestra identidad al estar delante de Dios? ¿Somos fieles ciudadanos en el reino de Dios? ¿Cuándo Dios nos observa, nos ve cubiertos en el pacto de la sangre de Cristo? ¿O somos ciudadanos del reino de sus enemigos? ¿Estamos delante de Dios por nuestros propios méritos, y debemos pagar la penalidad de nuestro propio pecado?
Tristemente, aquellos en las religiones falsas son miembros de un reino enemigo. No forman parte del pueblo que está en pacto con Dios, y por lo tanto ellos no pueden pertenecer a Cristo. Solamente el cristianismo nos pude dar acceso al salvador. Esta es la razón por la cual el cristianismo bíblico niega la posibilidad de que la gente pueda ser salvada por medio de otras religiones, incluso si esas personas o religiones parecen tener buenas intenciones.
Como sabemos, existen muchas religiones no cristianas que son llamadas las grandes religiones del mundo debido a sus números y debido a su influencia. Y a menudo existe la pregunta si alguien que no es cristiano, pero esta fielmente involucrado en una de las grandes religiones del mundo y son seguidores devotos de las doctrinas y prácticas de ésta religión en particular, si son sinceros en su práctica, ¿irán ellos al cielo a pesar de que no reconozcan a Cristo e incluso nunca hayan escuchado de Él? Bueno, la Biblia es clara en ese aspecto. En Juan capítulo 14 versículo 6 Jesús fue explícito en tratar con esta situación en particular. Jesús dijo, "Yo soy el camino, la verdad y la vida", y si esto no es lo suficientemente claro él sigue diciendo "nadie viene al Padre si no es por mí". [Dr. Donald Whitney]
Debido a la gracia común de Dios nosotros vemos todo tipo de bondades en la vida de personas independientemente de su religión. Pero también vemos gran maldad en la vida de las personas y si reconocemos la santidad de Dios y la condición caída de los seres humanos, nos damos cuenta que venir ante Dios y tener una relación con Él requiere mucho más que simplemente una conducta ética. No podemos hacer nada para agradar a Dios en nuestra condición pecaminosa. Y por lo tanto necesitamos un Redentor y un Salvador, y no sólo una práctica religiosa. Y Jesús es el único que provee el camino para establecer una relación con Dios. [Dr. K. Erik. Thoennes]
Como hemos dicho, los miembros vivos de la iglesia invisible ordinariamente pertenecen a la iglesia visible. Por esta razón, muchos teólogos han mencionado el punto de que la salvación no es ordinariamente posible para aquellos que están afuera de la iglesia visible. Esto es, si una persona no es parte de la iglesia visible, ordinariamente no tiene la oportunidad de ser salva.
Cipriano, padre de la iglesia primitiva, quien vivió del 200 al 258 DC., lo puso de esta forma en su tratado Sobre la Unidad de la Iglesia:
Todo el que se separa de la iglesia, se une a una adúltera, se separa de las promesas de la iglesia, no llegará a los premios de Cristo el que abandona la iglesia de Cristo. Es un extraño, un excomulgado, un enemigo No puede tener a Dios por padre el que no tiene a la iglesia por madre.
Aquí, Cipriano esta argumentando en contra de aquellos que han dejado la iglesia visible. Y su punto fue que alguien no puede entrar a la iglesia invisible para recibir las recompensas de Cristo a menos que también sea parte de la iglesia visible. Este argumento es consistente con lo que hemos mencionado acerca de la iglesia visible teniendo pacto con Dios.
El punto en cuestión es que la salvación en sí misma es una bendición del pacto de Dios. Observamos esto en Jeremías capítulo 31 versículo 31 al 34, Lucas capítulo 1 versículo 69 al 75, Romanos capítulo 11 versículo 27, Hebreos capítulo 7 versículo 22 al 25, y en muchos otros pasajes.
Para mencionar un ejemplo, escuchemos las palabras de Jesús en Lucas capítulo 22 versículo 20, cuando el instituyó la cena del Señor:
Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (Lucas 22:20)
En la noche de su arresto, Jesús dijo que la sangre que él derramaría en sacrificio por nuestros pecados sería un pacto. En otras palabras, la salvación en la sangre de Cristo viene sólo a través de Su pacto.
Ya que el pacto de Dios es hecho con la iglesia visible, la salvación ordinariamente viene a través de la iglesia visible. Esto sucede cuando la gente dentro de la iglesia visible viene a la fe, o cuando la iglesia visible gana conversos a través del evangelismo. Por supuesto, algunas personas son salvas independientemente de alguna interacción con la iglesia. Pero cuando esto sucede, es importante reconocer que algo inusual está aconteciendo — algo extraordinario.
Debido a que la iglesia invisible es universal, sólo aquellos que son fieles al pacto de Dios pueden ser salvos. No hay esperanza a que la gente de otras religiones vayan al cielo por ser buenos dentro de los estándares de sus propias religiones. Nosotros debemos de evangelizar. Debemos de decirle a la gente acerca del único salvador. Debemos traerlos a la única comunidad del pacto, el reino terrenal de Dios, y enseñarles a amar y obedecer a su Señor y rey. La universalidad de la iglesia invisible es alentadora para todos los que somos salvos — es nuestra solidaridad en Cristo. Pero es también una advertencia terrible para todo aquel que no ha venido a Cristo.
Hasta este momento en nuestra lección acerca de la iglesia, hemos observado la divina autorización de la iglesia, y hemos visto que la iglesia es tanto santa como universal. A este punto, estamos listos para ver nuestro último tópico: la idea de que la iglesia es la comunión de los santos.
En nuestra discusión de la palabra santa, observamos que el término santos se refiere de una forma general a todo aquel que está en la iglesia visible, y en una forma especial para todo aquel que está en la iglesia invisible. Entonces, mientras discutimos la comunión de los santos, enfocaremos nuestra atención en un término que todavía no hemos investigado, la comunión.
En las versiones griegas antiguas del Credo de los Apóstoles, la palabra comunión es koinonia. La Escritura comúnmente utiliza esta palabra para referirse al compañerismo que existe entre los miembros de la iglesia, especialmente a través de la unión con Dios. Vemos esto en pasajes como Hechos capítulo 2 versículo 42, 2 de Corintios capítulo 13 versículo 14, y 1 de Juan capítulo 1 versículo 3.
El Nuevo Testamento también utiliza koinonia para referirse al compartir, muchas veces bienes y dinero. Observamos este uso en Romanos capítulo 15 versículo 16, 2 de Corintios capítulo 9 versículo 13, y Hebreos capítulo 13 versículo 16. También es usado para describir el compartir el evangelio — no primariamente en evangelismo, pero en una forma mutua dentro de la iglesia, como en Filipenses capítulo 1 versículo 5 y Filemón versículo 6.
En línea con estas ideas, la palabra comunión en el credo ha sido tradicionalmente tomada para referirse al compañerismo entre miembros de la iglesia, y el compartir las cosas que poseemos en común y por implicación, a nuestra mutua dependencia con aquellos que comparten con nosotros.
Mientras exploramos la comunión de los santos, organizaremos nuestra discusión alrededor de una distinción que ya debería de sernos familiar. Primero, observaremos la comunión que existe dentro de la iglesia visible. Y segundo, consideraremos la comunión que existe dentro de la iglesia invisible. Empezaremos con la comunión de los santos en la iglesia visible.
Mientras que hay muchos aspectos para la comunión que existe en la iglesia visible, nos enfocaremos en sólo tres: primero, los medios de gracia; segundo, dones espirituales; y tercero bienes materiales. Empecemos analizando los medios de gracia.
Medios de gracia son
Herramientas o mecanismos que Dios usa ordinariamente para aplicar gracia a su pueblo.
Juan Wesley, uno de los fundadores de la iglesia Metodista, describió los medios de gracia de una manera que reflejan las creencias de muchas tradiciones cristianas.
Escuchemos lo que él escribió en su sermón número 16, basado en el texto de Malaquías capítulo 3 versículo 7:
"Medios de gracia," según entiendo, son las señales exteriores, palabras o acciones ordenadas e instituidas por Dios, con el fin de ser las vías ordinarias por medio de las cuales puede comunicar a los hombres la gracia que previene, justifica o santifica.
Los medios de gracia, (que muchas personas los refieren como disciplinas espirituales u obras de piedad, dependiendo de la tradición de donde uno venga). Cuando escucho la frase, ¿Cómo obran? Lo que siempre quiero decir es, ellas no obran, es Dios quien obra, es la gracia de Dios la que está obrando. Pero, los medios de gracia nos proveen con oportunidades de recibir y procesar esa gracia. Crean el tiempo y el espacio para que prestemos atención a la gracia de Dios obrando en nuestras vidas. Me gusta pensar en esto como si fueran tuberías. No queremos confundir la tubería con el agua. Es el agua de vida la que queremos recibir. Pero son las tuberías las que ayudan a traernos el agua. Para que podamos beberla, los medios de gracia nos permiten beber el agua de vida. [Dr. Steve Harper]
Hablando de forma práctica, hay muchos medios que Dios usa para impartir gracia a nosotros, incluyendo cosas tales como la adversidad y sufrimiento, fe, caridad y el compañerismo mismo. Pero tradicionalmente, los teólogos se han enfocado especialmente en tres medios de gracia particulares: la palabra de Dios, los sacramentos del bautismo y la cena del Señor, y la oración. Estos tres medios de gracia pertenecen a la iglesia visible, incluyendo tanto a creyentes como a no creyentes.
El Catecismo Menor de Westminster, un resumen tradicional protestante de enseñanzas cristianas, describe los medios de gracia en esta forma en su pregunta y respuesta número 88:
¿Cuáles son los medios externos y ordinarios por los cuales Cristo nos comunica los beneficios de la redención?
Los medios externos y ordinarios por los cuales Cristo nos comunica los beneficios de la redención, son sus ordenanzas, y especialmente, la palabra, los sacramentos y la oración; a todos los cuales hace él eficaces para la salvación de los elegidos.
La Escritura habla acerca de los beneficios de estos medios de gracia en lugares como Romanos capítulo 10 versículo 14, 1 de Corintios capítulo 10 versículo 17, y 1 de Pedro capítulo 3 versículos 12 y 21.
Ahora, a pesar de que los beneficios de la redención son sólo para aquellos que son salvos, esto es, sólo aquellos de la iglesia invisible, las ordenanzas son para toda la iglesia visible. La iglesia invisible es sólo eso: invisible. No sabemos quienes están en ella. No tiene sus servicios de adoración propios. No tiene ministros propios. No tiene forma de gobierno propia. Esas cosas son designadas para la iglesia visible. De la misma manera, todos los medios de gracia — predicación, bautismo, celebración de la cena del Señor, y oraciones — pueden ser observados por otros. Son visibles. Son cosas que la iglesia visible comparte en común, y por lo tanto son parte de la comunión de la iglesia visible.
Los medios de gracia siempre han sido ordenanzas importantes a través de las cuales Dios ordinariamente aplica las bendiciones de redención a nuestras vidas, y nosotros debemos de tomar provecho de ello. Debemos predicar el evangelio que convierte, y enseñar la palabra que trae sabiduría y madurez. Debemos celebrar los sacramentos que visiblemente presentan el evangelio y nos sella en el pacto de Dios. Y debemos orar por la gracia de Dios y perdón, por conversiones y madurez, por ayuda para resistir al pecado, por protección del mal, y por socorro en el tiempo de necesidad. En todas estas formas y más, los medios de gracia son ministerios valiosos para la iglesia visible.
Aparte de los medios de gracia, la iglesia visible también posee dones espirituales en común.
Ahora, es importante entender que cuando decimos que los dones espirituales pertenecen a toda la iglesia visible, no estamos diciendo que cualquiera en la iglesia visible es ungido por el Espíritu Santo. Porque no lo son. Sólo los creyentes reciben el Espíritu Santo. Aun así, el Espíritu Santo usa todos los dones espiritual con el propósito de construir la iglesia visible. Para algunas personas, esto significa incrementar su santificación y crecer en madurez. Para otros, significa llevarlos primeramente a la fe. Pero en todos los casos, todos en la iglesia visible son expuestos a dones espirituales, e incluso se les permite participar en ellos de alguna forma. Y debido a esto, es correcto decir que los dones espirituales son compartidos por toda la iglesia visible.
El compartimiento de los dones espirituales por toda la iglesia visible se demuestra de diversas maneras. Primero, son usados en servicios de adoración públicos. Vemos esto explícitamente en 1 de Corintios capítulo 14 versículos 13 al 26. Segundo, los dones son dados para construir toda la iglesia. Observamos esto en pasajes como 1 de Corintios capítulo 12 versículos 4 al 7 y Efesios capítulo 4 versículos 3 al 13. Tercero, Pablo específicamente dice que las lenguas son una señal incluso para los incrédulos dentro de la iglesia, como lo leemos en 1 de Corintios capítulo 14 versículos 21 y 22. Cuarto, los incrédulos dentro de la iglesia son condenados por no beneficiarse de los dones espirituales en Hebreos capítulo 6 versículos 4 al 6. En estas formas, la Escritura hace claro que los creyentes e incrédulos comparten y son partícipes de los dones espirituales de la iglesia.
Al igual que los medios de gracia, los dones espirituales son un gran beneficio para la iglesia visible moderna. Son útiles para proclamar la verdad y convertir a los perdidos. Son útiles para ayudar a los creyentes a crecer en la fe y madurez. Y muchos dones, tales como misericordia y hospitalidad, son útiles para satisfacer las necesidades terrenales del pueblo de Dios. Cuando el Espíritu Santo concede dones a su pueblo, debemos de animarlos a que ellos usen estos dones para beneficio de todos, y no los retengan de cualquiera en la iglesia visible.
La comunión también existe en la iglesia visible en la forma en que los miembros comparten sus bienes materiales los unos con los otros.
Parte del significado de comunión o koinonia en la Biblia y en la iglesia primitiva era que los cristianos compartían sus bienes materiales con otros de la iglesia visible que estaban en necesidad. La palabra koinonia fue muchas veces usada para referirse a las contribuciones para el pobre, como aparece en Romanos capítulo 15 versículo 26, 2 de Corintios capítulo 8 versículo 4 y capítulo 9 versículo 13, y Hebreos capítulo 13 versículo 16.
Incluso cuando la palabra koinonia no era usada, este aspecto de comunión pude observarse en la práctica de los primeros cristianos. Por ejemplo, muchos de los primeros cristianos vendieron sus posesiones y dieron lo que obtuvieron de la venta a la iglesia, tal como lo vemos en Hechos capítulo 2 versículos 44 y 45, y capítulo 4 versículo 34 y 35. En la iglesia primitiva, algunos cristianos heroicos incluso se vendieron a sí mismos en esclavitud para liberar a otros o levantar fondos para alimentar al pobre.
El padre de la iglesia primitiva Clemente, quien vivió de los años 30 al 100 DC., escribió acerca de esta práctica en una carta comúnmente conocida como 1 de Clemente, que él escribió a los Corintios. Escuchemos estas palabras del capítulo 55 de esa carta:
Sabemos que muchos entre nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha pagado por ellos, han alimentado a otros.
El sentido de comunión era tan fuerte en la iglesia primitiva, los creyentes consideraban a otros en mayor estima que ellos mismos, que ellos no sólo estaban dispuestos a compartir sus posesiones, sino incluso a sacrificar su libertad, por el beneficio de dar a otros.
Las palabras de Pablo en 2 de Corintios capítulo 8 versículos 3 al 5 nos ayudan a explicar su forma de pensar. Escuchemos lo que él escribió aquí:
Han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:3-5)
En este pasaje, Pablo describió la generosidad de las iglesias macedonias. Y él explicó que fue su dedicación al Señor lo que les guio a sacrificarse en su compartir con la iglesia visible del Señor.
Compartir los bienes materiales con aquellos en necesidad es una parte importante de la vida de la iglesia visible. Toda la iglesia es el pueblo de Dios, su comunidad del pacto. A Él le importan todos los que forman parte de ella, y nos llama a que hagamos lo mismo. Para ponerlo más claro, todo lo que tenemos le pertenece al Señor. Él sólo nos ha hecho mayordomos de sus propiedades. Y esto significa que nuestra caridad y nuestro dar son un ministerio del Señor para su pueblo, y su testimonio del evangelio para el mundo. Entonces, si queremos ser fieles a Él, no debemos de restringir la propiedad del Señor de la gente que lo necesita.
Ahora que hemos explorado la comunión de los santos en la iglesia visible, estamos listos para considerar la comunión que la iglesia invisible comparte.
Observaremos dos ideas relacionadas con la comunión de los santos en la iglesia invisible. Primero, hablaremos acerca de la unión que todos los creyentes comparten con Cristo. Y segundo, hablaremos de la unión que nosotros compartimos con otros creyentes en la iglesia invisible. Empecemos observando a nuestra unión con Cristo.
El Nuevo Testamento frecuentemente menciona que los creyentes están unidos con Cristo. Esta idea es más comúnmente presentada al decir que los creyentes están en Cristo, en Jesús o en Él. Por otra parte, esta unión significa que Jesús representa a los creyentes ante el Padre, especialmente en su muerte y resurrección. Pero por otro lado, significa que los creyentes están místicamente unidos con Jesús en una forma vital, Jesús mora en los creyentes, y ellos moran en Él.
Creo que una de las enseñanzas centrales del Apóstol Pablo en particular es que estamos unidos con Jesucristo; que le pertenecemos. Cuando observamos toda la revelación bíblica, yo creo que la Biblia enseña que nosotros estamos ya sea en Adán o en Cristo. Por supuesto, Adán fue el primer ser humano. Todos los seres humanos somos nacidos como hijos e hijas de Adán. Y por lo tanto venimos al mundo como pecadores. Tenemos una naturaleza pecaminosa. Estamos separados de Dios. Esto quiere decir que el ser salvo y redimido y confiar en Cristo es ser incorporados en Cristo, pertenecer a Cristo. Lo que significa el ser unido a Cristo es: ser parte de Su persona. [Dr. Tom Schreiner]
Es en la unión con Cristo que nosotros recibimos todos los beneficios de Cristo. Históricamente entendemos que estos beneficios son: la justificación, santificación, adopción — todas las cosas que describimos en términos de lo que recibimos en la salvación. Sólo se reciben en Cristo. Y por lo tanto, es importante, es esencial para nosotros, estar unidos a Cristo para recibir estos beneficios. Y ¿Cómo recibimos estos beneficios, o cómo estamos unidos a Cristo? Estamos unidos por la fe, y sólo la fe. Es la fe la que nos trae a una unión con Cristo, el don de la fe que viene de Dios. [Dr. Jeffrey Jue]
Los teólogos muchas veces hablan de esta unión vital entre Jesús y los creyentes como mística debido a que la Biblia no explica de forma exacta como funciona. Pero la Escritura si es clara en que esta unión involucra tanto nuestros cuerpos como nuestros espíritus. Observamos esto en Juan capítulo 15 versículos 4 al 7, Romanos capítulo 8 versículos 9 al 11, y en muchos otros pasajes. Para citar un ejemplo, escuchemos las palabras de Pablo en 1 de Corintios capítulo 6 versículos 15 al 17:
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? el que se une al Señor, un espíritu es con él. (1 Corintios 6:15-17)
Charles Spurgeon, el famoso predicador bautista quien vivió del año 1834 a 1892, habló de nuestra unión con Cristo en su sermón El Misterio Inigualable, basado en Efesios capítulo 5 versículo 30. Escuchemos lo que él dijo:
Una unión vital existe entre nosotros y Cristo No es una unidad; es una identidad. Es más que estar unido a; es ser hecho parte de, y una parte esencial de todo Cristo debe tener a su pueblo; ellos son esenciales para él.
Es asombroso pensar que nuestra unión con Cristo es tan vital que Cristo mismo sentiría la pérdida si no estuviéramos con él. Él nos ama, y murió para que nosotros pudiéramos ser su premio, su herencia. Debido a que estamos unidos a él, cada creyente debería de sentir gran seguridad en nuestra salvación, gran garantía de perdón, y gran aliento para que nosotros podamos estar bien delante de Dios. Debemos de sacar fuerzas de esta unión, siendo nutridos por Cristo y sustentados por su Espíritu. Y debemos de sentir denuedo en nuestro compañerismo con Dios, sabiendo que debido a que estamos cubiertos en Cristo, somos perfectos a los ojos del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto no quiere decir que no se nos disciplinará por nuestros pecados. Pero si quiere decir que cuando lo hagan, será una obra de amor, intencionada para llevarnos a una madurez y perfección para ser unidos con Dios por siempre.
Ahora que hemos observado la unión con Cristo de los creyentes, estamos listos para observar nuestra unión con otros creyentes en Cristo.
Debido a que cada persona en la iglesia invisible es unida a Cristo, los creyentes también son unidos el uno con el otro en él. Vemos esto en Romano capítulo 12 versículo 5, Gálatas capítulo 3 versículos 26 al 28, Efesios capítulo 4 versículo 25, y en otros pasajes.
Escuchemos la forma en que Jesús habló al Padre acerca de esta comunión en Juan capítulo 17 versículos 22 y 23:
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. (John 17:22-23)
Mientras que nuestra unión con la iglesia visible es relacional y experimental, nuestra unión con la iglesia invisible es espiritual y ontológica. Nuestros propios seres están unidos conjuntamente a través de Cristo y su Espíritu. Como resultado, todos nosotros tenemos igual dignidad en Cristo, como Pablo lo enseñó en 2 de Corintios capítulo 5 versículos 14 al 16, Gálatas capítulo 3 versículo 28, y Colosenses capítulo 3 versículo 11. Y nosotros incluso hemos experimentado los gozos y dolores de otros, como leemos en 1 de Corintios capítulo 12 versículo 26.
Y la comunión de la iglesia invisible no está limitada a la iglesia en la tierra; también se extiende a la iglesia en el cielo, con aquellos creyentes que ya han muerto y se han ido para estar con el Señor. Tal como los creyentes en la tierra tienen una comunión mística los unos con los otros en y a través de Cristo, nosotros también tenemos la misma comunión con todo aquel que es unido a Cristo — incluyendo los creyentes que están ahora en el cielo. La Escritura enseña esta idea en pasajes como Hebreos capítulo 11 versículo 4 y capítulo 12 versículos 22 al 24.
Una imagen llamativa que usa la Escritura para enseñarnos este hecho es la descripción de la iglesia como la esposa de Cristo. Hay un sentido en el cual la iglesia visible es tratada como la novia de Cristo, pero es siempre con la visión hacia la perfección de la novia en la iglesia invisible. Vemos esto en el Antiguo Testamento en Isaías capítulo 54 versículos 5 al 8, Oseas capítulo 2 versículos 19 y 20, y en el Nuevo Testamento en Efesios capítulo 5 versículos 26 y 27. Y el cumplimiento de estas imágenes aparece en la iglesia invisible perfeccionada en Apocalipsis capítulo 19.
Escuchemos la descripción de la visión de Juan en Apocalipsis capítulo 19 versículos 6 al 8:
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: !Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. (Apocalipsis 19:6-8)
Aquí observamos que la novia de Cristo consiste en todos los santos redimidos de todas las épocas, en comunión los unos con otro. Todos como si fuéramos uno, llevando nuestro traje de bodas compuesta por los actos de justicia de cada creyente.
La Escritura tiene muchas aplicaciones del hecho de que los creyentes están unidos los unos con los otros en Cristo. Nos enseña que cada creyente es valioso e incluso indispensable para Cristo. Nos enseña a honrarnos unos a otros, y como ministrarnos los unos a los otros. Nos enseña a ser compasivos los unos con los otros, a ser bondadosos, amables y pacientes, y a perdonar. Nos enseña a tratar a los demás de la misma forma en que queremos ser tratados, y al igual que nos tratamos a nosotros mismos. Debido a nuestra unión con ellos a través de Cristo, ellos son tanto parte de nosotros como lo son nuestros propios cuerpos.
En esta lección del Credo de los Apóstoles, hemos explorado la doctrina de la iglesia. Hemos observado la divina autorización de la iglesia como una comunidad especial de Dios. Hemos discutido el hecho de que la iglesia es santa, siendo apartada y pura. Hemos hablado de su naturaleza universal. Y hemos explicado las formas en las cuales es una comunión de santos.
Como cristianos modernos, nuestra experiencia de la iglesia es muchas veces diferente a la que lo fue en los tiempos de la Biblia, o incluso en los tiempos en que el Credo de los Apóstoles fue formado. Pero la realidad fundamental de la vida en la iglesia nunca ha cambiado. La iglesia sigue siendo el pueblo en pacto con Dios. Sigue siendo su recipiente escogido para llevar el evangelio al mundo, y para convertir al mundo en su reino en la tierra. Nosotros, la iglesia, somos santos para el Señor. Somos su reino. Somos su pueblo, unidos los unos con los otros en Él. Y el Señor mismo está trabajando a través de nosotros.